jueves, 25 de mayo de 2023

La espera en la Atención Primaria sigue creciendo en todos los territorios del Estado

 


La espera en la Atención Primaria sigue creciendo en todos los territorios del Estado


Publicado el 25 de mayo de 2023 / Por Coordinadora Antiprivatizacion de la Sanidad-Estatal

 

kaosenlared

 

La espera para una consulta en Atención Primaria se duplica en cuatro años

Una docena de gobiernos autonómicos tratarán de revalidar su gestión el 28M mientras el 22,9% de los ciudadanos afirma que la crisis de la sanidad les afecta personalmente y se multiplican por tres aquellos que creen que el sistema “está tan mal que se necesitaría rehacerlo”

La población española está preocupada por la sanidad. Los profesionales llevan lustros advirtiendo de las carencias de un sistema que se vio desbordado por la pandemia. Listas de espera, agendas saturadas, trabajadores quemados y un trasvase hacia la privada son el trasfondo de uno de los datos que arroja el último barómetro del CIS, publicado hace unos días: al 22,9% de los encuestados le afecta “personalmente” la crisis de la sanidad. No es una cifra menor. Si se extrapola al conjunto de la ciudadanía, el total se acerca a los 11 millones de individuos.

A cinco días de las elecciones, es evidente que la sanidad, o los intentos por sacarla de la conversación, están en la agenda de los partidos. Del resultado que arrojen las urnas el domingo saldrán los gobiernos que gestionarán durante los próximos cuatro años el sistema en una docena de comunidades autónomas, en las que vive la mitad de la población. El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el pasado sábado una inversión de 580 millones de euros en atención primaria, incluidos en un paquete de 1.000 millones en los Presupuestos Generales del Estado.

El mismo día, la presidenta de la Comunidad de Madrid, y también candidata simbólica en las municipales de Bilbao, acudía a un acto en Euskadi para avivar el recuerdo de ETA y pedir la ilegalización de Bildu, contra el criterio del presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. Pese a que la sanidad ha sido donde Isabel Díaz Ayuso ha encontrado mayor oposición, todas las encuestas la acercan a la mayoría absoluta en la Asamblea.

“Para que los votantes decidan su voto en función a un tema, es importante que tengan claro cómo un candidato distinto va a generar una dinámica distinta. La izquierda ha hecho esfuerzos en ese sentido y hay votantes que lo tienen claro, pero es posible que no haya sabido mandar el mensaje de que van a aplicar una política sanitaria muy distinta y que algunos electores no acaben de percibir que la sanidad va a depender de su voto”, explica la doctora en Ciencias Políticas y experta en comportamiento electoral Berta Barbet.

Un punto de inflexión

Los últimos cuatro años, que marcan una legislatura completa, han supuesto un punto de inflexión para el Sistema Nacional de Salud. “En 2019, el conjunto del sistema sanitario todavía no se había recuperado de los recortes de la crisis anterior, estaba debilitado y la pandemia lo desbordó totalmente, con una sanidad pública que se mantenía sobre el esfuerzo de los trabajadores sanitarios”, explica el portavoz de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), Marciano Sánchez Bayle.

Con las consecuencias de la crisis sanitaria aún coleando, los profesionales sanitarios encendieron la mecha de las reivindicaciones que venían arrastrando desde hacía años en varias comunidades autónomas. La gasolina para esas reclamaciones la pusieron los ciudadanos de Madrid, que salieron a la calle en dos multitudinarias manifestaciones en el último año. El 13 de noviembre de 2022, cientos de miles de personas se movilizaron para defender una sanidad pública de calidad en la Comunidad. El germen fue el deterioro evidente de la Atención Primaria, que erosiona toda la estructura del sistema. La protesta se replicó en febrero.

Como puede verse en el siguiente gráfico, elaborado por elDiario.es con datos de los barómetros sanitarios de 2018 –previo a las últimas elecciones autonómicas de peso similar y municipales– y de 2022, la accesibilidad a ese primer escalón asistencial se ha deteriorado gravemente en estos cuatro años. De media, los ciudadanos aseguran que la espera es hoy el doble que hace una legislatura.

Por comunidades, ninguna ha sido capaz de reducir la espera, pero algunas han desbaratado la lista más que otras. Andalucía, Canarias, Comunitat Valenciana y Madrid han sumado más de cinco días a lo que ya se esperaba en 2018. En el caso de Catalunya, donde también ha habido paros en los últimos meses, la tardanza para ser atendido en el médico de familia aumentó hasta los 11,6 días de media. En general, es habitual que las medias las engorden los barrios donde el nivel socioeconómico de la población es más bajo, frente a aquellos donde son accesibles otros sistemas, explicaba la secretaria técnica de Atención Primaria de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos, Ana Giménez, en este reportaje.

Más allá de la media, en la tabla que se muestra a continuación puede consultarse, comunidad a comunidad, el porcentaje de población que era atendido en 2018 desde que solicitaba una cita con su médico de familia hasta que finalmente era visto, en comparación con lo que se indicaba en 2022. Si hace cinco años el 29,4% era atendido en los dos primeros días y el 56% en los tres primeros, esta cifra ha caído al 26,4%. Al contrario, la parte alta del gráfico se oscurece porque si un 6% de los pacientes tardaba antes 11 días o más en acceder a una consulta, hoy son el 23,6%.

La dinámica en este sentido se repite en todas las comunidades, y todas están lejos del compromiso adquirido con el Ministerio de Sanidad en el Marco Estratégico para la Atención Primaria y Comunitaria, aprobado en abril de 2019, de “garantizar que la demanda de atención no urgente se atienda en menos de 48 horas” en el corto plazo. Las que más se acercan son Navarra, Asturias y Euskadi, cuyas Primarias atienden en los tres primeros días a la mitad de la gente que lo necesita. En concreto, al 56,7%, al 55% y al 47,3%, respectivamente.

Precisamente, estas comunidades son, junto a Extremadura, las que más dinero han presupuestado para sanidad en 2023, según los datos de la FADSP. Son las únicas que superan los 2.000 euros por habitante, elevan la media nacional de 1.809 euros por ciudadano y entierran en la tabla a Madrid (1.446 euros), Catalunya (1.456) y Murcia (1.535). Con la excepción de Euskadi y Catalunya, que no celebran comicios autonómicos este domingo, en las comunidades que más invierten esperan revalidar gobiernos socialistas, mientras que las que destinan menos dinero a la salud hacen lo propio con gobiernos del Partido Popular.

Invertir más o menos en sanidad, explica Sánchez Bayle, es “una decisión política de los gobiernos o las asambleas de cada comunidad y su mayor preocupación por el sistema sanitario público”. “En el caso de Madrid está claro que, desde la época de (la presidenta Esperanza) Aguirre hay un interés por desmantelar y descapitalizar el sistema sanitario público para favorecer al sector privado. No se puede decir que no haya tenido éxito, porque es la comunidad con mayor porcentaje de población con un seguro privado”, indica el doctor.

En Madrid es donde los ciudadanos más dinero se gastan directamente de su propio bolsillo en sanidad privada. Cada madrileño destinó en 2022, de media, 936 euros a seguros privados, seguidos de los 816 euros en Catalunya y los 813 en La Rioja, según los datos del informe Sanidad privada, aportando valor 2023, de la Fundación IDIS, que aglutina al sector.

No solo eso: indirectamente, a través de impuestos, la Comunidad que preside Isabel Díaz Ayuso, también es la que más financia a la privada mediante conciertos, junto a Catalunya, con amplia tradición en esta fórmula. Según el informe Los servicios sanitarios de la CCAA, supusieron el 11,7% y el 23,9% del gasto presupuestado. Pero una cosa es el presupuesto y otra el gasto. El Servicio Madrileño de Salud presentó el pasado viernes las cuentas anuales de 2022, que muestran un incremento interanual del 82% en conciertos y contratos con empresas vinculadas a la sanidad, según denuncia Comisiones Obreras.

El presidente de la Organización Médica Colegial, Tomás Cobo, alerta de que “el aumento de seguros privados puede llevar a una sanidad pública pobre para pobres”. En una reciente entrevista con elDiario.es, señalaba que el sistema público de salud tenía tres quiebras: la de atención primaria que muestran las cifras; la de la cobertura pública, que tiene su reflejo en el aumento del aseguramiento; y la precariedad laboral del personal sanitario, que ha salido a la calle en Madrid, Andalucía, Extremadura, Catalunya, Cantabria, Valencia, Murcia, Navarra, Asturias o Euskadi, donde se han celebrado dos jornadas de huelga los días 18 y 19 de mayo.

Listas de espera para el especialista

El barómetro del CIS también pregunta por el tiempo de espera para ser atendido con un especialista. En este caso, ha habido un cambio en la forma de agrupar los respuestas que impide ver con claridad las diferencias: en 2018 se diferenciaba a aquellos que decían haber tardado hasta 3, 4, 5 y 6 meses y más de medio año; en 2022 metía en el mismo grupo a los que tardaban más de tres meses, por lo que no se puede valorar si se reducen o no las esperas de los tramos más altos.

Pese a todo, hay datos llamativos, como el aumento medio del 25,3% al 37,7% que afirma que esperó más de tres meses para ver a un especialista. O el de La Rioja, que pasó del 17,6% al 51,7%. Es junto a Extremadura, Castilla-La Mancha y Canarias donde la mitad de los pacientes que necesitan una de estas visitas espera más de un trimestre para ser atendido.

Los datos utilizados en esta información muestran las respuestas que los ciudadanos dan al CIS. Los que facilitan las comunidades autónomas, que son los oficiales, no siempre muestran la realidad detrás de los números. Primero, porque las esperas son acumulativas. Pero, sobre todo, porque cada consejería utiliza sus propios criterios, cuando no trampas, para empezar a contar. En su último informe anual, de 2022, el Defensor del Pueblo hacía notar un incremento “notable” de las quejas recibidas por los retrasos para ser atendido “en consultas externas, pruebas diagnósticas e intervenciones quirúrgicas”

La OCDE también ha alertado de otros puntos débiles del sistema sanitario español, como las camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes, muy por debajo en España de la media europea. Si en el conjunto de la UE esta se encuentra en las cinco plazas por millar de ciudadanos, en España apenas llegaba a tres en 2020.

Con estos ingredientes, no es raro que la percepción que la población tiene de la sanidad haya empeorado en los últimos cuatro años. Ya solo cree que el sistema público “en general, funciona bastante bien” el 14% de la población. En ninguna comunidad le otorga ese estatus más gente ahora que en 2018. Al otro extremo, se han triplicado las personas que responden que el sistema “está tan mal que se necesitaría rehacerlo”.

Como muestra el siguiente gráfico, la peor valoración ha subido 10 puntos o más en una decena de comunidades: Andalucía, Aragón, Canarias, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid, Murcia, Euskadi y La Rioja.

 

David Noriega / Ana Ordaz / Victòria Oliveres

Fuente: El Diario

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La Organización Meteorológica Mundial aprueba el mecanismo de vigilancia de gases de efecto invernadero


La Organización Meteorológica Mundial aprueba el mecanismo de vigilancia de gases de efecto invernadero

 

TERCERAINFORMACION / 25.05.2023

Un nuevo mecanismo de Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero fue aprobado por 193 países, anunció hoy la Organización Meteorológica Mundial (OMM).



 

Para que la temperatura global no aumente más de 1,5 grados, las emisiones de CO2 tienen que haberse reducido en un 45 % para 2030 / Pixabay

La decisión se produce en un momento en que las concentraciones de gases de efecto invernadero que atrapan el calor se encuentran en niveles récord, más altos que en cualquier otro momento de los últimos 800 mil años», advirtió la agencia de la ONU.

El nuevo instrumento de seguimiento de esos gases contaminantes combinará observaciones desde la Tierra y desde el espacio con modelizaciones para llenar lagunas de información, además de aprovechar la experiencia de la OMM en la coordinación de la colaboración internacional para la predicción meteorológica.

También se afirmó que el intercambio de datos será libre y sin restricciones, con el apoyo del Acuerdo de París sobre el cambio climático.

De acuerdo con la OMM entre 1990 y 2021, el efecto de calentamiento del clima por los principales gases de efecto invernadero, dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, aumentó casi un 50 por ciento, por lo que las concentraciones están en niveles récord.

El secretario general de esa agencia de Naciones Unidas, Petteri Taalas explicó que el aumento de las cotas de dióxido de carbono de 2020 a 2021 fue superior a la tasa media de crecimiento de la última década, mientras el metano experimentó el mayor salto interanual desde que comenzaron las mediciones.

Pero todavía hay incertidumbres, sobre todo en lo referido al papel del océano, la biosfera terrestre y las zonas de permafrost en el ciclo del carbono, afirmó Taalas, de ahí la necesidad de un seguimiento de los gases de efecto invernadero dentro de un marco integrado del Sistema Tierra para poder contabilizar las fuentes y sumideros naturales.

La vigilancia mundial coordinada de los gases de efecto invernadero proporcionará a las Partes de la Secretaría de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático información valiosa, oportuna y fidedigna sobre esas emanaciones, para ayudará a mitigar el cambio climático, señaló el director adjunto de Infraestructura de la OMM, Lars Peter Riishojgaard.

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Los nazis de la OTAN en Ucrania

 

Este artículo, publicado en el número 424 de El Viejo Topo, describe la magnitud e influencia de los grupos neonazis que operan en Ucrania, y explica cómo el papel histórico que ha desarrollado el nazismo se reproduce en la actualidad.


Los nazis de la OTAN en Ucrania


Hasel Paris Álvarez

El Viejo Topo

25 mayo, 2023 

 


Este texto es una versión reducida de un artículo publicado en la revista El Viejo Topo #424. El número se puede adquirir aquí: https://www.elviejotopo.com/revista/el-viejo-topo-num-424/


Desde febrero de 2022 han sido borradas una parte de las informaciones digitales relativas al auge del ultra-nacionalismo en Ucrania. Otras han sido posteriormente modificadas en su título o contenido y, finalmente, otras añaden un aviso al inicio del texto, que suele ser algo del estilo: “nada de esto da la razón a Rusia ni valida las acusaciones de Putin”. Y desde aquellas fechas hasta hoy, por supuesto, silencio mediático.

¿Por qué? Pues porque uno de los argumentos rusos para la guerra ha sido la “desnazificación de Ucrania”. Es decir: retirar de circulación a las unidades armadas de inspiración ultra-nacionalista, erradicar de Ucrania la ideología del separatismo étnico y la rusofobia y acabar con la rehabilitación histórica de colaboracionistas con el nazismo, además de llevar a juicio a los elementos radicales que cometieron crímenes de odio y crímenes de guerra en los últimos años.

Los otros objetivos de Rusia han sido bien conocidos: la independencia del Dombás, el fin de la carrera armamentística ucraniana y su renuncia a ingresar en la OTAN. Bien conocidos y también bien comprensibles, estese o no de acuerdo con ellos. Sin embargo, la cuestión de la “desnazificación” se le atragantó a la opinión pública occidental. ¿Están diciendo los rusos que es nazi el pueblo ucraniano, que tantas víctimas sufrió en la Segunda Guerra Mundial a manos fascistas? ¿Están diciendo los rusos que es nazi Zelensky, que es de ascendencia judía? ¡Qué disparate! ¡Están locos estos rusos, que dicen que los ucranianos son nazis, que son drogadictos, que son satanistas, y cualquier cosa que se le ocurra a la propaganda moscovita!


Los manifestantes del Maidan


Se ha dicho que los rusos se habían (simplemente) inventado tal cuestión, igual que “se inventaban” acusaciones de que en Dombás se habían vivido episodios de genocidio y de persecución étnica y cultural de las minorías rusas, rusófonas o rusófilas. La narrativa occidental es que Putin estaba (ni más ni menos) intentando manipular la memoria histórica para deshumanizar al adversario y para estimular el inconsciente colectivo de los rusos, reavivando en ellos el recuerdo mítico del glorioso Ejército Rojo culminando la Gran Guerra Patriótica en los tejados del Reichstag de Berlín. Sería, vamos, un mero dispositivo propagandístico sin ninguna verdad detrás.

Y si alguien reconocía que detrás sí había cierta verdad, inmediatamente añadía que ello no justificaba las acciones rusas. Yo efectivamente considero que únicamente la ideología no es motivo suficiente para emprender la guerra contra ningún país. Pero quizás sí es motivo suficiente como para que los supuestos socios de ese país abran algunas investigaciones, aborden detenidamente ese problema con las consiguientes exigencias o, como mínimo, no blanqueen y armen hasta los dientes a sus elementos más radicales y problemáticos. Parece que es mucho pedir para un Occidente que viene de décadas de haber encumbrado a ultranacionalistas, mafiosos, contras y talibanes por el mundo entero. Lo que Hilary Clinton llamaba “los sectores más entusiastas y motivados de la población”.

Para entendernos, no se trata de darle la razón a Rusia en sus objetivos para justificar la guerra, ni mucho menos. Pero de lo que sí se trata es de estar dispuestos a comprender la porción de verdad que pueda haber en sus posiciones, pues este es el único camino posible para entenderse entre partes y llevar a cabo las propuestas e iniciativas necesarias para la finalización del conflicto y una pacificación lo más pronta posible. Es por el lado europeo por el que más debería preocupar esta cuestión, pues se supone que Ucrania se integrará con mayor intensidad en el marco euro-atlántico, fusionando sus instituciones con las nuestras y abriendo el acceso de cualquier de sus integrantes a nuestro territorio.

 

El nazi-fascismo, visto desde Rusia

A pesar de tantas evidencias, a Occidente le cuesta ver que en Ucrania haya nada parecido a un hijo tardío del fascismo. Aquí nos imaginamos Ucrania como una promesa de democracia liberal, que simplemente quiere unirse al mercado común y celebrar Eurovisión. Lo que para la opinión pública rusa es una evidencia (“los nazis de Ucrania”), para la opinión pública occidental es la evidencia contraria (“¡en Ucrania no hay nazis!”). Esta divergencia tiene una explicación, más allá de la propaganda en un sentido o en otro a la que estamos sometidos los pueblos de Occidente por un lado y de Rusia por otro.

Se trata de las diferentes definiciones y experiencias del nazi-fascismo. La primera diferencia la hemos mencionado en el punto anterior. En Occidente recordamos (o fabricamos el recuerdo) del nazi-fascismo como una fuerza ajena a nosotros los buenos europeos, que vino de algún lugar inexplicable y se apoderó de nosotros, pero que fue rápidamente derrotada por los EEUU, con su guerra justa y libertadora. En Rusia lo recuerdan de otra forma. Lo recuerdan como el último gran intento de los países de la Europa Occidental por aplastar Rusia. Los nazis alemanes, tras los napoleónicos franceses, los imperialistas polaco-lituanos o los imperialistas suecos. Una guerra de agresión que se repite en sucesivas oleadas desde hace tantos siglos, quizás desde tiempo de las órdenes de caballería de los teutones. Por ello en Rusia recuerdan el nazi-fascismo como algo intrínsecamente occidental, algo que tuvieron que derrotar ellos (los rusos, los soviéticos más bien) con un precio de sangre mayor que el de nadie, algo que hoy en día se reencarna en EEUU y su intento de expandir la OTAN directamente hacia el corazón de Rusia.


El senador de EEUU John McCain promocionando a neo-fascistas ucranianos como Oleh Tyahnybok


Se recuerda también el nazi-fascismo como un fenómeno que cautivó a varios pueblos soviéticos enfrentándolos entre sí, como un canto de sirena que les alejaba de Rusia y les hacía tontos útiles de Occidente, víctimas sacrificiales de (antaño) Berlín y de (hoy) Bruselas y Washington. Lo más doloroso de la memoria rusa del nazi-fascismo no son los alemanes avanzando hacia Moscú, sino las columnas de colaboracionistas de origen finlandés, cosaco, bielorruso… y especialmente ucraniano. Los nacionalistas ucranianos concibieron en los años 40, de la mano del Reich de Hitler, un sueño de ser una nación independiente de Rusia, no solamente independiente sino mortalmente enfrentada a Rusia. Esto es lo que los rusos ven en Ucrania desde finales del siglo XX. Un nacionalismo que quiere cortar agresivamente los lazos que siempre ha tenido con Rusia. Y no solamente lo ven los rusos, de hecho. En agosto de 1991, poco antes del desmembramiento de la URSS, Bush padre dio un discurso advirtiendo contra este nacionalismo independentista ucraniano, al que calificó de «un despotismo local» de Kiev aún peor que la «tiranía lejana» de Moscú. Añadió: «un nacionalismo suicida basado en el odio étnico”. Hoy habrían tachado las palabras de Bush padre de propaganda prorrusa.

Por aquí asoma el siguiente elemento de diferencia en las definiciones. En Occidente concebimos el nazi-fascismo como una fuerza imperialista, un gran poder que quería poner toda Europa Occidental bajo su mando. La experiencia de Europa Oriental fue distinta: el plan fue escindir, dividir, balcanizar países y regiones. No unificar grandes espacios, sino fragmentarlos. Esto se debe a que, como escribía Lenin, las naciones de Europa Occidental llevan siglos consolidadas como estados, pero en Europa Oriental las fronteras nacionales han fluctuado mucho más (y aún lo siguen haciendo) formando estados con una inmensa pluralidad étnica dentro de sí. Y como el nazi-fascismo predica ideas de que cada grupo étnico ha de tener un estado propio (como dice el nacionalismo catalán), la traducción a Europa Oriental no podía traer más que rupturas, guerras civiles y deportaciones masivas de población. Rusia luchaba (y lucha) por un “mundo ruso” donde quepan diferentes grupos étnicos y diferentes confesiones religiosas. La actual Ucrania, sin embargo, como el nazi-fascismo de entonces, propone un estado mono-cultural y mono-étnico, donde la mayor parte de cargos son ocupados por ucranianos occidentales, donde no hay lugar para la religión ortodoxa rusa, o donde no hay protección para ninguna lengua minoritaria que no sea la ucraniana.

En este lado del continente, si nos preguntas por el nazi-fascismo, diremos que era sobre todo una fuerza anti-liberal, contraria a la democracia, enemiga del parlamentarismo. En el lado ruso, sin embargo, se sabe que era principalmente una fuerza virulentamente anti-marxista, anti-comunista. Este anti-sovietismo es el mismo espíritu que animó el nacimiento de la OTAN, y que en los últimos años ha recorrido Ucrania en un proceso de “des-comunización” que ha llevado a la destrucción de centenares de piezas de patrimonio soviético, desde estatuas de Lenin hasta obras conmemorativas del Ejército Rojo, en el que combatieron cientos de miles de ucranianos.

Tras este anti-comunismo se esconde, simple y llanamente, el odio a Rusia y su Historia. La rusofobia es la última gran divergencia. Si preguntan a yankis y europeos, el nazi-fascismo era, por encima de todas las cosas, anti-semita. Su odio étnico iba dirigido a los judíos. Los soviéticos lo vivieron de otra forma. El nazi-fascismo se llevó por delante unos cuantos millones más de ellos que de judíos. Para ellos, el elemento de odio étnico verdaderamente definitorio del nazi-fascismo habría sido la eslavofobia (el odio a los pueblos eslavos) y concretamente la rusofobia. Este sentimiento es, insistimos, lo que late desde hace años en el proyecto ultra-nacionalista que ha secuestrado Ucrania entera. Es lo que los lleva no solamente a destruir estatuas de Lenin, sino del poeta Pushkin.

Algún lobby sionista de la órbita anglo-americana, como la Liga Anti Difamación (ADL), ha dicho que fuerzas como Azov ya no pueden ser tipificadas como neo-nazis, porque no practican el anti-semitismo. Eso en ningún caso es, a ojos rusos, excluyente para conceder la condición de neo-nazis. Lo afirma el mencionado Sergei Markov al decir… “que los nazis ucranianos no tengan metas anti-semitas no les hace menos nazis; canalizan su chovinismo y su xenofobia hacia la rusofobia”.

Y finalmente: la diferencia de percepciones que puede ser la mayor de todas. Nuestra Unión Europea dedica un día anual a condenar en conjunto y por igual “el nazismo y el comunismo”, entendidos ambos como fuerzas colectivistas y populistas, enemigas de la propiedad y libertad personales. El alma rusa tiene una visión muy distinta. Ve en el nazi-fascismo (ya desde los tiempos de la filosofía política marxista, como hemos mencionado previamente) una forma endurecida de dominación del capitalismo, de la burguesía y de la gran propiedad, pese a algún tic socializante. No ve un parentesco del nazi-fascismo con el comunismo, sino con el liberalismo. Y tampoco comparte la tesis occidental de que el nazi-fascismo comenzó su andanza criminal a partir del tratado Molotov-Ribbentrop entre nazis y soviéticos, sino que tal tratado fue una maniobra frente a los pactos previos del nazi-fascismo con las potencias capitalistas (franceses, ingleses…).

Es más, ni los italianos ni los germanos son, al entender de Moscú, el pueblo creador del nazi-fascismo, sino que lo son los anglo-sajones. Los anglo-sajones hacen irrumpir en la Historia el colonialismo exterminista, los campos de concentración, la eugenesia y el racismo biológico, la guerra relámpago y la modernidad industrial. Y esos mismos anglo-americanos son hoy los padres de la OTAN, los secuestradores de Ucrania y los que quieren imponer a nivel mundial una Modernidad basada en la hegemonía capitalista y el unipolarismo yanki. Y frente a todo ello se afirma el sentir nacional ruso. Sin hacer el esfuerzo de entender nada de esto, no habrá solución a la guerra de Ucrania, ni a los conflictos de este siglo en el espacio eurasiático.

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