viernes, 16 de abril de 2021
Al rescate de la humanidad: programadoras contra filósofos ¿Cómo se construye científicamente el TOTALITARISMO? Exactamente como trabajan actualmente los “directores” de la sociedad, que no son ni mucho menos Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias o Santiago Abascal. Estos son pajaretes manejables por los grandes capitales, más o menos inconscientes miradores del propio ombligo, servidores de a quienes sirvan, pero no del interés general y mucho menos de la Patria como algunos de ellos en el desiderátum intelectual proclaman. En nuestra sociedad lo que predomina es la chabacanería social y la indigencia mental (se propone como ejemplo las sesiones del Congreso de los Diputados en España). Esta situación la ha creado alguien que no soy yo escribiendo artículos como el presente. En caldo de cultivo social como es la sociedad actual el SIMPLISMO MENTAL y la UNILATERALIDAD (esencial del fascismo. Fascismo que no viene del trote del caballo de Santiago Abascal) crece y está creciendo como las margaritas en el campo, y como prueba de esto último podría ser el proyecto de Google al que hace referencia el artículo de AGUSTIN VELLOSO que sigue. Gracias a lo dicho: chabacanería social, indigencia mental, simplicidad mental y unilateralidad, a lo que cabria añadir algunas gotitas de pobreza intelectual e ignorancia se ha confundido y tomado como categoría verdadera que el TOTALITARIMSO es lo propio del marxismo, cuando este es justa, exacta, literal y materialmente lo contrario. Ninguna ciencia puede tener estas características, y el marxismo se basa en la ciencia del materialismo histórico. El marxismo alude al concepto de totalidad (NO AL TOTALITARISMO) que se refiere a que cualquier hecho que se tome para ser conocido está relacionado con otros hechos, y estos igualmente con otros hechos, de modo que todo ello constituye UNA TOTALIDAD (NO UN TOTALITARISMO) que necesita ser comprendida en su conjunto para que cualquier elementos de la misma pueda ser verdaderamente explicado. TOTALITARIO es el proyecto de Google que en definitiva lo que pretende es: esto es lo que a mí me interesa, cualquiera que mantenga otras posiciones o intereses que no favorezcan los míos: ¡A los leones con él!
Al rescate de la humanidad: programadoras contra filósofos
Por Agustín Velloso
Rebelion
16/04/2021
Fuentes: Grupo Tortuga
[Foto: Foto: Base de la Fuerza Aérea de Creech, cerca de Indian Springs,
Nevada, EEUU]
La irlandesa
Laura Nolan tiene un máster en Ingeniería de Programación y una especialización
en Inteligencia Artificial (IA) y máquinas inteligentes.
Desde 2013
trabajó en la sede central de Google en Europa y en 2017 le ofrecieron un
puesto para ingenieros seleccionados dentro de un grupo de alta tecnología para
un proyecto puntero.
Una prometedora
carrera por delante la esperaba en una de las empresas más influyentes y
famosas del mundo. Sin embargo abandonó la empresa en 2018 a cambio de nada.
Ella lo relata así:
Lo que Google
me pidió hacer a finales de 2017 era contribuir a la modificación de sus
sistemas públicos en la nube, para adaptarlos a los requerimientos de proceso
de datos secretos del gobierno (de Estados Unidos, EEUU).
Concretamente
los datos eran de Vídeos de Área Amplia (WAMI,
por sus siglas en inglés), es decir, grabaciones aéreas desde un dron como el
Reaper (la Parca ¡que lo tiene el Ejército del Aire español!) o el Predator (depredador ¡que
también lo tiene!).
Se trata del
proyecto piloto Maven, del Ministerio de Defensa, con el fin de aprovechar la
tecnología del sector privado que no tenía su Ejército. La idea motriz de Maven
parte de que el Ejército de EEUU generaba más vídeos de vigilancia mediante
drones del que puede analizar por medio de sus empleados.
Lo que quería
es desarrollar un sistema de ordenadores que tomen decisiones automáticamente a
partir de imágenes importantes, o sea, personas y vehículos, de forma que
rastreen sus movimientos en el tiempo y en el espacio. Esto incluye incluso una
función de gráfico social.
Google mantuvo
el contrato de Maven muy discretamente apartado del público y durante meses
sólo un puñado de personas lo conoció, incluso no lo revelaron a las que como
yo fuimos invitadas a participar en el proyecto.
Maven es un
Proyecto militar de vigilancia, un eslabón de la ‘cadena de matar’ del ejército:
identificación del objetivo, envío de la fuerza para atacarlo, decisión y orden
del ataque y finalmente su destrucción. Para una empresa cuya
misión manifestada es “ofrecer acceso a información imparcial, rigurosa y
gratuita a los que confían en nosotros”, esto supone una clara desviación de
aquélla.
Maven tiene
implicaciones éticas obvias que me preocupaban profundamente. Me dispuse a
aprender más acerca de los drones y sus impactos sobre las personas y sus
comunidades, por ejemplo, los ataques de
drones estadounidenses en Pakistán.
En segundo
lugar las organizaciones de derechos humanos han condenado la forma en que el
Ejército de EEUU usa los drones para atacar. Matan a muchos civiles, el control
del gobierno es inexistente o débil y no hay transparencia sobre sus impactos y
la toma de decisiones. Hay razones poderosas para creer que su uso alienta el
terrorismo.
Concluí que
trabajar con la tecnología de Google en relación con Maven me haría responsable
en la muerte de civiles. Estuve varias semanas sin dormir y tuve problemas
estomacales por primera vez en mi vida. Me dirigí a los responsables de los
niveles directivos más altos a los que pude llegar en ambas orillas del
Atlántico y les hice saber que si este proyecto se mantenía, dejaría Google.
Hablé con colegas y firmé una carta abierta
que se difundió ampliamente en los medios.
En el verano de
2018 abandoné Google. Sus ejecutivos demostraron que están dispuestos a firmar
en secreto contratos muy dudosos como el Proyecto Maven. En conciencia no podía
continuar como empleada de Google cuando no tenía la certeza de que mi trabajo
no iba a ser usado para violar los derechos humanos o incluso matar.
Después dejé de
lado la ingeniería de programación durante un tiempo. Empecé un voluntariado con
la Campaña para
la Abolición de Robots Asesinos, que pide la prohibición de las
armas inteligentes.
Ahora utilizo
mis conocimientos técnicos sobre sistemas complejos y fiabilidad de programas
para explicar algunos problemas que probablemente veremos cuando entren en
funcionamiento este tipo de armas: probablemente sean impredecibles, cometerán
errores y causarán víctimas civiles.
Actualmente hay
gran interés en las cuestiones éticas de la tecnología y también debate
constante en los medios sobre todo tipo de cuestiones desde la privacidad a la
toma de decisiones autónomas y al margen de error. Todo esto está bien, pero es
preciso tener la seguridad de que hay un cambio real duradero.
Los que trabajamos
en tecnología tenemos que empezar a reflexionar acerca de nuestra
responsabilidad profesional respecto del bien superior y sobre las compañías en
las que trabajamos. Tenemos que formarnos acerca del daño que la tecnología
puede causar.
A diferencia de
otras profesiones con una trayectoria más larga, nosotros no tenemos formación
continua que se ocupe de los dilemas éticos, tenemos que obtenerla por nuestra
cuenta.
Organicé en
Dublín, donde vivo, un grupo cuyo objetivo se centra en la ética de la tecnología.
También creo que los ingenieros de programación tendríamos que formar parte de
una organización profesional o sindicato, es decir, grupos que tienen un poder
político que a las personas individuales nos falta.
Hace veinte
años, cuando iba a la universidad, los ordenadores que había en los puestos de
trabajo y quizás en casa, se encendían unas pocas horas a la semana.
Nos mostraban
la nómina y la previsión del tiempo. Hoy hacen mucho más y los llevamos encima
casi todo el día. Éstos deciden quién consigue una entrevista de trabajo, quién
obtiene beneficios sociales, quién recibe tal propaganda política y quizás
quién resulta muerto por el ataque de un dron.
Con este
currículum digno de cum laude, Laura Nolan fue invitada al programa de la BBC
¿Son los “robots asesinos” el futuro de la guerra? (Are ‘killer robots’ the
future of warfare?)
que apareció el 5 de abril en Grupo Tortuga. A continuación sigue su opinión
sobre este asunto.
Parece que
algunos tienen la visión de que los robots sustituirán a los hombres y entonces
las guerras se harán sin derramamiento de sangre, pero esto es una utopía.
Más bien es lo
contrario: es un futuro en el que la mayor parte del tiempo se enviarán
máquinas contra seres humanos causando considerable daño, sufrimiento y terror.
El principal
problema en este asunto es que los ordenadores piensan diferente a los seres
humanos. Éstos emiten juicios, es decir, trabajan con situaciones de grises
variables y problemas confusos, mientras que los ordenadores hacen cálculos, es
decir, trabajan con algoritmos, reglas, sumas, bases de datos, hechos
concretos.
En consecuencia,
en un campo de batalla, especialmente en zonas de combate donde hay civiles, la
situación se vuelve altamente compleja: aparecen amenazas imprevisibles y
complicadas decisiones que requieren un juicio.
En una guerra
todo se vuelve altamente impredecible y los seres humanos son muy adaptativos,
pero los programas informáticos no lo son.
En una guerra
cada acción bélica es diferente a las demás: se intenta engañar al enemigo, se
dificulta su identificación mediante el camuflaje, puede haber civiles por
medio, etc.
Hay tantas
variables en juego, que es preciso poner a prueba los procedimientos, pero no
una vez, sino de forma exhaustiva, en cada situación, en cada lugar.
Los coches
autónomos se someten a millones de pruebas. En 2018 un coche autónomo de Uber
no fue capaz de reconocer a una mujer en bicicleta como una situación de
peligro y resultó muerta por el atropello que sufrió.
En comparación,
la situación en una batalla presenta una lista casi infinita de situaciones
complicadas. Por tanto, al no haber predictibilidad, resulta imposible realizar
infinitas pruebas.
En consecuencia
esto nos lleva a un problema ético profundo y a optar por la prohibición de
esos robots.
Otro problema
es el de la ausencia de responsabilidad por parte de los que los usan. ¿Quién
se hace responsable?
Supongamos una
acción en la que un robot comete lo que se conoce como un crimen de guerra. Si
lo hubiese cometido un soldado de carne y hueso, éste sería el responsable y
por tanto podría ser juzgado por ello. Sin embargo, si es un robot no hay nadie
a quien pedir responsabilidades, no al comandante de la fuerza, tampoco al
diseñador del robot.
Tras haber
escuchado horrorizado a los dos primeros entrevistados, La intervención de
Laura aporta una lección sobre los robots asesinos concisa, directa, clara,
esperanzadora, valiente y personalmente respaldada por su experiencia.
Claramente
Laura puede dar lecciones de programación de forma sobresaliente, pero las que
da como filósofa de la ética -en Google, en la BBC y en la página web en la que
participa- son impagables.
Gracias por tu
actitud y determinación.
Si vis pacem voca programmator, quod philosophus obliviscaris
Fuente: https://www.grupotortuga.com/Al-rescate-de-la-Humanidad
La pasión de José Carlos Mariátegui
Tal día como hoy de 1930 moría en Lima el eminente pensador y político marxista peruano José Carlos Mariátegui. Su marxismo abandona la idea de la unidad nacional como principio actuante de la política, y lo sitúa en las clases sociales y su lucha.
La pasión de José Carlos Mariátegui
El Viejo Topo
16 abril, 2021
El marxismo llega
a América Latina en los primeros años del siglo XX, con los inmigrantes
italianos y españoles que, desde un sustrato de clase importante, forman los
sindicatos urbanos y los sindicatos mineros. Socialismo y comunismo no
adquieren en un principio la distinción que, por el contrario, los caracteriza
y enfrenta en Europa, donde son tajantes las líneas divisorias existentes entre
la socialdemocracia y el marxismo-leninismo en ciernes. Los rasgos que
predominan en el socialismo-comunismo latinoamericano tienen, en la época que
nos ocupa, un fuerte predominio del marxismo-leninismo, con notables elementos
anarquistas y anarcosindicalistas. De modo que, para ambas filiaciones
ideológicas, la dinámica social se explica por la lucha de clases, la oposición
de la clase obrera al desarrollo capitalista y la penetración imperialista, que
hace que la lucha sea contra ambos al mismo tiempo. [1]
El marxismo de
José Carlos Mariátegui (1894-1930) abandona la idea de que la unidad nacional
es el principio actuante de la política, y lo sitúa en las clases sociales y su
lucha. Además, la sociedad es contemplada como una estructura heterogénea con
grupos subordinados a los intereses de unas élites económicamente dominantes.
Como no podía ser para menos, entre los grupos subordinados está la población
indígena que comparte con los demás grupos explotados dicha condición. Sin
embargo, dentro de todos estos grupos subordinados, según la ortodoxia, el
proletariado –léase la clase obrera— es el más importante a la hora de hacer
avanzar la lucha anticapitalista y antiimperialista.
Es importante
hacer notar que, desde muy temprano, la filiación socialista-comunista trata de
aplicar en América Latina las ideas de modo de producción
precapitalista y capitalista, entendiendo al primero como feudal,
colonial e indígena, y al segundo como dependiente del imperialismo. Ello
introduce una novedad, una riqueza social respecto a la ortodoxia que comienza
a propagarse desde la Rusia bolchevique donde suele hablarse de un capitalismo
y un proletariado a secas. Igualmente, novedosa resulta la idea de un actor
indígena, cuando la ortodoxia insiste en que sólo hay una clase revolucionaria
-la clase obrera- que es la única depositaria de la transformación social.
En parte, es
por estos elementos «novedosos» que el socialismo-comunismo latinoamericano
tiene dificultades para ser aceptado por el movimiento comunista internacional,
en cuyo seno la determinación de quién es un verdadero comunista y quién no lo
es, depende cada vez más de los dirigentes rusos. Habrá que esperar hasta los
años treinta, cuando comienzan a establecerse los partidos comunistas, para que
el socialismo-comunismo latinoamericano logre institucionalizarse. Ello
obviamente supuso aceptar las 21 condiciones impuestas por la III Internacional
a sus nuevos miembros, con el subsiguiente abandono –o paso a segundo plano- de
los elementos más polémicos de la visión de la realidad que los socialistas-comunistas
latinoamericanos comenzaban a elaborar.
El peruano José
Carlos Mariátegui, fue un heterodoxo, enfrentado incluso a una buena parte del
socialismo peruano que desde Cuzco proponía una línea de pensamiento tendente a
la Internacional Comunista. Desde la revista Amauta, tarea
colectiva en la que Mariátegui juega el papel de inspirador principal, el
socialismo mariateguista resiste. En sus 39 meses de vida fue el órgano de una
generación de pensadores originales empeñados en construir un proyecto autóctono,
peruano. Pero el punto de partida no era en este caso el lema leninista de «sin
teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria» sino la praxis, la
acción, en primer lugar. Al menos esta fue la tensión de Mariátegui y sus
amigos. De modo que la tertulia diaria en la calle Washington de Lima, con ser
de intelectuales, era también un foro de conexión con los sindicatos obreros y
con los estudiantes. Amauta no tenía un programa preciso sino
una vocación: el estudio de los problemas peruanos.
Mariátegui
busca un socialismo propio no importado. Y por ello mismo es objeto de acoso
desde las corrientes que teniendo como núcleo organizador la ciudad de Buenos
Aires, tratan de afincar el comunismo de inspiración soviética también en el
Perú. Por otro lado, Mariátegui se confronta con Víctor Haya de la Torre.
Merece la pena dedicar unas líneas a este último, intelectual y líder político
vinculado desde muy joven a la lucha estudiantil, siguiendo las notas del
salvadoreño Luis Armando González[2]
Su actividad
política universitaria lo llevó al exilio, concretamente a México, donde estuvo
desde 1923 hasta 1926. En este país formula la propuesta de la Alianza Popular
Revolucionaria Americana (APRA), tan importante en la historia del populismo
latinoamericano. Viaja a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas -donde
se familiariza con el marxismo-leninismo- y a Inglaterra -donde estudia con el
autor de la Historia del pensamiento socialista, D.H. Cole.
A pesar de que
en sus primeros años de militancia compartió experiencias con Mariátegui, Haya
de la Torre se distancia desde un principio de la filiación marxista.
Ciertamente, se sirve de muchas de sus nociones para interpretar la realidad
peruana, pero lo hace siempre con una intención contraria a la que cabría
esperar de un socialista-comunista; se trata en la propuesta de Haya de la
Torre de potenciar un capitalismo latinoamericano, y no de establecer un régimen
socialista como antesala del comunismo. Su pregunta, como la de tantos
intelectuales de su época, es por la naturaleza de América Latina: ¿Qué es
América Latina? ¿Cuáles son sus actores sociales fundamentales? ¿En qué
dirección deben avanzar sus transformaciones socioeconómicas y políticas? Con
estas inquietudes en mente, este autor peruano hizo su aporte al debate
político latinoamericano.
Para Haya de la
Torre, en América Latina existe un feudalismo Se trata entonces de constituir
una alianza o frente único de todos estos grupos -presentes en la sociedad
feudal colonial-, independientemente de su adscripción de clase, que se
proponga la constitución de un Estado antiimperialista cuyo núcleo esté formado
por los grupos medios que son los más lúcidos y conscientes de dicha
dominación.
Mariátegui
coincide con Haya de la Torre en que el sujeto histórico de la transformación
revolucionaria del Perú debía ser un bloque de fuerzas populares. Pero a
diferencia de Haya de la Torre, para Mariátegui el socialismo estaba a la orden
del día. No se trataba de empujar el capitalismo hasta su máxima expresión y
agotamiento, como una etapa necesaria, tras la cual emergería el socialismo
como una siguiente etapa inevitable.
José Carlos
Mariátegui asume el socialismo como una nueva vida y el marxismo como una
herramienta crítica. Interroga al marxismo desde una tradición popular
conformada por la religiosidad del Perú. Para Alberto Flores Galindo[3],
Mariátegui está próximo a Rosa Luxemburgo en su concepción de la revolución
como un acto de masas y no un hecho tramado por una minoría.
Próximo al
sindicalismo de George Sorel, (intelectual y activista francés), el intelectual
peruano sentado en una silla de ruedas es un agitador apasionado de la
revolución que es lucha y batalla cotidiana. En un comentario de la
novela El cemento para Repertorio Hebreo, expresa una visión
intensa: «La revolución no es una idílica apoteosis de ángeles del
Renacimiento, sino la tremenda y dolorosa batalla de una clase por crear un
orden nuevo. Ninguna revolución, ni la del cristianismo, ni la de la Reforma,
ni la de la burguesía, se ha cumplido sin tragedia. La revolución socialista
que mueve a los hombres al combate sin promesas ultraterrenas, que solicita de
ellos una tremenda e incondicional entrega, no puede ser una excepción en esta
inexorable ley de la historia. No se ha inventado aún la revolución anestésica,
paradisiaca y es indispensable afirmar que no será jamás posible, porque el
hombre no alcanzará nunca la cima de su nueva creación, sino a través de un
esfuerzo difícil y penoso, en el que el dolor y la alegría se igualarán en
intensidad»[4].
La agonía de
Mariátegui tiene que ver con la idea de que su destino es la lucha y no la
contemplación. Pero es una lucha solitaria que, separándose del enfoque del
Comintern y de la I Conferencia Comunista de Buenos Aires, no garantiza la
consecución de sus fines. El socialismo mariateguista no significa la solución
de todos los problemas ni la anulación de los conflictos. El socialismo era un
ideal que permitía cohesionar a la gente, obtener una identidad, construir una
multitud en marcha y dar un derrotero por el que merece la pena vivir. Era ante
todo una moral y un mito colectivo; una especie de religión de nuestro tiempo.
Una meta por la que luchar sin que nada garantice su consecución.[5]
El sociólogo
argentino, José Aricó, defiende la idea de que en el Perú de Mariátegui se
estaba produciendo, por primera vez, un marxismo enteramente latinoamericano.[6] Mariátegui
logra dotar a la doctrina marxista una interpretación antieconomicista y
antidogmática, ayudado por dos hechos: su formación marxista fuera del
movimiento comunista oficial y la existencia de un movimiento socialista
nacional peruano no sujeto a la presencia del partido comunista o a la herencia
de un socialismo positivista. Aricó señala la influencia italiana sobre
Mariátegui y su capacidad para amalgamarse con experiencias diversas como las
de grupos indigenistas, movimientos obreros de distintas tendencias,
movimientos artísticos, corrientes radicales de estudiantes, etc.
Su posición
heterodoxa cuestiona el paradigma europeo (tanto del Este como del Oeste),
utilizando el marxismo como un instrumento de análisis y no como una teoría
prescriptiva. «Mariátegui piensa en un largo proceso de construcción de una
voluntad nacional popular que se extiende a la manera del movimiento cristiano
que su maestro Sorel había tomado como ejemplo para mostrar el mito de la
formación de los grandes movimientos populares»[7] El
socialismo de Mariátegui no podía conectar con el movimiento comunista dirigido
por la Unión Soviética. Su visión no da ningún destino por trazado, choca con
el marxismo de herencia hegeliana que pretende haber capturado el curso de la
historia. La esperanza y la voluntad revolucionaria son valores superiores a
cualquier previsión razonable.
Fuente: Alainet.org
Notas
[1] Ver ARICO, José (1995) El marxismo latinoamericano, en Historia de la
Teoría Política T 4. Fernando Vallespín, (Com) Alianza Editorial, Madrid.
[2] GONZALEZ, Luis Armando (1997) Revis. ECA nº 585-586. UCA, San
Salvador.
[3] FLORES GALINDO, Alberto (1991) La agonía de Mariátegui, Editorial
Revolución, Madrid.
[4] Ibíd.
[5] Ver el capítulo La religión de Tawantinsuyo,
en 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana , obra
ya clásica de MARIATEGUI, José Carlos (1928) Biblioteca Amauta, Lima.
[6] ARICO, José (1995) Ibíd.
[7] Ibíd.
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