jueves, 19 de diciembre de 2024

PÁNICO EN LA OTAN: PUTIN RETA A OCCIDENTE. MASIVO ATAQUE CONTRA UCRANIA....

El padre de Willy Bárcenas (el del «Taburete») ya está en libertad

 

El padre de Willy Bárcenas (el del «Taburete») ya está en libertad

 

INSURGENTE.ORG / 19.12.2024



El juzgado de vigilancia penitenciaria de la Audiencia española ha concedido la libertad condicional al ex tesorero del PP condenado en el caso Gürtel, Luis Bárcenas , ahora que ha cumplido dos terceras partes de la condena, ha pagado por completo la responsabilidad civil – 4.535.254,92 euros–, se considera que ha mostrado arrepentimiento y se ha sometido a programas para internos sentenciados por delitos económicos.

En una resolución, el juez José Luis Castro explica que la junta de tratamiento del CIS Victoria Kent propuso la concesión de la libertad condicional de Bárcenas, a la que la fiscalía no se opuso, porque el pasado 20 de septiembre había cumplido dos terceras partes de la pena –se termina en septiembre del 2028– y concurrían los elementos objetivos y subjetivos necesarios para la obtención del último grado de cumplimiento de la pena condena.

Por otra parte, el juez impone a Bárcenas la obligación de fijar un domicilio y comunicar al juzgado cualquier cambio, la de presentarse ante los servicios sociales del CIS Victoria Kent, la de comunicar cualquier situación en la que sea detenido, implicado , investigado, acusado o condenado en un proceso penal y la de continuar la actividad laboral, presentando cada trimestre la documentación correspondiente.

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Los partisanos vuelven a Europa

 

Los partisanos vuelven a Europa

 

DIARIO OCTUBRE / diciembre 18, 2024


Alan Herchhoren
 (mpr21.info).— Contaba el escritor antifascista Arturo Barea que estando en su puesto de trabajo en el edificio de Telefónica de Madrid, un obús de la Legión Cóndor enviada por los nazis para apoyar a Franco atravesó los gruesos muros e impactó contra la pared. Milagrosamente, el obús no estalló.

Al llevar el obús al patio, fue desarmado por los artificieros republicanos que descubrieron en su interior una nota: ”Camaradas: no temáis. Los obuses que yo cargo no explotan -Un trabajador alemán.” El sabotaje y el ataque en la retaguardia fue la única forma que tenían de hacer la guerra los que menos tenían: los pobres.

La guerra partisana no ha terminado. Al igual que el ABC franquista o el Das Reich nazi tenían orden de no publicar noticias sobre las derrotas de sus respectivos ejércitos, la prensa occidental tiene orden de no publicar lo que ocurre tras las líneas de combate ucranianas donde el ejército tiene que enfrentarse contra un enemigo interior: la población que apoya al ejército ruso.

El 27 de junio de 2023, dos misiles balísticos rusos S-300 impactaron contra una pizzería en Kramatorsk justo cuando se encontraban cenando varias decenas de mercenarios y personal de la OTAN. Para poder localizarlos, el ejército ruso necesitó del apoyo de la población civil que facilitó la ubicación de la pizzería.

Pero no hace falta irse tan lejos. El 19 de octubre de este año, el periódico ruso Izvestia informaba que cerca de Odessa la policía ucraniana encontró el cadáver del empresario Gennady Behbudyan, vinculado al reclutamiento forzoso de la población ucraniana para llevarla al matadero. El pasado noviembre, en Járkov los partisanos ucranianos quemaban la oficina de reclutamiento en la sucursal de Ukrposhta. Se queman coches de oficiales del ejército, se colocan bombas en comisarías, pasan información de especial relevancia al ejército ruso, se descarrilan o se vuelan trenes, etc.

Y es que hay historias que parecen de película, pero es que la ficción está basada en la realidad. A finales de octubre de este año, los servicios especiales rusos junto a la 36º Brigada de Fusiles Motorizada rescataba a un ciudadano norteamericano en territorio ocupado por Ucrania que llevaba facilitando información al ejército ruso desde hacía más de 2 años. Este ciudadano, entre otras cosas, había facilitado información muy valiosa que sirvió al ejército ruso para la liberación de la zona de Ugledar. Actualmente se está tramitando su asilo político en Rusia.

A medida que el ejército ucraniano va cayendo derrota tras derrota, la desazón de sus soldados y el ánimo por la guerra del pueblo ucraniano va cayendo. En consecuencia, la resistencia y los partisanos ucranianos se hacen más fuertes y proyectan acciones de mayor envergadura. No es casual que el número de deserciones durante este otoño se haya multiplicado por cinco o que, a pesar de haber declarado una amnistía para los soldados ucranianos que desertaban del frente, solamente regrese el 10%.

El avance del Ejército Rojo en Europa fue posible gracias a su colaboración con el movimiento partisano que hacía imposible la ocupación a las huestes nazis. Al igual que vuelven los imperialistas occidentales, vuelve la guerra partisana.

Fuente: mpr21.info

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Reforma de la Ley Mordaza: ¿esta vez sí se puede?

 

Reforma de la Ley Mordaza: ¿esta vez sí se puede?

 

Daniel Galvalizi

Rebelion / España

16/12/2024 


Fuentes: El Salto

Una de las mayores deudas de toda la izquierda del Estado español parece que está a punto de saldarse. Un proyecto mejorado con respecto a hace dos años puede salir adelante aunque dependerá de la pinza Junts-Podemos. El grito exasperante de las derechas, los complejos del PSOE y las diferencias entre los socios marcan las últimas horas.

 “Sí, parece que esta vez sí”, comentaba esta semana un influyente diputado del Partido Socialista, preguntado por El Salto sobre el destino final de la reforma a la ley de Seguridad Ciudadana. El legislador, del grupo de confianza de Pedro Sánchez, opinaba que al parecer se están dando todos los condimentos para que la llamada Ley Mordaza no tenga su décimo cumpleaños el año que viene.

 Una década después de su entrada en vigor en julio de 2015 (aprobada con la mayoría absoluta del Partido Popular para contener a los movimientos sociales y las protestas que reaccionaba al ajuste feroz), esta hipoteca para la democracia va a sufrir el tercer intento de ser borrada del Código Penal.

Este jueves ha tenido su segundo trámite parlamentario en positivo: una mayoría legislativa ajustada de 176 diputados rechazó las enmiendas a la totalidad registradas por el PP y Vox. La proposición impulsada por Génova sumó 169 escaños (los ultras decidieron apoyar su enmienda a pesar que sus socios se abstuvieron para la suya) lo que demuestra que el margen para la aprobación sigue exiguo y todos los socios de investidura harán falta, sea en positivo o abstención.

Un camino pedregoso

La promesa de campaña para derogar la ley en su totalidad fue dicha por el Sánchez candidato de 2016 y repetido en los dos procesos electorales de 2019. Podemos y los soberanistas (incluyendo a PNV y Junts) también aseveraban la misma voluntad. El primer intento fallido de cumplir la promesa fue hace cinco años. El segundo fue en marzo de 2023 tras un largo trámite parlamentario y un desacuerdo final que hizo a la izquierda soberanista vasca y catalana tumbarlo.

Contra las cuerdas para obtener apoyos parlamentarios, el PSOE ha tenido que ir cediendo tanto en éste como en muchos otros temas. Hace meses de hecho Ferraz tenía en la nevera el acuerdo con Bildu. Una fuente de Sumar lo admitía en el verano: “Ellos tienen para cada grupo algo para darles el gusto. A Bildu le tienen reservado lo de Mordaza”. Así fue: semanas después se comunicaba un acuerdo entre el grupo de la izquierda abertzale y el PSOE.

El equilibrismo de Ferraz (que merece un aplauso, todo sea dicho) consiguió que la nueva proposición de ley de comienzos de octubre lleve la firma de los dos rivales acérrimos: EH Bildu y PNV, junto con Sumar y Esquerra Republicana (que en Barcelona también son hostiles rivales con la marca de los ‘comuns’). El tercer intento se echaba a andar.

El debate del jueves ha retratado a los grupos, sus miedos, sus tácticas y sus contradicciones. Es una ley, cabe recordarlo, profundamente ideológica: aquí no hay dinero ni presupuestos en juego, sino que está en juego la visión del Estado, del poder de policía y de las libertades.

Algunos pasajes discursivos merecen atención, especialmente en tiempos cercanos de tener respuestas a mano para el cuñado reaccionario de Navidades: la desnudez argumental de las derechas quedaba en evidencia por la virulencia de su narrativa, empezando por el portavoz de Vox, Ortega Smith, quien dijo que la proposición era apoyada por “golpistas, filoetarras y comunistas….siempre los comunistas”, cuya “acción política está basada en el odio al orden, a la libertad y el apoyo de siempre al crimen”. También los tachó de “gentuza” y dejó caer que “muchos” de quienes apoyaban la reforma “son consumidores habituales de droga”. La naturalización de las barbaridades hace que los exabruptos ya no sean ni abucheados en el hemiciclo.

Ana Vázquez Blanco, la portavoz del PP en este tema, no se quedó atrás. Llamó “ley Otegi” a la proposición, además de “ley de la kale borroka”, “ley del caos” y hasta el cómico “ley de los que odian a la policía”. Mirando al grupo de Bildu, se permitió cruzar otra línea roja: “Ustedes lo que quieren es que haya un muerto”. Al PSOE también le envió sus dardos inconexos: “La seguridad de los españoles les importa un bledo, solo les importa la de una persona, del número 1”. Eso sí, hay que admitir que hurgó en una contradicción cierta: les recordó a los socialistas que, según los propios datos de Interior, “el 65% de las sanciones (basadas en la ley Mordaza) las hizo este Gobierno, fue masivamente usada”.

El hábil Jon Iñarritu (Bildu), entre ironías y con una sonrisa en el rostro, deconstruyó las barbaridades previas y le hizo ver al PP su “contradicción” por el simple hecho de que pocos días antes habían defendido una proposición sobre el gobierno de Nicolás Maduro basándose en todos los mismos organismos internacionales que repudian la ley Mordaza. “Sería lógico que busquen argumentos más objetivos, los presentados no solo son contradictorios sino que no obedecen al más mínimo de los sentidos”, remató el bizkaino.

El PSOE fue PSOE. La portavoz Mamen Sánchez Díaz exhibió los complejos del partido con respecto a impulsar una medida antirrepresiva que le enfrenta con los sindicatos (escoradísimos a la derecha, en su mayoría) de las fuerzas de seguridad. “Me quiero dirigir a la Guardia Civil y a la Policía Nacional. Siempre que gobierna el PSOE se les refuerzan derechos, algo que no conseguirán nunca con el PP”, señaló y antes de concluir, pidió a “los cuerpos policiales que tengan claro que tienen que proteger garantizando su seguridad jurídica”.

Este fue el primer match parlamentario tras la admisión a trámite del nuevo proyecto y ha retratado también que su aprobación final dependerá especialmente de Junts y Podemos (un recordatorio aritmética: si Podemos se abstiene, con el positivo de Junts basta, mientras Coalición Canaria acompañe, pero si ambos se abstienen, suma mayoría PP, Vox y UPN). Los de Puigdemont y Belarra son quienes todavía están disconformes con la iniciativa.

Es sugestivo que Junts haya decidido no participar del debate el jueves. Posiblemente responda a una táctica de no querer estar en primer plano cuando va a apoyar algo del Ejecutivo de Sánchez, por más que sea críticamente, y sí busca el foco cuando es lo contrario. Sobre todo en la semana de su pedido de “moción de confianza” para el presidente del Gobierno, y muy sobre todo cuando este fin de semana son las primarias de ERC. “Qué casualidad todo…”, comentaba con sorna una dirigente de Esquerra.

Preguntado por El Salto al respecto, el portavoz de Junts, Josep Pagès i Massó, ha mantenido el secretismo que caracteriza a su grupo pero ha aceptado responder que ellos “con lo de las manifestaciones y el registro” no están de acuerdo y se remitió a su discurso de octubre en la admisión a trámite.

En esa oportunidad tachó de “versión light” la nueva norma, advirtió que no iban a aceptar el “chantaje de la adhesión total o nada” y que veían “muy difícil que llegue a buen puerto” sin modificaciones porque hay tres elementos en los que no concuerdan: “Es una propuesta que sigue permitiendo a la policía española disparar balas de goma, porque solo prevé una sustitución gradual, que sigue permitiendo la criminalización de la protesta democrática trasladando la responsabilidad de las acciones de los manifestantes a los organizadores de las manifestaciones y da pie a un decreto de registros en actividades como hostelería o alquiler de vehículos que supone una intromisión inaceptable en la intimidad de la persona”. 

Por su parte, Podemos ha respondido a la consulta que durante el debate en comisiones de la nueva reforma insistirán en el cese inmediato a la utilización de las balas de goma y en las devoluciones en caliente, aunque no han dicho si es una línea roja.

Desde Bildu comentan por lo bajo que Junts “se tiene que aclarar” y dejan trascender su sorpresa de que pongan en duda su apoyo cuando lo conseguido en el texto pactado “es lo mismo” que votaron en otra oportunidad. ¿Pero por qué los abertzales están tan seguros de la propuesta?

Porque ellos, con el guiño de ERC, han removido los escollos que mantenía el PSOE hace dos años. La nueva propuesta recoge el compromiso de la “sustitución progresiva” de las actuales pelotas de goma por parte de las Fuerzas de Seguridad, pone fin a la “discrecionalidad” en la imposición de sanciones administrativas por faltas de respeto a la autoridad y desobediencia, que tendrán que ser “objetivables y justificadas” y que pasarán a ser faltas “graves” a “leves”; y en tercer lugar, se establece la presentación en un plazo de seis meses de una reforma de la Ley de Extranjería para acabar con las devoluciones en caliente de migrantes en la frontera.

Como se puede interpretar fácilmente, el problema no es de fondo sino de forma: las balas de goma seguirán en uso hasta una paulatina desaparición, al igual que las devoluciones en caliente. Podemos y Junts pedirán que sea ipso facto. Sobre la responsabilidad de las manifestaciones, Junts ha sacado de su manga una carta en la que podría tener razón.

Una causa urgente

Decenas de colectivos sociales del Estado español, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, los comisionados de Derechos Humanos del Consejo de Europa y oenegés internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han criticado los contenidos de la Ley Mordaza desde su sanción y pedido su derogación. No es un invento ni una extravagancia de una izquierda radical sino un déficit democrático señalado.

Según los expertos, la ley todavía vigente hizo que la policía de turno pueda actuar como juez y parte y lleve a cabo una multa por la vía administrativa, impulsando una multa que el ciudadano se la lleva de forma casi automática. Si el procedimiento fuera por la vía penal, se exigiría una denuncia y que el policía tenga que demostrar la culpabilidad ante un juez que resolvería escuchando a ambas partes.

Además, las sanciones por delitos penales tienen que ver con la situación personal del sancionado y en cambio por vía administrativa el parámetro es el mismo para cualquiera, lo que la hace más gravosa. El ciudadano pierde la presunción de veracidad y debe hacer un gran esfuerzo para demostrar su inocencia ante, por ejemplo, la palabra del efectivo policial que dice haber sido faltado el respeto. Recurrirlo es un castigo en sí mismo por el trámite administrativo que conlleva. Además hay otros contenidos polémicos, como la prohibición de grabar y difundir imágenes de la represión policial.

La ley Mordaza ejerce como factor de disciplinamiento social por el hecho de castigar con la asfixia económica a movimientos sociales. Por ejemplo, el grupo vecinal No a la Tala en Madrid acumula 20.000 euros en multas por negarse a la tala de más de 1.000 árboles en sus vecindarios. O el Sindicato de Vivienda de Carabanchel, que lleva acumulado más de 44 mil euros en multas sólo desde 2021, o los 21.000 euros en multas por la protesta de estudiantes del grupo Defendemos Palestina ante la visita de la Embajadora de Israel en la Universidad Complutense, según informa Amnistía Internacional.

La misma fuente reseña que desde 2015 a 2022 se han impuesto algo más de 291.400 sanciones con base únicamente en dos artículos: resistencia, desobediencia o negativa a identificarse“ y ”faltas de respeto a la autoridad», suponiendo el 77% del total. La mayoría plurinacional que emanó de las urnas en julio de 2023 tiene quizás una última oportunidad antes que este oprobio legal caiga en manos de un gobierno de las derechas. Tiempo de descuento.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ley-seguridad-ciudadana/reforma-ley-mordaza-vez-se-puede

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La naturaleza de la violencia

 

El apoyo que Luigi Mangione está recibiendo en EEUU (ejemplificado por el asalto de una “turba” al McDonalds en el que fue detenido) debería abrir los ojos de los mandamases, ante de que se los cierren definitiva y merecidamente a base de puñetazos.


La naturaleza de la violencia

 

Andrea Zhok

El Viejo Topo

19 diciembre, 2024 

Tras el asesinato del director general de United Healthcare, Brian Thompson, a manos de Luigi Mangione, de 26 años, se ha desarrollado otro falso debate, cuya verdadera función es enterrar las dinámicas esenciales bajo un manto estéril. Las líneas del simulacro de debate enfrentan a quienes piden «10, 100, 1.000 Mangiones» para corregir los errores perpetrados por el sistema de seguro médico estadounidense con quienes preguntan «dios mío, ¿dónde vamos a terminar con toda esta violencia? »

Ahora, en el momento en que el debate termina en la oposición binaria entre santificación o condena de la «violencia ilegal», se pierde de vista un hecho fundamental.

Lo que se elimina es la naturaleza de la violencia. En un mundo como el moderno, enormemente complejo, entrelazado de interdependencias, en el que ningún individuo es capaz de ganarse la vida en una «relación individual directa con la naturaleza», la violencia se ejerce de muchas maneras. Aquellos en los que se disparan armas de fuego en la calle no son necesariamente los peores casos.

¿Cuál es la esencia de la violencia en un contexto social? La esencia de la violencia no está en los golpes, no está en el fluir de la sangre, no está en el hematoma, en la fractura, en la herida, en la excitada precipitación de los acontecimientos. La esencia de la violencia radica en la DESTRUCCIÓN FORZADA DE LA VIDA Y LA SALUD, FÍSICA Y MENTAL. ¿Pero cómo ocurre esta compulsión? En una sociedad moderna y compleja, en la que para acceder a la satisfacción incluso de las necesidades primarias básicas cada uno de nosotros debe depender de largas  cadenas de división del trabajo, de la coordinación de innumerables personas distantes, la destrucción coercitiva de otros puede ejercerse de muchas maneras. . De hecho, la mayoría de las formas de violencia se ejercen indirectamente y más por omisión que por acción.

El poder que ejerce la violencia sólo en mínima medida es el poder directo de quienes disparan, golpean y cortan. Hay innumerables maneras de «hacer ofertas imposibles de rechazar», sin derramar sangre. Nadie duda de que decirle a alguien “¡O tu bolso o tu vida!” bajo la amenaza de un arma de fuego está en el ejercicio de la violencia, incluso si no sucede nada sangriento. Pero si no es mi arma lo que amenaza una vida, sino un accidente fortuito, un accidente, una enfermedad, si alguien se está ahogando ante mis ojos y empiezo a negociar las condiciones para entregarle un chaleco salvavidas, ¿en qué sentido no sería esto violencia?

En el Occidente contemporáneo, la primera forma de poder no es la que se confiere mediante las armas o los puños, sino la que se confiere mediante el dinero. El dinero media nuestras relaciones con los demás, con nuestras propias posibilidades de futuro, con el entorno que nos rodea.

El ejercicio del poder mediado por el dinero es mucho más extenso, difundido e incisivo que el de quienes se ensucian con polvo y sangre. La diferencia de esta forma de ejercicio de la violencia respecto a lo que imaginamos como violencia ejemplar está en su carácter indirecto, en el tiempo entre causas y efectos.

Por ejemplo, cuando las decisiones legales y financieras (comenzando con la derogación de la Ley Glass-Steagall en los EE. UU.) allanaron el camino para lo que más tarde se llamó la «crisis de las hipotecas de alto riesgo», nadie percibió (ni informó) violencia alguna. Pero el mecanismo puesto en marcha en ese momento en América generó en pocos años el dramático empobrecimiento de cientos de millones de personas inocentes y distantes en todo el mundo, provocó miles de suicidios por fracaso, la degradación repentina de las condiciones de vida de millones de personas y la consiguiente aparición de una infinidad de patologías, oleadas de degradación social y cultural, desintegración de familias, decadencia demográfica en zonas enteras, explosión de depresiones, muerte del futuro para toda una generación en muchos países (comenzando, en Europa, por Grecia).

Cuando hoy en día la Unión Europea gasta 132.000 millones de euros en apoyo bélico a una guerra como la de Ucrania, que podría haber terminado un mes después de su comienzo (salvando, por cierto, cientos de miles de vidas ucranianas y rusas), ese dinero se lo quitan del tesoro público al que pertenece el trabajo de todos, y se sustrae a hospitales, escuelas, guarderías, pensiones, salarios. Cuando esto sucede, siempre ocurre de forma gradual, indirecta, sin la imagen característica de la violencia como una «rápida precipitación de los acontecimientos»; y, sin embargo, la cadena de efectos produce para algunos sólo un aumento del malestar, pero para otros significa pasar un punto sin retorno: perder el control sobre la propia vida, perder la casa, el trabajo, la salud, la capacidad de mantener a la familia, ahogarse en una condición sin salida.

Cuando Israel importa 180.000 trabajadores extranjeros para reemplazar la mano de obra palestina y, por lo tanto, excluye a los trabajadores palestinos de trabajar en los territorios ocupados, no necesita disparar un tiro para someter a decenas de miles de familias a un chantaje vital.
Acontecimientos de esta naturaleza tienen lugar todos los días sobre nuestras cabezas en las formas abstractas e inodoras de la especulación financiera, de la complicidad entre la corrupción política y la extorsión económica, en la ficción liberal de que los vicios privados se traducen mágicamente en virtudes públicas.

Y todo esto es VIOLENCIA.

Es una violencia no menos despiadada y opresiva que la de las bombas y las prisiones y, además, no desdeña convertirse ocasionalmente en bombas y prisiones.

Bueno, al final podemos decir que ciertamente es un error aplaudir la violencia del justiciero solitario.
Pero la razón, tal vez, no sea tanto porque sea un justiciero, sino sólo porque es solitario.

 

FuenteArianna Editrice 

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Globalización y geopolítica

 


Globalización y geopolítica

 

Miquel Amorós

KAOSENLARED

19 de diciembre de 2024 

 

En las menguantes clases medias de la cada vez más impotente sociedad europea todavía subsiste la ilusión liberal-ciudadanista de que la maquinaria del Estado es controlable por los parlamentos. Y que gracias a ese control político, el mismo Estado puede representar a la “ciudadanía”, es decir, actuar de acuerdo con los criterios morales de la mesocracia, tomando partido por lo que aquella considera justo, en contra de lo que cree que no es de justicia. De esta forma, el mundo es contemplado como un escenario donde el bien general y el mal absoluto se disputan el terreno, y en caso de pelea, la buena conciencia maniquea de los partidos -que actúan como empresas privadas- ha de mostrar diligencia a la hora de situarse en el lado correcto, el de los buenos. Sin embargo, todos los bandos dejan mucho que desear, y  a poco que se profundice afloran contradicciones que arrojan dudas sobre la bondad de la facción elegida, las cuales no siempre se pueden aplacar con altas dosis de ideología. Nadie juega limpio cuando priman los intereses particulares.

Por supuesto que nos horrorizan las matanzas; abominamos las diferencias de clase, rechazamos las coacciones del tipo que sean, odiamos las dictaduras, detestamos la burocracia y execramos el patriarcado. También tomamos partido -nos posicionamos-, pero no para identificarnos mecánica y contemplativamente con los enemigos aparentes de nuestro enemigo real, a saber, la clase dirigente. No somos espectadores atentos a los movimientos del contendiente con el que abstractamente nos solidarizamos. Obrando así, no nos oponemos de verdad a los poderes que se reparten el mundo. Nos interesa más dilucidar las causas que han conducido a la situación en la que nos encontramos, para de este modo desvelar la verdadera naturaleza de los conflictos actuales y descubrir los objetivos ocultos perseguidos por las banderías oficialmente en lucha. La causa más importante es obvia: la desaparición del proletariado como clase consciente, de la que deriva la ausencia de un movimiento revolucionario digno de ese nombre. Teniendo esto muy en cuenta, hemos de considerar el mundo como totalidad, como una realidad global e histórica perfectamente ordenada según una extraña lógica, cuyas reglas obedecen a los juegos internacionales de poder y a las vicisitudes del mercado mundial. A partir de ahí, intentaríamos comprender los temas principales de nuestro tiempo, desde las guerras de Ucrania y Gaza, a las elecciones de Venezuela o México, desde el ascenso de Trump, la ideología woke y la extrema derecha europea, hasta la resistencia de Rojava, el fracaso de la primavera árabe y la hegemonía china.

Estamos inmersos en una economía mundializada, en la que todas las actividades económicas son interdependientes, puesto que están integradas en un todo. Los imperativos del crecimiento gobiernan el mundo y todo acontecimiento disruptivo -p.e. una pandemia, una guerra, una crisis financiera- afecta por igual a todas las partes. La economía ahora se transforma directamente en poder, algo demasiado importante para dejarlo en manos de empresarios, terratenientes o políticos. Estos son solamente simples correas de transmisión de los dictámenes elaborados en despachos ajenos de más alto nivel, puesto que en el sistema globalizado la propiedad y el trapicheo a gran escala han perdido importancia en beneficio del poder de decisión. Así que, cualquiera que sea la clase política, siempre subalterna, en la actualidad, la cúspide de la clase dominante se compone mayoritariamente de altos ejecutivos, burócratas especializados y expertos patentados. En ese contexto, el liberalismo, la democracia parlamentaria, los partidos políticos, los derechos civiles, etc, son cosas del pasado: los principios, los valores y las metas morales esgrimidos por la propaganda ideológica carecen de importancia. El orden -la obediencia- es lo que cuenta.

La globalización del comercio y las finanzas no se vio correspondida por una homogeneización de los regímenes políticos, dado que el harakiri no entraba en los planes de las oligarquías dirigentes. A nivel local y regional, la complejidad de las estructuras sistémicas y la divergencia de intereses eran tan enormes que dificultaban el menor progreso en esa dirección. La herencia histórica de la “guerra fría”, el pasado en forma de aparato burocrático, el substrato cultural antimoderno, pesaban como una losa y podía palos a las ruedas en la marcha hacia la mundialización política. El orden liberal se circunscribió solo al llamado Occidente, quedando fuera el resto. De todas formas, el capitalismo desregulador de las multinacionales era perfectamente compatible con otras formas de capitalismo como por ejemplo el capitalismo oligárquico de Estado, el capitalismo teocrático o el capitalismo de partido. La supremacía del liberalismo capitalista se postuló abiertamente en 1945 a través del predominio económico y militar de los Estados Unidos al acabar la Segunda Guerra Mundial. Su apogeo ocurrió en 1989 con la caída del muro de Berlín, la descomposición de la URSS, los tratados de desarme y la preponderancia mudial de las finanzas, dando lugar a la llamada globalización, que tuvo como corolario una especie de “macdonalización” generalizada, o sea, a una unificación universal de hábitos consumistas, modas, gustos gastronómicos y costumbres festivas americanas. En fin, y sobre todo gracias a la expansión rapidísima de la población urbana, la sociedad del espectáculo se hacía realidad, pero siguiendo pautas estadounidenses, ya que Europa había perdido su influencia tras el final de la “guerra fría”: los destinos del planeta entero ya no dependían de decisiones suyas. El continente había dejado de ser autónomo en defensa: se protegía de las inclemencias securitarias bajo el paraguas americano, el Tratado del Atlántico Norte. Tampoco lo era en materia de energía y en política exterior. Ya lo comprobamos en las guerras del petróleo de finales de siglo y en la supeditación al gas ruso, y se sigue comprobando en los bombardeos de Gaza. En adelante la decadencia europea no hará sino acentuarse.

Europa, o mejor dicho, sus otrora dirigentes apoyados en unas expansivas clases medias, había apostado por la interdependencia pacífica con la Rusia oligárquica, por el desarrollo económico y el comercio, centrándose más en la balanza de pagos, el cambio climático y los inmigrantes, que en la disuasión militar. Un exiguo gasto armamentístico transparentó su voluntad de no combatir. No obstante, su superioridad económica fue erosionándose a buen ritmo por causas demográficas y tecnológicas. Actualmente, la envejecida población europea es tan solo el 7% de la mundial cuando en 1900 era el 25%, y tiende a la baja. Por otra parte, China y las potencias emergentes como la India ha recuperado el desfase tecnológico que tenían. No se limitaban a importar y copiar la tecnología de otros, como cuando eran la fábrica mundial, sino que pasaban a liderar el sector incluso en temas de innovación, defensa y aeronáutica. Finalmente, la productividad semejante hizo que el peso económico de un país, y por lo tanto la influencia política, dependiera cada vez más del volumen de población. Y en ese terreno el archipoblado Oriente superaba ampliamente a Rusia, la Unión Europea o América del Norte juntas. De hecho, después de llevar años creciendo el Producto Interior Bruto muy por encima del americano y el europeo, en 2014 China sobrepasó a los Estados Unidos en capacidad adquisitiva. También lo hizo en recursos estratégicos. Desde entonces, nos encontramos en un escenario internacional marcado por las tensiones y equilibrios de poder entre las dos potencias preeminentes con sus aliados respectivos, una en ascenso, alrededor de la cual orbita Rusia, y la otra en declive. Las escaramuzas comerciales entre China y Estados Unidos, o el cinturón de seguridad del Pacífico, son solo la punta del iceberg. Dentro de un marco global, cualquier conflicto que sobrepase los límites locales, pongamos por ejemplo la guerra de Ucrania, es ante todo una confrontación delegada entre ambas potencias. La OTAN, los oligarcas ucranianos, Irán, el Estado gendarme ruso y hasta los norcoreanos serán los actores del drama, pero ni el guión ni el final ha sido escrito por ellos.

En la actual fase de la globalización, el poder es visiblemente el elemento básico de las relaciones internacionales, y por eso mismo, la geopolítica adquiere una relevancia prevalente. La política exterior de los grandes Estados deviene enteramente geoestratégica y el concepto de “enemigo” vuelve al ruedo com mayor brío. Dado el fin de la hegemonía incontestable de los Estados Unidos, cada potencia busca el equilibrio de poder suficiente acumulando medios de combate y estableciendo alianzas con el objeto asegurarse sus áreas de influencia. Claro está, sin abstenerse de una intervención militar si resultara preciso, con lo cual dicho equilibrio se vuelve problemático, puesto que las demás potencias, a fin de no desestabilizarse, obrarán en consecuencia. Tal es la causa más verdadera de la guerra de Ucrania, la que, acabando de demoler el edificio securitario del periodo posterior a la guerra fría, ha situado a Europa en el eje central de la geopolítica, ha significado la vuelta de Rusia como aspirante a potencia mundial y ha desencadenado una inquietante carrera de armamentos. Hasta entonces, los gobiernos europeos habían buscado el equilibrio de poder a través de la multiplicación de ataduras económicas, aflojando el gasto militar y centrándose en la denominada pomposamente “transición energética”, es decir, el capitalismo “verde”. Tal estrategia, de origen alemán, culminó en una dependencia arriesgada del petroleo y gas natural rusos, y una dependencia aún mayor del mercado de las placas solares, aerogeneradores, baterías, vehículos eléctricos, etc., dominado por China. A estas alturas el alarmismo climático de los gobiernos europeos, sobre todo socialdemócratas, es pura retórica, puesto que en la práctica se consume cada año más combustible fósil, la energía nuclear encuentra cada día más partidarios y las cumbres del clima nuncan se ponen de acuerdo en las medidas esenciales. El viraje estratégico al que la Unión Europea ha sido arrastrado por la guerra, es mas peligroso si cabe, pues más que en la electrificación, se basa en la militarización.

La actual fase antes aludida se apoya en una auténtica economía de guerra, estrechamente relacionada con la industria nuclear, armamentista y aeroespacial, y subsidiariamente, en el control social de la población. Dichas actividades contribuyen al 12 % del PIB y son en estos tiempos el motor de la economía hasta el punto que algunos analistas apuntan a los gastos militares como el  mejor medio de sostener la tasa de ganancia del capital. En España el aumento de dicho gasto hasta un 2% del presupuesto estatal puede llegar a desplazar al turismo de masas como primer propulsor económico, algo con lo que más de la mitad del electorado está de acuerdo. Una ministra del gobierno socialista ha dicho con total sinceridad que “invertir en defensa es invertir en paz”, que es lo mismo que decir “si quieres paz, prepárate para la guerra”, con lo cual la alineación del pacifismo gubernamental con el más rancio otanismo queda fuera de cuestión. Lo cierto es que en la conflictiva escena mundial, sin una clara potencia dominante, la guerra es una necesidad. Es el principal factor de pacificación interna y el mayor estímulo de la economía, aunque los beneficiados en su mayor parte sean las corporaciones y fondos multinacionales. Mientras tanto, las inclemencias en lo relativo a los precios de la energía, los alimentos, el transporte y la vivienda repercuten en los bolsillos de las clases medias y populares. Dadas estas circunstancias, se cumplen todas las condiciones para un amplio cuestionamento del sistema, pero este, sorprendentemente, se origina mayormente en el ámbito de la derecha política radicalizada. El parlamentarismo democrático se ha deslegitimado a los ojos de una población frustrada en sus expectativas y decepcionada con sus representantes. Del descrédito de la clase política no se libra ni el progresismo izquierdista posmoderno, ni el ecologismo subvencionado, demasiado ligados al orden neoliberal como para luchar contra él, y demasiado ambiguos en sus pronunciamientos como para resultar creibles. La extrema derecha, que apela a la razón menos aún que sus homónimos de la izquierda, en cambio, conecta con mayor eficacia con unas clases “lepenizadas”, escépticas con las versiones oficiales que los medios repiten machaconamente, desencantadas con la política y enfurecidas ante un futuro adverso, pero bastante sensibles a las plagas emocionales que los algoritmos de las multinacionales correspondientes propagan por las redes sociales.

En efecto, los aprietos económicos de las clases fragilizadas y las acentuadas desigualdades acarreadas por la globalización han eclipsado a la izquierda ciudadanista y abierto camino a una corriente política nacionalista, xenófoba y racista, partidaria de levantar barreras aduaneras a la libre circulación de mercancías, personas y capitales, y que halla en los inmigrantes a su chivo expiatorio. Proteccionista, antiliberal, populista y contraria a la guerra, como el izquierdismo clásico, no oculta sus críticas a la OTAN, su hostilidad hacia académicos, intelectuales y periodistas, su rechazo del sistema de partidos y sus preferencias por los regímenes autoritarios como la Rusia putinista. El Estado es para ella -y también para la izquierda, sea moderada o extrema- el gran proveedor de bienestar y prosperidad, con tal que su gestión favorezca a los empresarios y obreros autóctonos, a la bandera y la familia. El triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales americanas, que anuncia un marchamo aislacionista a las políticas del país, favorecerá aún más los progresos de dicha facción, que ya cuenta no solo con partidos de peso y la cuarta parte de los escaños del parlamento europeo, sino con jefes de gobierno. Ideológicamente confusa, su credo es una mezcla de negacionismo climático, gestualidad beligerante y valores conservadores o izquierdistas vueltos del revés (antifeminismo, transfobia, antiabortismo, antivacunas, casticismo lingüístico, fundamentalismo religioso). Realmente, no se puede negar que la filosofía posmoderna en manos izquierdistas, al demoler los criterios de verdad, razón y universalidad e inundar de corrección política y fraseología vacía el discurso mediático, ha contribuido tanto al desarrollo la extrema derecha como la crisis de 2008, la profesionalización de la política, la corrupción, las genuflexiones de los sindicatos, la información unilateral de los medios y su contrapartida, la industria fake, el deshilachado del tejido social o la alta tecnología. La extrema derecha ofrece una alternativa que por aberrante que sea -y no lo es más que la que ofrecen la izquierda y la derecha liberales- cala en amplios sectores de población perjudicada, irritada y predispuesta.

El panorama futuro apunta a un estancamiento de la economía y una caída de las inversiones, con la consiguiente inflación que, junto con las innovaciones tecnológicas, repercutirá negativamente en la población asalariada; asimismo, apuntará a un fracaso de la descarbonización capitalista, y por lo tanto, a una dependencia mayor de los combustibles fósiles externos. Previsiblemente son de esperar el enroque patriótico-arancelario de los EEUU y, en consecuencia, el acercamiento a Rusia, más reestalinizada que nunca, el sostén a Israel y el incierto final de la guerra de Ucrania. Las tensiones geopolíticas se incrementarán, principalmente con Irán y China. La Unión Europea, cuya “transición ecológica” depende de esta última, se verá abocada a un mayor gasto militar a costa de los servicios públicos y de la estabilidad interna, sin que por ello su declive no deje de agravarse. El discurso de la dominación será más catastrofista, focalizándose en la inmigración, el cambio climático y las guerras, los temas más idóneos hoy para desviar la atención a la contaminación, el agronegocio y la destrucción del territorio.  Y por encima de todo, para atemorizar a la población, y, por consiguiente, para paralizarla, algo que funcionó bien durante la pandemia. Se podría decir que estamos en un impasse histórico que inaugura un periodo de incertidumbre prolongada, en donde cualquier salida, buena o mala, es posible. Cuesta imaginar una salida revolucionaria aunque venga de una evolución por etapas, pero todo dependerá de la orientación internacionalista y antiestatal que tomen unas fuerzas sociales que por necesidad habrán de movilizarse.

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