jueves, 6 de marzo de 2014

GUARDIAS CIVILES VERSUS GUARDIAS CIVILES



(O la historia no contada de la lucha por la democracia
desde las entrañas del Estado)

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Rodrigo M. Rico Ríos
 Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME)

Organizar el silencio
Y declararlo en  huelga...

Antonio Gamoneda

Orígenes: Un nuevo esqueleto para un nuevo Estado

Es  imposible comprender la génesis de este cuerpo armado sin hablar de la  creación del Estado moderno en el siglo XIX. La España de principios de la era
decimonónica supone un huracán de acontecimientos políticos, culturales y  militares, donde una vieja sociedad camina hacia su extinción y una nueva  sociedad empieza a alumbrarse. Una época de enconada confrontación entre dos  mundos, pero que ya estaba determinada por la Revolución de 1812 la cual había  herido de muerte al antiguo régimen.

El proceso, por tanto, de consolidación de la  modernidad en España y de afianzamiento del poder burgués, viene a ser un  combate constante por enterrar los rescoldos del feudalismo y del absolutismo y  por la consolidación de un Estado moderno. El enraizamiento del capitalismo e n  España fue un proceso tardío, sinuoso, con avances y retrocesos, lleno de resistencias, donde la joven y débil burguesía nacional luchó por edificar un Estado  centralizado que alcanzase al más recóndito lugar del país. Un Estado que le  permita gestionar  su inaugurado poder. La creación de un mercado nacional, las desamortizaciones o la supresión de derechos señoriales, provocan un cambio cualitativo en la formación social  española en el siglo diecinueve. En esta centuria revolucionaria, está germinando  una nueva estructura económica que se propaga y arraiga por la geografía, que  sueña con una extensa red de comunicaciones, de líneas férreas, de telégrafos  debidamente protegida. Tiene hambre de mercado, sed de crecimiento, ambición  de mercantilizar y necesita leyes, administración, organización y unificación  para despegar.

Sin embargo, mientras se vigoriza este nuevo modo de producción,  permanecían oxidadas estructuras políticas del régimen anterior, cohabitaban  limitaciones propias del mundo señorial qu e ralentizan su maduración. Esta nueva  criatura necesitaba soltar amarras, liberarse de los restos de corsé del antiguo  régimen y formar un nuevo  espacio político  a su medida.

Era necesario disolver los  distintos estamentos señoriales locales, intermedios
o regionales productos del  feudalismo que perduraban en aquella época.  De esta manera, y en palabras de  López Garrido :

A nuestro juicio, el fundamental fenómeno político que se produce durante el
ochocientos español no es tanto pasar de un sistema  absolutista a otro liberal, como  pasar de unos poderes más o menos públicos y con proyección y mando políticos  frágiles, discontinuos e irregulares, a un sistema de poder unificado, organizado, con  presencia en todo el país, con competencias sustantivas, es decir, a un Estado.

Los liberales de la época (ya sea desde una visión progresista o  conservadora) lo tenían bien claro: es imposible crear un Estado moderno y  centralizado sin una fuerza del orden de ámbito nacional que lo represente. Se  hace trascendental esa fuerza pública que garantice la conquista del Estado en  todo el territorio, que respalde a las nuevas leyes y a la administración en todos los  rincones. Y al igual que chocan distintas visiones sobre el modelo de  (2 López Garrido, Diego. « La Guardia Civil y los orígenes del Estado centralista », Editorial Crítica,  Barcelona 1982, p.25.) administración central o de administración municipal, también el establecimiento  de un poder civil coercitivo se convierte en asunto de pugna entre las distintas  corrientes que recorren al liberalismo.

Y es que el caso específico de la revolución  española, donde la burguesía apuesta fundamentalmente por la nobleza como  aliada, imprime un carácter particular a la relación entre Ejército y Estado, o dicho  de otro modo, entre fuerza del orden y la administración civil. La falta de confianza  de la nueva clase dirigente hacia el campesinado y otras clases populares, y su  preferencia por la nobleza, hace que el Ejército, donde abundaban la nobleza y los  ilustrados entre sus mandos, pase a ser un actor protagonista del proceso  decimonónico español. Del parto revolucionario  sui géneris surgió un  Ejército que  «iba por libre», no como un Estado dentro del Estado, sino como un Estado  paralelo al Estado que se erigió en el paladín del avance revolucionario. Un avance  que era en unos casos progresistas y en otros conservador según la correlación de  fuer zas interna del cuerpo armado.

La Milicia Nacional, la cual sí constituía una verdadera fuerza popular  dispuesta a una revolución  a la francesa , fue siendo desplazada y desarmada
progresivamente por el conservadurismo liberal. Ésta sólo era reclamada, de  manera utilitarista, por las altas instancias del poder central para grandes  empresas como fue la primera guerra carlista (1833 - 1840). Por tanto, a la larga, el  cambio hacia la sociedad capitalista en España se realiza siguiendo la versión  conservadora, apostando por las cúpulas del Ejército y marginando a la Milicia  Nacional.

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