lunes, 21 de diciembre de 2020
Las pensiones no es cosa del mangurrineo de las palabras ni de la fotogenia televisiva, desgarbada o trajeada, es cosa de dineros, y dinero de los trabajadores, no de ningún banco, cuevas de ladrones, denominadas fondos de inversión, que es lo que los pastantes del pasto, Pacto de Toledo, están maquinando: que el dinero de los trabajadores pase a sus manos para asegurarles la rentabilidad de un capital invertido que ni siquiera es de la propiedad particular de los monicacos y monicacas que dirigen bancos, bancas, empresas de seguros, concordantes y otros chuminantes. ¿Algún trabajador con su voto ha autorizado a que le roben el dinero de sus pensiones los representantes representativos de la representatividad representada? Tenemos que buscar los trabajadores nuevas formas de organización política al margen y en contraposición a los intereses del capital que en general defienden hoy la mayoría de las, les, lis, los y lus del personal de la sopiboba de la política oficial, y no para quitarle nada a los ricos (que lo que sea de los ricos con su pan se lo coman), sino para que los ricos no nos roben a los trabajadores. De momento no tenemos más que la calle, pero hay que buscar esas nuevas formas de organización social, y hay que buscar algún procedimiento para que los acuerdos que tomen los políticos sin que nosotros lo sepamos nada (caso de la modificación del artículo 135 de la Constitución, por ejemplo de ejemplos) y vayan contra nuestros intereses, sean ellos, los que lo respeten y no los trabajadores, que somos los que resultamos robados.
Se avecina un nuevo golpe al sistema público de pensiones
Una política
que golpea con especial intensidad a las mujeres trabajadoras, con vidas
laborales más cortas
Diario Octubre Publicado
el 21 Dic, 2020
El Congreso de los Diputados
ha aprobado el informe de evaluación y reforma del Pacto de Toledo el pasado 19
de noviembre. A partir de ahora se inician las negociaciones con patronal y
sindicatos para tratar de alcanzar un acuerdo que culmine en una nueva reforma
del sistema público de pensiones.
A pesar del rechazo a los
votos particulares presentados por algunos grupos parlamentarios, una mayoría
de 262 diputados ha dado su respaldo a las nuevas propuestas realizadas por la
Comisión del Pacto de Toledo. Tanto los partidarios de una gestión liberal del
capitalismo (PP y Cs) como los integrantes del gobierno socialdemócrata (PSOE y
Unidas Podemos) siguen una línea que se mantiene invariable:
Ampliación del periodo de
cómputo y retraso de la edad legal de jubilación
El aumento progresivo de la
edad legal de jubilación de los 65 a los 67 años, aprobada por el Gobierno de
Zapatero en 2011, tuvo su correlato en un progresivo incremento del periodo de
cotizaciones tomado en cuenta para el cálculo de las pensiones que en el año
2022 alcanzará los 25 años; a pesar de que son plenamente conscientes de que
aumentar el periodo de cálculo implica una reducción general de las pensiones
medias.
Se trata de una política que
golpea con especial intensidad a las mujeres trabajadoras, con vidas laborales
más cortas, especialmente afectadas por el trabajo a tiempo parcial y la
temporalidad y empleadas mayoritariamente en sectores con una menor
remuneración.
Devaluación de las pensiones
públicas y pensionistas pobres
En los propios votos
particulares al informe aprobado se calcula que incrementar 5 años el periodo
de cálculo supondría una reducción de las pensiones medias de un 6%, lo que
junto a la ampliación de la edad legal de jubilación a los 67 años, que es el objetivo
situado para el año 2027 para quienes no hayan cotizado un mínimo de 38 años y
6 meses, supondría una reducción aproximada de la pensión de jubilación de un
10% y alcanzaría un 26% en caso de computar el conjunto de la vida laboral.
Esta tendencia, compartida por
tirios y troyanos, en ningún caso es compensada por la posibilidad de elegir
por parte del trabajador los 15-25 años más favorables para el cálculo de la
pensión, en un país azotado por niveles de desempleo medio del 17% desde 1980 y
en el que la temporalidad, la contratación a tiempo parcial y los bajos
salarios son la norma. Tampoco compensa tal tendencia el hecho de que se
acuerde incrementar las pensiones conforme al IPC, en un país en el que el 77%
de los pensionistas no llegan a mileuristas y en el que, en muchos casos, son
varias generaciones las que dependen de una sola pensión para subsistir.
Un sistema complementario
basado en los fondos y planes privados de pensiones
La constante política de
recortes en el ámbito de las pensiones, golpeadas una vez tras otra, supone que
la pensión media en España alcance tan solo un 70% de la pensión media en la
UE-15, con un gasto 9% del PIB frente el 12% de la UE-15.
La sostenibilidad del sistema
es el viejo argumento esgrimido en defensa de estas políticas. Pero,
contradictoriamente, el informe aprobado sigue defendiendo los incentivos a la
contratación, esto es, las bonificaciones y reducciones de las cotizaciones a
cargo de las empresas.
Como consecuencias de estas
políticas, en nuestro país el 40% de los jubilados son pobres. Pero en vez de
atajar de raíz esta situación, se han puesto de acuerdo para profundizar en
ella. De ahí que ante la devaluación de las pensiones públicas se opta por un
sistema complementario basado en los fondos y planes de pensiones privados, lo
que supone un colosal beneficio para el capital financiero.
No es demografía, es lucha de
clases
El argumento de la
insostenibilidad de las pensiones, basado en el aumento de la esperanza de
vida, esconde un claro interés clasista. Vivimos más y también tenemos la
capacidad de producir más. El problema es que el producto social creado por el
trabajo de nuestra clase obrera no se dirige a la satisfacción de las
necesidades sociales, sino a incrementar las inmensas riquezas de un puñado de
multimillonarios.
Se puede y se debe construir
un sistema distinto. Durante el siglo XX la construcción socialista en la Unión
Soviética demostró esa posibilidad implantando la edad legal de jubilación de
las trabajadoras con 20 años de vida laboral en los 55 años y la de los
trabajadores en los 60 años tras 25 trabajados.
No queremos engrosar los
beneficios parasitarios de unos pocos cargando a cuestas una mochila austriaca
en la que, tras toda una vida encadenados a la esclavitud asalariada, sólo quede
hambre y miseria. Queremos y podemos producir para satisfacer las necesidades
populares y no el beneficio capitalista de unos pocos. Queremos y podemos
reducir la jornada laboral y acortar la edad de jubilación. Queremos y podemos
garantizar unas condiciones de vida plenas a quienes han entregado toda su vida
al trabajo. Pero, para eso, debemos rechazar la propuesta unificada del poder
capitalista y luchar contra ella y contra ellos. Es la lucha de clases.
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Pero que me entere yo. ¿Esto de la cultura se escribe con b grande (b) o con b chica (v)?
El lamentable olvido de la obra de Pérez Galdós en la
televisión pública
El Viejo Topo
20.12.2020
Uno de nuestros
mayores escritores después de Cervantes, Benito Pérez Galdós, no mereció por
parte del Gobierno de la nación -de los más llamados a conmemorar el centenario
de su muerte- la atención que en cualquier otro país se le hubiera dispensado a
un autor de esa talla literaria y con una actividad tan prolífica. Ahí queda la
imagen de la multitudinaria asistencia (30.000 personas) con la que se le
despidió el día de su entierro en Madrid, el 5 de enero de 1920, meses después
que se inaugurara la estatua que lo representa en el parque del Retiro.
No creo que
valga justificar esa falta de atención del Gobierno en la singular y grave
situación a la que nos ha llevado la crisis sanitaria que vive el país desde
hace ocho meses. Muchos tenemos en la memoria series en la televisión pública,
basadas en obras del escritor canario, que podrían haber llevado a esa casa a
producir y programar otras nuevas en el transcurso de este año y que deberían
haber sido proyectadas, producidas y rodadas previamente, teniendo en cuenta la
inmediatez del centenario de su fallecimiento.
En lugar de
eso, el Instituto Cervantes medio improvisó una especie de gala en el Teatro
Real hace dos semanas, en colaboración con la Presidencia del Gobierno, bajo el
epígrafe un tanto retórico Galdós, un patriotismo cívico, cuya
transmisión a través de La Dos no pasó de ser una tediosa sesión de
lecturas de algunos de sus textos políticos en las voces de Ana Belén, José
Coronado, Carlos Hipólito y José Manuel Seda. Como condimento se le añadieron
unos cuantos fragmentos musicales al piano por parte de varios pianistas y la
intervención de otros tantos cantantes. Muy poco para la significación que
debería tener la obra del escritor en una televisión pública como merecido
homenaje a su memoria.
No debemos
olvidar en este punto que don Benito pudo haber sido -con más merecimiento que
cualquier otro de nuestros autores galardonados- Premio Nobel de Literatura a
propuesta de medio millar de intelectuales españoles en 1912. Si no fue así se
debió a que su candidatura fue boicoteada por otro buen número de
personalidades conservadoras, dado que don Benito -ocho años antes de su
muerte- era entonces un activo diputado de Unión Republicana y presidente de la
Conjunción Republicano-Socialista. Desde la derecha más reaccionaria del país
se cursaron numerosas cartas a la Academia Sueca, solicitando que no se le
concediera el premio y proponiendo a su vez la candidatura de Marcelino
Menéndez Pelayo. Lo mismo hizo la Alemania nazi con Miguel de Unamuno en 1935,
según demuestra Manuel Menchón en su magnífico documental Palabras para el fin
del mundo.
Esto mismo
ocurrió en años sucesivos, cuando otra vez tuvo la oportunidad el escritor
canario de ser Nobel de Literatura, según su biógrafo Pedro Ortiz-Armengol, y
tanto en 1913 como en 1915 la tendencia ideológica y anticlerical de don Benito
pesó en su contra para que pudiera merecer una distinción otorgada por una
institución conservadora. La academia sueca no fue indiferente al enojo de los
sectores sociales más reaccionarios de nuestro país después del estreno teatral
de Electra en 1901, en la que su autor criticaba acerbamente a la institución
de la iglesia católica. Fue tanta la repercusión de la puesta de escena de esa
obra en el teatro Español de Madrid que Galdós adquirió renombre internacional.
Ni para los muy
galdosianos, entre los que me cuento, fue el espectáculo de La Dos -más
radiofónico que televisivo por su formato y desarrollo- mínimamente atrayente,
ni creo que haya contribuido por su falta de interés escénico y contenido a
estimular entre los pocos que lo vieran o soportaran el acercamiento a la
ingente e ilustrativa obra de Galdós, tan imprescindible por sus Episodios
nacionales para tratar de entender la desconocida historia contemporánea
de nuestro país, tan necesaria para reconocer e interpretar la de nuestros
días.
Puede que aún
hubiera sido más lamentable que el Gobierno actual -uno de los más llamados a
recordar al autor de La fontana de oro, si se tiene en cuenta la poca simpatía
con las que el escritor contaba entre los partidos conservadores- dejara
pasar este año sin un solo programa o adaptación de alguna de sus obras en TVE,
pero la emisión de un evento de tan poca consistencia e interés para el
respetable casi al término de 2020, denota una vez más -además de una acelerada
improvisación de última hora- que nuestra televisión pública estatal está
gestionada por un equipo de incompetentes e incultos, con Rosa María Mateo como
administradora única a la cabeza de la corporación.
Ella y quienes
forman parte del equipo directivo de esa casa, son responsables de una de
las peores programaciones que se han proyectado y emitido en las últimas
décadas, en la que no faltan series auténticamente bochornosas que nos hacen
añorar y hasta creer como propias de otra televisión pública las que se
produjeron hace mucho años, entre las que cabe citar la basada en la novela del
escritor canario Fortunata y Jacinta, con una jovencísima Ana Belén
-precisamente- como actriz protagonista.
Prefiero pensar, después de tamaño olvido de la obra galdosiana en TVE, que entre los directivos de nuestra televisión pública estatal no hay descendientes de aquellos mismos sectores retrógrados que con ánimo cainita privaron a don Benito de modo reiterado de la mayor distinción literaria del planeta, que sí se le otorgó en 1904 a un dramaturgo tan inane como José Echegaray.
Publicado
originalmente en El Salto
diario.
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