Las grandes farmacéuticas han logrado ganancias
extraordinarias y se han asegurado un estado permanente de escasez y demanda de
vacunas, financiadas desde lo público. Ahora redoblan el control de sus
patentes monopólicas.
Trasnacionales farmacéuticas aseguran escasez de vacunas
El Viejo Topo
16 marzo, 2021
Las grandes
farmacéuticas están en pie de guerra. Han logrado ganancias absolutamente
extraordinarias debido a la especulación con vacunas, medicamentos e insumos
sanitarios relacionados con el Covid-19. Ahora redoblan el control de sus
patentes monopólicas para impedir que el sector público o empresas nacionales
puedan acceder o fabricar vacunas o medicamentos sin pagar ingentes sumas.
Cabildean agresivamente a sus gobiernos sede para impedir que la Organización
Mundial de Comercio (OMC) apruebe una exención a las patentes farmacéuticas
relacionadas con la pandemia.
Eso propusieron
India y Sudáfrica ante el Comité ADPIC (Acuerdo sobre derechos de propiedad
intelectual relacionados al comercio) de la OMC, que se reunió este marzo en
Ginebra. Contaron con apoyo de más de 100 países, pero los gobiernos de Suiza,
Estados Unidos, Unión Europea, Reino Unido, Australia, Canadá, Singapur, Japón
y Brasil bloquearon cualquier avance de la discusión.
India y
Sudáfrica plantean que se pueda acceder a vacunas, medicamentos e insumos para
Covid-19 sin verse limitados por elevados costos y patentes que impiden
manufacturarlos en países donde existe capacidad para ello. Eso multiplicaría
enormemente la disponibilidad de vacunas e insumos en el mundo y fortalecería
las capacidades nacionales en salud pública ante próximas debacles.
El ADPIC prevé
el uso de licencias obligatorias y otras excepciones en caso de crisis de salud
pública, pero cada vez que países han intentado usarlas, los cárteles de
la industria farmacéutica han hecho campaña para castigarlos, como sucedió con
Sudáfrica al intentar fabricar genéricos para la epidemia de sida, o Colombia,
que buscaba producir genéricos de un medicamento para el cáncer, entre otros
ejemplos. Por estos precedentes, ahora se busca que la OMC sancione la exención.
Una cruel
paradoja es que la mayoría de los gobiernos que se oponen a la exención de
patentes tienen ya comprometido el abasto de vacunas de Covid-19 para sus
poblaciones, incluso muchas más de lo necesario, como Canadá que acaparó hasta
cinco veces las dosis para inocular a toda su población. El gobierno de
Bolsonaro también se opuso a la exención, pese a que Brasil tiene las peores
cifras mundiales de muertes y el país tiene capacidad para manufactura
nacional.
Entre otras
acciones, las trasnacionales farmacéuticas enviaron una carta a Biden urgiendo
a mantener el apoyo a la innovación farmacéutica ( ), oponiéndose a
cualquier exención a los ADPIC. La firmaron directivos de Pfizer, AstraZeneca,
Sanofi, Merck, Novartis, Bayer, Eli Lily, Bristol Myers Squibb, Gilead, Abbvie
y otras, junto a la agrupación PhRMA, (Pharmaceutical Research and
Manufacturers of America). No obstante, la innovación de esas
empresas es casi nula, y en gran porcentaje se basa en usar la investigación
pública (https://tinyurl.com/hs6bkz28).
Varias de ellas
han sido ampliamente subsidiadas por el público para desarrollar vacunas y con
compras anticipadas por la pandemia (https://tinyurl.com/ykabcmw9) , pero han hecho contratos
leoninos y ventas a precios secretos en cada país, incluso a doble y triple
precio a países del Sur. Por ejemplo AstraZeneca vendió su vacuna para Covid-19
a Sudáfrica al doble del precio que la vendió en Europa. Pfizer exigió a varios
gobiernos latinoamericanos (entre ellos Perú, Argentina y Brasil) que además de
contratos secretos, respalden controversias con sus activos soberanos, o sea
reservas públicas de los países. (https://tinyurl.com/3v8fpjm4). Sumado a la inmunidad ante
cualquier efecto adverso de las vacunas, que en su caso son experimentales.
Por su lado, la
Fundación Bill y Melinda Gates presionó a la Universidad de Oxford, para que su
vacuna se fabricara con la trasnacional AstraZeneca, aunque la investigación
estaba avanzada y podría haberse hecho con institutos públicos. El anuncio
inicial de Oxford fue que la vacuna estaría disponible gratuita y abiertamente,
pero resultó una vacuna patentada con precios secretos.
En el mismo
sentido va el mecanismo Covax, formado inicialmente por CEPI y GAVI, dos
alianzas para promover vacunaciones financiadas por la Fundación Gates, en el
que participa la OMS y más de 180 gobiernos. Aunque figura como mecanismo
facilitador del acceso equitativo a las vacunas, en realidad es otra
forma de garantizar que el dinero público vaya a comprar las vacunas de las trasnacionales,
quizá en términos que superficialmente parecen ventajosos, pero que en realidad
son un doble pago del público, en lugar de exigir la cancelación de patentes y
favorecer la manufactura nacional.
Oxfam denunció
que los cuellos de botella de entregas, promovidos por las trasnacionales y la
Fundación Gates para asegurar las ganancias privadas, significan que
tomará como mínimo cinco años llegar a un 60 por ciento de población
global vacunada y a esa altura los virus muy probablemente hayan mutado.
Además, el tiempo de supuesta inmunidad de las vacunas es desconocido, y
probablemente demande vacunación anual. Sin contar con el surgimiento de otras
pandemias, ya que las causas para ello siguen sin tocarse.
Así las trasnacionales, con la filantrópica ayuda de Bill Gates, se han asegurado un estado permanente de escasez y demanda de vacunas –promovidas desde lo público para ganancias privadas– lo cual aparece como el negocio del siglo.
Artículo
publicado originalmente en La Jornada.
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