Tras el encuentro de los presidentes Putin y Xi Jinping en el
marco de la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en Pekín se ha
dado a conocer una extensa y relevante declaración conjunta entre Rusia y China.
Putin y Xi forjan una nueva
era euroasiática con alcance global
Alfredo Jalife-Rahme
El Viejo Topo
10 febrero, 2022
En medio de la
inauguración de los espectaculares JJOO 2022, boicoteados por el eje
anglosajón, el presidente ruso Vladímir Putin, después de haber recibido
durante 3 horas al mandatario argentino Alberto Fernández, se reunió en persona
con su homólogo chino Xi Jinping para conformar un G-2 que no se atreve a
pronunciar su nombre.
La extensa declaración conjunta de Rusia y China del
histórico 4 de febrero resume la programática política común de la ‘Nueva Era’
de las relaciones internacionales y del desarrollo sustentable global.
El documento
conjunto ostenta una introducción que resalta un nuevo orden mundial
multipolar, con 4 partes subsecuentes, donde destaca la complementariedad de
Rusia y China en varios rubros y que refuerzan mutuamente sus posturas
respectivas en Ucrania (sin ser citada explícitamente) y en Taiwán, donde se
alude, sin tampoco ser citado, el irredentismo de EEUU que cometió el grave
error geoestratégico, a mi juicio, de haber acentuado —desde Obama, pasando por
Trump, hasta Biden— el cada vez más estrecho acercamiento de Rusia y China a
quienes hostiga simultáneamente.
Después de la
seminal introducción, una joya para la nueva arquitectura pacífica global que
sustenta el pluralismo ecuménico y la multipolaridad, la Parte 1 aboga
que la «democracia es un valor humano universal» cuando «ciertos países» —en
clara alusión al caduco orden unipolar anglosajón de EEUU y su aliada
«especial» Gran Bretaña— «intentan imponer sus propios «parámetros
democráticos» con visos hegemónicos que «socavan la estabilidad del orden
mundial».
La Parte
2 aborda el apoyo de ambas superpotencias para el desarrollo
global.
En la Parte
3, China apoya las demandas que Rusia reclamó a EEUU y a la OTAN sobre su
seguridad transfronteriza en Ucrania (sin ser citada) y, por extensión, a
Europa oriental, mientras que Rusia apoya la postura de China
sobre Taiwán frente al bloque anglosajón tripartita del AUKUS (Australia/Gran
Bretaña/EEUU). Siempre se había esgrimido la asociación estratégica de
Rusia y China sin llegar al grado de una alianza. Ahora la Parte
3 deja entrever que si existe una alianza que no se
atreve a decir públicamente su nombre, en referencia a los focos de tensión de
EEUU en Europa oriental, Taiwán y el océano Índico. Rusia y China se oponen al
irredentismo de la OTAN y a la
formación de bloques de estructura cerrada en la región Indo-Pacifico.
La Parte
4 apoya a las organizaciones internacionales como la ONU, OMC,
los BRICS, el G-20, el Grupo de Shanghái (SCO,
por sus siglas en inglés), al bloque de 10 países del sudeste
asiático (10-ASEAN) y la APEC.
Rusia y China
asientan que sus nuevas relaciones interestatales son
superiores a las alianzas militares y políticas de la Era de
la Guerra Fría: «la
amistad» entre Rusia y China «no tiene límites, no existen áreas prohibidas de
cooperación, el fortalecimiento de la cooperación estratégica bilateral no está
dirigido contra terceros países ni se ve afectado por el cambiante entorno
internacional y los cambios circunstanciales en terceros países». El
óptimo ejemplo de su colaboración bilateral lo epitomiza su inminente
exploración conjunta en la luna.
La reacción de
la dupla anglosajona de EE.UU. y Gran Bretaña no se hizo esperar con la
desestabilizadora fake news de Bloomberg News que
inventó el mismo 4 de febrero en la medianoche de Moscú, mientras Putin se
encontraba en Pekín, su deliberada alucinación sobre una «invasión rusa» que
nunca fue.
Ya desde el 15
de diciembre, Roland Oliphant, Sophia Yan y Pjotr Sauer habían asentado que «Xi
Jinping apoya la demanda de
Vladímir Putin para que la OTAN cese su expansión oriental».
Roland
Oliphant, del Daily Telegraph,
arguye el mismo histórico 4 de febrero que Rusia y China ostentan «un objetivo
común»: el «fin de la Pax Americana». Oliphant comenta que
«en un momento de inmensa tensión internacional», Rusia y China afirman el
«advenimiento de una nueva Era geopolítica» y aduce que «de
ahora en adelante, el dominio de un Occidente global encabezado por EEUU no
será más dado por hecho o tolerado» cuando Rusia y China, «después de décadas
de humillación, trastocarán ahora el inequitativo orden mundial de la
post-Guerra Fría».
Oliphant
sentencia que el «vencedor inmediato es Putin” cuando “el apoyo diplomático y económico chino deberían
ser suficientes para suavizar el golpe de sanciones y su aislamiento si decide
ir adelante con una invasión». Agrega que un «más estrecho alineamiento con
Pekín» ayudará a Putin «a
proyectar el poder ruso en lo que se está configurando será una larga y
helada Segunda Guerra Fría».
Oliphant
considera que «el pleno peso de China otorga mucha influencia a Moscú» en sus
demandas con Occidente, mientras que «Xi gana una segura frontera norte y el
conocimiento de que puede contar con el apoyo ruso en su propia confrontación
incipiente con EEUU y sus aliados en el Pacífico». En forma notable, Oliphant
arguye que este «nuevo eje Euroasiático» hará también imposible que EE.UU.
prosiga su estrategia de reducir sus compromisos europeos con el fin de
concentrarse en el Pacífico». Juzga que la «alianza» de Rusia y China «no es
entre iguales» ya que «Rusia permanece como una superpotencia con alcance
global, con un inmenso arsenal nuclear y un ejército efectivo y acostumbrado a
la guerra», mientras que «China es de lejos la más próspera, más poblada y más
poderosa de los dos».
Por lo pronto,
William Schneider, hoy becario del influyente Hudson Institute y anterior
subsecretario de Estado y jefe del Consejo de Ciencias de Defensa del
Pentágono, emite una sonora jeremiada sobre las «armas hipersónicas de China y
Rusia» que «amenazan el sistema
de detección temprana de EEUU». No es ningún secreto que Rusia y China han dejado en un
tercer lugar a EEUU en lo concerniente a las «armas hipersónicas».
La apertura de
los Juegos Olímpicos de invierno en
Pekín suele ser distractora, por lo que no fue nada gratuita la
desinformación de Bloomberg News —propiedad del magnate
israelí-estadounidense Mike Bloomberg, quien fue alcalde de Nueva York por los
dos partidos demócrata y republicano— que inventó una invasión
rusa fake. Algo parecido sucedió con la descabellada invasión
del entonces presidente de Georgia, Mijail Saakashvili, quien luego optó por la
nacionalidad ucraniana y hoy se encuentra encarcelado en Georgia —cuando
invadió Osetia del Sur en medio de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008
presuntamente azuzado por George Bush Jr.
Ya antes del
espectacular G-2 de Rusia y China frente a EE.UU., que está quedando aislado,
mientras la Unión Europea se fractura con una postura más sensata de Francia y
Alemania respecto al contencioso de Ucrania, el lúcido británico Alastair
Crooke —ex-espía del MI6 y diplomático en la Unión Europea como asesor del
excanciller de la unión Europea Javier Solana— había diagnosticado la
«debacle» de Biden y su equipo -Antony Blinken, Jake Sullivan y Victoria
Nuland-, curiosamente, los 3 israelí-estadounidenses y muy cercanos al
megaespeculador George Soros.
Coincidentemente, The Global Times, portavoz oficioso del
Partido Comunista Chino, refiere que el atribulado Secretario de Estado de
EE.UU. Antony Blinken iniciará, 3 días después del G-2 de
Rusia y China, una gira en la región Asia-Pacífico con el fin de apuntalar al
cuatripartita QUAD (EEUU/India/Australia/Japón), en su «intento» de hacer retroceder
la creciente influencia de China.
Desde Ucrania,
hasta Taiwán/mar del Sur de China/Indo-Pacífico, pareciera que Blinken ha
optado por lo que los franceses denominan una fuga hacia adelante.
Fuente: Sputnik.news.
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