martes, 13 de mayo de 2025
Paradoja del mentiroso
La verdad subjetiva se
opone a la verdad fáctica de un modo análogo a la oposición entre la histeria y
la neurosis obsesiva: la primera es una verdad en forma de mentira, la segunda
una mentira en forma de verdad.
Paradoja del mentiroso
El Viejo Topo
13 mayo, 2025
BIENVENIDOS A
LA CIVILIZACIÓN DE LA PARADOJA DEL MENTIROSO
La llamada
paradoja del mentiroso (“lo que digo es falso”) ha sido discutida hasta la
saciedad desde la antigua Grecia hasta la India y la filosofía del siglo XX. La
paradoja implica que si mi afirmación es verdadera, entonces es falsa (“si
lo que estoy diciendo es falso, entonces lo que estoy diciendo no es falso”), y
viceversa. En lugar de perder el tiempo en la interminable red de argumentos y
contraargumentos, dirigiremos nuestra mirada a Jacques Lacan, quien propuso una
solución especial a este problema al distinguir entre enunciado y enunciación,
es decir, entre el contenido del enunciado y la posición
subjetiva implicada o expresada en el acto de enunciación. Tan pronto como
introducimos esta distinción, notamos inmediatamente que en sí misma una
afirmación como “todo lo que digo es falso” puede ser al mismo tiempo verdadera
y falsa, pero también que una frase como “siempre digo mentiras” puede
representar perfectamente mi percepción subjetiva de vivir una existencia
inauténtica o falsa. Lo mismo ocurre a la inversa: la afirmación «sé que soy un
pedazo de mierda» puede ser literalmente cierta en sí misma ,
pero falsa en el nivel de la posición subjetiva que pretende mostrar; podría
ser, por ejemplo, algo que digo para presentarme ante los demás como alguien
que es al menos honesto consigo mismo y que NO es completamente «un pedazo de
mierda»… Nuestra respuesta a este último orador podría ser parafrasear un
famoso chiste de Groucho Marx: «Actúas como un pedazo de mierda y admites que
eres un pedazo de mierda, pero eso no nos engañará, ¡eres un pedazo de
mierda!».
¿Por qué perder
el tiempo con estas trilladas y cansadas paradojas lógicas? Porque en la era de
la “posverdad” del populismo de derecha, la explotación de esta paradoja ha
alcanzado un verdadero auge: el discurso político actual ya no puede entenderse
sin introducir la distinción entre enunciado y enunciación. Entramos en el
mundo real . Tras la reelección de Trump en 2024, Alexandria
Ocasio-Cortez, que conservó su escaño en el Congreso, hizo un llamamiento
público a sus electores que votaron por ella en el Senado pero por Trump como
presidente para que intentaran comprender por qué tomaron una decisión tan
extraña y divisiva. La congresista consideró que la razón principal,
contrariamente a los cálculos manipuladores de Kamala Harris y otros
demócratas, fue que ella y Trump parecían más sinceros a los ojos de los
votantes. Esta es también la razón por la que, cuando Trump se ha contradicho o
ha sido descubierto mintiendo descaradamente, paradójicamente estas
revelaciones sólo le han servido de algo: para sus partidarios, sus mentiras
son prueba de que simplemente está actuando como un ser humano normal que no se
basa únicamente en sus asesores expertos, sino que dice sin rodeos lo que le
viene a la mente. En otras palabras, las mismas inconsistencias y falsedades de
las declaraciones de Trump funcionan como una señal de que, a nivel de la
declaración, él habla como cualquier otro ser humano auténtico y sincero: una
demostración perfecta de cómo es posible falsificar incluso la posición
subjetiva implícita en una declaración.
La verdad
subjetiva se opone a la verdad fáctica de un modo análogo a la oposición entre
la histeria y la neurosis obsesiva: la primera es una verdad en forma de
mentira, la segunda una mentira en forma de verdad. Tanto el populismo de
derecha como la corrección política de la izquierda liberal practican estas dos
formas complementarias de mentira (que reflejan la distinción entre histeria y
neurosis obsesiva). Por una parte, la afirmación histérica afirma la verdad en
forma de mentira: lo que se dice no es literalmente cierto,
sino que la mentira expresa de forma engañosa una denuncia auténtica. Por otra
parte, lo que la afirmación obsesiva expresa como literalmente verdadero
no es más que una verdad al servicio de una mentira más compleja y articulada.
Tanto los populistas como los liberales políticamente correctos hacen un uso
extensivo de ambas estrategias.
Primero: todo
el mundo miente sobre los hechos si eso ayuda a corroborar lo que los
populistas llaman “la Verdad superior” de sus respectivas Causas. Por ejemplo,
algunos fundamentalistas religiosos afirman “mentir por Jesús”: para prevenir
el “horrible crimen” del aborto, consideran aceptable difundir falsas
“verdades” científicas sobre la vida de los fetos y los riesgos de interrumpir
un embarazo; o bien, para apoyar la lactancia materna, estos fundamentalistas
consideran aceptable presentar como un “hecho científico” la teoría que
identifica una correlación entre la abstención de la lactancia materna y el
cáncer de mama. El manifestante populista anti-inmigración promedio difunde sin
vergüenza historias no verificadas sobre violaciones y otros crímenes cometidos
por refugiados, con el fin de reforzar y difundir la opinión de que los
inmigrantes representan una amenaza seria para nuestra forma de vida. Pero
incluso los partidarios liberales de la corrección política a menudo operan de
manera similar: por ejemplo, cuando omiten deliberadamente las diferencias
objetivas entre los “estilos de vida” de los inmigrantes y los europeos, porque
mencionarlas podría exponerlos a críticas de eurocentrismo.
Recordemos el caso de Rotherham, en el Reino Unido, donde hace una década la
policía descubrió que un grupo de paquistaníes estaba en el centro de una red
de abusos a menores que, según algunos informes, afectó a más de mil niñas británicas
muy jóvenes, en su mayoría blancas, a lo largo de varias décadas: los datos
fueron ignorados o minimizados para no provocar una reacción islamófoba…
La estrategia
opuesta –la de mentir diciendo la verdad– es utilizada con
igual frecuencia por ambos polos. Si bien es muy claro que los populistas
antiinmigración propagan estratégicamente falsedades descaradas, también es
cierto que utilizan migajas de verdad factual para dar un aura de veracidad a
sus mentiras racistas; Por otra parte, también es cierto que los propios
partidarios de la corrección política practican este sutil arte de mentir
a través de la verdad : en su lucha contra el racismo y el sexismo, de
hecho, a menudo se refieren a hechos cruciales, a los cuales, sin embargo, a
menudo dan un significado engañoso. Mientras que por un lado la protesta
populista proyecta sobre el enemigo externo la frustración real y el
sentimiento generalizado de confusión del pueblo, por otro lado la
izquierda liberal de la corrección política utiliza sus
verdaderos valores y principios emancipadores (como la denuncia del sexismo y
el racismo en el lenguaje, etc.) para reafirmar su superioridad moral, y
obstaculizar así un verdadero cambio socioeconómico.
La ironía
suprema es que la derecha populista, aunque condena el relativismo histórico en
teoría (si sus autojustificaciones merecen ser llamadas teorías),
lo utiliza en la práctica incluso más brutalmente que la izquierda liberal.
En cualquier caso, la postura correcta no es atenerse a la simple realidad de
los hechos: en cierto sentido, de hecho, HAY “hechos alternativos”, ciertamente
no en el sentido de discutir sobre si el Holocausto ocurrió o no. Por cierto,
todos los revisionistas del Holocausto que he conocido, desde David Irving en
adelante, afirman de manera rigurosamente empírica que están comprobando “los
datos”: ¡ninguno de ellos habla de relativismo posmoderno! Los “datos”
constituyen un dominio cada vez más vasto e impenetrable, el problema es que
los observamos desde lo que la hermenéutica llama un cierto horizonte
de comprensión, privilegiando algunos y omitiendo otros. Todas nuestras
Historias no son más que eso: cuentos, combinaciones de datos (seleccionados)
en narrativas coherentes; nunca son reproducciones fotográficas de la realidad.
Por ejemplo, un historiador antisemita podría fácilmente escribir un resumen
del papel de los judíos en la vida social de Alemania en la década de 1920,
mostrando cómo en realidad eran mayoría en muchos campos profesionales
(abogados, periodistas, artistas): todo –probablemente– más o menos cierto,
pero claramente al servicio de una mentira. Las mentiras más efectivas son
aquellas que mezclan falsedad y verdad, mentiras que reproducen –o pretenden
reproducir– sólo datos factuales.
Tomemos la
historia de un país: puede contarse desde un punto de vista político
(centrándose en los caprichos del poder), o puede centrarse en el desarrollo
económico, las luchas ideológicas, la miseria social o los movimientos de
protesta. Cada uno de estos enfoques puede estar respaldado con precisión por
hechos, pero eso no los hace a todos igualmente “verdaderos” en el pleno
sentido de la palabra. No hay nada de “relativista” en el hecho de que la
historia humana siempre haya sido narrada desde un determinado punto de vista y
apoyada por ciertos intereses ideológicos. Lo más difícil es mostrar cómo estos
puntos de vista “interesados” no son todos igualmente verdaderos,
que algunos de ellos son en realidad más “verdaderos” que otros. Por ejemplo,
si uno cuenta la historia de la Alemania nazi desde el punto de vista del sufrimiento
de los oprimidos y si uno se deja guiar por un interés universal en la
emancipación humana, ya no se trata simplemente de otro punto de vista
subjetivo: esa interpretación de la historia es también inmanentemente “más
verdadera”, porque describe adecuadamente la dinámica de la totalidad social
que dio origen al nazismo. Los “intereses subjetivos” no son equivalentes, y no
sólo porque unos sean éticamente preferibles a otros, sino sobre todo porque
los “intereses subjetivos” no existen fuera de una sociedad: son en sí mismos
momentos de la sociedad, formados por participantes activos (o pasivos) en los
mismos procesos sociales. Por eso no puede haber narrativas “neutrales” u
“objetivas” de la guerra en Medio Oriente o de la agresión rusa contra Ucrania:
la verdad sobre estos acontecimientos sólo puede contarse desde la
perspectiva de una víctima. El título de una de las primeras
obras maestras de Habermas, Conocimiento e interés , es quizás
más relevante que nunca.
Para
profundizar en esta dimensión, conviene movilizar otra noción que juega un
papel fundamental en el análisis actual de la ideología: la noción de
interpasividad introducida por Robert Pfaller. La interpasividad se opone
a la List der Vernunft (astucia de la razón) de Hegel, según
la cual yo soy activo a través del otro: es decir, puedo permanecer pasivo,
sentado cómodamente en un segundo plano, mientras el Otro actúa en mi lugar. En
lugar de golpear el metal con un martillo, la máquina puede hacerlo por mí; En
lugar de hacer girar el molino yo mismo, el agua puede hacerlo por mí: logro mi
objetivo interponiendo otro objeto natural entre mí y el objeto sobre el que
estoy trabajando. Lo mismo puede suceder a nivel interpersonal: en lugar de
atacar directamente a mi enemigo, inicio una pelea entre él y otro, de modo que
puedo observar cómodamente cómo ambos se hacen pedazos. En el caso de la
interpasividad, en cambio, soy pasivo gracias al otro: le concedo el aspecto
pasivo (el goce) de mi experiencia, mientras que yo puedo permanecer activamente
involucrado (por ejemplo, puedo seguir trabajando por la noche mientras el VCR,
mirando la televisión en mi lugar, disfruta pasivamente en mi lugar, o puedo
hacer arreglos financieros para la herencia del difunto mientras los otros
presentes en el funeral lloran al difunto en mi lugar).
Esto nos lleva
al concepto de actividad falsa: las personas no sólo actúan para
cambiar algo, sino que también pueden actuar para evitar que algo suceda, de
modo que nada cambie. He aquí la estrategia típica del neurótico obsesivo: se
activa frenéticamente con el único objetivo de impedir que suceda algo real. En
una situación de grupo donde la tensión amenaza con estallar, el obsesivo habla
todo el tiempo para evitar ese momento de silencio incómodo que obligaría a los
participantes a confrontar abiertamente la tensión en el aire. Durante el
tratamiento psicoanalítico, los neuróticos obsesivos hablan incesantemente,
inundando al analista con anécdotas, sueños e ideas: su actividad incesante se
sostiene por el temor subyacente de que si dejan de hablar aunque sea por un
momento, el analista podría hacerles la pregunta que realmente importa; en
otras palabras, hablan para mantener al analista paralizado. En la mayor parte
de la política progresista actual, el peligro no es la pasividad, sino la
pseudoactividad, la compulsión de ser activo y participar. La gente interviene
en cada momento con la intención de “hacer algo”; Los intelectuales se
involucran en debates sin sentido sin fin, mientras que lo realmente difícil
sería dar un paso atrás y retirarse de todo esto…
Los que
ostentan el poder a menudo prefieren la participación crítica al silencio,
porque a través de ella pueden implicarnos mejor en su diálogo, garantizando
así que se rompa nuestra pasividad perturbadora. El énfasis absoluto en la
necesidad de actuar, de hacer algo, delata la posición subjetiva de no querer
realmente hacer nada. Cuanto más hablamos de la inminente catástrofe ecológica,
menos preparados estamos para hacer algo al respecto. En contraste con ese modo
interpasivo, en el que estamos activos todo el tiempo para asegurarnos de que
nada cambie realmente, el primer paso verdaderamente crítico sería retirarnos a
la pasividad y negarnos a participar. Este primer paso sería de hecho el único
que podría allanar el terreno para una actividad real, para un acto que
cambiaría efectivamente las coordenadas de nuestra constelación.
Las cosas se
vuelven aún más complejas cuando se trata del acto particular de disculparse:
si he lastimado a alguien con un comentario grosero, lo correcto para mí es
ofrecer una disculpa sincera, y lo correcto para la otra persona es decir algo
como: «Gracias, lo aprecio, pero no me ofendí, sabía que no lo decías en serio,
así que realmente no me debes una disculpa». La cuestión, por supuesto, es que,
si bien el resultado final es que no es necesaria una disculpa, aun así hay
que pasar por todo el proceso; “No tienes que disculparte” sólo puedo decirlo
después de haber ofrecido mis disculpas. Así es, incluso si formalmente “no
pasó nada” y una disculpa es innecesaria, esta dinámica produce una ganancia
real (y quizás hasta salve una amistad). Las disculpas tienen éxito cuando se
proclaman superfluas. Una estrategia similar se pone en juego cuando una
admisión rápida sirve como justificación para evitar una disculpa real (“¡Dije
que lo sentía, así que cállate y deja de molestarme!”).
El Partido
Comunista Chino (entre muchos otros actores políticos) ha proporcionado un
modelo similar de manipulación de la brecha entre declaración y enunciación.
Los chinos han aprendido la lección del fracaso de Gorbachov: el reconocimiento
pleno y total de los “crímenes fundamentales” sólo hace caer todo el sistema.
Por tanto, hay que seguir negando los «crímenes fundamentales» del régimen: es
cierto que se denuncian algunos «excesos» y «errores» maoístas (el Gran Salto
Adelante y la hambruna devastadora que siguió, o la Revolución Cultural), pero
al mismo tiempo se establece como fórmula oficial la evaluación que Deng hace
de la obra de Mao (setenta por ciento positiva y treinta por ciento negativa).
Esta evaluación funciona como una conclusión formal que hace superflua
cualquier reelaboración posterior. Aunque Mao es treinta por ciento malo, el
impacto simbólico total de esta admisión queda neutralizado: él continúa siendo
celebrado como el padre fundador de la nación, con su cuerpo en un mausoleo y
su imagen en cada billete. Se trata de un claro caso de negación fetichista:
aunque sabemos muy bien que Mao cometió errores y causó un sufrimiento inmenso,
su figura permanece mágicamente indemne ante estos hechos. De este modo, los
comunistas chinos han conseguido tener todo a mano: los cambios radicales
introducidos en la política social (en primer lugar, la liberalización
económica) combinan perfectamente con la aparente continuación de la línea
anterior del Partido. El procedimiento aquí es el de la neutralización (o
mejor, lo que Freud llamó Isolierung): admitir las cosas horribles
pero prohibir cualquier reacción subjetiva (el horror ante lo sucedido) –
millones de muertes se convierten en un hecho neutral. Cuando los medios
israelíes (y occidentales) hablan hoy de la destrucción de Gaza, ¿no están
practicando este tipo de neutralización? Los terroristas de Hamás torturan y asesinan,
mientras que las víctimas de las FDI siempre son simplemente eliminadas o neutralizadas …
Luego
están los rumores (me refiero aquí al libro de Mladen
Dolar, Rumors , publicado por Polity Press en 2024), que
funcionan de manera extraña en lo que respecta a la verdad: el hecho como tal,
la verdad fáctica de un rumor, queda en suspenso (o más bien se trata con
indiferencia – “No sé si es verdad, pero esto es lo que oí…”), mientras que su
contenido conserva intacta su eficacia simbólica: disfrutamos contando
indiscreciones, nos fascinan. Se trata de un fenómeno distinto de la negación
fetichista (“sé muy bien que no es verdad, pero aun así… lo creo”), casi una
especie de inversión de esta, es decir: “no puedo decir que creo que esto sea
verdad, que realmente ocurrió, pero aun así… esto es lo que sé”. En lo que
respecta al ejercicio del poder, el espacio para las indiscreciones es ambiguo.
Los rumores “sucios” pueden apoyar al poder y su autoridad (desde Ataturk hasta
Tito), pero a veces también juegan un papel decisivo en disturbios y
disturbios, incluidas las protestas contra la inmigración (Europa está ahora
llena de rumores sobre inmigrantes que violan a nuestras mujeres y cómo las
autoridades censuran las noticias sobre estas violaciones). Luego están también
lo que uno podría verse tentado a llamar “buenas voces”, que a veces son
necesarias para desencadenar una explosión revolucionaria. Un ejemplo de ello
es el Gran Miedo (la Grande Peur), el pánico general que tuvo lugar
entre el 17 de julio y el 3 de agosto de 1789, al comienzo de la Revolución
Francesa.
No puedo dejar
de añadir a esta lista un caso único en la historia del cine. La obra
cinematográfica de Luchino Visconti se caracteriza por una tensión entre el
compromiso político comunista y una fascinación por la Cosa incestuosa. Esto
último tiene para él un evidente peso político, como lo tiene también el
disfrute decadente de las antiguas clases dominantes en ruinas. Los dos
ejemplos supremos de este encanto mortal son sin duda Muerte en Venecia y
la obra maestra en blanco y negro menos conocida Vaghe stelle dell’Orsa ,
una joya del cine de cámara. Lo que ambas películas tienen en común no es sólo
la pasión “privada” y prohibida que lleva a la muerte (la pasión del compositor
por el bello muchacho en Muerte en Venecia , la pasión
incestuosa de hermano y hermana en Vaghe stelle por otro
lado), sino también el dualismo entre el compromiso político del artista de
izquierdas (hasta su muerte Visconti fue miembro del Partido Comunista
Italiano) y su fascinación por el disfrute decadente de la clase dominante
arruinada (un placer en el dolor); un dualismo que actúa como una división elemental
entre enunciado y enunciación. Es como si Visconti, como un típico
revolucionario puritano moralista, condenara públicamente aquello que disfruta
y le fascina personalmente, como si su apoyo público a la abolición política de
la vieja clase se hubiera “transfuncionalizado” en una herramienta a través de
la cual procurarse un placer decadente en el dolor, observando el espectáculo
de su propia ruina. ¿No se aplica lo mismo a distopías como El cuento
de la criada? ¿No nos fascinan secretamente las descripciones detalladas de
la opresión de las mujeres que todos, por supuesto, condenamos?
Los rumores parecen
encajar perfectamente con la situación actual, que muchos caracterizan
erróneamente como la era de la “muerte de la verdad”. La implicación de quienes
usan este término es que alguna vez (digamos hasta los años 1980), a pesar de
todas las manipulaciones y distorsiones, la verdad siempre prevalecía de alguna
manera, mientras que la «muerte de la verdad» representaría un fenómeno de
fecha reciente. Sin embargo, un rápido vistazo nos dice que no es así en
absoluto: ¿cuántas violaciones de los derechos humanos y crisis humanitarias
han permanecido invisibles, desde la guerra de Vietnam hasta la invasión de
Irak? Basta recordar los tiempos de Reagan, Nixon, Bush… El pasado no era en
absoluto más “veraz”, la cuestión es más bien que antes la hegemonía ideológica
era mucho más fuerte: en lugar de la gran confusión actual de “verdades
locales”, en el pasado una única “verdad” (o, más bien, una gran Mentira) prevalecía
fácilmente y durante mucho tiempo sin ser alterada. En Occidente, ésta ha sido
la Verdad liberal-democrática (con sus versiones de izquierda y de derecha). Lo
que está sucediendo hoy con la ola populista, que ha sacudido al establishment
político occidental, es precisamente el colapso de esa Verdad/Mentira que
durante décadas ha funcionado como la base ideológica de ese establishment. Y
la razón última de este colapso no fue en absoluto el ascenso del relativismo
posmoderno, sino más bien el fracaso político del establishment gobernante, su
incapacidad para mantener su hegemonía ideológica.
Ahora
comprendemos mejor qué es lo que en realidad deploran quienes lamentan la
“muerte de la verdad”: la desintegración de una gran Narración, más o menos aceptada
por la mayoría, que trajo estabilidad ideológica a la sociedad. El secreto de
quienes maldicen el “relativismo histórico” es que han perdido la base sólida
bajo los pies de una gran Verdad (o una gran Mentira) que proporcionaba a todos
un “mapa cognitivo” de partida común. En resumen, son precisamente aquellos que
deploran la “muerte de la verdad” los verdaderos y más radicales agentes de
esta muerte: su lema implícito es el atribuido a Goethe, “besser Unrecht als
Unordnung” –mejor injusticia que desorden; Más vale una gran mentira que
una realidad compuesta de una amalgama de mentiras y verdades. Por eso, cuando
escuchamos que, bajo el continuo “colapso del ecosistema informativo”, nuestra
sociedad se está desmoronando, debemos tener muy claro lo que esto significa:
no solo que abundan las noticias falsas, sino que lo que se está desintegrando
es la gran Mentira que ha mantenido unido nuestro tejido social hasta ahora. La
“muerte de la verdad” abre así la posibilidad de una nueva verdad auténtica… o de
una nueva Gran Mentira aún peor. ¿No es esto lo que está sucediendo con el
retroceso de la democracia liberal, su gradual eclipsamiento por las múltiples
figuras del neofascismo, desde el populismo neofeudal hasta el autoritarismo
religioso?
Fuente: Charta Sporca
Una gran noticia. Los Planes de Pensiones de Empleo van camino del naufragio
Una gran noticia. Los Planes
de Pensiones de Empleo van camino del naufragio
DIARIO OCTUBRE / mayo 13, 2025
La lucha es el único camino porque, si bien la victoria es difícil, sin combate la derrota está garantizada.
La gestión del
dinero la realizan VisaCaixa, BBVA, Santander, Ibercaja y Caser. Los
consejeros, los cinco designados por el gobierno (todos ellos exdirectivos de
grandes bancos), cuatro representantes de la patronal y cuatro de los
sindicatos, deberían recibir jugosas retribuciones, en parte vinculadas al
desarrollo de los Planes. En concreto: 40.000 euros por las reuniones que se
llevaran a cabo, más una cantidad extra por cada reunión adicional, con un
máximo de 22 al año.
Esos Planes,
creados por el Gobierno PSOE -Sumar mediante reforma de la Ley
General de Seguridad Social que se incluirían en los Convenios Marco mediante
acuerdo de la patronal y los sindicatos, debían ser, tanto un instrumento de
privatización de las pensiones, como de captación de dinero fresco para el
capital financiero, sacándolo de los bolsillos de los trabajadores.
Este
procedimiento, que ya está vigente para los empleados del Estado y grandes
empresas como Telefónica, se incluyó en 2023, en el Convenio Marco de la
Construcción, sin que los más de un millón de trabajadores afectados tuvieran
noticia de ello.
La complicidad
de CCOO y UGT, que participan en la gestora junto a la patronal y se reparten
cantidades anuales en torno al millón de euros (sólo por lo que respecta a la
gestión del Fondo de empleados públicos) ha hecho posible el secretismo, clave
para la ejecución de los planes.
La ocultación y
el engaño no han podido mantenerse mucho tiempo. Numerosos sindicatos de clase
en desacuerdo con dichos planes han venido realizando asambleas y difundiendo
información, sobre todo en el sector del Metal, mucho más organizado que el de
la Construcción, y el siguiente candidato a incluir esos Planes en el próximo
Convenio Marco.
Además, dichos
sindicatos han firmados recientemente un importante documento en el que, además
de denunciar colectivamente los Presupuestos de Guerra, se comprometen a
impedir que esos Planes se lleven a cabo en las empresas y sectores en los que
intervienen.
El documento
completo se puede consultar aquí. https://encuentromo.org/
La noticia de
la dimisión de esos gestores pone de relieve la parálisis del proyecto, que
“pretendía sumar más de 2.500 millones de euros en tres años, pero han pasado
más de dos años y medio y aún no ha entrado ni un euro”.
Tampoco cabe duda
de que la lucha de la clase obrera, máxime cuando se lleva a cabo de forma
unitaria, consigue frutos y paraliza proyectos que como éste y como tantos
otros, se basan en la ignorancia cuidadosamente amasada por “agentes sociales”
que son verdaderos agentes de la burguesía en el movimiento obrero y por un
gobierno que representa directamente los intereses del imperialismo.
La lucha es el
único camino porque, si bien la victoria es difícil, sin combate la derrota
está garantizada.
Fuente: insurgente
*++
La desconocida historia de las españolas del campo nazi de Mauthausen
La desconocida historia de las
españolas del campo nazi de Mauthausen
Rebelion / España
12/05/2025
Fuentes: El Diario [Foto: Mujeres supervivientes de Mauthausen fotografiadas tras la liberación por el deportado español Francesc Boix (Francesc Boix)]
Campo de
concentración de Mauthausen (Austria), 7 de marzo de 1945. Josep Ester y
Joaquín Olaso son dos de los apenas 2.500 republicanos que continúan con vida
entre las alambradas del siniestro recinto. Por el camino se han quedado cerca
de 5.000 españoles antifascistas que han perecido hambrientos, exhaustos,
enfermos, fusilados, ahorcados, apaleados, devorados por los perros, gaseados…
Josep lleva
once meses encerrado en Mauthausen y Joaquín algo más de año y medio. Ambos
fueron capturados por la Gestapo y deportados por ser miembros de la
Resistencia. Para ellos ha sido algo más fácil sobrevivir porque, cuando
llegaron al campo, recibieron la ayuda de los prisioneros veteranos: los
republicanos que ingresaron en 1940 o 1941 y que habían logrado formar una
pequeña, pero eficaz organización clandestina.
Ellos fueron
los que peor lo pasaron y los que sufrieron la práctica totalidad de las bajas.
Ahora la situación es algo mejor y hay optimismo porque, incluso entre los
desnutridos inquilinos de los pijamas a rayas, circulan noticias que apuntan a
la inminente derrota de Hitler. Aunque el final de la guerra parece muy
próximo, no pueden confiarse. La sed de sangre de las SS no se ha aplacado y la
muerte sigue acechándoles. Súbitamente, un rumor empieza a correr de boca en
boca. En el convoy que acaba de llegar, formado por 2.000 mujeres y niños, hay
un pequeño grupo de prisioneras españolas; las primeras en la historia de
Mauthausen.
El largo camino hacia Mauthausen
Cinco días antes, el 2 de marzo de 1945, ocho asustadas mujeres intentan permanecer juntas en el nuevo viaje que están a punto de emprender. Las guardianas de las SS las golpean, amenazan y empujan hacia un tren de ganado que permanece parado. Están abandonando el infierno en el que han pasado los últimos meses: el campo de concentración de Ravensbrück 1.
Prisioneras recién liberadas en su barraca de Mauthausen
En él han
compartido cautiverio con otros dos centenares de españolas que, como ellas,
fueron apresadas y deportadas por haber sido miembros muy activos de la
Resistencia. Su experiencia previa en la Guerra de España, en la que la mayoría
había participado en la lucha contra los ejércitos de Franco, Hitler y
Mussolini, les resultó muy útil en el nuevo conflicto bélico en el que se
vieron inmersas cuando el Reich invadió Europa Occidental. Ni siquiera su detención,
las torturas y la posterior deportación les hizo doblar la rodilla.
En Ravensbrück
realizaron sabotajes en la fábrica de munición en la que eran obligadas a
trabajar. Esa determinación le costó la vida a no pocas compañeras, pero al
resto las unió todavía más. Las ocho mujeres consiguen subirse al mismo vagón.
Está atestado de compañeras de otras nacionalidades, algunas de las cuales
están acompañadas por hijos de corta edad. Los nazis las evacúan porque las
tropas soviéticas se encuentran muy cerca y tienen la certeza de que en unos
días liberarán Ravensbrück. Una vez dentro del vagón se miran atentamente las
unas a las otras, como si fuera la primera vez que se vieran.
Allí están
siete luchadoras españolas: Carlota García, Angelines Martínez, Feliciana
Pintos, Herminia Martorell, Carmen Zapater, Rosita de Silva y Alfonsina Bueno.
Junto a ellas, otra compatriota de acción y de corazón, Estucha Zilberberg. En
1936, esta polaca dejó su cómoda vida en Bruselas para viajar a España como
brigadista internacional. Hoy, sus ya hermanas la llaman Juanita.
Todas llevan
diez años burlando a la muerte. Quizás la que más cerca la tuvo fue Feliciana,
que logró sobrevivir al año y medio que pasó en el campo de exterminio de
Auschwitz-Birkenau. Hoy, sin embargo, la que peores papeletas tiene es
Angelines. Enferma de tuberculosis, su extrema debilidad preocupa a sus
compañeras. Carlota, a la que todas conocen como Charlie, no está dispuesta a
dejarla morir. Por eso actúa con rapidez, la tumba en un rincón y se centra en
cuidarla.
“Charlie estuvo
a mi lado en todo momento. Aquel viaje espantoso duraría cinco días y en el
trayecto murieron muchas de nuestras amigas. Una vez más Charlie fue mi ángel
de la guarda, dándome calor con su cuerpo, abrigándome con sus ropas y dándome
algo de alimento que me ponía en la boca, como se hace cuando se da de comer a
un pajarillo, ya que yo estaba completamente extenuada”, recordaría Angelines
muchos años después.
Un increíble reencuentro entre las alambradas nazis
A las forzadas pasajeras aquellos cinco días dentro del tren les parecieron cinco años: “Llegamos a Mauthausen medio muertas casi todas, en medio de los cadáveres de nuestras compañeras fallecidas en el viaje”, rememoraría Angelines. La pesadilla no terminó cuando las SS abrieron las puertas de los vagones: “Todavía nos quedaban por recorrer los cinco kilómetros de cuesta que conducían al campo. Para mí aquello representó un verdadero vía crucis y de no haber tenido a Charlie a mi lado jamás hubiese llegado a la cima de la colina. Los SS me hubieran liquidado de un balazo en la nuca, como hicieron con otras”.
Dos años antes
de llegar a Mauthausen, Feliciana Pintos fue deportada al campo de exterminio
de Auschwitz-Birkenau.
Cuanto más se
acercaban al campo, las imágenes que veían incrementaban su miedo, tristeza e
inquietud. En marzo de 1945 Mauthausen había sido ampliado para hacinar a miles
de prisioneros y prisioneras que habían sido trasladados en las marchas de la
muerte desde Auschwitz y desde otros campos. Se calcula que había más de 80.000
deportados en todos sus recintos. De ellos, unos 20.000 se repartían entre la
fortaleza central, el Campo Ruso y el llamado Campamento de Tiendas. Cuando por
fin llegaron a su destino final, los soldados apartaron a los niños y a algunas
de las mujeres; en total fueron cerca de 200 los miembros de ese convoy que ni
siquiera fueron registrados porque las SS decidieron asesinarlos.
El sufrimiento
y el terror solo empezó a disiparse en el momento en que las mujeres llegaron a
la zona de las duchas y la desinfección. Estucha nunca pudo ni quiso olvidar
aquel instante: “Se nos acercaron varios españoles que luego supimos que eran
peluqueros y empleados en diversos servicios del campo. Ellos fueron los que
nos prodigaron las primeras palabras de ánimo, asegurándonos su apoyo y su
ayuda en todos los terrenos, así como una protección eficaz”. Los prisioneros
españoles y la organización clandestina internacional se pusieron manos a la
obra y les hicieron llegar ropa y comida. Las mujeres les facilitaron sus
nombres y fue entonces cuando llegó la sorpresa.
Josep Ester y
Joaquín Olaso no podían creerlo. Sus esposas, Alfonsina Bueno y Carlota García,
estaban entre las recién llegadas. Ambos se las ingeniaron para acercarse hasta
su barraca y abrazarlas. La felicidad de constatar que el ser querido seguía
con vida se mezclaba con la tristeza y la incertidumbre de verse juntos en
aquel terrible destino. Un sentimiento aún más agridulce para Alfonsina, que
recibió una terrible noticia. Su padre había pasado por Mauthausen y acabó
siendo asesinado en la cámara de gas del Castillo de Hartheim.
47 días en Mauthausen
Los SS
destinaron a las españolas a diversos comandos de trabajo. Carmen, Charlie y
Estucha fueron enviadas a la estación de Amstetten, a 35 kilómetros de
Mauthausen, para retirar los escombros que provocaban los cada vez más
frecuentes bombardeos aliados. Cada ataque las sorprendía trabajando y
provocaba numerosas muertes entre las deportadas.
“Nuestra
desmoralización llegó a tal punto que un día decidimos negarnos a ir a sacar
escombros de aquella maldita estación. Decisión que tomamos por unanimidad. Los
SS estaban estupefactos, pues era la primera vez que un grupo de prisioneras se
les sublevaba (…) Los SS nos encerraron en una barraca y nos privaron de comida
y de agua. Y allí hubiésemos muerto de inanición si los españoles no se las
hubiesen arreglado para facilitarnos, cada día, varias raciones de sopa”,
rememoraba la brigadista polaca. Estucha, Charlie, Carmen y sus compañeras
habían protagonizado la primera huelga en los siete años de historia de
Mauthausen; algo a lo que nunca se atrevieron sus compañeros.
El 22 de abril,
47 días después de ingresar en el campo, llegó una dulce e inesperada
liberación. Dos semanas antes de la rendición final de Alemania, Himmler ordenó
a los responsables del campo que permitieran a la Cruz Roja Internacional
evacuar a los deportados y deportadas franceses. En ese grupo se incluyó a las
españolas. La organización clandestina internacional logró, además, que el
marido de Alfonsina, Josep Ester, se hiciera pasar por francés y se colara así
en el convoy que les condujo a la libertad.
Así terminó la
poco conocida odisea de las republicanas de Mauthausen. Un pequeño grupo que
formó parte de la historia de la deportación femenina española. Al menos
trescientas compatriotas fueron deportadas a campos de concentración nazis en los
que sufrieron tanto o más que sus compañeros varones. Ellas fueron aún más
olvidadas que ellos. Si conocemos algo de sus vidas y de su lucha es, en buena
medida, gracias a la superviviente de Ravensbrück Neus Català.
Muchas décadas
después del final de la guerra buscó a sus compañeras y les pidió que
escribieran sus vivencias. Después se encargó de publicarlas en un libro
esencial: De la resistencia y la deportación. Neus resumió así todo
ese proceso: “No supimos valorar lo que habíamos hecho. Por eso permanecimos en
silencio, incluso tras la muerte de Franco. Estábamos cansadas, pero al final
hicimos algo. Me costó mucho convencer a las mujeres de que contáramos nuestra
historia, pero lo hicimos”. Lo hicieron.