viernes, 7 de marzo de 2014

ELECCIONES EUROPEAS: HIJOS DE PUTA POR TODO LO ALTO


Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, Vili el Nene en materia de robar dinero a los que trabajamos o hemos estado trabajando durante cincuenta años, criminal actual y en potencia para las generaciones venideras, si  no lo mandamos a tomar por el culo con la seguridad jurídica que a todo delincuente es debida, a fin que repare el daño causado a millones de personas, que a diferencia de él han vivido o viven de su trabajo, por un por si  acaso hay que  meterlo en la cárcel, es un hombre cuyo sueldo sale del costillar, verbo costilla, de los trabajadores, que cobra al mes más de 30.500 euros al mes (5.063.000 millonzuelos de las antiguas pesetas). Claro que los implicados en los EREs de Andalucía y los ladrones del caso Gürtel, que ya no es Andalucía, sino el Norte, Sur, Este y Oeste del reino del Rey que tiene una hija que no sabe na de na, amatoria por completo, o no se acuerda o no responde, son de las misma naturaleza hijopútica que Durao Barroso, alías Vili el Nene.
Para entendernos, y con el debido respeto que todo delincuente merece, Durao Barroso es uno de los hijos de la GRAN PUTA  que manda a otros hijos de la GRAN PUTA, tipo Mariano Rajoy el Lego, a que los trabajadores ganen menos y tengan más precariedad laboral, para asegurarse ellos el mame de la mamandraca de los dineros publicos, y dejarles a sus hijuelos y colindantes el porvenir aegurado, mientras los demás vamos camino caminito de vivir peor cada día.
Lea quien sepa y quiera leer. Y si no quiere leer por h o por b, mañana será otro día y tampoco pasa nada que no tenga que pasar.
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"... El salario bruto del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, a partir de los datos facilitados por la propia institución, asciende como mínimo a más de 30.500 euros mensuales, sin incluir las actualizaciones, ni complementos por hijos. En el caso de un vicepresidente del Ejecutivo comunitario, el salario bruto supera los 27.300 euros mensuales, y en el caso de los comisarios, más de 24.374 euros mensuales..."

(ELISEO OLIVERAS/BRUSELAS
EL PERIODICO (CATALUÑA) 
04/02/2014)

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GUARDIAS CIVILES VERSUS GUARDIAS CIVILES



(O la historia no contada de la lucha por la democracia

desde las entrañas del Estado)

3/8


Rodrigo M. Rico Ríos
Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME)
Rebelión

Organizar el silencio
Y declararlo en  huelga...

Antonio Gamoneda

Para la década del cuarenta, el objetivo de construir una fuerza del orden  vertebradora del aparato político no estaba, ni mucho menos, alcanzado. España  estuvo atravesada, en algunas etapas de la primera mitad del siglo XIX, por varios  « grupos armados » en competencia o en conflicto abierto: Ejército, Milicia  Nacional, carlistas, Cuerpo de Voluntarios Realistas, migueletes forales, bandoleros,  etc. Y esto resultaba un escollo fundamental para la creación del Estado, de hecho,  era el escollo por resolver.

Habiendo abandonado la enclenque burguesía española  la vía francesa y la participación de las grandes mayorías y, a falta de una sólida  sociedad civil organizada, la jerarquía militar ocupaba el espacio político y la  vanguardia.

El Ejército actuaba como partido, es más, como múltiples partidos  políticos, asestando golpes según las corrientes que lo circulaban  (pronunciamientos), interviniendo constantemente en la vida pública durante todo  el siglo. ¿Cómo crear un Estado sin una fuerza del orden subordinada al poder civil  y con la sombra del Ejército irrumpiendo constantemente en el Parlamento? El  poder del Ejército en comparación al Estado, aún en pañales, era majestuoso. Éste  absorbe alrededor del 60% del presupuesto nacional y aglutina al 90% de los  servidores públicos del país (3 López Garrido, Diego. « La Guardia Civil y los orígenes del Estado centralista », Editorial Crítica, Barcelona 1982, p.181. 4 Ibídem, p.89).

 El Estado es el Ejército, pero sin estar sometido a su  gobierno civil. La dura lucha de los políticos liberales será someter el poder  armado al poder civil y edificar una verdadera administración civil entorno a este  nuevo esqueleto. Y ante esta situación opta por la creación de un nuevo cuerpo,  con funciones policiales, sometido al poder civil, disciplinado, centralizado y  diseminado por toda la geografía nacional. Su nombre: La Guardia Civil. El apellido  « civil » del término era consustancial al proyecto. El diseñador fue Luis González  Bravo siendo Presidente del Gobierno, quien también disolvió la Milicia Nacional.

Para edificar la nueva fuerza pública contaba con los cuadros militares del Ejército.  López Garrido lo sintetiza:

Ese gran trozo de poder es lo que el Gobierno quiere arrancar a la  administración militar, no ciertamente para devolverlo al pueblo, sino para  trasladarlo a la hasta el momento  débil administración civil. La Guardia Civil es la  fuerza pensada para ser depositaria de ese poder dirigido desde Madrid (Ibídem, p.89.).


El proyecto inicial era netamente civil: un instituto armado, pero dirigido  únicamente por el poder civil, el entonces Ministerio  de Gobernación. Esta era la  idea dibujada en la cabeza de González Bravo. Pero el Ejército era demasiado  poderoso e influyente como para no desfigurar este modelo. Narváez y sobre todo  el Duque de Ahumada (Ministro de la Guerra) terminaron por modificar la idea  original y el resultado fue un cuerpo mixto: dependiente a la vez del Ministerio de  Gobernación y del Ministerio de la Guerra, que surgió oficialmente el 28 de marzo  de 1844.


Desde entonces ha mantenido esa personalidad bipolar civil/militar, con  dependencia del Ministerio de la Guerra (Defensa) y del Ministerio de Gobernación  (Interior), con reglamento militar y reglamento civil, bajo jurisdicción del jefe  militar y bajo las instrucciones del jefe político. Una seña que arrastra y que llega  hasta nuestros días, y que ha generado no pocos problemas tanto a la población  civil como a sus propios integrantes, tema que tratamos en este trabajo.
La consiguiente expansión del Estado decimonónico irá acompañada de la extensión de la presencia de la Guardia Civil por todo el país. De ahí el crecimiento  de sus tercios, compañías y puestos que, de forma progresiva y atendiendo  primero a las zonas más conflictivas y de interés estratégico (como las vías ferroviarias o las rutas de viajeros y mercancías hostigadas por el bandolerismo), se diseminaron por toda la geografía nacional.

Ello permitió la concentración cuartelera del Ejército regular, antes absolutamente disperso. Tema este último clave para alcanzar el objetivo de subordinar el poder militar al poder civil. Así quedaba claro en la exposición que hicieron los defensores del Real Decreto fundador de la Guardia Civil: Al propio tiempo sirve la fuerza civil para evitar la intervención frecuente del  Ejército en los actos populares: intervención que puede menguar al cabo el prestigio de las tropas permanentes, que puede también ejercer una influencia perniciosa en el  principio de subordinación, que imposibilita o entorpece la instrucción del soldado, y  que robusteciendo con exceso la importancia del brazo militar en el orden político, no favorece [el desarrollo] del sistema constitucional (5 Real Decreto de 28 de marzo de 1844, creando un cuerpo especial de fuerza armada de  infantería y caballería con la denominación de Guardias Civiles. Exposición).

Un cuerpo para construir el Estado, para hacerlo llegar a todos los espacios  de la Nación y para evitar la constante interrupción de la normalidad democrática
por  parte del Ejército. Un esqueleto fiel al Gobierno, sea cual sea el color político de  éste. Esta fidelidad profesional es una de las principales improntas, muchas veces  destacada, que definieron durante décadas a la Guardia Civil.

De hecho, son muy pocas (y siempre en segundo plano) las participaciones de la Guardia Civil en los  abundantes pronunciamientos o conspiraciones acaecidas durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. A pesar de prevalecer entre sus mandos un  fuerte peso conservador,  podemos afirmar que este rol de origen liberal - democrático de subordinación al poder civil se mantuvo firme y tuvo su reflejo en  el acontecimiento político - social más importante de nuestro pasado siglo: la  Guerra Civil.

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