El 20 de
juniode1933 fallecía en Moscú una de las grandes revolucionarias –olvidadas hoy
por las nuevas generaciones. Hoy recogemos aquí su plante ante los reproches
que la esposa de Kautsky había dirigido a Rosa Luxemburg tras su asesinato.
En defensa de Rosa Luxemburg
El Viejo Topo
20 junio, 2023
Todos los que
conocieron la gran y generosa alma de Rosa Luxemburg protestarán enérgicamente
contra la página de recuerdos publicada por la ciudadana Luise Kautsky (número
36 del Freiheit, 20 de enero de 1919), sobre la mujer asesinada,
titulada “En memoria de Rosa Luxemburg”. Encuentro repugnante plantear una
discusión sobre una mujer muerta, al borde de una tumba que aún está abierta.
Sin embargo, la verdad y la amistad me obligan a protestar contra ciertas
declaraciones de Luise Kautsky. Los numerosos enemigos de Rosa Luxemburg han
caricaturizado su personalidad de forma tan vívida, y siento que es mi deber no
sólo con los muertos, sino también con los vivos, evitar que esta caricatura se
haga aún más fea y grosera por los rasgos añadidos por ciertos “amigos”. Luise
Kautsky dice la verdad cuando dice, basándose en el espíritu militante de Rosa
Luxemburg, que “no perdonó a sus más viejos y mejores amigos”. Pero como amiga
inteligente de la difunta, la ciudadana Luise Kautsky debería haber notado
otras cosas también: debería haber dicho con cuánta paciencia, infatigable y
llena de miramientos, luchó Rosa Luxemburg por el espíritu, por el alma, de sus
más viejos amigos antes de luchar contra ellos. Cuán grande fue su dolor cuando
se vio obligada a dirigir las armas contra uno de sus antiguos aliados, cuán
amarga fue su decepción cuando la persistencia del antiguo amigo en la lucha,
cuando su uso de ciertas armas, le mostró que no estaba a la altura del nivel
moral y humano en el que ella lo había situado. Sí, ciertamente, Rosa Luxemburg
no había perdonado ni siquiera a su más viejo amigo, cuando, con toda
honestidad de juicio, creyó ver en él a un adversario que perjudicaba a la
lucha de clases proletaria. Para ella, la causa siempre estuvo por encima del
hombre. Cuando creyó que era su deber luchar contra su más antiguo amigo,
utilizó todas las armas a su disposición: las grandes piezas de su ciencia
profunda y su maduro pensamiento filosófico, los golpes seguros de la brillante
dialéctica, el elegante papel de la ironía, el ingenio y la burla. Sin embargo,
nunca usó armas indignas. Fundamentalmente, Rosa Luxemburg era de naturaleza
noble, incapaz de pagar a sus detractores con la misma moneda y recurrir a
medios viles incluso cuando éstos abusaban de ellos contra ella. Por lo tanto,
Luise Kautsky no tiene razón cuando define la actitud militante de Rosa
Luxemburg en los siguientes términos: “Lamentablemente, ella actuó en tales
casos como Lenin, a quien admiraba, y quien un día, convocado ante el tribunal
del partido por calumniar a un camarada, dijo: ‘contra un oponente político,
especialmente si pertenece a nuestro campo (socialista), hay que luchar con
armas envenenadas incluso cuando se trata de levantar las peores sospechas
contra él’.” Dudo mucho, por cierto, que estas palabras puedan servir para
caracterizar al gran líder bolchevique. Sé, por la historia del movimiento
ruso, y también por experiencia personal, que el camarada Lenin es un oponente
tenaz y formidable. Pero nunca he visto la calumnia como una de sus armas. Por
lo tanto, antes de reconocer la fuerza de tal argumento, uno debe darse cuenta
bajo qué circunstancias y en relación con qué se habrían pronunciado las
palabras citadas. En mi opinión, Luise Kautsky debería haberse abstenido en su
página de recuerdos de dejar para el final el campo puramente personal y pasar
al campo político para indicar un cambio inexplicable en las ideas y la actitud
de Rosa Luxemburg. Aprecio plenamente y con simpatía todo lo que Luise Kautsky
aspira a hacer por el socialismo en su entorno y de acuerdo con su naturaleza.
No le reprocho de ninguna manera que tenga ideas propias sobre los
acontecimientos en el campo del socialismo internacional. Pero no es menos
cierto que en la lucha por el socialismo se limita a compartir los sentimientos
de los demás sin participar ella misma en el movimiento de manera activa y
personal. Por esta razón, a pesar de sus esfuerzos por ser imparcial, no sabe
cómo emitir un juicio justo e independiente de las personas y las cosas. Las
observa desde la perspectiva de su entorno, como una mujer que entiende la
lucha del marido y la sigue con simpatía, pero sin encontrarse en la refriega.
Rosa Luxemburg, por el contrario, siempre estaba donde las balas silbaban más, y
observaba las cosas desde la cima de la torre que ella misma había construido.
No es de extrañar, pues, que una de ellas se tomara todo el trabajo de llegar a
una concepción histórica bien meditada de la revolución rusa, mientras que la
otra, segura de sí misma y con la sentencia ya preparada, se erigiese en juez
de la “herejía bolchevique sobre la que una clara inteligencia quedó
extrañamente cegada… hasta el punto que Rosa quiso repetir en Alemania los
experimentos abortados de los rusos”. Me gusta dejar intacto este juicio
abrumador sobre la revolución rusa, con la certeza de que “los experimentos
abortados de los rusos” continuarán su trabajo creativo en la historia, cuando
ni a las propias ratas ya no les importe lo que los socialistas pedantes hayan escrito
sobre ellas. La actitud de Rosa Luxemburg hacia la revolución rusa en noviembre
y la república de los sóviets fue firme y clara. No debe ser juzgada por las
palabras pronunciadas en tal o cual ocasión sobre personas o acontecimientos,
por las palabras que escapan a la influencia de las cosas y del momento para
personas impresionables con sensibilidades finamente diferenciadas. Rosa
Luxemburg apreciaba el bolchevismo, para usar el nombre abreviado de este
“espantapájaros de los burgueses” en su totalidad; reconocía su gran valor
histórico, y criticaba los detalles de la acción bolchevique cuando le parecían
que merecían la crítica. Su sentido político y su tacto personal, sin embargo,
le dictaron una conducta contraria a la de Luise Kautsky, conducta que obedeció
a su necesidad de coherencia en la acción política. Rosa Luxemburg no recordaba
viejas rencillas y juicios del pasado[1] en
el mismo momento en que los soplones y secuaces de Ebert y Noske le pisaban los
talones a Radek. En el limitado marco de esta nota no deseo entrar en detalles
con Louise Kautsky sobre los “métodos bolcheviques” que Rosa “aprobó y, por
desgracia, incluso estaba empezando a poner en práctica”. Baste decir que estos
métodos difícilmente se corresponden con el cuadro dibujado en la pared por el
líder del ala derecha del Partido Socialista Independiente[2] en
aras de una política vacilante y tímida; un cuadro que no difiere
sustancialmente del espantapájaros no muy diferente de “bolcheviques” y
“espartaquistas” esgrimido por los socialistas del gobierno. Pero dejemos los
“métodos bolcheviques” en paz. Usar estas palabras comunes para explicar el
sofocamiento de la revuelta de enero en Berlín es demostrar falta de juicio.
Tanto como decir que la Comuna de París cayó por haber anticipado la herejía y
los métodos bolcheviques. Rosa Luxemburg no tomó prestadas sus tácticas
militantes de la revolución rusa. Más bien las extrajo de su profundo y
luminoso estudio del movimiento internacional. En interés de la causa alemana,
basó su táctica en la situación de Alemania, pero no en la situación en un
período de desarrollo lento, sino en el momento tormentoso y la revolución que
hemos estado experimentando desde el advenimiento y desarrollo del
imperialismo. Mi amiga Luise Kautsky no debería enojarse conmigo si digo lo que
pienso. Fue la amiga agradecida de Rosa Luxemburg quien comenzó la página de
recuerdos y la esposa de Karl Kautsky quien la terminó. Rosa Luxemburg habría
sido la última en culparla. Consciente de su propia libertad de espíritu, Rosa
Luxemburg perdonaba cualquier dependencia del alma en los demás. Pero no será
Luise Kautsky quien, con un aire de condescendencia de juez, pronuncie la
última palabra sobre la “ceguera” y los “métodos bolcheviques” de Rosa
Luxemburg. La última palabra la pronunciará la historia. Y todos nosotros, que
estamos orgullosos de haber sido compañeros de armas de Rosa Luxemburg,
esperamos en silencio el juicio de la historia.
Notas
[1] Clara Zetkin alude al “asunto Radek”, ver Broué en Révolution
en Allemagne, capítulo III.
[2] Es decir, Karl Kautsky, marido de Louise Kautsky.
Fuente: Marxist Internet Archive.