sábado, 25 de julio de 2020

Y, cuando me desperté, el trabajador ya no estaba allí, porque después de 40 años trabajando se había convertido en trabajador jubilado. Hay que manifestarse porque las pensiones no bajen más, y suban las que no dan ni para comer, porque hay que manifestarse. Pero hemos de saber que sólo con manifestaciones ni con la palabrería de no votar más a no se quien no se va a resolver el problema. Las pensiones son el préstamo que cada trabajador le hizo al Estado durante el tiempo que estuvo trabajando, de modo que se trata de que el Estado no sea un Chorizo ni el gobierno un colaborador de un chorizo, para que nos devuelva lo que es nuestro. Yo creo que este tiene que ser el eje central del planteamiento (Si lo que yo pido, señor Estado, es que me de lo que es mío) y del que no hay que desviarse ni dejarse engañar con palabras, promesas, pajaritos o tintoreras históricas. Te he prestado un dinero: devuélvemelo, que además tienes recursos para poderlo hacer.Y déjate ya, so pamplinas, de gastar el dinero que no es tuyo y persigue a los delincuentes que no pagan la proporción de impuestos que deben para llevárselo al extranjero y, además, los proteges con leyes, y deja ya de gastar más del 1,5% de toda la riqueza nacional (PIB) para comprarles escopetas, petardos, bicicletas voladoras, bombas y bombines a la OTAN. O sea, que dinero para sacar hay: Por lo menos administra bien. El artículo que sigue yo creo que es aleccionador y que nos debería hacer pensar.



La rebelión de los pensionistas

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El Viejo Topo
12 marzo, 2018 



Las pensiones públicas se han visto siempre amenazadas, pero no por las limitaciones económicas, sino por los intereses del sistema financiero y de las fuerzas económicas. La ofensiva ha sido constante. Ya en los años ochenta y noventa el sistema público sufrió varias reformas, todas ellas encaminadas al empeoramiento de las condiciones para los beneficiarios, pero ha sido en este siglo, con la llegada del euro y principalmente con la crisis económica, cuando el ataque ha sido férreo y ha afectado a los mismos cimientos del sistema.

Las pensiones públicas han estado en el centro de todas las políticas de austeridad y de los diversos ajustes impuestos a los países miembros por Bruselas. En España la agresión se inició en aquella fatídica noche de mayo de 2010 en la que, contra toda lógica, Zapatero y su ministra de Economía se entregaron sin resistencia alguna a las presiones de Alemania. Junto al tajo dado a las retribuciones de los empleados públicos, se congelaron las pensiones. La ofensiva continuó con la reforma acometida más tarde, en 2011, por el mismo Zapatero, en la que ya se perfilaba el factor de sostenibilidad; pero se consumó y perfeccionó con la emprendida por Rajoy en 2013, con efectos letales tanto por la eliminación de la actualización anual de la pensión por el incremento del IPC, como por la concreción del factor de sostenibilidad, que amenaza seriamente la cuantía de las futuras prestaciones.

Todas estas modificaciones en el sistema han tenido un mismo origen, la coacción, de una o de otra forma de Bruselas. Difícilmente se puede hablar por tanto de haber superado la crisis, si no se les restituyen a los pensionistas sus anteriores derechos. No puede extrañarnos, en consecuencia, el grado de virulencia que están mostrando las múltiples manifestaciones de pensionistas. Era evidente que cuando la inflación retornase a tasas normales, iba a hacerse presente uno de los efectos más negativos de la reforma, la depreciación progresiva de la cuantía en términos reales de las prestaciones.

Durante este tiempo, las distintas fuerzas políticas han estado mareando la perdiz sin enfrentarse seriamente con este problema. Tan solo cuando los pensionistas se han echado a la calle es cuando han intervenido, pero con una única finalidad: pescar votos en río revuelto. Junto a los muchos errores, el Pacto de Toledo tenía dos aspectos positivos. El primero, el compromiso de todos los partidos de no utilizar las pensiones como arma electoral; el segundo, garantizar a los jubilados que sus prestaciones mantendrían el poder adquisitivo. Ambos factores parecen haberse perdido en el momento presente.

En el tema de las pensiones -que afecta tanto a los jubilados actuales como a los futuros- se dan dos aspectos que, aunque conectados, conviene separar. Uno es el de la actualización anual de las pensiones, contemplado hasta en la Carta Magna; el otro es el de la solvencia del sistema en el futuro.

B

La actualización o no de las pensiones por el IPC es un falso problema que solo aparece como tal cuando se rodea de falacias. En la época en la que estaba vigente la actualización de las prestaciones por el IPC, si la inflación había crecido más de lo esperado y había que pagar la correspondiente diferencia a los jubilados, casi todos los medios de comunicación asumían la mentira de que representaba un coste adicional al erario público, lo que no es cierto, ya que con la inflación también se incrementan los ingresos del sector público en igual o mayor cuantía.

Antiguamente muchas familias de economía modesta cuando iban a tener un hijo afirmaban, con cierta ironía, esa especie de máxima de que los niños traían un pan debajo del brazo, lo cual en la mayoría de los casos no era cierto. Pero algo parecido, y en esta ocasión sí que con razón, se puede predicar del impacto de la inflación sobre el presupuesto del Estado. La inflación viene con su financiación debajo del brazo, porque si bien puede incrementar los gastos del Estado, también aumenta automáticamente todos los ingresos.

Hacienda afirma que este año la recaudación impositiva va viento en popa. La razón hay que buscarla ciertamente en que la economía en términos reales está creciendo un 3%, pero también en el incremento de los precios, que aumenta de forma automática los ingresos del Estado. No hay, por lo tanto, ninguna razón para negarse a la actualización. Rechazarla es tan solo aprovechar la inflación para hacer una transferencia de recursos del colectivo de los pensionistas a las otras aplicaciones presupuestarias o a la reducción del déficit.

La excusa que utiliza el Gobierno, y de alguna forma también Ciudadanos, la carencia de recursos presupuestarios, no es aceptable. Es un tema de elección, de decisión política. ¿Por qué el recorte tiene que ser en las pensiones y no en otras partidas de gasto? ¿Por qué no en defensa, en la financiación de las Comunidades Autónomas, en los gastos de los Ayuntamientos o en las inversiones públicas? ¿Por qué no prescindir de los compromisos adquiridos con Ciudadanos de bajada de impuestos, de establecer los complementos salariales que en el fondo suponen una subvención a los empresarios, o de reducir las cotizaciones sociales? ¿Por qué quitar a los pensionistas lo que les corresponde para dedicarlo a otras partidas quizás mucho más dudosas e inadecuadas?

La no actualización puede considerarse un robo, un verdadero expolio. Constituye sin justificación un impuesto específico a los pensionistas. Impuesto que tiene un carácter acumulativo, lo que produce a medio plazo efectos devastadores en las pensiones. Imaginemos una inflación promedio anual del 2%. El primer año la no actualización es equivalente a un impuesto del 2%, el segundo año sería de un 4% (1,02 x 1,02), del 6% el tercer año (1,02 x 1,02 x 1,02). Y así sucesivamente. El año diez, el impuesto acumulativo sería equivalente al 22%. El año veinte, el impuesto sería del 48%. Es decir, para una persona que llevase 20 años de jubilación, la pensión sin actualización anual sería la mitad de lo que le correspondería si se hubiese actualizado año a año.

La protesta de los pensionistas está obligando a todos los partidos a pronunciarse. El Gobierno se está viendo forzado a dar una alternativa, alternativa que no es fácil de entender. Se trata de conceder a algunos pensionistas una desgravación fiscal. Todos los gobiernos tienen la tentación, contra la lógica más elemental de la Hacienda Pública, de conceder las ayudas sociales como minoración de ingresos, en lugar de a través del correspondiente capítulo de gastos. Además de los muchos defectos que la teoría impositiva predica de los gastos fiscales, hay que señalar que la finalidad de la administración tributaria es la de cobrar los impuestos y perseguir el fraude, no la de gestionar las pensiones. Para este cometido, ya está el Ministerio de Trabajo.



Aun cuando no se conoce bien en qué va a consistir el alcance concreto de la medida, se puede afirmar que solo hay una explicación para huir de la actualización anual de las pensiones por el IPC y establecer en su lugar una prestación social a los pensionistas. La razón hay que buscarla en que el coste de esta ayuda será muy inferior al de la actualización, seguramente porque el número de beneficiarios será muy reducido, pero también y principalmente porque la prestación no será acumulativa y en el caso de la actualización, sí.

El Gobierno en su argumentación está utilizando cifras que pueden inducir a engaño. Afirma que la pensión media ha crecido en el último año el 14%. El dato puede ser cierto, pero la razón no es, tal como se asegura, porque ese haya sido el incremento de las pensiones individuales, sino porque las prestaciones de los jubilados que abandonan el sistema es sustancialmente inferior a la de los jubilados que se incorporan, lo que es más bien revelador de cómo la cuantía de las pensiones se deteriora a lo largo del tiempo, y eso que hasta ahora se han venido actualizando por el IPC.

Desde el Ministerio de Trabajo, departamento del que han surgido las reformas más duras y reaccionarias (no sé por qué los pensionistas se fueron a manifestar ante el Ministerio de Hacienda en lugar de ir al de Trabajo, que es el que elaboró la ley), se ha filtrado un cuadro que ha recogido algún periódico de Madrid. Pretende mostrar cómo evolucionará en el futuro el porcentaje del gasto en pensiones sobre el PIB, si se actualizasen las prestaciones por el IPC. Distingue varios escenarios según el incremento real de la economía, pero curiosamente la hipótesis que escoge para la inflación siempre es la misma, 1,8%. La razón es evidente, los datos son idénticos sea cual sea la inflación; incluso si esta fuese cero y por lo tanto no hubiese ninguna actualización de las prestaciones. No sé si los datos son buenos o malos. Solo el ministerio tiene las tripas, y conoce las hipótesis sobre las que se han elaborado, pero cuadros como este se vienen confeccionando desde los años ochenta sin que jamás se haya acertado en las previsiones a tan largo plazo. En cualquier caso, lo que es seguro es que la evolución del porcentaje del gasto sobre el PIB no depende de la inflación ni de que se actualicen las pensiones. Otra cosa es que se quiera aprovechar la inflación para rebajar las prestaciones a los jubilados y conseguir así que el gasto total se reduzca. En ese caso es innegable que cuanto mayor sea el IPC, mayor será el recorte que se dé en términos reales a las pensiones y menor, el gasto total, lo que no tiene mucho sentido.

Ante el tema de la revalorización, el líder de Ciudadanos se pone trascendente y afirma que ese no es el problema, sino que hay que acudir al tema de la sostenibilidad a largo plazo, y habla de crear empleo, de subir los salarios, de arreglar el problema de la natalidad, de la conciliación. Todo eso está muy bien, pero, mientras se consigue, permítase a los jubilados actuales no perder al menos poder adquisitivo. Es la falsa parábola de la caña y el pez, que tanto emplean los que se oponen a las prestaciones sociales. Lo de enseñar a pescar puede ser muy bueno, pero mientras aprende, désele el pez al que lo necesita, porque mientras aprende o no se ha podido morir de hambre. Algo parecido ocurre con las pensiones. Mientras se crea empleo, se corrige la tasa de natalidad o se suben los salarios, manténgase el poder adquisitivo de los pensionistas.

La viabilidad del sistema público de pensiones no se puede cifrar en el mero hecho de rebajar poco a poco las prestaciones, que es lo que se lleva haciendo reforma tras reforma. Eso no es hacerlo viable, sino destruirlo paso a paso. Además, así soluciona el problema cualquiera. El remedio tampoco puede venir ni de la natalidad ni de la conciliación, ni siquiera del empleo y de los salarios en sí mismos. Para mostrar y asegurar la viabilidad del sistema hay que sacar las pensiones del estrecho margen de la Seguridad Social y de las cotizaciones y situarlo entre todas las obligaciones del Estado y de un Estado Social que es el que establece nuestra Constitución. Pero este aspecto merece un artículo completo, así que lo dejamos para la próxima semana.

Artículo publicado originalmente en el blog del autor Contrapunto

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¡Cáspita y los peces coloraos! Que no era el comunismo. ¿No nos habrán estado engañando también por esta punta?


La deuda externa en Rumania: de 0 a 95 mil millones de euros en 30 años
DIARIO OCTUBRE / 24.07.2020

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Después de tres décadas desde que Rumania pagará el total de su deuda externa con el Banco Mundial y el FMI, de 21 millones de dólares, el país dominado ahora por la oligarquía capitalista debe a la banca internacional casi 100 mil millones de euros. El endeudamiento ha crecido al ritmo de unos 3 mil millones por añ
Datoria.ro

Tras llegar Nicolae Ceausescu a la jefatura del estado y del partido comunista se produjo un periodo de distensión y acercamiento a Occidente, como producto de la llamada política de desestalinización aplicada en casi todo el mundo socialista desde los años 60. Ese acercamiento, celebrado por EEUU y Europa Occidental, tuvo como consecuencia la petición, en 1975, de 21 millones de dolares al Fondo Monetario Internacional y a la Banca Mundial por parte de Rumania, para incentivar su desarrollo industrial.
El dinero obtenido por Rumania se invirtió en un desarrollo enorme de la economía y del nivel de vida de los rumanos, la extensión de la industria en todos los sentidos y, en definitiva, la conversión del pais en una economía prácticamente autosuficiente, con capacidad de producir casi todo por sí misma o de conseguir lo que era escaso exportando sus productos. Por supuesto, esto tenía un inconveniente tremendo, que el Comité Central del PCR pronto observó: la soberanía rumana estaba resentida, pues el FMI y el Banco Mundial presionaban con la deuda para conseguir intervenir en la política rumana.
Así que, en los años 80 Nicolae Ceausescu y el gobierno rumano decidieron devolver hasta el último dolar para recuperar la soberanía nacional, a sabiendas de que el desarrollo económico fue tal que Rumania, como se ha dicho anteriormente, había alcanzado la práctica autosuficiencia productiva. El esfuerzo, no obstante, provocó que Occidente se sintiera agredido y que empezará un verdadero bombardeo propagandístico, tanto en el interior como en el exterior, contra Ceasescu y el comunismo rumano (¿cómo soportar que el pez se haya dado cuenta de que lo que había mordido era un anzuelo envenado y se haya conseguido soltar?).
Ceausescu, de ser el viento fresco del bloque comunista, aplaudido por todo Occidente, loado por las revistas y las televisiones, se transformó radicalmente en el Drácula comunista, en un tirano infernal y en un genocida inaceptable. Finalmente, cuando en abril de 1989 la deuda fue pagada hasta el último dolar, la suerte de Ceausescu y del comunismo rumano, que desde su total soberanía económica se negaría a imponer los cambios dictados por Gorbachov o Reagan, estaría echada, y su ejecución y la destrucción del país planificada.
Martin Armstrong, ex presidente de Princeton Economics International Ltd., hizo una declaración durante una conferencia celebrada en Filadelfia, EE. UU, en el año 2015 constatando el pago total de la deuda por parte de Rumania. Planteando el tema de la interminable política de préstamos promovida globalmente después de la Segunda Guerra Mundial afirmó que «El único país que pagó su deuda fue Rumania en los años ochenta fue Rumania. ¡Es la única excepción que se ha conocido!».
El hijo mayor de Nicolae Ceausescu, Nicu, afirmaría después de que su padre fuera asesinado y él encarcelado que ni en 30 años los golpistas capitalistas podrían siquiera limpiar todo lo que se había construído desde los años 70, una premonición que ha resultado cierta: después de 30 años el capitalismo rumano solo ha destruído la mitad de los puestos de trabajo existentes en 1989, ha cerrado escuelas y hospitales, ha obligado a más de 3 millones de ciudadanos a huir de su país y ha cargado sobre la clase trabajadora la gigantesca deuda externa utilizada, principalmente, para enriquecer a la oligarquía local y a las multinacionales extranjeras.
A continuación, traducimos una parte del discurso de Nicolae Ceausescu en abril de 1989:
«¡Los días 12 y 14 de abril, se puede decir, marcan el logro de la plena independencia económica y política de Rumania! Por primera vez en su larga historia, Rumania ya no tiene ninguna deuda externa, ya no rinde homenaje a nadie, ¡y es verdaderamente independiente, económica y políticamente!
A fines de marzo, liquidamos la deuda externa del país, que en 1980 superaba los 11 mil millones de dólares. En total, desde 1975 hasta marzo de 1989 pagamos alrededor de 21 mil millones de dólares, de los cuales el interés representa más de 7 mil millones de dólares. Aquí no se incluye, por supuesto, las deudas que hemos tenido en rublos, y que también se han pagado durante mucho tiempo.
En la actualidad, al contrario, es nuestro país tiene que sacar provecho de los préstamos que ha otorgado a diferentes estados por más de 2.500 millones de dólares.
Pagar la deuda externa sin duda ha requerido grandes esfuerzos. Tuvimos que actuar de tal manera que nos aseguráramos tanto el desarrollo general del país como la liquidación gradual de toda la deuda en este período, y tomar las medidas necesarias para fortalecer continuamente el orden y la disciplina. Como se sabe, desde 1980 hasta ahora la situación económica mundial ha sido muy compleja y grave. La situación de los países en desarrollo, cuyas deudas externas ahora superan los 1.300 mil millones de dólares, ha empeorado continuamente.
Al adoptar la decisión de pagar la totalidad de la deuda externa en esta década, procedimos de la base de que solo liquidándola podríamos garantizar la plena independencia económica y política, implementar el Programa del partido para la construcción de la sociedad socialista desarrollada multilateralmente y crear las condiciones necesarias para el avance firme de Rumania hacia el comunismo.
Al mismo tiempo, hemos decidido actuar de tal manera que aseguráramos el desarrollo económico y social de la patria y el aumento continuo del nivel material y espiritual de las personas.
En los años 1981-1989 asignamos más de 2,000 billones de leis para el desarrollo. Son, al cambio, más de 200 mil millones de dólares.
La producción industrial supera en un 50% este año en comparación con 1980. La producción agrícola será casi 1.5 veces mayor. El consumo de bienes de la población, a precios corrientes, es un 40% más alto. El fondo de remuneración total aumentó aproximadamente un 60% durante este período y la remuneración promedio (salarios) en aproximadamente un 50%. Como se sabe, en 1981-1989, los salarios y las pensiones se doblaron. Este año, antes del 1 de agosto, se producirá el segundo aumento de los sueldos.
Al mismo tiempo, las asignaciones por hijo aumentaron en un 70% y el gasto social per cápita aumentó en más del 44%.
En general, durante este período se han llevado a cabo extensas obras de interés industrial, agrícola y nacional, y se han construido más de 1 millón de apartamentos. En estos años, se pusieron en funcionamiento el Canal Danubio-Mar Negro y el Canal Poarta Albă-Midia Năvodari, con una longitud total de aproximadamente 100 km, se construyó el metro en Bucarest, que este año tendrá una longitud de 60 km. Se encauzó el río Dâmboviţa de Bucarest y se llevaron a cabo las grandes obras de modernización y sistematización de la capital, entre las que se encontraba el nuevo centro administrativo (Casa Poporului).
En general, todos las provincias, ciudades y comunas de nuestra patria socialista han experimentado un fuerte desarrollo. Todos los hombres de buena fe pueden ver las grandes transformaciones que han tenido lugar en Rumania y han elevado el nivel general de civilización y bienestar de todo nuestro pueblo.
Propongo al Comité Central del Partido que tomemos la decisión, que será aprobada como ley por la Gran Asamblea Nacional, de que en el futuro nadie pueda recurrir a préstamos extranjeros, para que todo el desarrollo del país se pueda lograr por nuestros propios medios. por supuesto, a través de una amplia colaboración internacional, !pero sin créditos!»

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