La escandalosa tergiversación de la historia europea
(y española).
No fue EEUU (a
pesar de lo que diga Hollywood) sino la URSS la que jugó el papel determinante
en la derrota del nazismo en Europa
DIARIO OCUBRE/ diciembre 7, 2019
Vicenç Navarro
La derechización del Parlamento Europeo
Estamos hoy
asistiendo a una derechización del Parlamento Europeo, así como de otras instituciones
del establishment de la Unión Europea, las cuales, en su supuesta defensa de
los derechos humanos, están tergiversando la historia de este continente
(incluyendo la historia de España) a unos niveles hasta ahora desconocidos en
tales fórums. La entrada en la Unión Europea de los Estados del este de Europa,
algunos gobernados por partidos de ultraderecha, ha reforzado a las derechas en
tal parlamento (de manera semejante al efecto que ha tenido la irrupción del
partido de ultraderecha española, Vox, en las Cortes españolas), generando unos
comportamientos que han influenciado a la gran mayoría de sus partidos
conservadores y liberales y también, sorprendentemente, a algunos partidos
progresistas.
Lo ocurrido
hace unas semanas en el Parlamento Europeo es un ejemplo de ello. Dicha cámara
acaba de aprobar por amplia mayoría (535 votos a favor, 66 en contra y 52
abstenciones) una resolución que condena el comunismo, alentando a los Estados
miembros de la Unión Europea a que prohíban cualquier expresión de tal
ideología política, incluyendo sus símbolos, homologando comunismo con nazismo,
subrayando que ambos fueron igual de dañinos para los derechos humanos, cuya
defensa supuestamente han caracterizado a la Comunidad Europea, reflejada en el
Parlamento. En tal resolución, Importancia de la memoria histórica europea
para el futuro de Europa, aprobada el 19 de septiembre de este año, se
condena al estalinismo y a la ideología comunista, considerada homologable al
nazismo.
Esta
homologación es un mensaje que han promovido las derechas en España, que han
adquirido su máxima expresión con Vox, una derecha que ha intentado incluso
prohibir, vetar y sancionar cualquier manifestación y memoria de tal cultura y
símbolos políticos comunistas (hecho que se materializó, hace unos días, con el
derribo, en Rivas Vaciamadrid, del monumento a la que fue dirigente del Partido
Comunista, Dolores Ibárruri, conocida como “la Pasionaria”).
Tal resolución
anticomunista se justificó con una serie de argumentos que denotan un profundo
desconocimiento de la historia de Europa (y de España) y/o un fanatismo
vergonzante, que claramente desacreditan y ponen en duda la vocación
democrática que tal parlamento asume tener. Su condena es a la Unión Soviética,
así como a los partidos comunistas existentes en Europa (y en el mundo),
promotores de una ideología homologable al nazismo, alentando a la prohibición
de cualquier manifestación de la ideología comunista, considerada intrínsecamente
dañina para los derechos humanos.
Tanto en su
argumentación como en su conclusión, se muestra una enorme ignorancia y/o
extremismo que alcanza su máxima expresión en su afirmación de que la Unión
Soviética fue la causante de la II Guerra. Y lo que es sorprendente es que tal
documento haya sido aprobado por la gran mayoría del Parlamento Europeo,
incluyendo el bloque socialista en el que está el PSOE (por lo visto, todavía
sumergido en la doctrina de la Guerra Fría que tanto daño hizo a las clases
populares de los países europeos), y los verdes (excepto el español Ernest
Urtasun). Tal resolución sólo ha conseguido el voto en contra del bloque de
izquierdas, que incluye a Unidas Podemos de España. Es también parte de esta
ideología de la Guerra Fría que la resolución aprobada alaba y propone reforzar
y expandir a la OTAN, la alianza militar, de 11 países en el año 1949,
establecida y dirigida por el gobierno federal de EEUU, el cual hizo del
anticomunismo el eje central de su política exterior, apoyando todo tipo de
dictaduras fascistas en este continente “como barrera para parar la expansión
de la Unión Soviética.”
Esta mentalidad
continúa presente en el establishment de la Unión Europea, tal como se
desprende de las declaraciones de la nueva presidenta de la Comisión Europea,
la conservadora alemana Ursula von der Leyen, dando un fuerte apoyo a la OTAN.
La mejor prueba de la falsedad del argumento de que la OTAN defendía a Europa
frente a la amenaza de la Unión Soviética, es que la OTAN continúa existiendo a
pesar de que la Unión Soviética ha dejado de existir, y sin embargo, a partir
de aquella fecha la OTAN ha aumentado de 12 a 29 miembros, expandiéndose
incluso a Colombia (y probablemente a Brasil) en Latinoamérica.
Ursula Von der
Leyen, quien acaba de presentar la OTAN como necesaria para defender los
intereses de los derechos humanos de la UE, ignora u oculta que la OTAN
intervino en Yugoslavia en 1999 sin ninguna autorización de las Naciones
Unidas, intervino en Afganistán en 2001 (donde todavía está estancada), invadió
Libia en 2011 (creando una enorme emigración hacia Europa, con muchos muertos
en el mar Mediterráneo), bombardeó a población civil en Kosovo, y un largo
etcétera. A su vez, en Europa la OTAN fue un instrumento que fue utilizado para
reprimir y eliminar movimientos en defensa de los derechos laborales y sociales
de las clases populares, como en los casos de Grecia, Portugal, Italia y
España. En estos países, los servicios secretos de la OTAN intentaron, destruir
movimientos y sindicatos (dirigidos por el “enemigo” comunista) que estaban
luchando para mejorar el bienestar de las poblaciones. En realidad, la
dimensión social de Europa –como punto de referencia del Estado del Bienestar–
fue resultado de la presión del bloque progresista y, en muchos países, de las
alianzas de la socialdemocracia con los comunistas.
Respuesta a tantas falsedades: la Unión Soviética derrotó al nazismo en la
II Guerra Mundial
Como reconoció
incluso Winston Churchill, la Unión Soviética fue la fuerza determinante en la
derrota del nazismo en Europa. No fue EEUU (a pesar de lo que diga Hollywood)
sino la URSS la que jugó el papel determinante en la derrota del nazismo en
Europa. EEUU jugó un papel clave en la victoria aliada frente al nazismo e
imperialismo japonés en el Pacífico, pero no en Europa.
Sin la URSS, el
nazismo no habría sido derrotado. 20 millones de ciudadanos de aquel país
perecieron en la II Guerra Mundial, frente a los poco más de 400.000
estadounidenses. La tergiversación tan grosera que aparece en el argumentario
de la resolución del Parlamento Europeo de la historia de Europa explica que,
cuando tuvo lugar la reunión que conmemoraba el 80 aniversario del inicio de la
II Guerra Mundial, la mayoría de los países (ni siquiera Rusia) que habían
constituido la URSS fue invitado al acto de celebración.
La Unión Soviética ayudó a la II República Española. No así los Estados
supuestamente democráticos
Antes de la II
Guerra Mundial, la Unión Soviética fue el único Estado (además de México) que
ayudó a la II República Española. Ninguno de los Estados democráticos europeos
la ayudó cuando se produjo el golpe fascista (que ganó debido a la ayuda
recibida de la Alemania nazi y la Italia fascista, y con la inacción y pasividad
de los Estados democráticos europeos), estableciéndose así una de las
dictaduras más crueles que hayan existido en la Europa del siglo XX.
En términos
proporcionales, los asesinatos políticos del régimen fascista español (como
porcentaje de toda la población) fueron de los mayores que hayan existido en
Europa, y todavía España es el país que tiene (también en términos
porcentuales) más personas desaparecidas por causas políticas después de
Camboya. Y la fuerza política que lideró la lucha clandestina contra tal
barbarie fue el Partido Comunista Español, cuya participación y compromiso con
el desarrollo de un régimen democrático jugó un papel clave para que la
democracia pudiera establecerse en España. Y en otros países europeos
democráticos, los partidos comunistas se han distinguido (junto con la
socialdemocracia) por su lucha en defensa de los derechos de la clase
trabajadora, oponiéndose en varias ocasiones a regímenes dictatoriales
ultraderechistas que han existido en Europa después de la II Guerra Mundial,
como lo fueron los de Grecia, Portugal y España.
Poner a tales
partidos en la misma categoría que los partidos nazis y fascistas es no solo
profundamente injusto, sino también muestra de un fanatismo anticomunista
responsables de enormes crímenes y violaciones de derechos humanos ocurridos en
el territorio europeo durante el siglo XX.
Que ambos sistemas (la Alemania nazi y la Unión Soviética) fueran
dictatoriales no hace homologables sus ideologías
El argumentario
utilizado para aprobar tal resolución anticomunista se centra solo en la
dimensión represiva de la Unión Soviética, ocultando su dimensión social y
emancipadora, sistemáticamente atribuyendo la primera a la ideología comunista
y olvidando la segunda. La represión que caracterizó al estalinismo se atribuye
así a la ideología comunista, razón suficiente para prohibirla. Ahora bien,
según este razonamiento, el cristianismo debería también ser prohibido en
Europa, pues no ha habido mayor causa de violación de los derechos humanos en
la historia de Europa que la utilización de la ideología cristiana y sus
símbolos para asesinar y reprimir brutalmente a las clases populares de este
continente. El caso del nacionalcatolicismo en España (la versión española del
fascismo europeo) es un claro ejemplo de ello.
En la
homologación del comunismo con el nazismo no aparece ninguna mención sobre la
dimensión emancipadora que pueda tener la primera ideología y su puesta en
práctica. Si así se hiciera, sería difícil encontrar algo de emancipador en la
ideología nazi, en la que explícitamente se remarcaba el supremacismo de unas
razas sobre otras, con autoridad para eliminar algunas de ellas, todo ello por
parte de un Estado que se definía a sí mismo como el Estado Racial. No así en
la ideología comunista. En la Unión Soviética, la revolución bolchevique supuso
un gran progreso para su población.
Tal y como
reconoce uno de los economistas y analistas políticos más conocidos (y nada
sospechoso de tener simpatías comunistas) hoy en el mundo, Thomas Piketty, en
su último libro Capital e ideología (págs. 697 y 698):
“En
comparación con el poder zarista, el régimen soviético no tuvo gran dificultad
para mostrarse como portador de un proyecto más prometedor para el país,
igualitario y al mismo tiempo modernizador. De hecho, a pesar de la represión y
de la visión hiperestatal y ultracentralizada del régimen de propiedad y de la
organización social y económica, es evidente que las inversiones públicas
realizadas a lo largo del período 1920-1950 lograron modernizar profundamente el
país e iniciar la recuperación del retraso acumulado con los países de Europa
occidental. Fue el caso de las infraestructuras, de los medios de transporte y,
sobre todo, de la alfabetización y la inversión educativa, científica y
sanitaria en general. Las fuentes disponibles permiten comprobar que la
concentración de renta y riqueza sufrió una fuerte reducción durante las
primeras décadas de poder soviético en relación con el régimen zarista, todo
ello en un contexto de mejora relativa de las condiciones de vida en
comparación con Europa occidental, al menos hasta la década de 1950.”
Ningún régimen
fascista logró tales cambios, pues su finalidad no fue cambiar el orden
económico-social, sino defenderlo por todos los medios, incluyendo el terror.
En este sentido, hay que denunciar los actos de violación de los derechos
políticos de la ciudadanía realizados por las dictaduras, pero no se debe
olvidar el contexto en el cual tales violaciones y represiones tuvieron lugar.
La resolución ignora qué quiere decir Derechos Humanos
El Parlamento
Europeo parece desconocer la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas, aprobada en el año 1948, la cual define las diferentes dimensiones de
los derechos humanos, que incluyen desde derechos económicos (tales como el
derecho al trabajo y a una vida digna) a los derechos sociales (como el derecho
a la sanidad y a la educación), así como los derechos cívicos y políticos (el
derecho a la libertad de organización y de expresión). El presidente Roosevelt,
que fue el presidente más popular de EEUU, enfatizó la necesidad de desarrollar
los derechos humanos en todas sus dimensiones. Y es importante resaltar que fue
un momento de gran interés cuando el presidente Obama, en su visita a Cuba,
felicitó al gobierno cubano por el desarrollo de los derechos económicos y
sociales en aquel país, criticando a la vez la ausencia de los derechos civiles
y políticos, subrayando la enorme importancia que tenían tales derechos. Ahora
bien, es importante señalar que a la declaración anterior añadió que aceptaba
la crítica que podría hacerse a EEUU por las limitaciones en el desarrollo de
los primeros derechos (los económicos y sociales) en ese país. Sería
aconsejable que los que apoyaron tal resolución se leyeran el discurso del
presidente Obama.
Homologar la
represión de la URSS con la del nazismo (que carecía de elementos progresistas
emancipadores) porque ambos regímenes eran dictatoriales altamente represivos
es no solo olvidar el motivo y la razón de aquella represión, sino olvidar la
dimensión progresista que tuvo la URSS. Como bien señala Enzo Traverso en su
artículo El totalitarismo. Usos y Abusos de un concepto, la revolución
bolchevique significaba el cambio profundo de unas estructuras –el zarismo- que
era necesario que desaparecieran para desarrollar un potencial emancipador. La
violencia utilizada, extrema en el caso del estalinismo, debe ser denunciada,
pero incluso siendo denunciable, no puede homologarse a la violencia del
nazismo, pues este (así como el fascismo) utilizó el terrorismo para defender
unas estructuras económicas profundamente opresivas. De nuevo, el caso de
España fue un claro ejemplo de ello.
En este
sentido, hay que subrayar que las diferencias entre los nuevos fascismos
(definidos erróneamente como populismos de ultraderecha) se basan más en las
políticas económicas promovidas por tales partidos –el estatismo del partido de
Le Pen en Francia, diferente al neoliberalismo extremo de Vox en España – que
no en su función e ideología, que es la de defender a ultranza los grupos
económicos y financieros existentes en cada país, ocultándolo con un
nacionalismo extremo, excluyente, clasista, racista y machista, caudillista,
autoritario y antidemocrático.
La necesaria
denuncia y crítica al estalinismo no puede ser motivo de tergiversación de lo
que el comunismo consiguió (a pesar de sus errores) en el siglo XX
En cuanto a la
Unión Soviética, debe denunciarse la dimensión represiva que tuvo el comunismo
soviético. El punto flaco del sistema soviético fue que el Partido Comunista se
transformó en Estado, creándose las bases para que apareciera una nueva clase
gobernante que, en ausencia de sistemas de control democrático, se transformó
en un régimen que, aunque continuaba con la retórica socialista, ocultó una
nueva sociedad de clases, siendo la Unión Soviética un ejemplo de ello a partir
de los años 60. Esto lo documenté en mi libro Medicine and Social Security
in the USSR, causa de que fuera declarado persona non grata en aquel
país y que mis libros fueran confiscados en la frontera cuando alguien los
traía a la URSS gobernada por el Sr. Breznev. Y ese ha sido el punto débil de
la URSS. Pero el hecho de que ello ocurriera –confundiendo comunismo con
estalinismo– no puede ser utilizado para homologar comunismo con nazismo. El
hecho de que tanto el nazismo como el estalinismo fuesen dictaduras –algo que
deben denunciarse– no permite homologarlas, pues las ideologías que las
sostenían eran opuestas.
Decir que la
dictadura en Cuba es homologable a la dictadura de Pinochet, y con ello
concluir que el comunismo es homologable al fascismo, es ignorar la enorme
diferencia en la calidad de vida de las clases populares –la mayoría de la
población– en Cuba (con universalidad de derechos laborales y sociales) y en el
Chile de Pinochet, una dictadura fascista de orientación neoliberal
(orientación esta última dominante en el Parlamento Europeo) donde la calidad
de vida empeoró enormemente, algo frente a lo que hoy la población chilena ha
salido a la calle (a pesar de llevar ya casi 30 años de democracia). Cualquier
analista que compare las ideologías verá que, al menos en teoría, una de ellas
propone solidaridad y extensión de derechos. El nazismo, en cambio, con su
énfasis en el imperio, el nacionalismo excluyente, el clasismo, el racismo y el
machismo, propone lo opuesto.
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