Debatir entre nosotras
Fuentes: El Plural
Rebelion
18/09/2021
“No existe otro
mundo más simbólico que las palabras de los hombres y el silencio de las
mujeres” (Anna Santoro)
Quisiera
con este artículo formular una respuesta -siempre parcial, claro-a la pregunta de Andrés Montero sobre si ha llegado el tiempo del
“feminismo de la diferencia”, y, sobre todo, al brillante artículo
de María José Binetti sobre la Agenda de ONU-Mujeres en el Foro “Generación
Igualdad”, ambos publicados en este medio.
No va a ser fácil poner en cuestión nuestras
creencias, eslóganes e identificaciones como feministas, aunque, a mata
caballo, nos están obligando a hacerlo por la utilización interesada y perversa
que de ellos se está haciendo. Desde
1995 no se celebraba ningún foro internacional en el seno de ONU-Mujeres hasta
junio de 2021 a fin de acelerar la Plataforma de acción de Beijing y conseguir
“un cambio positivo e histórico de poder y perspectiva” respecto a aquella IV
Conferencia Mundial sobre la Mujer. Para empezar, en este Foro se ha eliminado
la palabra Mujer, de acuerdo con la nueva Agenda, y lo han titulado “Foro
Generación Igualdad”. Ya sólo esto, nos plantea una serie de interrogantes que
tendríamos que poner sobre la mesa y tener el valor de debatir “a calzón
quitado”. Apuntaré algunos de los puntos inquietantes que demuestran la deriva
de ONU-Mujeres, que tendrá que ser reformulada como ONU-Diversidad, o bien, ONU-Cajón
de sastre visto lo visto. No olvidemos que lo que no se nombra, no
existe.
- La palabra
“igualdad” ha sustituido, tanto al sustantivo “mujer”, como al adjetivo
“feminista” como el que no quiere la cosa, basado en que la meta de la
igualdad ha constituido el objetivo final de la Agenda feminista oficial. Por
lo tanto, mujer, feminismo e igualdad han venido a significar la misma
cosa. De ahí los ministerios de igualdad, los planes de igualdad, las
leyes sobre igualdad y todo lo relativo a mujeres. Yo nunca entendí por
qué se denominaban de ese modo, ya que la igualdad puede ser referida a
cantidad de asuntos y sujetos. Con la palabra “igualdad”, la denominación
del Foro deja de ser sospechosa.
- Lo del
“género” también ha constituido un concepto clave en toda la terminología
feminista. Debido a que dicho concepto ha venido a sustituir al “sexo” en
la teoría queer – al igual que la cultura a la naturaleza -, la teoría
feminista ha respondido airadamente cuando la identidad de mujer ha
querido ser sustituida por la identidad de género en diversos proyectos de
ley. Otro término con el que juegan, derivado también de la nomenclatura
feminista: perspectiva de género, violencia de género, igualdad de género
y otras fruslerías semejantes con el género por bandera. Nuestra
respuesta, claramente fundamentada, les ha hecho recular y han querido
entonces apropiarse del “sexo” como si éste pudiera ser elegido a la carta
en una supuesta autodeterminación subjetiva. Sin embargo, fue el
feminismo el primero que sustituyó sexo y mujer por género, sobre todo en
la Academia y en la Administración por no sé qué extraños pudores
intelectuales.
- Mucho me
malicio que la palabra “género” pretenden ahora sustituirla por “generación” como
queriendo borrar todo el bagaje feminista acumulado hasta el presente, una
teoría obsoleta que la “nueva generación” ya no admite como propia,
propiciando así un corte generacional y epistemológico con el pasado.
Si con todo lo anterior se borraba el concepto mujer, con la nueva
terminología se borra también la teoría feminista, o sea, el feminismo. Se
mantiene, sin embargo, el concepto de “igualdad”, término aplicable a
cualquier distopía dependiendo de los términos a igualar en qué y a qué.
Tal vez sea a esto a lo que se refieren con el intento de propiciar “un
cambio positivo e histórico de poder y perspectiva”.
- Otro
elemento que se viene utilizando “ad libitum” es el de Sujeto
Universal, que interpretado desde el “feminismo de la igualdad”
puede ser entendido como que ese sujeto lo han de encarnar de igual modo
varones y mujeres, pero referido en definitiva a “el Hombre” como término
omniabarcante de la especie humana. De ello se deriva que cuando
decimos “el hombre del Paleolítico ya creaba arte”, entendamos que eran
los hombres los que lo hacían y no las mujeres. De hecho, en las
representaciones de los libros de texto se nos muestran varones pintando
en las cuevas y no mujeres, al igual que cazando o protagonizando
cualquier otra función relevante. Y no digamos cuando se representa la
evolución, que parte de simios machos hasta llegar al “hombre” erecto
actual, al “homo sapiens” varón.
- Las
palabras, o sea, los conceptos, no son inocentes, aunque parezca que
sí. El “giro lingüístico” permite que las diversas realidades se
adapten a las palabras que las definen y no al revés. Se
puede reformular que el “género” es lo que nos identifica
como varones o mujeres antes que el sexo, que no existe; que la “igualdad”
se refiere a la igualdad de derechos basados en el género autodeterminado
y no en el sexo; que la persona nace con la imposición del nombre y no cuando
es alumbrada por la madre, que pasa a ser un “útero gestante”; que las
“mujeres trans” son verdaderas mujeres, mientras las “cis” somos “cuerpos
menstruantes”; que el “feminismo” abarca los diversos movimientos por la
liberación de cualquier grupo oprimido y que por tanto su “sujeto
político” corresponde a la diversidad de colectivos (incluido el
“colectivo mujeres”) que están en esa lucha; que las “diferencias” entre
los sexos son meros aprendizajes culturales o que la prostitución no es
otra cosa que digno “trabajo sexual” que empodera a las mujeres. Sólo
basta con que respecto a la definición de esas palabras exista un consenso
dado por la autoridad pertinente y que, por lo tanto, no admita
disensos. ¿Y qué mayor autoridad que la propia ONU para que dichos
conceptos sean aceptados e instituidos como verdaderos? ¿Y qué mayor
verdad que una mentira repetida cientos o miles de veces?
Realmente,
enfrentarse a la ONU y al “cambio histórico de poder y perspectiva” es una
misión titánica, pero, tal vez, el cambio histórico discurra por caminos que no
puedan ser dirigidos desde los organismos de la “gobernanza global”, sino desde
“el espíritu de los tiempos”, que sólo avanzaría en el sentido de la evolución
humana. En la naturaleza, según la ciencia, funciona así. Pero con eso no
cuentan. Con todo, lo importante sería el debate entre nosotras.
Al igual que hemos superado el concepto de género
porque nos abocaba al generismo, pero hemos mantenido el término sólo como un
elemento de análisis, tendríamos que ir más allá del concepto de igualdad como
definitorio de la Agenda feminista, profundizando en el concepto de diferencia
como pensamiento enriquecedor en los siguientes aspectos.
- Identidad
sexual femenina: Es lo que permite su diferencia con el
varón, lo que posibilita, tanto el dimorfismo sexual reproductivo, como su
alteridad radical, por más que dicha identidad no suponga un destino
biológico, sino una potencialidad plena. No se refiere a la identidad
lógica (A=A) sino a la ontológica, o sea, basada en el cuerpo. Es decir,
que entre ser mujer y ser hombre existe una diferencia insalvable, que no
puede ser superada ni trasgredida por el generismo.
- Sujeto
universal. «Lo universal es dos: es mujer, es varón»,
escribe Luce Irigaray, de modo que su diferencia inmanente comprende toda
la realidad humana. Las mujeres no somos el «todo», lo cual significa que
poseemos una identidad propia, pero tampoco somos «lo mismo», sino que,
desde la diferencia, se posibilita la reproducción, pero no la
identificación. El Sujeto universal no es “el Hombre”. Y no tendría
sentido la frase de Beauvoir: “Él es lo Absoluto, Ella es lo Otro”, por
tanto, la aspiración a la igualdad con Él es un despropósito. Existe un
camino propio.
- Responde
al concepto de «tratar de modo diferente a los diferentes», o bien, «de
cada quién según sus capacidades, a cada quién según sus necesidades».
Sería una igualdad con justicia diferencial y distributiva. En muchas
ocasiones, este término debería sustituir al de “igualdad”. Está en la
misma línea de la “ética del cuidado y la responsabilidad” de Carol
Gilligan frente a la “ética de la justicia” de Kohlberg, imparcial frente
a cualquier tipo de sujeto y sus circunstancias.
- Distribución. El feminismo de la igualdad se ha aplicado fundamentalmente a
conseguir leyes de acuerdo con las necesidades de las mujeres, pero
tendríamos que comenzar a conquistar una verdadera distribución de
riquezas y bienes de acuerdo con el 52% de la población que somos. No se
trata de pedir, sino de exigir y apropiarnos de lo nuestro. Lo demás son
brindis al sol.
- Si bien
la Igualdad supone la no discriminación de trato y
atención, cualesquiera que sean las circunstancias relativas al sujeto,
así como la inclusión proporcionada de mujeres en todos los órganos de
decisión y responsabilidad en los ámbitos políticos, sociales y
empresariales, y también la promulgación de leyes que respalden su
cumplimiento, la Diferencia trata de superar una
estructura desigual, pero no tiene como meta la igualdad, ya que es una
corriente feminista, materialista, cultural y política, que parte de la
diferencia ontológica de los sexos y que considera a las mujeres con una
identidad propia desde la que construir un sujeto emancipado y
libre, capaz de crear un modelo simbólico y de mundo más allá del
orden patriarcal. Y aquí me remito a la cita de Anna Santoro, que
encabeza este artículo.
Estos
serían algunos de los puntos a debatir entre nosotras.
Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2021/09/debatir-entre-nosotras/
Victoria Sendón de León es doctora en Filosofía y
escritora feminista.
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