Desde la mitad del siglo
XX la izquierda inició un proceso de desconexión con la realidad de la clase
trabajadora, y sin vocación transformadora alguna. Hoy, la izquierda
gentrificada ni está ni se la espera en las antesalas de la revolución social.
TOPOEXPRESS
La izquierda posmoderna y la desconexión con los
trabajadores
El Viejo Topo /
3 mayo, 2025
LA IZQUIERDA POSMODERNA Y LA DESCONEXIÓN CON LOS TRABAJADORES
Por Oriol Sabata
Actualmente, la
izquierda ha perdido la conexión con la clase trabajadora. No estamos ante un
fenómeno reciente, sino ante el resultado de un largo proceso donde confluyen
elementos culturales e ideológicos y que tiene sus raíces en la segunda mitad
del siglo XX.
Durante este
recorrido, la izquierda, históricamente defensora de la causa proletaria, ha
terminado abrazando el posmodernismo ideológico y se ha convertido en algo
absolutamente sistémico. La semilla que ha dado lugar a semejante deriva
podemos encontrarla en la Escuela de Frankfurt, y sus primeros frutos pudieron
observarse en el Mayo del 68.
Desde mediados
del siglo XX, pensadores de la Escuela de Frankfurt, como Herbert Marcuse o
Theodor Adorno, introdujeron una teoría crítica que desplazó el foco de las
estructuras económicas hacia las superestructuras culturales. Precisamente es a
partir de Mayo del 68 que las luchas materiales comenzaron a diluirse frente a
nuevas banderas culturales y subjetivas.
Hasta ese
momento, la izquierda se definía por su compromiso con la mejora de las
condiciones materiales de los trabajadores, como los salarios dignos, la
reducción de la jornada laboral, los derechos sindicales o la lucha contra la
explotación capitalista. Sin embargo, esta nueva teoría abogaba por la
emancipación individual y defendía un espíritu de rebeldía cultural y
hedonista.
A partir de
entonces, esa izquierda materialista comenzó a derrumbarse como un castillo de
naipes. La militancia de clase, centrada en la organización colectiva y la
transformación de la sociedad, fue cediendo terreno a un abanico de activismos
fragmentados: ecologismo, feminismo, derechos LGTBI o luchas raciales, entre
otros. Unas causas que arrinconaron a las necesidades inmediatas de la clase
trabajadora, como el desempleo, la precariedad laboral, la desindustrialización
o el acceso a la vivienda.
La izquierda,
atrapada en esta dinámica, ha abandonado el lenguaje y las prioridades de los
trabajadores, reemplazándolos por un discurso abstracto y academicista más
propio de las élites urbanas que de los barrios obreros.
UNA IZQUIERDA SISTÉMICA Y OPORTUNISTA
El resultado de
este viaje ha sido la mutación hacia una izquierda sistémica y sin vocación
transformadora alguna. Si antes la política era una herramienta para cambiar
las estructuras sociales y económicas, ahora se ha convertido en un fin en sí
mismo.
La nueva
izquierda posmoderna se ha convertido en un nido de oportunistas que hablan de
todo tipo de opresiones identitarias excepto de la opresión estructural: la de
clase.
En palabras del
filósofo Michel Clouscard, estamos frente a una nueva izquierda que ha abrazado
el ‘capitalismo de la seducción’, una ideología que promueve el hedonismo y el
consumo transgresor como formas de ‘liberación individual’, mientras oculta la
opresión de clase bajo una fachada de progresismo.
Mientras tanto,
los trabajadores, que hacen frente a jornadas laborales extenuantes, contratos
basura y alquileres inasequibles, no se ven representados en esta nueva
izquierda que vive alejada de su realidad cotidiana. Unas organizaciones
posmodernas que se han centrado en cuestiones simbólicas o en agendas que no
resuelven los problemas materiales de la clase obrera.
EL ASCENSO DE LA DERECHA POPULISTA
En medio de
este abandono, una nueva derecha de carácter populista ha salido a flote,
dispuesta a ocupar este vacío apelando a las frustraciones de los trabajadores
y ofreciendo soluciones aparentemente sencillas pero engañosas. Una derecha que
lanza un discurso de oposición a las élites globalistas y que no para de ganar
terreno en los barrios obreros, bastiones históricos de la izquierda. Una
derecha tramposa que, sin reconocerlo abiertamente, propone un retorno al
capitalismo nacional dominado por la burguesía patria. Es decir, la misma
explotación pero con ‘sello soberano’.
¿HACIA DÓNDE IR?
Hoy la
izquierda enfrenta una encrucijada. O rompe con el posmodernismo y reconstruye
una identidad de clase que priorice las necesidades reales de los trabajadores
(empleo, vivienda, industria, servicios públicos), o seguirá cediendo espacio a
una derecha populista que en realidad no defiende la causa obrera.
La alternativa
pasa por situar la lucha de clases en el centro. Volver a las raíces.
Rearmarnos ideológicamente. Proponer soluciones concretas a los problemas
cotidianos de los trabajadores. Solo así será posible escapar de la deriva
posmoderna y recuperar la confianza de la clase trabajadora.
Fuente: Nueva
Revolución