domingo, 31 de octubre de 2021

La inflación, ¿el impuesto de los pobres? La inflación, ¿el impuesto de los pobres? [La inflación es uno de los misterios de Nuestro Señor Dios, el capital, alabado sea su nombre, puesto en manos de los sacerdotes de la economía y la política lleven pulseritas en las muñecas o colgajos metálicos en las narices u orejas o trenzas colgantes hasta la rodilla (quien dice trenza dice coleta) según se declaren amantes de la Patria o estén por la cosa esa de la progresía de boquilla o de los de arriba, abajo, un, dos, tres, pero ni de izquierdas ni de derechas, cuyo misterio forma la parte central de las oraciones que utilizan en su sacra mediación entre los trabajadores y Nuestro Señor, el capital, alabado sea su nombre otra vez. Pero si nos dejamos de tontadas semánticas y otras simplezas mentales y al pan no le llamamos Juan sino pan, que es su verdadero nombre, la inflación no es más que el trabajador tiene que trabajar más para conseguir lo mismo (0 menos) de lo que estaba consiguiendo antes de la inflación. Es decir, la inflación es un instrumento más que tiene Nuestro Señor el capital, nueva alabanza para él, para detraer fondos de los trabajadores, pequeños ahorradores, clases más desfavorecidas y pequeños y medianos empresarios, pobrecitos míos estos últimos, que viven en la inopia de la creencia de que sus intereses coinciden o están más cerca de los intereses del capital que de los intereses de los trabajadores. Con la inflación se incrementa la tasa de ganancia de los capitales invertidos, o sea, que la inflación en manos del capital viene a ser una especie de robo a mano armada, pero legal, a los trabajadores y clases menos pudientes, para poder elevar arterialmente el acrecentamiento de sus capitales puesto que ya no lo pueden lograrlo de otra manera. Y ya vale por hoy, que esto cansa, oiga. Arrodillaos que va la bendición: tal, tal y tal. Ni se os ocurra ir en paz. Que no me entere yo de que os vais tan campantes, como si no ocurriera nada. Avisados quedáis, no me vengáis luego con que si esto o lo otro que no está el horno para bollos. Amén.]

 

¿A quién beneficia y a quién perjudica la subida de los precios? ¿Es la inflación el impuesto de los pobres? La inflación perjudicará a los trabajadores solo si sus retribuciones no suben, al menos, en la misma medida que los precios.

La inflación, ¿el impuesto de los pobres?


Juan Francisco Martín Seco

El Viejo Topo

 31 octubre, 2021 


Hacía tiempo que la inflación estaba ausente de la economía europea. Nos habíamos acostumbrado a este escenario. Por mucho que la política del BCE fuese expansiva y este organismo introdujese dinero en el sistema, el índice de precios estaba lejos de llegar al 2%, porcentaje que Frankfurt se había fijado como objetivo de referencia. Parece ser eso lo que está cambiando en los momentos presentes. No obstante, hay quien dice, incluso desde el mismo BCE, que la inflación que ahora amenaza a la economía es coyuntural y transitoria, causada por el alto precio de la energía. Temporal o no, viene acompañada de los mismos fantasmas y de idénticos tópicos, entre ellos ese mantra de que la inflación es el impuesto de los pobres. Lo vocean los tertulianos y los líderes de opinión, lo escriben los periodistas, lo repiten los políticos y hasta algunos economistas prestan su aquiescencia. Pero la verdad es que ni es un impuesto ni afecta únicamente a los pobres.

La afirmación surgió en las sociedades de épocas muy lejanas y distintas a la nuestra, en las que no había distinción entre el patrimonio del rey y el de la nación, y en las que las monedas las acuñaba la Corona que, a veces, para acometer determinadas empresas, normalmente de tipo bélico, en lugar de incrementar los impuestos, le resultaba más cómodo emitir dinero. Ciertamente el rendimiento económico era para el rey y en ese sentido era un impuesto, impuesto que pagaba toda la sociedad porque los ciudadanos veían reducido su patrimonio y sus ingresos por la pérdida de valor del dinero. Pero incluso la expresión de los pobres no le cuadraba muy bien, porque entonces todos los impuestos eran de los pobres, ya que los nobles y el clero estaban exentos de contribuir y, sin embargo, paradójicamente, la inflación de una o de otra forma afectaba a todos los ciudadanos.

Posteriormente, las circunstancias han cambiado y los gobiernos no emiten el dinero, sino los bancos centrales. Habrá quien diga que para el caso es lo mismo. Sin embargo, hay diferencia porque en seguida estas instituciones se hicieron muy celosas de su independencia y, además, se aceptó como un dogma inamovible que no podían financiar a los gobiernos. Por otra parte, ellas solo emiten el dinero primario, y son las entidades financieras las que ponen en circulación el resto de la oferta monetaria, que además supone la porción más voluminosa.

En Europa, a partir de la creación de la Unión Monetaria, el que emite el dinero es el BCE y, al menos por ahora, su política expansiva no ha sido inflacionaria. Por más que haya aplicado la flexibilización cuantitativa, es decir, por más que haya regado con euros la economía, durante todo este tiempo no ha conseguido acercar el índice de precios a ese 2% que se había fijado por objetivo.

Dicho todo esto, resulta difícil calificar a la inflación de impuesto de los pobres. Pero sí habrá que preguntarse entonces a quién beneficia y a quién perjudica la subida de los precios; y como en casi todos los asuntos, en este la respuesta tiene que ser ambigua, depende. En principio y sin afinar demasiado, podríamos contestar que favorece a los deudores y castiga a los acreedores, lo que resulta bastante fácil de entender. Una subida general de precios implica una disminución del valor del dinero, y automáticamente de la cuantía de la deuda. Los Estados, al poseer un buen montante de deuda, títulos soberanos, resultan favorecidos al igual que el resto de los deudores, y en tanto o mayor medida cuanto mayor sea el endeudamiento. Obsérvese que la mayoría de las veces los deudores son los pobres y los acreedores los ricos.

Lo anterior explica que países como Holanda o Alemania, con un stock de deuda pública reducida, y cuyas sociedades tienen además posiciones acreedoras, tengan una especial sensibilidad a todo lo que pueda significar subida de precios. Han contemplado con suma prevención la política seguida por el BCE desde que Draghi asumió la llamada “expansión cuantitativa”. Pero la crítica no era creíble, ni tenía ningún sentido, mientras la inflación continuase en cifras tan bajas que en algún momento llegaron a ser negativas.

La situación puede cambiar en los instantes presentes en los que la inflación comienza a enseñar las orejas, si bien es verdad que el BCE se ha apresurado a ponerse la venda antes que la herida, y está manteniendo la tesis de que esta subida es temporal y que por eso no tiene necesidad de cambiar de política. No obstante, no es descabellado suponer que los países acreedores vuelvan a presionar al BCE cuestionando que continúe comprando deuda soberana de los países miembros, lo que puede resultar una gran amenaza para Estados como España, Grecia, Portugal, Italia e incluso Francia, cuyo nivel de endeudamiento es muy alto, y que difícilmente se mantendrían en los mercados financieros sin la intervención del banco emisor.

La inflación puede representar además una amenaza adicional. La subida de los precios no tiene por qué ser igual en todos los países, y de hecho no lo es. En un mercado único y con moneda única, el diferencial de inflación se traslada a la competitividad, y puede causar notables desequilibrios económicos y financieros. He ahí en gran medida el origen de la anterior crisis. Hay tres parámetros que pueden situar a la economía española ante una difícil encrucijada: un alto endeudamiento, una elevada tasa de desempleo y una baja productividad.

Continuando con la pregunta de quién sale perjudicado y quién beneficiado con la inflación, y yendo más allá del binomio deudores-acreedores, debemos considerar que no hay un solo precio, y el índice que mide la inflación es una media ponderada de todos ellos; y, como es lógico, no todos experimentan la misma subida. Aquellos sectores cuyos precios se incrementan más que la media salen favorecidos, mientras que los que suban menos se verán damnificados. En este planteamiento, los salarios son un precio más, el de la mano de obra. La inflación perjudicará a los trabajadores solo si sus retribuciones no suben, al menos, en la misma medida que los precios. En este caso el beneficio será para el empresario. Pero tampoco los salarios subirán todos en la misma proporción. Habrá también diferencias entre los trabajadores; aparecerán ganadores y perdedores.

En el extremo, las empresas que se encuentren en aquellos sectores sometidos a la competencia internacional y que debido a ello no pueden subir sus precios, o al menos en la misma cuantía, que los otros precios o salarios, pasarán graves dificultades económicas o incluso se verán obligados al cierre. A su vez, cuando el origen de la inflación se encuentre exclusivamente en el exterior, por el incremento del precio de determinadas materias estratégicas, como el petróleo o el gas, o bien los salarios o bien el excedente empresarial tendrán que sufrir una reducción. En el caso de que ni los trabajadores ni los empresarios estén dispuestos a repartirse la pérdida, lo más probable es que se entre en una espiral inflacionista que dañará la economía y contradecirá la suposición de que la inflación es coyuntural. Este fue el origen de la estanflación de la crisis del petróleo en los años setenta.

¿Qué ocurre con los pensionistas y los empleados públicos? No se puede afirmar en principio que la inflación les perjudique. Todo depende de que las retribuciones y las prestaciones suban o no en la misma cuantía que los precios. Existe una creencia errónea especialmente respecto a las pensiones. Se considera que su actualización por el IPC daña al erario público en tiempos de inflación. Esta opinión no tiene en cuenta los ingresos del Estado que crecen también con los precios. El impacto, por tanto, sobre el presupuesto de la regularización de las pensiones y del sueldo de los funcionarios por el IPC será casi el mismo sea cual sea la subida de precios. Otra cosa es que el Estado no obtenga el beneficio extraordinario que la inflación le proporcionaría (como contrapartida a las pérdidas de los pensionistas y funcionarios) si las retribuciones y las prestaciones no se actualizasen. Los que arremeten en contra de la regularización de las pensiones y de las retribuciones de los empleados públicos lo que proponen de verdad es financiar otros gastos y el déficit público con la pérdida de poder adquisitivo de los jubilados y de los funcionarios.

En esta línea debería haber ido la contestación del ministro de Inclusión a los partidos de la oposición en el Congreso de los Diputados. Bien es verdad que el ministro, a pesar de su aparente seguridad, no termina de cortar el nudo gordiano de las pensiones. Suele liar casi todo. Afirmó que la semana laboral de cuatro días es aplicable únicamente a las sociedades de pleno empleo, pero se debió de confundir porque son sus planes para la reforma de las pensiones -retrasar la edad de jubilación- los que solo tienen sentido en las economías en las que apenas existe el paro. En una economía como la española con altos niveles de desempleo cifrar la financiación de las pensiones en alargar la vida laboral es arreglar un problema a costa de aumentar otro, el paro.

A su vez, el reparto de trabajo tiene mucha más justificación, como es lógico, en economías con altas tasas de paro que en aquellas que gozan de pleno empleo. Es la productividad la variable que lo condiciona. Así ha sido históricamente. Los notables incrementos en esta variable han servido para aumentar los salarios y reducir el tiempo de trabajo. Este proceso se rompió a partir de los años ochenta cuando los aumentos de la productividad se han destinado en mayor proporción a elevar el excedente empresarial. El panorama actual se agrava para España, ya que en los últimos años con la incorporación a la Unión Monetaria apenas se han producido aumentos en la productividad, y sin estos será muy difícil que los salarios ganen poder adquisitivo y que se produzca la reducción de la jornada laboral.

Artículo publicado originalmente en Contrapunto.

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sábado, 30 de octubre de 2021

Llamo a la juventud. [Miguel Hernández]

 

Tal día como hoy de 1910 nacía en Orihuela Miguel Hernández, el Poeta del Pueblo. Adscrito a la Generación del 27, Buero Vallejo dijo de él que ante todo era un poeta además de bueno, necesario. Lo recordamos con uno de sus poemas más emblemáticos.

Llamo a la juventud

 


Miguel Hernández

El Viejo Topo

30 octubre, 2021 

 Llamo a la juventud

Los quince y los dieciocho,
los dieciocho y los veinte…
Me voy a cumplir los años
al fuego que me requiere,
y si resuena mi hora
antes de los doce meses,
los cumpliré bajo tierra.
Yo trato que de mí queden
una memoria de sol
y un sonido de valiente.

Si cada boca de España,
de su juventud, pusiese
estas palabras, mordiéndolas,
en lo mejor de sus dientes:
si la juventud de España,
de un impulso solo y verde,
alzara su gallardía,
sus músculos extendiese
contra los desenfrenados
que apropiarse España quieren,
sería el mar arrojando
a la arena muda siempre
varios caballos de estiércol
de sus pueblos transparentes,
con un brazo inacabable
de perpetua espuma fuerte.

Si el Cid volviera a clavar
aquellos huesos que aún hieren
el polvo y el pensamiento,
aquel cerro de su frente,
aquel trueno de su alma
y aquella espada indeleble,
sin rival, sobre su sombra
de entrelazados laureles:
al mirar lo que de España
los alemanes pretenden,
los italianos procuran,
los moros, los portugueses,
que han grabado en nuestro cielo
constelaciones crueles
de crímenes empapados
en una sangre inocente,
subiera en su airado potro
y en su cólera celeste
a derribar trimotores
como quien derriba mieses.

Bajo una zarpa de lluvia,
y un racimo de relente,
y un ejército de sol,
campan los cuerpos rebeldes
de los españoles dignos
que al yugo no se someten,
y la claridad los sigue,
y los robles los refieren.
Entre graves camilleros
hay heridos que se mueren
con el rostro rodeado
de tan diáfanos ponientes,
que son auroras sembradas
alrededor de sus sienes.
Parecen plata dormida
y oro en reposo parecen.

Llegaron a las trincheras
y dijeron firmemente:
¡Aquí echaremos raíces
antes que nadie nos eche!
Y la muerte se sintió
orgullosa de tenerles.

Pero en los negros rincones,
en los más negros, se tienden
a llorar por los caídos
madres que les dieron leche,
hermanas que los lavaron,
novias que han sido de nieve
y que se han vuelto de luto
y que se han vuelto de fiebre;
desconcertadas viudas,
desparramadas mujeres,
cartas y fotografías
que los expresan fielmente,
donde los ojos se rompen
de tanto ver y no verles,
de tanta lágrima muda,
de tanta hermosura ausente.

Juventud solar de España:
que pase el tiempo y se quede
con un murmullo de huesos
heroicos en su corriente.
Echa tus huesos al campo,
echar las fuerzas que tienes
a las cordilleras foscas
y al olivo del aceite.
Reluce por los collados,
y apaga la mala gente,
y atrévete con el plomo,
y el hombro y la pierna extiende.

Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.

La juventud siempre empuja
la juventud siempre vence,
y la salvación de España
de su juventud depende.

La muerte junto al fusil,
antes que se nos destierre,
antes que se nos escupa,
antes que se nos afrente
y antes que entre las cenizas
que de nuestro pueblo queden,
arrastrados sin remedio
gritemos amargamente:
¡Ay España de mi vida,
ay España de mi muerte!

Miguel Hernández, 1937

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El PP y su ex tesorero condenados por corrupción. [Que no se me acelere nadie no sea que tengamos un disgusto y nos dé por tirar la bicicleta a tomar por el culo y a robar al monte, que esto es cosa de hoy te robo más que ayer (estos garcilasos de la política son los que manejan el dinero de nuestras pensiones, entre otros dineros) pero menos que mañana que entra dentro de la camaradería patrio-patria multipatrica de los cánones de la democracia representativa, en la que nadie elige a un representante para que le robe, pero joder qué cosas pasan, que va el tío este, el representante, te roba, actúa la ley (que no estamos hablando aquí de justicia, que son cosas distintas) penosa, porque ese asunto va por vía penal, te aplica el artículo 33, punto uno, dos y tres y no responda más porque si no aquí no se acaba nunca, se trastoca lo normal y debiendo proceder proceden, ¡ya lo creo que proceden!, aplicando el churro a contrapelo de la figura jurídica de la responsabilidad civil subsidiara y tal. Y bueno, ya sabe usted, cosas que pasan, que el que te ha robado te ha robado (y mañana más), punto. El ladrón B se ha hecho más rico, otro punto más, hombre, que no falten puntos, que un día es un día, te puede seguir robando (aquí no hay punto porque el que tenía que ir se lo acaba de llevar el ladrón que sigue todavía en el Congreso). Penoso chiquet, pero penoso porque se trata del derecho penal que es una pena, que si no de qué]

 

El PP y su ex tesorero condenados por corrupción

INSURGENTE.ORG. / 28.10.2021

 


La Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha condenado al extesorero del PP Luis Bárcenas a dos años de cárcel y al Partido Popular como responsable civil subsidiario en relación al pago con fondos de la caja B de la reforma de la sede central del partido en Madrid. Los responsables de la constructora han sido sentenciados a dos años y 9 meses de prisión, mientras el exgerente del PP Cristóbal Páez y la extrabajadora de la empresa han resultado absueltos.

La sentencia, de 454 páginas y de la que ha sido ponente María Fernanda García Pérez, condena a dos años de cárcel a Bárcenas por abonar a la empresa Unifica 1.072.000 euros por las obras realizadas en la sede central del PP «al margen de la facturación y la contabilidad oficial y no declarados a la Hacienda pública».

Por ese mismo delito contra la Hacienda Pública por el impuesto de sociedades, la Audiencia Nacional condena al PP como responsable civil subsidiario de 123.669 euros, la parte correspondiente de la cuota defraudada por la constructora. La cuantía total ascendió a 870.521,32 euros que Bárcenas les dio en B para pagar uno de los tramos de la reforma. El PP responde como subsidiario junto a él, los dos responsables de las obras y la propia empresa.

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Cae el precio del gas en Europa tras la promesa de Rusia de aumentar el ...

viernes, 29 de octubre de 2021

Die Linke (seguramente) no debe gobernar en Berlín. [Que digo yo, compañero camarada colegui tío a ellos la Legión compañero del metal, que todo esto, aunque no diga nada de ello la prensa, radio, televisada de postín, también está pasando. Pues eso es lo que digo]

 

Die Linke (seguramente) no debe gobernar en Berlín

TERCERAINFORMACION / 28.10.2021

Con una ciudad plenamente movilizada en torno a demandas como la expropiación de grandes inmobiliarias o la re-estatalización de los hospitales, la fuerza de la izquierda no está en el Gobierno.

El pasado 26 de septiembre, las elecciones de Berlín dieron una vez más mayoría al Partido Socialdemócrata (SPD), de Franziska Giffey, una social-liberal situada en la parte más conservadora de su partido, con un 21,44%. En segundo lugar, Los Verdes de Bettina Jarasch, subidos a lomos de la ola verde, llegaban al 18,88%. Los democristianos de la CDU de Kai Wegner, perdían un escaño, en el 18,06% y Die LINKE pasaba a la cuarta posición con un 14,03%, perdiendo escaños respecto a 2016.

El juego de mayorías hace que se pueda re-editar un tripartito de izquierdas. La diferencia es que, mientras en 2016, era «rojo-rojo-verde» (indicando el orden de electoral), ahora sería «rojo-verde-rojo». Actualmente, se están produciendo las negociaciones para crear dicho gobierno de coalición, un pacto en el que, a mi juicio, no debe entrar Die LINKE. No es un rechazo general a las coaliciones de Gobierno con participación de izquierdas, sino que se debe a la coyuntura en la que se encuentra la ciudad.

Hay dos elementos fundamentales que, a mi juicio, diferencian la situación que dio pie al Gobierno de coalición en España en 2019 y la que existe ahora mismo en la capital alemana: en primer lugar y fundamental, la existencia de una movilización masiva y permanente en Berlín, en niveles similares a los años del Rodea el CongresoMarchas de la DignidadMarea Blanca, etc. en España. A finales de 2019, la movilización en España estaba bajo mínimos. En segundo lugar, un retroceso de la extrema-derecha (AfD) de Kristin Brinker, que se ha dejado la mitad de los escaños, quedándose en un 8% de voto, frente al auge de VOX vivido en la repetición electoral de noviembre de 2019. No es mi intención analizar en este contexto el gobierno de coalición PSOE-UP en España, pero como cualquier lector puede lanzarse al símil, creo que sí que merece la pena mencionar esos dos factores fundamentales.

En esta coyuntura, la izquierda en Alemania, o especialmente en Berlín, tenemos nuestro poder en la calle. Nos lo ha demostrado el referéndum Deutsche Wohnen & Co. enteignen (DWE), en el que con una participación histórica del 76% y un Sí apoyado con el 59,1% del voto válido (más que los votos de la suma de los tres partidos del posible gobierno), es decir, más de 1 millón de berlineses y berlinesas han votado (nada menos) que expropiar y socializar 240.000 viviendas. Dentro de la campaña hay voces que sugieren que la entrada de Die LINKE. en el Gobierno es la garantía de que se cumpla este mandato democrático, al ser el único partido que lo ha apoyado nítidamente. Sin embargo, el riesgo de defraudar es demasiado alto: Giffey del SPD no quiere aplicarlo y quiere enfriarlo en comisiones e informes que, en última instancia, llevan a que no entre en vigor; por su parte, los Verdes no son un aliado fiable a la hora de presionar al SPD, ya que su política en este aspecto ha residido en la ambigüedad y los cambios de opinión según el momento. DWE lo tiene claro: el referéndum debe aplicarse o, si no, se tumbará al Gobierno y, es más, los militantes de Die LINKE. en DWE ayudaremos a tumbar ese Gobierno.

Conscientes de esto, en el Congreso convocado por Die LINKE. Berlín, desde varios distritos y asambleas, como la mía de Die LINKE. Steglitz-Zehlendorf, presentamos una propuesta para que la aplicación del referéndum fuera una línea roja. La propuesta fue transaccionada y descafeinada, reiterando un apoyo a su aplicación, pero con ciertas vaguedades que pueden llevar al referéndum a una vía muerta en la cámara de Berlín. La excusa fue que a una negociación no se puede ir con líneas rojas, pero, aunque se pueda otorgar cierta razón a este argumento, lo que inquieta es que no existe una confianza plena en que no se firme un acuerdo de Gobierno que deje al referéndum con mucho riesgo de quedarse en la estacada. Lo único aceptable sería la firma de un acuerdo de gobierno en la que se pongan plazos (dentro de la legislatura) para su debate y entrada en vigor, asumiendo que, en caso de no cumplirse, Die LINKE. rompería el Gobierno. Sabemos por otra parte que, una vez dentro, es difícil romper la baraja.

Además, aunque DWE sea la reivindicación por excelencia, hay otras causas que no pueden sernos ajenas a la izquierda, a saber, la recomunalización del transporte (S-Bahn), evitando su privatización (defendida por Los Verdes), así como la recuperación de la gestión de los hospitales públicos de Charité Vivantes, cuyas trabajadoras han estado semanas en huelga para exigir un convenio justo y un aumento de la contratación ante la precariedad laboral y la escasez de personal. Igualmente, Die LINKE. no puede permitirse seguir sufriendo las consecuencias y el desgaste, mientras se desalojan locales sociales o casas proyecto, como Syndikat, Liebig 34 o la explanada de KØPI.

Si la disfuncionalidad y la discordancia en ciertos temas con el gobierno «rojo-rojo-verde» de 2016 ya generaron mucha tensión en ciertos sectores de militantes y votantes (como los desalojos o la gestión en torno a Karstadt), el riesgo de que se multiplique exponencialmente en una coalición «rojo-verde-roja» es muy alto, en medio de una ciudad profundamente movilizada con unos movimientos sociales, a los que Die LINKE no solamente defiende, sino en los que su militancia está masivamente presente.

Por todo ello, creo que solamente merecería la pena que Die LINKE. entrara en el Gobierno de Berlín con el objetivo claro de aplicar el referéndum, con un calendario claro y siguiendo la ley emanada del propio movimiento social. Conseguir esta victoria puede compensar tener que tolerar otras derrotas (sabemos que los gobiernos de coalición conllevan alegrías y penas), pero sin garantías de tener esta victoria fundamental y tan sumamente respaldada por la ciudadanía, un gobierno de coalición en el que esté la izquierda solamente puede llevar a una debacle en los próximos años, a la baja de centenares de militantes y a una decepción difícilmente recuperable.

*Jaime Martínez Porro, IU Berlín, Die LINKE. Steglitz-Zehlendorf.

 

Cuba. Del socialismo de Estado a la República

 

Lamentamos el fallecimiento, a los 83 años, de Juan Valdés Paz, uno de los científicos sociales más eminentes de la Cuba contemporánea. Sociólogo, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas y amigo de El Viejo Topo, le echaremos de menos.

Del socialismo de Estado a la República

 Juan Valdés Paz

El Viejo Topo

29 octubre, 2021


Entrevista realizada por Harold Bertot Triana y Julio César Guanchepublicada en Voces Cubanas el 10 de agosto de 2021.

Desde hace algún tiempo la sociedad cubana se transforma social y económicamente, y se visualizan demandas de diversa índole por varios sectores. ¿Está el Estado cubano en capacidad para absorber y gestionar esas demandas?

Quisiera comenzar aclarando la pregunta, la cual más exactamente, en el caso cubano, debiera referirse al sistema político —integrados por conjuntos de instituciones políticas, estatales, y civiles— y a sus capacidades. De manera que me referiré al Estado, un subsistema de aquél, integrado a su vez por diversas instituciones a cargo de las funciones: a) legislativas; b) de producción, implementación y control de las políticas públicas; c) de administración pública de esas políticas; d) de la seguridad externa e interna de la sociedad nacional; e) de la impartición de justicia; etc.

La interrogante sobre las capacidades del Estado se referiría a todas estas funciones, con respuestas diferentes.

Por otra parte, y como se observa, digamos que ningún Estado dispone de la capacidad para absorber y gestionar todas las demandas que le plantean sus respectivas sociedades, aunque sí sus necesidades básicas; y la capacidad de que dispone y el número de satisfacciones que puede dar es una variable temporal afectada por diversas condiciones, algunas de las cuales pueden controlar y otras no.

Regresando al escenario cubano de la pregunta, diría que el Estado cubano ha logrado, con variaciones en el tiempo, particularmente en las primeras tres décadas del período revolucionario, satisfacer gradualmente, en cada esfera del Estado, gran parte de las demandas de la sociedad, así como satisfacer las necesidades básicas de las grandes mayorías, mediante una oferta de bienes públicos y una política social gratuita y universal.

Como se sabe, las relaciones de intercambio con el campo socialista en general y la URSS en particular permitieron sostener esta oferta y aseguraron un cierto ritmo de desarrollo. El derrumbe del socialismo este europeo impactó al país severamente, dando lugar a un “periodo especial” del cual logró recuperarse solo en parte.

Ello planteó la necesidad, presente hasta hoy, de iniciar un período de reformas orientadas a instaurar un nuevo modelo económico socialista; un Estado de Derecho; y una nueva etapa de su desarrollo democrático. La dilación de estas reformas, la resistencia de dirigentes y funcionarios de todas las esferas a implementarlas, así como el agravamiento del escenario interno causado por la ofensiva norteamericana de “cambio de régimen” y la pandemia del COVID-19, ha afectado las capacidades del Estado y del incipiente sector privado, para sostener su oferta de bienes públicos y culturales; de mayor desarrollo democrático; de seguridad ciudadana; y de un mayor nivel de vida de la población.

Ciertamente, las capacidades del Estado cubano no solo se han visto restringidas por el escenario actual sino también por otras condiciones más estructurales, de las que quiero destacar al menos tres: a) el modelo de socialismo de Estado, que hace de esta institución un poder omnímodo en todos los sistemas sociales; b) un diseño del Estado, caracterizado por la centralización de las atribuciones y recursos, el verticalismo de la dirección, la  burocratización de sus funciones, las manifestaciones de corrupción; y c) el muy bajo control democrático sobre su desempeño.

De lo anterior se deduce que el Estado cubano retiene un potencial de desarrollo de sus capacidades, mediante la superación de sus deficiencias de diseño y de gestión. Numerosas y transitorias campañas —antiburocratismo, contra la corrupción, de mayor representatividad, etc.— se han promovido sin efectos duraderos y sobre todo, sin influir en su diseño institucional.

La implementación de la nueva Constitución de la República y de sus leyes complementarias, parecen ser una oportunidad extraordinaria para superar algunas de estas limitaciones. Al respecto, cobra una especial importancia las propuestas de territorialización o municipalización efectiva de las funciones del sistema político y del civil.

¿Cuál es su opinión sobre la intensificación de las sanciones a Cuba que tuvieron lugar durante la administración Trump en medio de esta crisis agravada por la pandemia y sus consecuencias sobre el país?

El bloqueo económico, comercial y financiero de EEUU sobre Cuba, concebido a partir de 1960, y formalizado en 1962, tiene su propia historia, caracterizada por su intensificación a lo largo del tiempo, como parte de estrategias políticas en las que se contienen sus intereses geopolíticos, más generales; y sus objetivos políticos inmediatos, tales como la subversión del régimen o su inviabilidad. Los impactos del bloqueo han marcado a la sociedad cubana en su evolución de más de seis décadas. La sociedad cubana ha tenido que absorber tales impactos, sobrevivir a ellos, compensarlos y sostener su desarrollo.

Los especialistas han caracterizados al bloqueo de distintas maneras: como un elemento de presión sobre el comportamiento del Estado y el Gobierno cubano; como recurso de una guerra no convencional; y eventualmente, como arma de una guerra convencional.

Pero el bloqueo adquiere un nuevo significado desde el segundo mandato de la Administración Obama, una vez que el Gobierno cubano declara y promueve, un programa de reformas económicas y políticas a su modelo socialista. Obama admite el fracaso de las estrategias desenvueltas hacia Cuba por todas las Administraciones anteriores y propone e inicia un ciclo de normalización de las relaciones con la Isla. En el fondo, de lo que se trata es de la percepción de que las reformas políticas creaban inusitadas condiciones para una mayor penetración e influencia de EEUU en la sociedad cubana, así como para saldar su obsesión por volver a ser un actor interno en ella. Pero no olvidemos que la normalización de Obama tenía como limite la permanencia del bloqueo, aunque sus medidas lo compensaran en parte.

La Administración Trump, de motu proprio o bajo la influencia de los sectores de la derecha electoral floridana, rompió ese ciclo de normalización y reasumió la tradicional política de presiones, llevando el bloqueo a su forma extrema, bajo la percepción de que las reformas cubanas podrían hacer viable al régimen cubano y asegurar su continuidad en el largo plazo. La imprevisible y dilatada pandemia del COVID-19, reforzó los efectos de esa política, desatando una nueva crisis sobre el país.

Las contrapuestas posiciones de ambas Administraciones —cambio de estrategia en la de Obama, radicalización del bloqueo en la de Trump— también se vinculaban a las respectivas estrategias de recuperación hegemónica en América Latina y el Caribe, así como al conflicto con Venezuela.

Considero que sin el bloqueo o asumiéndolo como una invariante de la política de EEUU hacia Cuba, caso de la Administración Biden, la implementación de los programas de reformas al modelo económico cubano, ya aprobados y consensuados, permitiría, mediante un mayor crecimiento y desarrollo, disponer de la capacidad de satisfacer las necesidades básicas de la población y parte de las demandas de sus diferentes estratos. Numerosos economistas cubanos han insistido en lo perentorio de estas reformas.

La actual dinámica socioeconómica genera cambios en la composición clasista o de sectores de la sociedad cubana y sus dinámicas de desigualdad. ¿Cómo ve este problema y sus posibles soluciones?

La sociedad cubana del 2021 es otra y diferente de la de los años ochenta, salvo en el discurso oficial. Los cambios acumulados en la estructura social condicionan las políticas públicas y éstas debieran tomar en cuenta tales cambios.

Podríamos resumir estos cambios estructurales como de: a) una estructura demográfica congelada y envejecida; b) una estructura generacional de siete generaciones políticas convivientes, con las tres últimas vinculadas a experiencias de crisis socioeconómicas sucesivas; c) una estructura socio clasistas modificada por el ascenso de un sector campesino en la sociedad rural y de una burguesía mercantil, en la urbana; una estructura ocupacional que incluye un creciente sector cuentapropista; una estructura del estatus social modificada en favor de la autoridad, propiedad y del ingreso; un patrón de desigualdad que se ha duplicado y cuyo término inferior de la desigualdad incluye más pobres y marginados; etc. Es decir que, en la segunda década de los 2000, la sociedad cubana ha devenido más estratificada, más diferenciada y desigual.

Solo una visión esquizofrénica no vería los cambios ocurridos en la sociedad cubana y no advertiría algunas de sus consecuencias económicas, sociales y políticas. Solo una visión de ese tipo no admitiría el carácter objetivo de un nuevo centro social —grupo etario entre 30 y 50 años—; unas capas medias conformadas por dirigentes, profesionales, oficiales, técnicos y empresarios; intelectuales, etc., para el cual hay que elaborar políticas públicas diferenciadas, ampliar las condiciones del consenso y reconstruir el discurso hegemónico. Igualmente, la necesidad de políticas de recuperación, focalizadas en los espacios y grupos de riesgo.

Esta evolución de la estructura social no ha estado acompañada de un desarrollo sostenido o de un patrón igualitario sustentable, sino de la alternancia de situaciones de crisis y de recuperación económica. Ello ha implicado la necesidad de una nueva estrategia socialista, basada en la emergencia de un nuevo modelo de desarrollo económico y social “con mercado” y el paso a un patrón de mayor desigualdad, en parte compensado con políticas de equidad.

Una cuestión central es que, a diferencias del modelo “socialista” anterior, éste que se promueve ahora conlleva un bloque social menos homogéneo, con intereses reales más contradictorios y con una diversidad ideológica mayor. El consenso requerido sobre el modelo de sociedad se sitúa, más que en las condiciones sociales y expectativas compartidas, aunque también, en la identidad con una comunidad política soberana, más incluyente, igualitaria y participativa, que esté protegida por un Estado de Derecho y acompañada por un desarrollo democrático ininterrumpido. Dicho de otra manera, por el paso de un socialismo de Estado a una República socialista.

En un contexto político, económico y social tan complejo, ¿Cuál es el espacio que tiene hoy la crítica social, cuál el rol de las ciencias sociales y cuál el papel de los intelectuales?

En un contexto político, económico y social tan complejo”, como el cubano, de asedio y hostilidad permanente por parte de la superpotencia hemisférica, el espacio para la crítica social se hace restrictivo, dado que: esta crítica incluye a los más diversos actores y corrientes; una parte de esa crítica se muestra comprometida con la estrategia de subversión del régimen promovida por EEUU; y otra parte de ella es de oposición al socialismo, al gobierno o a las leyes. Pero el mayor problema consiste en que dichas restricciones, cuando sean necesarias, puedan no ser transparentes, públicas y consensuadas. Cabe decir, que la experiencia histórica es el de un uso discrecional de esas restricciones por instituciones y funcionarios.

Obviamente, ese espacio restringido es en parte una variable de un contexto defensivo, pero ello no obsta para que tenga que haber un espacio libre de restricciones, demarcado y protegido por la Ley que es el espacio crítico de los ciudadanos. La crítica, como libertad de opinión, está amparada por la Constitución de la República y contra ella no caben más restricciones que las admitidas por la Ley. Paradójicamente, ese espacio ha estado acotado no solamente para las corrientes “anti socialistas” sino también para las voces y corrientes críticas que le pasan al régimen revolucionario por la izquierda, es decir que le reclaman no ser suficientemente revolucionario o socialista.

La indefinición teórica y práctica de que sea una “esfera pública” socialista o una “sociedad civil” socialista, contribuye a la promoción de políticas restrictivas y a limitar la contribución ciudadana.

Un caso particular en este panorama es el de las ciencias sociales, institucionalizadas de hecho, a las que en teoría se les asigna el papel de favorecer la construcción consciente de la “nueva sociedad”, mediante la producción de conocimientos, de técnicas y buenas prácticas.

Todo lo anterior supone la existencia de políticas públicas orientadas al desarrollo de las ciencias sociales y a la implementación de sus resultados. En la experiencia socialista, foráneas y cubana, este papel de las ciencias sociales se ha visto estorbado por la falta de tales políticas, por la supeditación de éstas a ideologías de Estado, por el discurso hegemónico, el secretismo, el unanimismo, la inconveniencia política, etc.

Toda la experiencia del socialismo real ha mostrado una alta suspicacia, sospecha y rechazo hacia la crítica expresa o implícita en los resultados de las ciencias sociales, atribuyéndoles intencionalidad política o un carácter subversivo. En esta perspectiva, las políticas hacia las ciencias sociales han tendido a ser medidas de contención. Cabe decir, que la actual postura de la dirección de nuestro país parece ser una superación de estas concepciones.

El papel de los intelectuales ha sido objeto de discusión desde hace siglos; hasta convertirse en una especialidad de las ciencias sociales. Convencionalmente, se acepta que su función social es en general, producir por distintos medios, conocimientos, representaciones, normativas, imaginarios, identidades, testificar la época, etc.

De los intelectuales, o mejor, de los trabajadores intelectuales cubanos, hay que decir que representan al sector social de los creadores, innovadores y críticos del orden establecido, pero sin poseer por ello ninguna naturaleza angelical. No son “las partes blandas de la sociedad” pero tampoco son los depositarios de su destino. Individual o colectivamente, son ciudadanos de una República en la cual tienen derechos y deberes compartidos, así como, lealtades y compromisos con el orden político y social elegido por las grandes mayorías y al servicio de ellas.

Dicho de otra manera, el problema de los actores que cumplen estas funciones es el grado de compromiso individual y colectivo, con los proyectos de nación y de sociedad, refrendados por las grandes mayorías. Frente a estos proyectos se posicionan no solo como intelectuales sino como actores políticos.

¿Cuáles cree que son los desafíos más complejos para el socialismo cubano en este momento?

Lo que llamamos el “socialismo cubano” prefiero representármelo como la conjunción de dos proyectos diferentes: un proyecto nacional, invariante, de independencia, soberanía y autodeterminación del Estado nación cubano; y un proyecto de sociedad, variable, de inspiración socialista.

El proyecto de nación, la prioridad absoluta, ha debido enfrentar la resistencia, mediación y hostilidad de los EEUU como potencia imperial e imperialista. Por su parte, el proyecto de sociedad ha estado influido fuertemente por el contexto, según haya sido este más o menos favorable al proyecto de nación, a la permanencia del poder revolucionario, a la seguridad nacional y a su desarrollo económico social, en el tiempo.

En estas perspectivas, el socialismo cubano comparte hoy los mismos desafíos históricos de los últimos 60 años, pero en un contexto internacional más adverso e incierto. En estas condiciones, el proyecto de sociedad socialista imaginado se ve enfrentado a nuevas restricciones internas y constricciones externas que le imponen los cambios necesarios para que su poder constitutivo se reproduzca, su desarrollo económico político y social se haga viable y su legitimidad se sostenga.

Dicho de otra manera, el proyecto socialista cubano tiene que ser, en el corto y mediano plazo, reformado; y en mediano y largo plazo, repensado y rediseñado.

Pero en lo inmediato, en la coyuntura, el socialismo cubano tiene que: a) controlar la pandemia y remontar sus efectos más graves; b) promover las reformas económicas que le permitan superar la actual crisis de la sociedad cubana, así como a sus propias limitaciones de gestión, atendiendo, como decía el colega Aurelio Alonso en los noventa, a promover un nuevo modelo económico sin desocializar, es decir, realizar la reformas necesarias y a la vez socializar más cada esfera de la sociedad; y c) si bien la emergencia es económica y social, la superación del actual escenario es política, lo cual implica: implementar sin cortapisas el Estado de derecho declarado en la nueva Constitución de la República; instaurar con plenas garantías el orden constitucional prescrito en ella y en sus leyes complementarias; así como, reconstruir el consenso sociopolítico, mayoritario, acerca de un proyecto de sociedad más autóctono y viable.

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Moscú rompe las relaciones con la OTAN ante las acciones hostiles de la ...

jueves, 28 de octubre de 2021

La CEOE contrata a Pablo Iglesias, Ábalos, Cándido Méndez… para un curso sobre liderazgo. (Desde que te vi peinado y con la coleta en la mano, dije para mí, malo, malo, malo, malo, malo. Que es broma, Pablo, no me hagas caso, que eso mismo ya lo decía yo desde que te vi en un mitin, encima de la tarima, dando vueltas como un pato mareao fingiendo que reflexionabas y decías en voz alta el producto de esas reflexiones, que doctores como tú no sEmos, hombre, pero que tan tontos tan tontos tampoco sEmos, criatura. Ay, mi casto Pablo)

 

La CEOE contrata a Pablo Iglesias, Ábalos, Cándido Méndez… para un curso sobre liderazgo

 


Diario octubre / octubre 28, 2021 

Un curso-taller organizado por el patronal CEOE y con un coste de 1950 euros por alumno tendrá de ponentes a varios ex ministros del PSOE José Luis Ábalos, Magdalena Valerio y Miguel Sebastián, y del PP, Isabel García Tejerina, Alfonso Alonso, Manuel Pimentel y Fátima Báñez) y de UP como PAblo Iglesias, además de líderes empresariales, empresarios en activo y el ex secretario general de UGT, Cándido Méndez.

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El tonto de Rafael. (Rafael Alberti)

 

Tal día como hoy, en 1999, el poeta comunista Rafael Alberti fallecía en Puerto de Santa María, la ciudad que lo vio nacer. Miembro destacado de la Generación del 27, lo recordamos hoy con este poema, muestra emblemática de su extensa obra poética.

El tonto de Rafael



Rafael Alberti

El Viejo Topo

28 octubre, 2021 


 El tonto de Rafael


Por las calles, ¿quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tonto llovido del cielo,
del limbo, sin un ochavo.
Mal pollito colipavo,
sin plumas, digo, sin pelo.
¡Pío-pic!, pica, y al vuelo
todos le pican a él.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tan campante, sin carrera,
no imperial, sí tomatero,
grillo tomatero, pero
sin tomate en la grillera.
Canario de la fresquera,
no de alcoba o mirabel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tontaina tonto del higo,
rodando por las esquinas
bolas, bolindres, pamplinas
y pimientos que no digo.
Mas nunca falta un amigo
que le mendigue un clavel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Patos con gafas, en fila,
lo raptarán tontamente
en la berlina inconsciente
de San Jinojito el lila.
¿Qué runrún, qué retahíla
sube el cretino eco fiel?
¡Oh, oh, pero si es aquél
el tonto de Rafael!

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miércoles, 27 de octubre de 2021

La historia del Viejo Benjamin

 

Lisa Fittko, considerada una heroína invisible de la resistencia, sirvió de guía a Walter Benjamin para atravesar la frontera franco-española el 25 de septiembre de 1940. Cuarenta años después dejó constancia escrita con el relato de dicha travesía.

La historia del Viejo Benjamin



 

Lisa Fittko

El Viejo Topo

27 octubre, 2021


El 26 de septiembre de 1940 Walter Benjamin se suicidó por sobredosis de morfina en una pensión de Port Bou. Un evidente suicidio inducido. Por eso cabe preguntar: ¿Quién mató a Walter Benjamin? Pro memoria, y por si así es posible saber qué ocurrió con el manuscrito que portaba, cuya salvación le parecía más importante que la de su propia vida. Los testimonios de Lisa Fittko y Henny Gurland permiten reconstruir aquel brutal episodio de la colaboración entre nazis y franquistas. Un episodio del que se han borrado las huellas: en el hermoso cementerio marino de Port Bou la tumba de Benjamin se ha esfumado y en el pueblo nadie recuerda nada, sin que falten algunas frustradas tentativas de la tradicional picaresca española. Un aura de misterio sigue rodeando la muerte de Benjamin en Port Bou, pero puede y debe esclarecerse.

Cumplo, por fin, la promesa de escribir la historia. La gente sigue pidiéndome que describa exactamente la forma en que…

Recuerdo todo lo que pasó, así lo creo. Es decir, recuerdo los hechos. Pero, ¿puedo revivir aquellos días? ¿Es posible retroceder y penetrar en aquellos tiempos en que no había lugar para recordar lo que era la vida normal, aquellos días en que teníamos que adaptarnos al caos y luchar por sobrevivir…?

La distancia de los años –una cuarentena– le ha dado una perspectiva a los acontecimientos, opinan muchos. Me parece, sin embargo, que esta perspectiva con pretensiones de comprensión fácilmente se vuelve una simple visión desde atrás, reformando aquello que… Contra esta trampa, ¿cómo poner en orden mis recuerdos? Y ¿por dónde empezar?

25 de septiembre de 1940
Port-Vendres (Pirineos Orientales), Francia.

Me recuerdo despertándome en la habitación estrecha de bajo techo donde algunas horas antes había ido a dormir. Alguien llamaba a la puerta, pero no era la chica. Me froté los ojos medio cerrados. Se trataba de uno de nuestros amigos: Walter Benjamin, uno de los que huyeron hacia Marsella cuando los alemanes ocuparon Francia. «Viejo Benjamin», solía decir yo refiriéndome a él sin saber exactamente por qué –tenía 48 años–. ¿Qué hacía ahora aquí?

«Respetable señora ‒dijo‒, por favor, acepte mis disculpas por esta molestia». El mundo había quedado trastocado, pensaba yo, pero no la cortesía de Benjamin. «Su señor esposo ‒prosiguió‒, me indicó cómo encontrarla. Me dijo que usted podría conducirme a España a través de la frontera». ¿Qué dijo? Oh bien, sí, mi señor esposo –mi marido– habrá dicho eso. Supondrá que puedo hacerlo, lo que sea.

Benjamin se quedó parado ante la puerta abierta; entre la cama y el pasillo no había sitio para una segunda persona. Le sugerí enseguida que me esperara en el bistrot de la calle del pueblo. Desde el bistrot nos fuimos a dar un paseo, de modo que pudiéramos hablar sin ser escuchados.  Le expliqué que, aunque mi marido no lo sabe, desde mi llegada a la zona fronteriza la semana pasada he encontrado un modo seguro de cruzar la frontera. Un día bajé al puerto para hablar con alguno de los obreros portuarios. Uno de ellos me invitó al local del Sindicato donde me pusieron en contacto con el señor Azéma: alcalde de Banyuls-sur-Mer, un pueblo cercano. Era el hombre que, según había oído en Marsella, podría ayudarme a encontrar un camino seguro para aquellos de nuestra familia y amigos que estuvieran dispuestos a pasar al otro lado. Se trataba de un viejo socialista de los que habían ayudado a la República española pasando desesperadamente la frontera con los médicos, medicinas y enfermeros necesarios durante la Guerra Civil española. «Una grata persona, el alcalde Azéma», le comenté a Benjamin. Se había pasado horas conmigo preparando cada detalle. Por desgracia, el famoso camino a través del muro del cementerio de Cerbère estaba cerrado. Había sido un camino absolutamente seguro y gran número de refugiados lo habían usado durante meses, pero ahora estaba fuertemente vigilado por los gardes mobiles. Sin duda por orden de la Comisión Alemana. Según el alcalde, el único punto realmente seguro era «la Route Lister». Ello significaba que tendríamos que cruzar los Pirineos más al oeste, a gran altura, haciendo una gran ascensión.

«Está bien ‒contestó Benjamin‒, será tan largo como seguro. Yo tengo dificultades cardíacas ‒continuó‒, y tendré que ir despacio. También hay dos personas que me acompañan desde Marsella y que necesitan pasar la frontera: la Sra. Gurland y su hijo. ¿Los llevará usted?»

Seguro, seguro. «Pero, Sr. Benjamin, comprenda usted que yo no soy una guía competente en esta región, que no conozco los caminos y que nunca los he recorrido por mi cuenta… Tengo un trozo de papel con unas indicaciones a lápiz, un mapa del camino hecho de memoria donde están descritos algunos de los detalles de las vueltas que hay que dar: una cabaña a la izquierda, una explanada con siete pinos que hay que bordear por la derecha, porque si no saldríamos demasiado al norte, hasta los viñedos que conducen al cerro en este punto a la derecha. ¿Quiere aún correr el riesgo?»

«Sí», dijo sin vacilar. «El riesgo real sería no ir». Dicho sea de paso, recuerdo que éste no era el primer intento de Benjamin para salir de la trampa, imposible de olvidar para cualquiera que conozca los anteriores. La atmósfera apocalíptica de Marsella en 1940 produjo historias absurdas de huidas frustradas: planes sobre barcos fantásticos y capitanes legendarios, visados para países inexistentes en el mapa y pasaportes de países que habían dejado de existir. Uno se acostumbraba a aprender en el Daily Grapevine [boca a oreja] que estos planes quiméricos podrían seguir el destino de un castillo de naipes. Éramos capaces de reírnos –teníamos que reírnos– del lado cómico de algunas de aquellas tragedias. La risa era irresistible cuando el Dr. Fritz Fraenkel ‒de constitución endeble y melena gris‒ y su amigo Walter Benjamin ‒con su cabeza de escolar sensible y ojos pensativos tras las gafas‒ se veían obligados a disfrazarse de marineros franceses para colarse de contrabando en un barco de carga. No llegaban muy lejos.

No obstante, podían continuar intentando huir, por suerte, dado el estado general de confusión.

Intentaríamos ver al alcalde Azéma una vez más, esta vez juntos, de forma que pudiéramos memorizar cada detalle. Avisé a mi cuñada –ella, el niño y yo pensábamos cruzar la frontera e ir a Portugal la semana siguiente– y salí con Benjamin hacia Banyuls.

Aquí tengo un lapsus de memoria. ¿Nos atrevimos a tomar el tren, a pesar de los constantes controles fronterizos? Tuvimos que haber andado 6 u 8 kilómetros desde Port-Vendres por la senda rocosa que ahora me era familiar. Recuerdo haber encontrado al alcalde en su despacho; recuerdo cómo miraba hacia la puerta y repetía sus instrucciones, contestando a nuestras preguntas.

Dos días más tarde, después de que el alcalde nos dibujase el plano de la carretera, nos asomamos a la ventana y Benjamin tomó nota de las direcciones: la explanada de los siete pinos y algunas colinas a las que tendríamos que subir. «Sobre el papel parece un paseo fácil ‒comenté‒, pero me temo que tengamos que atravesar alturas pirenaicas…». Se rió: «Eso es en España, al otro lado de las montañas».

Entonces, el alcalde sugirió dar un paseo aquel atardecer y recorrer la primera parte de la ruta para probar si podíamos encontrar nuestro camino. «Tú subes hasta este claro», dijo señalando el plano. «Luego vuelves y lo verificas conmigo. Pasas la noche en la fonda y mañana por la mañana, a eso de las cinco cuando aún está oscuro y la gente se va hacia sus viñedos, haces otra vez todo el camino hasta la frontera española». Benjamin preguntó por la distancia hasta la explanada. «Menos de una hora… bien, en realidad no más de dos horas. Un bonito paseo». Nos despedimos con un apretón de manos: «Je vous remercie infiniment, Monsieur le Maire», oí decir a Benjamin. Pude escuchar claramente su voz.

Fuimos a ver a sus compañeros, que esperaban en la fonda y les explicamos nuestro plan. Me pareció que cooperarían sin quejarse, contra lo que yo me temía, en una situación tan crítica. Caminamos tranquilamente, como turistas que disfrutan del panorama. Me di cuenta que Benjamin portaba una maleta de grandes dimensiones que había recogido cuando nos paramos en la posada. Parecía pesada y le ofrecí mi ayuda para llevarla. «Es mi nuevo manuscrito», me explicó. «Pero, ¿por qué la trae?». «Comprenda que esta maleta es lo más importante para mí ‒y añadió‒ no puedo arriesgarme a perderla. Es el manuscrito lo que debe ser salvado. Es más importante que yo mismo».

Esta expedición no iba a ser fácil, pensé. Walter Benjamin y sus caminos retorcidos. Justo como es él. Cuando intentaba pasar por marinero en el puerto de Marsella, ¿habría ido con la maleta?

Mejor sería pensar en el camino, me dije a mí misma, e intentar descifrar las indicaciones de Azéma en el pequeño plano. Aquí estaba el cobertizo vacío que el alcalde había mencionado; no nos habíamos perdido… por ahora. Luego encontramos el sendero con una ligera curva hacia la izquierda. Y la gran roca que había descrito. ¡Una explanada! Esa tiene que ser. Lo habíamos conseguido, después de casi tres horas.

Según lo señalado por Azéma, esto significaba sólo la tercera parte del camino. No lo recuerdo como si hubiera sido difícil. Nos sentamos y descansamos un rato. Benjamin se tumbó sobre la hierba y cerró los ojos; yo pensaba que debió haber sido fatigoso para él. Estábamos preparados para emprender el descenso de vuelta, pero él no se levantó. «¿Está listo?», le pregunté. «Estoy bien ‒contestó‒, vosotros tres vais delante».

«¿Y usted?».

«Yo me quedo. Voy a pasar la noche aquí y vosotros os reunís conmigo por la mañana».

Esto era peor de lo que yo esperaba. ¿Qué hacer ahora? Todo lo que podía hacer era razonar con él. La zona era agreste y montañosa, donde podrían aparecer animales peligrosos. Con certeza sabía que allí existían toros salvajes. Estábamos a finales de septiembre y no tenía nada con que cubrirse. En los alrededores merodeaban contrabandistas, y quién sabe lo que podrían hacer con él. No tenía nada que comer ni beber. En cualquier caso, era insano. Respondió que su decisión de pasar la noche en la explanada era irrevocable, al estar basada en un razonamiento muy simple. El objetivo era cruzar la frontera, de modo que ni él ni su manuscrito cayeran en manos de la Gestapo. Había alcanzado la tercera parte de este objetivo. Si tenía que volver al pueblo y repetir mañana todo el camino, su corazón probablemente no lo aguantaría. Ergo, se quedaba.

Me senté otra vez y dije: «Entonces yo también me quedo».

Sonrió. «¿Desea usted defenderme de sus toros salvajes, estimada señora?».

Mi estancia no sería razonable, explicó tranquilamente. Era esencial que hiciera las comprobaciones con Azéma y que descansara esa noche. Sólo entonces sería capaz de guiar a los Gurland antes del amanecer sin errores ni retrasos, para llegar a la frontera. Naturalmente que ya sabía eso. Además, tenía que conseguir algo de pan sin la cartilla de racionamiento, y quizá algunos tomates y sucedáneo de mermelada en el mercado negro para poder caminar durante el día. Supongo que sólo intentaba asustar a Benjamin para que abandonase su idea pero, naturalmente, no funcionó.

Durante el descenso quería concentrarme en el sendero para poder encontrar el camino en la oscuridad de la mañana siguiente. Pero la cabeza se negaba: él no debía quedar sólo allí, es un error… ¿Lo había planeado así durante el camino? ¿O el paseo le había extenuado de tal modo que decidió quedarse sólo una vez que llegamos?  Pero allí estaba la pesada maleta que no había soltado durante todo el camino. ¿Permanecía intacto su instinto de conservación? En caso de peligro, ¿qué le aconsejaría hacer su peculiar forma de razonamiento

Durante el invierno, antes de la capitulación de Francia, mi marido y Benjamin habían estado juntos en uno de los campos donde el Gobierno Francés encarcelaba a los refugiados de la Alemania Nazi. Fue en el Campo de Vernuche, cerca de Nevers. En una de sus conversaciones, Benjamin, fumador empedernido, declaró que había dejado de fumar hacía pocos días. Era angustioso, añadió. «Tiempos duros», le dijo Hans. Observando la incapacidad de Benjamin para «tratar las adversidades superficiales de la vida, que a veces se presentan…» (Walter Benjamin. Cartas 1) –en Vernuche todo eran adversidades– Hans se había acostumbrado a ayudarle en los problemas. Cuando quería demostrarle a Benjamin que en lo que se refiere a tolerar crisis y mantener el equilibrio síquico, la regla fundamental era conseguir satisfacciones evitando las privaciones, Benjamin respondía: «Sólo puedo soportar las condiciones de vida en el campo si me siento obligado a sumergir la mente totalmente en un esfuerzo. Dejar de fumar requiere ese esfuerzo y, por tanto, será lo que me salve».

A la mañana siguiente parecía que todo iba a ir bien. El peligro de ser vistos por la policía o por los guardias fue máximo cuando abandonamos el pueblo y empezamos a subir por la colina. Azéma había insistido: la salida, antes del amanecer; mezclarse con los vendimiadores en la subida; no llevar nada, excepto una ‘musette’; no hablar. De este modo, las patrullas no nos podrían distinguir de los habitantes del pueblo. La señora Gurland y su hijo, a los que había explicado estas normas, las siguieron cuidadosamente y yo no tuve problemas para encontrar el camino.

Cuanto más nos acercábamos a la explanada, mayor era la tensión que sentía. ¿Estaría Benjamin allí? ¿Estará vivo? Mi imaginación comenzó a girar como un calidoscopio.

Por fin. Aquí está la explanada. Aquí está el viejo Benjamin. Vivo. Se levantó y nos miró amistosamente. Entonces me sorprendió su cara, ¿qué había pasado? Esas manchas color púrpura oscuro bajo sus ojos, ¿podrían ser síntomas de un ataque al corazón?

Intuyó por qué lo miraba. Quitándose las gafas y limpiándose la cara con un pañuelo, comentó: «Oh, esto. El rocío de la mañana, ya sabe. Lo que se forma en la montura de las gafas, ¿ve? Se mancha al humedecerse».

Mi corazón cesó de latir en mi garganta, para deslizarse otra vez al lugar que le correspondía.

Desde aquí, el ascenso fue más empinado. Entonces, comenzamos a dudar repetidamente sobre la dirección que debíamos seguir. Me sorprendió que Benjamin fuera capaz de comprender su pequeño mapa y ayudarme a orientarnos para tomar el camino correcto.

La palabra «camino» se volvía a cada paso más simbólica. Se trataba de trechos de una senda difícilmente reconocible entre las piedras, luego el viñedo en pendiente que nunca olvidaré. Pero primero explicaré lo que hacía tan segura esta ruta.

Siguiendo el ascenso inicial, el camino corría paralelo a la bien  conocida carretera «oficial», a lo largo de la cumbre de la cadena montañosa que era realmente transitable. «Nuestra» carretera ‒la «Route Lister» y un viejo, viejo sendero de contrabandistas‒ corría por debajo y, a veces, metido por dentro de barrancos, fuera del campo visual de los guardias de fronteras franceses que patrullaban en lo alto. En algunos puntos, los dos caminos se aproximaban tanto que teníamos que guardar silencio.

Benjamin caminaba despacio y uniformemente. Por intervalos regulares ‒aproximadamente cada 10 minutos‒ se paraba y descansaba durante un minuto. Luego continuaba con el mismo ritmo estudiado. Lo había calculado y preparado durante la noche,  según me confesó: «Con este ritmo seré capaz de llegar hasta el final. Me paro en intervalos  regulares, tengo que pararme antes de caer exhausto. Así no llegues nunca al agotamiento».

¡Qué hombre tan extraño! Una mente clara como el cristal, una gran energía interior.

Walter Benjamin escribió una vez que la naturaleza de esta energía es «la paciencia, no superada por nada» (en Agesilaus Santander). Leyendo esto años más tarde, lo veía otra vez andando lentamente, sereno, a lo largo del camino, y este contraste hacía olvidar algunas de sus absurdidades.

Yo y el hijo de la señora Gurland, José ‒que tenía alrededor de 15 años‒ organizamos turnos para llevar la maleta negra que era terriblemente pesada. Pero ‒repito‒ todos mostrábamos buen humor. A veces, casualmente hablábamos sobre temas que giraban en torno a las necesidades del momento. Pero la mayor parte del tiempo permanecíamos silenciosos, vigilando el camino.

Hoy, cuando Walter Benjamin es considerado uno de los maestros y críticos de nuestro siglo, se me pregunta con frecuencia ¿qué decía sobre el manuscrito? ¿Discutía el contenido? ¿Desarrollaría un nuevo concepto filosófico?

Dios mío, yo tenía suficiente conduciendo mi pequeño grupo hacia arriba; la filosofía quedaba lejos, hasta que alcanzásemos la otra cara de la montaña. ¿Qué importaba ahora, sino salvar a unas  personas de los Nazis? Y aquí estaba yo con este komischer Kauz, ce drôle de type, este curioso excéntrico. Viejo Benjamin: en otras circunstancias no partiría con su equipaje, la maleta negra; pero teníamos que burlar al monstruo a través de las montañas.

Vuelvo a los viñedos en cuesta. No había sendero. Escalamos entre las vides cargadas con las uvas dulces, oscuras y casi  maduras de Banyuls. Yo las recuerdo con una inclinación casi vertical, pero algunas memorias, a veces, distorsionan la geometría. Aquí vaciló Benjamin por primera y última vez. Con más precisión, se esforzó, cedió y formalmente se dio cuenta de que aquella pendiente estaba por encima de sus posibilidades. José y yo lo cogimos entre los dos con sus brazos sobre nuestros hombros y le llevamos ‒a él y la maleta‒ cuesta arriba. Respiraba pesadamente, pero no se quejaba, por lo que veíamos. Sólo de reojo miraba hacia la maleta negra

Después de los viñedos, hicimos un alto en una estrecha ladera ‒el mismo escenario donde conocimos a nuestros griegos unas semanas más tarde‒. Pero esa es otra historia. El sol estaba lo  bastante alto como para calentarnos, de modo que debían haber pasado entre 4 y 5 horas desde que emprendimos la marcha. Probamos algo de la comida que yo había traído en mi musette, pero nadie comió mucho. Nuestros estómagos habían encogido durante los últimos meses ‒primero los campos de concentración, luego el caótico refugio‒ ‘la pagaille’, o el Caos Total. Una nación en marcha, moviéndose hacia el sur; a sus espaldas, pueblos vacíos y ciudades fantasmas, inanimadas, mudas, hasta que el estruendo de los tanques alemanes rompía el silencio. Pero ‒otra vez‒ esa es otra historia, una historia muy larga.

Mientras estábamos parados, pensé que este camino a través de las montañas se había vuelto más largo y difícil de lo que suponíamos por las descripciones del alcalde. Por otro lado, si uno se familiarizaba con el terreno y no tenía que transportar nada, y si  estaba en buena forma, podía recorrerlo en mucho menos tiempo. Como suele pasar con la gente de las montañas, las ideas del señor Azéma sobre la distancia y el tiempo eran elásticas. ¿Cuántas horas eran «unas horas» para él?

Durante los meses de invierno que siguieron, cuando cruzábamos la frontera por este paso dos y hasta tres veces semanalmente, pensaba con frecuencia en la autodisciplina de Benjamin. Pensaba en él cuando la Sra. R. se ponía a gimotear en medio de las montañas: «… no tiene una manzana para mí… quiero una manzana…», y cuando la señorita Mueller tenía un ataque súbito de gritos (yo lo llamaba «acrodementia»), y cuando el Dr. H. valoraba su abrigo de piel por encima de su seguridad (y la nuestra). Otra vez se trata de historias diferentes…

En aquel momento yo estaba sentada sobre los Pirineos, comiendo un trozo de pan obtenido con billetes de racionamiento falsos, y Benjamin pedía tomates: «Con su permiso, ¿puedo…?» El bueno del viejo Benjamin y su ceremoniosa cortesía de castellano.

De repente comprendí que lo que había estado contemplando amodorrada era un esqueleto, blanqueado por el sol. ¿Quizá una cabra? Sobre nosotros, en el cielo azul sureño, dos grandes pájaros negros volaban en círculo. Debían ser buitres. Me pregunto lo que esperan de nosotros… Qué raro, pensé, usualmente no suelo ser tan flemática en lo que respecta a esqueletos y buitres.

Nos levantamos y reanudamos la marcha. Ahora el camino comenzaba a ser razonablemente recto, ascendiendo muy ligeramente. Estaba lleno de baches, y para Benjamin debió ser duro. Después de todo, estaba en marcha desde las siete. Su caminar se hacía más lento y sus pausas más largas, pero siempre en intervalos regulares, observando su reloj. Parecía quedarse absorto cronometrándose a sí mismo.

Luego alcanzamos la cúspide. Yo iba delante y paré para mirar alrededor. La vista se aparecía tan de repente que por un momento me asombró, como un espejismo. Más abajo, de donde veníamos, reaparecía el Mediterráneo. Al otro lado, más allá, acantilados escarpados y, ¿otro mar? Naturalmente, la costa española. Dos mundos azules. A nuestras espaldas, al norte, el Roussillon catalán. Al fondo, lejana, La Côte Vermeille, la tierra otoñal con cientos de sombras color bermellón. Quedé boquiabierta; nunca había visto nada tan hermoso.

Supe que ahora estábamos en España y que, siguiendo el camino,  bajaríamos directos hasta llegar al pueblo. Ahora sabía que tendría que dar la vuelta. Los otros tenían los papeles y visados necesarios, pero yo no podía arriesgarme a ser cazada en suelo español. Pero no, no podía abandonar el grupo a sí mismo, no ahora. Un pequeño trecho… Anotando en un papel los detalles que me devuelve la memoria de esta primera vez que crucé la frontera por la «Route Lister», una imagen nebulosa cubre todo aquello que he pasado estos años. Tres mujeres ‒a dos de ellas las conocía vagamente‒ cruzaron nuestro camino. Confusamente, nos veo allí hablando por un rato. Habían llegado por otro camino y continuaron por separado hacia el lado español. Nuestro encuentro no me sorprendió ni me impresionó particularmente, puesto que muchas personas estaban intentando huir a través de las montañas.

Pasamos cerca de un charco. El agua estaba sucia, verdosa y apestaba. Benjamin se arrodilló para beber.

«No puede beber de ese agua ‒dije‒, está sucia y seguramente contaminada». La botella de agua que yo traía se había vaciado, pero hasta ahora no había mencionado que estuviera sediento. «Debo disculparme ‒dijo Benjamin‒, pero no tengo alternativa. Si no bebo, no seré capaz de continuar hasta el final». Inclinó la cabeza hacia el charco.

«Escúcheme ‒le dije‒. ¿Quiere esperar un momento y atenderme? Casi hemos llegado. Pero beber ese lodo es impensable.  Cogería el tifus…»

«Es verdad, puede ser. Pero comprenda que lo peor que puede ocurrir es que muera de tifus… DESPUÉS DE cruzar la frontera. La Gestapo no podrá atraparme y el manuscrito estará a salvo. Discúlpeme».

Bebió.

El sendero descendía ahora en una suave pendiente. Serían   alrededor de las dos de la tarde, cuando dejamos atrás la pared rocosa y, en el valle, contemplé el pueblo, muy próximo.

Texto publicado en el nº 41 de la revista Quimera, septiembre de 1984. Traducción de Enrique Acha.

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