jueves, 14 de enero de 2021
Entrevista a Carlos Marx sobre el Covid-19. ¡Gracias al cielo! Ya iba siendo hora de que hablara alguien con conocimiento de causa. Alabado sea El Capital (El de Marx. Sus tres Tomos)
ENTREVISTA A MARX
Entrevista a Karl Marx: ¿Qué sectores económicos se
han beneficiado con la pandemia?
"El
capitalismo sigue siendo esa serpiente venenosa que enferma a la gente. En este
sistema no hay salida"
kaosenlared
(*) Publicado el 13 Ene, 2021
A través de medios que me
pidieron expresamente no revelar, una buena amiga periodista logró en exclusiva
una entrevista con Carlos Marx. La misma tuvo lugar el último día del año
2020 en alguna ciudad europea. Fue hecha en inglés, y aquí presentamos su
versión en castellano. Creemos que no tiene desperdicio, por lo que nos
permitimos recomendarla.
Entrevistadora: Doctor Marx…
Carlos Marx: Perdón: ¡camarada Marx!
Así es mejor.
Entrevistadora: Ah, bueno: me parece bien.
Camarada Marx: estamos viviendo una pandemia fenomenal que, parece, puede
marcar un antes y un después en la historia. ¿Qué consideración podría hacer al
respecto?
Carlos Marx: Tema complejo, sumamente
complejo. Sabrá usted que yo no puedo hablar con conocimiento biológico,
médico-epidemiológico. Ese no es mi campo. Pero creo, eso sí, que desde el
materialismo histórico podemos echar una mirada sobre este fenómeno tan
complicado, tan lleno de aristas. Por supuesto que aquí hay mucha tela para
cortar. Por lo pronto, el origen del virus.
Entrevistadora: Hoy día se considera que fue una
mutación natural de un virus que ya existía.
Carlos Marx: Sí, exacto. Eso parece.
Ya quedaron atrás las hipótesis, nunca demostradas por cierto, que se trataba
de un arma bacteriológica. Se especuló mucho con eso, y se dijo que alguna de
las dos grandes potencias que hoy se disputan la hegemonía global podían ser
las que lo crearon, Estados Unidos o la República
Popular China. De todos modos, viendo ahora el curso de los
acontecimientos, queda claro que nadie se benefició directamente. O, al menos,
como Estado-nación, ninguno de estos países sacó más provecho. Quizá China sale
mejor parada. Eso da para otros análisis.
Hay sectores en el mundo que sí,
efectivamente, salieron favorecidos; pero eso es harina de otro costal. Ya
hablaremos de eso. En este momento, por el contrario, más que ganancias como
país, en tanto potencias, para ambos significó una suma de pérdidas, tanto
económicas como humanas. Todo lo cual lleva a pensar -más aún sabiendo que ya
se habla de nuevas pandemias que podrán seguir ocurriendo- en el porqué de
estas ocurrencias. Quienes saben de estas cosas dicen que los modelos de
producción industrializada de animales para el consumo humano pueden estar a la
base de la aparición de estos virus.
Entrevistadora: Exacto. Se habla de la aparición de nuevos
virus a partir del cambio climático en curso.
Carlos Marx: Permítame una
corrección, por favor. Aquí no hay ningún “cambio climático”. Ese
es un distractor y artero eufemismo para no hablar claramente de lo que hay que
hablar. Aquí no hay “cambio” del clima, como si eso fuera
simplemente una modificación natural, espontánea, de factores meteorológicos. ¡No!,
en absoluto. Aquí asistimos a una profunda catástrofe social y
política que nos muestra fehacientemente los límites del capitalismo. El
afán de lucro, esa desmedida y voraz codicia que caracteriza a este sistema, a
este modo de producción, ha llevado a esta situación catastrófica. Los
culpables de todo esto no son las personas comunes de carne y hueso que
consumen lo que las empresas les dictan. Si la gente usa y usa sin
parar artículos plásticos, baterías desechables para la interminable
parafernalia de instrumentos electrónicos que pululan por allí, si se la lleva
a un consumo irracional promovido a partir de esa viperina estrategia que es la obsolescencia
programada, la responsabilidad del desastre en juego no es una
cuestión personal, por “malos” ciudadanos que no saben cuidar su planeta, su
casa común.
La causa real estriba en un
modelo de producción y consumo totalmente insostenibles. Por eso le
decía que no existe un “cambio climático”, como si habláramos de un
paso natural del Pleistoceno al Holoceno en la llamada Era
geológica Cuaternaria, por ejemplo: hay catástrofe medioambiental, ecocidio lisa
y llanamente, producida por el afán insaciable del capital de obtener
siempre más y más ganancias. Como no existe cambio climático,
entonces, debemos pensar el asunto de la pandemia de coronavirus de otra
manera: hay un modo de producción depredador. Y es eso, como telón de fondo, lo
que puede estar produciendo estas variaciones microbiológicas, que dan como
resultado la aparición de nuevos virus, de mutaciones que pueden tornarse
incontrolables. La cuestión está en cómo se afronta esta catástrofe. Es ahí
donde cobra especial relevancia la forma política en que la pandemia ha sido
enfrentada.
Entrevistadora: Definitivamente, ahí se ven las
diferencias de un sistema a otro.
Carlos Marx: Y es así, justamente, en la
forma en que todo esto impacta en la población planetaria, donde debemos fijar
la mirada para escudriñar atentamente cómo están las cosas.
Entrevistadora: Y… ¿cómo están las cosas?
Carlos Marx: ¡Vaya pregunta! Como
decía hace un momento, todo el fenómeno presenta innumerables aristas. Por
supuesto que es un problema biomédico, de salud pública, que debe ser
enfrentado con criterios socio-epidemiológicos científicos. Hay una diferencia
básica en cómo el llamado Oriente manejó estas cosas, en
relación a lo que sucede en la otra parte del mundo, lo que llaman Occidente.
Pero más aún: existe una diferencia básica entre cómo paliaron la crisis
Estados con planteos socialistas (China o Cuba, por ejemplo, aunque
lo de China abre necesariamente una acuciante pregunta sobre si
ese modelo es socialista, o no), en relación a la gran mayoría de países
capitalistas, donde la salud es una mercancía más, que se compra y se vende en
el mercado. Pero además de ese perfil, imprescindible para entender el proceso
mórbido en juego producto de un agente etiopatogénico, necesitamos ver toda la
complejidad de lo que aquí se juega. Epidemias hay muchas. Siempre, en
distintas partes del mundo actual, asistimos a epidemias: ébola,
malaria, sarampión, zika, síndrome respiratorio agudo grave (SARS), cólera,
meningitis, fiebre amarilla, MERS (síndrome respiratorio de Oriente
Medio), gripe aviar, etc.
En la antigüedad, en Europa la peste
bubónica o peste negra; en América, con la llegada de los conquistadores
españoles, la gripe, que mató a más población que las
espadas o los arcabuces. Se podría decir que mediáticamente todas
estas afecciones actuales -definitivamente muy importantes- no tienen el peso
que está teniendo el COVID-19 porque, en general, se dan en lo
que algunos llaman capitalismos periféricos. Es decir, en países empobrecidos
por el sistema global, en la gran mayoría de casos tropicales, sin ningún poder
de decisión a escala planetaria, habitualmente proveedores de materias primas
con productos primarios muy mal pagados, donde la vida es difícil. O, cabría
decir, donde la vida de la gente es casi un milagro. Como esas enormes masas
poblacionales no les importan especialmente a los grandes centros decisorios
del capitalismo (Estados Unidos y Canadá, Europa Occidental, Japón),
esas enfermedades, o más aún: esas epidemias -muy letales en muchos casos-
suelen pasar inadvertidas para el discurso oficial.
Recordemos que todo, absolutamente todo es
siempre ideológico. Por eso, las noticias que circulan por el mundo,
la opinión pública, el sentido común, la visión que las poblaciones tienen de
las cosas y de sí mismas, son lo que los grandes tomadores de decisiones
deciden. Y esos centros son pocos: la Casa Blanca en Washington, los
financistas de Wall Street, el llamado complejo
militar-industrial estadounidense, la city londinense, algunos
grupos hegemónicos muy pequeños y bastante invisibilizados, como
el Grupo Bilderberg, o el Club de París.
Por supuesto, retomando lo que escribíamos
con Federico en 1845 en ese libro que nunca publicamos, “La
ideología alemana”, podríamos afirmar que “La ideología
dominante es siempre la ideología de la clase dominante”.
Entrevistadora: O sea que lo que la
gran masa de población repite es lo que los poderes hegemónicos quieren que se
repita.
Carlos Marx: Así es. Para graficarlo: acabo
de ver casualmente una propaganda, un pequeño video, no sé bien qué cosa era…,
algo de esto que se pone en las redes sociales, donde quien hablaba
decía: “por culpa de un chino que se comió un murciélago, nos llegó
esta catástrofe”. Esas cosas crean opinión pública; la
ideología se transmite día a día, minuto a minuto, segundo a segundo por
infinitos canales. Por eso todo esto de la pandemia actual, que
indiscutiblemente existe y tiene un cierto grado de letalidad -no más del 4%,
según dicen los expertos-, presenta más de algún interrogante.
Analicemos lo que decíamos recién,
por ejemplo: se ha hecho un ruido mediático fenomenal porque este virus ataca a
todo el mundo, ningún punto del planeta queda al margen. No es una enfermedad
de la pobreza, como pasa con las recién mencionadas, o con la diarrea, que se
da en los lugares donde hay escasez de agua potable. Por cierto, las
diarreas constituyen una de las más importantes causas de
morbi-mortalidad en las regiones empobrecidas del orbe, en lo que
antes se llamaba Tercer Mundo, lo que ahora llaman el Sur global. O ni hablar
del hambre. Muere infinitamente más gente, diez veces más al menos, por
el hambre que por el coronavirus. Terrible, ¿verdad? Pero eso
no es noticia.
El capitalismo produce alrededor de un
50% más de comida de la que necesitaría la población mundial para estar bien
nutrida, pero los límites del sistema hacen que el hambre siga
siendo el peor flagelo de la humanidad. No sé cómo, después de conocer
ese dato, puede decirse que el socialismo científico, que en su momento intentamos
sistematizar orgánicamente con Federico y con muchos más
camaradas en la acción política, ha perdido vigencia. ¡Por favor! ¡Qué
dislate! ¡Obsoleta tu abuelita!
El capitalismo sigue siendo
esa serpiente venenosa que enferma a la gente. No hay salida. Y tal
como usted lo dice, mi amiga: la gente es obligada a repetir guiones
preestablecidos, guiones que fijan empresas capitalistas. ¿Se entiende el
porqué de la frase citada de “La ideología alemana”? Con la
pandemia, al menos en este amplio sector que llamamos Occidente (Europa
y el continente americano), la población fue llevada a un estado de pánico
fabuloso. Cuando otros virus golpean en África, en Asia, los
medios masivos de comunicación, que son todas empresas capitalistas basadas en
la obtención de lucro, no dicen una palabra. Ahora que la pandemia llegó a esos
centros confortables, se pone el grito en el cielo. Sin dudas, hay ahí mucha
hipocresía. Del hambre, obviamente, ni una palabra.
Entrevistadora: Preguntas, por ejemplo,
como el origen del virus.
Carlos Marx: Sí, y no solo el origen.
Eso, podríamos decir, quedó oficialmente saldado: el ataque humano sobre la
naturaleza podría estar en su génesis. Lo llamativo es la forma en que aparece,
el momento en que surge, las circunstancias que rodean su desarrollo, y
posteriormente, el tema de sus vacunas. Como usted misma lo dijo al inicio,
camarada: podríamos estar ante un parteaguas de la historia.
Entrevistadora: Y eso ¿a dónde nos lleva?
Carlos Marx: Lamentablemente, a una post
pandemia que puede ser terriblemente nefasta para la gran masa humana
trabajadora, para los pobres del mundo, para toda la gente empobrecida, que
vive mal y que, tengo entendido, ahora representa el 85% de la población
mundial. ¿Recuerda lo que estaba pasando el segundo semestre del año 2019?
Protestas por doquier, protestas contra ese capitalismo salvaje que desde hace
varias décadas se ha enseñoreado, llamado neoliberalismo, empobreciendo más aún
a los ya históricamente pobres. Protestas espontáneas, viscerales, fantásticas,
en muchos países: en Chile, Colombia, Ecuador, Honduras,
Haití, chalecos amarillos en Francia, movilizaciones
en Italia, en Alemania, gigantescas movilizaciones en Egipto, El Líbano,
Irak. Las poblaciones, cada vez más golpeadas por esos planes de
ajuste estructural que implementan los organismos crediticios como el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, es decir: sojuzgadas hasta
la médula por el capitalismo, se tomaron las calles, expresaron su furia, su
descontento. Más aún: expresaron su hambre, su empobrecimiento. ¿Y qué
pasó unos meses después?
Aparece la monumental pandemia producida
por este desconocido bichito. ¡Qué coincidencia!, ¿verdad? Por
eso decía hace un momento que no hay que llevarse por un pensamiento esotérico, viendo
fantasmas por todos lados; pensamiento mágico-animista, en definitiva, como
el de las creencias religiosas. No hay que ser paranoicos, por
supuesto. Pero no puede menos que pensarse en cómo se va moviendo el
mundo; y lo sucedido obliga a abrirse muy críticamente estas
preguntas. Aunque no se pueda establecer una relación causal directa,
mecánica incluso, entre protestas y silenciamiento posterior, todo esto es
llamativo.
Sabemos que siempre ha sido así, y en el
mundo del siglo XX, y más aún del XXI, pequeños grupos super poderosos,
a puertas cerradas deciden los destinos de la humanidad, ahora que la sociedad
planetaria pasó a ser, tal como se dice en la actualidad, una aldea
global, sumamente interconectada, con satélites geoestacionarios que
controlan palmo a palmo cada movimiento, con tecnologías de inteligencia
artificial que se adelantan al ser humano de carne y hueso a cada instante.
Entrevistadora: ¿Quién se beneficia de
todo esto?
Carlos Marx: Voilà, mi querida amiga: ¡esa
es la cuestión! Cui bono?, cui prodest? ¿Quién sale beneficiado? No
termina de estar claro. La gran mayoría, la inmensa mayoría de la población
mundial, seguro que no. ¿Las empresas capitalistas? Bueno…, no todas. Muchas
pequeñas y medianas empresas, de distintos rubros, tanto de fabricantes como de
comerciantes en diferentes países, tampoco. De hecho se ha producido una
enorme cantidad de quiebras, cierres temporales o definitivos, una verdadera
debacle. Incluso grandes negocios como el del petróleo, están a la baja. No
están por quebrar las grandes compañías petroleras, pero todo augura que no es
el gran negocio del futuro; la utilización de nuevas fuentes
energéticas, visto que quemar recursos no renovables como el petróleo o el
carbón es altamente perjudicial para la salud del planeta, y por ende para la
de los seres humanos, ya es un hecho. En un futuro no muy lejano, las nuevas
energías llamadas limpias reemplazarán al petróleo. Por tanto, ese rubro del
capitalismo no seguirá expandiéndose.
Pero otras ramas comerciales sí
se han beneficiado de todo esto. Por lo pronto, toda la parafernalia de las
nuevas tecnologías llamadas digitales, todo aquello que tiene que ver con la
informática y las telecomunicaciones, el internet, esa
fabulosa red de redes comunicacionales que va tejiéndose sobre todo el globo,
definitivamente están haciendo su agosto. ¡Y vaya que lo están haciendo! Hoy
día, debido a esos confinamientos obligados, al trabajo realizado desde el
hogar -en los casos que es posible-, al uso cada vez más generalizado de estos
dispositivos que permiten comunicarse con todo el mundo sin moverse de la casa,
las empresas ligadas a todos estos rubros vieron aumentar sus ganancias
en forma exponencial.
Entrevistadora: Y también las industrias
farmacéuticas.
Carlos Marx: Por supuesto. Y
la gran banca. Los créditos que debieron tomar todos los gobiernos
de los Estados autónomos para afrontar la crisis económica generada
por la paralización de actividades debido a la pandemia, los contraen con los
organismos crediticios que antes mencionaba: el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, casualmente sitos en la, hoy por
hoy, potencia capitalista dominante: Estados Unidos de América. Pero
no olvidar que esos organismos son los brazos ejecutores de los grandes bancos
privados, de los monumentales megacapitales que manejan las finanzas globales.
En otros términos, hoy día la gran mayoría de seres humanos tiene una deuda con
esa banca. Indirectamente, claro, pero deuda al fin. ¿Quién paga esa deuda? La
clase trabajadora mundial. ¿Quién se beneficia? Los banqueros.
Y, tal como usted lo señalaba, se
beneficia también la gran industria farmacéutica, esos pocos
oligopolios que manejan la salud mundial. Todo lo cual hace pensar en
que sí hay gente que saca provecho de la crisis. ¿Quién la generó? Insisto:
no es posible buscar un responsable. No tenemos todos los elementos para
terminar de armar el rompecabezas. Pero todo el proceso vivido abre razonables
dudas. ¿Se sabía que todo esto iba a suceder? O, al menos, ¿hubo quien sí sabía
de todo esto? Por supuesto, la población mundial, la gran masa de gente que
vive de su trabajo, el obrero industrial, el obrero agrícola, el pequeño
campesino, el ama de casa, el asalariado en el campo de los servicios, los
subocupados -que cada vez son más y más en este capitalismo robotizado- esa
gente no podía saber nada. Simplemente sufre los efectos de la crisis.
Entrevistadora: ¿Crisis sanitaria o crisis
económica?
Carlos Marx: Ambas cosas. El
capitalismo, como sistema, está trabado. Lo que ya veíamos en la década de
los 50 o 60 del siglo XIX, cuando estábamos preparando El Capital -del
que, lamentablemente, pude publicar solo el primer tomo, dejándole el trabajo
de terminarlo al pobre Federico-, lo que ya en ese entonces era
evidente, ahora se agudizó. Las crisis son tremendamente más complejas, más
dañinas hoy, dado que la economía está totalmente globalizada. El mundo
capitalista estaba en crisis -productiva y bursátil- para fines del 2019. La crisis
sanitaria del 2020, o si queremos decirlo de otro modo: la
aparición de la pandemia en el escenario mundial, hizo pasar desapercibida la
otra crisis.
Pero no hay que olvidarlo nunca: el
sistema capitalista no ofrece salidas a la humanidad. En sí mismo, como lo
hemos dicho tantas veces, no puede solucionar los históricos problemas de la
humanidad, porque no está para eso. Es un modo de producción basado en la
propiedad privada de los medios de producción, por lo que hay una clase propietaria
de los mismos que no cederá su situación de privilegio alegremente. Por el
contrario, hará lo imposible por perpetuarse.
La lucha de clases está, y
el capitalismo no puede terminar con eso. Por ello la salida, la única salida
es, como dije una vez en un mensaje dirigido a la Liga de los
Comunistas, allá por 1850:
“No se trata de reformar la
propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar
los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no
se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer
una nueva”.
Quiero decir: la crisis
económica sistémica se articula perfectamente con esta crisis de salud. Y allí
viene lo llamativo: surge justo cuando el mundo entraba en hervor, con todas
las manifestaciones que se venían dando.
Además, la enfermedad no es tan letal como
otras, por lo que no deja de ser también llamativo -y no digo más que
eso: “llamativo”, para no caer en pseudo teorías
conspirativas-, no deja de llamar la atención el estruendo, tremendo estruendo
mediático que se hace de todo esto, asustando, mandando a la casa a la gente,
obligándola a silenciarse. ¿Dónde fueron a parar entonces las luchas
sindicales? Pareciera que eso ya salió totalmente del mapa de posibilidades
humanas. Lucha sindical de verdad, me refiero; no esa parodia que
terminaron siendo los actuales sindicatos, que parecen más bien clubes
sociales.
Entrevistadora: Camarada Marx, ¿y qué
puede decirnos de las vacunas?
Carlos Marx: Otro aspecto altamente
significativo, oscuro, manipulado hasta el hartazgo. Hay investigadores
sociales inspirados en el socialismo científico que dicen que allí hay gato
encerrado. Repito lo manifestado recién: no puede afirmarse nada en forma
categórica en este campo con los insumos de que disponemos. Yo, al menos, no
estoy en condiciones de presentar ninguna verdad definitiva. Sin embargo, usted
lo ve, van quedando dudas y más dudas. hace tiempo que ciertos grupos ya
hablaban de vacunas que servirían para controlar poblaciones enteras.
La vacunación, sin dudas, constituye un
avance espectacular de las ciencias modernas para beneficiar la calidad de vida
de la población. Las vacunas, como agentes preventivos, son
sensacionales: salvan vidas. Pero también – y esto no es
ciencia-ficción – pueden servir para inocular cualquier cosa. No
estoy diciendo que eso vaya a ocurrir con las vacunaciones masivas, a escala
planetaria, que ahora se vienen. No. Pero quedan las dudas: ¿cómo es
posible que ya se supiera, ni bien empezó la pandemia en los inicios del año
2020, que la única salida era una vacunación universal, y que para ese entonces
ya se hablara de doce a dieciocho meses para obtenerla?
Llamativo, camarada periodista, ¡altamente
llamativo! Una vacuna, hecha con todas las de la ley, necesita
entre diez y quince años para salir al mercado. Se siguen así los más estrictos
protocolos de seguridad biomédica. Ahora, aunque parezca mentira,
con unos muy pocos meses de investigación, sin seguir todos los pasos
correctos, aparecen estas supuestas panaceas, que serán comercializadas para
toda la humanidad. ¿Negocio prefabricado? Bueno…, abre dudas,
¿verdad? Nadie sabe de los efectos secundarios a mediano y largo plazo;
nadie sabe las consecuencias que podrán darse en el futuro. Sucede como
con los alimentos transgénicos: se está jugando con fuego.
(*) DE «PRENSA COMUNITARIA KM169»