viernes, 12 de abril de 2024

Parar a los Strangelove

 

¿Hay algún Strangelove en el horizonte? Si atendemos a las declaraciones de algún político o algún militar de lengua fácil, podría decirse que sí. Las consecuencias serían terribles para todos. Mantener cerrada la caja de Pandora puede no ser tarea fácil.


Parar a los Strangelove


Enrico Tomaselli

El Viejo Topo

12 abril, 2024 



Como se ha dicho varias veces en estas páginas, un grave problema para el Occidente colectivo, y en particular para la parte de él que se cobija a la sombra de la OTAN, es esa especie de autismo que lo caracteriza, a la barrera de incomunicabilidad que se erige constantemente entre el pensamiento (diplomático y estratégico) de la dirección y la realidad actual. Y hay un aspecto en particular que es significativamente problemático, la incapacidad de comprender las razones del enemigo. Desgraciadamente, la acción propagandística, que desde el principio se ha centrado en la deshumanización del enemigo, ha creado una especie de efecto boomerang, por el que las propias elites políticas occidentales se han convertido en víctimas, perdiendo de vista un aspecto fundamental.

Se trata incluso de un mecanismo mental clásico, en su previsibilidad: dado que hay que negar in nuce que el enemigo pueda tener razones, se acaba por desconocerlas y, en consecuencia, por no comprender el cómo y el porqué de sus acciones presentes y futuras.

En concreto, negarse a considerar el enfoque ruso ante el conflicto que lo enfrenta a Occidente se traduce en la incapacidad de evaluar y predecir correctamente cuáles podrían ser los próximos pasos. De hecho, no es casualidad que estas valoraciones oscilen constantemente entre extremos opuestos, que ven a Rusia ahora como una horda bárbara ansiosa por atacarnos, ahora como un país al borde del colapso.

La realidad, sin embargo, nos dice que las decisiones de Moscú responden a una lógica muy clara y precisa, que a su vez se remonta claramente a lo que los rusos consideran sus propios intereses estratégicos.

En particular, toda la historia del conflicto ucraniano, a partir de 2014, nos dice algunas cosas extremadamente significativas y obvias. A lo largo de estos años, Moscú se ha mostrado muy reticente a aventurarse en un conflicto que imaginaba mucho más desafiante –sobre todo desde el punto de vista geopolítico– que los vividos anteriormente contra la insurrección islamista en Chechenia y con Georgia. Pero, al mismo tiempo, cuando creyó que el nivel de amenaza percibido estaba a punto de superar un umbral peligroso, no dudó en intervenir militarmente.

Y esto nos dice dos cosas muy importantes. En primer lugar, que la cuestión fundamental no es qué piensa y/o quiere la OTAN, sino cómo se perciben sus acciones en Moscú. Y la segunda es que cuando la percepción supera un umbral de alarma, Moscú está lista para atacar primero.

Ahora bien, si consideramos desde esta perspectiva toda la agitación bélica que recorre Europa, y que no se compone sólo de charlas sino también de hechos concretos, debemos darnos cuenta de que –desde el punto de vista ruso– no es posible evitar tomárselo en serio. Y que, en consecuencia, es muy probable que si este estado de ánimo agresivo no disminuye, si por el contrario se traduce cada vez más en acciones selectivas, se llegue a un punto en el que la percepción de la amenaza sea tal que sugiera que el choque es inevitable. Y por lo tanto, lógicamente, Rusia se verá obligada a atacar antes de que las capacidades de la OTAN alcancen un umbral crítico, suficiente para preocuparla. En resumen, si Moscú se convenciera de que los países europeos realmente se están preparando para una guerra, no esperará hasta que estén realmente preparados para una guerra y atacará.

En este punto, también es necesario subrayar la importancia de la percepción en el ámbito occidental y particularmente en el europeo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Occidente se ha visto envuelto en numerosas guerras, prácticamente todas ellas –a excepción de Corea– absolutamente asimétricas, llevadas a cabo proyectando sus fuerzas armadas a miles de kilómetros de distancia y sobre todo siendo siempre el sujeto atacante. Por tanto, el lanzamiento de la Operación Especial Militar Rusa en febrero de 2022 produjo una conmoción, porque por primera vez en casi ochenta años se produjo una situación exactamente contraria: la guerra vuelve a Europa, es una guerra simétrica y no somos nosotros quienes atacamos sino que somos atacados. Esto, repito, es la percepción de Europa occidental. A ese primer shock se sumó luego otro, cuando los líderes europeos se dieron cuenta de que Estados Unidos, después de haber desencadenado y avivado el conflicto, están a punto de retirarse, trasladando la carga a los aliados del viejo continente. Y es más, ciertamente no gastarían demasiado para defenderlos, en caso de que el conflicto se extendiera. En ese momento, entró en acción lo que yo llamo el síndrome de Hannibal[1], que los sumió en el pánico y los hundió en una loca carrera armamentista[2].

La posibilidad de una gran guerra convencional en territorio europeo, por tanto, no es ciencia ficción ni una hipótesis remota y, sin embargo, es probable que muchos actores en escena no la quieran realmente.

De hecho, estamos en un plano inclinado, que a su vez se vuelve cada vez más inclinado cuanto más avanzamos. Y es precisamente la inconsciencia con la que actúan las elites europeas el mayor motivo de preocupación hoy en día. Dado que, independientemente de las intenciones reales y de la plena conciencia, el escenario que se desarrolla contempla al menos concretamente esta posibilidad, puede ser un ejercicio útil tratar de pensar cómo se desarrollaría este conflicto, cuáles son los problemas con los que se encontraría la OTAN y, por tanto, qué resultados son previsibles.

Desde el punto de vista de la OTAN y la UE, los problemas a afrontar, en la perspectiva de un conflicto con Rusia, son numerosos, de diversa naturaleza y algunos simplemente insuperables.

Para empezar, por muchos esfuerzos de coordinación que se realicen, estamos hablando de 27/32 países diferentes, con diferentes fuerzas armadas, diferentes intereses estratégicos, diferentes fuerzas políticas, económicas e industriales. Esta fragmentación no es algo que pueda resolverse a corto plazo, mucho menos a la fuerza, y a falta de un liderazgo fuerte (el que Macron quisiera obtener para Francia, pero que ni él ni su país son capaces de ejercer) cada intento de homogeneización sólo puede pasar por un proceso de mediación, lento e inestable por naturaleza.

La transición a una economía de guerra, más allá del fácil entusiasmo con el que los líderes europeos se llenan la boca al respecto, es algo extremadamente complejo, que requiere mucho tiempo y considerables inversiones. Además, desarrollar un sistema industrial capaz de soportar las necesidades bélicas de un conflicto simétrico y de muy alto consumo requiere tanto una gran disponibilidad de energía como una adaptación infraestructural (redes de comunicación y sistemas de transporte, ante todo). Todas las cosas a las que los países europeos tienen poco acceso. Y a lo que no es fácil, ni rápido, encontrar una solución.

Otro aspecto fundamental, que muchas veces se olvida, es que la guerra tiene mucho que ver con la geografía. Rusia, a diferencia de Europa ­–y lo ha demostrado varias veces a lo largo de la historia– posee algo extremadamente relevante: una profundidad estratégica. Es decir, puede retirarse, ceder territorio al enemigo que avanza, sin correr el riesgo de quedarse sin más espacio hacia el que retirarse, consumiendo al mismo tiempo las fuerzas contrarias y alargando constantemente sus líneas logísticas y de suministro. Por el contrario, para los europeos cualquier retirada del frente significa el probable colapso de uno o más países. Además, en realidad Europa sólo tiene una gran barrera natural hacia el este, a saber, la cadena de los Cárpatos, que protege sin embargo el oeste de Rumanía y Hungría, pero que puede ser salvada tanto por el norte (a lo largo de la carretera Lviv-Varsovia-Berlín) como por el sur (a lo largo del eje Chisinau-Bucarest-Sofía).

Pero evidentemente los mayores problemas son los relacionados con el instrumento militar. Los ejércitos europeos son pequeños, están mal armados y prácticamente carecen de experiencia en combate. Esto es consecuencia de una doble estratificación, determinada a partir del final de la Guerra Fría, es decir, por un lado, la orientación hacia guerras cortas, asimétricas o largas pero de contraguerrilla, y siempre proyectadas a miles de kilómetros de distancia, y por el otro, la delegación al ejército estadounidense en relación con la protección máxima y de nivel superior.

El apoyo a Kiev durante los últimos dos años también ha revelado otros problemas, estructuralmente presentes en los ejércitos europeos. In primis, la escasez de municiones, que en el conflicto ucraniano ha demostrado ser un factor central y que obviamente tiene que ver directamente no sólo con las existencias, sino también con la producción industrial. Y en segundo lugar, pero no tanto, que los sistemas de armas occidentales –especialmente en el sector de los MBT y los tanques blindados– están en gran medida sobrevalorados y cuando se prueban con fuego se revelan pesados, delicados y de poca eficacia en combate.

El hecho de que los ejércitos occidentales se hayan centrado en gran medida en una (presunta) superioridad tecnológica ha mostrado todos los límites de tal enfoque, ya que la mayoría de los sistemas de armas utilizados son extremadamente caros, producidos en cantidades limitadas y con plazos de entrega medio-largos, sujetos a desgaste y que requieren mantenimiento especializado continuo. Y es más, ni siquiera son capaces de asegurar una ventaja decisiva en el campo de batalla.

Además, la sofisticación de los armamentos tiene un impacto negativo en otro de los aspectos problemáticos con los que tienen que lidiar las fuerzas armadas europeas. En efecto, la necesidad de desplegar un mayor número de militares no es sólo un problema de modificación de los sistemas de reclutamiento, sino también y sobre todo de formación. El uso de herramientas tecnológicamente sofisticadas presupone no sólo un mayor tiempo para aprender a utilizarlas, sino también una cantidad suficiente de instructores competentes y lugares para la formación. Lo cual, evidentemente, no se trata simplemente, por ejemplo, de conducir un carro o de utilizar un arma de fuego. La parte más compleja es la gestión del combate, por lo tanto la capacidad de utilizar sistemas de armas en condiciones de coordinación multinivel, entre diferentes unidades y con diferentes roles, etc. Todo ello extremadamente difícil de simular y a lo que incluso las maniobras periódicas de la OTAN sólo pueden responder de forma limitada; tanto porque se trata evidentemente de desfiles que se desarrollan en un contexto completamente desprovisto de los elementos de imprevisibilidad y peligro real que toda batalla conlleva, como porque todavía afectan a un número limitado de efectivos.

Por tanto, un aumento del personal militar europeo, a corto y medio plazo, no tendría un impacto significativo en las capacidades de combate. Obviamente sin considerar el factor psicológico, que en una guerra de desgaste de alta intensidad alcanza niveles considerables de estrés, especialmente para los reclutas que no están culturalmente preparados para la perspectiva de la guerra.

Según algunas estimaciones, para enfrentarse a Rusia, la OTAN debería desplegar al menos 300.000 hombres en las fronteras orientales. De ellos, se supone que al menos un tercio son soldados estadounidenses, pero esto dependerá en gran medida del resultado de las próximas elecciones presidenciales estadounidenses y de lo que de ellas se derive. En cualquier caso, se trata de un frente muy largo, que va desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro, aunque presumiblemente el grueso del mismo se concentraría en Polonia. Prácticamente ninguno de estos hombres tendría experiencia de combate en una guerra simétrica y con intenso fuego; sólo unas pocas decenas de miles podían presumir de experiencia en combate contra bandas guerrilleras.

Contra ellos, Rusia presumiblemente desplegaría no menos de 2 millones de hombres, de los cuales prácticamente la mitad fueron entrenados en el campo ucraniano.

Además, la disparidad en las capacidades de combate (como lo demuestra claramente el conflicto ucraniano) se refleja inmediatamente en la cantidad de pérdidas y la dificultad de reponerlas. Los ejércitos europeos pronto se encontrarían desplegando principalmente carne de cañón.

Y además, los ejércitos de la OTAN están estructurados en función de conflictos rápidos y de gran movilidad, aunque es razonable pensar que este posible conflicto tendría las mismas características que el que se libra en Ucrania, sólo que a una escala mucho mayor. Y esto, inevitablemente, aumentaría las dificultades para las fuerzas estructuradas sobre un modelo radicalmente diferente al que tendrán que afrontar.

Las fuerzas armadas de la OTAN probablemente sólo tengan una ventaja en lo que respecta a la aviación, ya que pueden disponer de un mayor número de aviones, especialmente de cuarta y quinta generación. Obviamente, la cuestión es si esta superioridad es suficiente o no para asegurar, si no exactamente el dominio del aire, al menos una capacidad de ataque eficaz. Las fuerzas armadas rusas ciertamente tienen excelentes sistemas antiaéreos y antimisiles, pero es probable que no sean estos los que marquen la diferencia, sino más bien el sector en el que el dominio ruso es bastante claro: los misiles y las bombas.

De hecho, la aviación de la OTAN, mucho más que superar las defensas rusas, debería preocuparse por poder despegar. Dado que la superioridad occidental es bien conocida, es razonable pensar que los rusos lanzarían primero una andanada de misiles hipersónicos contra las principales bases aéreas de la OTAN, que alcanzarían el objetivo en apenas unos minutos[3].

El sector de los misiles es sin duda uno de aquellos en los que Moscú podría aprovecharse más fácilmente para asegurarse una ventaja estratégica. Además de ser utilizable para paralizar la aviación occidental, de hecho, también podría usarse para atacar con precisión otros objetivos: rutas de comunicación, fábricas y depósitos de armas, centros de mando…

Además, Rusia puede presumir ahora de una sólida experiencia en el uso de drones de todo tipo, tanto para observación como de ataque, así como en el desarrollo de sistemas de contraste para este tipo de sistemas de armas, desde interferencias electrónicas hasta drones antidrones, pasando por las pequeñas unidades móviles recientemente creadas para interceptar y matar.

Según las evaluaciones de varios expertos militares, las fuerzas armadas de la OTAN tendrían presumiblemente (y basándose exclusivamente en su potencia de fuego) una posibilidad de resistencia de unos dos o tres meses. Es razonable pensar en un período más largo, digamos al menos seis meses, antes de poder estabilizar la fuente. Pero, obviamente, en ese punto la línea de batalla estaría dentro de los países europeos, con todo lo que esto implica tanto a nivel militar como moral y psicológico. Con toda probabilidad, los países bálticos serían ocupados, al igual que Moldavia, partes de Rumania y Polonia –incluida Varsovia. El nivel de devastación en la retaguardia sería impresionante y la supervivencia de las poblaciones estaría en gran riesgo.

Aunque un conflicto europeo que termine con una nueva derrota de la OTAN sonaría como una señal de alarma roja, para Estados Unidos todavía es muy poco probable que decidan salir al campo ellos mismos. De hecho, a diferencia de las dos guerras mundiales anteriores, en primer lugar, el enemigo ahora tiene un poderoso arsenal nuclear, con el que fácilmente podría causar un daño terrible a los propios EE.UU., y en segundo lugar, en este caso ya no sería una guerra dirigida a la expansión imperial, sino de una parte del conflicto más amplio en el que Washington se encuentra luchando para defenderla.

Como ya se dijo en el pasado, Estados Unidos sin Europa es sólo una gran isla, pero en el contexto geoestratégico en el que estamos pensando también es un peón prescindible. Por las mismas razones, es prácticamente imposible que Francia o Gran Bretaña (los únicos países europeos de la OTAN que las poseen) utilicen armas nucleares con fines defensivos. En ese caso, de hecho, ni siquiera se trataría de destrucción mutua asegurada, sino de la destrucción total de Europa.

Un conflicto convencional de esta escala, sin embargo, representaría una seria amenaza para una serie de bases absolutamente estratégicas para Estados Unidos, cuya relevancia va mucho más allá del teatro europeo. En particular, la de Ramstein en Alemania, y las de Sigonella y Niscemi. Es razonable pensar, por tanto, desde el momento en que se vislumbra una situación de tipo ucraniano (importantes pérdidas territoriales, dificultades de resistencia, fragilidad del equilibrio político interno…) que Washington maniobraría para congelar la situación antes de que esta ponga en riesgo los nudos más importantes de su red militar global.

Evidentemente, incluso independientemente de las pérdidas humanas y materiales, el grave riesgo de un posible conflicto de este tipo conduciría no sólo a la humillación de Europa, sino a su caída en una condición aún más acentuada de dependencia-sometimiento. Significaría destruir durante décadas cualquier posibilidad derecuperación, moral y política ante todo, pero no sólo. Por este motivo, es importante comprender plenamente cómo una tercera gran guerra en suelo europeo tendría consecuencias terribles para generaciones y, por tanto, es necesario hacer todo lo posible para evitarla. Impedir que los Strangeloves jueguen con fuego, antes de que el juego se salga de control y no sea demasiado tarde.

Strangelove es el nombre de un personaje de la película de Stanley Kubrick, de 1964, titulada “Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” (en España, “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú”; en Hispanoamérica, “Dr. Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba”. Convencido de que los comunistas están

contaminando los Estados Unidos, un general ordena, en un acceso de locura, un ataque aéreo nuclear sorpresa contra la Unión Soviética. Su ayudante, el capitán Mandrake, trata de encontrar la fórmula para impedir el bombardeo. Por su parte, el Presidente de los EE.UU. se pone en contacto con Moscú para convencer al gobierno soviético de que el ataque no es más que un estúpido error. Mientras tanto, el asesor del Presidente, un antiguo científico nazi, el doctor Strangelove, confirma la existencia de la “Máquina del Juicio Final”, un dispositivo de represalia soviético capaz de acabar con la humanidad para siempre.

Notas

[1] Durante la Segunda Guerra Púnica, los ejércitos cartagineses de Aníbal, tras cruzar los Alpes, penetraron en la península italiana, provocando allí guerra y destrucción durante dieciséis años. Esto fue percibido por Roma como la mayor amenaza que jamás haya ocurrido, y el resultado fue un deseo de aniquilación hacia la potencia rival (Cartago fue luego arrasada) y un profundo replanteamiento del ejército romano.

[2] Como ya se ha examinado más detalladamente (ver “Desmentir la profecía”, Giubbe Rosse News en https://giubberossenews.it/2024/02/16/smentire-la-profezia/), el aumento del belicismo europeo, aunque probablemente no corresponda a un deseo real de hacer la guerra a Rusia, sino más bien a mostrarse dispuesto disuadir a Moscú, en realidad corre el riesgo de tener el efecto contrario, es decir, aparecer como una amenaza desde el punto de vista ruso y, en consecuencia, ser tomado en serio.

[3] Los misiles hipersónicos son prácticamente ininterceptables. Viajan a una velocidad de unas 9 veces la del sonido, es decir, más de 10.000 kilómetros por hora. La posible maniobra de interceptación implica que el radar detecte el misil y transmita sus coordenadas al sistema antiaéreo (Patriot), luego el sistema Patriot tarda de cinco a siete minutos en entrar en funcionamiento. Un misil Zircon recorre aproximadamente 1.000 km en ese período de tiempo. Uno de los principales requisitos para la interceptación es la presencia de un campo de radar continuo, que permita detectar el objetivo desde el principio hasta el final del vuelo. Pero un radar siempre activo significa convertirlo en un objetivo identificado y localizado, que puede ser atacado con drones o bombas planeadoras.

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El mundo espera el próximo movimiento de Irán, mientras China y Rusia esbozan el futuro

 

El mundo espera el próximo movimiento de Irán, mientras China y Rusia esbozan el futuro

 

 

El planeta entero aguarda con la respiración contenida la respuesta iraní, declaradamente inevitable, al ataque contra su consulado/residencia en Damasco por parte de los psicópatas bíblicos responsables del genocidio de Gaza.

 


Envuelta en un aura de secretismo, cada día que pasa traiciona la inmensidad del desafío: la respuesta posiblemente asimétrica debe ser, simultáneamente, simbólica, sustantiva, convincente, razonable y racional.

 

Esto está poniendo  totalmente histérica a Tel Aviv y extremadamente picajosa a las instancias decisorias del Hegemón.

Todo el que tenga un cerebro que funcione sabe que este sueño húmedo, desde el punto de vista de los sionistas duros y de los sio-conservadores cristianos de EEUU, fue una grave provocación, diseñada para atraer a EEUU hacia el largamente acariciado plan israelí de asestar un golpe decisivo tanto contra Hezbolá como contra Teherán.

El Jefe del Estado Mayor de las FDI, Herzi Halevi, explicó el juego, cuando dijo el domingo pasado: «estamos operando en cooperación con EEUU y los socios estratégicos de la región».

Traducción: nunca confíes en el Hegemón, aunque se haga flotar la idea -a través de mediadores suizos- que Washington no interferirá en la respuesta de Teherán a Tel Aviv. Sólo hay que recordar las «garantías» de Washington a Sadam Husein antes de la primera Guerra del Golfo.

Es imposible tomarse en serio las garantías ofrecidas por los canales de la Hegemonía. La Casa Blanca y el Pentágono dan de vez en cuando estas «garantías» a Moscú cada vez que Kiev ataca en lo más profundo de la Federación Rusia, utilizando información satelital, logística y armamento de EEUU y del Reino Unido, y con la OTAN en el control operativo de facto.

El ataque terrorista de Estado contra Damasco, que hizo añicos la convención de Viena sobre inmunidad diplomática, fue también un ataque tanto contra los BRICS ampliados como contra la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Irán es miembro de ambos organismos multilaterales, y además  mantiene asociaciones estratégicas tanto con Rusia como con China.

Así que no es de extrañar que los dirigentes tanto de Pekín como de Moscú estén considerando cuidadosamente todas las posibles repercusiones del próximo movimiento iraní.

La escalada intencionada de Tel Aviv -cuando se trata de expandir la guerra en Asia Occidental- resulta ser el reflejo de otra escalada: la OTAN no tiene otra salida en Ucrania que redoblar sus esfuerzos, sin un final a la vista.

Esta persistente histeria la puso en evidencia el Secretario de Estado, el pequeño Tony Blinken, cuando afirmó , oficialmente, que Ucrania se unirá  a la OTAN. Lo que cualquier cerebro que funcione sabe que se debe traducir como una hoja de ruta hacia una guerra caliente Rusia-OTAN con consecuencias terribles y nefastas.

La irresponsabilidad criminal del pequeño Blinkie fue debidamente recogida por el dúo franco-británico, cuando los ministros de asuntos exteriores, el británico David «de Arabia» Cameron y el francés Stéphane Sejourne, declararon: «Si Ucrania pierde, perdemos todos».

Al menos acertaron en eso, aunque tardaron mucho, en reconocer que se aproxima una humillación cósmica para la OTAN.

De la «doble oposición» a la «doble disuasión».

Ahora pasemos de los payasos a los adultos de la sala. Como el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, que discutieron juntos todos los acontecimientos incandescentes, a principios de esta semana en Pekín.

Lavrov y Wang no podían ser más claros sobre lo que se avecina para la asociación estratégica Rusia- China.

Se comprometerán juntos en todos los asuntos relacionados con la seguridad euroasiática.

Apostaron, en palabras de Lavrov, por la «oposición dual» para contrarrestar la «disuasión dual» de Occidente.

Dijeron que contrarrestarán todo intento de los sospechosos habituales de «ralentizar el curso natural de la historia «.

Y confirmaron que el presidente Putin y el presidente Xi celebrarán al menos dos reuniones bilaterales en 2024: en la cumbre de la OCS en junio y en la cumbre de los BRICS en octubre.

En pocas palabras: los perros de las “guerras eternas” ladran mientras avanza la caravana de la integración euroasiática.

Tanto Lavrov como Wang dejaron muy claro que, mientras sigue «el curso natural de la historia», la asociación estratégica Rusia-China seguirá buscando una forma de resolver la tragedia de Ucrania, teniendo en cuenta los intereses de Rusia.

Traducción: Más vale que la OTAN se despierte y huela el café.

Esta bilateral a nivel de ministros de asuntos exteriores en Pekín es otra prueba gráfica del actual cambio tectónico en lo que los chinos describen como la «correlación de fuerzas mundial». El mes que viene -ya confirmado- le tocará a Putin visitar Pekín.

Nunca está de más recordar que el 4 de febrero de 2022, también en Pekín, Putin explicó personalmente a Xi por qué la expansión de la OTAN/Hegemonía en Ucrania era totalmente inaceptable para Rusia. Xi, a efectos prácticos, comprendió lo que estaba en juego y no se opuso a la Operación Militar Especial .

Esta vez, Lavrov no pudo sino referirse al plan de paz de 12 puntos sobre Ucrania propuesto por Pekín el año pasado, que aborda las causas profundas «principalmente en el contexto de garantizar una seguridad indivisible, en Europa y en todo el mundo».

Tu «exceso de capacidad» me está volviendo loco

Tanto Teherán como Moscú se enfrentan a un serio desafío cuando se trata de las intenciones del Hegemón. Es imposible concluir que Washington no estaba al tanto del ataque de Tel Aviv contra Irán en Damasco, aunque sea contraintuitivo creer que los demócratas, en un año electoral, alimentarían una desagradable guerra caliente en Asia Occidental provocada por Israel.

Sin embargo, siempre existe la posibilidad que el genocidio en Gaza avalado por la Casa Blanca esté a punto de extrapolar el marco de un enfrentamiento entre Israel e Irán/Eje de la Resistencia – ya que el Hegemón está implicado de facto en una miríada de niveles.

Para aliviar dicha tensión, introduzcamos lo que, dadas las circunstancias, puede entenderse como un alivio cómico: la aventura « Yellin Yellen va a China«.

La Secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, fue a Pekín para proferir esencialmente dos amenazas (al fin y al cabo, se trata del Hegemón).

1. Yellen dijo que las empresas chinas podrían enfrentarse a «consecuencias significativas» si prestaban «apoyo material a la guerra de Rusia contra Ucrania».

2. Yellen acusó a las empresas chinas de «exceso de capacidad», especialmente en lo que se refiere a la industria de los vehículos eléctricos (por cierto, 18 de las 20 principales empresas de vehículos eléctricos del mundo son chinas).

Los chinos, como era de esperar, rechazaron todo el espectáculo con apenas un bostezo, señalando que el Hegemón sencillamente no puede hacer frente a la ventaja competitiva de China, por lo que recurren a otro caso más de bombo y platillo de «descapitalización».

En resumen: se trata de proteccionismo apenas disimulado. El ministro chino de Comercio, Wang Wentao, fue directo al grano: La ventaja de China se basa en la innovación, no en las subvenciones. Otros economistas añadieron dos factores clave: la eficacia de las cadenas de suministro y la competencia ultradinámica en el mercado mundial. Los Vehículos Eléctricos, junto con las baterías de litio y las células solares, son los nuevos «tres grandes productos chinos».

El teatro de Yellin’ Yellen en Pekín debería identificarse fácilmente como otra táctica desesperada de una antigua hiperpotencia que ya no goza de la supremacía militar; ni del dominante complejo militar-industrial-congresual-inteligencia-medios de comunicación-academia-tanque de pensamiento (según la brillante formulación de Ray McGovern) Hoy el hegemonía ya no controla las vías marítimas ni la logística; el  petrodólar no es invulnerable; también desaparece el miedo forzado a las sanciones; y sobre todo el miedo al miedo mismo, sustituido en todo el Sur Global por la rabia y el desprecio absoluto al apoyo imperial al genocidio de Gaza.

Sólo una chabacana remezcla de una tragedia griega

Una vez más el inestimable Michael Hudson lo resume todo sucintamente:

“ La postura oficial de EEUU reconoce que ya no puede ser un exportador industrial , pero ¿cómo va a equilibrar los pagos internacionales para sostener el tipo de cambio del dólar? La solución es la búsqueda de rentas. Por eso Estados Unidos dice, bueno, ¿cuál es la principal nueva oportunidad de búsqueda de rentas en el comercio mundial? Pues es la tecnología de la información y la informática.

Por eso Estados Unidos lucha tanto contra China, y por eso el presidente Biden ha dicho una y otra vez que China es el enemigo número uno. Primero actuó contra Huawei por las comunicaciones 5G, y ahora está intentando que Europa y los exportadores estadounidenses y taiwaneses no exporten ningún chip informático a China, y exigen que los holandeses no exporten maquinaria de grabado de chips a China.

De algún modo, si Estados Unidos impide que otros países produzcan rentas de propiedad intelectual de alta tecnología, estos países serán dependientes.

La búsqueda de rentas significa realmente la dependencia de otros países si no tienen la opción de pagarte mucho más dinero que el coste real de producción. Eso es la renta, el precio sobre el valor. Pues bien, Estados Unidos, como no puede competir en valor debido al alto coste de la vida y de la mano de obra, sólo puede monopolizar la renta.

Pues bien, China no se ha amilanado. China ha saltado por encima de Estados Unidos y está produciendo su propia maquinaria de grabado, sus propios chips informáticos. La pregunta es, ¿qué va a hacer el resto del mundo? Bien, el resto del mundo significa, por un lado, la mayoría global, Eurasia, los BRICS+, y por otro, Europa Occidental.

Europa Occidental está justo en medio de todo esto. ¿Realmente va a renunciar a las importaciones desde chinas, mucho menos caras, a precio de coste, incluido el beneficio normal, o va a dejarse encerrar en la tecnología estadounidense de extracción de rentas, no sólo para los chips informáticos, sino para las armas militares?”

Desde el punto de vista gráfico, esta semana llena de acontecimientos ha proporcionado otro aullido: Xi recibió oficialmente a Lavrov cuando Yellin’ Yellen aún estaba en Pekín. Los eruditos chinos observan cómo la posición de Pekín en una tríada enrevesada es admirablemente flexible, en comparación con el vicioso punto muerto de las relaciones entre EEUU y Rusia.

Nadie sabe cómo puede romperse el punto muerto. Lo que está claro es que los dirigentes de Rusia-China, así como los de Irán, conocen perfectamente los peligros que rondan el tablero de ajedrez cuando los sospechosos habituales parecen ir a por todas, jugándoselo todo, aun sabiendo que están superados en armas, en producción, en número y en astucia.

Es un remix de una tragedia griega de pacotilla, aunque sin el patetismo y la grandeza de Sófocles, en el que sólo aparecen un puñado de especímenes repugnantes y brutos que se precipitan hacia su propia perdición sin pestañear

VÍA:observatoriocrisis.com

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Cómo el “orden” basado en reglas inventadas está descendiendo hacia el salvajismo

 

Cómo el “orden” basado en reglas inventadas está descendiendo hacia el salvajismo

 


DIARIO OCTUBRE / abril 11, 2024

 

 El Mecanismo. La pregunta inevitable resuena por todos los rincones de las tierras de la Mayoría Global: ¿cómo es posible que estos terroristas de facto se salgan con la suya, una y otra vez?


Mientras la Organización de Terror del Atlántico Norte de facto celebra su 75 cumpleaños, llevando el lema de Lord Ismay a cotas cada vez más altas (“mantener a los norteamericanos dentro, a los rusos fuera y a los alemanes abajo”), a esa gruesa losa de madera noruega que se hace pasar por Secretario General se le ocurrió una alegre “iniciativa” para crear un fondo de 100.000 millones de euros para armar a Ucrania durante los próximos cinco años.

 

Traducción, respecto al crucial frente monetario en el enfrentamiento OTAN-Rusia: salida parcial del Hegemón, ya obsesionado con La Próxima Guerra eterna, ahora contra China; entrada del variopinto grupo de desarrapados y desindustrializados chihuahuas europeos, todos profundamente endeudados y la mayoría sumidos en la recesión.

Unos cuantos coeficientes intelectuales por encima de la temperatura ambiente media en el cuartel general de la OTAN en Haren, en Bruselas, tuvieron la temeridad de preguntarse cómo conseguir semejante fortuna, ya que la OTAN no tiene ninguna influencia para recaudar dinero entre los Estados miembros.

Al fin y al cabo, los europeos nunca podrán reproducir la máquina de blanqueo de dinero de los hegemones, probada a lo largo del tiempo. Por ejemplo, suponiendo que el paquete de 60.000 millones de dólares propuesto por la Casa Blanca para Ucrania fuera aprobado por el Congreso estadounidense -y no lo será-, no menos del 64% del total nunca llegará a Kiev: se blanqueará dentro del complejo industrial-militar.

Pero la cosa se vuelve aún más distópica: ‘Norwegian Wood’, con la mirada robótica y los brazos agitados, cree realmente que su propuesta no implicará una presencia militar directa de la OTAN en Ucrania -o en el país 404-; algo que ya es un hecho sobre el terreno desde hace tiempo, independientemente de los ataques de histeria belicista de Le Petit Roi en París (Peskov: “Las relaciones entre Rusia y la OTAN han descendido a una confrontación directa”).

Une ahora el letal espectáculo de los ‘Looney Tunes’ en el frente de la OTANstán con la actuación de los portaaviones del Hegemón en Asia Occidental, llevando sistemáticamente a cotas indescriptibles su Proyecto de Genocidio vía matanza/hambruna a escala industrial en Gaza, el holocausto meticulosamente documentado que los “líderes” del Norte Global observan en contorsionado silencio.

La Relatora Especial de la ONU, Francesca Albanese, lo resumió todo correctamente: la entidad de psicopatología bíblica “mató intencionadamente a los trabajadores del WCK para que los donantes se retiraran y los civiles de Gaza pudieran seguir muriendo de hambre tranquilamente. Israel sabe que los países occidentales y la mayoría de los países árabes no moverán un dedo por los palestinos.”

La “lógica” que subyace tras el ataque deliberado de tres toques contra el convoy humanitario claramente señalado de trabajadores que alivian la hambruna en Gaza era destripar de las noticias un episodio aún más horrendo: el genocidio-dentro-de-un-genocidio del hospital Al-Shifa, responsable de al menos el 30% de todos los servicios sanitarios de Gaza. Al-Shifa fue bombardeado, incinerado y más de 400 civiles fueron asesinados a sangre fría, en varios casos literalmente aplastados por excavadoras, incluidos médicos, pacientes y decenas de niños.

Casi simultáneamente, la banda de psicópatas bíblicos destripó por completo la convención de Viena -algo que ni siquiera los nazis históricos hicieron nunca- atacando la misión consular/residencia del embajador de Irán en Damasco.

Fue un ataque con misiles contra una misión diplomática, que goza de inmunidad, en el territorio de un tercer país, contra el que la banda no está en guerra. Y encima, matando al general Mohammad Reza Zahedi, comandante de la Fuerza Quds del CGRI en Siria y Líbano, a su adjunto Mohammad Hadi Hajizadeh, a otros cinco oficiales y a un total de 11 personas.

Traducción: un acto de terror, contra dos Estados soberanos, Siria e Irán. Equivalente al reciente atentado terrorista contra el Ayuntamiento de Crocus, en Moscú.

La pregunta inevitable resuena por todos los rincones de las tierras de la Mayoría Global: ¿cómo es posible que estos terroristas de facto se salgan con la suya, una y otra vez?

Los nervios del Totalitarismo Liberal

Hace cuatro años, al comienzo de lo que más tarde califiqué como los ‘Raging Twenties’ (Furiosos Veinte), empezábamos a asistir a la consolidación de una serie entrelazada de conceptos que definían un nuevo paradigma. Nos estábamos familiarizando con nociones como disyuntor; bucle de retroalimentación negativa; estado de excepción; necropolítica; y neofascismo híbrido.

A medida que avanza la década, nuestra difícil situación puede haberse visto al menos aliviada por un doble rayo de esperanza: el impulso hacia la multipolaridad, liderado por la asociación estratégica Rusia-China, en la que Irán desempeña un papel clave, y todo ello unido a la ruptura total, en vivo, del “orden internacional basado en normas”.

Sin embargo, afirmar que habrá un largo y sinuoso camino por delante es la Madre de Todos los Eufemismos.

Así que, citando a Bowie, el último gran esteta tardío: ‘Where Are We Now?’ (¿Dónde estamos ahora?) Tomemos este análisis muy perspicaz del siempre cautivador Fabio Vighi de la Universidad de Cardiff y ajustémoslo un poco más.

Cualquiera que aplique el pensamiento crítico al mundo que nos rodea puede sentir el colapso del sistema. Sí, es un sistema cerrado, fácilmente definible como Totalitarismo Liberal. ‘¿Cui bono?’ (¿quién se beneficia?) El 0,0001%.

No hay nada ideológico en ello. Sigue al dinero. El bucle de retroalimentación negativa que lo define es, en realidad, el bucle de la deuda. Un mecanismo criminalmente antisocial mantenido en su lugar por, qué si no, una psicopatología, tan aguda como la exhibida por los genocidas bíblicos de Asia Occidental.

El Mecanismo es aplicado por una tríada

1.La élite financiera transnacional, las superestrellas del 0,0001%.

2. Justo debajo, la capa político-institucional, desde el Congreso de EEUU hasta la Comisión Europea (CE) en Bruselas, así como los “líderes” de la élite compradora en todo el Norte y el Sur Globales.

3. La antigua “intelligentsia”, ahora esencialmente piratas informáticos a sueldo, desde los medios de comunicación hasta el mundo académico.

Esta hipermediatización institucionalizada de la realidad es, de hecho, El Mecanismo (la cursiva es mía).

Es este mecanismo el que controló la fusión de la “pandemia” prefabricada, completada con ingeniería social extrema vendida como “bloqueos humanitarios”, en, una vez más, Guerras Eternas, desde el Proyecto Genocidio en Gaza hasta la obsesión rusófoba/cultura de la cancelación incorporada en el Proyecto Guerra por Poder en Ucrania.

Ésa es la esencia de la Normalidad Totalitaria: el Proyecto para la Humanidad de las espantosamente mediocres y autoproclamadas “élites” del Gran Reajuste del Occidente colectivo.

Matarlos suavemente con la IA

Un vector clave de todo el mecanismo es la interconexión directa y viciosa entre una euforia tecno-militar y el sector financiero hiperinflacionario, ahora esclavo de la IA.

Introduce, por ejemplo, modelos de IA como ‘Lavender’, probados sobre el terreno en el laboratorio del campo de exterminio de Gaza. Literalmente: inteligencia artificial programando el exterminio de humanos. Y está ocurriendo, en tiempo real. Llámalo Proyecto IA de Genocidio.

Otro vector, ya experimentado, está incorporado en la afirmación indirecta de la Medusa tóxica de la CE Ursula von der Lugen: esencialmente, la necesidad de producir armas como vacunas Covid.

Ese es el núcleo de un plan para utilizar la financiación de la UE por los contribuyentes europeos para “aumentar la financiación” de “contratos conjuntos para armas”.
Es un vástago del impulso de von der Lugen para lanzar las vacunas Covid, una gigantesca estafa vinculada a Pfizer por la que está a punto de ser investigada y posiblemente desenmascarada por la Fiscalía de la UE. En sus propias palabras, refiriéndose a la estafa de las armas propuestas: “Ya lo hicimos por las vacunas y el gas”.

Llámalo Armamentismo de Ingeniería Social 2.0

En medio de toda la acción de esta vasta ciénaga de corrupción, la agenda hegemónica sigue siendo bastante descarada: mantener su hegemonía militar -cada vez menor- predominantemente talasocrática, pase lo que pase, como base de su hegemonía financiera; proteger el dólar estadounidense; y proteger esas deudas inconmensurables e impagables en dólares estadounidenses.

Y eso nos lleva al chabacano modelo económico del turbocapitalismo, tal como lo venden los piratas mediáticos del Occidente colectivo: el bucle de la deuda, el dinero virtual, prestado sin parar para hacer frente al “autócrata” Putin y a la “agresión rusa”. Ese es un subproducto clave del mordaz análisis de Michael Hudson sobre el síndrome FIRE (Finanzas-Seguros-Inmobiliarios).

Ouroboros interviene: la serpiente se muerde la cola. Ahora la locura inherente al Mecanismo lleva inevitablemente al capitalismo de casino a recurrir a la barbarie. Salvajismo sin diluir, del tipo del Ayuntamiento de Crocus y del tipo del Genocidio del Proyecto Gaza.

Y así es como El Mecanismo engendra instituciones -desde Washington a Bruselas, desde los centros neurálgicos del Norte Global a la genocida Tel Aviv- reducidas a la condición de asesinos psicóticos, a merced de las Grandes Finanzas/Fuego (oh, qué fabulosas oportunidades inmobiliarias frente al mar disponibles en la “vacante” Gaza).

¿Cómo podemos escapar de semejante locura? ¿Tendremos la voluntad y la disciplina para seguir la visión de Shelley y, en “este sombrío y vasto valle de lágrimas”, convocar al Espíritu trascendente de la Belleza – y la armonía, la ecuanimidad y la justicia?

Strategic Culture Foundation / observatoriodetrabajadores.wordpress.com

VÍA:lahaine.org

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