martes, 16 de marzo de 2021

Historia de Andalucía: "Andalucía. Las grandes mentiras de la Historia". Conferencia de Rafael ...

Los cerdos de las vacunas del Covid-19 (¿Qué algoritmo utilizará Facebook para no permitir que desde este Blog, El Ojo Atípico, no se pueda compartir ningún artículo, ni siquiera a mi propia cuenta de facebook? ¿Tal flojedad intelectual tiene el sistema que cualquier idea lo puede hacer tambalear?)

 

Parte de guerra: Las implacables leyes del mercado dejan sin vacunas al 86% de la población mundial



¿Por qué razón la libre competencia de las vacunas iba a tener unos resultados diferentes al del resto de las mercancías?



La encarnizada competencia entre las diferentes vacunas – escribe nuestro colaborador Manuel Medina – no ha quedado reducida al ámbito de la industria farmacéutica. Los Estados están compitiendo con igual ferocidad entre ellos para lograr la acumulación y el almacenamiento de vacunas. El fenómeno no hace más que reflejar el mecanismo destructor propio de la competitividad del Sistema económico que nos rige. Los países desarrollados tienen tan sólo el 14% de la población mundial. Sin embargo, han adquirido más de la mitad de las vacunas. En el resto del mundo sólo una de cada 10 personas será vacunada durante el presente año del 2021.

La industria farmacéutica internacional está aprovechando las dramáticas circunstancias por las que atraviesa la humanidad  para poner en marcha voraces movimientos especulativos que les permitan duplicar sus ingresos bimillonarios. La vida de los ciudadanos se las trae al pairo.

Pero la encarnizada competencia no queda reducida al ámbito de la industria farmacéutica. Los mismos Estados compiten igualmente entre ellos con  ferocidad para lograr la acumulación y el almacenamiento de  vacunas. El fenómeno no hace más que  reflejar el  mecanismo destructor propio de la competitividad del sistema económico que nos rige. Pese a que lo que está en juego es la vida de millones de personas,  el mercado capitalista de los productos farmacéuticos funciona de una forma similar a la que rige en los mercados del resto de las mercancías. Si los productores no dudan en quemar miles de toneladas de café o  montañas de azúcar para mantener los precios y maximizar sus beneficios, ¿por qué  iba a imperar una lógica diferente con los productos farmacéuticos? En todos los casos rigen el mismo tipo de leyes. Que las cosas se produzcan de esta manera no obedece a que los capitalistas que trafican en  los mercados posean una naturaleza especialmente perversa o malévola, -aunque de todo hay-, sino que para sobrevivir en esta jungla de «sálvese el que pueda» requieren del uso de ese tipo de prácticas.

Las diferencias entre los llamados países desarrollados y los subdesarrollados se manifiestan, pues, con idéntica crudeza en el mercado de los fármacos. Los primeros, que  sólo suman  el 14% de la población mundial, han adquirido, sin embargo, más de la mitad de las vacunas que han salido a los mercados. De acuerdo con los datos que proporcionan las publicaciones especializadas, los países más pobres del planeta sólo  estarán en condiciones de vacunar durante el presente año del 2021 a una de cada 10 personas. Lo paradójico de  esta injusta desigualdad reside en el hecho, por ejemplo, de que la Unión Europea  tiene a estas alturas concertadas nada menos que 2.260 millones de dosis. Un número de  dosis que permitiría vacunar tres veces a toda la población europea. ¿Para qué necesita la población europea vacunarse tres veces?  Pero, resulta  inevitable insistir: ¿por qué iban a existir diferencias  entre lo que sucede en el mercado de las vacunas y el del resto de los productos de consumo?

En el sistema económico imperante no existen disimilitudes entre los productos que satisfacen necesidades creadas, los alimentos de primera necesidad o los productos destinados a la salud que también resultan imprescindibles para la sobrevivencia. Y es que  «business are business».

CAOS EN EL MERCADO DE LAS VACUNAS

No obstante estas significativas cifras  y porcentajes, Europa firmó contratos multimillonarios con la farmacéuticas por vacunas que todavía éstas no habían llegado a producir. Esta magnánima «liberalidad»  contractual entre  los negociadores de la UE  y los de la gran patronal farmacéutica está permitiendo que  se incumplan de forma sistemática los plazos de entrega. Pero, a decir verdad, estas ligerezas tampoco son inhabituales. La identidad de intereses entre los patronos y sus representantes institucionales nos ha deparado siempre ejemplos de este tipo. Lo que ocurre es que cuando se trata de una pandemia de la envergadura de la que estamos viviendo estas «concordancias» y complicidades entre empresarios y representantes institucionales se hacen mucho más ostensibles. Pero la verdad es que  forman parte  permanente del  habitual espectáculo de nuestra vida política cotidiana.

La misma  Comisión Europea  que mantuvo las negociaciones con los traficantes de nuestra salud se ha visto obligada a anunciar, hace unos días, que entre los meses de abril y junio se distribuirán un 20% menos de las dosis que estaba programado administrar. Y aunque tales retrasos puedan costar centenares o miles de vidas ni la prensa ni la televisión se  han escandalizado.   En cambio, el volumen del enojo  de los mass media  es capaz de alcanzar una alta cantidad de decibelios cuando algunos miles de jóvenes sale a la calle  y queman algunas decenas de contenedores, porque han condenado a prisión a un rapero  que se  había tenido a decir algunas cosas.

A todo este desastre, ocasionado por el imperativo de apoderarse de los mercados, hay que agregar que Astrazeneca entregará un 25% menos de las vacunas que habían sido acordadas hace tan sólo 30 días. Por si esto fuera poco, se está constatando que la seguridad de esta vacuna  es bastante incierta para los mayores de 65 años, detectándose además que en algunos casos ha llegado a provocar trombos cerebrales en personas de menos edad.  Sucede, sin embargo, que mientras varios países europeos han suspendido la vacunación con esta marca, el gobierno español, que se presume que cuida de la salud de sus ciudadanos, estima que no  se han dado suficientes elementos probatorios en nuestro país como para detener la vacunación con Astrazeneca.

Por su parte, los laboratorios Pfizer  han aprovechado el hecho de que los contratos concertados con otros países  les garantizan  la venta segura de sus vacunas para disminuir el ritmo de su producción  con la sabía intención de remodelar su línea productiva.

¡BLOQUEAR LA SPUTNIK!

La presente guerra comercial se está desarrollando, además, en todos los frentes. Aunque los medios occidentales  no hayan podido evitar que la vacuna rusa Sputnik V  sea   reconocida científicamente como «altamente eficaz» por las publicaciones más acreditadas a nivel mundial, ésta continúa siendo deliberadamente «ignorada», como la vacuna china, por los mass medias occidentales. No es de extrañar. En la  guerra comercial es un procedimiento habitual no mostrar las ventajas de los productos de la competencia. ¿Por qué iba a variar ahora  la mercadotecnia propia del sistema capitalista? ¿Quién dijo que en la competencia comercial internacional lo importante es la correcta distribución de los productos que se venden? La clave ha consistido siempre en vencer al enemigo con el que se compite allí donde exista posibilidad de fulminarlo. Por eso mismo hay que vender, vender, vender… caiga quien caiga o cueste lo que cueste ¿O es que ha tenido que hacer acto de presencia la pandemia para descubrirnos la  crueldad intrínseca al sistema?

Sin embargo, sucede que la vacuna rusa Sputnik V, a diferencia de otras, ha demostrado la misma eficacia en todos los grupos de edad en los que está permitido su uso, según comunicó el pasado sábado Alexánder Guíntsburg, director del Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, que desarrolló el fármaco. Tiene, además, la misma eficacia en personas mayores de 60, 70 y 80 años.  Todos estos grupos de edad responden perfectamente a este medicamento. Por si fuera poco, sus desarrolladores esperan que proporcione una inmunidad superior a los dos años. ¿Qué impide, entonces, que en España  nos inoculen con la vacuna  Sputnik V, aunque esta tenga su origen en un país al que enviamos la aguerrida «División Azul»  para combatir al comunismo?

¡Ah, los inescrutables misterios del mercado!

https://canarias-semanal.org/art/30040/parte-de-guerra-las-implacables-leyes-del-mercado-dejan-al-86-de-la-poblacion-mundial-sin-vacunas

Transnacionales farmacéuticas aseguran escasez de vacunas (¿Qué algoritmo utilizará Facebook para no permitir que desde este Blog no se pueda compartir ningún artículo, ni siquiera a mi propia cuenta de facebook? ¿Tal flojedad intelectual tiene el sistema que cualquier idea lo puede hacer tambalear?)

 

Las grandes farmacéuticas han logrado ganancias extraordinarias y se han asegurado un estado permanente de escasez y demanda de vacunas, financiadas desde lo público. Ahora redoblan el control de sus patentes monopólicas.

Trasnacionales farmacéuticas aseguran escasez de vacunas

 

Silvia Ribeiro

El Viejo Topo

16 marzo, 2021 

Las grandes farmacéuticas están en pie de guerra. Han logrado ganancias absolutamente extraordinarias debido a la especulación con vacunas, medicamentos e insumos sanitarios relacionados con el Covid-19. Ahora redoblan el control de sus patentes monopólicas para impedir que el sector público o empresas nacionales puedan acceder o fabricar vacunas o medicamentos sin pagar ingentes sumas. Cabildean agresivamente a sus gobiernos sede para impedir que la Organización Mundial de Comercio (OMC) apruebe una exención a las patentes farmacéuticas relacionadas con la pandemia.

Eso propusieron India y Sudáfrica ante el Comité ADPIC (Acuerdo sobre derechos de propiedad intelectual relacionados al comercio) de la OMC, que se reunió este marzo en Ginebra. Contaron con apoyo de más de 100 países, pero los gobiernos de Suiza, Estados Unidos, Unión Europea, Reino Unido, Australia, Canadá, Singapur, Japón y Brasil bloquearon cualquier avance de la discusión.

India y Sudáfrica plantean que se pueda acceder a vacunas, medicamentos e insumos para Covid-19 sin verse limitados por elevados costos y patentes que impiden manufacturarlos en países donde existe capacidad para ello. Eso multiplicaría enormemente la disponibilidad de vacunas e insumos en el mundo y fortalecería las capacidades nacionales en salud pública ante próximas debacles.

El ADPIC prevé el uso de licencias obligatorias y otras excepciones en caso de crisis de salud pública, pero cada vez que países han intentado usarlas, los cárteles de la industria farmacéutica han hecho campaña para castigarlos, como sucedió con Sudáfrica al intentar fabricar genéricos para la epidemia de sida, o Colombia, que buscaba producir genéricos de un medicamento para el cáncer, entre otros ejemplos. Por estos precedentes, ahora se busca que la OMC sancione la exención.

Una cruel paradoja es que la mayoría de los gobiernos que se oponen a la exención de patentes tienen ya comprometido el abasto de vacunas de Covid-19 para sus poblaciones, incluso muchas más de lo necesario, como Canadá que acaparó hasta cinco veces las dosis para inocular a toda su población. El gobierno de Bolsonaro también se opuso a la exención, pese a que Brasil tiene las peores cifras mundiales de muertes y el país tiene capacidad para manufactura nacional.

Entre otras acciones, las trasnacionales farmacéuticas enviaron una carta a Biden urgiendo a mantener el apoyo a la innovación farmacéutica ( ), oponiéndose a cualquier exención a los ADPIC. La firmaron directivos de Pfizer, AstraZeneca, Sanofi, Merck, Novartis, Bayer, Eli Lily, Bristol Myers Squibb, Gilead, Abbvie y otras, junto a la agrupación PhRMA, (Pharmaceutical Research and Manufacturers of America). No obstante, la innovación de esas empresas es casi nula, y en gran porcentaje se basa en usar la investigación pública (https://tinyurl.com/hs6bkz28).

Varias de ellas han sido ampliamente subsidiadas por el público para desarrollar vacunas y con compras anticipadas por la pandemia (https://tinyurl.com/ykabcmw9) , pero han hecho contratos leoninos y ventas a precios secretos en cada país, incluso a doble y triple precio a países del Sur. Por ejemplo AstraZeneca vendió su vacuna para Covid-19 a Sudáfrica al doble del precio que la vendió en Europa. Pfizer exigió a varios gobiernos latinoamericanos (entre ellos Perú, Argentina y Brasil) que además de contratos secretos, respalden controversias con sus activos soberanos, o sea reservas públicas de los países. (https://tinyurl.com/3v8fpjm4). Sumado a la inmunidad ante cualquier efecto adverso de las vacunas, que en su caso son experimentales.

Por su lado, la Fundación Bill y Melinda Gates presionó a la Universidad de Oxford, para que su vacuna se fabricara con la trasnacional AstraZeneca, aunque la investigación estaba avanzada y podría haberse hecho con institutos públicos. El anuncio inicial de Oxford fue que la vacuna estaría disponible gratuita y abiertamente, pero resultó una vacuna patentada con precios secretos.

En el mismo sentido va el mecanismo Covax, formado inicialmente por CEPI y GAVI, dos alianzas para promover vacunaciones financiadas por la Fundación Gates, en el que participa la OMS y más de 180 gobiernos. Aunque figura como mecanismo facilitador del acceso equitativo a las vacunas, en realidad es otra forma de garantizar que el dinero público vaya a comprar las vacunas de las trasnacionales, quizá en términos que superficialmente parecen ventajosos, pero que en realidad son un doble pago del público, en lugar de exigir la cancelación de patentes y favorecer la manufactura nacional.

Oxfam denunció que los cuellos de botella de entregas, promovidos por las trasnacionales y la Fundación Gates para asegurar las ganancias privadas, significan que tomará como mínimo cinco años llegar a un 60 por ciento de población global vacunada y a esa altura los virus muy probablemente hayan mutado. Además, el tiempo de supuesta inmunidad de las vacunas es desconocido, y probablemente demande vacunación anual. Sin contar con el surgimiento de otras pandemias, ya que las causas para ello siguen sin tocarse.

Así las trasnacionales, con la filantrópica ayuda de Bill Gates, se han asegurado un estado permanente de escasez y demanda de vacunas –promovidas desde lo público para ganancias privadas– lo cual aparece como el negocio del siglo.

Artículo publicado originalmente en La Jornada.

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LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS NEOLIBERALES MATAN. HAY QUE CAMBIARLAS (¿Qué algoritmo utilizará Facebook para no permitir que desde este Blog no se pueda compartir ningún artículo, ni siquiera a mi propia cuenta de facebook? ¿Tal flojedad intelectual tiene el sistema que cualquier idea lo puede hacer tambalear?)

 

4 LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS NEOLIBERALES MATAN. HAY QUE CAMBIARLAS



Viçen Navarro

Artículo publicado en el diario Público, 3 de abril de 2020

El impacto de la pandemia del coronavirus en el deterioro de la calidad de vida y bienestar de las poblaciones (y, muy en particular, de las clases populares), así como la respuesta de los Estados para intentar contenerla están afectando todas las dimensiones sociales, económicas, políticas y culturales de cada uno de los países impactados por este fenómeno. Poca gente podría haber imaginado hace solo cuatro meses que, hoy, casi una tercera parte de la población mundial estaría viviendo en condiciones de confinamiento, incluidas las tres cuartas partes de la población que viven en el mundo capitalista desarrollado. Y lo que es también extraordinario es que, como consecuencia de la pandemia y de las medidas tomadas contra ella, la economía mundial está sufriendo una crisis sin precedentes.

Como resultado de todo ello, es más que probable que la cultura económica del mundo post-pandemia sea diferente a la del mundo actual. Y uno de los cambios será (ya lo está siendo ahora) el gran descrédito de los dogmas que han orientado el pensamiento económico dominante en la época pre-pandemia –el neoliberalismo–, y cuya aplicación a través de la imposición de las políticas públicas (derivadas de tal dogma) está causando tanto sufrimiento. Dicho dogma (que continúa siendo dominante en los establishments político-mediáticos de la Unión Europea) ha mantenido la tesis de que el éxito de la actividad económica tenía que basarse en la austeridad del gasto público social, conseguida a base de recortes que han dejado a los países afectados por la pandemia sin los medios necesarios –como por ejemplo sanitarios y de servicios sociales– para protegerse frente a ella. No es sorprendente que, en general, aquellos países donde tales políticas neoliberales se han aplicado con mayor dureza sean hoy también los países donde el daño causado por la pandemia está siendo mayor (ver mi artículo “Las 22 consecuencias del neoliberalismo en la pandemia actual”, Público, 17.03.20). España, Italia y EEUU son claros ejemplos de ello. Son los países que tienen mayores índices de mortalidad debido a la pandemia hoy en el mundo, resultado en gran parte del debilitamiento de sus sectores sanitarios y sociales (así como otros esenciales), consecuencia del empobrecimiento del sector público y de la expansión del privado como resultado de las políticas de recortes del gasto público social llevadas a cabo por gobiernos conservadores, liberales y socioliberales. Es en estos tres países del mundo occidental donde está habiendo más muertes por coronavirus (en parte, debido a la gran escasez de respiradores) y donde hay un porcentaje mayor de profesionales y trabajadores del sector sanitario que han sido contagiados por el coronavirus, resultado de la escasez de material protector. Los datos hablan por sí mismos. Según datos de la Global Health Expenditure Database (de la Organización Mundial de la Salud), entre 2009 y 2017 el gasto público sanitario gubernamental como porcentaje del PIB descendió en España de un 6,4% a un 5,9%, y en Italia de un 7% a un 6,5%, mientras que en EEUU –punto de inspiración del modelo neoliberal– apenas creció de un 4,2% a un 4,5%, con una cobertura sanitaria muy limitada, con casi 30 millones de estadounidenses sin protección sanitaria; por otro lado, según datos de la OCDE, entre 2008 y 2016 España redujo sus camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes de 3,2 a 2,97, Italia de 3,79 a 3,17 y los Estados Unidos de 3,13 a 2,77. Aquí en Catalunya, los recortes del gasto público sanitario fueron de los más acentuados en España y en la UE-15. Se recortaron 1.500 millones de euros, y se eliminaron 1.100 camas hospitalarias, reducciones que han afectado muy en particular a las clases populares, todo ello mientras se reducían los impuestos de sucesiones y de patrimonio para las clases de renta superior. Los recortes más acentuados fueron los realizados por el gobierno de Convergència (partido neoliberal), hoy JxCat, siendo presidente de la Generalitat de Catalunya el Sr. Artur Mas y Consejero de Sanidad el Sr. Boi Ruiz, presidente de la Patronal Sanitaria privada, cuyas primeras declaraciones como máxima autoridad de la sanidad pública catalana fueron animar a la población a que contratara un seguro de sanidad privado. Toda esta realidad quedó ocultada por el llamado “procés” independentista, dirigido por tal partido, cuyo apoyo procede mayoritariamente de las clases de renta superior y media superior.

El neoliberalismo mata

 Repito, la evidencia de que los países en el Atlántico Norte que han sufrido más debido a la pandemia son aquellos que han aplicado con mayor severidad las políticas de austeridad, así como reformas laborales regresivas, tales como los tres citados (ver mi artículo en Público “Lo que se está ocultando en el debate sobre la pandemia”, 24.03.20) es abrumadora. La respuesta de dichos países a la pandemia ha sido intentar cubrir las enormes deficiencias de sus sistema público sanitario a base de comprar material para curar a los enfermos y para proteger a los profesionales del sector, pues es en estos países donde hay mayor demanda para que se obtengan dichos materiales, pero esta alternativa está resultando ser, como era previsible, insuficiente, incluso para alcanzar los objetivos limitados definidos por sus gobiernos, importantes (como conseguir mascarillas para todos los profesionales y trabajadores de los sectores esenciales), pero, repito, insuficientes, pues la medida correcta sería conseguir mascarillas para toda la población. La OMS, por fin, ha admitido que los países que han tenido más éxito para controlar la pandemia han sido aquellos, como Corea del Sur, donde las mascarillas fueron utilizadas por toda la población (así como los guantes) a fin de protegerse del contagio.

Es urgente cambiar el tipo de producción económica en el país

 La primera respuesta de estos países a tales déficits ha sido, pues, intentar resolver la demanda por la vía mercantil, es decir, comprar los materiales en el mercado internacional, donde estamos viendo que hay una gran saturación provocada por una carencia global de tales productos, motivo por el cual sus precios se han disparado, alcanzando cifras astronómicas. Y como un signo del deterioro de tal mercado, se han establecido malas prácticas de todo tipo, incluyendo la devolución masiva de productos defectuosos ya adquiridos, tales como mascarillas (hecho que ha ocurrido con autoridades públicas en EEUU, España, Italia, Países Bajos y otros países importadores de dichos productos), provenientes en su mayoría de fábricas (muchas de ellas, ilegales) en China. 24 Y, para complicar más las cosas, dentro de los mismos países importadores, varias autoridades a distintos niveles (sean CCAA en España, regiones en Italia o Estados en EEUU) han estado compitiendo entre ellas para conseguir cuanto antes estos materiales tan necesarios, competición que ha ido en contra de los intereses de los compradores y a favor de los intereses de los proveedores.

La enorme insuficiencia de este mecanismo mercantil está creando una protesta popular muy extendida, exigiendo a los Estados que cambien sus prioridades y resuelvan esta escasez de otras maneras. Ello explica la creciente presión para que haya una transformación profunda del sistema productivo industrial, dando prioridad al bien común sobre cualquier otra consideración, exigencia que puede tener un impacto enorme en el orden político y económico de estos países. Existe ya una creciente demanda popular (que se refleja en el aplauso diario de las 8 de la tarde en honor de los profesionales y trabajadores sanitarios de todos estos países –EEUU, España e Italia– que están arriesgando sus vidas para salvar las vidas de los enfermos de coronavirus) para exigir a las autoridades públicas que antepongan el bien común a todo lo demás, haciendo lo posible e imposible para obtener tales materiales. Así, estamos viendo ya cómo en Italia, bajo la presión popular, hay cambios en las políticas públicas exigiendo, por ejemplo, a industrias textiles del país que sustituyan la fabricación de vestidos de alta costura (destinados a la población de renta superior) por la producción de mascarillas, batas y otras prendas que se necesitan urgentemente entre los trabajadores y profesionales de la sanidad y de los servicios sociales, así como de otros servicios esenciales. Y en EEUU, bajo los poderes del Estado federal, la industria automovilística (y, muy en especial, General Motors) está sustituyendo la producción de coches por la producción de ventiladores, que pueden significar la diferencia entre la vida o la muerte para los enfermos graves de coronavirus en aquel país.

Ha sido la presión popular canalizada entre otros por el gobernador del Estado de Nueva York (el estado con más afectados de EEUU), Andrew Cuomo, lo que ha forzado al presidente Trump a utilizar la Ley de Alarma General para forzar a la industria manufacturera, incluyendo la automovilística, a producir dichos respiradores. El presidente Trump, representante de la ultraderecha neoliberal y el más acérrimo enemigo del Estado federal, se ha visto forzado a tomar esas decisiones debido, como digo, a la 25 presión popular, unas medidas a las que se había opuesto en un principio argumentando, predeciblemente, que dicha intervención estatal transformaría EEUU en un país como Cuba o Venezuela, argumentos que se volvieron en su contra cuando el gobernador de Nueva York le respondió que el tema a discutir no era “intervención del estado federal sí o no”, sino el “objetivo de tal intervención”, pues EEUU es el país con mayor intervención federal en el desarrollo económico del país, intervención que se realiza a través del enorme gasto militar, incrementado todavía más por el presidente Trump, el cual ha utilizado la máxima ley de alarma en múltiples ocasiones para forzar al sector industrial a que produzca primordialmente para responder a las necesidades del establishment militar. Con el argumento de que el gobierno federal no debía intervenir para forzar al sector industrial a producir productos que prevendrían la muerte de ciudadanos, Trump mostraba de una manera clara su visión de lo que más le importa. Como lo acusó Cuomo, prefería más proteger los intereses del establishment militar y las grandes empresas de defensa que los intereses de la ciudadanía. La creciente popularidad de un movimiento social que se está expandiendo rápidamente en el país ha forzado a Trump a cambiar su estrategia, favoreciendo el intervencionismo federal en el sector industrial con finalidades sociales. Sería deseable que algo semejante ocurriera en España.

La importancia del bien común sobre el particular

Todos estos hechos muestran cómo, gracias a la presión popular, los Estados están tomando mayor protagonismo, interviniendo activamente en la reconversión industrial, anteponiendo el bien común a cualquier interés particular minoritario. Esta petición se está extendiendo a otros sectores, expresando un gran hartazgo popular contra las políticas neoliberales y los intereses económicos y financieros que las han promovido, y también contra los economistas a su servicio y su excesiva influencia sobre el Estado y sobre los medios de información y comunicación. Es por esta razón que el intento, en España, de aprovechar el enorme sufrimiento ciudadano para intentar desgastar al gobierno de coalición de izquierdas que están haciendo los partidos conservadores (como el PP en España) o neoliberales (como Vox, Ciudadanos o JxCat), presentándose como los grandes defensores de la ciudadanía frente al gobierno, acusándolo de incompetente, es de un cinismo extremo, pues fueron ellos –y sus políticas de austeridad- los que 26 causaron la indefensión de la población, debilitando los servicios públicos. La rebaja de impuestos a las rentas superiores, la privatización de los servicios públicos y los recortes del gasto público sanitario y social son los que causaron el exceso de mortalidad (mucho mayor que en otros países). Estos partidos políticos han sido responsables de la situación extrema a la que se ha llegado en este país. El gobierno de coalición ha abierto un nuevo capítulo de esperanza. Pero se requieren pasos más radicales, pues la tragedia es enorme. Y es ahí donde se debería redefinir la relación entre lo público y lo privado para priorizar lo primero sobre lo segundo, a fin de conseguir el bien común por encima de cualquier otra consideración. El gobierno de coalición ha estado tomando medidas de gran importancia, que se irán extendiendo como resultado de la presión popular, que siempre verá lo público y no lo privado como la mejor garantía para su salud, calidad de vida y bienestar. El orden económico actual, que prioriza lo privado sobre lo público, ha perdido toda la credibilidad, pues comparte la responsabilidad de que haya una mortalidad tan alta en este país. Así de claro.

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