jueves, 10 de octubre de 2019
AGENTE DEL ESTADO EXTRANJERO DE EL VATICANO ENQUISTADO EN EL SAGRADO SOLAR PATRIO, EL CURA SANTIAGO CANTERA, QUE POR UNA CHISPILLA NO SE LLAMA SANTIAGO ABASCAL, COMETE EL DELITO DE DESACATO AL ESTADO ESPAÑOL, QUE DICHO EN CRISTIANO DE ANDAR POR CASA SIGNIFICA POR LA GRACIA DE DIOS: MIRA, QUE NO ENTRAIS PORQUE A MI SE ME PONE EN LA TESTICULAR, CONVIRTIÉNDOSE ASÍ EN EL AUTOR INTELECTUAL DEL PRESUNTO DELITO (PORQUE HASTA QUE NO SEA JUZGADO Y CON SENTENCIA FIRME, GRACIAS A DIOS, NO SE PUEDE DECIR NI MUS) DE SEDICIÓN, ULTRAJE A LA BANDERA, ALTERACIÓN VIOLENTAMENTE DEL ORDEN SOCIAL, DESCUARTIZAMIENTO DE LA UNIDAD NACIONAL E INCITACIÓN A LA REBELIÓN (¿A QUE PARECE UN TITULAR DE EDUARDO INDA, PERO AL REVÉS?. LA ÚNICA SALVEDAD ES QUE ESTE ES VERDAD). Y AHORA, ¡VIVA CRISTO INFANTE! (QUE TODAVÍA NO A LLEGADO AL ESCALFÓN DE REY) NO SEA QUE SE ME VAYA A TOMAR POR UN ROJO DE LA ROJERÍA
En
caso de la aplicación del artículo 135 de la Constitución, cuando nos diga el
Estado que nuestro dinero de las pensiones (Que es nuestro. Sólo es un
ligerísimo matiz. Pero óiganme, es que es nuestro) no nos lo puede dar, porque
tiene que pagar ante a los bancos (gracias al acuerdo del PSOE-PP y todos los
partidos de derecha con representación parlamentaria), ¿nos permitirán las
fuerzas del orden que desacatemos ese artículo de la Constitución?
* * *
El prior del
Valle de los Caídos desacata al Supremo y envía una carta al Gobierno: "No
autorizo el acceso a la Basílica"
Santiago Cantera ha hecho llegar una
misiva a Carmen Calvo explicando sus motivos para dificultar la exhumación de
Franco
Elplural-con
Miércoles, 9
de octubre de 2019
Santiago Cantera Montenegro, prior-administrador del
Valle de los Caídos
El prior de la Abadía del Valle de los Caídos
ha mandado una carta directa a la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo,
negando la entrada al Gobierno para proceder a la exhumación de los restos de
Francisco Franco. Santiago Cantera argumenta que se está vulnerando “la
libertad religiosa de Esta Comunidad al pretender actuar en un lugar sagrado
(Basílica) y sobre una res sacra (sepultura), sin la preceptiva
autorización eclesiástica.
Este martes el Tribunal Supremo se ha referido a esta cuestión,
conocedor de las últimas noticias del prior y de se poca diligencia a la
facilitación de la exhumación aprobada por el Alto Tribunal. En un auto, han
pedido al mismo que colabore y no enquiste la situación. Sin embargo, el prior,
en su misiva dirigida al Gobierno, advierte de que “el sometimiento a lo que
los Tribunales decidan no significa, en modo alguno, renuncia a los recursos
que el Ordenamiento nos ofrece ante una violación de derechos fundamentales”.
Así las cosas, el prior mantiene su negativa de
autorización, justificándola de la siguiente manera: “No existe consentimiento
de la familia y se mantienen los principios religiosos y morales afectados que
motivaron dicha denegación”. Pero esto no es todo: “En el transcurso del
procedimiento administrativo y judicial se han visto agravadas las razones de
nuestra negativa ante el hecho de que, según su tesis, la inviolabilidad de los
lugares culto depende de lo que decida una ley nacional, lo que es
inadmisible”, sentencia.
En consecuencia, el prior finaliza alegando que en
virtud de lo expuesto “esta Abadía no autoriza el acceso a la Basílica
(lugar de culto) con la finalidad de acceder a una res sacra (sepultura)”.
Respuesta del Supremo a la familia
El Tribunal Supremo ha
sentenciado este miércoles a la familia de Franco que no
hay nada que aclarar y que el Ejecutivo tiene la autorización expresa del Alto
tribunal para exhumar los restos del dictador del mausoleo del Valle de los
Caídos una vez se ultimen los flecos de los tres recursos aún
pendientes. "La sentencia es clara", han señlado.
En un auto, la Sección Cuarta de la Sala de lo
Contencioso Administrativo ha allanado el camino al Ejecutivo. La familia había
preguntado al Supremo si el Gobierno podía exhumar los restos de Francisco
Franco sin el consentimiento del prior.
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SOBRE FEMINISMO
Sobre “El
patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo”, de Silvia Federici.
El otro marxismo sin Marx
Miguel Ángel Llana Suárez ||
Ingeniero y diplomado en
Empresariales. Editor de Asturbulla
Creo que es necesario realizar algún comentario sobre
este libro que, para el propósito de este análisis, es suficiente con ceñirse
solamente a su introducción titulada: “A modo de introducción Marxismo y
feminismo: historia y conceptos”.
Es ya tradicional referirse a Marx, no solo para
reinterpretar lo que dijo o no dijo en su momento, sino también para criticar
los temas que él no trató, o por no prever acontecimientos futuros, como
esperando que ejerciera de vidente. Por si esto no fuera ya suficiente, ahora
nos encontramos con un nuevo modo de interpretar a Marx, como es afirmar justamente lo contrario de lo que él ha dicho,
mientras el nuevo marxismo-feminismo se apunta el invento y acierto de
corregirlo. Podría afirmarse que se trata no de un marxismo-feminista sino de
una especie de fobia que podríamos denominar
antimarximo-feminista. De tal modo está planteado este
(anti)marxismo-feminista que no se sabe bien hasta qué punto es aconsejable
rebatirlo dada su falta de rigor falseando lo más esencial del marxismo, mientras, en cambio, lo relevante y las
claves de la aportación marxista quedan anuladas.
Revolución feminista
Todos coinciden en que estamos ante una “crisis
sistémica” que, por supuesto, afecta profundamente
a nuestra vida y a nuestras relaciones a todos los niveles. Inevitablemente
esta crisis económico-social va a marcar nuestra conducta para mal porque,
como es de esperar, cuando el “sistema” es perverso en sí mismo y en sus fines,
sus resultados también lo serán, salvo que pudiéramos poner freno a sus
desmanes de inmediato aunque, de momento, parece difícil cambiar el modelo.
El capitalismo acorralado por sus
contradicciones, se vuelve tremendamente agresivo, necesita expandirse y lo
hace a sangre y fuego tal como estamos viendo en tantas situaciones y en tantos
países.
Sencillamente necesita rentabilizar el capital acumulado y, no solo esto, sino
mantener la tasa de ganancia e incluso incrementarla. También necesita
recursos, mercados, mano de obra más y más barata, eliminar competidores (el mayor enemigo de un capitalista es otro
capitalista) y, para ello, importa el fin, no los medios.
Pensar y pretender actuar en esta jungla de modo
unilateral -sectario se podría decir- desde solo el punto de vista feminista
creyendo que la revolución puede hacerse en los números pares y no en los
impares, o viceversa, no es más que
estar del lado del despiste y no del lado de buscar una trasformación del
conjunto de esta sociedad capitalista-neoliberal. Desde luego no estamos
hablando de la misma crisis ni tampoco vemos que haya coincidencia en las
soluciones.
El Capital y marxismo
Cada cuál puede leer e interpretar El Capital
como mejor le parezca. El Capital
es de los libros más citados y, sin embargo, es de los que menos se han leído
(La primera edición en España data de 1931 y su precio era exorbitante). El
estudio de la circulación de mercancías y del dinero, la transformación de
dinero en capital, los conceptos de valor (valor de uso y de cambio), el
plusvalor absoluto y el relativo, la tasa de ganancia y su relación con el
capital orgánico (capital constante y variable), la acumulación de capital y el
capital originario, la lucha de clases, etc., se pueden pasar por alto, por supuesto, pero entonces no sé bien de qué
estamos hablando, pero desde luego no solo no estamos hablando de marxismo sino de algo que es todo lo contrario, de la
particular interpretación que Silvia Federici da al marxismo, de federicismo.
Como en las facultades que, en
general, si se estudia a Marx es para su desprestigio sin más análisis, cuando no con tergiversaciones que
contribuyen a crear confusión o a favorecer expresamente al neoliberalismo y a
la economía del llamado libre mercado. En este sentido, la aportación y la
interpretación que Silvia Federici da en esta introducción es un ejemplo de lo
dicho e incluso va más allá, con este
“marxismo-feminista” para nada hacen falta los antimarxistas.
Las etiquetas
Están de moda las etiquetas y su utilización sin
especificar su contenido. Así no tenemos modo ni de saber qué pasa, por qué
pasa y, mucho menos, intentar resolver lo que no sabemos en qué consiste. La
lucha, ciertamente, va mucho más allá del feminismo y del patriarcado. La lucha
ha de ser contra el “sistema” que es el que origina –y hasta le conviene- las
diferencias existentes y estos conflictos internos.
Siguiendo con las etiquetas, francamente, no se ve
significado alguno a lo de “teoría marxista-feminista”, “patriarcado del
salario”, “jerarquías patriarcales”, “patriarcado capitalista”, etc., que no
solo no nos conducen a nada positivo, sino que enmascaran la verdadera lucha,
la lucha de clases, contra el capitalismo devenido ahora en neoliberalismo y
principal causante tanto de la situación de crisis como de las diferencias
sociales, incluidas las de género.
Reinterpretando El Capital
Está claro que Silvia Federici está por el cambio y
contra la crisis, pero lo que no se ve bien es qué cambio pretende, aunque sí
parece que la crisis lo es solo para las feministas y que el enemigo a batir no
es la “crisis sistémica” sino el “patriarcado capitalista” y las “jerarquías
patriarcales”. De El Capital dice que solo es aprovechable una parte
mientras que rechaza otra y, en general, lo reinterpreta para que el marxismo
se acomode y ajuste adecuadamente a las necesidades predeterminadas de este
particular modelo feminista recogido en la “teoría marxista-feminista” e,
incluso, pone en boca de Marx justamente lo contrario de lo afirmado por éste y
por los marxistas más relevantes. Desde luego de Marx (no solo) no aprovecha
nada sino es para tergiversarlo y sumarse con ello a los interesados
detractores.
Tres clases
Apostar por un “marxismo feminista” o incluso sin
marxismo es una opción, pero al mismo tiempo es ponerse al lado de este
sistema. Conviene no olvidar que la crisis sistémica es completamente
democrática y nada sectaria, no hace distinciones, trata a todos por igual,
solo le interesa sacar el máximo beneficio con el menor coste posible, le da
igual que trabajen blancos o negros, hombres o mujeres, niños o ancianos. Es
más, el capitalismo, si pudiera, prescindiría de lo que Marx denomina “capital
variable”, de los salarios.
El eslogan de que la revolución será feminista o no
será, no hace más que perjudicar y confundir a los movimientos sociales, porque
la revolución o lo es para todos o para nadie. Y si pudiera serlo para
solamente la mitad de la sociedad ¿qué revolución sería? Tal parece, para
Silvia Federici, que la sociedad se divide en tres clases -no en dos como
señalaba Marx-, en los poseedores de los medios de producción, las feministas y
el “patriarcado capitalista” y que la lucha se ha de librar entre feministas y
el “patriarcado capitalista”, todo ello plagado de matices pseudomarxistas pero
olvidando al enemigo común, mejor dicho, al que debiera ser el enemigo común.
La propiedad garantizada
No se trata de dividir el mundo en buenos y malos sino
en los que poseen los medios de producción y los que no tienen nada más que su
fuerza de trabajo que han de vender como mejor puedan, si pueden, y si no al
paro en el que ya hay millones. Parados que son muy necesarios al sistema como
amenaza latente al empleo de los que trabajan y, también, para mantener su
precariedad. No podemos olvidar que las constituciones de los países
neoliberales (incluida la impuesta en el 78) aseguran y garantizan la propiedad
pero, para el trabajo, la vivienda, prestaciones sociales, etc., solo aseguran
el derecho, mucho derecho, pero nada de garantizarlo.
Pero si la situación ya está muy complicada, Silvia
Federici considera “que a nivel mundial se siente la necesidad de un cambio,
económico, social y cultural” y, añade, que es importante “tener presentes los
principales problemas de la relación entre marxismo y feminismo” como si el
marxismo distinguiera de géneros. Olvida Silvia Federici que, desde el punto de
vista marxista, la idea de clase es más que esencial para entender de qué va El
Capital, el marxismo, y en qué consiste realmente el conflicto político-económico
de la sociedad de modo que si olvida que la esencia del conflicto es de clases,
entonces no está hablando de marxismo.
Acumulación / precariedad
La crisis sistémica se traduce en una precarización de
las condiciones del trabajo asalariado acompañada de crecientes recortes en el
conjunto de las prestaciones sociales y de un incremento del paro, todo ello
debido a la sobreproducción, por un lado, y a la acumulación de plusvalías
(ganancias) que, de ser reinvertidas, tendrían un bajo rendimiento, es decir,
un descenso en la tasa de ganancia, tal como predecía Marx. Con la ruina y el
cierre de empresas y los correspondientes despidos, que conduce a una mayor
concentración de las mismas, se resuelve la crisis de modo provisional y hasta
la próxima, sin olvidar un incremento del paro y una mayor precarización de
toda la sociedad sin distinción ni de edades ni de género.
Causas y efectos
En la introducción del libro no queda nada claro qué
pretende Silvia Federici cuando intenta aclarar los conceptos del marxismo y
del feminismo. Pero menos claro resulta aún saber cuáles son las causas
originales del malestar, las causas de fondo de los problemas que cita. Una
cosa son los efectos y otra son las causas. Por mucho que apostemos por
eliminar los efectos nada conseguiremos, nada que no sea obtener una
satisfacción tan efímera como engañosa porque todo va a seguir igual, o incluso
peor, porque estamos empleando nuestras energías y recursos en dirección
equivocada cuando apuntamos a señuelos más que al objetivo real.
Marx como comodín
Silvia Federici utiliza a Marx para bien y para mal,
como comodín, pero realmente no da a entender cuáles son las aportaciones que
Marx ha realizado al modelo socio-económico. Es más, considera que el capitalismo,
la organización del trabajo y las formas de acumulación han cambiado y por
tanto la aportación de Marx ha perdido actualidad, caducó en parte, y considera
que el feminismo ha dado herramientas para hacer la crítica a Marx partiendo
del invento al que ha denominado “teoría marxista-feminista”. Esto es posible,
pero sería necesario que lo argumentara, cosa que no hace en absoluto. Tal
parece que la “crisis sistémica” se ciñe solo al feminismo olvidando a todos
los demás. Se olvida de que cuando un barco va a pique, unos primero y otros
después, todos van al agua, no hay distinción de categorías, pero todos
naufragan. Claro que hay que corregir las diferencias pero yendo a las causas y
no malgastando el tiempo en enfrentamientos entre los afectados.
Visión marxista-feminista del progreso
Dice Silvia Federici que tanto Marx como Engels
piensan que el desarrollo industrial capitalista es un factor de progreso y que
promueve una relación más igualitaria entre hombres y mujeres y que el
desarrollo capitalista es necesario porque es una fuente de progreso y, por sí
misma, nos lleva a un proceso de emancipación, al igual que el llamado proceso
“acelerecionista” que favorece el desarrollo capitalista como factor de
emancipación. Después de atribuir a Marx-Engels tan disparatadas
afirmaciones, Silvia Federici concluye diciendo que una visión
marxista-feminista puede ayudar a liberarnos de algunas ideologías presentes en
Marx.
Evolución capitalista
Esta es la apreciación de Silvia Federici sobre la
idea que Marx tiene sobre la “emancipadora evolución capitalista”, cuando
precisamente en el auge de la revolución industrial en Inglaterra, los niños de
10 a 12 años han de trabajar de sol a sol en la mina o en alguna industria no
menos insalubre, época en la que limitaban el salario máximo, no el mínimo, y
penalizaban tanto al patrón como al trabajador por pagar o cobrar más que el
salario máximo.
Por otra parte, se ha de reconocer que en esto el
capitalismo no hace distinciones, igual le da cómo o quién trabaje, aunque
ahora, con la deslocalización, todo se ha trasladado a las maquilas de otros
países en donde hay niños, mujeres y hombres con salarios y condiciones de
trabajo similares a las de la Inglaterra de hace dos siglos. La esencia del
capitalismo es la que es desde el principio y no parece que haya cambiado en
nada ni mucho menos que el marxismo haya caducado
Silvia Federici llega a decir que “Marx comparte la
idea de que el desarrollo industrial, capitalista, promueve una relación más
igualitaria entre hombres y mujeres.” Y, añade, que Marx no se da cuenta de que
esto favorecería un nuevo patriarcado.
El salario
Parece que el quid de la cuestión está en el salario
según entiende Silvia Federici cuando dice que la dependencia del salario
masculino convierte a éste en el supervisor del trabajo de la mujer y que
divide a la familia en dos partes, una asalariada y otra no asalariada, creando
una situación de violencia latente. Resuelve esta situación convirtiéndola en
una reivindicación que el movimiento feminista reclama como contraprestación
por las labores domésticas y las de reproducción, como si así recuperara la
libertad y, con ella, su emancipación. Pero parece que olvida que el salario es
el clavo ardiendo al que se han de agarrar los desposeídos de medios de
producción para poder sobrevivir y que el salario masculino que cita, no es
producto de ninguna libertad sino el pago por la sumisión del trabajador al
poseedor de los medios de producción.
El patriarcado del salario. Silvia Federici.
Vale recordar que el salario no hace libre a nadie, si
es bueno vivirá mejor y si es precario vivirá precariamente, pero en cualquier
caso dependerá de quien se lo pague. Salario pagado por la realización de trabajos
penosos e insalubres hasta el pagado por trabajos que implican la renuncia a
los propios principios, y siempre con la cláusula de la sumisión, de la no
realización de la persona y del despido sin más. Algunos trabajos pueden ser
gratificantes pero, en todo caso, no tienen por qué estar relacionados
necesariamente con un buen salario.
Puestos a buscar independencia por qué no reclamar la
renta básica universal, algo que solo podría ser fruto de una conquista social
y, por supuesto, no a costa de recorte de otras prestaciones. Sería una buena
solución para cubrir las necesidades básicas y, al tiempo, para liberarnos de
la esclavitud de tener que estar sometidos a un trabajo con un salario que
depende de un empleo inestable y cada vez más precario o de ir al paro. Pero
Silvia Federici insiste en que la liberación de las feministas vendrá de la
mano de tener un salario.
Hablando de salarios, es esencial distinguir la
diferencia entre el “valor de uso” y “el valor de cambio”, conceptos con los
que Marx inicia, precisamente, El Capital. Valor de uso es la capacidad
de un bien para satisfacer necesidades de la vida humana y su cualidad no
depende del trabajo necesario para obtenerlo. El valor de cambio es el precio
que se ha de pagar por una mercancía a la que se le ha incorporado el trabajo
necesario para obtenerla. Ambos bienes tienen en común su utilidad. El valor de
uso de un bien ni tiene precio ni es cuantificable, mientras que el valor de
cambio sí es cuantificable y tiene precio. Precio que lleva incorporado el
trabajo necesario para obtenerlo, más el trabajo no pagado que es el beneficio,
es decir, la plusvalía del capital.
Marx
Marx contribuyó con importantes aportaciones a la
redefinición de las leyes socioeconómicas y su inter relación (por no hablar del
campo de la filosofía y demás). En el entierro de Marx en 1883 y ante su tumba,
Engels, a modo de resumen dijo: “… Marx ha descubierto las leyes del
desarrollo de la historia humana…”. Así, en el “Prólogo a la Contribución a
la Crítica de la Economía Política”, Marx dice que el conjunto de las
relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad, la base
real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y, que el
modo de producción de la vida material, condiciona el proceso de la vida social
política y espiritual. Es decir, no es la conciencia del hombre la que
determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia.
Contrariamente a la opinión de Silvia Federici y a su
“teoría marxista-feminista” nada de todo esto ha cambiado, solo que no se puede
olvidar que estamos condicionados, inexorablemente, a este modo de producción,
al sistema del que no podemos salir, sistema neoliberal liderado e impuesto,
precisamente, por Margaret Thatcher, de tal modo que poco importa a los negros
que Obama haya gobernado en Estados Unidos o quién dirija, de algún modo la UE
aquí, Merkel en Alemania y May en el Reino Unido, para que las reivindicaciones
feministas hayan progresado, porque no depende de la persona sino del modo de
producción que es el que condiciona el proceso de la vida social y política, y
no al revés, tal como dice Marx.
Diferencias sociales
Es evidente que hay discriminación y diferencias
sociales y las hay de todo tipo, por diversas causas y con distintos orígenes.
Diferencias de género, por supuesto, pero también y no menos graves e
importantes, de raza, color, origen social, étnico, emigración, etc. De poco o
de nada sirve protestar o denunciar las diferencias sin más, si no se hace una
seria apuesta por ver cuáles son las causas, su origen y por qué. Silvia
Federici recurre a las etiquetas como justificación y sin otro argumento.
De este modo considera que a partir de la “teoría
marxista-feminista” ya se puede hablar del enemigo a batir, el “patriarcado
capitalista” sin que se sepa muy bien qué significan ambas expresiones y cuáles
son sus contenidos, quedando tan incierta su interpretación como su utilidad y,
en concreto, sin saber exactamente qué hacer. Eso sí, las feministas no solo son
siempre las víctimas, sino que parecen ser las únicas y las mayores víctimas
que ni siquiera lo son del sistema, sino de lo que llama el
“patriarcado-capitalista.”
A modo de conclusión
Este sistema, este modo de producción capitalista ha
nacido con discriminación y con violencia y solo con violencia y discriminación
puede mantenerse, es su esencia. La primera violencia y discriminación se
establece con el modo de producción, una clase posee los medio de producción y
otra clase solo puede trabajar para vivir “vendiendo” su fuerza de trabajo en
las condiciones impuestas por el mercado sobre el que tiene bastante difícil
ejercer control alguno.
Nuestra sociedad, como parte del sistema, no es
ninguna isla en donde la ley sobre la igualdad y la no discriminación importe
realmente al sistema. El enemigo no puede buscarse en la ciudadanía ni en el
vecino, ni en el color de la piel, ni tampoco en el género. Los planteamientos
tan indefinidos y sesgados, como los realizados por Silvia Federici con su
“teoría marxista-feminista”, “patriarcado del salario”, “jerarquías
patriarcales”, “patriarcado capitalista”, etc., no solo no resuelven nada sino
que sirven para crear más división y hasta enfrentamiento en los grupos
sociales, en las clases sociales de esta sociedad cada vez más precarizada, más
neoliberal y con más violencia y discriminación a todos los niveles y, de paso,
para favorecer al sistema, a los intereses del neoliberalismo que es el que nos
gobierna de hecho y de derecho.
(Articulo relacionado De la quema de brujas al trabajo productivo , de Guillem Murcia López. Sobre: Calibán y la
bruja, de Silvia Federichi
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