lunes, 16 de noviembre de 2020

Covid-19. ¿Se nos habrán vuelto tontitos los gobiernos que pasan por ser nuestros representantes que todavía no han aprendido que contra el hambre de los que no tienen alimentos lo que necesitan son alimentos para comer y no promesas; que contra los efectos y erradicación del covid-19 son necesarios medios sanitarios (que además existen) y no cháchara política uniformada; que contra una pandemia global es necesaria una acción sanitaria global, salvo excepciones, el covid-19 y no tomarlo como una oportunidad (la única, dada la inviabilidad material histórica del capitalismo desde 2008 a esta parte) de hacer negocios para los grandes capitales, y las peleítas postureras, ofensivas al sentido común, que vemos entre los diferentes grupos políticos responden a los intereses estratégicos de los grandes grupos de capital que cada uno de ellos representan y defienden como sus buenos capataces a cambio de una lenteja en un plato?

 

La pandemia y la ausencia de cooperación internacional

 


Por Isaac Enríquez Pérez 

Rebelión

16/11/2020

Fuentes: Rebelión

El pasado 24 de octubre la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cumplió su 75 aniversario, y lo hizo en medio de la vorágine de la crisis pandémica y del cambio de ciclo histórico (https://bit.ly/2Nqyc6X) acelerado con esta crisis sistémica y ecosocietal (https://bit.ly/3lBM9hE) que apunta a cambiar las formas de organización social.

En tanto red de sistemas complejos (https://bit.ly/2IUdYDQ), la pandemia desnudó una de las contradicciones contemporáneas del sistema mundial: la ausencia de cooperación internacional y la atomización de la acción de los Estados para hacer frente a un hecho social total (https://bit.ly/34O4vpW) que, en principio, es epidemiológico y que conforme se profundiza muestra múltiples ramificaciones que, con mucho, desbordan a las instituciones nacionales. Dichos Estados se estancaron en una inoperancia y postración (https://bit.ly/2BZBegv), así como en una crisis de legitimidad (https://bit.ly/3dOo9oJ) de amplias magnitudes que no solo socava la credibilidad de sus instituiones, sino también sus funciones estratégicas.

La cooperación internacional supone valores como la solidaridad, la unidad, la reciprocidad, la asociación, entre otros, que no son observados en un mundo fragmentado y carente de cohesión; movido por intereses creados y prejuicios ideológicos. Lejos de observar y concebir a la pandemia como sistemas complejos entreverados e intrincados, los Estados se muestran titubeantes y atónitos en sus funciones y acciones. Las élites políticas no solo focalizan las intervenciones estatales, sino que son incapaces de imaginar y concebir los alcances sistémicos de la crisis sanitaria, en tanto acelerador de otros procesos históricos de mayor alcance.

Particularmente, la ONU –en el contexto de la pandemia– no opera como un foro capaz de trazar mínimas estrategias rectoras que brinden luz a los Estados miembros en sus esfuerzos por atemperar la crisis epidemiológica global. Esta red de organismos internacionales funge más como una serie de centros de investigación que ofrecen diagnósticos coyunturales sobre las implicaciones de la enfermedad Covid-19. No es tarea menor y estéril la del diagnóstico sistemático y razonado, pero la ONU está obligada a ir más allá al trazar directrices consensuadas de política pública de acuerdo al carácter específico que adopta la pandemia en las múltiples regiones y países. Es necesario que se erija en un foro articulador de negociaciones, esfuerzos y acciones concretas.

La construcción mediática del coronavirus (https://bit.ly/2VOOQSu) perfiló un consenso pandémico sostenido en supuestos infundados sobre un agente patógeno inédito y sobre las implicaciones de una enfermedad aún desconocida. Los mismos Estados fueron y son parte de la industria mediática de la mentira al instaurar en el imaginario social noticias falsas (fake news). Los organismos internacionales –entre ellos la Organización Mundial de la Salud (OMS)–, no solo fueron incapaces de frenar esta desinfodemia (https://bit.ly/3exTeN6) –cuyos funcionarios mal denominan como infodemia–, sino que encubren los alcances y contradicciones de ese fenómeno en la era de la post-verdad.

La ausencia de cooperación internacional y la inoperancia de la red de organismos internacionales se relaciona también con las luchas geopolíticas y geoeconómicas por la hegemonía del sistema mundial. Las relaciones políticas y económicas internacionales de la era post-pandemia estarán signadas por una especie de triunvirato o hegemonía compartida entre China, Estados Unidos y Rusia. Vista la pandemia –de manera errónea– por las élites plutocráticas y políticas como una guerra, la salida de esa vorágine discursiva y estratégica supondrá la reconfiguración de las relaciones de poder y la misma reestructuración del capitalismo. De ahí la importancia crucial de la elección presidencial del próximo 3 de noviembre en los Estados Unidos. En esa elección se definirá el tipo de hegemonía que desea implantar esa potencia en las próximas décadas, así como el tipo de relación que tendrá con otras potencias y con los organismos internacionales. 

Las luchas en torno a la hegemonía mundial atraviesan también por erosionar la noción misma de cooperación internacional. El gobierno de los Estados Unidos, por su lado, reconociendo los intereses privados que despliegan su poder en ciertos organismos internacionales reduce o retira el financiamiento público a estas entidades. En tanto que China ofrece, en medio del huracán de la pandemia, ayuda oficial de manera individual o bilateral con la finalidad de impulsar una geoestrategia que le permita posicionar sus inversiones y aprovechar el acceso a los recursos naturales, mercados e infraestructuras de múltiples naciones. El rumbo de la ONU y de la red de organismos internacionales que le es consustancial, estará en función de las decisiones que tome China para desplegar su hegemonía y no es claro del todo si su poder se desplegará para controlar estas agencias.

La ausencia de cooperación internacional es parte consustancial del colapso civilizatorio (https://bit.ly/3oUtPCV) que le da forma a la pandemia. Sin un ejercicio de la acción colectiva global, se debilitan o erosionan los mecanismos de regulación del capitalismo, la gestión de los bienes públicos globales, y la resolución de múltiples problemas públicos. La pandemia precisa de esa acción colectiva y no de la atomización de los Estados. Solo los foros internacionales lograrán revertir el carácter faccioso del tratamiento de la crisis sanitaria y la gestión de un tema delicado como el de la vacuna. El proceso que le circunda a ésta adoptó costuras geopolíticas y se engarzó con las luchas por la hegemonía, y ello deja en la indefensión a los Estados subdesarrollados y débiles que no cuentan con los presupuestos públicos para dotar a sus poblaciones del antiviral, ni con la capacidad de negociación ante el big pharma. Estas naciones no solo no cuentan con el potencial para emprender la investigación básica que nutre a una eventual vacuna, sino que no cuentan con la suficiente y sólida institucionalidad para hacer valer el derecho a la salud entre sus poblaciones.

La lucha por el control de la vacuna cruza por tres facciones del complejo del big pharma: la alianza anglófona entre Estados Unidos y Reino Unido; Rusia y su vacuna Sputnik V, y los esfuerzos Chinos (a través de Sinopharm, CanSino y Sinovac). En ello no priva la cooperación internacional, sino la fragmentación de esfuerzos sujetos a la premura por inventar el antiviral que domestique al SARS-CoV-2. El hecho incontrovertible es que un solo complejo farmacéutico no logrará proveer más de 7 500 millones de dosis; por lo que la asociaicon es fundamental. Fuera de foco queda la vocación preventiva de la vacuna, tras predominar una visión paliativa e inmunizadora de la misma.

Ni que decir de la ausencia de la cooperación internacional y de los organismos internacionales en ámbitos como la crisis de hiperdesempleo profundizada con las decisiones que le dieron forma al confinamiento global y con la cultura del descarte. La atención a los múltiples náufragos o víctimas de la pandemia (https://bit.ly/3h34gv7) es otro gran tema pendiente en el tratamiento de las relaciones internacionales. Las Naciones Unidas, desde su óptica, logran verbalizar en cierta medida y de manera parcial estos problemas públicos mundiales, pero no son capaces de coordinar las acciones ni de moderar a los poderes fácticos que con sus decisiones y las estructuras de poder y riqueza que conforman drenan millones de excluidos a escala planetaria.

Las relaciones internacionales, aunque tienen su dinámica propia, están en función de la correlación de fuerzas en las escalas nacionales. Si ésta no es influida por el interés popular, continuará dislocada de la vida nacional en cuanto al perfil de sus decisiones, intervenciones y acciones intergubernamentales. Si las comunidades y poblaciones de los países miembros del Sistema de las Naciones Unidas y demás organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no inciden en su curso y decisiones, estas tecnocracias transnacionales continuarán dando la espalda a las necesidades y problemáticas de la humanidad. Solo así logrará revertirse el consenso pandémico entronizado, entre otras entidades, por la ONU y la OMS. Una ciudadanía informada de manera fiable y dotada de una cultura política sólida a escala mundial es fundamental para ello.

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El Covid-19 como instrumento criminal al servicio de los grandes capitales para asegurar su subsistencia y acrecentamiento, y los gobiernos como capataces necesarios al servicio de ese crimen. Y, por si no me he explicado bien o me he dejado alguna coma por el camino: “El Covid-19 como instrumento criminal al servicio de los grandes capitales para asegurar su subsistencia y acrecentamiento, y los gobiernos como capataces necesarios al servicio de ese crimen.”

 

La obscena bursatilización de las vacunas anglosajonas

Alfredo Jalife-Rahme

El Viejo Topo

11.11.2020


©Ilustración: Alice Mollon

Patricia Lee Wynne, de Sputnik, comenta que sin conocerse la eficacia (sic) de las vacunas anglosajonas, las farmacéuticas “han recibido enormes sumas de dinero estatal (sic) y han visto dispararse el precio de las acciones, con obtención de fabulosas ganancias (https://bit.ly/2G8TLcc)”. Ya antes Sputnik fustigó que las farmacéuticas firmaron contratos millonarios para que las primeras dosis sean casi exclusivamente de EU, Gran Bretaña (GB) y Europa, cuando las “previsiones más optimistas indican que 61 por ciento (sic) de la población mundial podría no acceder a una vacuna antes de 2022 (https://bit.ly/2EIupkM)”. ¿Existe una guerra de vacunas anglosajona vs. Rusia y China (https://bit.ly/3gEqTFX)?

Lower Drug Prices Now (LDPN) fulmina contra las Ganancias de la p del Big Pharma con subsidios gubernamentales “para aumentar el precio de sus acciones y obtener ganancias sin (sic) la vacuna (https://bit.ly/3jl2zdG)”. LDPN exhibe que este año, hasta finales de agosto, el valor de mercado de las ocho empresas biotecnológicas anglosajonas que cotizan en el índice bursatil S&P 500 superaron 600 mil millones de dólares con un crecimiento anual de 13 mil millones de dólares.

El índice Nasdaq Biotech creció 20 por ciento en lo que va del año cuando dos de las empresas biotecnológicas del Big Pharma nunca (sic) fabricaron una vacuna y la de Moderna nunca había producido un medicamento. ¡No, bueno! Según Patricia Lee, el gobierno de EU ha entregado 19 mil 800 millones de dólares por contratación directa sin competencia ni concursos ni condiciones y desnuda la burbuja bursátil de las vacunas, en su mayoría financiadas con dinero público o por universidades (en su mayoría públicas) que llevan a cabo el grueso de la investigación.

Aunque las vacunas fracasen, como el caso flagrante de la británica AstraZeneca, las trasnacionales del Big Pharma no asumirán ninguna pérdida. Según Oxfam, con sede en Oxford, Moderna recibió de Trump casi mil 500 millones de dólares y venderá su vacuna (subsidiada) a los estadunidenses a un máximo de 15 dólares la dosis, mientras para el resto del mundo valdrá 35: ¡2.3 veces más (https://bit.ly/3jfBto9)! Pfizer, que inoculará dos dosis, coloca el precio de cada una en 19.50 dólares: un total de 39.

La lógica globalista tanto bursátil como del mercado prima en la repartición de las vacunas: GB tendrá cinco dosis para cada uno de sus habitantes, mientras Bangladesh obtendría una dosis por cada nueve habitantes. ¡Qué bonito! ¿Por qué las entidades británicas están tan preocupadas por la salud global?

La “balcanización regional de las vacunas por EU y GB (https://bit.ly/30gTCKG)” se agudiza y el globalista Financial Times (23/9/20) expone la cantidad invertida en las vacunas candidatas contra el Covid-19 tanto por los gobiernos (sic) como por los organismos internacionales para financiar y procurar las vacunas, basado en datos de Airfinity, empresa de software con sede en Londres, que coloca en una gráfica el ranking de las inversiones de seis entidades: 1) Barda, parte de la operación “Velocidad de la Luz (Warp Speed)” de Trump: 9 mil 500 millones de dólares del gobierno y 2 mil 500 millones externos; 2) Alianza de la Unión Europea: 2 mil 500 millones de dólares de los gobiernos y 2 mil 200 millones externos; 3) gobierno de GB: 2 mil 200 millones de dólares del gobierno y 2 mil 100 millones externos; 4) Bill & Melinda Gates Foundation: 2 mil 100 millones de dólares propios; 5) CEPI (Coalition for Epidemic Preparedness): 895 millones de dólares, y 6) el gobierno de Brasil: 500 millones de dólares externos y 100 millones gubernamentales. Llama la atención el desmedido cuan bizarro interés por las vacunas de la fundación del polémico Gates. Es altamente perturbador que CEPI, con sede en Oslo (Noruega, país miembro de la OTAN) haya sido también fundada por Gates, cuya fundación también creó la alianza GAVI (https://bit.ly/2EOYak8). Destaca la Santa Alianza del Foro Económico Mundial de Davos/OTAN con la tríada GAVI/Covax/Cepi. ¿De cuándo acá los globalistas, que despedazaron al planeta, se preocupan por la salud humana con su gran negocio de las vacunas?

Artículo publicado originalmente en La Jornada.

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Historia de la Revolución Rusa

 

Rosa Luxemburgo. Obras Escogidas, 11 de 17

Izquierda Revolucionaria

www.marxismo.org

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Rosa Luxemburgo

6. El problema de la dictadura

Lenin dice que el Estado burgués es un instrumento de opresión de la clase trabajadora, el Estado socialista de opresión a la burguesía. En cierta medida, dice, es solamente el Estado capitalista puesto cabeza abajo. Esta concepción simplista deja de lado el punto esencial: el gobierno de la clase burguesa no necesita del entrenamiento y la educación política de toda la masa del pueblo, por lo menos no más allá de determinados límites estrechos. Pero para la dictadura proletaria ése es el elemento vital, el aire sin el cual no puede existir.


“Gracias a la lucha abierta y directa por el poder —escribe Trotsky— las masas trabajadoras acumulan en un tiempo brevísimo una gran experiencia política, y en su desarrollo político trepan rápidamente un peldaño tras otro.”


Aquí Trotsky se refuta a sí mismo y a sus amigos. ¡Justamente porque es así, bloquearon la fuente de la experiencia política y de este desarrollo ascendente al suprimir la vida pública! O de otro modo tendremos que convencernos de que la experiencia y el desarrollo eran necesarios hasta la toma del poder por los bolcheviques, y después, alcanzada la cima, se volvieron superfluos. (El discurso de Lenin: ¡ ¡ ¡Rusia ya está ganada para el socialismo! ! !)

¡En realidad, lo que es cierto es lo opuesto! Las tareas gigantescas que los bolcheviques asumieron con coraje y determinación exigen el más intenso entrenamiento político y acumulación de experiencias de las masas.


La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial.


Los mismos bolcheviques no se atreverán a negar, con la mano en el corazón, que ellos tienen que tantear paso a paso el terreno, probar, experimentar, tentar ora un camino, ora otro, y que muchas de sus medidas no son precisamente inapreciables perlas de sabiduría. Así deberá ocurrir y así ocurrirá con todos nosotros cuando lleguemos hasta el punto al que han llegado ellos, aunque en todos lados no se presenten las mismas circunstancias difíciles.


Bajo la teoría de la dictadura de Lenin-Trotsky subyace el presupuesto tácito de que la transformación socialista hay una fórmula prefabricada, guardada ya completa en el bolsillo del partido revolucionario, que sólo requiere ser enérgicamente aplicada en la práctica. Por desgracia —o tal vez por suerte— ésta no es la situación. Lejos de ser una suma de recetas prefabricadas que sólo exigen ser aplicadas, la realización práctica del socialismo como sistema económico, social y jurídico yace totalmente oculta en las nieblas del futuro. En nuestro programa no tenemos más que unos cuantos mojones que señalan la dirección general en la que tenemos que buscar las medidas necesarias, y las señales son principalmente de carácter negativo. Así sabemos más o menos que eliminar en el momento de la partida para dejar libre el camino a una economía socialista. Pero cuando se trata del carácter de las miles de medidas concretas, prácticas, grandes y pequeñas, necesarias para introducir los principios socialistas en la economía, las leyes y todas las relaciones sociales, no hay programa ni manual de ningún partido socialista que brinde la


clave. Esto no es una carencia, sino precisamente lo que hace al socialismo científico superior a todas sus variedades utópicas.


El sistema social socialista sólo deberá ser, y sólo puede ser, un producto histórico, surgido de sus propias experiencias, en el curso de su concreción, como resultado del desarrollo de la historia viva, la que (al igual que la naturaleza orgánica, de la que, en última instancia, forma parte) tiene el saludable hábito de producir siempre junto con la necesidad social real los medios de satisfacerla, junto con el objetivo simultáneamente la solución. Sin embargo, si tal es el caso, es evidente que no se puede decretar el socialismo, por su misma naturaleza, ni introducirlo por un úcase. Exige como requisito una cantidad de medidas de fuerza (contra la propiedad, etcétera). Lo negativo, la destrucción, puede decretarse; lo constructivo, lo positivo no. Territorio nuevo. Miles de problemas. Sólo la experiencia puede corregir y abrir nuevos caminos. Sólo la vida sin obstáculos, efervescente, lleva a miles de formas nuevas e improvisaciones, saca a luz la fuerza creadora, corrige por su cuenta todos los intentos equivocados. La vida pública de los países con libertad limitada está tan golpeada por la pobreza, es tan miserable, tan rígida, tan estéril, precisamente porque, al excluirse la democracia, se cierran las fuentes vivas de toda riqueza y progreso espirituales. (Una prueba: el año 1905 y los meses de febrero a octubre de 1917.) Allí era de carácter político; lo mismo se aplica a la vida económica y social. Toda la masa del pueblo debe participar. De otra manera, el socialismo será decretado desde unos cuantos escritorios oficiales por una docena de intelectuales.


El control público es absolutamente necesario. De otra manera el intercambio de experiencias no sale del círculo cerrado de los burócratas del nuevo régimen. La corrupción se torna inevitable (palabras de Lenin, boletín N° 29). La vida socialista exige una completa transformación espiritual de las masas degradadas por siglos de dominio de la clase burguesa. Los instintos sociales en lugar de los egoístas, la iniciativa de las masas en lugar de la inercia, el idealismo que supera todo sufrimiento, etcétera. Nadie lo sabe mejor, lo describe de manera más penetrante, lo repite más firmemente que Lenin. Pero está completamente equivocado en los medios que utiliza. Los decretos, la fuerza dictatorial del supervisor de fábrica, los castigos draconianos, el dominio por el terror, todas estas cosas son sólo paliativos. El único camino al renacimiento pasa por la escuela de la misma vida pública, por la democracia y opinión pública más ilimitadas y amplias. Es el terror lo que desmoraliza.

Cuando se elimina todo esto, ¿qué queda realmente? En lugar de los organismos representativos surgidos de elecciones populares generales, Lenin y Trotsky implantaron los


soviets como única representación verdadera de las masas trabajadoras. Pero con la represión de la vida política en el conjunto del país, la vida de los soviets también se deteriorará cada vez más. Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que sólo queda la burocracia como elemento activo. Gradualmente se adormece la vida pública, dirigen y gobiernan unas pocas docenas de dirigentes partidarios de energía inagotable y experiencia ilimitada. Entre ellos, en realidad dirigen sólo una docena de cabezas pensantes, y de vez en cuando se invita a una élite de la clase obrera a reuniones donde deben aplaudir los discursos de los dirigentes, y aprobar por unanimidad las mociones propuestas -en el fondo, entonces, una camarilla- una dictadura, por cierto, no la dictadura del proletariado sino la de un grupo de políticos, es decir una dictadura en el sentido burgués, en el sentido del gobierno de los jacobinos (¡la postergación del Congreso de los Soviets de periodos de tres meses a periodos de seis meses!) Sí, podemos ir aun más lejos; esas condiciones deben causar inevitablemente una brutalización de la vida pública: intentos de asesinato, caza de rehenes, etcétera. (Discurso de Lenin sobre la disciplina y la corrupción.)


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