El gran engaño que hay detrás
del recibo de la luz
Por Juan Torres López / España
Rebelion
Fuentes: Ganas de
escribir
13/09/2021
Quizá la única
ventaja de las grandes subidas que está teniendo el precio de la luz en España
es que cada día se habla más de ello y que, poco a poco, la población que lo
desee terminará informada de las barbaridades que ocurren en nuestro país con
la provisión de ese bien imprescindible para la vida de las personas y las
empresas. Lo malo es que, entre el aluvión de información sobre el tema, se
cuelan muchos engaños que confunden y alejan la mirada del verdadero núcleo del
problema.
En este
artículo quiero referirme tan solo a uno de ellos, al que yo creo que está en
la base del gran problema que tiene nuestro sector eléctrico.
Gracias a que
se está explicando ampliamente en las últimas semanas, es sabido que el precio
de la luz se fija en España a través de un sistema que establece, para todas
las fuentes de energía, el precio de las más cara, en nuestro caso, la que
utiliza el gas como materia prima.
La explicación
digamos «oficial», la de las empresas, economistas y políticos que defienden el
sistema de fijación del precio de la luz, es que nos enfrentamos a un problema
coyuntural como resultado del incremento de la demanda derivado de la
reactivación económica tras el confinamiento y la crisis. Ese incremento ha
elevado mucho el precio del gas y también -por la misma razón- el coste de los
bonos de carbono que tienen que adquirir los productores por su actividad
contaminante.
En su opinión,
por tanto, no hay ningún tipo de problema estructural o de fondo sobre el que
haya que actuar. Si ahora ha subido, bajará enseguida que la economía deje de
crecer tanto, como habría pasado en ciclos anteriores. Mientras, solo hay que
dejar que el mercado eléctrico siga funcionando libremente porque, si se interviniese,
se alteraría el régimen de competencia. Si acaso, nos dicen, se podrá dar
ayudas a los consumidores que puedan tener problemas de suministro o bajar los
impuestos indirectos.
Quienes
defienden este sistema afirman que está diseñado precisamente para que, cuando
se produzcan circunstancias como la actual, los capitales fluyan a las energías
más baratas y así estas se desarrollen. De hecho, dicen que su gran virtud es
que resulta el mejor incentivo posible para lograr la transición energética que
necesitamos.
Esto ha sido
exactamente lo que contestó hace poco la Comisión Europea a la ministra Teresa
Ribera cuando esta pidió que se suspendiera su funcionamiento. Según la
portavoz del Ejecutivo europeo, Vivian Loonela, el aumento actual del precio de
debe a la «significativa demanda global de gas y el mayor coste de los derechos
de emisión de CO2 (combinados con) una «alta demanda» de electricidad por la
recuperación económica y las condiciones climáticas». Y este sistema no debe
suspenderse porque es el que crea «las señales para reconducir inversiones
hacia tecnologías nuevas y flexibles que apoyen la transición hacia la
neutralidad climática» (aquí).
Si el precio se
ha disparado ahora que ha subido tanto el gas, nos dirán, es porque que ha sido
imposible que de un día para otro hayan podido aumentar las fuentes de energías
renovables y alternativas.
En
consecuencia, no debemos tocar el sistema sino tan solo esperar a una mejor
coyuntura, tal y como nos dice Europa y hacen los demás países europeos.
Nada de eso es
cierto.
Si se contempla
la evolución del precio de la luz en España se comprueba que no sigue la
evolución de la demanda y que su disminución se produce justo después de que
haya habido grandes subidas y sin bajar de los niveles anteriores a estas
últimas.
Es
significativo, por ejemplo, que de 2008 a 2018 la luz subiera en España un
66,8% y solo un 28,2% en el conjunto de la Unión Europea, con el que no tenemos
tanta diferencia en la evolución de la demanda y en donde la evolución del
coste de las materias primas es más o menos el mismo que en España.
No son circunstancias
ajenas al sector eléctrico, por tanto, las que hacen que suba su precio en
España. Las que lo provocan hay que encontrarlas en lo que ocurre dentro del
mercado eléctrico y – a tenor de la evolución tan distinta del precio- deben de
ser distintas a las que se dan en el resto de la Unión Europea.
Para descubrir
y entender el engaño que hay detrás de las subida tan grande en el precio de la
luz en España se necesita saber que el actual sistema de fijación de la tarifa
funcionaría realmente como dicen sus defensores (proporcionando «un suministro
seguro y asequible de energía de la forma más económica», según la Comisión
Europea, y la mejor y más barata combinación posible de las diferentes
tecnologías) solo si se dieran dos condiciones imprescindibles.
La primera es
que el mercado eléctrico sea de competencia.
Sin embargo, el
precio de la luz en España no es el resultado del funcionamiento de un mercado
de competencia, tal y como ha demostrado magníficamente Enrique Palazuelos en
su obra El oligopolio que domina el sistema eléctrico (Akal,
2019). Lo que pagamos en España por el consumo de luz eléctrica es el resultado
de una constante manipulación de la oferta y la demanda que hacen las cinco
empresas que controlan su producción, distribución y venta comercial y que,
además, tienen el poder suficiente como para influir decisivamente en las
normas que lo regulan y de las que dependen los sobrecostes -en forma de
primas, subsidios, ayudas, peajes…- que terminan convirtiéndose en
beneficios añadidos que pagan los consumidores.
El precio de la
luz en España no refleja los costes reales de producción de las empresas sino
el beneficio extraordinario que proporciona su poder oligopolista. Algo – tal y
como se estudia en primero de Económicas- que es lo que tiende a ocurrir en
todos los mercados de este tipo, sobre todo, cuando no hay control legal ni
sanciones que impidan los acuerdos o el reparto del mercado. Algo que las
eléctricas han conseguido que ocurra en España gracias a la enorme influencia
política que tienen desde la dictadura de Franco.
La segunda
condición que debería darse para que el sistema proporcione el resultado
eficiente que sus defensores aseguran que lleva consigo es que haya libertad de
entrada y salida en el mercado para que, cuando suba el coste de alguna
tecnología, puedan entrar otras alternativas, más baratas y eficientes. En
nuestro caso, las renovables.
En España eso
era difícil porque el tamaño, la integración y el control tecnológico de las
empresas oligopolistas es tan grande que supone una limitación casi definitiva
a la entrada de nuevas instalaciones o empresas. Pero se logró vencer y el
sector de las renovables comenzó a desarrollarse con éxito, hasta que fue ya
prácticamente imposible cuando las empresas eléctricas comenzaron a presionar a
los gobiernos y consiguieron finalmente, en 2012, que el Partido Popular
materializara un frenazo radical a la producción de energías renovables en
España. Las eléctricas tradicionales habían ido realizando inversiones en este
último sector y, al conseguir que no apareciese nueva competencia, pasaban así
a controlarlo también en el nivel de desarrollo que convenía a sus intereses
estratégicos de conjunto. Podían seguir haciendo negocio con sus tecnologías
sucias y disponían de presencia en todas ellas y en todas las fases del negocio
para seguir manipulando cantidades y precios.
No estoy
construyendo ninguna teoría conspirativa para descubrir el interés y el papel
del oligopolio en el frenazo que sufrieron las renovables en España, una
industria en la que España estaba siendo líder mundial por capacidad de
innovación y por razones climáticas. Los propios dirigentes del oligopolio,
como el presidente de Iberdrola, habían pedido que no se construyeran más
plantas solares y cuando el Partido Popular tomó la decisión no solo la
valoraron positivamente sino incluso como insuficiente.
Ahora bien,
aunque es cierto que el oligopolio eléctrico había venido reclamando este
frenazo desde hace tiempo y que ya en 2007 se habían empezado a tomar medidas
en ese sentido, es muy posible que el frenazo no se hubiera producido tan
radicalmente con la simple presión de las eléctricas españolas. Posiblemente,
el hachazo definitivo al desarrollo de las energías renovables en España se lo
impuso Angela Merkel a Mariano Rajoy en defensa del muy ambicioso proyecto que
lideraban entonces diversas empresas y bancos alemanes. El llamado Desertec Industrial Initiative que
trata de generar energía solar en el Sáhara para satisfacer en torno al 15% de
la demanda europea, entre ella la española, y que tenía previsto invertir la
fabulosa cifra de unos 400.000 millones de euros. Así lo había anunciado el
diario El País el 9 de noviembre de 2011:
«El gigantesco
proyecto solar del Sáhara abastecerá a España en 2015
Desertec,
Industrial Initiative (DII), el más ambicioso proyecto energético desde que se
erigieron las primeras centrales nucleares, tiene fecha y lugar para su
arranque e incluso un destino para sus primeras exportaciones. El faraónico
plan de sembrar de paneles solares el Sáhara arrancará el año próximo en
Marruecos y, entre 2015 y 2016, suministrará a España parte de la electricidad
producida, si se cumplen los plazos previstos.
Alemania, cuyas
empresas capitanean la iniciativa, ha adelantado su inicio en tres años porque
ha decidido prescindir de la energía nuclear en 2022 y porque cree que la
llamada primavera árabe facilita la puesta en marcha de ideas innovadoras en un
marco político más estable.
La competencia
de una industria española incipiente pero de gran liderazgo mundial no podía
ser bien vista por el capital alemán.
En resumidas
cuentas, el sistema de fijación del precio de la luz en España es un fraude, un
auténtico engaño, porque no dispone de las condiciones que sus propios
diseñadores consideran que debe tener para que proporcione los precios más
bajos y la eficiencia tecnológica y económica que dicen que proporciona. Eso es
lo que hay que arreglar y es preciso tener valentía para enfrentarse al
oligopolio en España y en sus ramificaciones de Bruselas. No se trata -como
quiere hacer creer el oligopolio y sus empleados mediáticos y políticos-
de que el Gobierno reclame una intervención anómala en los precios del
mercado de la luz para manipularlos. Todo lo contrario, la cuestión es impedir
que sea el oligopolio eléctrico quien siga haciéndolo para conseguir los
beneficios extraordinarios que encarecen artificialmente el recibo que tantos
hogares ni siquiera pueden pagar, que ahoga también a miles de empresas
españolas y que pone en peligro la recuperación económica.
Fuente: https://juantorreslopez.com/el-gran-engano-que-hay-detras-del-recibo-de-la-luz/
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