lunes, 17 de junio de 2024
Termina la cumbre sobre Ucrania, que no sirvió para nada
Termina la cumbre sobre Ucrania, que no sirvió para nada
DIARIOOCTUBRE / junio 17, 2024
China y muchos países del Sur Global se negaron a
participar en la cumbre al considerar que no tiene sentido discutir la
posibilidad de poner fin al conflicto sin Rusia.
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La llamada ‘cumbre de paz de Ucrania‘, que se celebraba los días 15
y 16 de junio en Suiza, parece no haber dado los resultados deseados para Kiev,
puesto que varios de sus participantes ya han expresado sus dudas acerca de la
eficacia del evento sin la presencia de Rusia.
Moscú no
fue invitada a la cumbre por exigencias del líder del régimen ucraniano,
Vladímir Zelenski, quien dijo que ningún
representante de Rusia debía estar presente en la reunión porque podrían obtener
el apoyo de otros países y secuestrar la agenda de Kiev.
Se invitó a la
cumbre a más de 160 participantes, pero casi la
mitad declinó la invitación, al considerar que no tiene sentido discutir la
posibilidad de poner fin al conflicto si Rusia no está presente en las
negociaciones.
La lista final
de asistentes incluía a representantes de 92 países y ocho organismos
internacionales.
Comunicado sin
exigencia clave
Cabe recordar
que Zelenski quería impulsar su llamada ‘fórmula de paz’, incluida la exigencia
de que Rusia retire todas sus tropas y restablezca la plena “integridad
territorial” de Ucrania.
En el comunicado final,
los participantes se comprometieron a abstenerse del uso de la fuerza contra
“la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado”.
Los firmantes destacaron la necesidad de garantizar la seguridad de las
instalaciones nucleares, de la seguridad alimentaria mundial, el intercambio de
todos los prisioneros de guerra y se expresaron en contra del uso de armas
nucleares y ataques a buques mercantes.
Pero el
documento no incluye la exigencia clave de Kiev sobre la salida de las
tropas rusas de territorio ucraniano. Precisa, al mismo tiempo, que todas
las partes deben participar en el diálogo.
No todos los
participantes aceptaron firmar el comunicado. El documento recibió el apoyo
de tan solo 80 países de los 92 presentes. Algunos países clave del Sur
Global que asistieron a la cumbre, en concreto Arabia Saudita,
Tailandia, la India, México, Sudáfrica, Brasil y los EAU, así como Armenia y
Eslovaquia, se negaron a firmar la declaración.
Además, algunos
representantes decidieron abandonar la
cumbre antes de su finalización, como el canciller alemán, Olaf Scholz,
y la vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris.
Por su parte,
el presidente de Colombia, Gustavo Petro, anunció que decidió
suspender su visita al evento. Señalando que la conferencia es “básicamente
un alinderamiento al lado de la guerra” y Bogotá “no está de acuerdo con eso”,
Petro declaró: “He decidido suspender mi visita y la invitación a la
conferencia en Suiza porque América Latina no quiere más guerra, lo que quiere
es la construcción de la paz lo más pronto posible”.
Sin Rusia no
habrá resultados
Diversos países
manifestaron que, sin Rusia, ni la cumbre ni ninguna otra negociación sobre el
conflicto ucraniano dará fruto alguno.
En este
contexto, el ministro de Relaciones Exteriores de Eslovaquia,
Juraj Blanar, manifestó que es poco probable que la cumbre pueda llevar a una
solución esencial sin la intervención de los principales actores en la arena
mundial, incluida Rusia. “No espero que la conferencia llegue a una conclusión
definitiva porque no asistirá la Federación de Rusia, pero tampoco otros
actores mundiales, como China”, afirmó Blanar en una publicación en sus redes
sociales, destacando que el Gobierno eslovaco “considera fundamental negociar y
buscar soluciones diplomáticas para resolver diplomáticamente el conflicto en
Ucrania”.
Sus palabras
fueron apoyadas por su homólogo de Turquía, Hakan Fidan,
quien señaló durante
su intervención que esta reunión “podría haber estado más orientada a los
resultados si la otra parte en el conflicto, Rusia, estuviera presente en la
sala”.
El canciller turco recordó que Moscú también presentó recientemente su propuesta a la solución del conflicto. “Tenemos el plan de paz de Ucrania frente a nosotros, y Rusia recientemente ha compartido algunos términos. Independientemente del contenido y las condiciones presentadas, estos son pasos importantes y un atisbo de esperanza para empezar”, dijo.
Imagen ilustrativa. Vladímir Zelenski | Laurent Cipriani / AP
El ministro de
Asuntos Exteriores de Arabia Saudita, Faisal bin Farhan al Saud,
fue claro al asegurar ante los participantes en el evento
que, aunque su país “apoya todos los esfuerzos para poner fin” a
las hostilidades entre Moscú y Kiev, considera que “es
esencial enfatizar que cualquier proceso creíble necesitará la participación de
Rusia“.
A su vez, la
presidenta de Suiza, Viola Amherd, pese a representar al país que
acoge el evento reconoció que “un
proceso de paz sin Rusia es inconcebible“. La mandataria reveló que, debido
a ello, la conferencia también abordará “cómo y bajo qué condiciones se puede
incluir a Rusia en este proceso”.
También
el presidente de Kenia, William Ruto, lamentó la ausencia de
Rusia en la cumbre, afirmando que esta “no debería ser solo una reunión de
amigos“. “Debería ser una reunión de amigos y enemigos para tener
éxito en esta trayectoria positiva”, destacó.
Ruto
también se posicionó en
contra de la decisión de los países occidentales de utilizar los activos rusos
congelados en beneficio de Ucrania. “La apropiación unilateral de activos
rusos es ilegal, inaceptable y [representa] una derogación de la Carta de las
Naciones Unidas, especialmente para aquellos de nosotros que creemos en la
libertad, la justicia, la democracia y el Estado de derecho”, dijo el
mandatario.
La respuesta de
Rusia
Por su parte,
el portavoz oficial de Kremlin, Dmitri Peskov, afirmó que Moscú no tiene
“nada que decirles” a los participantes de la actual ‘cumbre de paz de
Ucrania’. “No tenemos nada que decirles, queremos reunirnos la próxima
vez en un evento más sustancial y prometedor“, se limitó a expresar el vocero al ser
preguntado sobre la cumbre este sábado por los periodistas.
·
El presidente ruso, Vladímir Putin, anunció este
viernes las condiciones para iniciar las negociaciones de paz con
Ucrania. Declaró que las Fuerzas Armadas ucranianas deben retirarse
completamente del territorio de la República Popular de Donetsk, de la
República Popular de Lugansk, así como de las provincias rusas de Jersón y
Zaporozhie. “Tan pronto como Kiev declare que está preparado para tal decisión
y comience la retirada real de las tropas de estas regiones, así como notifique
oficialmente el abandono de los planes de adhesión a la OTAN, de nuestra parte,
inmediatamente, literalmente en ese mismo minuto, llegará la orden de
cesar el fuego y comenzar las negociaciones“, dijo Putin.
·
Por su parte, Zelenski tachó la
propuesta de “ultimátum”, rechazándola completamente.
·
Desde Moscú han afirmado en
repetidas ocasiones que
existe la disposición de Rusia a resolver el conflicto a
través de las negociaciones. Sin embargo, Zelenski se autoprohibió negociar
con Moscú por ley.
FUENTE: actualidad.rt.com
Un imperio moribundo dirigido por gente mala (Dos, eran dos, los hijos de Eleno)
Los jóvenes
estadounidenses son cada vez más cínicos respecto a la política, las
instituciones y los líderes políticos. Las fuentes de ese cinismo no son ningún
misterio. El problema es que huir de los brazos de Biden implica refugiarse en
los de Trump.
Un imperio moribundo dirigido por gente mala
Autor: Luke Savage
EL VEJO TOPO
17 junio, 2024
Para cierto
sector de la clase experta estadounidense, la falta de popularidad de Joe Biden
sigue siendo un misterio. ¿Es la economía? ¿La inflación? ¿Gaza? Los
catastróficos índices de aprobación de Biden hacen que la pregunta sea difícil
de ignorar, pero pocos parecen capaces de encontrar una respuesta. Como observó acertadamente Ross Douthat en
marzo, «no existe un consenso de la clase parlanchina ni una taquigrafía común
que explique por qué su presidencia es un fracaso político».
No tengo una
visión especial de las causas de la impopularidad de Biden como tal. Siendo
socialista, pensé (y defendí a gritos) que sería un mal
presidente y que las predicciones de una administración «del tamaño de la de
FDR» eran más un caso de wishful thinking liberal que una
posibilidad seria. Baste decir que probablemente no fue una buena idea que un
hombre nacido más cerca de la presidencia de Abraham Lincoln que de la suya
propia se presentara a la reelección cuando el 70% de los votantes no querían
que lo hiciera. Sea cual sea la versión oficial sobre el estado de la economía estadounidense o las
maravillas de Bidenomics, sigue habiendo mucho dolor financiero y dificultades generales
en todo el país, aunque el ritmo de la inflación se haya ralentizado.
Sin embargo,
cuando se trata del segmento del electorado en el que Biden es menos popular,
la tendencia del debate hacia la mistificación es mucho más desconcertante.
Después de haber ganado el voto de los menores de
treinta años por un cómodo margen de veintitrés puntos en 2020, Biden está
ahora por detrás de Donald Trump con esa
cohorte en varios estados disputados y está esencialmente empatado con él a nivel nacional. En
esta temporada electoral, los análisis sobre la caída del apoyo de los jóvenes
a Biden han tendido a hacer hincapié en factores inmediatos como la economía y
el coste de la vida, y el terreno de discusión ha sido a menudo si estos o el
apoyo del presidente a la destrucción de Gaza por parte de Israel son la razón
por la que un grupo demográfico tan demócrata parece estar abandonando el barco.
Son cuestiones
que merece la pena analizar. En Vox, por ejemplo, Christian
Paz observa que Biden ya estaba perdiendo
a los estadounidenses más jóvenes antes del 7 de octubre y cita datos que
sugieren que las cuestiones económicas básicas son más prioritarias para los
votantes jóvenes que preocupaciones más directamente progresistas como la
guerra o el cambio climático. Eric Levitz plantea la hipótesis de que un entorno
caracterizado por la disminución de la confianza en el gobierno es probable que
coseche mayores beneficios electorales para la derecha, porque el mantra
liberal de que «América nunca dejó de ser grande» milita en contra de las
preferencias de quienes han perdido la fe en el sistema (mientras que el
mensaje trumpiano es más probable que les atraiga).
Más
sorprendente que el hecho de que el presidente en funciones esté perdiendo
apoyo entre los menores de treinta años es que alguien se sorprenda por ello.
De hecho, hay buenas razones para pensar que entre los jóvenes hay un tipo de
alienación más profunda que cualquier cosa que pueda reducirse a candidatos
concretos o a unas elecciones concretas.
En este
sentido, una encuesta reciente realizada por la
empresa Blueprint, de alineación demócrata, sugiere que hay algo más profundo y
existencial en juego que lo bien que un típico veinteañero de California o
Michigan considere que Biden ha gestionado la crisis del coste de la vida o las
protestas que han surgido en los campus de las universidades estadounidenses.
En una encuesta en línea, el estudio descubrió que aproximadamente la mitad de
los que tienen entre dieciocho y treinta años no se ven a sí mismos o a gente
como ellos representados en las elecciones y estaban de acuerdo con las
afirmaciones «el sistema político de Estados Unidos no funciona para la gente
como yo» y «no importa quién gane las elecciones, nada cambia».
Un asombroso
64%, por su parte, cree que Estados Unidos está en declive, mientras que un
porcentaje ligeramente superior está de acuerdo en que «casi todos los
políticos son corruptos y ganan dinero con su poder político», con sólo un 7%
en desacuerdo. Al evaluar estos resultados, el principal encuestador de
Blueprint, Evan Roth Smith, fue notablemente directo en cuanto a su
significado e implicaciones: «Estas afirmaciones me dejan estupefacto, la
magnitud de estas cifras entre los votantes jóvenes. . . Los votantes jóvenes
no ven a los buenos en nuestra política. Ven un imperio moribundo dirigido por
gente mala».
Hay muchas
maneras de interpretar todo esto, y no tiene por qué haber una única
explicación de por qué Biden se hunde actualmente entre los votantes menores de
treinta años. No obstante, el estudio de Blueprint sugiere la necesidad de
mistificación en lo que se refiere al sentimiento más amplio de cinismo que
muchos comparten ahora con respecto a la clase política. Es absurdo pensar que
la edad conlleva un sistema de valores inherente o que, en virtud de la edad,
se puede asignar a las personas una determinada medida de sabiduría o
ignorancia política. Contrariamente a la creencia popular, los jóvenes no siempre se inclinan más hacia la
izquierda, y los votantes de más edad no siempre han sido el bastión fiable del
conservadurismo que son hoy. Sin embargo, al haber vivido los mismos
acontecimientos, las personas pertenecientes a determinadas generaciones suelen
compartir una visión común de la política, aunque sus contornos sean borrosos y
sus implicaciones muy diversas.
Visto en estos
términos, es absurdo pensar que el profundo malestar y la permanente falta de
optimismo apreciables entre los jóvenes de hoy representen algún tipo de
enigma. Mientras que los que crecieron antes de la década de 1980 podrían
recordar la prosperidad ampliamente compartida de la posguerra y la sensación
de posibilidad democrática que la acompañaba, los nacidos cerca del cambio de
siglo han crecido en sus ruinas. A merced de una economía cada vez más
financiarizada que no ofrece a la mayoría ni libertad ni seguridad, han visto
cómo se estancaban los salarios y se desmantelaban los programas sociales, todo
ello mientras unos pocos privilegiados acumulaban niveles de riqueza nunca
vistos desde antes de la era democrática.
Han visto a
presidentes, tanto demócratas como republicanos, presidir guerras destructivas
e impopulares y a los supuestos guardianes de la objetividad regurgitar las
mentiras utilizadas para justificarlas. Han visto cómo se erosionaban las
libertades civiles y cómo el empleo estable se transformaba en un lujo que
pocos pueden esperar experimentar. Han llegado a conocer a la clase política
como algo patológicamente resistente al cambio, y a las instituciones políticas
como algo distante, ajeno y desproporcionadamente ocupado por personas décadas
mayores cuyos saldos bancarios tienden a parecerse al PIB de una república
menor de los Balcanes.
Aunque una
narrativa de izquierdas podría hablar de estos sentimientos en el sentido más
amplio, no hay ninguna razón en particular por la que no puedan canalizarse
hacia fines reaccionarios con la misma facilidad. Tanto en 2016 como en 2020,
hubo una figura creíble que articuló las preocupaciones de los jóvenes y las
defendió en forma de un programa popular. En ausencia de uno, en medio de otro
ciclo electoral en el que no hay ninguna opción política dominante que ofrezca
una alternativa real a las crueldades estériles y el desaliento ambiental del
presente, ¿es de extrañar que tantas personas nacidas desde la década de 1990 sientan
hoy cinismo en lugar de esperanza?
Fuente: https://jacobin.com/2024/06/
Artículo seleccionado por Carlos Valmaseda para la página Miscelánea de
Salvador López Arnal