martes, 21 de noviembre de 2023

Sobre la ley de amnistía y sus objetivos (I)

 

¿Para evitar el espantajo PP-VOX vale cualquier cosa? ¿Dejar abandonados y sin horizonte a los catalanes no independentistas no es un precio demasiado alto? El tiempo lo dirá, pero el conflicto civil asoma la nariz tras la puerta del Congreso.


Sobre la ley de amnistía y sus objetivos (I)

 


Salvador López Arnal

El Viejo Topo

21 noviembre, 2023 



Para Aníbal Vázquez (1955-2023), alcalde de Mieres, in memoriam.

Lo único bueno que hemos sacado del proceso es esa carta blanca que se nos ha concedido, un nuevo café para todos, pero sin transición, ni falta que nos hace. ¿Que le imputan a usted por malversación? Lawfare… ¿Que exhibe sus partes apestosas a la salida de un colegio? Lawfare. Yo no domino el inglés, pero imagino que lawfare significará algo así como «¿Pasa algo?», pronunciado con acento chulapo. La amnistía supone además volver exactamente a 2016, con sus esperanzas de un referéndum, con sus sueños irrealizables y con la palabrería barata de una republiqueta que está siempre cerca. Al igual que hace siete años, con la excepción de que algunos habrán pasado por la cárcel, otros habrán echado su vida por la borda y otros habrán vivido la vida loca en su autodenominado exilio, pero todos ellos son siete años más viejos, siete años perdidos, siete años no en el Tíbet sino en el limbo. No habría merecido la pena nada de lo que hemos vivido si no fuera por todo lo que hemos reído a su costa durante todo este tiempo, por todas las risas que nos han proporcionado. Y porque, si se atreve a volver, el líder de JuntsxRes (o cómo se llamen hoy) oirá siempre a alguien gritar «¡Vivales!» a su paso, y este placer no hay amnistía que nos lo hurte.

Albert Soler (Diari de Girona, 2023)

Pedro Sánchez ha traicionado a los millones de catalanes que no comulgamos con la rueda de molino del proceso y de los pseudoreferéndums de los años 2014 y 2017, organizados por CDC (hoy Junts x Catalunya) y ERC. El pacto para la investidura que ha suscrito el líder del PSOE con estos dos partidos independentistas contempla la aprobación de una ley de amnistía para todos los involucrados judicialmente en estos traumáticos eventos, que fragmentaron y confrontaron gravemente a la sociedad catalana. La amnistía, si antes no viene precedida de un perdón sincero por parte de sus beneficiarios por todo el daño que hicieron a la convivencia entre los catalanes, es una burla y un grueso error político… Si Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, los principales responsables de la performance del 1-O, no piden públicamente perdón por el incendio que causaron con su insensata aventura secesionista, yo me planto y digo “no” a la amnistía. Que sean juzgados quienes todavía no lo han sido y que después se les conceda el indulto, como muestra de buena voluntad.

Jaume Reixach

(Editorial de El Triangle, 15/XI/2023)

Un breve apunte sobre la sesión de investidura del pasado miércoles 15 al final de esta nota1. Permítanme una sugerencia inicial: si siguen los debates parlamentarios (mi caso por ejemplo) y sus fuerzas psicológicas no son extraordinarias, busquen ayuda farmacológica cuando llegue el momento. No pienso solo, aunque también, en Núñez Feijoo o en Abascal. Se lo digo por Miriam Nogueras. Probablemente vieron su “actuación” del pasado miércoles noche. Insorportable es palabra que se queda corta (hay otras, me las guardo por el momento). Eduard Pujol, otro de los siete, fue uno de sus maestros.

Sobre la segunda cita: muchos ciudadanos de Cataluña (y del resto de España), que nada tienen que ver con la derecha ni con la extrema derecha, se sienten muy representados por las palabras de Jaume Reixach, director de El Triangle, un periodista crítico marcadamente catalanista, años luz alejado de cualquier españolismo trasnochado.

Sobre la primera cita: ¡ojalá pudiera uno digerirlo todo con la sabiduría y sentido del humor de Albert Soler! Quina enveja!, ¡qué envidia! Tampoco está mal, en la línea de Soler, el comentario de Manuel Jabois del pasado miércoles (en El País): “Eso [la aprobación de la ley] significa que a partir de hoy no se vuelve a poder infringir la ley si uno quiere independizar Cataluña, salvo que dentro de unos años algún partido político, quién sabe si de nuevo el PSOE, necesite otra vez los votos de los nuevos condenados. El conflicto es largo, pero más larga y cara es la paz, sobre todo cuando es fingida”.

Recordemos la finalidad de la ley: “Los Grupos Parlamentarios abajo firmantes [uno finalmente, el PSOE] tienen el honor de dirigirse a la Mesa [del Congreso de Diputados], al amparo del artículo 124 y siguientes del Reglamento vigente, para presentar la siguiente Proposición de Ley Orgánica de amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña”. Remarco: la normalización institucional, política y social en Cataluña, que no puede querer decir volver a una situación (continuar de hecho) en la que las fuerzas y colectivos nacionalistas puedan hacer lo que les vengan en gana, y todos sin rechistar y hablando de oasis.

Recordemos también que la ley conlleva la anulación del delito. No es indultar, es otra cosa. La proposición de ley pretende anular la responsabilidad penal, administrativa y contable de todos los que cometieron delitos relacionados con el proceso soberanista en Cataluña durante más de una década, entre el 1 de enero de 2012 y el 13 de noviembre de 2023. Como si no hubieran delinquido. Su CV estará libre de culpa y responsabilidad. (En el decir y sentir nacionalista, que siguen diciendo y sintiendo: actuamos democráticamente, hicimos lo que tocaba hacer, no obramos mal, no nos arrepentimos de nada).

Antes de entrar en materia repasemos brevemente lo sucedido estos últimos meses, teniendo en mente y alma a ser posible estos años de desgarro, insultos, marginación y menosprecio (a la ciudadanía no nacionalista) y de alta tensión política a los que se alude en el mismo texto de la ley. Recordemos, por ejemplo, las palabras de uno de los posibles amnistiados, Quim Torra: “¡Son bestias con forma humana!”. Y como esta, miles.

Lo más esencial (no pretendo una descripción minuciosa):

  1. Durante la campaña electoral de julio de 2023, el PSOE, por boca de su candidato a la presidencia del gobierno y de numerosas voces del partido (que también se habían manifestado en el mismo sentido tiempo atrás), sostuvo que era impensable (e indeseable) una ley de amnistía. Nada la justificaba. Entre otras razones porque la amnistía era “claramente” anticonstitucional y, además, injusta. De ahí que sea fácil quedarse con la boca muy abierta, y sin poder cerrarla, cuando se lee en la exposición de motivos de la ley: “Todo ello nos permite inferir que la amnistía, lejos de ser una figura inconstitucional, forma parte del pacto fundacional de la democracia española y se presenta como unafacultad de las Cortes Generales, en las que está representado todo el pueblo español, titular de la soberanía nacional.”
    Recordemos, por otra parte, que solo los partidos nacionalistas llevaron en su programa la defensa de una ley de amnistía. Fueron apoyados por 1.500.000 de ciudadanos (aproximadamente un 6% de los votantes).
  2. ERC y Junts obtuvieron el 23J el peor resultado de la historia reciente, cuarta y quinta fuerza respectivamente en el ámbito de Cataluña: 462.027 en el caso de ERC (más o menos la mitad de su resultado en 2019) y 392.544 votos en el caso de Junts (frente a los 527.375 de los anteriores comicios). Unos 850 mil votos en total (Para comparar: el PSC obtuvo 1.213.006, casi 400.000 votos más que la suma de ambos). Parece evidente cuál fue la orientación mayoritaria de la ciudadanía de Cataluña. La suma de los votos de ERC, Junts y CUP alcanzó el 27%.(Entre paréntesis: una parte de ese derrota nacionalista hay que atribuirla a una arista no siempre recordada: al hacer, a la resistencia y plantar cara de la ciudadanía no nacionalista de .Cat).
  3. Tras el resultado, el PSOE defiende desde la instancia 23J + 1 la necesidad de llegar a acuerdos con las fuerzas nacionalistas, pero tarda meses en llamar a las cosas por su nombre y usar el término amnistía. Es Junts (también ERC más tarde) quien pone el tema encima de la mesa. Sin amnistía no hay votos y sin votos no hay investidura.
  4. Sin poder precisar fecha (mi memoria no acuña bien las malas monedas), Yolanda Díaz, toda sonrisas, y Jaume Asens, con el estilo de siempre, se hacen una fotografía imborrable e inolvidable para la ciudadanía de izquierdas con dos fugados marcadamente hispanofóbicos: Puigdemont-Vivales y Toni Comín. Muchos, incluidos muchos votantes de la formación, quedamos entre el estupor y lo incomprensible.
  5. Entre sectores de izquierda se va imponiendo poco a poco un argumento que puede ser resumido del siguiente modo: tal vez haya llegado el momento de una amnistía, pero esa amnistía no puede ser concebida ni concedida a cambio de los siete votos de Junts. No vale, no cabe amnistiar por siete votos. Debe ser un momento de ruptura, debe significar un cambio de orientación. La concesión de la amnistía debe conllevar que las fuerzas secesionistas reconozcan sus errores (y maldades políticas) y una renuncia clara y leal a las vías unilaterales y a estrategias afines. Si se quiere: una especie de empecemos de nuevo y hagámoslo bien y con lealtad.
  6. Nada de ese cambio de orientación circula por las venas y arterias del nacional-secesionismo. Siguen pensando que lo hecho fue no solo correcto sino necesario y democrático. Ninguna autocrítica por su parte, ninguna petición de perdón, ninguna rectificación. Aún más: algunos colectivos nacionalistas siguen afirmando que Cataluña ya se autodeterminó, en términos de secesión, el pasado 1-O de 2017. Una “fecha histórica” para ellos que quieren imponer a toda la ciudadanía.
  7. Crónica anunciada y cumplida: fracaso de Núñez Feijoo en su intento de investidura, con elogios e intentos de aproximación a Junts en determinados momentos. Saben que en el fondo son de los suyos, visten con los mismos trajes y tienen los mismos gustos.
  8. La posición de sectores de la ciudadanía de izquierdas va cambiando. Se va imponiendo una variante del argumento anterior que modifica cláusulas esenciales: hay que evitar de todas-todas (siempre y cuando sean concesiones razonables) un gobierno PP-VOX. Se citan a título de alarma sus prácticas de gobierno en las comunidades donde forman coalición. No es imprescindible el cambio de orientación de los nacionalistas. No es necesario “un cambio de paradigma”. París vale una misa y el gobierno de coalición demanda una amnistía.
  9. PSOE y SUMAR (y los numerosos grupos que lo forman) van juntos en la misma línea. También Podemos, que crítica con otras aristas a SUMAR y el PSOE.
  10. Se hace público el acuerdo de legislatura entre PSOE y SUMAR. Mucho teatro, demasiado teatro. Podemos pinta poco o nada.
  11. PSOE-ERC firman un acuerdo (que incluye la ley de amnistía) del que hemos hablado en estas mismas páginas. Numerosas concesiones al decir nacionalista.
  12. PSOE-Junts firman un acuerdo que en sus primeras líneas acepta una buena parte del relato nacionalista sobre la historia de Cataluña… ¡en estos tres últimos siglos, desde 1714! El España contra Cataluña, 1714-2014, de hace unos años. Con palabras de Joaquim Coll: “En primer lugar, ambas partes aceptan que existe un conflicto político, lingüístico e institucional que se remonta a 1714, y que «los acuerdos deben responder a las demandas mayoritarias del Parlamento de Cataluña», obviando los límites constitucionales, y sin aclarar qué se entiende por demandas mayoritarias (los independentistas esgrimían en 2017 su mayoría absoluta en la cámara catalana)”. La única voluntad es la del pueblo de Cataluña y sus representantes en el Parlamento de Cataluña, orillando, entre otras cosas,la necesidad de mayorías muy reforzadas para reformas centrales.Para completar el cuadro: revisen la intervención de Miriam Nogueras (incluidas sus estudiadas poses y su cara de palo) del pasado miércoles noche.
  13. Días con fuerte movilización de la derecha y de la extrema derecha, incluyendo colectivos fascistas o fascistoides (pero también otros ciudadanos disconformes con la amnistía que no puede ser caracterizados así), movilizaciones que pueden mantenerse en el tiempo e incluso incrementarse. La izquierda, apenas movilizada contra los crímenes de Israel, permanece pasiva.
  14. El pasado lunes el PSOE, sin la firma de las otras fuerzas que van a apoyar a Sánchez en la investidura (Sumar asegura que no ha firmado por petición expresa del PSOE; Jaume Asens ve razonables las dudas de ERC sobre el blindaje de los casos de terrorismo que ofrece el texto registrado), presenta una proposición de ley orgánica de amnistía que se solicita se tramite por el procedimiento de urgencia, al amparo del artículo 93 del vigente Reglamento.
  15. Los sectores de izquierda a los que he hecho referencia apoyan la ley, la encuentran razonable (también los acuerdos con ERC y Junts). No queda otra, no hay “otra alternativa” real, sin sueños, para evitar un gobierno PP-VOX, el objetivo central. Desconsideran la celebración de nuevas elecciones. Pero, ¿lo es, es razonable la ley de amnistía presentada, un proyecto de ley que, obviamente, puede ser modificado durante su tramitación parlamentaria (más los acuerdos PSOE-ERC y PSOE-Junts)?
    Lo vemos en la próxima página herida, pero déjenme que señale que es inadmisible que se unan con el mismo hilo esta amnistía y la amnistía de 1977. Algunos compañeros y compañeras, luchadores antifranquistas con años de dura cárcel a sus espaldas, afectados por la ley de 1977, han mostrado su radical disconformidad por tamaño disparate. La amnistía de 2023 es otra cosa y tiene otros protagonistas, nada que ver. Esos mismos compañeros, también otros, señalan otro nudo: ¿en qué posición queda la ciudadanía de izquierdas no nacionalista de Cataluña tras los pactos de PSOE(PSC) y Sumar-En Comú Podem con ERC y Junts?

Añado finalmente:
1. La Fundación Rosa Luxemburg (Die Linke) convocó una conferencia para discutir sobre Europa, y canceló finalmente la invitación a Jeremy Corbyn (originalmente en la lista de participantes). Por ser pro-palestino. Cancelar, vetar, en la que fue una izquierda transformadora. ¡Quién les ha visto, y quién les ve! ¡ni sombra de lo que fueron!
2. Los crímenes de guerra de Israel se cuentan por miles en Gaza, en Palestina. ¿Vamos a permitirlo? ¡Sigamos en pie de paz, en pie de resistencia!

Nota

1) Del discurso de investidura de Pedro Sánchez: 1. Preámbulo de interés sobre temas de fondo. 2. Insistencia una y otra vez en el temor (razonable) de que la derecha y extrema derecha, llegado el caso, hicieran políticas irresponsables. 3. Elogio (desmedido) de las políticas del gobierno de coalición de la pasada legislatura. 4. Líneas básicas del programa para los próximos cuatro años (de difícil cumplimiento por alianzas con PNV y Junts). 5. Incomprensión total de lo sucedido en Cataluña en estos últimos años: ¡toda la culpa es del PP! 6. Idealización de la situación de supuesta concordia en .Cat. 7. Defensa (débil en mi opinión) de la ley de amnistía anclada en el lema defendido ante el comité federal del PSOE: hay que hacer de la necesidad (los votos de Junts) virtud (¿qué actos son los virtuosos?) y, desde luego, sin la más mínima crítica al nacional-secesionismo .Cat. Por la tarde, dos ideas básicas (repetidas una y otra vez): un gobierno PP es un horror y un gobierno PP-VOX es el infierno; algunos trucos parlamentarios efectistas; por momentos chulesco y ad hominem, y una afirmación incomprensible: Fraga tuvo una trayectoria política mejor que Núñez Feijoo. Sumar: críticas menores y lista de asuntos pendientes, reivindicación de Sahara y ninguna crítica sustantiva en lo que respecta a Ucrania y a la colaboración militar del gobierno (apoyo a un portaaviones usamericano) en la guerra de Israel contra Palestina. Junts: nacionalismo, nacionalismo y nacionalismo al mismo tiempo que habla de la diversidad de Cataluña. Insoportable, absolutamente insoportable.

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Enfrentar a la ultraderecha que viene

 


Enfrentar a la ultraderecha que viene


José Luis Carretero Miramar

KAOSENLARED

21.11.2023 

La ultraderecha avanza en todas partes. Lo hemos visto claramente estas últimas semanas, marcadas en nuestro país por las manifestaciones recurrentes de grupos fascistas que han teñido de violencia las calles de Madrid. También podemos verlo en la victoria electoral del ultraliberal Javier Milei en Argentina o en la paralización del proceso constituyente chileno tras la emergencia del Partido Republicano de José Antonio Kast.

La ultraderecha avanza y la izquierda parece incapaz de hacerle frente. La constitución de grandes frentes electorales democráticos ha conseguido algunos éxitos en Brasil o Polonia, pero ha sido al precio de una alianza inestable con sectores centristas y conservadores que impide profundizar las transformaciones sociales y económicas necesarias para alejar a los “pardos” de su base social, más amplia de lo que los pensadores de la izquierda institucional están dispuestos a reconocer.

La gran incógnita del momento es hacia donde basculará la derecha conservadora tradicional, que se ha repartido el poder mediante mecanismos de turnos parlamentarios con el progresismo en la mayoría de los países occidentales desde la Segunda Guerra Mundial. Aunque los sectores más civilizados de la derecha parecen dispuestos a participar en frentes democráticos que hagan frente al populismo (como en el caso de Polonia), lo cierto es que, en la mayoría de los casos, la hegemonía discursiva y cultural de la derecha ha caído en manos de los medios de ultraderecha. La derecha se está radicalizando y los ultras parecen los grandes ganadores de la “batalla de las ideas” en el seno del conservadurismo, como estamos viendo en España o Argentina. Para la supervivencia del sistema parlamentario va a ser decisiva la elección política que la derecha tradicional haga en los próximos años: o con los frentes democráticos, o con el vértigo dictatorial de los ultras.

Los ultras cuentan con recursos y amplia financiación. Las redes transnacionales del trumpismo funcionan a todo gas. El “dinero oscuro” de los magnates de los combustibles fósiles o de los lobbys del fundamentalismo religioso riega generosamente a las organizaciones ultras, que se han expandido a todos los ámbitos sociales. Además, su directa cercanía a importantes conglomerados de medios de comunicación (como Fox News en Estados Unidos, o el grupo empresarial construido alrededor de Julio Ariza en España) les está otorgando una enervante centralidad a la hora de publicitar sus discursos. La ultraderecha se ha tomado en serio la “batalla de las ideas” desde hace décadas y se ha embarcado en una persistente estrategia “metapolítica”, como la calificó Alain de Benoist, ideólogo de la “Nueva Derecha” francesa, consistente en difundir y expandir todo tipo de discursos que puedan contribuir a cambiar la trama cultural de la sociedad.

Pero hay algo más. Algo que no debemos olvidar en nuestros análisis, so pena de incapacitarnos para entender lo que está ocurriendo en nuestras sociedades. La ultraderecha, como siempre, responde directamente a los intereses de las élites, a su deseo de desregulación económica, a su afán patriotero con el que se trata de invisibilizar los conflictos de clase, a su impulso a la jerarquización y el autoritarismo, que blinda sus posiciones de poder. Pero también responde a las ansiedades de otros sectores sociales, provenientes de fragmentos de la “clase media” en descomposición. Son estos últimos sectores los que le dan esa pátina “popular” y “rupturista” que parece acompañarla. Hay un “vértigo plebeyo” en la nueva ultraderecha. Pero ¿qué tipo de plebe responde a esta llamada de las élites?

La descomposición de lo que Emmanuel Rodríguez llama “el efecto clase media” por obra de las medidas económicas neoliberales de las últimas décadas ha sido persistente y cada vez más profunda. La “clase media” (un atado heterogéneo de posiciones productivas que se han vinculado al discurso modernizador y parlamentarista desde la emergencia del keynesianismo) expulsa cada vez más fragmentos en dirección a la precariedad y la vulnerabilidad. Desde la crisis del 2008, y aun más tras los confinamientos provocados por la pandemia, sectores enteros de la “clase media” han perdido toda estabilidad económica y vital. Nos lo cuenta Andrés Ruggeri, para el caso de Argentina: monotributistas (trabajadores autónomos en España), minipymes, trabajadores “en negro”, personal eventual de las administraciones públicas…Un amplio magma social se ha encontrado, de la noche a la mañana, en una posición comprometida.

Gran parte de los sectores vulnerables tiene acceso a ayudas, menguantes y limitadas, pero normalmente vinculadas con la existencia de gobiernos democráticos o de izquierdas. Gran parte de la clase trabajadora tiene una vinculación cultural heredada con las ideas de izquierda y la organización sindical o partidaria, lo que le permite tener un “suelo” de condiciones de vida o una plataforma para expresar su creciente enojo. Pero muchos de los fragmentos que las medidas neoliberales han expulsado de la “clase media” se corresponden con sectores ajenos a toda tradición sindical, a todo discurso totalizador, a toda visión cultural de izquierdas y, además, ven a la izquierda como una amalgama elitista de gente que jamás les ha considerado cercanos. Estos sectores expresan su rabia y su soledad, su vértigo y su ansiedad, buscando una salida abrupta, una ruptura, una cesura con el mundo social que parece haberles abandonado.

Ahí aparecen los medios de la ultraderecha, alimentados por los sectores ultramontanos de las élites. Construyen un discurso que expresa esa rabia y ese hastío. Mientras las élites cincelan el nuevo sentido común, los sectores empobrecidos sin tradiciones de lucha, anómicos y sin capacidad de construir un discurso propio, les dotan de un paraguas “popular”, una textura “de masas”.

Es fácil entender el fascismo como una ideología “de señoritos”, fundamentalmente anti-obrera. El franquismo tuvo mucho de eso, más allá de la insistente ensoñación de algunos sectores del falangismo con la “revolución pendiente”. Pero lo cierto es que el nuevo fascismo tiene detrás una amplia alianza de clases, lo que lo transforma en enormemente peligroso.

Hacer frente al nuevo fascismo precisa de una estrategia que aleje a la izquierda de toda tendencia al fatalismo y al elitismo, que son dos caras de una misma moneda: la pasividad. Hace falta un nuevo vitalismo revolucionario, combinado con una perspectiva “de masas”, claramente popular y pedagógica. Y tener en muy en cuenta dos aspectos centrales de la realidad política futura, que pueden resultar contradictorios si no encontramos la manera de cohonestarlos.

El primero de ellos: van a ser necesaria una amplia alianza social en defensa de la democracia y los derechos civiles básicos. Y eso implica pactar con sectores conservadores, centristas y liberales, no hegemonizados por la ultraderecha, así como trabajar conjuntamente en ocasiones con socialdemócratas y progresistas dudosos, con gentes que sólo buscan presencia institucional o una carrera política profesional.

El segundo de ellos: para que ese frente pueda abatir la base social de la ultraderecha, secando las fuentes populares de que se alimenta, va a ser necesario también retejer la trama histórica de la clase obrera. Reconstruir los puentes entre la gente del trabajo, ya sea migrante, subcontratada, formalmente autónoma, trabajadora industrial clásica o ya pertenezca a las nuevas formas de trabajar en que se están precarizando los numerosos fragmentos que el neoliberalismo ha expulsado del “efecto clase media”. Hay que reconstruir la clase en un momento en que la clase es más plural, diversa y contradictoria que nunca. Sólo una trama obrera reconstituida (da igual si es con otro nombre) puede dotar de la masividad popular y el espíritu plebeyo necesarios para profundizar transformaciones que dejen a la ultraderecha sin su actual caladero social.

Es un trabajo arduo y sin garantías de triunfo. Es el trabajo que nos toca hacer en este momento. Es nuestro legado para las próximas décadas. En los próximos años veremos de qué está hecha cada una de las personas que nos rodean. Y la humanidad, después de muchos sobresaltos y sufrimientos, como siempre, vencerá.

 

Por José Luis Carretero Miramar para Kaosenlared

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Crisis capitalista y clase obrera hoy en los EE.UU.

 


Crisis capitalista y clase obrera hoy en los EE.UU.

 

DIARIO OCTUBRE / noviembre 19, 2023Final del formulario



 “La pobreza y la población sin hogar aumenta en muchas de las grandes ciudades de EEUU”

Cuando se pretende caracterizar la lucha entre clases por parte de los sesudos analistas y politólogos al servicio del capital, hoy casi todos ellos, casi siempre nos presentan al centro político del capitalismo, los EEUU, excluido de esta guerra entre la clase obrera y el capital. Como si en el centro del poder capitalista todo funcionara armoniosamente entre clases antagónicas, con intereses muy lejanos y diferentes. Pocas veces, por no decir ninguna, los medios de información del poder nos informan de algún tipo de conflicto de índole laboral en EE.UU como si en yanquilandia las condiciones sociales, económicas y laborales del pueblo trabajador fuesen maravillosas, un pueblo nadando en miel de melocotones. Donde se nos quiere hacer creer que los derechos elementales están garantizados y las masas obreras nada tienen que pedir.

La actual y definitiva crisis del imperialismo ha sacado a la luz la verdadera situación del pueblo trabajador en los EE.UU. Crisis que el centro del poder capitalista arrastra desde 1973, comenzando la clase obrera estadounidense a padecerla con más violencia a partir de 1979, acelerándose enormemente dicha crisis a partir del 2008.

Sin entrar en un concienzudo análisis de la situación internacional, cuyo resultado sería que EE.UU. ya no puede seguir saqueando multitud de recursos, podríamos afirmar que la nueva correlación de fuerzas económicas sitúa a EE.UU. al borde de una catástrofe social y humanitaria dentro de sus fronteras.

En las últimas semanas, en los EE. UU., han tenido lugar múltiples huelgas generales, como las protagonizadas por los obreros y obreras del sector de la automoción exigiendo mejores condiciones laborales y salariales, la del sector de la sanidad, privatizada en ese país, debido a la lamentable situación de enfermeras y enfermeros, y la más mediática, la huelga de guionistas y actores y actrices de Hollywood. Pero no son las únicas huelgas que se están llevando a cabo, millones de trabajadoras/es desde hace ya varios años no han dejado de manifestar su malestar ante la situación de sobreexplotación, miseria y precariedad que padecen.

En Estados Unidos, el 65 % de las familias obreras no tienen garantías económicas. Están expuestos a la indigencia frente a cualquier imprevisto: la muerte del familiar que comparte ser el sostén, un accidente laboral o de salud, si la enfermedad es prolongada o severa llevará a la familia a la más profunda ruina, al ser privada la atención médica y los tratamientos, por carecer de cobertura asistencial.

Los bajos salarios en contraposición con la inflación récord que vive el país y la aplicación de una política fiscal abusiva a las economías más pobres obliga a más de 29 millones de trabajadoras/es a tener varios empleos. A estas personas se les llama “working poor” o “trabajadores pobres”, porque, aunque logren pagar su techo, no tienen tiempo ni dinero para descansar, alimentarse bien y pagar un seguro médico, unas condiciones que les sitúan en el umbral de la indigencia absoluta.

Un ejemplo sacado de una publicación especializada; Cammy Viola, de 23 años, se graduó en Ciencias Políticas en el Ithaca College en Nueva York y hoy trata de sobrevivir en Washington con dos empleos. Trabaja como diseñadora gráfica y es camarera en un café. Trabaja desde las 8:30 de la mañana a las 11:30 de la noche y gana cerca de 3.000 dólares al mes. Su horario no le permite descansar adecuadamente ni alimentarse bien, por lo que enferma con frecuencia, teniendo que destinar 400 dólares al mes para sus gastos en medicinas. Suma no menor teniendo en cuenta que paga 1.500 dólares de alquiler por un apartamento compartido. ¡Esta es la realidad en la que viven más de 29 millones de obreras y obreros!

Como hemos dicho la crisis general del sistema golpea duramente al centro de poder de este sistema social, los EE.UU., que se sustenta de la extracción de plusvalía.

En el último año, los precios de los productos y servicios básicos en Estados Unidos crecieron el 7,1 %. La gasolina, producto que era barato mientras pudieron saquearlo a coste ínfimo, subió un 65,7%, los alimentos un 12 %, los servicios 15 % y el transporte público cerca del 14 %. Este aumento de precios ha significado que cada hogar estadounidense tenga que pagar mensualmente 460 dólares más para poder vivir como lo hacía hace un año.

El incremento salarial, pago por la fuerza de trabajo, en el último año ha sido de 4,9 % para los 160 millones de trabajadores. El 48 % de los trabajadores afirma que sus salarios se han mantenido sin cambios en el transcurso del año a pesar de la inflación y solo el 14 % dice que sus ganancias crecieron a la par o por encima de la inflación en ese mismo período.

Durante las últimas cuatro décadas, las obreras/os en Estados Unidos han experimentado una bajada salarial constante, lo que significa una depreciación de la fuerza del trabajo. Desde 1979, el crecimiento del salario medio ha bajado considerablemente. De hecho, desde 1979 hasta el presente, el crecimiento promedio cayó el 0,7 % anual. Aumentos salariales muy por debajo a los aumentos inflacionarios que hoy se registran en la economía del país. Situación esta que ha llevado a millones de obreras y obreros a vivir en la indigencia, sin posibilidades de poder superar esta situación; cientos de miles, quizás millones de éstos se dejan derrotar cayendo en una espiral de autodestrucción física y mental, haciendo un uso masivo e irracional de alcohol y opiáceos. Más de 23 millones de personas padecen trastornos por consumo de estas sustancias. En 2021, murieron más de 100.000 personas por consumo de opiáceos, en su mayoría estaban en la indigencia.

El celebrado sueño americano se ha convertido en pesadilla. Todas/os recordamos o hemos escuchado cuando los jefes de la Casa Blanca justificaban sus intromisiones bélicas en medio mundo, abogando por su modelo de sociedad, decían, nuestra forma de vida. Hoy es su forma de muerte.

La crisis general del sistema capitalista se agudiza, las naciones y pueblos expoliados se rebelan contra la tiranía del saqueador, las metrópolis al no disponer de los recursos a bajo o nulo coste, ya no pueden mantener a la clase obrera propia, como define Engels, en situación de aristocracia obrera que es mantenida en los márgenes de la paz social a través de prebendas extraídas del saqueo a las colonias.

En este nuevo escenario que se vislumbra, donde la correlación de fuerzas entre las potencias económicas está cambiando, es donde el proletariado, tanto nacional como internacional y con los y las comunistas en vanguardia, puede encontrar nuevas o mejores oportunidades para, tomando conciencia de clase en sí y para sí, se libere de la alienación burguesa y tome el camino de la construcción del Socialismo-Comunismo como única alternativa posible para la Humanidad.

Comisión de Movimiento Obrero del PCPE

FUENTE: unidadylucha.es

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El próximo gobierno de Pedro Sánchez y la clase trabajadora

 



El próximo gobierno de Pedro Sánchez y la clase trabajadora

 

Juanjo Llorente  

Hojas de Debate

 14 de noviembre de 2023  

La herencia franquista aún presente en las instituciones del estado no solo busca preservar sus privilegios heredados de la dictadura, sino que, por encima de todo, da cobertura a la libertad de los capitalistas, de la banca, de los monopolios, de explotar a la clase obrera y de hundir en la miseria a todos los sectores populares, por medio de la inflación, producto pura y simplemente de la especulación.

Agotando casi los plazos para un acuerdo de gobierno entre el PSOE y los partidos soberanistas catalanes, éste finalmente se ha producido, tras consensuar el contenido de una ley de amnistía y demás aspectos vinculados a la «des-penalización» del derecho de los pueblos a pronunciarse sobre su futuro.

Este acuerdo se ha planteado, como era previsible, rodeado de una fuerte presión de las instituciones reaccionarias del aparato de Estado, medios de comunicación, partidos y asociaciones ciudadanas vinculadas al franquismo. Una presión que en los últimos días ha combinado las iniciativas legislativas y parlamentarias con la presencia testimonial (a veces violenta) en las calles y frente a las sedes del PSOE, de manifestantes claramente posicionados con la ultraderecha, planteando entre otras cosas que el futuro presidente de gobierno es un «traidor» y que la amnistía supone acabar con la Constitución del 78.

Sin embargo, la amnistía para todos los demócratas y en particular para quienes el 1 de octubre de 2017 trataron de promover una consulta ciudadana soberanista, sigue siendo una cuestión central en torno a la que gira, no sólo la posibilidad de futuro gobierno de coalición amplia del PSOE, Sumar y las organizaciones nacionalistas; también el propio marco constitucional de monarquía parlamentaria otorgada por el franquismo y que se mantiene «bloqueado» a todos los efectos por la nula ruptura con este régimen.

Llegar a este acuerdo de gobierno en torno a una ley de amnistía supone, por tanto, ir más allá del actual entramado jurídico-político, reconocer a todos los efectos que no se puede construir un futuro de avances y de convivencia entre los pueblos del Estado aplicando las leyes represivas a quienes han actuado o se han movilizado por reivindicaciones democráticas. Supone dar un paso adelante hacia la democracia y las libertades formales. Por eso las fuerzas franquistas y reaccionarias del estado se han puesto en máxima alerta y continuarán, previsiblemente.

Los trabajadores de todos los pueblos del Estado defendemos la amnistía y las libertades

Al hablar ahora de amnistía y promover una ley se asume abordar una de las cuestiones que fue negada en la llamada “transición”: la posibilidad de que el pueblo catalán, y con él todos los pueblos que forman el Estado, puedan decidir su futuro liberándose de la carga de su pesada herencia franquista. Una herencia que sigue, en los hechos, controlando las instituciones del Estado y que se condensa en la persona e institución monárquica.

Instituciones, todas ellas, que no solo buscan preservar sus privilegios heredados de la dictadura, sino que, por encima de todo, dan cobertura a la libertad de los capitalistas, de la banca, de los monopolios, de explotar a la clase obrera y de hundir en la miseria a todos los sectores populares, por medio de la inflación, producto pura y simplemente de la especulación. Como se gritaba en las calles en los tiempos del 15-M “lo llaman democracia y no lo es”.

Conseguir la amnistía es un avance democrático, y no sólo para los muchos de ciudadanos y ciudadanas catalanes (la inmensa mayoría, jóvenes) amenazados de juicio y condena. Y debe ser un paso, igualmente, para acabar con toda la legislación represiva empezando por la Ley Mordaza, que afecta entre otros a centenares de trabajadores represaliados.

Sobre las políticas y acuerdos de la coalición del futuro gobierno

Junto con la ley de amnistía, las conversaciones del PSOE con el resto de fuerzas comprometidas en la investidura de Pedro Sánchez también han cuajado en una serie de acuerdos y compromisos concretos de gobierno. En este sentido, hay que resaltar que por mucho que el acuerdo de gobierno disipe la posibilidad de un gobierno de los franquistas, no podemos adherirnos a ciegas –como no lo hacen millones de trabajadores- a estas propuestas incluidas en los acuerdos para conformar el nuevo gobierno de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.

La razón es clara: estos acuerdos (de máxima pluralidad y mínimo compromiso concreto) no resuelven las reivindicaciones pendientes de la clase trabajadora, tanto sociales como económicas, no garantizan a la población trabajadora llegar a fin de mes, ni a los jóvenes acceder a una vivienda (para ello sería necesario garantizar un aumento de salarios y pensiones según el IPC real), ni permiten salvar la sanidad pública, en grave peligro, la enseñanza, los servicios públicos, las pensiones…

Estos acuerdos tampoco ponen fin al despilfarro de los gastos militares. Ni abren la perspectiva de acabar con los privilegios y abusos de la Iglesia católica, implantando la separación real de la Iglesia y el Estado, una cuestión de rabiosa actualidad tras la publicación de datos que hablan de más de 400.000 niños objeto de abusos Y en este sentido es preocupante el silencio de todas las fuerzas políticas al respecto.

Cuando la investidura de Pedro Sánchez se produzca, comenzará una nueva etapa, en la que el factor decisivo va a ser la acción y organización de la clase trabajadora, la lucha de clases. Porque la formación del nuevo gobierno -cuya estabilidad, además, va a depender del beneplácito de algunas formaciones “nacionalistas” de derechas- no es, en sí, garantía suficiente.

En esta nueva etapa, la necesidad de que las organizaciones de trabajadores, jóvenes, pensionistas mantengan su independencia en relación al gobierno es clave, para que sea posible aplicar una máxima elemental: gobierne quien gobierne, las reivindicaciones y las conquistas se defienden.

Autor

Juanjo Llorente

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