lunes, 21 de noviembre de 2022

APDHA denuncia la debilidad y privatización del sistema de atención a las personas sin hogar en Andalucía

 


APDHA denuncia la debilidad y privatización del sistema de atención a las personas sin hogar en Andalucía


TERCERAINFORMACION / 17.11.2022

  • Un total de 5.539 personas han sido atendidas en centros  sociales o de restauración de Andalucía durante este año.
  • Reclama una atención integral a estas personas como “deber inexcusable” de las Administraciones públicas.



Andalucía, 17 de noviembre de 2022.  La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) ha denunciado hoy, en la Semana de las Personas sin Hogar, la grave debilidad  en la que se encuentra el sistema de la atención a las personas sin hogar en Andalucía y la privatización de los servicios destinados a paliar la situación de estas personas. Por ello, llama a participar en las manifestaciones previstas para hoy en Sevilla y Cádiz.

Para la APDHA, las políticas hacia las personas sin hogar son “parciales y dispares, basadas en el asistencialismo, desde un sistema débil y privatizado, lo que refuerza y prolonga la dependencia y la exclusión en las que se encuentran”. Más bien, propone que la intervención social contra la exclusión debe centrarse en estas personas de manera integral, adaptándose a su situación vital en cada momento.

Un total de 28.552 personas han sido atendidas este año en España en centros sociales o de restauración, 5.539 personas en Andalucía, según la encuesta sobre las personas sin hogar publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) el pasado 19 de octubre, reflejo de los 3,27 millones de andaluces (un 38,7%) que viven en riesgo de pobreza o exclusión, según el último informe sobre el estado de la pobreza en Andalucía de EAPN Andalucía.

La organización manifiesta su “enorme preocupación” por la difícil situación en que se encuentran las personas sin hogar en nuestra Andalucía. “Estamos a las puertas del invierno y miles de personas siguen durmiendo en la calle por no disponer de una vivienda donde cobijarse, una realidad que se reproduce sin cambios sustantivos año tras año”, critica.

Por ello, plantea como urgente y prioritario cubrir las necesidades básicas de la población más vulnerable “de manera real y no propagandística”, para lo cual, destaca la APDHA, “es imprescindible disponer de un plan andaluz para erradicar el sinhogarismo, que se haga de forma participada con las personas que viven en la calle y sus asociaciones, remunicipalizando los servicios de atención que se les ofrece en una red pública, estable y económicamente bien dotada, adaptando el sistema  de atención a la realidad, necesidades, demandas y complejidad del sinhogarismo”. La intervención, añade, requiere de una reforma del estricto e inadecuado régimen de estancia para las personas sin hogar, que facilite y simplifique el acceso a los recursos y ayudas, para lo que la Renta Básica Universal (RBU), sostiene, se presenta como la alternativa más simple, rápida y eficaz.

También considera necesario distribuir por todos los barriosde las grandes ciudades los recursos para las personas sin hogar o en exclusión social, reduciendo su actual concentración; paralizar todos los desahucios sin garantías de una alternativa habitacional digna y estable; incrementar las plazas para convalecencia hospitalaria para los postquirúrgicos, movilizando recursos residenciales públicos en régimen de cesión o alquiler y  apostar por la estrategia ‘primero vivienda’ (‘housing first’),como metodología prioritaria de lucha contra el sinhogarismo.

Se desprende de la encuesta  sobre las personas sin hogar que las causas más relevantes que llevan a una persona a estar en esta situación sigue siendo la pérdida del trabajo (36,7%), la separación de la pareja (19,3%), tener que empezar de cero tras emigrar a otro país (22,3%), el desahucio de la vivienda (15,6%) o no poder pagar el alojamiento (14,2%). Igualmente, llama la atención que el 65% de estas personas posea estudios secundarios y un 11,2%, estudios superiores.

Pero no se trata solo de pobreza material (carencia extrema de alimentos, ropa, vivienda, etc.), señala la asociación, “carecer de alojamiento es la forma más extrema de exclusión. La falta de vivienda menoscaba la dignidad de las personas, les priva de sus derechos de ciudadanía y atenta contra los derechos humanos básicos”.

La organización reclama la responsabilidad de las Administraciones públicas y exige, una vez más, una atención plena a este colectivo tan castigado, capaz de garantizarles unas condiciones de vida digna, “un deber inexcusable de las Administraciones públicas”, recuerda.

Para la organización, el problema principal que presentan las personas sin hogar está motivado por la falta de un lugar donde vivir. “No se cumple el derecho constitucional a una vivienda digna y mientras se vulnere ese derecho, las políticas sociales que se apliquen no pasarán de ser meros paliativos”, concluye.

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Sobre la ILP para la Recuperación del Sistema Nacional de Salud

 



Sobre la ILP para la Recuperación del Sistema Nacional de Salud


Publicado el 21 de noviembre de 2022 / Por Coordinadora Antiprivatizacion de la Sanidad-Estatal

KAOSENLARED

 

Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos reflexivos y comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, es lo único que lo ha hecho.

Margaret Mead.

Queremos agradecer a todos aquellos colectivos y personas que, con todas las condiciones y los medios en contra, han colaborado desinteresadamente durante todo este año en la difusión y en sacar adelante la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para la Recuperación del Sistema Nacional de Salud (SNS). Militantes de sindicatos alternativos como CGT, CNT, ESK-País Vasco, CSI-Asturias, Autonomía Obrera-Andalucía, Somos Sindicalistas; Centros Sociales o alternativos como la Escuela Popular de la Prospe; activistas del movimiento pensionista y Coespe o Yayoflautas; asambleas feministas; asociaciones en defensa de lo público como ATTAC o la Plataforma en Defensa del Canal de Isabel II; asociaciones vecinales y un largo etc. han dedicado su tiempo y sus fuerzas para explicar por todo el Estado que es posible garantizar una sanidad de calidad y universal, siempre que se tomen las medidas que proponíamos en la ILP.

También tenemos que agradecer el apoyo de todas las personas anónimas y colectivos, que han apoyado económicamente la primera y la segunda campaña, dado que en CAS, al contrario de muchas asociaciones que dicen defender la sanidad pública, no aceptamos subvenciones ni del Estado, ni de empresas privadas, única forma de ser autónomos y mantener nuestra independencia.

Desde CAS concebimos la ILP como un instrumento para estar en las calles en estos momentos de brutal desmovilización, y poder denunciar la desastrosa situación del sistema sanitario en todo el Estado. Dado que los políticos no aciertan a proponer medidas que acaben con la agonía del SNS, nos hemos visto obligados a plantear propuestas de solución. Solo tenía sentido poner en marcha la ILP en esta legislatura, en la que gobierna la coalición de partidos (PSOE y Unidas Podemos) que mientras estaban en la oposición prometían derogar las leyes que permiten destruir la sanidad.

Durante estos meses se han realizado decenas de charlas y presentaciones por toda la geografía, lo que nos ha permitido cumplir con nuestro primer objetivo: contactar con el mayor numero de colectivos y personas, que han sabido entender cuáles son las causas, y quiénes son los responsables del proceso de privatización, deterioro, y desmantelamiento del sistema sanitario. Esto nos permite sumar apoyos a la lucha contra la destrucción del sistema sanitario, lucha que cada día es más necesaria, y con la que vamos a continuar.

A pesar de todo el trabajo realizado, y contando con las restricciones derivadas de la pandemia de Covid, no ha sido posible reunir las 500.000 firmas que las instituciones estatales, no olvidemos herederas del franquismo, exigen para que la población pueda plantear propuestas en el Congreso. También somos conscientes de que si hubiéramos conseguido las 500.000 firmas, el Congreso hubiera votado en contra de nuestras propuestas. Sobre todo, porque las medidas que planteábamos, desde crear un sistema público de farmacia, a prohibir el saqueo del SNS por las empresas privadas, o garantizar la atención sanitaria de las mayores de las residencias desde el sector público, son medidas de interés general, pero que colisionan con los intereses económicos de las grandes corporaciones, de las cuales, los políticos son meros apéndices.

Lejos queda el 28 de abril de 2020, en plena primera ola, cuando centenares de pacientes fallecían sin asistencia sanitaria, con los centros sanitarios colapsados por las políticas de desmantelamiento que llevaban en marcha años, cuando con todo el país confinado, el presidente del Gobierno compareció anunciando que vista la situación, “probablemente habría que blindar la sanidad en la Constitución”. A tres años vista, las probabilidades eran inexistentes, y lo que sí se ha producido es un hundimiento aún mayor del sistema sanitario, y un maltrato aún mayor de los profesionales, aquellos a los que nos incitaban a aplaudir a las ocho de la tarde. Por tanto, no podemos esperar nada de las instituciones. La historia demuestra que las conquistas sociales no caen del cielo, solo la lucha en la calle ha logrado avances en ese sentido. Es una pena que la gran manifestación por la Sanidad de Madrid nos haya pillado ya sin la ILP, pero es un placer pensar que hemos ayudado a llegar hasta aquí. Porque estamos seguros que la lucha es el único camino.

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La guerra de los abuelos y otras engañifas

 

Nos robaron las palabras y pretenden robarnos la memoria. Reconstruyen la historia y pretenden ocultarla a los que no la vivieron. Y tienen éxito. Por eso pueden decir sin sentir vergüenza que eran lo mismo unos que otros.


La guerra de los abuelos y otras engañifas

 

Alfons Cervera

El Viejo Topo

21 noviembre, 2022 

 



Aquí había una República hace muchos años. Así me imagino el comienzo de una clase en un Instituto de Enseñanza Secundaria. Y me imagino también las caras de una buena parte del alumnado. Y la pregunta de ese alumnado: disculpe, profe, ¿una qué? Parece un chiste malo. Seguro que lo es. Pero es que en este país se nos comió hace muchos años la lengua el gato. Las tiranías, después de reprimir la disidencia, nos roban las palabras. Luego nos las cambian por otras. Por las suyas. Y poco a poco, con el paso de los años, las vamos asumiendo como nuestras. Decimos que la dictadura franquista fusiló en vez de decir asesinó. Decimos que a nuestro abuelo lo metieron en la cárcel o lo fusilaron y no había hecho nada. Es la respuesta inocente a la afirmación facha: algo habría hecho. Y claro que hizo: defender la República desde un ayuntamiento, o en la escuela, o en la calle, o como miembro de un sindicato o un partido de izquierdas… Pero diciendo que no había hecho nada negamos sin darnos cuenta la dignidad que mantuvo con firmeza ese abuelo en la cárcel o antes de recibir un tiro por la espalda junto a una cuneta. O delante de un pelotón que lo asesinaría después de un juicio que en vez de juicio era una impostura. Y qué decir de las mujeres: las más castigadas, las más humilladas, las que sufrían por ellas mismas y por los hombres de su familia presos, asesinados o huidos, por ser mujeres y ser republicanas. Me lo decía un viejo guerrillero: “nosotros teníamos armas en el monte. Pero ellas…”. Ellas tenían la dignidad y el coraje. Y no resultaba fácil para los fascistas moverlas del sitio. ¿No habían hecho nada esas mujeres? Y tanto que habían hecho. Y tanto.

Las palabras no han sido las nuestras durante todos estos años. Ni con la dictadura ni con la democracia. El exterminio a que se referían Mola, Queipo de Llano y tantos de los suyos no alcanzaba sólo a las personas: también al lenguaje que nos servía para entendernos mejor en un mundo que veía cómo alrededor del nuestro crecían los fascismos. Otro ejemplo, ya que hablo de fascismos: aún se le sigue llamando bando nacional al bando fascista que se levantó en un golpe de Estado contra la República en julio de 1936. El ejército nacional, lo siguen llamando. Y no sólo las derechas.

Aposta o sin querer hemos ido dando por bueno el lenguaje de los vencedores. La guerra en España fue una guerra fratricida, dicen algunos. Mentira de las gordas. Dicen guerra entre hermanos para vaciar lo que la guerra tuvo de política, económica e ideológica: de clase. ¿Y la Iglesia, tan ecuánime ella, de qué parte estaba en esa lucha entre hermanos? Echan mano del famoso cuadro de Goya: a garrotazo limpio unos españoles contra otros. Mentira de las gordas. El cuadro, que no pintó Goya, es el de unos españoles que defendían la legitimidad republicana y otros que intentaron romperla desde el principio hasta su culminación golpista después del triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936. Los eufemismos que esconden la verdad de lo que sucedió en aquellos años y lo que vino luego. Y hay más. La transición fue un tiempo de reconciliación, eso dicen. Ahora soy yo quien pone cara de estudiante de Secundaria en una clase de historia: disculpe, profe, ¿un tiempo de qué? Si hubo centenares de muertos, si salíamos a enfrentamiento diario contra la brutalidad policial y paramilitar de extrema derecha que muchas veces eran cómplices en sus atentados, si aún hoy vemos cómo Emilio Hellín, una bestia parda de Fuerza Nueva y asesino de la joven militante del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) Yolanda González en 1980, es uno de los peritos que asesora a la expresidenta del Parlament catalán Laura Borràs en un caso de presunta corrupción. La reconciliación nunca puede colocarse por delante de la verdad. Pero el lenguaje tiene sus jerarquías. Y se impone el que llevamos arrastrando tantos años, tantos, que es como si siempre hubiera sido el nuestro.

Se diga lo que se diga, el franquismo, como el dinosaurio de Augusto Monterroso, siempre ha estado aquí. Por eso se crecen los franquistas. Por eso el PP y Vox se agigantan cuando se burlan de quienes se dejaron la vida defendiendo la República, antes, durante y después de la guerra. Por eso siguen con los eufemismos que tanto engordaron el lenguaje de la superchería. Por eso ahora Núñez Feijóo sigue con esos eufemismos que tanto daño han hecho a la lucha por la verdad de la historia y por la democracia: “hace 80 años nuestros abuelos y bisabuelos se pelearon”. Eso dice. Y se queda tan ancho. Eso fue para él la guerra que vino después de que los suyos dieran un golpe de Estado contra la Segunda República. Como si los abuelos de entonces se hubieran empezado a matar por un mal entendimiento en una partida de parchís. Es una buena manera de insistir en la engañifa: hablar siempre de la guerra, pero no de la dictadura. En la dictadura sólo sufrieron unos abuelos mientras los otros robaban a manos llenas lo que no era suyo y ostentaban gallardamente sus medallas de vencedores. Pelea entre abuelos, dice el líder cada vez más frágil del PP. Lo mismo que la guerra entre hermanos que antes les decía. O que llamar nacional al bando fascista. O que decir fusilamiento en vez de asesinato. El eufemismo como ocultación de la verdad. En eso estamos después de tantos años de democracia.

Desnudar, pues, los eufemismos. Dejarnos de blanquear el lenguaje del franquismo. Y recuperar el que nos pertenece como demócratas. El que nunca tendríamos que haber abandonado. Han pasado más de ochenta años del golpe de Estado contra la República. Y llevamos más de cuarenta de democracia. ¿No es hora ya de que el lenguaje, el nuestro, recupere la dignidad que le había robado la dictadura? Yo creo que sí. Que ya es hora. Y que hay que ponernos a la faena de esa recuperación. Que hemos de dejar de echar mano de figuras sentimentales y hablar abiertamente de lo que de política y de ideología tiene la memoria. Y cómo no: seguir exigiendo verdad, justicia y reparación para las víctimas del franquismo. ¿Que se nos amontona la faena? Pues sí. Pero algo hay que hacer, ¿no? Pues eso.

Fuente: Infolibre

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