miércoles, 22 de marzo de 2023

 


España


CCOO y UGT, un cáncer para la clase obrera


DIARIO OCTUBRE / marzo 22, 2023

 


En el año 480 a.C. un ejército formado por unos 7000 griegos (espartanos, tespios, tebanos y otros aliados) contuvo durante varios días al imponente ejército persa compuesto de unos 250.000 soldados. Los aliados griegos, liderados por el rey Leónidas I de Esparta, tenían claro que para frenar esa superioridad numérica, debían aprovechar el estrecho paso de las Termópilas, dónde el frente de batalla sería lo suficientemente estrecho para repeler a un ejército tremendamente superior en número. Con lo que no contaban los aliados griegos es con la traición de un residente local llamado Efialtes, que proporcionó a los persas información de un paso por el que podrían rodear y atacar la retaguardia del ejército griego.

 

La traición ha sido y sigue siendo un arma temible en manos de quien tiene el poder económico para pagarla y la ausencia de escrúpulos para usarla. Y el brazo ejecutor de la traición, el traidor, una herramienta necesaria en manos de quien ostenta el poder pero necesita aliados entre las filas contrarias.

En la lucha de clases, la clase obrera puede identificar de forma más o menos nítida a su enemigo natural, a la clase parasitaria que se apropia de la riqueza generada con el trabajo ajeno, la burguesía, los empresarios. De esta forma, incluso de forma espontánea, surgen luchas obreras frente a ataques abiertos y evidentes ante los que los trabajadores se organizan para defenderse. Pero la burguesía sí paga traidores, y en la lucha obrera, CCOO y UGT son traidores a sueldo que además de desdibujar, corromper y ensuciar la palabra sindicato, contribuyen a la división y la desmovilización, siendo una de las herramientas más sofisticadas para frenar la lucha organizada de los trabajadores.

La podredumbre del sistema capitalista, en una bancarrota insalvable, se sustenta principalmente en una batalla ideológica en la que estos sindicatos amarillos del sistema colaboran para desideologizar a la clase obrera, dividirla y dejarla a merced de los empresarios. Pero esa podredumbre corrompe todo lo que toca, y CCOO y UGT son buena muestra de ello, pues cada vez les resulta más complicado seguir simulando que son sindicatos de clase, se desbordan las costuras de sus trajes de sindicalistas y asoma la pata de lobo por debajo de sus disfraces de cordero.

En enero de este año, la plantilla de CCOO en Galicia convocaba una huelga indefinida [1] denunciando que “el sindicato actúa como la empresa más rastrera”. Los trabajadores reclamaban una subida de sus salarios de entre el 2% y el 3,5% anual de 2020 a 2024, mientras que la dirección del sindicato alegaba que esa subida pondría en riesgo la estabilidad económica de la entidad y los empleos, en un discurso que no difiere en absolutamente nada del de la patronal.


Ante esta huelga, la dirección de CCOO intentó cercenarla separando de la misma a los abogados del sindicato, un intento que fue frenado por la justicia [2], mostrando como este supuesto sindicato de clase no duda en usar todas las argucias que cualquier empresa utiliza para atacar a sus trabajadores cuando estos se organizan.


Este no es ni mucho menos un caso aislado. En febrero, el Tribunal Superior de Baleares condenaba al sindicato por el despido improcedente de un representante de los trabajadores [3]. José Manuel Raya, abogado y graduado social, declaraba a El Independiente: «CCOO se cargó a dos delegados de personal de los tres que tiene en Baleares, y a otra trabajadora en Ibiza que había hecho demandas a la empresa. Acabaron con toda la representación de los trabajadores».



A estos casos de maltrato a sus propios trabajadores, se suma la corrupción de las cúpulas de estos sindicatos que cada vez acumulan más casos. En febrero, el diario El Debate desvelaba que la pareja de Unai Sordo, secretario general de CC.OO. recibía 345.000 € de dinero público por dar “talleres de lectura” a funcionarios vascos [4]. La empresa de Blanca Mata Fauri, pareja de Unai Sordo, comenzó a recibir grandes contratos y ayudas públicas en el momento en el que su cónyuge fue nombrado líder del sindicato.

 


Por su parte, Pepe Álvarez, secretario general de UGT, con un salario de 2.638 € mensuales, tiene a su nombre un ático dúplex en el centro de Barcelona y 6 fincas en Asturias, un patrimonio inmobiliario que en un 85 % adquirió tras ser nombrado jefe del sindicato a nivel nacional [5]. No es de extrañar cuando las cúpulas de estos sindicatos gestionan un fondo privado de pensiones que factura 2 millones de euros anuales, la Consultora de Pensiones y Previsión Social Sociedad de Asesores (CCPS) [6].


Todo esto sumado a las declaraciones que de vez en cuando muestran claramente la posición reaccionaria de estos sindicatos, como la defensa pública que Pepe Álvarez hizo de Juan Roig [7], presidente de Mercadona, alegando que “poner el foco sobre la que paga mejor, no es la manera de situar este problema”, o las recientes declaraciones en las que instaba a reforzar el control de la prestación por desempleo y, en especial, de la facultad para retirar la prestación o el subsidio por desempleo a quien rechace una oferta de empleo o un curso de formación [8].


El desprestigio cada vez mayor de estas organizaciones ha llevado a España a ser uno de los países con menor porcentaje de trabajadores con afiliación sindical, alcanzando su nivel más bajo desde 1986 con sólo un 12,5% [9], un dato que no ha dejado de descender desde 1978 –cuando llegó a ser del 38,9%-, justo al final de la mal llamada transición que concluyó con la firma de la reforma de las leyes franquistas denominada Constitución, la traición a través de la cual, la alianza entre fascistas y oportunistas nos ha traído hasta este momento histórico de pérdida absoluta de derechos, empobrecimiento extremo, guerra y muertes. Esta es la obra de esa alianza entre fascismo y oportunismo, alianza de la que CCOO y UGT son ‘valiosos’ miembros.

Ante esta situación, a la clase obrera le urge acabar con estas organizaciones que no son más que aparatos del Estado para mantener la opresión de la burguesía, de los empresarios, así como fortalecer a los sindicatos de clase de la Federación Sindical Mundial (FSM), la Internacional de los sindicatos de clase, con el fin de organizar a los trabajadores en los centros de trabajo bajo el paraguas del sindicalismo de clase.

Comisión de Movimiento Obrero y de Masas del Comité Central del PCOE

Referencias:

[1] https://elpais.com/espana/galicia/2023-01-18/la-plantilla-de-cc-oo-en-galicia-convoca-una-huelga-indefinida-el-sindicato-actua-como-la-empresa-mas-rastrera.html

[2] https://elpais.com/espana/galicia/2023-02-10/la-justicia-frena-el-intento-de-cc-oo-en-galicia-de-cercenar-la-huelga-de-sus-abogados.html

[3] https://www.elindependiente.com/economia/2023/02/13/ccoo-cuando-el-sindicato-es-quien-despide-y-congela-salarios/

[4] https://www.eldebate.com/espana/20230222/pareja-lider-ccoo-recibe-345-000-publicos-dar-talleres-lectura-funcionarios-vascos_94125.html

[5] https://www.eldebate.com/espana/20230221/lider-ugt-declara-ganar-2-600-mes-dueno-atico-duplex-barcelona-6-fincas-asturias_94127.html

[6] https://www.eldebate.com/espana/20230220/cupulas-ugt-ccoo-gestionan-fondo-privado-pensiones-factura-2-millones-anuales_94595.html

[7] https://cincodias.elpais.com/cincodias/2023/01/30/companias/1675090227_929538.html

[8] https://www.eleconomista.es/economia/noticias/12180849/03/23/Alvarez-UGT-insta-a-quitar-el-paro-a-quien-rechace-una-oferta-de-empleo-.html

[9] https://www.elboletin.com/los-paises-con-mas-trabajadores-afiliados-a-sindicatos-del-922-de-islandia-al-125-de-espana/

FUENTE: PCOE

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¿Nacionalización como medida, o una hipocresía desmedida?

 


España


¿Nacionalización como medida, o una hipocresía desmedida?

 

DIARIO DE OCTUBRE / marzo 19, 2023

 


Otro ridículo más. ¿Recuerdan aquella medida estrella, la bajada del IVA de los alimentos, con la que nuestro gobierno iba a salvar al pueblo español, acabando definitivamente con la inflación? Pues ni un mes ha durado su efecto. Los datos del IPC de febrero, que acaban de conocerse, arrojan unos datos que han dejado a muchos (aunque no a nosotros) en shock. Y que suponen otro chasco más para el “gobierno más progre(sista) de la historia”.

 

El precio de los alimentos está nuevamente desbocado: son, de media, un 2% más caros que en enero. De los 55 alimentos con los que se calcula el IPC, 49 han subido su precio en febrero. Las legumbres frescas han subido un 11% con respecto a enero; la fruta fresca, un 5%; cereales, patatas y aceite entre un 2 y un 3%; los alimentos para bebés, un 13%. Una auténtica locura.

Si miramos la inflación acumulada en el último año, el panorama es sencillamente escalofriante. Los alimentos cuestan, de media, un 16,6% más caros que hace un año. El azúcar está un 52% más caro; el aceite y la leche, un 33%; los  huevos, un 28%; las patatas, los cereales y las legumbres, así como el yogur, un 21%.

Otra manera de decirlo es esta: los trabajadores son un 16,6% más pobres que hace un año. La gente ya compra lo que buenamente puede, y es que comer en España cada día cuesta más. Y esto no ha hecho más que empezar.

Juan Roig, el presidente ejecutivo de Mercadona, argumenta que los proveedores, así como los transportistas, son los que han subido el precio. ¿Creerá esta gente que somos idiotas o incapaces de contrastar datos? Los tomates son más baratos hoy en el campo de lo que eran el año pasado: los precios han bajado. Sin embargo, en Mercadona son infinitamente más caros. La leche ha subido en el campo un 10%, vale; pero en su maravilloso supermercado, un 33%.

Lo que sube no es el precio en origen, sino el margen de beneficio de estos parásitos. Y el gobierno es cómplice (¿o es que vamos a pedirle al parásito que se purgue a sí mismo?). Hasta el gobierno derechista francés publica los márgenes de beneficios de los supermercados (lo que cada supermercado paga al agricultor, y luego lo que le cobra al consumidor). En España, sin embargo, Hacienda oculta estos datos. No quieren controlar nada: la “izquierda socialdemócrata” española está incluso más al servicio de las grandes superficies que la “derecha neoliberal” francesa. ¿Sorpresa? ¿Para quién?

El caso es que, al conocerse estos datos del IPC de febrero, el gobierno PSOE-Podemos se ha quedado patidifuso. Y, así, ha balbuceado patéticas excusas relacionadas con unas supuestas causas metereológicas (como si la inflación fuera problema de un mes, y como si se hubiera dado algún gran cataclismo ambiental que incrementara los precios de todo). Ya no se cortan ni aunque tengan que hacer el ridículo. Y todo para no hacer autocrítica. Para no reconocer que la famosa “medida” del gobierno, la bajada del IVA en enero de este año, no ha servido para nada, que es su desvergüenza la que no tiene “medida” y que todo está fuera de control.

Todo lo que bajó el mes pasado por la reducción del IVA está subiendo ahora. La leche, al aplicarse la bajada del IVA, bajó un 1,6% en enero: en febrero ha subido un 1,7%. Las patatas bajaron un 1,2%: al siguiente mes subieron un 1,4%. La fruta bajó un 4,2, y en febrero subió un 5,4%. Las legumbres, bajaron un 1% y luego subieron… un 11,1%. ¿Cómo negar, pues, el estrepitoso fracaso de estas políticas? Es más: como denuncia constantemente FACUA, ante la inacción y la falta de control del gobierno, las empresas se ríen de todo el mundo: muchos productos bajaron y han subido justo al precio que tenían antes de la “medida”, de manera exacta. Otros suben muy por encima de su precio original… ergo, más márgenes para ellos, mientras la gente sufre para alimentar a su familia.

El gobierno PSOE-Podemos continúa con sus contorsiones verbales progres, con tal de no extraer las conclusiones inevitables de todo esto. Y es que pedirles a las grandes superficies que, por favor, “sean buenas” y contengan precios (como hizo Luis Planas, ministro de Agricultura) es, sencillamente, una estupidez. Para contener precios, para evitar que el pueblo se alimente cada vez peor, solo hay una medida posible: la nacionalización. Si el gobierno fuera “social-comunista”, como brama el delirante Jiménez Losantos, esa sería su “medida”. Al no hacerlo, demuestra ser el perrito faldero de los grandes capitales y estar de rodillas ante la dictadura de la Comisión Europea. A todo esto, ¿y el ministro “comunista” de Consumo? ¿Hablando sobre la fruta de temporada?

FUENTE: Insurgente

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Desorden, furia y devastación de las energías renovables

 

Desorden, furia y devastación de las energías renovables

 

Por Pedro Costa Morata

Rebelion

 | 22/03/2023

 

Fuentes: El salto [Imagen: Imagen de uno de los aerogeneradores de un parque eólico]


Urge un plante decidido y común frente a todos los desmanes amparados en los macroproyectos de energías renovables, como se hizo en los años 70 contra el abstruso programa nuclear.

O sea que, corrompido el litoral por las continuadas políticas urbano-turísticas de ocupación implacable de un espacio escaso y frágil, colonizadas las áreas de montaña por urbanizaciones elitistas e instalaciones de esquí, tras su radical hundimiento demográfico, y envilecido el crecimiento de las ciudades a manos de prácticas esencialmente especulativas, nos quedaba el territorio interior, el rural, el más genuino y resistente, el solar de la mayoría de los españoles de las dos últimas generaciones, como esperanza de conservación y descanso para el espíritu. Pero, poco a poco, las prolíficas e insaciables infraestructuras del transporte y la energía, la agricultura intensiva, extensiva y venenosa, y el urbanismo disperso y caprichoso, fugitivo del incómodo medio urbano, fueron carcomiéndonos la perspectiva del paisaje restaurador, la memoria de nuestras vidas y el alma atribulada.

Todo lo cual resultó siempre insuficiente, provisional, antesala de más y más agresiones, ya que los espejismos del desarrollo se habrían de repetir y superponer, siendo el mayor de ellos, y el más avieso, el energético, ese del más, más y más: más consumo, más tecnología, más dependencia. Así que a los valles inundados y deshabitados, al pespunteo de chimeneas humeantes, a las incursiones de centrales nucleares apostadas en nuestras riberas, había que añadir, esta vez con algazara general, ficciones afinadas y alianzas inconfesables, los prometedores núcleos de energías de futuro: molinos de viento que espantan, ensordecen y trampean aves y hasta nubes; extensas granjas de espejos refulgentes que sustituyen al agro alimenticio, y proyectos tan imaginativos como inimaginables, perfectamente alineado todo ello en dogmas múltiples, renovados, idolátricos y opresivos.

Y así, el sector más directamente relacionado con la degeneración climática, que es el de la energía en general, con el transporte como infección y el automóvil como anestesia reacciona, se reorganiza, fabula y se impone con una estrategia universal de exculpación propia asumiendo el liderazgo de “un mundo energético nuevo”, del que se pretende descartar la emisión de CO2 desarrollando las llamadas energías renovables, tras combatirlas y desprestigiarlas durante decenios pero que -con sus medios de propaganda y embaucamiento de las instancias políticas y mediáticas- han convertido en la gran esperanza civilizatoria, en el grial laico de la salvación por el capitalismo y en una orden imperiosa de acatamiento universal.

De tal manera que el sistema productivo capitalista -que tanto memo daba por finiquitado cuando la crisis financiera generada en Estados Unidos en 2007, arrastrando al mundo entero-, lejos de sufrir acoso o menoscabo por sus crímenes y miserias, ha conseguido imponerse con marca verde, climáticamente adaptado y ecológicamente centrado lo que, siendo en realidad todo lo contrario, cunde y permea como una fe expansiva todas nuestra sociedades obnubiladas e inermes, faltas de tiempo para pensar, instrumentos para incordiar y, sobre todo, ganas de reaccionar.

El sector más directamente relacionado con la degeneración climática, que es el de la energía en general, con el transporte como infección y el automóvil como anestesia reacciona, se reorganiza, fabula y se impone con una estrategia universal de exculpación

Y, como muestra de espectacular de éxito mediático y político desvergonzado, se declara al petróleo y al gas villanos universales y merecedores de radical sustitución por el sol y el viento, pero se aprovecha la guerra que culmina la tríada de crisis desatadas (la financiero-especulativa, la pandémico-subversiva y la actual, bélico-imperialista) para afianzar su poder político-económico, relanzar su consumo y multiplicar los beneficios de las empresas que los manejan y monopolizan… Lo que no obsta para que, al mismo tiempo, el sector de las energías renovables triunfe, arrolle y agreda, atribuyéndose la supuesta bula que le concede su (auto) definición como salvífico y ecológico.Y todo el entramado del sistema político-económico internacional el sector más directamente relacionado con la degeneración climática, que es el de la energía en general, con el transporte como infección y el automóvil como anestesia reacciona, se reorganiza, fabula y se impone con una estrategia universal de exculpación —incluyendo muy destacadamente a la Unión Europea y, por supuesto, España— se lanza al nuevo y sugestivo negocio con verdadera furia, tanto inversora como antiecológica, burlándose de lo que creíamos avances de la legislación ambiental protectora, exigiendo sumisión a las poblaciones afectadas, tantas veces vendidas por sus munícipes irresponsables, y degenerando nuestros paisajes al metalizarlos y escamotearlos: generadores eólicos y plantas fotovoltaicas pretenden aniquilar nuestro mundo visual y espiritual con la coartada de su necesidad y su limpieza.

En riguroso cumplimiento de la profecía ecologista —que señala a las sociedades desarrolladas como suicidas y al virus de la codicia económica como dominante y responsable del envenenamiento de las relaciones sociales— las respuestas dadas a la acumulación de crisis resultan catastróficas para la humanidad y la naturaleza, pero altamente provechosas para la coalición canalla, y universal, de intereses económicos insaciables, que controlan al poder político internacional.

No ha servido de mucho advertir sobre la inconsciencia y estupidez de numerosos grupos o instancias ecologistas que las respuestas dadas a la acumulación de crisis resultan catastróficas para la humanidad y la naturaleza, pero altamente provechosas para la coalición canalla, y universal, de intereses económicos insaciables

No ha servido de mucho advertir sobre la inconsciencia y estupidez de numerosos grupos o instancias ecologistas que las respuestas dadas a la acumulación de crisis resultan catastróficas para la humanidad y la naturaleza, pero altamente provechosas para la coalición canalla, y universal, de intereses económicos insaciables, que controlan al poder político internacional —aterrados por el CO2 y el cambio climático, pero sin espolear el pensamiento más allá— se creían obligados, incluso éticamente, a hacer causa común con el empresariado emergente, aunque este se delatara con oportunistas, pillos y aventureros de toda laya, mientras las grandes empresas preparaban su entrada triunfal en ese nuevo negocio, avasallando como de costumbre. Por lo que hay que seguir recordando que el CO2 no es culpable de nada, salvo indirecta e involuntariamente, que hay que ir a la dinámica que genera sus emisiones y, más todavía, al sistema que envilece al entorno y a los humanos, que es el mismo que se apropia de la fabulosa operación crematística de las renovables.

Sin planificación energética, sin legislación rigurosa (ya que la existente se reduce y minusvalora) y sin armas de control acrecido de los ciudadanos sobre los proyectos (en definitiva, sobre empresas, ayuntamientos y autonomías), la actitud de respuesta a este desvarío monumental debe de ser de bloqueo sistemático, de “hasta aquí hemos llegado”, de exigir la renuncia de esos objetivos irresponsables que marca el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) con su Plan Nacional Integrado de Energía y Clima que, sobre carecer de espíritu planificador —cuándo, dónde y cómo, no sólo cuánta potencia eléctrica instalar, y sobre todo por qué, situando como principal objetivo la reducción de consumos—, es contradictorio con los planes del mismo MITECO de estímulo del gas por motivos políticos, de promoción de la producción de hidrógeno por esa nueva ilusión automovilística y de la parafernalia que conlleva nuestra conversión en “potencia gasística”. Todo lo cual incrementa el consumo energético, que nuestras administraciones debieran tener por indeseable (¡que ya va siendo hora!), genera nuevas fuentes de emisiones de gases de invernadero (incluyendo el CO2) y condena ambientalmente a nuestras tierras, aguas y cielos.

Sin planificación energética, sin legislación rigurosa (ya que la existente se reduce y minusvalora) y sin armas de control acrecido de los ciudadanos sobre los proyectos (en definitiva, sobre empresas, ayuntamientos y autonomías)…

Resumiendo, y en el caso de España, donde el MITECO trabaja con entrega y fervor para lograr el empeoramiento ecológico, con ese protagonismo necio en el trasiego del gas a Europa, el alineamiento con las medidas (ilegales) antirrusas y el azuzamiento de las inversiones en renovables, urge un plante decidido frente a todo esto: como se hizo en los años 1970 contra el abstruso programa nuclear, rechazando y resistiéndose las organizaciones ecologistas y vecinales a todos y cada uno de los nuevos proyectos de energías renovables.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/energias-renovables/desorden-furia-devastacion-energias-renovables

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Francia: Abajo el decreto de pensiones de Macron

 


Francia: Abajo el decreto de pensiones de Macron


Publicado el 22 de marzo de 2023 / Por Lucha Internacionalista

 KAOSENLARED

Miguel Lamas, miembro de la dirección de la UIT-CI

El pasado 16 de marzo Macron impuso por decreto la reforma de sistema jubilatorio amparándose en el articulo 49.3 de la última reforma constitucional. Este articulo permite al ejecutivo realizar reformas al sistema sin necesidad de la aprobación del parlamento. El rechazo se expresó con grandes movilizaciones callejeras, manifestaciones de legisladores y sindicatos. Compartimos nota del 15 de marzo para El Socialista, Argentina. 

La movilización realizada el 7 de marzo fue la sexta y más grande de las masivas protestas contra la reforma de la ley de pensiones que intenta el presidente Emmanuel Macron. El sábado 11 hubo otra marcha nacional. Además varios sectores claves anunciaron el comienzo de “huelgas prorrogables” (es decir se mantendrían en huelga contínua decidida por asambleas). Pese a esto, el Senado aprobó la reforma y anunciaron que se aprobará en diputados esta semana.

La movilización del martes 7 de marzo, convocada por ocho centrales sindicales, fue de 1,28 millones de personas, según el gobierno, y de 3,5 millones según la central sindical CGT (700 mil sólo en París). Es la mayor protesta en tres décadas. Y es superior a la del 31 de enero, cuando se movilizaron 2,8 millones.

Al término de la jornada, el frente sindical pidió a Macron una reunión “urgente”, porque su “silencio ya no es posible”. Pero no sólo se negó a la reunión, sino que la propuesta de ley fue aprobada en el Senado.

Varios sectores claves, como las refinerías, los ferrocarriles y el sector energético, resolvieron las huelgas prorrogables.

La basura se acumulaba en las calles de París y se bloquearon las entregas de combustible de las refinerías porque estos continuaban con las huelgas contra la reforma jubilatoria. También se interrumpió el suministro eléctrico y se retrasó el mantenimiento de algunos reactores nucleares.

Otra muestra de la voluntad desde las bases de radicalizar las medidas, es que se organizaron piquetes y bloqueos de carreteras en muchos lugares del país.

Los sindicatos también apoyaron las manifestaciones convocadas para el miércoles 8 con motivo del Día Internacional de la Mujer y el jueves 9, llamado por los estudiantes, que se están movilizando en toda Francia.

Lo intentan desde hace muchos años

La reforma de la ley de pensiones no es sólo el aumento de la edad jubilatoria de 62 a 64 años, sino que cambia las condiciones y exige un mínimo de 43 años de aportes en momentos en que cada vez más jóvenes no tienen trabajos regulares. Dos de cada tres franceses, según todos los sondeos, se oponen a esta reforma.

El ataque al sistema de pensiones es una exigencia de los capitalistas franceses desde hace décadas antes de Macron. El primer intento serio de la burguesía francesa de rebajar a las jubilaciones fue en 1995 con el infame “Plan Juppé”, derrotado por el movimiento de masas más importante sucedido en Francia desde mayo de 1968.

El actual presidente Macron también lo intentó 2019-2020, provocando la oleada de huelgas más grande de las dos últimas décadas, incluyendo el movimiento casi insurreccional de los “chalecos amarillos” y una huelga ferroviaria de seis meses de duración que obligaron a su gobierno a retirar el plan de reforma de las pensiones cuando este ya había sido aprobado por el Parlamento.

Ahora todo está peor con la crisis capitalista

Aunque Macron está más debilitado que en el 2019, el capitalismo está más en crisis y pretenden que la crisis la paguen los trabajadores. El compromiso de Macron es aumentar o recuperar las ganancias de los capitalistas franceses después de la pandemia. Por eso ni se reúne con las direcciones sindicales para discutir alguna modificación. La ley de pensiones es parte de eso, pero no sólo es la ley de pensiones, también están los salarios y las leyes laborales. Por eso el descontento de millones.

Y hoy en Francia el gobierno sigue diciendo que va a aplicar sí o sí la reforma

de pensiones.

Para los trabajadores, las pensiones tampoco son el único problema que empeoró su situación. El tema salarial, ante los aumentos de precios de energía y alimentos, es también un reclamo central. Aunque los dirigentes burocráticos de las centrales sindicales no lo están tomando con el argumento de que “lo primero” es que se retire la reforma de pensiones.
Es la economía capitalista en su conjunto, en Francia y en el mundo, la que está tratando de hacer pagar su peor crisis a las y los trabajadores.

La necesidad de un plan de lucha

Si bien las ocho centrales sindicales se han unido y también con el movimiento estudiantil, las direcciones sindicales burocráticas siguen sin profundizar las medidas con un plan de lucha, mientras intentan negociar con Macron, que se niega públicamente a toda negociación.

Esto plantea también la necesidad de que, al calor de esa gran lucha, trabajadores, trabajadoras y jóvenes se organicen en la perspectiva de conformar una alternativa socialista revolucionaria por un cambio de fondo que termine con este desastre capitalista, por una alternativa política para terminar con el gobierno de Macron, hacia un gobierno del pueblo trabajador.

Es evidente que en lo inmediato, para derrotar al gobierno y sus planes, “lo primero” es que habrá que preparar un plan de lucha endureciendo cualitativamente las medidas, como lo plantean sectores de base con las huelgas (“reconducible”) que ya están realizando del conjunto del país y también los bloqueos. Y para eso incorporar al conjunto de los trabajadores, trabajadoras y jóvenes, con sus demandas, incluyendo la salarial y plenos derechos laborales, por un plan económico del pueblo trabajador.

Desde la UIT-CI damos todo el apoyo a esta grandiosa lucha del pueblo trabajador francés.

https://uit-ci.org/index.php/2023/03/17/francia-abajo-el-decreto-de-macron/

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Sobre literatura, compromiso y transformación social

 

Dicho en breve: no tenemos más remedio que reconocer que la literatura no ha transformado al mundo, y el mundo es el que ha transformado, y no sólo socialmente, a la literatura. Artículo publicado en Quimera 119, junio de 1993.


Sobre literatura, compromiso y transformación social

José Saramago

El Viejo Topo

22 marzo, 2023 

 


Repito estas palabras lentamente –literatura, compromiso, transformación social–, pronuncio las sílabas como si en cada una de ellas todavía se escondiese un significado secreto a la espera de ser revelado o simplemente reconocido, intento reencaminarlas para la integridad de un sentido primero, restauradas del desgaste del uso, purificadas de las vulgaridades de la rutina, y me encuentro, sin sorpresas, ante dos vías de reflexión, quién sabe si las úni-cas posibles, recorridas ya mil veces, es cierto, pero a las que nuestro ineludible destino regresa siempre, cuando la continua crisis en la que viven los seres humanos –seres en crisis, por excelencia, y humanos quizás por eso mismo– deja de ser crónica habitual, para volverse aguda y, al cabo de un tiempo, culturalmente insustentable.

Cómo parece ser la situación de este hombre que hoy somos y de este tiempo en que vivimos

La primera vía de reflexión, que desde ahora, y pidiendo perdón a quien piense lo contrario, me atrevería a calificar de ingenua sería la de de una tendencia muy corriente que consiste en incluir a la literatura entre los agentes de transformación social, entendiéndose tal denominación, en este caso, no tanto como referida a las consecuencias sociales de los factores estéticos, pero sí a supuestas influencias determinantes, en el orden ético y en el orden axiológico, independientemente del carácter positivo o negativo de sus manifestaciones. De acuerdo con este modo de pensar, y extrapolando, en beneficio del raciocinio, contenidos y formas históricamente diferenciados, para poder abarcar en una única visión la enseñanza, la literatura y la cultura en general, tendríamos que coincidir hoy, a pesar de los desmentidos trágicos de la realidad, con la panglosiana convicción de nuestros ochocentistas y optimistas abuelos, para quienes abrir una escuela equivalía a cerrar una cárcel. Que vengan las estadísticas escolares y judiciales a decimos si la masificación de la enseñanza se ha configurado, de hecho, como suficiente prevención o antídoto eficaz contra la masificación de los crímenes, que es, sin duda, una de las características de  nuestro fin de siglo…

Dejemos entonces las escuelas a un lado, dejemos a otro lado la cultura en general, dejemos el arte, la filosofía y la ciencia, para cuya adecuada ponderación me faltarían el saber y la autoridad, y volvamos a la literatura y a su relación con la sociedad. Vamos a mantenemos discretamente en los dominios de lo ético y lo axiológico (sin los cuales hay que reconocer que cualquier examen de una transformación social determinada, sea cual sea su época, tendría que satisfacerse con poco más que una tabla de pesos y medidas) y reconozcamos, por mucho que esa verificación castigue nuestra confianza, que las obras de los grandes creadores literarios del pasado, de Ho-mero a Cervantes, de Dante a Shakespeare, de Camoens a Dostoievski, a pesar de la excelencia de pensamiento y la suerte de belleza que diversamente nos propusieron, no parecen haber originado, en sentido pleno, ninguna transformación social efectiva, aun teniendo una fuerte y a veces dramática influencia en comportamientos individuales y generacionales. En el plano de la ética, de los valores, del respeto humano, apetece decir, sin cinismo, que la humanidad (me estoy refiriendo, claro está, a lo que solemos designar mundo occidental) sería exactamente lo que es hoy si Goethe no hubiera venido al mundo. Y que, reforzando esta idea, no consta que la lectura de los Fioretti de San Francisco de Asís hubiese salvado siquiera a una sola de las víctimas de la Inquisición…

Es admisible, entonces, afirmar que la literatura, aun cuando por razones religiosas o políticas se dedicó a un misionarismo de buenos consejos y a una ingeniería de almas nuevas, no sólo no contribuyó, como tal, a una modificación positiva y duradera de las sociedades sino que provocó, muchas veces, insanos sentimientos de frustración individual y colectiva, resultantes de un balance negativo entre las teorías y las prácticas, entre lo dicho y lo hecho, entre una letra que proclamaba un espíritu y un espíritu que no se reconocía en la letra. Bastante más fácil sería, para quien se empeñe en descubrir en todas las cosas mutuas relaciones de causa-efecto, reunir pruebas de la maléfica influencia de la literatura (de una parte de ella, por lo menos) en las costumbres y en la moral, y por lo tanto en la sociedad, tarea, además, bastante favorecida por la presencia obsesiva, por ejemplo, de algunas de esas obras y algunos de esos autores en el imaginario sexual de millones de personas, alimentando fantasmas y fantasías a los que, de otro modo, faltarían referencias, abono, modelos, en otras palabras, una completa filosofía de la vida… Entendidas así tales relaciones, y adoptando la actitud, más común de lo que se imagina, de aquéllos que creen que algo sólo tiene verdadera existencia a partir del momento en que existe la palabra que lo nombra, el sadismo se habría revelado al mundo cuando el Marqués de Sade, siendo un niño, le arrancó por primera vez las alas a una mosca, y el masoquismo también tuvo que esperar el día en que la pequeña alma de Sacher-Masoch, tal vez a la misma edad, e imitando, sin saberlo, el ejemplo de los místicos de todas las religiones, entendió que era primero posible, y después deseable pasar del sufrimiento en el placer al placer en el sufrimiento. Al cabo de milenios, después de una larguísima espera, de tanto tiempo perdido, el sádico y el masoquista pudieron finalmente encontrarse, reconocerse como complementarios y, de esta forma, inaugurar la felicidad.

Este camino, tan breve, por la primera de las vías de reflexión que se nos presentan, aquélla que se asentaba en el presupuesto de que la literatura, independientemente del significado moral o amoral de sus expresiones, habría ejercido o ejercería todavía influencia en la sociedad, al punto de constituirse como uno de sus agentes transformadores, nos ha conducido, creo, a una conclusión pesimista y aparentemente no extrapolable: la de su irresponsabilidad esencial. Irresponsabilidad, digo, en el sentido restringido de que no será legítimo atribuir al ciclo de La Guerra de las Dos Rosas de Shakespeare, tomemos este ejemplo, la culpa de un eventual aumento, en número y en gravedad, de los crímenes públicos o privados en general, como de la misma manera no tendremos derecho a acusar al autor de Ricardo III de no haber podido lograr, gracias a lo que se espera sea la lección amonestadora y edificante de toda la tragedia, que los reyes y los presidentes se mataran menos y los particulares se respetasen más. Unos a otros y a sí mismos, debe añadirse.

Si la literatura es de hecho irresponsable, en la doble acepción de que no le puedan ser imputados, aunque sólo sea parcialmente, ni el bien ni el mal de la humanidad, y por lo tanto no está obligada, ya sea para hacer penitencia como para felicitarse, a prestar declaración en ningún tribunal de opinión, si, por el contrario, actúa, en su hacerse, como un reflejo más o menos inmediato del estado mental de las sociedades y de sus sucesivas transformaciones, entonces, la segunda vía de reflexión propuesta, aquella que, quizá con excesivo radicalismo, precisamente acabaría por mostrar a la literatura como mero y obediente sujeto, incluso en sus aparentes rebeliones, se interrumpe cuando aún no habíamos dado los primeros pasos, reconduciéndonos así irónicamente al punto de partida, a la bifurcación de los caminos, a la eterna interrogación sobre lo que debe ser y para qué debe servir la literatura cuando, en la vida cultural de los pueblos, se instala el sentimiento inquietante de que, no habiendo aparentemente dejado de ser, manifiestamente ha dejado de servir.

Aunque el determinismo de la conclusión puede humillar ciertas vanidades literarias, más inclinadas de lo que aconsejaría la modestia a magnificar su papel en la República de las Letras y en la sociedad en general, pienso que no tendremos más remedio que reconocer que la literatura no ha transformado ni transforma socialmente al mundo, y que el mundo es el que ha transformado y va transformando, y no sólo socialmente, a la literatura. Puesta así la cuestión, en términos simples, se objetará que después de que nos han cerrado los cami-nos, ahora vienen a cerramos las puertas y que, encerrado en este círculo, vicioso y perverso como ninguno, al escritor, como tal, no le quedará nada más que trabajar sin esperanza de influir realmente en la vida de su época, limitado a producir los libros que la necesidad de diversión de la sociedad, sin su parecer, le va encargando, y con los cuales se satisfacen él y ella, o, en el caso de haber sido reconocido al proyectarse sobre el cosmos, como poseedor del talento suficiente, escribir obras que su tiempo comprenderá mal o a las que será hostil, dejando al futuro la responsabilidad de un juicio definitivo que, eventualmente seguro y justo en ese caso específico, incurrirá, infaliblemente, en errores de apreciación cuando, en el presente, sea llamado a pronunciarse sobre las obras contemporáneas. En verdad, el escritor cuando escribe no se encuentra solo, está también rodeado de oscuridad, y creo que no abusaré de mi limitada facultad de imaginar si digo que hasta la propia luz de la obra –poca o mucha, todas la tienen– lo ciega. De esta particular ceguera no lo podrá curar ninguna crítica, ningún juicio, ninguna opinión, por más fundamentadas y útiles en algunos planos que se le presenten, ya que son emitidos, todos ellos, desde otro lugar.

¿En qué quedamos entonces? Si las sociedades no se dejan transformar por la literatura, aunque ésta en alguna que otra ocasión pueda haber tenido en las sociedades alguna influencia superficial, o si por el contrario, es la literatura la que se encuentra permanentemente acosada por sociedades como éstas de hoy, que no exigen más que las fáciles variantes de una misma anestesia del espíritu que llaman frivolidad y brutalidad, cómo podremos nosotros, sin olvidar las lecciones del pasado y las insuficiencias de una reflexión dicotómica que se limitaría a hacernos viajar entre la hipótesis, nunca satisfactoriamente verificada, de una literatura agente de transformaciones sociales, y la evidencia de una literatura, esta otra, que no parece ser capaz de hacer más que recoger los destrozos y enterrar las víctimas de las batallas sociales, ¿cómo podremos, insisto, aunque provoquemos la buria de las futilidades mundanas y el escarnio de los señores del mundo, volver a un debate sobre literatura y compromiso, sin que parezca que estamos hablando de restos fósiles?

Espero que en un futuro próximo no falten respuestas a esta pregunta y que cada una de ellas, o todas juntas, puedan hacemos salir de la dolorosa y resignada parálisis de pensamiento y acción en que parecernos complacernos. Por mi parte, me limito a proponer, sin más rodeos, que regresemos rápidamente al Autor, a esa concreta figura de hombre o mujer que está detrás de los libros y sin la cual la literatura no sería nada, no para que nos diga cómo escribió sus grandes o pequeñas obras (lo más probable es que no lo sepa), no para que nos eduque y nos guíe con sus lecciones (que muchas veces es el primero en no seguir), sino, simplemente, para que nos diga quién es, en la sociedad en que estamos él y nosotros, para que se muestre todos los días como ciudadano de este presente, aunque, como escritor, crea estar trabajando para el futuro. El problema no está en que, supuestamente, se hayan extinguido las razones y las causas de orden social, ideológico o político que, con resultados estéticos tan variables en cuanto a las intenciones, llevaron a lo que se llamó Literatura de compromiso, en el sentido modemo de la expresión; el problema está, más crudamente, en que el escritor, por regla general, ha dejado de comprometerse y que muchas de las teorizaciones en que hoy nos dejamos envolver no tienen otra finalidad que constituirse como evasiones intelectuales, modos de ocultar, a nuestros propios ojos, la mala conciencia y el malestar de un grapo de personas –los escritores– que, después de haberse observado a sí mismos, durante mucho tiempo, como luz divina y farol del mundo, añaden ahora, a la oscuridad intrínseca del acto creador, las tinieblas de la renuncia y de la abdicación cívicas.

Después de muerto, el escritor será juzgado según aquello que hizo. Reivindiquemos, en cuanto está vivo, el derecho a juzgarlo también por aquello que es.

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