Golpe de Estado en Bolivia para profundizar el saqueo capitalista.
Por Cecilia Zamudio
Se consumó el Golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales en
Bolivia. Ahora se viene lo más terrorífico contra el pueblo boliviano,
particularmente contra la clase trabajadora, contra las organizaciones
campesinas e indígenas de base, contra el pensamiento crítico, contra
toda persona que se oponga al saqueo capitalista, a la depredación de la
naturaleza, a la explotación. Se viene el fundamentalismo católico
declarado y el racismo abyecto, la misoginia más brutal y la nostalgia
del tiempo de las cruzadas (lo vienen anunciando las acciones y
proclamas de los golpistas); se viene la intensificación del saqueo del
Litio, del gas, de la plata, del oro, del estaño, del hierro, de los
manantiales y demás riquezas naturales, se viene mayor explotación
contra las y los trabajadores, hambre y exterminio contra el pueblo,
montañas y ríos capitalizados por un puñado de multinacionales y
latifundistas.
Bajo el gobierno de Evo se garantizó la educación gratuita, se
universalizó el acceso al agua potable, los niños, las mujeres
embarazadas y los ancianos tuvieron garantías esenciales, se creó el
Seguro Universal de Salud, etc. Ahora lo que se viene con los golpistas
fanáticos religiosos y ávidos de intensificar el saqueo capitalista, es
la privatización de la educación, el desmantelamiento del Seguro
Universal de Salud para que así un puñado de capitalistas pueda lucrarse
mediante sus aseguradoras médicas privadas. La privatización de la
salud asesinará por inasistencia médica a los millones de personas que
no puedan pagar los seguros privados. Posiblemente también introduzcan
las cajas privadas de pensiones, para especular con gigantescos
capitales, mientras que las pensiones de los ancianos las reducirán a
una macabra miseria, como lo que hicieron en Chile.
Bajo el gobierno de Evo Morales, se invirtió el capital generado por
la minería y los impuestos en servicios sociales, para implementar una
mejora de la calidad de vida de las personas más empobrecidas de la
clase explotada (pero no se cuestionó de raíz al capitalismo y siguió
existiendo una clase explotada y una clase explotadora); las medidas
sociales obviamente representaron un alivio para miles de familias
bolivianas, pero como toda medida que no modifica la estructura misma
del sistema socioeconómico, su durabilidad tenía fecha de caducidad.
Tenía fecha de caducidad porque la clase explotadora no cesa nunca en su
afán por profundizar los niveles de explotación y saqueo, dado que en
base a esos mecanismos se enriquece.
La burguesía local y transnacional quería quitarse a Evo de en medio
para profundizar los niveles de saqueo capitalista: no toleraba ya a un
gobierno que no estuviera dispuesto a serle funcional al 100%. Evo no
colectivizó los medios de producción, es decir la economía boliviana no
fue socialista, sino que siguió siendo capitalista. De haber hecho
cambios estructurales, de haber colectivizado los medios de producción,
se hubiera fortalecido Bolivia frente a las pretensiones imperialistas; y
la burguesía boliviana, profundamente explotadora y hostil a todo lo
que no sea gobernar Bolivia como si las y los trabajadores fueran su
servidumbre semi esclavizada, no se hubiera quedado enroscada en el
poder económico, mediático e incluso institucional. Es el debate de
fondo que este tipo de tragedias ponen de manifiesto: los límites del
Reformismo y la necesidad de cambios estructurales, revolucionarios. Es
el debate que Rosa Luxemburgo ya planteaba en «Reforma o Revolución» y
que la Historia, una y otra vez, se encarga de poner de manifiesto. El
Reformismo es tolerado por la burguesía un tiempo, incluso le puede
llegar a ser funcional en ciertas circunstancias, en tanto que le «quita
presión a a olla» de las tensiones sociales inherentes a las injustas
relaciones de producción del Capitalismo. En el caso de Bolivia, es
innegable que el gobierno de Evo aportó grandes avances, pero también
era totalmente vulnerable a la voluntad de la burguesía al no haberse
producido la profundización revolucionaria.
El
Golpe de Estado llevaba tiempo fraguándose desde Washington. El pueblo
boliviano llevaba semanas enfrentando el ataque del fascismo: la
burguesía boliviana y transnacional, en su pretensión de tumbar al
presidente Morales y su gobierno, con la finalidad de poder incrementar
los niveles de saqueo capitalista contra el pueblo y la naturaleza,
desató hordas mercenarias e incentivó el mayor odio racista.
Linchamientos contra personas indígenas y contra las personas electas
perpetrados por todo el país por los paramilitares fascistas (mujeres
vejadas, desnudadas, la alcaldesa Patricia Arce secuestrada, embadurnada
de pintura roja, trasquilada y golpeada, dirigentes sindicales
torturados y obligados a «pedir perdón» de rodillas por apoyar a Evo,
comunicadores alternativos a la falsimedia amarrados a árboles, ancianas
indígenas agredidas por vestir sus trajes tradicionales). La
herramienta fascista de la burguesía perpetró numerosos atentados,
incendios de sedes de las organizaciones campesinas e indígenas,
incendios de casas de miembros del gobierno. La herramienta mediática de
la burguesía participó de la desestabilización, mediante manipulación y
falsimedia a nivel nacional e internacional. Uno de los pilares de la
manipulación que infundió la burguesía a través de sus medios, fue el
fomento intensificado del odio racista, avivando un incendio que lleva
siglos: el racismo ha sido fomentado como mecanismo de control social,
en un país en el que el colonialismo europeo dejó su huella marcada en
sangre e injusticia social, un país cuya población es sin embargo de
mayoría indígena.
La injerencia estadounidense estuvo financiando y entrenando
mercenarios, la policía se puso del lado de los fascistas y no detuvo ni
las golpizas contra las familias indígenas, ni la toma de edificios
institucionales, sino que participó; el ejército no hizo nada para
detener las agresiones contra las bases indígenas y campesinas, y al
final terminaría posicionándose con los golpistas.
El pueblo dio la lucha de manera contundente contra los destacamentos
fascistas para impedir que sea tumbado el primer presidente indígena de
toda la Historia de Bolivia (desde la llegada de los colonizadores los
indígenas fueron explotados y excluidos). Evo Morales no había seguido a
rajatabla los dictados del gran capital (y por eso los magnates se lo
quisieron quitar de en medio, y no quisieron reconocer su victoria
electoral).
La
OEA, que calla totalmente sobre la represión en Chile (calla acerca de
las violaciones y mutilaciones perpetradas por los carabineros porque el
gobierno chileno es totalmente funcional al saqueo capitalista), en
cambio sí se lanzó contra Bolivia para aducir un supuesto fraude en las
elecciones del 20 de octubre (ejerciendo su papel pro-imperialista).
Ante las acusaciones de la OEA (que replicaban la versión de la
burguesía golpista), Evo Morales invitó, con suma ingenuidad, a
«verificadores de la OEA». Mientras tanto los mercenarios fascistas
seguían infundiendo terror en las calles. Finalmente la OEA emitió su
amañada decisión política, siendo el pistoletazo para los últimos pasos
del Golpe de Estado en Bolivia, algo que era fuertemente previsible.
Aday Quesada expresa: «El gobierno de Evo Morales ha cometido «errores»
difícilmente explicables. Resulta absolutamente insólito que el
Ejecutivo boliviano solicitara la «supervisión» de la OEA (Organización
de Estados Americanos), para que procediera al peritaje y
contabilización de los votos resultantes de las pasadas elecciones
presidenciales. (…) esa solicitud de «arbitraje» a la Organización que
más genuinamente representa los intereses estadounidenses en América
Latina era una petición suicida, semejante a la de encomendar a un zorro
la custodia de un gallinero. (…)el dictamen final de la OEA estaba
rubricado antes de que se realizara la «inspección». La OEA dictaminó
velozmente lo que correspondía al papel que los Estados Unidos le han
encomendado»[1].
Los acontecimientos se encadenaron luego a una velocidad vertiginosa.
La Policía se amotinó en varias ciudades. A la capital de Bolivia
arribaron numerosas hordas fascistas provenientes de Santa Cruz. Los
medios de comunicación del Estado y varios medios comunitarios fueron
atacados. Varias casas de gobernadores fueron incendiadas por los
mercenarios. El gobierno de Evo tenía en ese momento dos opciones: o
ceder al chantaje del fascismo y caer en la trampa de llamar a nuevas
elecciones, en medio del clima de terror que imponen los mercenarios de
la burguesía, o bien radicalizar el proceso popular, tomando su fuerza
de las masivas movilizaciones en su apoyo que seguían en las calles. Se
decantaría a primeras horas del 10 de noviembre por llamar a nuevas
elecciones, siendo que ya ganó en las elecciones del 20 de octubre, y
que claramente la burguesía no se calmaría hasta tener en sus manos todo
el poder (es decir, en eventuales nuevas elecciones el clima de terror
impuesto por la herramienta fascista de la burguesía impediría a muchos
votantes por Evo el acercarse siquiera a votar, y en el caso de que
ganara Evo nuevamente, claramente la burguesía seguiría con la
desestabilización). Pero ni siquiera el anuncio de Morales de llamar a
nuevas elecciones fue suficiente para la burguesía: ese mismo 10 de
noviembre la cúpula militar emitió un comunicado en el que se posicionó
del lado de los golpistas, llamando a Evo Morales a renunciar. El pueblo
boliviano sin embargo siguió masivamente en las calles dando la batalla
contra las hordas fascistas y su pretensión de Golpe de Estado.
Tras el comunicado de alineamiento de la cúpula militar con el Golpe
de Estado en curso, se llegó a presagiar lo peor: que Evo renunciara,
quedando el fascismo con todos los poderes en Bolivia. La burguesía
quería todo y al instante, no pretendía dejar siquiera que se realizaran
unas nuevas elecciones. El mensaje fue claro: o gobierna el candidato
elegido por Washington o nada. Tristemente no hubo que esperar mucho
tras el comunicado golpista de los militares, para que Evo anunciara su
renuncia, tal como lo exigieron los golpistas, tal como lo vino
preparando el imperialismo estadounidense y la burguesía a través de su
herramienta fascista. Tras esa renuncia, ante el Golpe de Estado
consumado, las organizaciones sociales, campesinas e indígenas, quedaron
a la merced del peor fascismo.
Es evidente que la inmensa mayoría del pueblo boliviano votó por Evo
Morales, pues la mayoría de la población indígena y campesina, la clase
trabajadora, lo apoyaba; pero la burguesía y el gran capital
transnacional pretendían ya quitárselo de en medio para poder depredar
con mayor voracidad los inmensos recursos de Bolivia. ¿Pero por qué
renunció Evo tan rápidamente cuando tenía una fuerte base de apoyo
popular en las calles? Los medios de la burguesía titularon que el
presidente renunció, cuando está claro que fue un Golpe de Estado. La
renuncia de Evo fue anunciada bajo un clima de terror y amenaza, tras
varias renuncias de miembros de su gobierno, igualmente aterrorizados:
«Renunciaron por salvar a su familia amenazada»[2], relató Evo en rueda
de prensa. Las «renuncias» se produjeron bajo coacción: mediante el
secuestro de familiares por parte de la herramienta fascista, que
chantajeó a los representantes con asesinar a sus familiares si no
dimitían y no pedían públicamente a Evo Morales que renunciara.
El
Golpe de Estado en Bolivia se dio mediante la brutalidad fascista y el
amedrentamiento; la mayor parte de la policía no estaba protegiendo al
pueblo de los ataques de los mercenarios, los militares anunciaron que
se alineaban con el Golpe de Estado. Como siempre, cuando la clase
explotadora no consigue lo que quiere mediante unas elecciones, recurre
al golpe militar y paramilitar, a la amenaza, al terror: prácticas
mafiosas de un sistema putrefacto. La clase explotadora casi siempre
consigue lo que quiere mediante las elecciones pues tiene el capital
para imponer sus candidatos mediante millonarias campañas alienantes,
pero cuando excepcionalmente gana algún candidato más afín a los
intereses de la clase trabajadora, tiene los días contados.
Así está la guerra que la clase explotadora le hace a la clase
explotada: ahora saca a su herramienta fascista, por todo el planeta,
para intentar barrer a todos los gobiernos que no le sean totalmente
funcionales, y para profundizar la tasa de explotación y saqueo que
incrementa su acumulación capitalista. Los pueblos tienen sus manos
desnudas para defenderse, y su consciencia de que si no vencen en la
batalla contra la herramienta fascista de la burguesía, se vienen
tiempos de mayor terror, represión, explotación, saqueo, empobrecimiento
y barbarie. Mientras el capitalismo siga vivo, sigue en su seno viva su
herramienta fascista, y sigue imperando la brutal injusticia social que
hambrea pueblos y devasta la naturaleza.
____________________________Blog de la autora: www.cecilia-zamudio.
____________________________
NOTAS:
[1] http://canarias-semanal.org/
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario