La España mestiza y
multicultural que Tokio ha visibilizado
Por Juan Tortosa
Rebelión
09/08/2021
Fuentes: Público [Foto:
Los deportistas españoles Ana Peleteiro y Ray Zapata, con sus medallas ganadas
en los JJOO de Tokio (EFE)]
Se llama Ana
Peleteiro y es gallega negra de padre africano; se llama Ray Zapata, vive en
Alcorcón y con cinco años se instaló con su madre en Lanzarote… Estos días
atrás, los dos se envolvieron orgullosos en la bandera española tras ganar
medallas olímpicas en Tokio para su país, para nuestro país.
Esa bandera de
la España mestiza y viva que nuestros atletas han exhibido en los juegos
olímpicos ha mostrado al mundo entero la verdadera cara de una tierra próspera
y tolerante. La cara plural y multicultural donde los malos rollos solo tienen
cabida en mentes crispadas y nostálgicas que se obstinan, sin conseguirlo, en
prostituir los símbolos que nos representan a todos.
En materia de
racismo, el franquismo dejó serias secuelas en pueblos y ciudades de este país,
los gitanos estaban demonizados y hasta los andaluces, gallegos o extremeños
que se marchaban a trabajar a regiones más industrializadas percibían el
estigma de la discriminación en los lugares a cuya prosperidad estaban
contribuyendo.
No ha mejorado
la cosa con la irrupción de la ultraderecha en el panorama político. Estamos en
la prehistoria de la asimilación de una realidad multicultural que no tiene
marcha atrás por mucho que xenófobos e intolerantes de medio pelo se empeñen en
ello. Por mucho que los inmigrantes parezcan invisibles en los mismos sitios
donde son imprescindibles.
Por eso lo que
ha ocurrido en Tokio 2020 tiene a mi entender tanta importancia. Además de
imprescindibles, ya no son invisibles. Si en los invernaderos del Poniente
almeriense por ejemplo, levantáramos por un momento los plásticos que cubren
las cosechas de tomates, pimientos, calabacines y sandías, descubriríamos más
de ochenta mil personas de piel oscura sudando a mares a diario. Seres humanos
que para los fascistas no solo son invisibles, sino explotables e ignorables en
el momento en que dejan de ser útiles.
En efecto,
cuando, exhaustos, acaban la jornada laboral por la que, en el mejor de los
casos, cobran cincuenta euros, magrebíes y subsaharianos toman sus bicicletas y
desaparecen. No hacen vida social en Roquetas, Vícar, El Ejido o La Mojonera.
No se les ve en los bares, ni en ningún centro de ocio. Solo en los Centro de
Salud cuando están enfermos o en el Mercadona cuando acuden a comprar
provisiones.
Hace ya unos
treinta años que empezaron a llegar y seguimos viviendo de espaldas. Sin darnos
cuenta que empiezan a tener hijos que van al cole, niños que ya sí se
relacionan con los de aquí de toda la vida, niños que se hacen grandes y van a
la universidad y al gimnasio. Niños que ya son adultos y que ganan medallas en
Tokio. Niños que a su vez ya tienen niños…
Esto es lo que
han dejado en evidencia los Juegos Olímpicos de Tokio, que no hay marcha atrás,
por mucho retrógrado de banderita en la muñeca que se resista. Los nuevos
españoles serán abogados, médicos, peritos o ingenieros técnicos agrícolas y
conformarán una sociedad mestiza y moderna que trabajará por un futuro mejor en
la tierra donde crecieron.
En los censos
de los principales municipios del Poniente almeriense figuran inscritos
ciudadanos de más de cien nacionalidades distintas. Los partidos políticos no
han aprendido aún a digerirlo. Los del PP han sobrevivido hasta ahora
intentando maquillar su racismo congénito como mejor han podido para que no se
les escaparan las alcaldías, y las izquierdas exhiben una escandalosa carencia
de reflejos a la hora de poner en marcha proyectos de integración para un
futuro multicultural.
A veces dan la
impresión de que no acaban de creerse que los inmigrantes vinieron para
quedarse, que será aquí donde ellos y sus descendientes echarán raíces. Y si
algún partido sabe ver el beneficio que todo esto supone para el futuro de
nuestro país, no se percibe que actúe en consecuencia. Por eso Vox les
come la tostada, pero por eso también los momentos mágicos que hemos vivido en
Tokio estos días pueden contribuir a que quienes deben tomar nota de una vez,
se pongan a ello.
La España que
viene es mestiza y multicultural, es una España de Peleteiros y Zapatas. Qué
bonito altavoz el de Tokio para que saquen conclusiones quienes aún manifiestan
dudas a la hora de combatir el racismo y la xenofobia de la ultraderecha con la
mayor de las firmezas.