miércoles, 27 de agosto de 2025

CJS y Creba Socialista se pronunciaron así acerca de los incendios [España]

 

CJS y Creba Socialista se pronunciaron así acerca de los incendios

 

diario octubre / agosto 25, 2025

 



Coordinadora Juvenil Socialista (CJS):

SOBRE LOS INCENDIOS

Hay culpables. Políticos que recortan en servicios de prevención y extinción. Empresarios que se lucran mientras todo arde. Llamamos a dirigir toda nuestra rabia contra ellos.

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Creba Socialista:

LUMES NUNCA MÁIS!

Nos últimos dez días foron calcinadas máis de 60.000 hectáreas. Incendios masivos percorren o país e isto ten claros responsables.

¡INCENDIOS NUNCA MÁS!

En los últimos diez días fueron calcinadas más de 60.000 hectáreas. Incendios masivos recorren el país y esto tiene claros responsables.

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Fuente: insurgente.org

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América Latina y el Caribe ante la desesperación de EEUU

 

América Latina y el Caribe ante la desesperación de EEUU

 

Diario octubre / agosto 25, 2025

 

El consenso general en América Latina y el Caribe es que el crimen organizado es la amenaza principal para la seguridad de la región. Lo que generalmente se omite notar es el papel central del gobierno norteamericano en la manipulación de las estructuras regionales del crimen organizado y el lavado del dinero para poder justificar su amenazante presencia militar. La propaganda norteamericana ocupa la coartada de estar luchando contra el crimen organizado y el narcotráfico para justificar su extensa presencia militar en la región. Últimamente, ha servido al gobierno del presidente Trump para amenazar a México con posibles incursiones militares y para movilizar buques de guerra con capacidad de asalto anfibio y contingentes y de marines para amedrentar a Venezuela

De hecho, desde hace décadas se ha demostrado de manera contundente que las instituciones financieras norteamericanas lavan el dinero del narcotráfico y que las autoridades norteamericanas fomentan el crimen organizado y el narcotráfico por medio de la CIA y su llamada agencia antidrogas, la DEA. Hace más de 15 años las autoridades venezolanas establecieron que la DEA es meramente otro cartel del narcotráfico regional. Es notorio que la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito reportó en 2009 que fue dinero del crimen organizado y el narcotráfico que mantenía a flote el sistema bancaria norteamericana durante el colapso financiero de 2008-2009.

Los datos del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), establecido por los países ricos del G7 en 1989 para controlar el lavado del dinero internacional, señalan que entre 2% y 5% del Producto Interno Bruto del mundo procede de actividades ilícitas. Las jurisdicciones norteamericanas y británicas se encuentran entre las cinco más involucradas en el lavado de dinero, junto con la de Suiza. El mismo FBI norteamericano calcula que en la jurisdicción norteamericana se procesan más de US$300 mil millones en fondos ilícitos al año. Un monto similar de fondos ilícitos se procesa en el sistema financiero europeo.

Este año, el pasado 2 de marzo, el Departamento de la Tesorería del gobierno norteamericano suspendió la aplicación de la Ley de Transparencia Corporativa, una legislación supuestamente diseñado para controlar el lavado de dinero. En teoría, la próxima valoración por el GAFI, programado para febrero del próximo año, tendrá que asignar la categoría “gris” al sistema financiero norteamericano por no cumplir con las normas internacionales. Sin embargo, esencialmente, GAFI es otro protagonista de la farsa perenne en que las instituciones controladas por el Occidente colectivo asesoran y valoran a sus propios dueños mientras denuncian y condenan a los gobiernos y naciones que rechazan el control occidental.

Este teatro regulador alimenta la implacable guerra psicológica que justifica las agresiones diplomáticas, económicas y terroristas desplegadas por los países occidentales para desestabilizar regiones enteras del mundo. Como secuela de la contundente derrota de la OTAN en su guerra contra Rusia en Ucrania, algunos observadores occidentales perciben el desarrollo de un nuevo orden internacional político-militar basado en el concepto de respectivas esferas de influencia. Este concepto desfasado del Siglo 19 plantea que el poder regional dominante puede asumir el derecho de imponer su voluntad sobre países vecinos más débiles.

En cambio, desde el fin de la Guerra Fría al fin del siglo pasado, los gobiernos de Rusia y China han desarrollado como guía para las relaciones internacionales el concepto de la seguridad indivisible logrado por medio del diálogo y el respeto a los intereses de cada país. En el contexto europeo este principio se estableció formalmente en la Carta de Istanbul de 1999 y la Declaración de Astana de 2010. De hecho, los gobiernos de los países de la OTAN lo han ignorado completamente. Hasta 2022, seguían su amenazante expansión hacia las fronteras de Rusia y ahora resulta que enfrentan un contundente derrota estratégica en Ucrania.

Basado en los mismos principios del diálogo y respeto para los intereses de otros países, desde 2022 China ha impulsado su Iniciativa de Seguridad Global, la cual lleva a un nivel y alcance más amplio la visión enunciada en 2014 por la Comunidad de Estados Latinoaméricanos y Caribeños al declarar nuestra región como una región de Paz. Sin embargo, el Comando Sur norteamericano protagoniza la política exterior de su país, basado siempre en la Doctrina Monroe y la diplomacia de las cañoneras. Esta semana, el jefe del Comando Sur, Almirante Alvin Holsey dio continuidad al programa intervencionista de la jefa anterior, la General Laura Richardson, con visitas a República Dominicana, Panamá, Argentina y Paraguay.

La intromisión norteamericana en la región se ha intensificado notablemente con la fusión en la figura de Marco Rubio de las funciones de Secretario de Estado y Asesor de la Seguridad Nacional en el gobierno del presidente Trump. De hecho, la carrera política del Marco Rubio ha sido como representante de las redes del crimen organizado, narcotráfico y terrorismo de la mafia cubana en Miami. En enero de este año, Rubio declaró a una comisión del Senado norteamericano que China es “el adversario casi a la par nuestro más potente y peligroso que esta nación haya enfrentado jamás”.

Con razón la Cancillería china ha criticado “la mentalidad de Guerra Fría” de Marco Rubio. De hecho, la guerra de aranceles desatada por el presidente Trump ha demostrado que la economía norteamericana está muy por detrás de la capacidad productiva y comercial de China. De igual manera, el poder militar norteamericano tampoco está a la par de las fuerzas armadas de la Federación Rusa. El creciente reconocimiento de esta realidad y del cada vez mayor cooperación entre los países del mundo mayoritario en defensa de sus intereses ha forzado a la clase gobernante norteamericano enfocar su atención mucho más en América Latina y el Caribe con el fin de asegurar su acceso a los recursos naturales de la región.

A primera vista el panorama político de la región parece bastante favorable para los intereses norteamericanas, porque predominan las fuerzas políticas de derecha o centro-derecha. Pero hay que señalar varios factores que contrarrestan el criminal impulso norteamericano para ampliar y profundizar su control neocolonial de la región. Primero, el control político interno de los gobiernos aliados norteamericanos es frágil por motivo de la precariedad socioeconómica de la mayoría de sus poblaciones y la fortaleza de los movimientos sociales para resistir las políticas neoliberales de los gobiernos.

En segundo lugar, para mantener la estabilidad comercial y financiera, estos gobiernos reaccionarios necesitan colaborar e intercambiar con la economía de la República Popular China y con las economías asiáticos en general. Saben perfectamente que su relación con la economía norteamericana es una de servir como territorios a ser saqueado a cambio de nada, aparte del desprecio y soberbia de siempre. Entrelazado con estas dos consideraciones está el aspecto fundamental político-afectivo que es inseparable del tema de la reducción de la pobreza.

Casi todos los gobiernos de la región sufren bajos niveles de crecimiento económico y casi todos, con diferentes niveles de seriedad y compromiso, pretenden querer reducir la pobreza. Pero la reducción de pobreza toma diferentes formas en dependencia de la visión económica de los respectivos gobiernos. Los gobiernos de Chile, Ecuador, Paraguay o Perú priorizan las ganancias de sus élites y una economía que deja caer hacia abajo algunas gotas de riqueza para las mayorías. Los gobiernos de Brasil, Colombia y México, se distinguen por mayor compromiso con la reducción de pobreza por medio de robustas intervenciones estatales. La variedad revolucionaria de la reducción de pobreza en Cuba, Nicaragua y Venezuela ha priorizado la democratización económica para hacer florecer el potencial humano de sus familias, de la juventud, enfocada en el desarrollo de la persona humana.

Es precisamente el imperativo fascista de sofocar esta democratización revolucionaria que motiva el genocida bloqueo contra Cuba y las agresivas medidas coercitivas unilaterales de parte del gobierno norteamericano y sus aliados europeos contra Venezuela y Nicaragua. No es casualidad que Brasil, Colombia y México hayan incurrido en el disgusto del gobierno norteamericano porque abogan por una visión del desarrollo humano más alineado con la visión china de un destino de futuro compartido de la humanidad. La cuarta Cumbre China-CELAC en mayo de este año confirmó la determinación de la República Popular China de sostener sus relaciones del desarrollo económico hacia un futuro compartido con todos los países de la región.

Al final, la desesperación de las élites gobernantes norteamericanas es que no pueden frenar el desarrollo de la región con la República Popular China de las relaciones comerciales, financieras y de inversión en infraestructura para la conectividad. Tampoco pueden sofocar la visión político-afectivo compartido con China de hacer florecer el potencial de los pueblos creando mayores espacios de todo tipo para el desarrollo de la persona humana. Las oligarquías locales de nuestra región se debaten entre la necesidad de desarrollar buenas relaciones con China y su sumisión tradicional a las élites gobernantes norteamericanas.

El terrorista quehacer de Donald Trump y Marco Rubio alrededor del mundo responde a la desesperación de las criminales élites gobernantes que los patrocinan.

En el caso de América Latina y el Caribe, nuestro Copresidente Comandante Daniel expresó esta realidad en la XIII Cumbre Extraordinaria del ALBA-TCP cuando observó:

“A eso es que le tienen terror los Imperialistas, a lo que es la fuerza de los pueblos cuando se deciden a luchar y cuando hay dirigentes como Chávez, en el caso de Venezuela, que asumió de frente el reto, el desafío, de luchar por la paz, luchar por el beneficio de los pueblos. No se planteó ninguna guerra Chávez, igual Nicolás. Pero está el ejemplo que son revoluciones y está el ejemplo de la Revolución Cubana y está el ejemplo de la Revolución Sandinista. Entonces hay que liquidarlas, para que los imperialistas puedan adueñarse de la soberanía de los pueblos de América Latina y el Caribe. Pero ¡no podrán! ¡Ni pudieron, ni podrán!”.

Fuente: radiolaprimerisima.com

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Centenario Sacristán [España]

 

Hoy, 27 de agosto de 2025, se cumplen 40 años del fallecimiento de Manuel Sacristán, uno de los grandes filósofos españoles del siglo XX, una de las cimas del marxismo español, iberoamericano y europeo. ¿Qué queda, qué quedará de su obra, de su praxis?


TOPOEXPRESS


Centenario Sacristán

 

Salvador López Arnal

El Viejo Topo

27 agosto, 2025 



¿QUÉ QUEDA DE LA OBRA Y PRAXIS DE MANUEL SACRISTÁN LUZÓN EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU NACIMIENTO?

 

                                                                                                     Para los lectores y estudiosos de la obra de Manuel Sacristán.

                                                                                      Para Paco Fernández Buey (1943-2012), in memoriam et ad honorem.  

Hoy, 27 de agosto de 2025, hace 40 años del fallecimiento de Manuel Sacristán, uno de los grandes filósofos españoles del siglo XX, una de las cimas del marxismo español, iberoamericano y europeo. El próximo 5 de septiembre recordaremos el primer centenario de su nacimiento. ¿Qué queda, qué quedará de su obra, de su praxis?

Si las cosas no empeoran más y seguimos amando, pensando y luchando a lo largo de este siglo, el Siglo de la Gran Prueba en el decir de uno de sus grandes discípulos, Jorge Riechmann, de la praxis del traductor de Gramsci y Quine queda y quedará su inquebrantable compromiso con los más vulnerables; su decisiva participación en la lucha antifranquista desde posiciones comunistas democráticas a lo largo de más de dos décadas; sus 23 años de militancia en el duramente perseguido partido de los comunistas españoles y catalanes (PSUC-PCE), del que fue dirigente durante unos 15 años, tras renunciar a una plaza de profesor en el Instituto de Lógica Matemática y de Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster (Westfalia) donde estudió entre 1954 y 1956.

Queda y quedará su apoyo a las luchas mineras asturianas (recordemos a Rafael González, minero asesinado en 1963, a los 36 años) y a muchas otras luchas obreras; su firme y arriesgada protesta (en compañía de muy pocos) contra el vil asesinato de Julián Grimau; su decisiva participación en la formación del SDEUB (Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona); su radical rechazo de la invasión de Checoslovaquia y del aplastamiento de la Primavera de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia (“veremos cosas peores”, señaló con trágico acierto); su equilibrado balance crítico de las luchas (no solo parisinas) de Mayo del 68; su participación en el encierro de Montserrat en protesta por las condenas a muerte del juicio de Burgos.

Quedará, debe quedar también, la indignación de los estudiantes antifranquistas y la ciudadanía democrática por sus dos expulsiones universitarias, por el maltrato que sufrió a lo largo de años y años, por la represión a la que fue sometido. Era un rojo, lo trataron como tal. Pero nunca lograron doblegarle.

Seguiremos recordando su decidida participación en la lucha de los profesores no numerarios, su apoyo a la lucha de maestros y profesores de secundaria, sus clases de alfabetización de adultos en la parroquia de Can Serra (L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona), su coraje político y su protagonismo en la (polémica) constitución de la federación de enseñanza de CC.OO., en las luchas antinucleares de los años setenta y ochenta (fue miembro del Comité Antinuclear de Cataluña, CANC), en la lucha ecologista en general, en la lucha pacifista y antimilitarista, y especialmente en la movilización antiotánica (¿Quién ha podido olvidar su “La OTAN hacia dentro”?). También su apoyo a la lucha feminista (mientras tanto fue, sigue siendo, una revista rojo-verde-violeta), sus documentadas y sentidas críticas a las posiciones defendidas por la izquierda institucional durante los años de la transición política española, sus certeras críticas al estalinismo, su concepto fuerte, no demediado, de democracia y de las libertades ciudadanas y obreras, la autenticidad y veracidad de su autocrítica: “En Lukács, como en cualquier comunista inteligente, crítica del estalinismo es autocrítica, porque no es sensato creerse insolidario de treinta años del propio pasado político, aunque uno tenga sólo veinte”.

Manuel Sacristán, como dijera Brecht y cantara Silvio Rodríguez, fue un imprescindible, y es justo y razonable que le sigamos considerando como tal. Una muy activa y arriesgada vida militante y filosófica contra la barbarie, una larga trayectoria de lucha guiada por la conquista de una Humanidad libre, justa, fraterna y ecológicamente sostenible. Paco Fernández Buey, discípulo, amigo y compañero suyo en mil combates, lo ha expresado así: “Nunca conocí otro maestro igual: tan riguroso en las cosas del conocimiento y tan desprendido en la entrega a ideales colectivos. Acababa entonces de leer el barojiano árbol de la ciencia y su figura se me antojaba como una síntesis de filósofo y biósofo”. Sacristán, añadía el autor de Marx (sin ismos), “fue un marxista que en su obra trató siempre de complementar conocimiento científico y pasión ético-política. Y lo hacía, buscaba complementar estas dos cosas, con espíritu didáctico o pedagógico, con la intención de servir a los otros, a los anónimos, a los sin nombre, a los de abajo”.

De esas arriesgadas prácticas que conllevaron vigilancia, controles, detenciones, encarcelamientos y sufrimiento surgieron textos y reflexiones esenciales para las tradiciones emancipatorias, para la lucha antifranquista, para la cultura democrático-socialista (nunca fue Sacristán un marxista teórico sin praxis; “no hay marxismo de mera erudición” escribió). Por ejemplo: “Para leer el Manifiesto comunista” (con la colaboración de Giulia Adinolfi, su esposa, y Pilar Fibla), “Tres notas sobre la alianza impía”, “Studium generale para todos los días de la semana”, “Por una universidad democrática”, “’El diálogo’: consideración del nombre, los sujetos y el contexto”, “La universidad y la división del trabajo”, “Amb tots los bons que em trob en companyia (Raimon 1959-1973)”. Muchos otros.

Es tarea nuestra que estas aristas prácticas, esenciales en su estar en el mundo, no se vayan desdibujando con el tiempo (¡nuestra memoria no suele acuñar bien sus monedas!), porque Sacristán, como su amado Gramsci (“alguien digno de amor”, escribió; también él lo era) y muchos de sus amigos y discípulos y amigos (Paco Fernández Buey, Toni Domènech, Juan-Ramón Capella, Jacobo Muñoz, Víctor Ríos, Miguel Candel, Félix Ovejero, Joaquim Sempere, Manolo Monereo, Manuel Cañada y muchos otros y otras), fue un agudo filósofo de la praxis, en el sentido por él mismo señalado en una nota al pie de página de “El filosofar de Lenin”: “… que la descripción de Althusser es formal, que se trata de saber en qué consiste la nueva práctica, y que para esa pregunta los marxistas de la “prassi” tenían precisamente una respuesta de interés: el filosofar del marxismo es el filosofar de la práctica marxista (en genetivo subjetivo, no objetivo: de la práctica, no sobre la práctica), práctica que se caracteriza por su excepción de ideología, por ser un modo de “liberarse de la filosofía sustantiva”, como decía Labriola.”

De nosotros (y de los “por venir”), depende que no habite el olvido en esta cara esencial del rico y sólido poliedro (excelente metáfora de Xavier Juncosa) que el traductor del Anti-Dühring representa. Sacristán fue capaz de alimentar ininterrumpidamente y en duras circunstancias la necesaria llama resistente de siempre.

De su obra teórica, mucha de ella no estrictamente teórica como se ha señalado, habría que decir aquello que él mismo dijera de Heinrich Scholz, uno de sus pocos maestros: “Personalidad muy rica, Scholz deja tras de si una obra verdaderamente considerable, cuya parte no escrita -los discípulos, el Instituto de Münster y la red de relaciones que supo establecer con otros centros de la lógica simbólica o matemática- sobrepasa sin duda la importancia ya muy respetable de su legado literario.” Lo mismo en su caso, con sus variantes singulares. Su aportación rebasa con mucho lo que hay (que no es poco ni menor) en sus libros, ensayos, notas y artículos publicados (o pendientes de publicar). Muchos de quienes escribieron sobre él en los días que siguieron a su muerte reconocieron haber aprendido de él tanto en lo que escribía cuando en lo que hacía y en el trato personal. Paco Fernández Buey y Félix Ovejero han remarcado este punto con toda razón.

Empero, no ha habido ni habrá, hablando propiamente, “sacristanismo”, “paradigma Sacristán”, “cosmovisión Sacristán”, “escuela Sacristán”. No existe ningún “sistema filosófico” (en la acepción clásica del concepto) a él atribuible que hayamos heredado. Nunca fue ese el objetivo de su filosofar. El traductor de El Capital no nos ha dejado una ética, una estética, una lógica, una metafísica, una ontología,…

Pero queda -y debe quedar- su impecable rigor intelectual, su estilo filosófico, su método de estudio y análisis, su pasión por la verdad y el conocimiento, su incansable labor socrática (Joaquim Sempere), su agudeza crítica, su “saber leer”, su ser y estar filosóficos (“Por muy dentro que que se encuentre de una tradición, el filósofo digno de ese nombre escribe precisamente para alterarla en mayor o menor medida, para añadir temática, o para rectificar puntos del método de ella, o para someter a examen crítico su modo de validez, su capacidad de evolucionar, etc”), sus ideas sobre modos de vida alternativos, sobre formas del buen vivir (Epicuro fue filósofo cercano), su racionalismo documentado y atemperado (“el hecho de que la lógica misma haya descubierto y demostrado los límites o la inviabilidad de una realización universal del programa algorítmico, en su forma clásica, es más un éxito que un fracaso de la actividad capaz de tal resultado.”), su lucha ininterrumpida contra las diversas formas de irracionalismo, sus nunca olvidadas aproximaciones a la vida y obra de Antonio Gramsci (con el excepcional trabajo de edición de Albert Domingo Curto), sus neologismos: letrateniente, tontiastuto, cultiprofundo, tonitruante, remurimiento, sus ricas aportaciones a los conceptos de práctica y dialéctica, y la ausencia de idealización al hablar de la relación entre la Naturaleza y el ser humano (también él Naturaleza).

También su concepción práxica, nada dogmática ni sectaria ni conservadora, de la tradición: “No se debe ser marxista (Marx); lo único que tiene interés es decidir si se mueve uno, o no, dentro de una tradición que intenta avanzar, por la cresta, entre el valle del deseo y el de la realidad, en busca de un mar en el que ambos confluyan”;  su reflexión sobre el marxismo como una religión obrera: “el marxismo ha sido y es mucho más una religión que una ciencia. Esto es obvio, obvio para cualquiera que tenga dos ojos y quiere mirar. La aplastante mayoría de los militantes marxistas ha sido fiel de una religión. No han sido cultivadores fríos de unos teoremas”; su ampliación y renovación de la teoría (y de la praxis) marxista; la rectificación de erróneas ideas emancipatorias como la aspiración a un comunismo de la abundancia; su concepción del filosofar como un enfrentamiento reflexivo y comprometido con la realidad y la vida, como reflexión crítica ininterrumpida sobre la naturaleza y la sociedad entendidas como un todo.

Quedará, debe quedar un Sacristán epígono de Sócrates si se quiere, fuertemente asentado en una amplia y larga tradición filosófica. Quedará su vida de filósofo, su filosofar sobre la vida (Félix Ovejero, Joaquín Miras), su papel de profeta ejemplar (Antoni Domènech), que no de profeta guía, su concepción del socialismo: “El asunto real que anda por detrás de tanta lectura es la cuestión política de si la naturaleza del socialismo es hacer lo mismo que el capitalismo, aunque mejor, o consiste en vivir otra cosa”. Es vivir otra cosa, nos enseñó.

Podremos seguir leyendo, aprendiendo y disfrutando de sus textos de crítica literaria y teatral (Alberti, Wilder, Eugene O’Neill, Sánchez Ferlosio, Goethe, Heine, Brossa, Raimon), de sus interesantes escritos de juventud (personalismo, Simone Weil, Unamuno, Montesquieu, Kant, Husserl), de su tesis doctoral sobre la gnoseología de Heidegger (con su magnífico capítulo de conclusiones), de sus ricas y decisivas aportaciones al desarrollo y consolidación de la lógica y la filosofía de la lógica en España (¡cuánto bien hizo su Introducción a la lógica y al análisis formal!), de sus ricas (y críticas) aproximaciones a la obra de Ortega, de sus anotaciones de lectura (y aforismos) a grandes clásicos de las tradiciones filosóficas marxista y analítica (“¿Por qué ningún gran pensador se acuerda de la ocupación de barrer o eliminar lo barrido?”; “Marx es, como Kant o Freud, iniciador de un camino: está confuso a menudo, perplejo e indeciso sin saberlo.”), de sus observaciones metacientíficas (“No hay theoria que no se prolongue en techné, si es buena teoría. Pero eso es una cosa, y otra que hay que manipular menos y acariciar más la naturaleza. Lo esencial es que la técnica de acariciar no puede basarse sino en la misma teoría que posibilita la técnica del violar y destruir”), de su realismo: ni progresista ni fantasmagórico y siempre con nítida mirada autocrítica: “Me parece [carta a Félix Novales] que, a pesar de las diferencias, ninguna historia de errores, irrealismos y sectarismos es excepcional en la izquierda española. El que esté libre de todas esas cosas, que tire la primera piedra. Estoy seguro de que no habrá pedrea”.

Seguiremos aprendiendo de su reflexión sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, que tanto agitó (y sigue agitando) las estancadas aguas de la filosofía española de los años sesenta, setenta y posteriores. Quedará (para seguir deslumbrados) su ingente obra de trabajador editorial, su impresionante trabajo de editor –pane lucrando, pero también de grandísima incidencia cultural-, de traductor (90 libros, más de 26.000 páginas, 5.000 de ellas de Lukács). Seguiremos recordando el proyecto OME (Obras de Marx y Engels) que tuvo entre manos y cerebro (12 libros editados de los casi 70 proyectados) y las revistas en las que participó, dirigió en ocasiones, y dejó huella: Qvadrante, Laye, Nuestras Ideas, Quaderns de cultura catalana, Nous Horitzons, Veritat, Materiales, mientras tanto.

Nos quedará la lectura y relectura de sus prólogos imperecederos (sí, fue también un filósofo de prólogos, ¿pasa algo?), de las entrevistas (más que entrevistas muchas de ellas), de sus notas editoriales, de sus textos de intervención política siempre de interés y con buena crítica: sobre libertad y privaticidad, sobre el diálogo entre marxistas y cristianos, sobre la polémica de la austeridad, sobre el aceite de colza, sobre el peligro de las guerras con armamento nuclear, sobre las huelgas de hambre.

Quedarán sus grandes textos sobre la universidad, incluyendo su nunca olvidado “Studium Generale para todos los días de la semana”: “Por todo eso, la única manera de ser de verdad un intelectual y un hombre de lo que Goethe llamó la armonía, de la existencia humana sin amputaciones sociales, es una manera militante; consiste en luchar siempre, prácticamente, realmente, contra la actual irracionalidad de la división del trabajo, y luego, el que aún esté vivo, contra el nuevo punto débil que presenta entonces esa vieja mutilación de los hombres. Y así sucesivamente, a lo largo de una de las muchas asíntotas que parecen ser la descripción más adecuada de la vida humana. Lo demás es utopía, cuando no es interés. Esto, en cambio, es un Studium generale y hasta un vivir general para todos los días de la semana.”

Quedarán también sus clases de Metodología de las ciencias sociales (“una obra de arte”, como dijera Karl Popper de las clases de Moritz Schlick), incluidos sus cursos impartidos en la UNAM: Ignacio Perrotini, Carolina Fortuno y Jorge Moreira fueron tres de sus alumnos. (Algunas de esas clases grabadas y transcritas se están editando en Filosofía y Metodología de las Ciencias Sociales I, II, III). Quedará el vívido recuerdo de su deslumbrante castellano oral, de sus conferencias (cinco de ellas pueden oírse en el material complementario que acompaña a los documentales de Xavier Juncosa, “Integral Sacristán”), conferencias que siguen imborrables en la memoria de muchos y que fueron durante décadas una aportación esencial a la formación ciudadana y universitaria, verdaderos “acontecimientos culturales de masas” muchas veces. Quedarán sus textos de marxista estudioso, agudo, penetrante y crítico (“El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, “Karl Marx como sociólogo de la ciencia”, ¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?”), sus textos sobre el filosofar de Lenin, sus aportaciones sobre Engels, al que nunca consideró un segundo violín desafinado de la orquesta marxiana (“La tarea de Engels en el Anti-Dühring” es uno de sus grandes clásicos). Nos quedarán, es justo destacarlo, sus pioneras intervenciones sobre temas ecologistas (“Hasta la astronomía y la matemática dan pie a movimientos cuando afectan a la visión del mundo y de la vida. Mucho más una ciencia con componente sociológica evidente, como es la ecología humana”), sus textos pacifistas y antimilitaristas, sus escritos de política socialista de la ciencia, los dedicados a los atisbos ecológicos en la obra de Marx, y a la tradición y los nuevos problemas, su idea de conversión del sujeto transformador. Quedarán sus trabajos sobre Gramsci, Lukács, Labriola, Heller, Harich, Markus, Labriola, Korsch y tantos otros, y esa maravilla filosófica que crece y crece con el tiempo: sus anotaciones a la biografía de Gerónimo editada por S.M. Barrett: “…los indios por los que aquí más nos interesamos son los que mejor conservan en los Estados Unidos sus lenguas, sus culturas, sus religiones incluso, bajo nombres cristianos que apenas disfrazan los viejos ritos. Y su ejemplo indica que tal vez no sea siempre verdad eso que, de viejo, afirmaba el mismo Gerónimo, a saber, que no hay que dar batallas que se sabe perdidas. Es dudoso que hoy hubiera una consciencia apache si las bandas de Victorio y de Gerónimo no hubieran arrostrado el calvario de diez años de derrotas admirables, ahora va a hacer un siglo”.

En fin, como señaló Félix Ovejero, Sacristán fue un sabio, y el sabio “no juega con las ideas. No le vale cualquier idea porque sus ideas rigen su vida y quiere llevar su vida de la mejor manera. Se piensa en serio, como le gustaba decir a Sacristán”.

Además de sabio, Sacristán es también un autor clásico, cada vez más clásico, y, como él mismo dijera de Gramsci, los clásicos merecen no estar de moda nunca y ser leídos siempre y por todos (que así sea siempre en su caso). Con una observación complementaria apuntada por uno de sus grandes discípulos, el más “metafísico” de ellos: “La fidelidad a los clásicos exige recuperar no tanto su letra como su actitud ante el mundo. Al filósofo debe importarle menos saber qué pensaba realmente el Platón histórico que saber pensar hoy la realidad con tanta lucidez como la pensaba Platón, aunque al hacerlo acabemos llevándole la contraria en determinadas cuestiones. Una actitud, pues, más cercana a la de Spinoza o Leibniz que a la de Nietzsche o Heidegger. A los primeros no les movía ningún prurito de fidelidad a los clásicos, con lo que de hecho fueron más respetuosos con ellos que los segundos, cuya reverente exégesis acaba siendo a menudo un mero “llevar el agua a su molino”.” (Miguel Candel, Más allá del ser y el no ser, Barcelona: Néctar editorial, 2024, p. 25). La misma actitud en su caso.

Y hay más: en un decir orteguiano que recordó Victor Sánchez de Zavala tras el fallecimiento de su amigo, también Víctor Méndez Baiges más recientemente en su imprescindible La tradición de la intradición, es una impiedad limitarse a leer a los grandes maestros, de lo que se trata es de imitar sus virtudes. Ortega pensaría probablemente en las virtudes dianoéticas, intelectuales; añadamos nosotros las poliéticas.

La tarea es entonces, si cabe, más difícil, mucho más difícil, porque Sacristán, con excelente sentido del humor incluso en duros momentos de derrota (“hablar y escribir como derrotados con buen humor, con autoironía” dijo en sus últimos años), fue, como recordábamos, en serio, muy en serio. Su hacer, su pensar, su ejemplo, nos hizo, nos hace mejores.

En 1979, en los compases finales de una conferencia sobre una política socialista de la ciencia en la que estaba presente su amigo José María Valverde,  recitó unos versos de Guillevic (poeta desconocido entonces para muchos de nosotros) que mucho dicen de su forma de concebir la tradición emancipatoria, su sentido de la vida, la solidez de su militancia:

 

Nous n’avons jamais dit

Que vivre c’est facile

(No hemos dicho nunca

que vivir sea fácil)

Et que c’est simple de s’aimer…

(ni que sea sencillo amarse…)

Ce sera tellement autre chose

(Pero será todo muy distinto)

Alors. Nous espérons

(Por lo tanto, tenemos esperanza)

 

P.S. Pensando sobre el Marx que leeríamos en el siglo XXI, el que fuera dirigente del PSUC-PCE, miembro de  CC.OO., del CANC y de los Comités anti-OTAN señaló que una palabra tan camp como «revolucionario» fuera tal vez la que describía más adecuadamente la personalidad del compañero de Jenny von Westphalen, del padre de Tussy Marx, y el asunto central de su obra y de su práctica. Acaso nosotros podemos pensar hoy que esa misma palabra, que sigue siendo tan camp como entoncesacaso más, es  una de las que mejor le describe también a él.

Su discípulo Víctor Ríos así lo señaló en la conferencia inaugural (Aula Magna de la UB) de las Jornadas dedicadas a su amigo y maestro en el vigésimo año de su fallecimiento. Y, en mi opinión, dio en la diana, en el centro de la diana, en el corazón del proyecto político-filosófico-vital del que fuera luchador comunista antifranquista, gran filósofo, estudioso marxista adicto a la lógica, director de mientras tanto, ecomunista (Ariel Petruccelli) internacionalista, traductor de El Capital y esposo-compañero de la hispanista italiana Giulia Adinolfi.

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El insulto y la mentira como estrategia política [España]

 

El insulto y la mentira como estrategia política

 

Quim González Muntadas

Kaosenlared 

27/08/2025

 

Fuentes: Nueva Tribuna


La derecha española ha hecho del insulto una seña de identidad y un instrumento de agitación, una bandera emocional que les resulta rentable en votos.

A la directora de Protección Civil, Virginia Barcones, le están lloviendo insultos desde la derecha, especialmente después de que el vicesecretario de Política Autonómica y Municipal y Análisis Electoral del PP, Elías Bendodo, la llamara “pirómana”. No son exabruptos espontáneos ni un calentón de tertuliano, son parte de una estrategia política bien calculada. En vez de responder con datos, se recurre a la descalificación. El insulto sirve para desviar la atención, movilizar a los propios, ocupar titulares y sustituir el debate racional por el sobresalto emocional.

El insulto no es “solo expresarse”, es un acto agresivo, un ataque que añade a la palabra un componente de violencia. En ese sentido tiene una doble dimensión. Por un lado, refleja la carencia de argumentos y la incapacidad de sostener un diálogo deliberativo. Por otro, activa emociones colectivas —ira, miedo, resentimiento— que se difunden mucho más rápido que cualquier propuesta seria. El Partido Popular lo sabe bien, cuanto más estridente sea un insulto, más eco tendrá en prensa, televisión y redes.

La derecha española ha hecho del insulto una seña de identidad y un instrumento de agitación, una bandera emocional que les resulta rentable en votos. Actúa como mecanismo de movilización negativa, degradando y empobreciendo el debate democrático. Vemos cada día cómo el insulto puede incluso deshumanizar poblaciones enteras, como ocurre con los inmigrantes o con los menores extranjeros no acompañados. O cómo se convierte en un apodo infame, “Perro Sánchez”, para ridiculizar al presidente del Gobierno y convertirlo en chivo expiatorio de todos los males.

El insulto revela, en definitiva, la incompetencia para el argumento racional y solvente. Se utiliza porque es fácil, porque genera visibilidad y porque evita hablar de lo que importa. Pero al hacerlo, destruye la posibilidad de un debate serio, introduce una negatividad tóxica en la esfera pública y desplaza el interés ciudadano hacia lo anecdótico.

No se trata de pedir buenos modales ni discursos edulcorados. La política puede y debe ser dura, incisiva, combativa. La crítica fuerte y la denuncia son necesarias. Pero una cosa es confrontar con datos y razones, otra muy distinta es reducir al adversario a un insulto. Lo primero fortalece la democracia, lo segundo la corroe.

Y sin embargo, incluso peor que el insulto es la mentira calculada y la manipulación de la verdad. Porque si el insulto degrada, la mentira envenena. Eso es exactamente lo que está haciendo Dolors Montserrat, secretaria general del PP europeo, al presentar el reciente Informe Especial 16/2025 del Tribunal de Cuentas Europeo, “Financiación de la UE para luchar contra los incendios forestales”, como si fuera una condena exclusiva al Gobierno central y a Pedro Sánchez. El informe señala que España destinó 221 millones de euros frente a los 837 de Grecia o los 615 de Portugal. Pero omitir que allí la competencia es estatal y aquí está transferida a las Comunidades Autónomas es falsear la realidad.

Dolors Montserrat sabe que el Tribunal de Cuentas critica a algunas comunidades autónomas, por ejecutar mal o de forma insuficiente las medidas de prevención. Lo sabe, porque lo dice el propio informe con ejemplos concretos, como el de Galicia y los cortafuegos. Pero prefiere esconderlo para atacar al Gobierno central, aunque eso signifique engañar a la opinión pública y tapar la responsabilidad de sus barones autonómicos. Esa manipulación es, si cabe, más grave que el insulto de Bendodo.

Porque insultar a una directora de Protección Civil es miserable, pero manipular informes europeos para fabricar culpables y proteger a los propios es aún peor: es hacer política a base de engaños, es dinamitar la confianza ciudadana en las instituciones, es demostrar que la mentira también se ha convertido en estrategia.

Decía alguien que “cuando uno insulta, deja de pensar”. En política es todavía peor: cuando se insulta o se miente, se pretende que los demás no pensemos.Y eso, en democracia, es despreciable.

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/actualidad/insulto-mentira-como-estrategia-politica/20250826142908241702.html

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