miércoles, 5 de febrero de 2020

GOBIERNO PROGRESISTA, ASI COMO YO SOY SAN JOSÉ BENDITO DE CALASANZ EN EXCEDENCIA Y CUESTIÓN GEOGRÁFICA DE ANDAR POR CASA:. QUE DICHO GOBIERNO NO SEPA DÓNDE ESTÁ FRANCIA PUEDESER COMPRENSIBLE, SI NO SABE GEOGRAFÍA NO SABE Y NO PASA NADA,. Y ES CASI LO MENOS IMPORTANTE. LO IMPORTANTE ES QUE LOS TRABAJADORES APRENDAMOS GEOGRÁFIA PARA SABER DÓNDE ESTA FRANCIA Y DÓNDE ESTÁ EL PACTO DE TOLEDO. DE MOMENTO SABEMOS QUE FRANCIA ES UN BARRIO DE BILBAO, Y QUE TANTO EN UNA COMO EN OTRA CUECEN GARBANZOS (No van estar esperando a que caigan del cielo para comérselos crudos) Y QUE DETRÁS DE FRANCIA, COMO PIERDAN LOS TRABAJADORES FRANCESES EN SU LUCHA CONTRA EL GOBIERNO Y LA SINDICATA COLABORACIONISTA DE AHORA TE VOY A TRANSVERSAL, MIRA TÚ, VAMOS LOS ESPAÑOLES, Y QUE LOS CENTROS ADECUADOS DE ENSEÑANAZA, EN EL CASO DE PODEMOS E IZQUIERDA UNIDA, SON LOS CÍRCULOS Y LAS ASAMBLEAS LOCALES, Y QUE EL QUE NO VEA ES QUE NO QUIERE VER, QUE LOS CIEGOS SON OTRA COSA.



La clase obrera francesa indica el camino.
DIARIO OCTUBRE / febrero 5



Los listillos de nuestros días, esos que dicen estar de vuelta del sitio al que nunca fueron: renegados, oportunistas, reformistas y socialdemócratas de todo tipo, deben comerse las uñas cada vez que vean, oigan o lean lo que está sucediendo en el país vecino desde hace 47 días cuando redacto estas líneas. Una huelga interprofesional indefinida contra la contrarreforma de las pensiones presentada por el gobierno neoliberal de Emmanuel Macron que rompe esquemas preestablecidos. Los de los consensos, pactos y demás triquiñuelas para preservar la “paz social”.
Objetivo anhelado por todo capitalista que se precie, y al que con tanto empeño nos han acostumbrado en nuestro país. Pero de igual manera que Francia demuestra su excepcionalidad en la cultura, la gastronomía o la moda, también lo hace, ¡y de qué manera ejemplar!, en lo que se refiere a la lucha de la clase obrera. La misma que lacayos del capital sepultan cada día. Sin duda, una cuestión de Historia. Sí, la vivida por el pueblo francés a lo largo de los siglos XVIII (el de las Luces) y XIX (el de las revoluciones sociales), sin olvidar tampoco el heroico combate de la Resistencia comunista contra el invasor nazi de 1940 a 1945. En aquellos años la clase obrera gala señaló a sus homólogas europeas el camino a seguir. Primero guillotinando al monarca de los privilegios aristocráticos, Louis XVI, y más tarde, luchando sin descanso contra la burguesía francesa y sus aliados. Y aquellas luchas por la libertad y la justicia social, si bien no dieron el poder a la clase obrera, trajeron derechos sociales y laborales: vacaciones pagadas, seguridad social, educación pública, jornada laboral de 40 horas semanales, etc., y por supuesto el derecho a una jubilación digna y suficiente financiada por los trabajadores activos.
Aunar fuerzas
Ahora, después de muchos ataques perpetrados durante años por gobiernos de derechas y socialdemócratas contra aquellos derechos arrancados a la burguesía, el turno le ha tocado de nuevo a las pensiones. Con la particularidad esta vez de que el sosia francés de la Thatcher quiere liquidar el régimen actual que existe desde 1945. Dice el muy bribón que sustituyéndolo por uno que llama “Sistema Universal por puntos”, se eliminarán desigualdades y se beneficiará a los más desfavorecidos. Sin embargo pocos le creen, pues el proyecto prevé suprimir los regímenes especiales de jubilación para las profesiones con riesgo laboral, el aumento de los años de cotización (pasando la edad de jubilación de 62 a 64 años) y un cálculo arbitrario de la pensión a cobrar, entre otras medidas. Pero sobre todo no le creen los currantes, que ven en la contrarreforma un paso decidido hacia la privatización de las pensiones (una fortuna de 365 mil millones de euros en juego para bancos y compañías de seguros) y el establecimiento de una pensión mínima miserable que incitaría, al no poder vivir de ella, a los planes de pensiones. Una clase obrera que además, en esta batalla, ha conseguido imponer su voluntad de lucha en asambleas democráticas, obligando así a las direcciones sindicales a no buscar consensos ni pactos con el gobierno, al tiempo que éste ha tenido que ceder en algunos puntos del proyecto de ley. Y todo eso envuelto en una grave crisis institucional y de sociedad debido a las alarmantes desigualdades sociales entre ricos y pobres. Por ello, el futuro de la lucha actual no es del todo predecible. La situación es explosiva en muchos aspectos. Una cosa está clara sin embargo: la firme voluntad de continuar peleando por la retirada de la contrarreforma, y por aunar fuerzas para que la sociedad del país vecino cambie profundamente. Otra vez, ahora en una Europa pringada de desencantos y fascismos, la clase obrera francesa indica el camino a emprender. 
José L. Quirante

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LO QUE YO DIGO Y NO FALLA, QUE CUANDO ME PONGO ME PONGO (Como a los jubilatas no se nos puede dar más que una minimerda, que ni a merda entera llega, de subida pensional, primero porque no hay dinero, cosa que entiende cualquiera, incluso yo, y segundo, porque nos sueltan una paga de 1.500 euros al més, y más de cuatro del alegrón nos vamos al otro barrio rápido. Contentos, ya lo he dicho, pero que cascamos de la alegría que nos entra cuerpo arriba, fijo) PARA LA GUERRA LO MEJOR ES PREPARARSE PARA LA GUERRA PAGANDO EL 1,5% DE TODA LA RIQUEZA CREADA POR LOS TRABAJADORES EN UN AÑO PARA FINANCIAR A LA OTAN, Y ENCIMA QUE VENGAN LOS CHINOS (Que son pacíficos capitalistas, ojo al dato Donato)Y NOS REVIENTEN LOS HIGADILLOS CON DOCENA Y MEDIA DE BOMBAS DE MELENA SUELTA. ¡NO ME JODAS, NO ME JODAS!



EE.UU. incorpora una munición nuclear de «bajo rendimiento» al arsenal de sus submarinos.


Al comentar las críticas de tal decisión, el subsecretario de Defensa para la política argumentó que la medida disuadirá a Rusia y que estos misiles penetrarán las defensas aérea enemigas de manera más confiable que un avión portador de estas armas. 

DIARIO OCTUBRE / 05.02.2020

Final del formulario
La Armada estadounidense ha incorporado una nueva arma en el arsenal nuclear de sus submarinos: un misil de largo alcance dotado de una ojiva nuclear de reducido poder destructivo. Se trata del llamado misil «de bajo rendimiento», según John Rood, el subsecretario de Defensa para la política militar, en su entrevista a AP concedida este lunes.
 
El despliegue «es un hito en la política de armas nucleares de EE.UU.», señala AP. Se trata de la primera incorporación al arsenal nuclear estratégico de EE.UU. en las últimas décadas.
Al confirmar el despliegue de misiles a AP, el principal funcionario de política del Pentágono afirmó que la ojiva de «bajo rendimiento», conocida como W76-2 y portada por los misiles balísticos Trident II, reduce el riesgo de guerra nuclear.

Asimismo agregó que la ojiva ayudará a Estados Unidos a disuadir a Rusia de lanzar un conflicto nuclear limitado.

Rood se negó a revelar más detalles sobre el despliegue, incluido cuándo o dónde se produjo, alegando que se trata de asuntos clasificados como secretos.

El mismo despliegue fue dado a conocer la semana pasada por la Federación de Científicos Estadounidenses, la cual indicó, citando fuentes anónimas, que posiblemente comenzó en las últimas semanas de 2019 y que el primer submarino en portar estos misiles es USS Tennessee, de la clase Ohio que opera en el Atlántico.

Los críticos de las armas nucleares de bajo rendimiento argumentan que el mundo es menos seguro ya que ofrecen a quienes toman decisiones otra opción para usar un arma nuclear en un conflicto que luego podría escalar a una guerra nuclear ilimitada. También sostienen que las armas nucleares de bajo rendimiento aire-tierra ya están en el arsenal de la Fuerza Aérea del país y la incorporación de las ojivas W76-2 sería redundante.

Sin embargo, Rood dijo que el misil de bajo rendimiento lanzado por un submarino es importante porque puede penetrar de manera más confiable las defensas aéreas que un avión portador de estas armas.

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DIGO YO, Y LO DIGO EN CHINO CASTIZO DE RUMBO Y TRONIO DE TODA LA VIDA PARA QUE USTEDES LO ENTIENDAN BIEN: SI EL PELO DE LAMÓN NO TIENE LABO, Y NOSOTROS, LOS TRABAJADORES ESPAÑOLES, QUE POR HACHE O POR B (La caja B del PP no, la obtra B) NO LE HEMOs HECHO NADA A LOS CHINOS, A LAS CHINAS NO SÉ, QUE DE ESO NO PUEDO HABLAR, ME LO PROHIBEN MIS PRINCIPIOS,YO DE MARRANADAS NO HABLO, YO DIGO DE LOS CHINOS, ¿POR QUÉ TENEMOS QUE CORRER EL RIESGO DE QUE CUALQUIER DÍA, SEGÚN LE DE LA VENTOLERA A TRAN, TREN, TRIN, TRON O TRUMP, NOS EMPIECEN A CAER BOMBAS TÓNICAS DE PANZA GORDA CON PINCHOS EN LA PUNTA?



EE.UU .- China

¿A dónde nos puede llevar el conflicto?


Pierre Rousset
Vientosur
04.02.2020 

Actualmente, Estados Unidos y China son las dos únicas potencias mundiales que se enfrentan a escala mundial. Y a medida que el conflicto se agrava, emergen una tendencia: la división en dos tendencias con ambiciones hegemónicas en competencia.

Primera certeza: la rivalidad entre Estados Unidos, la potencia existente, y China, su contendiente, constituye el principal (pero no el único) factor estructural de la situación política mundial. Junto a él, en segundo plano, tenemos el caos social y ecológico engendrado por el sistema neoliberal. Esta rivalidad se da en todos los ámbitos: militar, espacial, económico, tecnológico, alianzas estratégicas, modelo político o cultural…

Segunda certeza: a pesar de la interdependencia económica y financiera entre estas dos potencias, heredada del período en el que se dio la integración de la nueva China capitalista en la división internacional del trabajo y en la globalización neoliberal, que permitía contener el conflicto en el seno del marco anterior, hacia delante, este marco está puesto en cuestión y nos adentramos en una situación imprevisible.

La actual dinámica de distanciamiento conlleva muchos riesgos. Va en contra de los intereses de las grandes firmas multinacionales. Cualquier sanción que imponga una de estas potencias rivales a la otra puede tener un efecto boomerang, incluso en relación al empleo. Esta guerra comercial puede sumarse a otros factores de inestabilidad a las puertas de la próxima recesión mundial (por ejemplo, las medidas de Trump están orientadas, de hecho, a asfixiar el desarrollo chino) y abrir una grave crisis financiera, agudizada por el peso de la deuda. Si bien la situación no es irreversible, por el momento esta dinámica está abierta.

Por un lado, el orden neoliberal continúa su marcha, en lo fundamental, mediante la firma de nuevos acuerdos comerciales y, por otro, Donald Trump ha dinamitado espacio de concertación intergubernamental, como la OMC, y trata de excluir del terreno de juego a Beijing con vistas a reconstituir el liderazgo estadounidense. Es ahí donde China (a pesar de algunas deficiencias) se muestra como un actor importante en el sector de las nuevas tecnologías y ahora está masivamente presente en todas las regiones del planeta (si exceptuamos el Ártico, donde, sin embargo, compromete enormes recursos para posicionarse bien[1] y en el Antártico). Semejante desgarro no puede ser sino caótico. La novedad es que Xi Jinping, tras haber desestimado durante largo tiempo a su homólogo y haber fanfarroneado anunciando que habíamos entrado en el siglo chino, ahora parece que se prepara para ello.

La guerra comercial

El 15 de enero, China y Estado Unidos acaban de firmar un acuerdo preliminar que supuestamente debe poner fin a la guerra fría comercial que les opone desde hace 18 meses. Sin embargo, como señala la periodista Martin Orange, en realidad se trata de una tregua temporal[2]. A medida que se acercan las elecciones, Trump tiene interés en poner en sordina la situación. Xi, por su parte, se ve confrontado a un conjunto de dificultades internas, entre ellas la ralentización del crecimiento chino, así como los efectos derivados de las medidas adoptadas por Washington. Está obligado a ganar tiempo y valorar después el resultado de las próximas elecciones presidenciales americanas el 3 de noviembre de 2020.
La Fase 1, según la terminología estadounidense, del proceso que debería llevar a una normalización de las relaciones comerciales, no compromete a mucho. China acepta planificar junto a Washington la compra suplementaria de productos americanos por valor de 200 mil millones de dólares en dos años, pero no renuncia a lo fundamental: subvencionar a las empresas estatales y abrir sus mercados. Estados Unidos se compromete a no impulsar ningún nuevo incremento tarifario en los próximos meses y a suspender los procesos iniciados contra Beijing por la manipulación monetaria. En resumen, este acuerdo preliminar es una forma de mantener el status quo. La Fase 2 se pospone hasta noviembre, es decir, tras las elecciones presidenciales en EE UU.

Sin embargo, las actuales sanciones aduaneras, que afectan a 360 mil millones de dólares de productos chinos desde hace más de un año, continúan. Estas sanciones ya han tenido un efecto sobre los flujos de capital y comercial, dando lugar a cambios en la organización industrial y en la cadena de valor. Por ejemplo, las transferencias intra-empresariales entre China y Taiwán no son suficientes para sortearlas y las multinacionales estadounidenses, sobre todo las del sector electrónico e informático, se relocalizan en Asia del Sudeste (Vietnam…). La repatriación de la producción a la madre patria es más limitada. A pesar del incremento de los salarios chinos, Beijing conserva importantes activos: mano de obra cualificada, el nivel de formación general de la población, el desarrollo de infraestructuras, un importante mercado interno, producción de componentes, riqueza en tierras raras…

Las dependencias de Beijing

La interdependencia económica significa que en determinados ámbitos, China es vulnerable, si bien en otros (incluso en el de la inteligencia artificial) se sitúa en una buena posición. Refirámonos a dos de ellos: los microprocesadores y el lugar que ocupa el dólar estadounidense a nivel internacional.

La economía china lleva un retraso considerable (dos o tres generaciones) en materia de microprocesadores. En concreto, depende de los suministros de Taiwán o de Cora del Sur. Y claro, los microprocesadores se utilizan para todo; constituyen un verdadero talón de Aquiles, ya que EE UU ha abierto la guerra en el frente de las altas tecnologías, amenazando con impedir que China tenga acceso a los componentes estadounidenses.

Lograr avanzar en la gama de los microprocesadores no es cosa banal. Según el profesor Zhou Zhiping (universidad de Beijing) hará falta entre cinco y diez años para recuperar ese retraso[3]. Más aún cuando en ese dominio el país carece tanto de ingenieros cualificados como de una cadena de aprovisionamiento y de un ecosistema industrial apropiado.

Lo paradójico es que China ha seguido a sus rivales en el dominio de los circuitos integrados. En 1965 era capaz de producirlos, lo que no era el caso ni de Taiwán ni de Corea del Sur. La revolución cultural, la represión estudiantil y, después, el reinado de la Banda de los Cuatro redujo ese potencial a cenizas. Una generación perdida para la formación de ingenieros, ya que muchos de esos cerebros huyeron a Estados Unidos. De cara al futuro, se plantea una cuestión: ¿Permitirá el recurso a la inteligencia artificial eludir el bloqueo de los microprocesadores clásicos a Beijing[4]?

Por otra pare, desde hace poco y de manera muy acelerada, China está en vías de deshacerse de los bonos de tesoro americano (posee alrededor de ¡1 billón de dólares!) para financiarse en tiempos de ralentización económica, pero también por razones de seguridad. Aunque no sean grandes, estas desinversiones muestran la voluntad de Beijing de poner fin a su dependencia de la moneda americana. Al mismo tiempo, el Banco de China diversifica sus reservas y compra mucho oro[5].

Por muy increíble que parezca, Estados Unidos, de forma unilateral, se ha otorgado el derecho de perseguir en justicia a quien en el resto del mundo utilice los dólares estadounidenses en transacciones que considere contrarias a la política de Washington. Es el arma que utiliza en estos momentos para reforzar el bloqueo de Irán. A la larga, a nada que Beijing de garantías de que no manipulará su tasa de cambio, el yuan chino podría servir de moneda de recambio (¿al igual que el yen japonés o el euro?).

La 5G, un pulso político

Trump acusa a Beijing de espionaje industrial o político. ¿Quién no lo hace? ¡Fué Estados Unidos quien pirateó los teléfonos de Angela Merkel y Emmanuel Macron! Haciéndolo, Washington se dotó de una ventaja real, sobre todo en las negociaciones comerciales, al conocer por adelantado la táctica de sus aliados europeos. Macron está molesto porque el gobierno belga decidió comprar aviones de combate estadounidenses. Y con razón: todas las informaciones de vuelo se envían directamente al constructos del otro lado del Atlántico. En lo que se refiere a las buenas prácticas, parece normal que se detenga en Canadá a una dirigente de un grupo de la competencia, a la sazón Huawei, e inculparla, forzándole su país vecino a mantener a Meng Wanzhou en prisión y a pagar el precio por ello[6] ?

China está capacidad para ofrecer el mejor producto 5G (capaz de transferir una inmensidad de datos a una velocidad incomparable) al precio más barato cuando empiece a implementarse. Las firmas europeas están bien situadas (Nokia, Ericsson), pero Huawei está a la cabeza de la carrera y se está haciendo con la parte de león en el escenario mundial.

Washington ordena a sus aliados que se posicionen a su favor excluyendo a los chinos en el despliegue de la tecnología 5G en sus países. Se trata, sobretodo, de un test político. La respuesta de los europeos no es homogénea, como es habitual, pero es más bien negativa o limitada. Solo Canadá (?), Australia o Nueva Zelanda parecen ponerse firmes. El test no ha sido muy alentador para Trump.

Prohibición de intercambios tecnológicos

La otra medida, más importante, es la prohibición a las empresas estadounidenses de vender tecnología a las empresas chinas; sobre todo en el ámbito de las telecomunicaciones (que incluye la actualización de sistemas ya existentes, como Google). Esto tendría repercusiones en la reorganización del mercado mundial. No solo las GAFA [las cuatro grandes compañías tecnológicas: Google, Amazon, Facebook, Apple) pierden mercado, sino que llevaría al despliegue mundial de tecnologías incompatibles, como ocurrió en los años 70 con los sistemas VHS y Betamax (grabación de vídeos y casetes). Los DVD convirtieron en obsoleta esa guerra entre dos firmas japonesas (Victor Company y Sony).

El desarrollo de estándares mundiales facilita enormemente la movilidad de capital. Sin embargo, la incompatibilidad de tecnologías se inscribiría hoy en el marco de un conflicto global. En el momento en que un país elije su campo, un número aún indeterminado de sectores económicos se verían concernidos por las presiones políticas, comerciales y militares. Washington trabaja con la lógica de la exclusión. Beijing anuncia que sus socios también son libres de tratar con quien quieran, pero establece Estados clientes gracias, sobre todo, al arma de la deuda que le permite tomar el control de los puertos en base a concesiones con una duración que llega hasta 99 años (¡el tiempo que duró el estatus colonial de Hong Kong!).

Esto nos lleva a una de las preguntas sin respuestas que hemos planteado en la introducción de este artículo: ¿qué formas pueden adoptar las zonas de influencia más o menos exclusivas en la actualidad?

Una geopolítica inestable

La psicología particular de Donald Trump, sus prioridades electorales y la influencia de la extrema derecha religiosa no están exentas de consecuencias. Los aliados históricos de EE UU han aprendido a sus expensas que Trump no concuerda con sus intereses. Al punto que el primer ministro de Japón, Abe, ha jugado la carta de la Rusia de Putin para contrarrestar el abandono de Trump.

Sin embargo, la errática política de Trump también expresa la enorme tensión que existe en la política estadounidense. Aún siendo dominante, ese imperialismo no tiene el suficiente poder como para controlar el mundo; de ahí la tentación de replegarse cuando sus intereses están puestos en cuestión en todas partes, y la imposibilidad de una simple retirada. El Medio Oriente es una sorprendente muestra de ello.

Washington necesitaría aliados para mantener el orden en el planeta. La unilateralidad de Trump no ayuda a quienes podrían ejercer ese papel. Ahora bien ¿existen esos aliados? El único éxito de la Unión Europea es el de haber promovido el actualmente debilitado sistema de la OMC. Las posibilidades de intervención del Japón están limitadas por el apego pacifista de su población (que Abe no ha logrado quebrar aún) y por el recuerdo de las exacciones cometidas en Asia durante la Segunda Guerra Mundial. No parece que pueda llegar a un acuerdo estable con Rusia contra China; además, el área de acción efectiva de Moscú se limita sobre todo a su periferia (que incluye Syria) y a sus capacidades militares.
Washington busca aliados entre las potencias regionales, comenzando por Arabia Saudí (¡semillero del terrorismo islamista radical!). Sin embargo, las llamadas potencias regionales abundan y China parece ser la que más provecho saca de ello. Esto es cierto en el Medio Oriente (donde tiene acuerdos tanto con Irán como con Arabia Saudí, jugando con el hecho de que sea el primer importador mundial de petróleo) y en África del Norte o en África subsahariana e incluso, en cierta medida, en América Latina.

El teatro de operaciones en el Indo-Pacífico es un caso especial y significativo. Esta región se encuentra en el centro del conflicto de Estado Unidos con China. Tras haber tardado mucho, Washington a estabilizado una alianza que incluye a India, Japón (a pesar de las tensiones de Tokio con Washington), Australia y Nueva Zelanda. Beijing ha desplegado uno de sus portaviones y su flota en esta zona y negocia puntos de apoyo con varios Estados insulares. Y está bien situada en la nueva carrera de armamentos, entre ellos las armas hipersónicas, capaces de amenazar desde lejos las fuerzas aeronavales y los territorios adversos. Las reglas de la guerra están cambiando.

Al despliegue terrestre de China hay que añadir el espacial[7]. Una buena muestra de las dinámicas actuales. En 2011, una ley estadounidense excluyó a China de la Estación espacial internacional (ISSI). Ahora, a causa de ello, China se plantea construir la suya de aquí a 2025. En 2019, Beijing lanzó más cohetes portadores que ningún otro país: 34 lanzamientos, de los cuales 32 exitosos (contra 27 de EE UU) y, tampoco olvidemos, que ha colocado una sonda en la cara oculta de la Luna. Una muestra de sus grandes avances tecnológicos, así como de sus colosales inversiones[8]..

Nada es irreversible, pero hemos entrado en una situación profundamente inédita con consecuencias altamente imprevisibles. En fin, no hace falta ser adivino para comprender que el conflicto chino-estadounidense va a alimentar la aceleración de la crisis climática. ¿Alguien en Washington o Beijing se preocupa por ello?

28/01/2020

Artículo publicado en el número de febrero de la revista mensual L’Anticapitaliste (NPA)
Traducción: viento sur

[1] Ver Frédéric Lemaître et Olivier Truc, "Arctique. Une ambition chinoise", Le Monde, 5-6 de enero de 2020.
Ver también Jack Rasmus, Znet :
[5] Los título norteamericanos han servido para reciclar enormes excedentes comerciales realizados en finales de los años 90 y mediados de los años 2010. Martin Orange, op. cit.
[6] Hélène Jouan, "Procès Huawei : le Canada pris en étau entre Washington et Pékin", Le Monde, 23/01/2020
[7] Simon Leplâtre, "La Chine s’impose comme une puissance spatiale", Le Monde daté du 21/01/ 2020.
[8] En este artículo no abordamos las contradicciones o debilitades del régimen de Xi Jinping y sus posibles consecuencias.


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