Estados Unidos trata desesperadamente de mantener su posición
de hegemón mundial, y ello le lleva a implicarse en muchos frentes
simultáneamente, mientras su deuda aumenta. ¿Tendrá fuerzas para ello? ¿O se
acelerará su decadencia?
¿Cuántas guerras puede soportar EEUU?
El Viejo Topo
11.noviembre, 2023
Blinken, Biden
y ahora la durante mucho tiempo desaparecida Kamala Harris, mienten y mienten
mucho. No es ninguna novedad puesto que forma parte del manual del buen
político. La vicepresidenta estadounidense afirmó en una entrevista a la CBS
que EEUU no enviaría tropas a Gaza; sin embargo las fuerzas especiales, los
“Delta Force” hace tiempo que pisan el terreno y los drones merodean por los
cielos.
El presidente
Biden ha atado su destino al de Israel en esta guerra. El genocidio que estamos
viendo en la pantalla puede erosionar (las encuestas así lo indican) sus
posibilidades de reelección. En 2020, según los sondeos, el 69% de los
musulmanes votaron a favor de Biden contra un 17% que lo hicieron a favor de
Trump. La pérdida del voto musulmán en Michigan, Virginia, Georgia o Arizona
(cuatro estados que ganó en 2020) podría costarle caro a Joe Biden.
La ofensiva
lanzada por el ejército israelí carece, en este momento, de objetivos concretos
más allá de la matanza indiscriminada y la ocupación y reparto del territorio
gazatí entre los colonos. Tanto es así que el Ministro de Asuntos de Jerusalén
y Patrimonio de Israel, Amichal Eliyahu, sugería la posibilidad de usar armas
nucleares contra la Franja de Gaza. La declaración, que fue matizada
inmediatamente, demuestra que la situación militar no es tan triunfante como se
quiere hacer creer. De hecho el conocido periodista israelí Ephraim Mordechai
fue arrestado por informar que vio los cuerpos de soldados israelíes apilados
por docenas dentro de un hospital en Tel Aviv. El gobierno de Netanyahu no quería
entregar los cadáveres a las familias: se vería el gran número de bajas que
sufre el ejército israelí.
De momento
Benjamín Netanhayu no ha ido tan lejos como su ministro; barajó, eso sí,
expulsar de Gaza a 2,3 millones de personas y enviarlas al desierto egipcio. La
propuesta no encontró eco en El Cairo. Al-Sisi, presidente del país árabe, sabe
que eso haría estallar las costuras, de por sí frágiles, de su propio país.
EEUU ha ofrecido como compensación el perdón de una parte de la deuda externa,
que supera los 130.000 millones de dólares. Pero: ¿Qué hacer con los
supervivientes si Egipto se niega a aceptarlos?
En esta
tesitura se abre paso otra propuesta. Parte de un presupuesto muy frágil: la
derrota total de Hamás. Washington y Tel Aviv estarían discutiendo la
utilización de una fuerza multinacional para “gobernar Gaza”. Todo ello si se
cumple la premisa previa antes enunciada.
Antony Blinken,
responsable de llevar a buen término este proyecto, pretende que sea un
representante de la Autoridad Palestina (AP), previamente seleccionado y
“amigo”, quien, tras conseguir la “revitalización” de la AP, se hiciera con el
control de Gaza.
Mientras la
situación no se estabilizara, las tropas estadounidenses y de
otras naciones controlarían el territorio. Pero el director del FBI
Christopher Wray anuncia graves riesgos para las tropas desplazadas en la zona
si se llega a poner en marcha esta idea.
Es un plan que
nace cojo de los dos pies. Primero porque los bombardeos no se circunscriben
sólo a Gaza, controlada por Hamás, sino que incluyen a Cisjordania, bajo
dominio de la OLP. En segundo lugar, el despliegue de tropas de EEUU sería
visto como tropas de ocupación. El tercero, en realidad el quid de la cuestión:
¿cómo financiará EEUU tres grandes guerras al mismo tiempo?
El recurso
utilizado durante años, imprimir billetes de colores, tiene consecuencias
desastrosas para la deuda externa. Hay que renovar los bonos del tesoro que
vencen a corto. En este momento, el pago de interés de la deuda supera el 20%
del presupuesto federal. EEUU recauda unos 4,9 billones de dólares en impuestos
y de mantenerse los tipos de interés al nivel actual tendrá que devolver la
friolera de 1,5 billones. Es una cifra que supera con creces el presupuesto de
defensa y que sólo se puede sostener si los países compran más deuda. La idea
de pagar los bonos con nuevas emisiones, choca con la posición china. Es una
auténtica comedia del absurdo; mientras los navíos de guerra provocan a la
armada china, Washington pide al gobierno de ese país que siga comprando deuda
externa. Norteamérica pretende, como siempre ha hecho, que el mundo entero
pague sus deudas y de esta forma financiar los conflictos que tiene abiertos
(Ucrania, Gaza, Taiwán) a los que se añade la posibilidad de intervenir en
México con la excusa de la epidemia de Fentanilo.
La política
china es deshacerse de los dólares y euros. Occidente teme una próxima crisis
de la deuda y esperan que su rival asiático colabore en su alivio. Por otra
parte, las continuas derrotas militares (desde Afganistán al actual conflicto
en Ucrania) se han convertido en una enorme losa para la economía
norteamericana. Nuevamente, la sombra de Edward Gibbon y su “Historia de la
decadencia y caída del Imperio romano” se hacen presentes. Los recursos
financieros de EEUU se agotan tanto como sus recursos militares.
Washington ha
decidido que no tiene más opción que desvestir a un
santo (Ucrania) para vestir a otro (Israel). Nuevamente la expansión
cuantitativa (imprimir dinero) se utiliza como solución milagrosa. La Reserva
Federal pretendía, como efecto de la subida de tipos, reducir también la
emisión monetaria en circulación. Las guerras donde participa EEUU obligan al
país a volver a la casilla de salida. El incremento inflacionario volverá a
recaer a espaldas de las clases populares estadounidenses y también las
europeas. EEUU exportará su inflación a la UE.
A la
pregunta: ¿Cuántas guerras puede soportar EEUU? podemos
plantear ya algunas respuestas. Con un presidente senil que ha dejado hace
mucho de ejercer de árbitro entre las diversas facciones que chocan en el
ejecutivo, un déficit disparado, nuevos repuntes inflacionarios, una economía
basada en la financiarización que no ha conseguido reindustrializar el país
como pretendían (al menos es lo que decían) Trump y el actual presidente, hasta
los analistas más “pro-establishment” prevén el estancamiento económico en los
próximos trimestres. Los datos de crecimiento en el empleo no son sino una
burbuja de jabón; se reduce el paro estadísticamente aunque es a costa de una
reducción de salarios que convierte a gran parte de los trabajadores
asalariados en trabajadores pobres.
Mientras, los
países BRIGS+ profundizan su integración económica y promoverán su nueva moneda
en pocos meses. Se están estando las condiciones para una enorme crisis de la
deuda en Occidente.
Las diversas
tendencias que conviven en Washington, algunas de las cuales buscan el alto el
fuego, temen y no sin razón que el apoyo de Biden a la campaña militar de
Israel resten apoyos a los demócratas. La contestación ha alcanzado al propio
Departamento de Estado norteamericano donde se recogen firmas a favor del
pueblo palestino y se acusa al presidente de ser “cómplice del genocidio”.
Biden es rehén de los lobbies sionistas en Washington. Trump, el responsable en
gran parte de la actual situación al apoyar la firma de los Acuerdos de
Abraham, ahora aboga por un alto el fuego. Los diarios norteamericanos anuncian
disensos internos en la administración norteamericana, especialmente en el
Departamento de Estado. La mitad del equipo electoral del presidente amenaza
con dimitir. Blinken en un esfuerzo vacío intenta dirigir las culpas hacia
Teherán y hacerle responsable intelectual del conflicto. Las propias agencias
de información de EEUU han afirmado que Irán no ha tenido nada que ver.
LA UE, LA ONU: ¿DÓNDE ESTÁN LOS VALORES OCCIDENTALES?
Úrsula Von der
Leyen ya no invoca los famosos “valores europeos”. Actúa como la reina de
Europa. Sin consultar, realizó una visita improvisada a Tel Aviv que significó
el respaldo de la UE a la actuación de Israel en la Franja. Los líderes
europeos callaron amordazados por el miedo a la presión del lobby israelí. Eso
permitió tras el 7 de octubre que un oscuro personaje, Oliver Várhellyl
(Comisario de la ampliación) anunciara unilateralmente que la UE cortaba su
ayuda a la Autoridad Palestina. Hubo bronca diplomática porque se arrogó
poderes que no tenía. Como contestación Josep Borrell realizó declaraciones
duras contra Israel. Aunque como todos sabemos es puraretórica.
La masacre en
Gaza es consecuencia de la indulgencia sostenida durante años por la casta
política occidental y eso jamás será reconocido por la Unión Europea. Por otra
parte una parte importante de la izquierda, los verdes alemanes (que algunos
califican como un partido “Neoliberal con reciclaje”), el PSOE español, el PSF…
incluso el PC francés se alinearon bajo el relato oficial que presenta a Israel
como víctima. Mientras los pueblos se manifiestan, la clase dirigente sigue
atenta a las indicaciones quevienen del otro lado del Atlántico. La defensa de
la soberanía nacional sólo es un artificio lingüístico, algo que tiene cierta
utilidad en época electoral. Hace unas semanas la aviación israelita bombardeó
la escuela francesa en Gaza; el Ministerio de
Exteriores galo
anunció que había pedido explicaciones pero al mismo tiempo diputados del
partido de Macron están elaborando una ley que pena con años de cárcel y multas
cualquier manifestación en contra del sionismo.
La ONU está
sufriendo una enorme erosión. Políticamente está muerta. Su incapacidad
para imponer sus propias resoluciones muestra su impotencia y
su servilismo respecto a EEUU. La guerra en Gaza, como antes en Ucrania,
mostró su inoperancia. Sus declaraciones altisonantes contra el genocidio perpetrado
por Israel no pueden hacernos olvidar su falta de entidad para hacer cumplir
sus propias resoluciones. Muchos países de América Latina, los pueblos árabes y
la ciudadanía europea a pesar de la propaganda a la que estamos sometidos están
dando una lección de solidaridad. La disonancia entre representantes políticos
y la población a la que dicen representar tendrá enormes repercusiones en un
futuro próximo.
LA ESCALADA
El miedo a la
escalada está ahí. El discurso de Nasralá, Secretario General de
Hezbollah, lo dejó
claro, las opciones están todas sobre la mesa. Los reiterados golpes al
ejército israelí corroboran los discursos. La escalada, de producirse, se
extendería a toda la zona de Oriente Medio. Pero Hezbollah, que no fue
informada de la operación del 7 de octubre, marcará su tiempo en función de sus
objetivos. La intervención del grupo libanés implicaría la respuesta de la
aviación estadounidense y una ampliación de la guerra, que es uno de los
objetivos soñados por Benjamin Netanhayu. Los países árabes tienen los medios
para destruir al Estado de Israel. Pakistán ha amenazado con usar armas
nucleares si Israel ataca con ese armamento a un país árabe.
El ejército
norteamericano se está implicando cada vez más. Hace tres semanas el Pentágono
confirmó que había atacado dos instalaciones en Siria vinculadas al Cuerpo de
la Guardia Revolucionaria de Irán. El 31 de octubre, funcionarios de
defensa estadounidenses anunciaron que sus bases en Siria habían sido atacadas
23 veces en dos semanas por grupos apoyados por Irán.
Hace unas
semanas, el Atlantic Council, uno de los Thinks tanks más influyentes en
Washington, planteaba al presidente Biden que EEUU no puede “abandonar”
Medio Oriente. El unilateralismo de EEUU se fundamenta en el control que ejerce
Israel sobre esa zona y sus recursos energéticos. Es el gran dilema que vive
EEUU que además se enfrenta a otra crisis, ésta social: los opiáceos. Muchos
políticos de alto rango plantean la ocupación con fuerzas especiales de una
parte de México. Todo ello para controlar las bandas del narcotráfico y poner
fin a la crisis del fentanilo.
Washington no
cierra una crisis cuando abre otras. Como consecuencia se enfrenta a una
multipolaridad de crisis que no puede resolver.
Sólo los locos
extremistas religiosos y gente imbuida de creencias mesiánicas contempla la
posibilidad de destrucción colectiva, pero desafortunadamente son ellos
los que controlan Israel desde ambos lados del Océano.