martes, 13 de abril de 2021

La vacuna es un bien público mundial

 

Un estudio reciente de 77 científicos concluyó que dentro de un año o menos, las mutaciones del virus harán que la primera generación de vacunas sea ineficaz. Esto será tanto más probable cuanto más tiempo se tarde en vacunar a la población mundial.

La vacuna es un bien público mundial



Boaventura de Sousa Santos

El Viejo Topo

13 abril, 2021 

Hay un cierto consenso en torno a que la pandemia actual permanecerá con nosotros durante mucho tiempo. Vamos a entrar en un periodo de pandemia intermitente cuyas características precisas todavía están por definirse. El juego entre nuestro sistema inmunitario y las mutaciones del virus no tiene reglas muy claras. Tendremos que vivir con la inseguridad, por dramáticos que sean los avances de las ciencias biomédicas contemporáneas. Sabemos pocas cosas con seguridad.

Sabemos que la recurrencia de pandemias está relacionada con el modelo de desarrollo y de consumo dominante, con los cambios climáticos asociados a este, con la contaminación de los mares y los ríos y con la deforestación de los bosques. Sabemos que la fase aguda de esta pandemia (posibilidad de contaminación grave) solo terminará cuando entre el 60% y el 70% de la población mundial esté inmunizada. Sabemos que esta tarea se ve obstaculizada por el agravamiento de las desigualdades sociales dentro de cada país y entre los distintos países, combinado con el hecho de que la gran industria farmacéutica (Big Pharma) no quiere renunciar a los derechos de patente sobre las vacunas. Las vacunas ya se consideran el nuevo oro líquido, sucediendo al oro líquido del siglo XX, el petróleo.

Sabemos que las políticas de Estado, la cohesión política en torno a la pandemia y el comportamiento de la ciudadanía son decisivos. El mayor o menor éxito depende de la combinación entre vigilancia epidemiológica, reducción del contagio a través de confinamientos, eficacia de la retaguardia hospitalaria, mejor conocimiento público sobre la pandemia y atención a vulnerabilidades especiales. Los errores, las negligencias e incluso los propósitos necrófilos por parte de algunos líderes políticos han dado lugar a formas de políticas de muerte por vía sanitaria que llamamos darwinismo social: la eliminación de grupos sociales desechables porque son viejos, porque son pobres o porque son discriminados por razones étnico-raciales o religiosas.

Por último, sabemos que el mundo europeo (y norteamericano) mostró en esta pandemia la misma arrogancia con la que ha tratado al mundo no europeo durante los últimos cinco siglos. Como cree que el mejor conocimiento técnico-científico proviene del mundo occidental, no ha querido aprender de la forma en que otros países del Sur Global han lidiado con epidemias y, específicamente, con este virus. Mucho antes de que los europeos se dieran cuenta de la importancia de la mascarilla, los chinos ya la consideraban de uso obligatorio. Por otro lado, debido a una mezcla tóxica de prejuicios y presiones de los lobbies al servicio de las grandes compañías farmacéuticas occidentales, la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Canadá han recurrido exclusivamente a las vacunas producidas por estas empresas, con consecuencias por ahora impredecibles.

Además de todo esto, sabemos que existe una guerra geoestratégica vacunal muy mal disfrazada por llamamientos vacíos al bienestar y a la salud de la población mundial. Según la revista Nature del pasado 30 de marzo, el mundo necesita once mil millones de dosis de vacunas (sobre la base de dos dosis por persona) para lograr la inmunidad de grupo a escala mundial. Hasta finales de febrero, se confirmaron pedidos de unos 8.600 millones de dosis, de los cuales 6.000 millones estaban destinadas a los países ricos del Norte Global. Esto significa que los países empobrecidos, que representan el 80% de la población mundial, tendrán acceso a menos de una tercera parte de las vacunas disponibles. Esta injusticia vacunal es particularmente perversa porque, dada la comunicación global que caracteriza nuestro tiempo, nadie estará verdaderamente protegido hasta que el mundo entero esté protegido. Además, cuanto más se tarde en lograr la inmunidad de grupo a escala global, mayor será la probabilidad de que las mutaciones del virus se vuelvan más peligrosas para la salud y más resistentes a las vacunas disponibles.

Un estudio reciente, que reunió a 77 científicos de varios países del mundo, concluyó que dentro de un año o menos, las mutaciones del virus harán que la primera generación de vacunas sea ineficaz. Esto será tanto más probable cuanto más tiempo se tarde en vacunar a la población mundial. Ahora, según los cálculos de la People’s Vaccine Alliance, al ritmo actual, solo el 10% de la población de los países más pobres se vacunará a finales del próximo año. Más retrasos se traducirán en una mayor proliferación de noticias falsas, la infodemia, como la llama la OMS, que ha sido particularmente destructiva en África.

Existe consenso hoy en que una de las medidas más eficaces será la suspensión temporal de los derechos de propiedad intelectual sobre las patentes de vacunas para la Covid por parte de las grandes empresas farmacéuticas. Esta suspensión haría que la producción de vacunas fuera más global, más rápida y más barata. Y así, más rápidamente, se lograría la inmunidad de grupo global. Además de la justicia sanitaria que permitiría esta suspensión, existen otras buenas razones para defenderla. Por un lado, los derechos de patente se crearon para estimular la competencia en tiempos normales. Los tiempos de pandemia son tiempos excepcionales que, en lugar de competencia y rivalidad, requieren convergencia y solidaridad. Por otro lado, las empresas farmacéuticas ya se han embolsado miles de millones de euros de dinero público a título de financiamiento para fomentar la investigación y el desarrollo más rápido de vacunas. Además, existen precedentes de suspensión de patentes, no solo en el caso de retrovirales para el control del VIH / sida, sino también en el caso de la penicilina durante la Segunda Guerra Mundial. Si estuviéramos en una guerra convencional, la producción y distribución de armas ciertamente no quedarían bajo el control de las empresas privadas que las producen. El Estado ciertamente intervendría. No estamos en una guerra convencional, pero los daños que la pandemia hace a la vida y al bienestar de las poblaciones pueden resultar similares (casi tres millones de muertos hasta la fecha).

No es de extrañar, por tanto, que ahora exista una vasta coalición mundial de organizaciones no gubernamentales, Estados y agencias de la ONU a favor del reconocimiento de la vacuna (y de la salud en general) como un bien público y no como un negocio, y la consecuente suspensión temporal de los derechos de patente. Mucho más allá de las vacunas, este movimiento global incide en la lucha por el acceso de todos a la salud y por la transparencia y el control público de los fondos públicos involucrados en la producción de medicamentos y de vacunas. A su vez, unos cien países, encabezados por India y Sudáfrica, ya han solicitado a la Organización Mundial del Comercio que suspenda los derechos de patente relacionados con las vacunas. Entre estos países no se encuentran los países del Norte Global. Por ello, la iniciativa de la Organización Mundial de la Salud de garantizar el acceso global a la vacuna (COVAX) está destinada al fracaso.

No olvidemos que, según datos del Corporate Europe Observatory, la Big Pharma gasta entre 15 y 17 millones de euros al año para presionar las decisiones de la Unión Europea, y que la industria farmacéutica en su conjunto cuenta con 175 cabilderos en Bruselas trabajando para el mismo propósito. La escandalosa falta de transparencia en los contratos de vacunas es el resultado de esta presión. Si Portugal quisiera dar distinción y verdadera solidaridad cosmopolita a la actual presidencia del Consejo de la Unión Europea, tendría aquí un buen tema de protagonismo. Tanto más si otro portugués, el secretario general de la ONU, acaba de hacer un llamamiento para considerar la salud como un bien público mundial.

Todo apunta a que, en este ámbito como en otros, la UE seguirá renunciando a cualquier responsabilidad global. Con la intención de permanecer pegada a las políticas globales de Estados Unidos, en este caso puede ser superada por el propio EE. UU. La administración Biden está considerando suspender la patente de una tecnología relevante para las vacunas desarrollada en 2016 por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas.

Fuente: «Alainet«.

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Qué deberíamos aprender de las protestas de los agricultores indios

 

Qué deberíamos aprender de las protestas de los agricultores indios

 

Por Harleen Kaur Bal

Rebelión

10/04/2021 


Fuentes: Counterpunch [Imagen: Concentración de agricultores participantes en la huelga general en protesta por las reformas agrícolas en Singhu, 8 de diciembre de 2020 (Foto: Sajjad Hussain / AFP vía Getty Images)]

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

En el exterior de la embajada india en Washington DC, un hombre con turbante azafrán distribuye botellas de agua a las familias de manifestantes que portan pancartas en las que se lee: “Sin agricultores no hay comida”. La concentración es una muestra de la creciente preocupación internacional, especialmente entre las comunidades indias en la diáspora, por las protestas pacíficas de los campesinos indios que se oponen a las recientes propuestas de ley que pretenden desregular la agricultura india.

Cuando, al terminar el acto, mi familia y yo nos dirigimos hacia casa, una mujer nos detiene al ver nuestros carteles y me dice: “Es lógico que protesten allí [en la India] pero ¿por qué protestan ustedes aquí?”. Lo que en realidad me preguntaba, en una época en la que se multiplican las protestas, es por qué demonios debería importarle a la comunidad internacional lo que pasa en India y por qué estas protestas en concreto habían logrado tanta repercusión. La respuesta no radica tanto en los motivos de la oposición del movimiento campesino como en el modo en que los manifestantes se están organizando en Nueva Delhi.

El espeluznante paralelismo de las imágenes de la cara del manifestante sij Ranjit Singh bajo la bota de un agente de policía indio y la foto de la rodilla de un policía estadounidense sobre el cuello de George Floyd nos recuerda que la injusticia desenfrenada repercute más allá de las fronteras. Durante cuatro meses, los campesinos indios han protestado pacíficamente con sus tractores y sus carros en las afueras de Nueva Delhi. Las proposiciones de ley pretenden desregular la agricultura, lo que impediría a millones de campesinos conseguir su sustento y  causaría una degradación ecológica. Este cambio legislativo recuerda a la desregulación de la agricultura en Estados Unidos que fue la ruina de los pequeños granjeros y aceleró la desertificación.

Los manifestantes se enfrentan al gas lacrimógeno y los cañones de agua de la policía y a la violencia de los simpatizantes de extrema derecha del partido nacionalista hindú del primer ministro [Narendra] Modi, el Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio). El gobierno ha bloqueado internet, la cobertura de teléfonos móviles y el acceso al agua en los campamentos. Sin embargo, sus esfuerzos por sofocar, sin armar mucho ruido, una protesta que no ha dejado de crecer han fracasado gracias a la naturaleza decididamente unitaria de las protestas. Meses atrás, Rihanna y Greta Thunberg publicaron tuits en apoyo de los campesinos, lo que colocó el asunto en el foco internacional. Cuando Estados Unidos se enfrenta a una creciente polarización política y cultural tras el mandato de Trump, las protestas en la India ponen de manifiesto un prometedor antídoto al creciente populismo derechista y al nacionalismo étnico más allá de las fronteras.

Campesinos en un bloqueo de carretera en la frontera entre los estados de Delhi y Uttar Pradesh el 14 de diciembre de 2020 (Foto: Jewel Samad/AFP vía Getty Images)

En un emocionante artículo publicado poco después de la elección de Trump, Andrés Rondón articula una serie de estrategias para contrarrestar el populismo oponiéndose a la polarización y buscando un terreno común con los demás. Al adoptar estas y otras estrategias, las protestas de los campesinos en la India representan la antítesis del populismo y sirven de modelo para contrarrestar dicha polarización. En ellas se da cita una concurrencia diversa de identidad religiosa, casta, afiliación política, edad y vocación. Entre los manifestantes hay agricultores, personas famosas y urbanitas de clase media, unidos por la preocupación universal en relación con la comida y la agricultura. Todos tenemos que comer y la comida no depende de esas categorías.

Al generalizar la identificación con lo indio más allá de afiliaciones basadas en la religión o en la clase social, los manifestantes han convertido los campamentos de protesta en lugares comunitarios, espacial e ideológicamente. Cada día, los concentrados ofrecen comida a los policías y a los pobres siguiendo la tradición sij de cocina comunitaria (langar) que funciona con trabajo voluntario. Los hospitales de campaña organizados en los campamentos ofrecen sus servicios tanto a los manifestantes como a los policías que lo necesitan. Estas iniciativas colectivistas radicales minimizan la polarización y el desdén hacia los “otros” indeterminados, toda una proeza frente a las tácticas de mano dura de Modi. Mientras la mayor parte de las protestas actuales profundizan en las divisiones basadas en la identidad (recuerden la insurrección del Capitolio), los manifestantes en la India representan una rara concurrencia de religión, casta y edad  unidas por la preocupación universal por la comida y la agricultura.

Marcha de los campesinos hacia la capital, Delhi, gritando consignas y atravesando las barricadas levantadas por la policía, el 26 de enero de 2021, Día de la República India (Foto: Altaf Qadri/AP Photo)

Eso es lo que deberíamos aprender de las protestas de los campesinos: cómo enfrentarnos a la creciente polarización armándonos de pluralismo, integración y oposición pacífica democrática. En Estados Unidos y en la India esta clase de iniciativas pueden servir de antídoto a la enfermedad del populismo radical y las políticas restringidas de identidad. No es casualidad que las protestas de los campesinos en la India sean una de las mayores en la historia y vayan en aumento. Las obvias consecuencias negativas del proyecto de ley tendrían repercusiones medioambientales, económicas y culturales dentro y fuera de aquel país y es evidente que el mundo debería preocuparse por ello. La continuada mercantilización neoliberal para privatizar el uso de la tierra propuesta por Modi entra en conflicto con su uso como forma de vida y tejido cultural de los agricultores indios. Sin embargo, la verdadera excepcionalidad de las protestas y del creciente apoyo que están recibiendo se basa en la naturaleza peculiar del modo en que se están realizando.

La comunidad global debe aprender de este ejemplo cómo enfrentar el creciente nacionalismo étnico y la división política mediante una integración unificada basada en los intereses comunes, y no en el desprecio hacia el otro. Los manifestantes han aceptado con brazos abiertos la diversidad y han ampliado la identificación con “lo indio” más allá de la afiliación política o religiosa. De la misma manera, nosotros debemos ampliar, en lugar de restringir, la identidad nacional en el contexto de la globalización. Solo cuando adoptemos ese pluralismo colectivo podremos superar el populismo polarizado.

Harleen Kaur es doctoranda de antropología sociocultural de la Universidad de California en Davis y la orgullosa nieta de granjeros punyabíes.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/04/08/what-should-we-learn-from-indias-farmers-protests/

El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se respete su integridad y se nombre a su autora, a su traductor y a Rebelión.org como fuente de la traducción.

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¡Ojú, chiquillo! Que salvajes son los salvajes de Malí y que civilizados son los civilizados de la civilización

 

 

Una comunidad en Malí que evitó la minería de uranio busca ahora aliviar el sufrimiento causado mediante la solidaridad y la protección del medioambiente.

 

Pueblo de Faléa, en Malí. Fuente: L’Action Solidarité Faléa 21 MANY CAMARA

Many Camara

L’Action Solidarité Faléa 21

12 ABR 2021 02:31


Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International


La municipalidad de Faléa se encuentra en el oeste de Malí en la frontera con Guinea y Senegal. Su población alcanza las 17.000 personas y la mayoría son jóvenes (entre 15 y 35 años) y femenina (aproximadamente un 62%) de las etnias djalonke, mandinka, fula y diakhanké.

La Conferencia de Berlín de 1884-5 determinó las fronteras africanas tal y como hoy las conocemos. Ahora, las empresas internacionales tienen los derechos de explotación de las tierras arables y los recursos de prácticamente todo el continente, incluyendo el uranio de Faléa.

Hace 20 años, la empresa francesa COGEMA, después conocida como AREVA y ahora como Orano, descubrió depósitos de uranio, cobre y plata en Faléa. En 2007, el gobierno de Malí firmó un acuerdo con la compañía canadiense Delta Exploration, ahora Rockgate Capital Corp, y después con Denison Mines para las futuras exploraciones de sus recursos. Las condiciones del contrato siguen sin hacerse públicas.

A los vecinos ni se les informó ni consultó. Tanto el concilio de sabios, el ayuntamiento “moderno” que se estableció en 1999 como la población local quedaron completamente apartados del proceso de toma de decisiones. Hasta que, en 2008, se construyó una pista de aterrizaje a 50 metros del colegio de educación primaria.

En Malí se conceden 60 licencias anuales para la exploración y/o explotación a empresas extranjeras. En esta fiebre de la extracción alentada por el gobierno maliense, el uranio y la bauxita ocupan un lugar especial. También hay búsqueda de oro, de hecho, Malí es el tercer productor de oro de África. El mayor potencial de uranio lo encontramos precisamente en Faléa. El área cuenta con una extraordinaria biodiversidad y riqueza cultural.

Tradicionalmente, la tierra en Malí no pertenece a nadie. El maitre de la terre, jefe de la tierra, otorga la tierra a quien necesita cultivarla. Quedan reconocidos oficialmente como los cultivadores de la tierra y pueden cavar pozos o plantar árboles, por ejemplo.

Hace 20 años, la empresa francesa COGEMA, después conocida como AREVA y ahora como Orano, descubrió depósitos de uranio, cobre y plata en Faléa. En 2007, el gobierno de Malí firmó un acuerdo con la compañía canadiense Delta Exploration, ahora Rockgate Capital Corp, y después con Denison Mines para las futuras exploraciones de sus recursos. Las condiciones del contrato siguen sin hacerse públicas.

El sistema tradicional se basa en la sabiduría antigua, que rechaza hacer de la tierra una propiedad privada o un bien comercial. La tierra se considera propiedad de las personas y no puede ser parte de una transacción.

Solo fue en 1996 cuando Malí, teóricamente independiente desde 1960, adoptó su constitución, recogiendo la descentralización administrativa, incluida la ley del suelo, en una copia exacta de varios artículos de la constitución de la V República Francesa. Desde entonces la reforma administrativa e institucional convive con las leyes antiguas. Esto ha dado lugar a una gran confusión legal, precisamente en una época de competencia entre empresas internacionales por el control de sus recursos naturales.

Se esperaba que esta inevitable confrontación, ya comenzada en las zonas rurales, ha impuesto la lógica del mercado sobre el territorio, y la tierra ha pasado a ser una materia prima especulativa.

El proyecto de la mina de uranio se forjó y aprobó en privado entre el estado maliense y las empresas mineras extranjeras a partir de 2007. En vista de la amenaza que la mina suponía para su salud, medioambiente, tierra arable, agua y legado cultural, la población de Faléa se movilizó para prevenir que sucediera.

En este contexto, y tras una lucha que duró varios años y recibió el apoyo de varias ONGs de todo el mundo, el poco confiable presidente de Mali se vio obligado a declarar a finales de marzo de 2011 que el proyecto minero de Faléa quedaba cancelado. Pese a la felicidad que originaron estas declaraciones en un primer momento, nunca inspiraron demasiada confianza.

Sigue en la segunda parte.

Traducción de Raúl Sánchez Saura.

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