martes, 15 de diciembre de 2009

EL GUERRERO Y EL MILITAR

(Efecto colateral del fuego militar amigo en Afganistán, aplicado a extremidad inferior de un sujeto, del cual no sabemos que opina sobre la Guerra)


(2/2)

“La guerra –dice Obama- surgió con el primer hombre”. La guerra sí, Obama, lo militar no. “En los albores de la historia, no se cuestionaba su moralidad; simplemente era un hecho”, continua diciendo Obama, lo cual es evidente. Lo mismo de evidente que en el Neolítico no existía Internet y por eso tampoco hacia falta regularlo, evidencia que afirmo yo sin ser todo un Premio Nobel de la Paz como Obama.
La guerra del guerrero, no la guerra del militar que no existía, no tenía más función que la de asegurar la supervivencia material de la comunidad a la que pertenecía, bien defendiendo los recursos que otro guerreros le querían arrebatar o haciéndose con los que otros tenían.
Resuelta la cuestión de igual a igual, entre guerreros, no hay más que tratar. El guerrero vencedor se queda con todas las pertenencias del guerrero vencido, y a otra cosa mariposa, cada mochuelo a su olivo. Y por esta razón la guerra del guerrero no necesita estar regulada. No tiene que justificar las masacres indiscriminadas sobre cientos o miles de inocentes, ni la matanza de un grupo de amigos que se hallan celebrando una boda y no en al guerra. Y no la tienen que justificar porque sean unos salvajes. Sencillamente el guerrero salvaje no comete esa clase de tropelías ni esos crímenes execrables.
Desaparecido el motivo que originó la guerra entre guerreros, al punto desaparece la guerra. A este tipo de guerras no le siguen campos de torturas como el de Guantánamo, ni pelotones de fusilamiento al vencido, incluidos inocentes civiles, después de la guerra, como hizo el Régimen de Franco tras al guerra incivil de 1.936, ni poner gobiernos títeres en los territorios conquistados de una u otra manera, como hizo USA en toda Latinoamérica, ni financiar golpes de Estados en naciones no afines, como hicieron también los USA en el Chile de Salvador Allende
Efectivamente, Como Obama ha dicho también en su discurso en la entrega de su Premio Nobel de la Paz: “Con el tiempo, filósofos, clérigos y estadistas se esforzaban en controlar el poder destructivo de la guerra.” Evidentemente, pero eso sucede, como muy bien dice Obama “con el tiempo”, cuando la comunidad primitiva del guerrero ha desaparecido, cuando en esa comunidad las técnicas productivas y la organización del trabajo hacen posible que con sólo una parte de la comunidad dedicada a las tareas productivas, mediante la división social del trabajo, se obtengan mas medios de subsistencia que los estrictamente necesarios para la comunidad, dando lugar así, a la aparición de una clase social ociosa que puede separarse de la de la función productiva para dedicarse a las tareas administrativas, religiosas, comerciales, etc., … El Estado ha nacido.
Y el Estado, tal y como lo concebimos, no es más que una organización que se atribuye el patrimonialización de toda la violencia para convertirse en un instrumento político, económico e ideológico, que una clase social minoritaria, la clase ociosa inicial, los grandes capitalistas hoy, utilizan en su favor para salvaguardar sus intereses que no son los intereses generales, de manera que, entre otras cosas, necesitan de esos filósofos, clérigos y estadistas que se dediquen a marear la perdiz encontrando una justificación a lo que no tiene ninguna justificación: controlar el poder destructivo de la guerra. En todo caso lo que habría que buscar es erradicar la guerra, y no partir de la base de que es necesario y que lo que hay que buscar es una bomba atómica ecológica que no mate a 100.000 personas de una tacada, hombre, mujeres, niños, embarazadas, perros, gatos, jilgueros, mulos, caballos, rosales, mosquitos, abejas…, para que solamente mate a 50.000 personas y deje cojas a 25.000 y ciegas a otras 25.000 sin que a la fauna le pase nada, lo cual ya es matar menos y por tanto, una considerable ventaja.
Surgió el concepto de «guerra justa», afirma Obama, que sólo se justifica cuando cumple ciertas condiciones previas: librarse como último recurso o en defensa propia; usar la fuerza de modo proporcional y, en lo posible, evitar la violencia a los civiles.
EL Obama este no ha debido enterarse todavía, a pesar de toda su carga de premio de la paz, que en Irak viven los iraníes, en Afganistán los afganos, en Madrid los madrileños y en Zaragoza los zaragozanos, por ejemplo. Por cierto, todo cuajado de terroristas.
Los tiestos de macetas, pedazos de muebles, caldo de puchero y escupitajos que empezó a lloverles sobre las cabezas de los soldados del ejército francés en Madrid el Dos de Mayo de 1.808, sin duda fueron acciones terroristas.
Las madrileñas y madrileños de la época estaban algo alborotados, les entró la cosa terrorista, porque yo estoy seguro que muchos de los soldados franceses que fueron escabechados eran desde todo punto de vista inocentes, que para nada habían intervenido en el pasteleo politico-amigable que hicieron Napoleón y Fernando VII, Borbón, e indudablemente amoroso de su Patria, España, lo que pasa es que estaba en Paris y dijo, ¡coño, que bien se está aquí!
Los fusilamientos del ejército francés, inmortalizados por Goya en sus cuadros, fue cosa pecatta minutta, elemental y aconsejable acción cívico-militar para mantener el orden. Al fin y al cabo, el ejercito francés estaba humanitariamente de vacaciones en Madrid.
Y desde luego el carácter terrorista de las madrileñas y madrileños queda fuera de duda si se compara su potencial destructivo armamentístico con el del ejército mejor pertrechado de entonces.
No se puede comparar, porque es incomparable, el terrorífico ladrillazo recibido en mitad de la frente del soldado francés, con sus efectos inmediatos de amoratamiento masivo de cejas y frente, con el tajo limpio del sable de la caballería francesa que le hacia al terrosita, al que tan sólo con ponerle el sable en el pescuezo la cabeza le salía rodando y al suelo que se le caía, y allá que te va un terrorista madrileño sin cabeza.
Tampoco es comparable la sarta de insultos e improperios que recibía el aguerrido y glorioso ejército francés por parte de la chusma madrileña, la que recibía su merecida descarga cerrada de la fusilería francesa, en su justo derecho de repeler la agresión verbal de los paisanos madrileños metidos a terroristas de pura cepa, que lo único que querían que el francés en su casa de Francia, que donde mejor estaban.
Algo parecido a lo que andando el tiempo hicieron los vietnamitas del norte con el Séptimo de Caballería (Bush junior, el amigo de Aznar no estaba, le entraron los miedos) que estando tan ricamente en con todos sus aviones, helicópteros, bombas incendiarias y químicas y miles de hispanos y negros pobres, donde no faltaron los tiros en la nuca a prisioneros vietnamitas que hacían ponerse previamente de rodillas, por cosa humanitaria más que nada, porque al caer el vietnamita asesinado por el tiro en la nuca que le pegaban, como ya estaba de rodillas cerca del suelo, no se hacia tanto daño al caer. Predisposición humanitaria del asesino sobre el asesinado, sin duda alguna.
Pero…, porque todo tiene su pero, le dijo el vietnamita del Norte al Séptimo de Caballería: “no es por nada yanqui, no me lo tomes como cosa personal, pero para mi que vais a levantar polvareda en la retirada a toda máquina que vais a tener que hacer” Y dicho y hecho, el ejército imperialista USA, después de miles de muertos propios y miles de muertos más uno de los vietnamitas del Norte y del Sur, sin contar niños ni viejos ni civiles ni mujeres embarazadas y no embarazadas, salieron corriendo con el rabo entre las patas y el lomo caliente (Bush junior, amigo o amo de Aznar, no estaba, le habían entrado los tembleques antes de ir).
Pero cuando llueve lo hace para todos, no hay excepción. Igual que los vietnamitas del Norte le dieron en los hocicos al imperialismo USA, también los afganos que viven en Afganistán hicieron lo propio con el otro gran imperio de la época, la URSS, a la que tomándola por las orejillas, después de joderles los tanques, la aviación y matar a gran número de soldados, le dijeron, “Ale, ale… A vuestra puta casa, y a joder a otra parte!”, Y se fueron los rusos de Afganistán, ¡ya lo creo que se fueron! Eso si, dejando tras ellos el indeleble rastro de muerte que toda acción militar deja. Es la marca de la casa.
Pero es que sigue lloviendo. En Afganistán caen chuzo de punta, y eso que llaman la Alianza Internacional o lo que sea (aquí cada cual se llama como le da la real gana, yo por ejemplo, Pepito Pérez): ejército americano, ingles, alemán, italiano, español-latinoamericano, francés, etc., después de dejar su reguero de muertos, propios y ajenos, también saldrán de corriendo de allí. Más exactamente, saldrán volando, en aviones.
Obama, que para empezar a hablar ha tenido la indecencia de aceptar en Premio Nobel de la Paz, lo que ha pretendido en su discurso en e solemne acto de la entrega del premio, ha sido eso, intentar engañarme a mi haciéndome creer que la guerra militar es justa. Y desde luego tiene razón, pero más que justa (clara apelación a la justicia, porque Obama no es tonto. Embustero si, pero tonto no) es JUSTO lo que necesitan los grandes capitales para seguir expoliando los recursos ajenos y mantener la explotación a todos los sectores sociales sin respetar ninguna frontera, ni moral ni ética ni geográfica, pero esto tiene que ver más con los bolsillos que con la justicia.
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EL GUERRERO Y EL MILITAR

(El Rey que reina pasando revista a tropas hispano-latinoamericanas del Ejército Español)

(1/2)

He leído en algún sitio que el Rey es militar, y como militar es partidario de la guerra. Debe ser cierto que el Rey es partidario de la guerra. Su propio hijo Felipe, en viaje relámpago el año pasado a los militares españoles en acción militar fuera de España, por estas vísperas navideñas, que estas si son lo diametralmente opuestas a la guerra y a lo militar, en un solemne brindis con los militares se declaró militar, o sea, tenemos un Príncipe que no es ni carpintero ni electricista ni pintor, ni trabajador social…, con la utilidad que tienen estos oficios para toda la sociedad. Es militar, como el Patrón, que es el término privado fili0-paternal con que el Príncipe se dirige a la Majestad de Su Padre.
También he leído, y si recuerdo donde, en Ortega y Gasset, que guerrero y militar no son cosas necesariamente idénticas.
El guerrero no se dedica a la guerra exclusivamente. Desempeña una actividad social en la comunidad en la que vive, y sólo cuando la subsistencia de esa comunidad peligra es cuando el guerrero se levanta para defenderla poniendo en juego su propia vida, frente a otro igual, a otro guerrero.
El guerrero no manda a un tercero para que le haga la guerra por él, como hacía lo mas granado y amoroso con la patria española, los ricos y terratenientes españoles en la guerra de África, que por cuatro pesetas se buscaban un sustituto, pobre, claro está, para que fuera al frente, mientras que el rico, el que se beneficiaba de aquellas masacres de militares, se quedaban en su casa tacándose los huevos.
El orgullo del guerrero es haber vencido a otro guerrero. No guerrea ni contra niños ni contra mujeres ni contra ancianos. Sólo con otro guerrero, utilizando en la guerra su propia pericia personal.
Al guerrero, pues, a la hora de ir a la guerra no le entran las carguerillas que le entraron el ex presidente Bush hijo cuando le dijeron que tenía que ir al Viet Nam a matar comunistas o cualquier cosa que se meneara.
El militar es otra cosa. Es un técnico que en vez de haber estudiado y aprendido la técnica de construir canales, o la de colocar grifos, como hacen los fontaneros, ha estudiado la forma de tomar una ciudad, o un pueblo entero, para establecer en el mismo el régimen político que le interesa a quien le manda que emprenda la acción militar.
Cierto que el militar guerrea, pero no para si, ni para la comunidad a la que pertenece, como hace el guerrero, sino para un tercero.
La acción de guerra que el militar realiza no depende del militar. Sus enemigos no los decide el militar con su propio criterio, o dicho de otro modo, el enemigo del militar es, potencialmente, cualquiera. Depende de la cruz que le marquen con rotulador rojo en el plano el que le manda a la guerra y le digan: “tu enemigo es este, todo lo que te marco con esta cruz”. Y sin más criterio, el militar no lo tiene, dirige sus ataques hacia la cruz que le ha señalado en el mapa, precisamente, quien sin ir a la guerra se va a beneficiar de la misma.
El guerrero termina la guerra en el momento en que el motivo que la originó desaparece. El militar no termina la guerra cuando él lo decide, sino cuando lo deciden quien le ha a ella, y que por lo general, salvo de visita, no ha estado en el escenario militar donde otros (los militares) hacen la guerra para él.
La guerra que ejerce el guerrero si es cosa vieja que se pierde en la noche de los tiempos. La que realiza el militar no, esta es relativamente moderna.
Falacias en torno a la justificación de la guerra militar no faltan. Estamos en una sociedad que dista mucho de haber entrado en la Era de la civilización, si por civilización se entendiera justicia
[1] y libertad[2], que no se basa precisamente ni en la sensatez ni en la ecuanimidad. Ni siquiera en la racionalidad, entendida esta en su sentido amplio, y no en su sentido restringido aplicado a la economía capitalista, y por ello no cabe esperar, salvo caso de enajenación mental, delirium delirius de acojono acojonativus de algún bien intencionado, que la cuestión de la guerra militar actual, deje de ser un instrumento político-violento-radical para resolver problemas.
La noción de que la guerra militar actual está más cerca del simio salvaje, nuestro principal ascendiente, con el agravante de que al acto violento instintivo del animal para mantener su pervivencia, puesto que todavía no tiene la razón al alcance de la mano, que del humano civilizado consciente de que es un ser social determinado por la sociedad a la vez que actuante en la sociedad.
Y no cabe pensar en que sean los mismos que planifican y organizan las guerras militares, quienes nos traigan otra concepción nueva de las mismas, distinta a la violencia política-economica-ideológica-policial política, para erradicarla de la sociedad.
La guerra militar actual, por la violencia intrínseca que encierra, y los costos humanos y materiales que necesita y por el rastro de miserias y ruina que deja necesariamente tras de sí, podría decirse que es una, si acaso no fuera la mayor, irracionalidad que hoy acompaña al humano de ahora mismo, y por tanto, por ser irracional, no puede mantenerse más que en base a una verborrea irracional para alejar de la misma, cuanto más mejor, el pensamiento objetivo que la pueda poner en cuestión.
Una de estas falacias, recientísima, en torno a la guerra, la acaba de hacer el propio Premio Nobel de la Paz al recoger su premio, señor Obama, el presidente del Estado más militarista (no guerrero) que la historia haya podido conocer, y comandante en jefe de un ejército con capacidad militar para destruir el Mundo decenas de veces (a costa de las carencias sociales que hoy tenemos, naturalmente).
*+
[1] Dar a cada cual lo suyo.
[2] Disposición personal real de hacer todo aquello susceptible del desarrollo de todas las capacidades del ser humano, sin otro límite que no sea el que marca la libertad del otro para hacer lo mismo.