viernes, 5 de agosto de 2022

Kurdistán en revolución: un nuevo nacimiento

 


Kurdistán en revolución: un nuevo nacimiento


KAOSENLARED / Por Otros medios

Leandro Albani

4 de agosto de 2022 


“Cuando la OTAN, que es la fuerza más fuerte de la modernidad capitalista, ve esto, dice que si la revolución sale victoriosa en Medio Oriente, ya no se va a poder dividir a la gente, no podrán usar las guerras y las contradicciones para sus propios intereses”

Remzi Kartal habla con todo su cuerpo. Abre los brazos, mueve su torso de un lado hacia otro, se inclina sobre sí mismo y aunque sus palabras pueden sonar trágicas o dolorosas, durante la entrevista, pasa de la seriedad a la sonrisa de forma permanente. Kartal es el copresidente de Kongra Gel (Congreso del Pueblo, en kurdo), una de las principales organizaciones que integran el Movimiento de Liberación de Kurdistán.

Sentado en un gran sillón blanco, en su oficina en Bruselas (Bélgica), Kartal se explaya sobre la situación actual del pueblo kurdo dentro de los cuatro Estados-nación en que quedó atrapado a principios del siglo XX, cuando Francia y Gran Bretaña comenzaron a reconfigurar a su antojo Medio Oriente. Con tratados internacionales y traiciones varias, a los hombres y a las mujeres de Kurdistán se les negó el derecho a la libertad y la independencia. Hoy, más de 40 millones de kurdos y kurdas habitan Turquía, Siria, Irak e Irán en sus territorios originarios, pero perseguidas y con sus derechos coartados.

Kartal habla de todo esto, pero también de lo que denomina como “revolución kurda”, iniciada en 1978 con la creación en un pequeño pueblo de Bakur (región kurda de Turquía) del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), encabezado por Abdullah Öcalan, quien se encuentra prisionero desde 1999 en Imrali, una isla y base militar turca en el mar de Bósforo. Öcalan, el ideólogo de la revolución kurda, el guerrillero, el político, el transgresor que dejó atrás el socialismo clásico y definió el paradigma de “confederalismo democrático”, y el impulsor de la liberación de las mujeres kurdas, en todo Kurdistán es conocido, simplemente, como “el liderazgo” de esa revolución que nunca tomó el poder, pero, desde hace 10 años, puso de cabezas el status quo de Medio Oriente.

“En Turquía, sigue el aislamiento de Abdullah Öcalan bajo condiciones muy duras –remarca Kartal-. Turquía no deja que ni siquiera una sola palabra de Reber Apo (como se lo conoce a Öcalan) pueda salir de Imrali hacia su familia o para el pueblo en general. Ya sea de Reber Apo o de los otros tres prisioneros políticos en la isla de Imrali, no sabemos sus estados de salud, cómo están, qué les pasa”.

Contra el fascismo turco

Con la creación de la República de Turquía en 1923, la suerte del pueblo kurdo quedó marcada por las masacres, los asesinatos, la persecución política, los planes de asimilación y la prohibición de hablar en su lengua materna o educarse dentro de su cultura originaria. En Turquía, donde se calcula que viven unos 20 millones de kurdos y kurdas, nació la resistencia moderna de este pueblo. Por eso, ya sea en la actualidad bajo el régimen de Recep Tayyip Erdogan o en dictaduras o gobiernos anteriores, los y las kurdas son el principal blanco de la represión estatal, al mismo tiempo que se conformaron como la vanguardia de una resistencia permanente y efectiva.

“La lucha contra el fascismo turco llegó a un nuevo nivel en estos días –asegura Kartal-. Sobre todo, después de los logros y la victoria de la Revolución de Rojava (Kurdistán sirio). Desde 2015, el Estado turco comenzó una nueva guerra mucho más grande contra el Movimiento de Liberación de Kurdistán. Es un nuevo concepto que el Estado turco desarrolla en lo político, en la comunicación y en lo militar, ya sea en Rojava, en Bakur o en Bashur (región kurda de Irak), o fuera del propio Kurdistán”.

Desde las organizaciones que integran el Movimiento de Liberación de Kurdistán, califican como “política especial” los planes oficiales de represión del Estado turco. Kartal explica que, desde hace siete años, se aplica esta política. “El Parlamento tiene la forma que quería el gobierno, todos los periodistas son perseguidos. La política, la cultura, el arte también son perseguidos. El gobierno tiene una política que impide la comunicación. Aún así, estos ataques y esta presión no tuvo resultado en el territorio, porque la gente sigue en resistencia y pidiendo la liberación de Reber Apo”. 

En diferentes períodos de la historia de la Turquía moderna, los levantamientos y rebeliones del pueblo kurdo –y también de otras minorías étnicas- marcaron, en muchas ocasiones, el panorama político del país. En estos últimos años, es el ritmo explosivo de protestas kurdas y represión estatal turca continuo con una puja que lleva más de 50 años.

“La respuesta de la gente es que la política del gobierno se quede vacía, porque llevó a que la economía del país esté muy mal. Este concepto no es solo contra el pueblo kurdo, sino también contra el movimiento de mujeres, las fuerzas democráticas, los medios de comunicación y todo lo que conforma la oposición”, estima Kartal.

En Bakur, la tercera fuerza política es el Partido Democrático de los Pueblos (HDP, por sus siglas originales), una organización encabezada por los y las kurdas, pero mucho más amplia e inclusiva, donde convergen otras minorías, diferentes sectores religiosos, agrupaciones de la izquierda turca, grupos LGBTIQ+ y, por supuesto, el poderoso movimiento de mujeres kurdas. Por estas características, desde los principales dirigentes hasta las militantes de base del HDP son perseguidas y encarceladas. Se calcula que, en la actualidad, en toda Turquía, existen unos 10 mil presos y presas políticas, y buena parte son kurdos o kurdas.

Par Kartal, las fuerzas que se oponen al régimen de Erdogan, “para encontrar una solución para Kurdistán se quedan muy cortas. El HDP es realmente una fuerza que propone una tercera vía y soluciones. Por su carácter democrático, muchas fuerzas en toda Turquía se acercan al HDP. Es la primera vez en 100 años, desde que fue constituida la República de Turquía, que se llega a este nivel de complejidad en que la cuestión kurda, tanto a nivel económico, político, social y dentro como fuera del país, tiene mucha repercusión”. 

Al referirse a una de las realidades más urgentes en Turquía, el copresidente del Kongra Gel detalla que los partidos gobernantes AKP y MHP “no pueden ganar solos las elecciones” previstas para 2023. Pero “la oposición tampoco puede, entonces esta tercera vía del HDP puede tener influencia sobre las cosas y esto es algo nuevo en Turquía”, afirma.

Guerra a la guerrilla

Desde hace al menos dos años, el Estado turco recrudeció su guerra contra las guerrillas kurdas, aglutinadas en las Fuerzas de Defensa Popular (HPG) y las Unidades de Mujeres Libres (YJA Star), las cuales tienen sus bases en las montañas de Qandil, en Bashur. El gobierno de Erdogan utiliza todos los medios para intentar derrotar a la insurgencia, además de ocupar de forma ilegal territorios kurdos de Irak e instalar bases militares. En pleno siglo XXI, las violaciones flagrantes de Turquía a las leyes internacionales y a la soberanía iraquí son moneda corriente. Pero nadie parece darse por enterado: ni la ONU ni Estados Unidos y la Unión Europea (UE), y mucho menos aliados de peso de Ankara como Rusia.

“En la guerra, Turquía quiere romper la voluntad de la guerrilla mediante la técnica y la tecnología, pero está pasando totalmente lo contrario -manifiesta Kartal-. Al principio, que Turquía empezó a desarrollar estas técnicas, sí tuvo resultados, porque fueron ataques fuertes. Pero la guerrilla se ha renovado en función de esta nueva tecnología, se ha transformado según las nuevas necesidades y eso generó una crisis en el Estado profundo turco, porque no se esperaban algo así”. 

Todos los días se pueden leer reportes difundidos por las HPG y las YJA Star en donde se contabilizan decenas de soldados turcos abatidos en combates que, en ocasiones, llegan a ser cuerpo a cuerpo. Mientras tanto, el gobierno turco utiliza drones, armamento de última tecnología y agentes químicos no solo contra la insurgencia, sino también contra el propio pueblo kurdo de Irak. El último caso fue la masacre cometida en la aldea de Perex, en el distrito de Bamerne, en Zakho, región del Kurdistán iraquí que limita con la frontera turca. En una zona turística, el fuego de artillería turco mató a nueve personas, entre ellos, un menor de edad. Las víctimas fueron ciudadanos árabes que habían llegado de vacaciones desde Bagdad.

“Todos los partidos del pueblo kurdo están en contra de la guerra de ocupación que lleva adelante Turquía, salvo por el Partido Democrático de Kurdistán (PDK), que la apoya”, dice el copresidente del Kongra Gel, en referencia al partido que gobierna la región semi-autónoma de Bashur. “Cuando empezaron con este concepto de utilizar la tecnología, con el objetivo de aniquilar la resistencia kurda, todas las fuerzas del Estado profundo se pusieron de acuerdo, pero cuando vieron que este concepto no daba resultados, entonces empezó la crisis –agrega Kartal-. Al mismo tiempo, en Turquía, la crisis política y económica se acentúa”. 

El PDK, dirigido por el poderoso clan Barzani, funciona como lugarteniente del Estado turco en Bashur. A su vez, los Barzani dirigen un régimen autoritario con el único objetivo de sostenerse en el poder y seguir enriqueciéndose.

Kartal da ejemplos de las posturas históricas del PDK: “Con el Sha de Irán, hicieron una alianza contra las fuerzas revolucionarias. Después, no dudaron en pactar con Saddam Husein para ir contra de la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK), de la familia Talabani. Contra el PKK hicieron lo mismo con Turquía. Contra la Revolución de Rojava también hicieron alianzas con el Estado turco. La familia Barzani, para el pueblo kurdo, es como un cáncer político. Lo mismo que en Sri Lanka, que la gente protestó contra una familia que tenía el poder, en Bashur es similar, porque ellos lo quieren controlar todo”.

“Lo que hace la familia Barzani no es para el interés o el bienestar de su pueblo, sino que es para mantener su poder y por sus propios intereses. De la misma forma que el Estado turco pone mucha presión contra la sociedad kurda, Barzani hace lo mismo en Bashur para mantener su poder”, resume el dirigente.

Modernidad capitalista en crisis

“La modernidad capitalista está en una gran crisis –reflexiona Kartal-. A nivel económico, agotó la tierra, la naturaleza y a la sociedad. Todos los problemas ecológicos, de cambios en las estaciones del año, tienen como responsable al capitalismo. En todas partes, hay problemas económicos y sociales. Ya sea en Estados Unidos, en Europa, en Sri Lanka o en Argentina, la gente está protestando”.

La definición modernidad capitalista la brindó el propio Öcalan en sus “defensas”, durante el juicio que se le hizo en Turquía, acusado de “terrorismo” y traición a la patria. Esas defensas son el corpus ideológico del Movimiento de Liberación de Kurdistán y están publicadas en cinco tomos, con el nombre Manifiesto por una sociedad democrática.

“Ahora que el sistema capitalista está en una situación difícil, es una oportunidad. Necesitamos desarrollar la modernidad democrática y la tercera vía, pero como pueblo sabemos que solos no podemos. Necesitamos desarrollar la tercera vía y ahora es el tiempo correcto –destaca el copresidente del Kongra Gel-. Todos los pueblos oprimidos, quienes luchan por la libertad, los ecologistas, los movimientos de mujeres, todos y todas necesitamos unirnos, ya sean socialistas o comunistas, eso no importa, la gente que queremos la libertad necesitamos unirnos”. A este análisis, agrega: “Nadie puede decir que no se puede contra la modernidad capitalista. Cuando la gente se une, se organiza, protesta, se puede vencer y ganar, porque la fuerza más grandes es la humanidad”. 

Como ejemplo, Kartal recuerda la resistencia en la ciudad kurda de Kobane (Rojava, Kurdistán sirio), en 2015. Ese año, el Estado Islámico (ISIS) se encontraba en su esplendor y uno de sus principales blancos era el pueblo kurdo. Durante más de tres meses, ISIS intentó ocupar Kobane, pero fue derrotado estrepitosamente. “Cuando fue la resistencia de Kobane, la gente fue la que se levantó y quien puso la presión en América y en Europa, y que hizo que los gobiernos tuvieran que moverse. Cuando vemos que la gente se levanta y va con su fuerza, se puede llegar a una victoria”, estima el dirigente.

En un Medio Oriente siempre en estado de explosión, capitalismo y fascismo en muchas ocasiones están entrelazados, pese a que sobre ellos haya un manto religioso que lo cubra. “El fascismo no se va por sí solo ni tampoco por elecciones, porque siempre va a utilizar la corrupción para ganarlas –explica Kartal-. La única manera de eliminarlo es por la resistencia. Ahora hay muchas probabilidades de que el fascismo en Turquía tenga que aumentar sus ataques contra Bashur, Bakur y Rojava, y eso es un riesgo. Sabemos que, en un futuro, los ataques del fascismo van a ser más grandes, entonces necesitamos que, a nivel internacional, todo el mundo esté atento y se movilice contra estos ataques, que todos nuestros amigos y amigas que creen en la democracia, que no estén de acuerdo con la modernidad capitalista, se unan y acompañen este proceso de resistencia”.

Resistencia y esperanza

¿Cómo vivir durante 100 años –como mínimo- entre la persecución y la resistencia, entre la muerte y la esperanza, entre las largas noches en cárceles-tumbas y una praxis política que tiene como fin proteger una cultura ancestral y una lengua originaria? La pregunta es inevitable cuando se habla del pueblo kurdo.

“Podemos decir que el PKK fue como un nacimiento para los y las kurdas, porque antes, con los ataques de los Estados-nación, en especial del Estado turco, hubo muchas protestas, muchos levantamientos, pero siempre fuimos masacrados –cuenta Kartal-. Antes del PKK no quedaba esperanza en la sociedad kurda, incluso una parte se había rendido frente a los procesos de asimilación”.

Otra vez aparece la figura de Öcalan, a quien todos y todas nombran como “Reber Apo”. Para el copresidente del Kongra Gel, el líder kurdo encarcelado puso la esperanza y la confianza del pueblo kurdo sobre la compleja mesa política de Medio Oriente. De esta forma, el PKK comenzó un trabajo sostenido para rescatar “las raíces y la historia” de Kurdistán, y así “volver a creer que se puede luchar”, sintetiza Kartal.

“Reber Apo hizo una formación especial con los y las militantes, y les dijo que siempre se puede, que siempre hay que ir hacia la victoria. Este espíritu que se creó en los y las militantes fue visto por la sociedad y esa característica se traspasó al pueblo. A esto, Reber Apo no lo hacía para sí mismo, sino para el pueblo. No luchaba para una familia o una tribu, o para una parte de Kurdistán, sino que para todo el pueblo kurdo”, recuerda el dirigente.

Para Kartal, “en esta marcha de 50 años de lucha, Reber Apo se transformaba a sí mismo. Esta transformación que se hacía a sí mismo también la hacía dentro del partido y en la sociedad. Siempre hubo una transformación. Todo este proceso llevó a la idea de la nación democrática, del confederalismo democrático, de la liberación de las mujeres. Hoy en día, hay pueblos kurdos, árabes, asirios en el norte y el este de Siria que están alrededor de estas ideas de democracia y ecología. Esto también le da las esperanzas al pueblo”. 

Aunque la revolución kurda, casi desconocida en América Latina, sigue su curso, los peligros están más latentes que nunca. El dirigente del Kongra Gel lo explica de manera sencilla: “Ya sea el Estado turco o el régimen de Siria, intentan romper las alianzas entre los pueblos kurdo y árabe. Pero la gente dice que no, porque quieren la liberación. Es una revolución, porque está rompiendo los planes llevados adelante por la modernidad capitalista. El miedo más fuerte que tiene el Estado turco es que la propia gente turca se una a los kurdos. Entre los diferentes estados (Irak, Irán, Turquía y Siria), hay contradicciones, pero el pueblo kurdo está unido con un proyecto de libertad y de liberación. Esto también es una revolución para todo Medio Oriente, es un nuevo nacimiento”.

El proceso revolucionario en el territorio kurdo también genera señales de alarma en Occidente. “Cuando la OTAN, que es la fuerza más fuerte de la modernidad capitalista, ve esto, dice que si la revolución sale victoriosa en Medio Oriente, ya no se va a poder dividir a la gente, no podrán usar las guerras y las contradicciones para sus propios intereses”, asegura Kartal.

“En la actualidad, vemos que de la Revolución de Rojava se habló en todo el mundo. Si ahora se puede eliminar el fascismo en Turquía, la revolución se ampliará aún más. Por eso, llamamos a todas las fuerzas democráticas a apoyarnos para luchar en contra del fascismo, a apoyar a la guerrilla y a la revolución”, remarca el dirigente.

Por último, Kartal reflexiona: “Vemos otra vez, con la guerra en Ucrania, que hay dos poderes: Rusia y la OTAN, que tienen sus contradicciones y hacen sus guerras, pero en el medio está la gente. Después de esta guerra, el conflicto será con China bajo el modo de una guerra económica capitalista. Por eso, para la gente que cree que hay una tercera vía, que podemos vivir de otras formas, ahora es el momento de hacer algo juntos”.

Fuente: La Tinta

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Gazprom anuncia que las sanciones occidentales le impiden devolver a su lugar la turbina reparada del Nord Stream 1

 

Gazprom anuncia que las sanciones occidentales le impiden devolver a su lugar la turbina reparada del Nord Stream 1

 

DIARIO OCTUBRE / agosto 4, 2022

 

 El dispositivo en cuestión fue reparado en Canadá y actualmente se encuentra en Alemania.



Un empleado de Siemens frente a la turbina reparada en Canadá para el gasoducto Nord Stream 1, el 3 de agosto de 2022. Bernd Thissen / picture alliance / Gettyimages.ru

El gigante gasístico ruso Gazprom ha declarado este miércoles que le resulta imposible devolver la turbina 073 a la estación de compresión de Portovaya, debido a las sanciones impuestas por Canadá, la Unión Europea y Reino Unido, así como a “la discrepancia entre la situación actual y las obligaciones contractuales por parte de Siemens”.

 

Las reparaciones de la turbina de Siemens tuvieron lugar en Canadá, después de lo cual la unidad fue enviada a Alemania. Debido a la ausencia de la pieza en Portovaya, Gazprom no puede enviar gas por Nord Stream 1 en su totalidad y se vio obligado a reducir la capacidad del suministro hasta el 40 % a mediados de junio.

El pasado lunes 25 de julio, Gazprom anunció que detiene el funcionamiento de otra turbina Siemens en Portovaya “debido a la finalización del período máximo de funcionamiento entre las revisiones previas a la reparación general”. De este modo, a partir del 27 de julio, la capacidad diaria de esa estación de compresión de gas es de un máximo de 33 millones de metros cúbicos.

Por su parte, Moscú ha declarado reiteradamente que está lista para cumplir con sus obligaciones. El portavoz del presidente ruso, Dmitri Peskov, dijo que las dificultades relacionadas con el cumplimiento del suministro de gas a través de Nord Stream 1 comenzaron debido a las sanciones y que Gazprom no puede hacer nada al respecto.

El vicepresidente de la compañía, Vitali Markélov, ya había explicado que las restricciones impuestas prohíben el envío, la entrega, la venta y la exportación de motores de turbina para su uso en Rusia. En estas condiciones, se necesita un permiso oficial de las autoridades de la UE y del Reino Unido para la reparación y mantenimiento técnico “de todos los motores que se usan en la estación de compresión de Portovaya”.

FUENTE: actualidad.rt.com

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Friedrich Engels sobre la religión y la lucha de clases

 

Engels moría en Londres el 5 de julio de 1895. Aunque solía decir que él era un segundo violín ante el maestro, situado siempre y voluntariamente a la sombra de Marx, en realidad fue el experto en los asuntos militares y estratégicos.


Friedrich Engels sobre la religión y la lucha de clases


Michael Löwy

El Viejo Topo

5 agosto, 2022 

 


La reconocida frase “la religión es el opio de los pueblos” es considerada como la quintaesencia de la concepción marxista del fenómeno religioso por la mayoría de sus partidarios y sus oponentes. Pero, ¿hasta qué punto esta es una perspectiva acertada? En primer lugar, debería enfatizarse que esta declaración no es en absoluto específicamente marxista. La misma frase puede ser encontrada, en varios contextos, en los escritos de Kant, Herder, Feuerbach, Bruno Bauer, Moses Hess y Heinrich Heine… Por ejemplo, en su ensayo sobre Ludwig Börne (1840), Heine ya la emplea de una manera bastante positiva (aunque irónica): “¡Salve una religión que, en el amargo cáliz de la humanidad, vertió algunas gotas dulces, soporíferas; un opio espiritual, algunas gotas de amor, esperanza y fe!” (Heine, 2009: 173-174). Moses Hess, en sus ensayos publicados en Suiza en 1843, adopta una postura más crítica (pero aún ambigua): “La religión puede hacer soportable (…) la infeliz conciencia de servidumbre (…) del mismo modo en que el opio es de buena ayuda ante enfermedades dolorosas” (cit. en Gollwitzer, 1962: 15-16).[1]

La expresión apareció poco después en un artículo de Marx sobre la filosofía del derecho de Hegel (1844). Una lectura atenta del párrafo marxiano en el que aparece esta frase revela que esta cuestión es más compleja y menos unívoca de lo que usualmente se cree. Aunque obviamente crítico con la religión, Marx toma en cuenta el carácter dual del fenómeno:

“La miseria religiosa es, por un lado, la expresión de la miseria real, y por otro, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el espíritu de los estados de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo” (Marx, 1970: 102).

Al leer el ensayo completo, surge claramente que el punto de vista marxista le debe más al neohegelianismo de izquierda, que veía la religión como la alienación de la esencia humana, que a la filosofía de la Ilustración, que simplemente la denunciaba como una conspiración clerical. De hecho, cuando Marx escribió el párrafo anterior era aún discípulo de Feuerbach, y un neohegeliano. Su análisis de la religión era por lo tanto “premarxista”, sin ninguna referencia de clase y más bien ahistórico. Pero tenía una cualidad dialéctica que capta el carácter contradictorio de la “angustia” religiosa: tanto una legitimación de las condiciones existentes como una protesta contra ella.

Fue solo después, particularmente en la obra escrita en colaboración por Marx y Engels La ideología alemana (1846), que el estudio propiamente marxista de la religión como una realidad social e histórica comenzó. El elemento clave de este nuevo método para el análisis de la religión es aproximarse a ella como una de las muchas formas de la ideología; es decir, de la producción espiritual de un pueblo, de la producción de ideas, representaciones y conciencia, necesariamente condicionadas por la producción material y las correspondientes relaciones sociales. Aunque Marx y Engels usaron de tanto en tanto el concepto de “reflejo” –que conduciría a varias generaciones de marxistas a un atolladero–, la idea clave del libro es la necesidad de explicar la génesis y desarrollo de las varias formas de conciencia (religión, ética, filosofía, etc.) a partir de las relaciones sociales, “lo que, naturalmente, permitirá exponer las cosas en su totalidad (y también, por ello mismo, la acción recíproca entre estos diversos aspectos)” (Engels y Marx, 1974: 40).

Una escuela completamente disidente en la sociología marxista de la cultura (Lukács, Goldmann) privilegiaría el concepto dialéctico de totalidad en lugar de la teoría del reflejo.

Tras escribir, con Engels, La ideología alemana, Marx prestó muy poca atención a la religión como tal, esto es: como un universo cultural ideológico específico de significado. Hay unas pocas menciones del papel del protestantismo en El capital, pero no existe un estudio sistemático por parte de Marx de ningún movimiento religioso.

Friedrich Engels desplegó (probablemente por su formación pietista) un interés mucho mayor que Marx por los fenómenos religiosos y su papel histórico. La principal contribución de Engels al estudio marxista de las religiones –y un aporte importante al materialismo histórico en general– es su análisis de la relación de las representaciones religiosas con la lucha de clases. Más allá de la polémica filosófica de “materialismo contra idealismo”, estaba interesado en entender y explicar formas concretas sociales e históricas de la religión. La cristiandad ya no aparece (como en Feuerbach) como una “esencia” atemporal, sino como un sistema cultural que atraviesa transformaciones en diferentes períodos históricos: primero, como la religión de los esclavos; más tarde, como la ideología de Estado del Imperio Romano; luego, hecha a medida de las jerarquías feudales y, finalmente, adaptada a la sociedad burguesa. Así pues, aparece como espacio simbólico disputado por fuerzas sociales antagónicas –por ejemplo, en el siglo XVI, la teología feudal, el protestantismo burgués y las herejías plebeyas–.

Ocasionalmente, su análisis de desliza hacia una interpretación estrechamente utilitaria, instrumental de los movimientos religiosos: “y cada una de las distintas clases utiliza para este fin su propia y congruente religión: (…) siendo indiferente, para estos efectos, que los señores crean o no, ellos mismos, en sus respectivas religiones” (Engels, 2006: 54). Engels parece a menudo no encontrar nada más que el “disfraz religioso” de intereses de clase en las diferentes formas de fe. Sin embargo, gracias a su método de lucha de clases, él notó –a diferencia de los filósofos de la Ilustración– que el clero no era un cuerpo socialmente homogéneo: en ciertas coyunturas históricas, se dividía internamente de acuerdo con su composición de clase. Así, durante la Reforma, tenemos por un lado el alto clero, la cima feudal de la jerarquía, y por el otro, el bajo clero, que sustentó a los ideólogos de la Reforma y del movimiento campesino revolucionario (Engels, 1946: 25-28).

Siendo materialista, ateo y enemigo irreconciliable de la religión, Engels no obstante captó, como el joven Marx, el carácter dual del fenómeno [religioso]: su papel en la legitimación del orden establecido, pero también, según las circunstancias sociales, su papel crítico, de protesta e incluso revolucionario. De hecho, la mayoría de los estudios concretos que escribió se ocuparon de las formas rebeldes de la religión.

Primero que todo, él estaba interesado en el cristianismo primitivo, al que definió como la religión de los pobres, los desterrados, los condenados, los perseguidos y los oprimidos. Los primeros cristianos provenían de los niveles más bajos de la sociedad: esclavos, hombres libres que habían sido despojados de sus derechos y pequeños campesinos agobiados por las deudas (Engels, 1969: 334).

Engels incluso fue tan lejos como para trazar un sorprendente paralelismo entre el cristianismo primitivo y el socialismo moderno: a) los dos grandes movimientos son, no la creación de líderes y profetas –aunque los profetas nunca escasean en ninguno de ellos–, sino movimientos de masas; b) ambos son movimientos de los oprimidos, que sufren persecuciones, sus miembros son proscritos, acechados por las autoridades gobernantes; c) ambos predican la liberación inminente de la esclavitud y la miseria. Para realzar su comparación, Engels, de un modo un tanto provocador, citó una sentencia del historiador francés Renan: “si quiere tener una idea de cómo fueron las primeras comunidades cristianas, mire la rama local de la Asociación Internacional de Trabajadores”.

Según Engels, el paralelismo entre socialismo y cristianismo temprano está presente en todos los movimientos que sueñan, a través de los siglos, con restaurar la religión cristiana primitiva, desde los taboritas de John Zizka (“de gloriosa memoria”) y los anabaptistas de Thomas Münzer, hasta (después de 1830) los revolucionarios comunistas franceses y los partisanos del comunista utópico alemán Wilhelm Weitling.

Persiste, sin embargo, a los ojos de Engels, una diferencia esencial entre los dos movimientos: los cristianos primitivos traspusieron la liberación al más allá, mientras que el socialismo la coloca en este mundo (Engels, 1973: 450).

Pero ¿es esta diferencia tan nítida como aparece a primera vista? En su estudio de las grandes guerras campesinas en Alemania, parece volverse borrosa: Thomas Münzer, el teólogo y líder de los campesinos revolucionarios y los plebeyos heréticos (anabaptistas) del siglo XVI, quería el establecimiento inmediato en la tierra del Reino de Dios, el reino milenario de los profetas. Según Engels, el Reino de Dios para Münzer era una sociedad sin diferencias de clases, sin propiedad privada y sin una autoridad estatal independiente de –o ajena a– los miembros de esa sociedad.

Sin embargo, Engels estaba aún tentado de reducir la religión a una estratagema: él hablaba de la “fraseología” cristiana de Münzer” y su disfraz bíblico (biblischer Deckmantel). La dimensión específicamente religiosa del milenarismo münzeriano, su fuerza espiritual y moral, su profundidad mística auténticamente sentida, parecen habérsele escapado.

Engels no oculta su admiración por el profeta quiliástico alemán, cuyas ideas describe como “cuasi comunistas” y revolucionario religiosas (revolutionäre religiöse Anschauungen): ellas eran menos una síntesis de las demandas plebeyas de aquellos tiempos que una “anticipación brillante” (geniale Antizipation) de futuras metas emancipatorias proletarias. Esta dimensión anticipatoria y utópica de la religión –no explicable en términos de la “teoría del reflejo”– no es explorada más profundamente por Engels, pero es intensa y ricamente trabajada por Ernst Bloch en su libro Thomas Münzer, teólogo de la revolución (1920) (Engels, 1970).

El último movimiento revolucionario que se libró en nombre de la religión fue, según Engels, el movimiento puritano inglés del siglo XVII. Si la religión, y no el materialismo proporcionó la ideología de esta revolución, es debido a la naturaleza políticamente reaccionaria de esta filosofía en Inglaterra, representada por Hobbes y otros partidarios del absolutismo monárquico. En contraste con este materialismo y deísmo conservadores, las sectas protestantes proveyeron a la guerra contra los Estuardo su bandera religiosa y sus combatientes. (Engels, 1973: 303).

Este análisis es sumamente interesante: rompiendo con la visión lineal de la historia heredada de la Ilustración, Engels reconoce que la lucha entre materialismo y religión no se corresponde necesariamente con la guerra entre revolución y contrarrevolución, progreso y regresión, libertad y despotismo, clases oprimidas y dominantes. En este caso preciso, la relación es exactamente la opuesta: la religión revolucionaria contra el materialismo absolutista…

Como Marx, Engels estaba interesado en la conexión entre protestantismo y la burguesía, particularmente en relación con la revolución inglesa del siglo XVII, cuando “el calvinismo se acreditó como el auténtico disfraz religioso de los intereses de la burguesía de aquella época” (Engels, 2006: 53). Afortunadamente, esta metáfora teatral (¿o carnavalesca?), que parece reducir la relación compleja y dialéctica entre clases e imaginación religiosa a una ocultación simple y mecánica del rostro por una máscara, no fue el único análisis del calvinismo propuesto por Engels. Es posible también encontrar en sus escritos una hipótesis más amplia, que relaciona la religión con la condición existencial de la burguesía: el dogma calvinista de la predestinación es la expresión religiosa del hecho de que el éxito o fracaso en la competencia comercial no depende de la actividad humana, sino de circunstancias incontrolables, de poderes económicos superiores y desconocidos (Engels, 1972: 300).

La analogía entre el enfoque de Engels y el estudio de Weber sobre la conexión entre calvinismo y capitalismo no dejó de llamar la atención de Georg Lukács, que utilizó ambos análisis para formular su propia teoría sobre la cosificación capitalista:

“no es en modo alguno casual que precisamente la religiosidad de las sectas revolucionarias haya sido la que ha suministrado la ideología adecuada para el capitalismo en sus formas más puras (el inglés y el norteamericano) (…) Podría incluso decirse que la vinculación calvinista –también revolucionariade la ética individual del triunfo (la ascética intramundana) con la trascendencia completa de los poderes objetivos del movimiento del mundo y la configuración material del destino del hombre (Deus absconditus y predestinación), representa mitológicamente, pero con pureza de laboratorio, la estructura burguesa, de cosa-en-sí, de la conciencia cosificada” (Lukács, 1969: 213).

En una nota al pie, Lukács se refiere al pasaje de Engels anteriormente mencionado y a los ensayos de Weber sobre sociología de la religión. La cuestión de la compatibilidad entre la interpretación materialista de Engels y la supuestamente “idealista” de Weber es descartada como irrelevante: “para la estimación de cuyo material fáctico es del todo indiferente el que se coincida o no con su [= Weber] interpretación causal” (Lukács, 1969: 214).

Curiosamente, a pesar de sus cuarenta años de vida en Inglaterra, Engels nunca mostró interés por las corrientes político-religiosas radicales, igualitarias o comunistas (los Diggers), que aparecieron en la Revolución Puritana del siglo XVII. A diferencia de la Reforma Alemana del siglo XVI, el gran levantamiento inglés es analizado por él exclusivamente en su dimensión burguesa.

Engels estaba convencido de que la revolución inglesa fue la última en la que la ideología religiosa todavía jugó un papel revolucionario. La Gran Revolución Francesa rechazó cualquier disfraz religioso y libró sus batallas en un campo abiertamente político: desde entonces, la religión sólo podía ser una fuerza social y políticamente regresiva (Engels, 1972: 303).

Por esa razón él estaba (como Marx) desagradablemente sorprendido y sinceramente desconcertado por la persistencia, entre los primeros movimientos proletarios y comunistas del siglo XIX, de una fuerte referencia al cristianismo primitivo. En su artículo de 1843 sobre “El progreso de la reforma social en el continente”, Engels se muestra asombrado por el hecho de que los comunistas franceses:

“aunque pertenecen a una nación famosa por su incredulidad, son cristianos. Uno de sus axiomas favoritos es que ‘el cristianismo es comunismo’. Ellos tratan de probar esto a través de la Biblia, el supuesto estatuto de las primeras comunidades cristianas, etc.” (Engels, 1961: 487).

Él no pudo encontrar otra explicación a esta paradoja que la falta de… conocimiento bíblico entre los comunistas franceses: si hubieran estado más familiarizados con las Escrituras, habrían sabido que “el espíritu general de sus enseñanzas es totalmente opuesto” al comunismo. Para su consternación, Engels tiene que admitir que no sólo los icarianos franceses (los seguidores comunistas de Etienne Cabet) sino también Wilhelm Weitling, “el fundador del comunismo alemán”, cree en la identidad básica entre los principios cristianos y comunistas. Rechazando este tipo de sincretismo político-religioso, Engels prefiere, por razones filosóficas, a los socialistas ingleses (i.e. owenistas) que “luchan, como nosotros, contra los prejuicios religiosos”; en contraste con los comunistas franceses que “perpetúan la religión, arrastrándola a la nueva forma de sociedad planeada” (Engels, 1961: 490 y 495). Este desacuerdo acerca de la religión fue una de las razones principales para la no participación de los comunistas franceses en los Deutsch-Franzözische Jahrbücher (1844) y para la ruptura con Weitling en 1846, incitada por la circular de Marx y Engels contra el Liebeskommunismus de Hermann Kriege.

Treinta años más tarde, Engels registra con satisfacción el hecho de que el nuevo movimiento socialista obrero es no-religioso –un término que le parece más adecuado que “ateo”–. Su principal argumento para burlarse de las pretensiones de ciertos revolucionarios (seguidores de Blanqui o Bakunin) de “transformar a la gente en ateos por orden del muftí”, “suprimir a Dios por decreto” o “hacer del ateísmo un artículo de fe obligatorio”, fue que el ateísmo dejó de ser un concepto relevante para la mayoría de los trabajadores socialistas alemanes y franceses:

“este término puramente negativo no se aplica a ellos, porque ya no están en oposición teórica, sino sólo de manera práctica, con la confianza en Dios; simplemente han terminado con Dios (Sie sind mit Gott einfach fertig), porque viven y piensan en el mundo real y por lo tanto son materialistas” (Engels, 1964: 531-532).

Obviamente, este diagnóstico –muy acertado para ese momento histórico (fin del siglo XIX– estaba conectado con la hipótesis básica de Engels, a saber, que desde el siglo XVIII, con el advenimiento de la Ilustración francesa (¡Voltaire!), la cristiandad entró en su última fase y “ya no podía servir de ropaje ideológico para envolver las aspiraciones de una clase progresiva cualquiera” (Engels, 2006: 53). No obstante, en ciertos análisis concretos, es más flexible y está preparado para admitir la existencia de movimientos religiosos potencialmente subversivos, o de movimientos revolucionarios que toman prestada una “forma” religiosa.

Por ejemplo, en un artículo de 1853 sobre el conflicto entre el obispo Friburgo y las autoridades protestantes (el príncipe de Baden), Engels menciona un levantamiento armado de campesinos para defender a su clero (católico) y expulsar a los gendarmes prusianos. ¿Cómo explicar este regreso inesperado de los antiguos conflictos religiosos del siglo XVII?

“El secreto es simplemente el hecho de que todos los movimientos populares que fermentan bajo la superficie son forzados por el gobierno a adoptar al principio la forma mística e incontrolable de movimientos religiosos. Los miembros del clero son engañados por las apariencias, y mientras creen conducir las pasiones populares contra el gobierno para su propio beneficio, son en realidad los instrumentos inconscientes e involuntarios de la misma revolución” (Marx y Engels, 1954: 633-634).

Aún más sorprendente es el análisis de Engels sobre el Ejército de Salvación en Inglaterra: en su esfuerzo por mantener vivo, a cualquier precio, el espíritu religioso entre la clase obrera, la burguesía inglesa

“aceptó incluso hasta la ayuda peligrosa del Ejército de Salvación, que viene a restaurar los recursos de propaganda del cristianismo primitivo, que se dirige a los pobres como a los elegidos, combatiendo al capitalismo a su manera religiosa y atizando así un elemento de lucha de clases del cristianismo primitivo, que un buen día puede llegar a ser molesto para las gentes ricas que hoy suministran de su bolsillo el dinero para esta propaganda” (Engels, 1962).

No hay necesidad de enfatizar que Engels se equivocó en sus predicciones, y que ni los campesinos católicos alemanes ni los salvacionistas británicos se volvieron “peligrosos para los ricos”. Pero lo que es importante y debería ser enfatizado con respecto a estos pasajes es que documentan la apertura mental de Engels y su voluntad de considerar la posibilidad de que la religión se convierta una vez más en la ideología y la cultura de un movimiento anticapitalista y/o revolucionario.

Esto tendría lugar unas décadas más tarde, en el siglo XX, bajo formas mucho más significativas que el Ejército de Salvación –que, por cierto, fascinó también a Bertolt Brecht, que lo convirtió en el tema de su drama teatral Santa Juana de los Mataderos– en la Izquierda Cristiana Francesa entre las décadas de 1930 y 1970 y en la Teología de la Liberación Latinoamericana, de los años 60 hasta nuestros días. Pero esta es otra historia, que ni Marx ni Engels podrían haber vaticinado…


Gracias a su análisis de los fenómenos religiosos desde el punto de vista de la lucha de clases, Friedrich Engels sacó a la luz el potencial de protesta de la religión y abrió el camino para un nuevo enfoque –distinto tanto de la filosofía de la Ilustración (la religión como una conspiración clerical) como del neohegelianismo alemán (la religión como esencia humana alienada)– de la relación entre la religión y la sociedad.

Nota:

[1] Pueden encontrarse otras referencias a esta expresión en este artículo. Donde no se menciona algo diferente, las versiones son de la traductora.

Löwy, “Friedrich Engels on religion and class struggle”. Traducido del inglés por Jesica Lenga.

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