lunes, 10 de mayo de 2021

¿Por qué hablamos de Pablo Iglesias como extrema izquierda? (Elemental, querido “Guatsón”. En primer lugar, porque yo estoy mu bien apreparau y porque sí, pero a más a más, Jordi, por la misma razón que a los submarinos de monte al echarse campo a través entran en situación de estado a la retrospectiva el cigüeñal que lleva atado con unos alambres al metroscopio que se inserta en la magneto corpuscular lateral inversa según se va y es cuando al tío de la palanca de mando le entran las sudaderas y se pone a decir: si sale con barba San Antón y si no la Purisima Concepción, y claro, ya se lía la manta, que si a mí me pones rumbo Este, el otro que le responde, a este ni agua, o todos Norte o a tomar pol culo la bicicleta; tú a lo que yo te diga: una litrona para mí; de eso nada monada, dice un tercero, mientras roe las salientes intrínsecas de la bisectriz del ángulo pi de las cabezas de los tornillos que sobresalen un poco de la perimetral del casco monocaúsico, y ya es cuando hasta las pelotas y con más razón que un santo, el de los pedales, el que va pedaleando para mantener en sí mismo el rumbo y tronío, que le caen unos goterones de sudor frente abajo que te cagas, tío, de los goterones de sudor que le caen, se levanta del sillín y dice: yo por mi padre que no pedaleo más. En este plan va a pedalear su puta madre, y claro: otro submarino atascado que pierde por esos monte de Dios. Y todo por culpa del chiquillo chico de Pablo Iglesias que es un pinta, el que ha montado todo este zipi zape a mala leche, que ya me lo voy conociendo.)

 

¿Por qué hablamos de Pablo Iglesias como extrema izquierda?

El líder y cofundador de Podemos anunció el pasado martes que abandonaba la política institucional por haber dejado de “ser útil”. Diferentes especialistas analizan en este artículo cómo su figura también ha sido útil para sus adversarios políticos.

Sandra Vicente

Lamarea.com 

07.05.2021

“Fue la libertad, no el socialismo, la que nos dio la más próspera y fuerte nación en la historia del mundo”. Estas fueron las palabras del ex vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, poco antes de que empezara la campaña electoral de unos comicios que darían la victoria a Joe Biden. El nuevo presidente fue tildado de ‘socialista’ repetidas veces por Trump, quien basó en ese calificativo los ataques contra su oponente. Dos años después fue Isabel Díaz Ayuso quien recuperó el término ‘socialismo’ para convencer a los madrileños de que estaban entre la espada y la pared. Entre el Partido Popular y PodemosEntre “socialismo o libertad”.

En el país de los extremos, si Trump representaba el neoliberalismo más agresivo, podría tener sentido afirmar que Biden es comunista. Y algunas de las recientes medidas adoptadas por el demócrata, como financiar el plan de bienestar social con impuestos a las rentas altas, o apoyar la liberación de las patentes de las vacunas, refuerzan el discurso de quien quiera considerar a Biden socialista. 

Sin embargo, según Ignasi Gozalo Salellas, docente en la universidad de Bryn Mawr (Pennsylvania) y del máster de Filosofía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), estas políticas no son comunistas, sino de simple «sentido común». «El Partido Demócrata es de todo menos de izquierda, pero el discurso político de hoy, que cada día tiene menos nivel, se decanta hacia la dicotomía sin fundamento. Por eso, es igual de absurdo calificar a Biden de comunista que a Pablo Iglesias de radical”, asegura.

En España, el juego a los extremos se agudizó a raíz de la entrada de Vox al Congreso y en varios parlamentos autonómicos. Mientras crecían los votos a la extrema derecha, también crecían las voces y los medios que se lanzaban a calificar a Podemos de extrema izquierda. Así lo hizo la secretaria general del grupo parlamentario de Vox en el Congreso, Macarena Olonaquien dijo que Podemos es “extrema izquierda comunista”. También algunos medios como El Español se sumaron al carro. En una tribuna, aseguraron que la extrema izquierda pretende “dinamitar el régimen surgido de la Transición y la Constitución”. Esto, un año y medio después de que Pablo Iglesias ocupara la vicepresidencia de un Estado monárquico con una Carta Magna a la que no se ha cambiado una coma desde 2011, cuando se reformó el artículo 135 para garantizar el principio de estabilidad presupuestaria.

Para Gozalo Salellas, esta estrategia política se basa en “simplificar el mensaje y buscar los contrarios”. Lo más alejado en el Congreso a Abascal era Iglesias hasta que dejó su escaño para presentarse a las elecciones madrileñas. Si uno es extrema derecha, el otro… Blanco y en botella. 

“Vox se asume como extrema derecha y es consciente de lo que esto significa a nivel social. Por eso, buscan confundir términos y comparar cosas incomparables, sabiendo que los extremos asustan”, asegura Toni Aira, politólogo y profesor de comunicación política de la UPF-BSM. El término “extremo” genera rechazo porque es lo que va más allá, lo que busca romper la estabilidad a través de medidas radicales. “Si la izquierda quiere aumentar impuestos, entonces, la extrema izquierda quiere impuestos extremos. Así funciona el imaginario”, añade Aira, quien ha publicado recientemente el libro La política de las emociones.

Cuestiones estéticas

“Todo se basa en las formas, no tanto en el programa electoral”, asegura Aira, quien resalta algunas tácticas de comunicación y propaganda de Podemos, como los mítines a pie de calle o el famoso Tramabús, un autobús que se paseaba con las caras de Bárcenas, Pujol, Aguirre y otros, denunciando la corrupción. “Con esto se busca señalar a malos malísimos y llegar a la gente a través de emociones primarias como el enfado o la indignación. Podemos lo usa igual que la extrema derecha se apropió del bus homófobo y tránsfobo de Hazte Oír, pero con una diferencia: los primeros buscan un castigo, los segundos hablan en términos de expulsión y anulación”, puntualiza el politólogo.

También la politóloga Cristina Monge considera que la radicalidad de Podemos se queda en las formas. “Hablamos de un partido que nació del 15M, de cuando las plazas gritaban no nos representan. Pero aquello tampoco era radical: algo que cuenta con el apoyo del 80% de la población no es extremo”, considera. 

Para encontrar partidos radicales en España tendríamos que remontarnos a la Transición, con el Partido de los Trabajadores, la Liga Comunista Revolucionaria o el Movimiento Comunista. “Son tan extemporáneos que decir que Podemos es extrema izquierda ningunea toda esta parte de la historia”, considera Cristina Monge. Según recuerda la politóloga, todo el arco parlamentario europeo está plagado de formaciones como Podemos, Syriza o Die Linke, que pueden ser considerados más o menos radicales “pero que, en la práctica, tienen las manos muy atadas”. 

En este sentido, se trata de partidos que se sitúan a la izquierda de sus gobiernos y que sirven para “rectificar mínimamente los giros conservadores de la socialdemocracia”, considera el filósofo Gozalo Salellas. “Calificar de extrema izquierda a un grupo que participa de las elecciones y que viene de un movimiento que pretende revolucionar la democracia de partidos, que no abolirla, es absurdo y un insulto a la ciencia política”. 

¿Quién sale ganando?

El eje izquierda-derecha, radical-moderado, se va moviendo según el momento histórico y el lugar del mundo en que se analice. Dependiendo de a quién preguntes y los intereses que haya en juego. “¿Cómo va a ser Podemos de extrema izquierda o radical si comparte propuestas con un partido socialdemócrata?”, se pregunta Cristina Monge. Y es que, para sus primeras elecciones, el conjunto morado presentó un programa que, tal como aseguró Pablo Iglesias en su momento, se basó en las propuestas de Felipe González para las elecciones que le hicieron presidente en 1982. “Desde la década de los ochenta hemos vivido una ofensiva neoliberal que nos da la falsa sensación de que ciertos partidos son más de izquierdas de lo que son. Pero eso no es suficiente para decir que Podemos sea extremo ni para compararlo de ninguna manera con Vox”, asegura Monge.

Entonces, ¿a quién beneficia que Podemos sea visto como un partido de extrema izquierda? Según Monge, a “todo el mundo”. Comparar a los votantes de Iglesias con los de Abascal e igualarlos bajo el paraguas de lo extremo “rebaja la gravedad de los postulados de Vox y legitima que estén en el Congreso”, afirma la politóloga. Además, si se asume calificar a Podemos de extremo, partidos como el PP “se remiten a los pactos de gobierno que estos tienen con el PSOE para rebajar la gravedad de que ellos acepten los votos de VOX en la Comunidad de Madrid”, asegura Toni Aira.

Con todo, centrar el debate en los extremos no hace otra cosa que poner en valor la centralidad. “Lo extremo es un antisistema que recortará libertades. Por eso está tan de moda reivindicar un centro que no deja de moverse”, apunta Toni Aira. Y no hay más que recordar la portada de El Mundo del pasado 25 de abril, que aseguraba que “Gabilondo se lanza a la desesperada a la polarización, mientras que Ayuso se queda en el centro”. La evocación a ese pretendido centro es una de las explicaciones para el arrollador resultado del partido que hizo campaña de la libertad en las elecciones celebradas el pasado martes.

Calificar a Podemos de extrema izquierda no solo benefició a los rivales. En algunos aspectos, la formación morada también intentó sacar partido de la situación. “Redefinirse como antagonista de Vox le podría haber devuelto una esencia perdida”, considera Aira. Así, desde que Pablo Iglesias ocupó una vicepresidencia y se compró un chalet, se le recriminó que ya no podía luchar contra la casta. Pero, al enfrentarse política y abiertamente a Vox y calificarle de enemigo de la democracia, reconectó con parte de su electorado

“Con este cambio de antagonista buscó reconectar con ciertas capas de la sociedad que había perdido”, opina Toni Aira. Es esta significación la que justificaría el gesto de Iglesias de dejar La Moncloa y ponerse a la cabeza de la campaña por la presidencia de Madrid. “Dejó el poder y se situó en una posición de desventaja. Vuelve a las calles y se reencuentra con las formas que había perdido”, añade.

Sin embargo, la contraposición entre la candidata de Vox Rocío Monasterio y Pablo Iglesias desgastó aún más a este último, vistos los resultados y las preguntas del último CIS que se han conocido este viernes. Más del 72% de las personas consultadas por el organismo presidido por José Félix Tezanos considera que hubo “mucha crispación” durante la campaña. Y un 21,6% cree que “bastante”. 

A la hora de identificar a los responsables de esa situación, el 41% señala a Vox y un 36,5% a Unidas Podemos. En cambio, las críticas a Iglesias superan a las que dirigen a Monasterio con un 39,8% y un 31,9% respectivamente.

“Cuando uno deja de ser útil, debe saber retirarse”, dijo Iglesias durante el discurso del pasado martes en el que declaró que abandonaba todos sus cargos y la política institucional y se autodefinía como un “chivo expiatorio”. El ex vicepresidente del Gobierno lleva años sufriendo un acoso contra su partido, su persona y su familia que algunos de sus rivales políticos calificaron de “intolerable” cuando Iglesias anunció su dimisión la misma noche de las elecciones madrileñas. Era el punto y final a una campaña marcada, entre otros, por los sobres con cartuchos de bala con amenazas dirigidas a Iglesias y a otros políticos.

Asimismo, el cofundador de Podemos en 2014 aseguró que no sería “un tapón para una renovación de liderazgos”, consciente de que, en sus propias palabras y tras comprobar los resultados electorales –10 escaños, tres menos que Vox en la Asamblea de Madrid– ya no suma al proyecto de izquierdas. Las mismas izquierdas que, más allá del debate de si son extremas o no, no han logrado parar el avance a la derecha más radical

“Los modos de Pablo Iglesias no funcionaban: se le veía incómodo en los consejos de ministros y en los grandes actos”, recuerda Monge. Quizás es por eso que Podemos lleva desde los últimos meses jugando a un doble juego. Por un lado, quiso enfatizar la figura de Iglesias como bastión contra el fascismo, mientras designaba a Yolanda Díaz como sustituta del vicepresidente. Y es que la imagen que da Pablo Iglesias es muy distinta a la de una Yolanda Díaz sobria y del agrado de la patronal y los sindicatos. “A ella sí la veo cómoda en una figura que trata con el poder económico”, considera la politóloga. Finalmente, parece que el tándem se ha convertido en un balancín que intentará obviar las formas más extremas y se inclinará hacia la sobriedad.

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