jueves, 10 de agosto de 2023

Las ganancias de los fabricantes de armas de Occidente superan los 200 mil millones: Informe [Estos 200.000 millones, Dios mediante, y mejorando lo presente, aquí un servidor de Dios y de ustedes, lo que viene a decir, es que son los mismos 200.000 millones que han salido del costillar de los trabajadores, que son los únicos que pueden crear valor, y que Dios me perdone, concebida sin pecado sea, para enriquecer a una banda de Penelopes del capital, cuadrilla exigua de bestias salvajes insensibles por demás, hermanos nuestros en el amor y la piedad infinita de Nuestro Señor Jesucristo, amén Jesús, y que así sea tu voluntad, mas no la mía. Mismamente, ahí iba yo: ¿Se imaginan la de chiquichentos mil metros de manguera para apagar fuegos que se podrían haber fabricado con 200.000 mil millones de leandrones (1 leandrón = 1 millón de dólares? O dicho de otra manera para no herir la sensibilidad de nadie no sea que se atosigue y me le entren unas malas calenturas y se joda la marrana: ¿Se imaginan cuanto podría haber mejorado, corregido o retocado el mundo entero para que la inmensa mayoría de su población viviera mejor con esos mismo 200.000 millones de leandrones (lo mismo que antes: 1 leandrón = 1 millón de dólares). Questo es mucho fácil, maño: que yo solo digo lo que digo, ni más ni menos ni menos ni más. Punto. ]

 

Las ganancias de los fabricantes de armas de Occidente superan los 200 mil millones: Informe

 

 

DIARIO OCTUBRE / agosto 10, 2023

 

Los contratistas de defensa de EE. UU., la UE y el Reino Unido han sido los principales beneficiarios de las ventas de armas a Ucrania.

 



Los ingresos de los principales contratistas de defensa occidentales se han disparado, y los fabricantes de armas estadounidenses dominan la industria armamentística mundial, informó Defense News el lunes.

Según la nueva clasificación de la revista de las 100 principales empresas de defensa, en 2022, los cinco principales contratistas de armas de Estados Unidos obtuvieron $ 196 mil millones en ingresos relacionados con el ejército.

La clasificación muestra que cuatro empresas con sede en EE. UU. se encontraban entre los cinco principales contratistas militares del mundo. Estados Unidos se ha convertido en la principal fuente de armas para Ucrania en medio de su conflicto con Rusia, habiendo comprometido alrededor de $ 37 mil millones en asistencia de seguridad para Kiev.

En la primera mitad del año, los ingresos de los 25 principales contratistas de defensa occidentales aumentaron un 11% a $ 212 mil millones, según muestra la información corporativa citada por el canal Ravenstvo Media Telegram.

Según los cálculos, se espera que las ventas totales de armas de estas empresas para 2023 asciendan a 448.000 millones de dólares, un aumento de 47.000 millones de dólares con respecto al año pasado. Para 2026, la cantidad podría aumentar en más del 20% a $ 554 mil millones en la parte posterior de las entregas de armas a Ucrania y el rearme en Europa, señaló el informe.

Se estima que los contratistas de defensa occidentales aumentarán los ingresos en $150 mil millones, o un 37 %, de 2021 a 2026. Por el contrario, el crecimiento económico en los países avanzados será la mitad de ese ritmo en el mismo período, informó Ravenstvo Media. Citó las proyecciones del FMI de que para 2026, el PIB colectivo de las naciones avanzadas será de 67,8 billones de dólares, en comparación con los 56,6 billones de dólares de 2021.

El fabricante estadounidense Boeing es dominante entre las empresas centradas en la defensa, según muestran los datos, con suministros a Ucrania que van desde vehículos aéreos no tripulados ScanEagle y sistemas de defensa aérea Avenger, hasta misiles Harpoon y Hellfire, y bombas de diámetro pequeño lanzadas desde tierra.

El contratista de defensa estadounidense RTX, anteriormente conocido como Raytheon Technologies, también ha suministrado una variedad de armas y sistemas, incluidos misiles de largo alcance Patriot, sistemas antitanque Javelin y TOW, y Stinger MANPADS.

Francia ha enviado misiles de largo alcance SCALP, que son fabricados por MBDA, una empresa conjunta entre BAE Systems, Airbus y Leonardo.

Un informe reciente del inspector general del Pentágono reveló que parte del equipo militar suministrado a Ucrania por Estados Unidos y sus aliados ha caído en manos de grupos criminales. Moscú, que se opone firmemente al suministro de armas occidentales a Kiev, ha señalado con frecuencia el peligro de que las armas se saquen de contrabando de Ucrania y se vendan en el mercado negro.

Fuente

FUENTE: news-front.info

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Cómo el fracaso en Ucrania cambia los planes de Biden

 

Cómo el fracaso en Ucrania cambia los planes de Biden

 

DIARIO OCTUBRE / agosto 10, 2023


La contraofensiva ucraniana está fracasando al igual que la estrategia de Biden en Ucrania, afirmó el periódico 'The Hill'. La autora, Brahma Chellaney, puso en duda la victoria de Kiev y argumentó que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está malgastando el dinero en lugar de plantearse seriamente una resolución pacífica del conflicto.


© AP Photo

Después de un año y medio del conflicto y las sanciones sin precedentes contra Rusia, Occidente empezó a cansarse de Ucrania, indica el artículo, citando una nueva encuesta de CNN-SSRS. Así, la mayoría de los estadounidenses ahora se opone a que el Congreso apruebe más ayuda militar y económica a Kiev.

 

A pesar de todos los esfuerzos de EEUU para entrenar y suministrar el equipo militar a Ucrania por un valor de decenas de miles de millones de dólares, las fuerzas ucranianas se están estancando, es decir, la contraofensiva acabó de ser un fracaso. He aquí las cifras: las FFAA ucranianas han perdido hasta el 20% de las armas que les habían proporcionado. Por lo tanto, la falta del éxito en el frente enterró las esperanzas de la OTAN de lograr un gran avance militar en el conflicto con Rusia.

“Mientras tanto, la falta de avances de la contraofensiva coloca al presidente, Joe Biden, en una situación difícil. Pero en lugar de repensar su estrategia, simplemente está tirando dinero y esperando un milagro: un eventual avance en el campo de batalla contra las fuerzas rusas o una agitación política en Moscú”, resume la autora.

Según la publicación, la única opción de poner fin a los combates en Ucrania es el diálogo y la diplomacia. Hay que tener en cuenta que el conflicto actual, a diferencia de anteriores enfrentamientos militares entre Estados, tiene consecuencias mundiales enormes que se traducen en aumento de los precios de los alimentos y los combustibles, y de la inflación.

Esto se debe en gran medida a que el conflicto se ha convertido en una especie de guerra indirecta entre las grandes potencias, un choque entre Rusia y el bloque liderado por EEUU.

Por otro lado, Biden, tras cerrar la puerta a las relaciones diplomáticas con Rusia, está suplicando a Pekín que estabilice las relaciones chino-estadounidenses mediante conversaciones directas. A mediados de 2023, el presidente envió al país asiático a varios altos funcionarios, entre ellos el director de la CIA, William Burns, el secretario de Estado, Anthony Blinken, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. Sin embargo, estas visitas no fueron fructíferas, así que Henry Kissinger, el exsecretario de Estado, realizó un viaje improvisado e instó a la Administración Biden a adoptar un enfoque más conciliador con China.

De esta manera, Biden intenta impedir la creación de un eje sino-ruso contra América, mientras Washington se implica cada vez más en el conflicto ucraniano, destacó Chellaney.

Sin embargo, las sanciones contra Rusia solo contribuyen a promover los intereses comerciales y estratégicos de China. Algunas organizaciones califican a China de “principal beneficiaria” de las medidas punitivas de Occidente contra Moscú.

Mientras tanto, en el campo de batalla, el conflicto ucraniano ha llegado a un punto muerto.

Una mayor implicación de Estados Unidos llevó al agotamiento de los recursos militares occidentales. De hecho, el resultado ya quedó claro, el flujo de armas estadounidenses hacia Ucrania ya está debilitando a Washington en Asia.

La crisis ucraniana, de por sí, saca a la luz algunos de los principales retos militares de Occidente. Washington pretendía desangrar a Moscú en Ucrania, pero es Estados Unidos, y no Rusia, quien se está quedando sin armas críticas.

“Este es un conflicto sobre municiones. Y Ucrania se está quedando sin ellas, y nosotros nos estamos quedando sin ellas”, reconoció Biden en una reciente entrevista con la CNN.

Por eso, dijo, no tuvo más remedio que enviar municiones de racimo a Kiev.

Chellaney advirtió que retrasar una solución diplomática en Ucrania podría resultar desastroso para el país. Citó como ejemplo la guerra de Corea de 1950-1953, en la que las partes estuvieron estancadas durante dos años antes de que se alcanzara una tregua.

Al igual que la Guerra Fría creó Alemania Oriental y Occidental, Vietnam del Norte y del Sur y las todavía existentes Corea del Norte y del Sur, el resultado probable de la actual confrontación será la partición de Ucrania, concluyó la autora. Así, la mayor parte del país se convertirá en el amortiguador estratégico de Rusia frente a la OTAN, mientras que fragmentos del antiguo Estado seguirán un rumbo occidental, pero no se unirán a la Alianza.

FUENTE: sputniknews.lat

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Decrecimiento planificado / 4

 

El número de verano de la revista Monthly Review está dedicado íntegramente al «Decrecimiento planificado: ecosocialismo y desarrollo humano sostenible». Debido a su longitud, aquí se reproduce dividido en partes que se publican en días sucesivos.

 

Decrecimiento planificado / 4


John Bellamy Foster

El Viejo Topo

7 agosto, 2023 

 


[Continuación]

Los Estados socialistas y el medio ambiente

Existe una noción muy extendida, que se hizo casi universalmente aceptada tras la desaparición de la Unión Soviética, de que el historial soviético en materia de medio ambiente era mucho peor que el de Occidente, y que ello era atribuible al socialismo y a la planificación central. Es cierto que el historial de la URSS en materia de medio ambiente era deplorable en muchos aspectos. Basta pensar en Chernóbil y el mar de Aral. En la época de Stalin, muchos de los ecologistas soviéticos pioneros fueron purgados, con importantes consecuencias para el desarrollo soviético. Sin embargo, la visión dominante borra los éxitos medioambientales soviéticos, manifestados en sus cinturones verdes alrededor de las ciudades, sus famosas zapovedniki (reservas ecológicas científicas), sus campañas masivas de reforestación/forestación, su papel de liderazgo en la promoción de acuerdos medioambientales a escala internacional y sus poderosas organizaciones ecologistas, que ejercían presión sobre el gobierno. La Sociedad Panrusa para la Preservación de la Naturaleza, dirigida en gran parte por científicos, tenía treinta y siete millones de miembros en 1987, lo que la convertía en la mayor organización de defensa de la conservación del mundo.

A medida que la Unión Soviética se industrializaba y modernizaba al tiempo que se enfrentaba a la necesidad de elevados niveles de gasto militar dada la amenaza de la Guerra Fría por parte de Occidente, convergió de forma natural con los niveles occidentales de destrucción medioambiental. Al igual que Occidente, acabó respondiendo, aunque no sin contradicciones, a sus movimientos ecologistas. La protección y conservación del medio ambiente se incorporaron, aunque de forma inadecuada, a su sistema general de planificación. La Unión Soviética contaba con un amplio sistema de leyes medioambientales que, sin embargo, no se aplicaban suficientemente. Fueron científicos soviéticos, pronto seguidos por científicos estadounidenses, los primeros en dar la voz de alarma sobre el calentamiento acelerado del planeta. También se hicieron grandes esfuerzos en el ámbito de la conservación del suelo. En la década de 1980, el concepto de «civilización ecológica» surgió por primera vez en la Unión Soviética y pronto fue adoptado en China, donde se ha convertido en un aspecto central de la planificación general, como se refleja en los planes quinquenales de China. Destacados economistas soviéticos, como P. G. Oldak, abogaron por una transformación radical de la contabilidad soviética de la renta nacional para integrar medidas directas de destrucción medioambiental. «Más», argumentaba, «no siempre es «mejor».

El historial medioambiental de la Unión Soviética con respecto a la contaminación, aunque apenas satisfactorio, era en general favorable si se comparaba con el de Estados Unidos, con poblaciones aproximadamente iguales. Las emisiones per cápita de dióxido de azufre, óxido nitroso, partículas y dióxido de carbono de la Unión Soviética eran muy inferiores a las de Estados Unidos, mientras que sus emisiones per cápita de dióxido de carbono disminuyeron en sus últimos años. La huella ecológica per cápita de la Unión Soviética, la medida más exhaustiva del impacto medioambiental, era muy inferior a la de Estados Unidos, y la diferencia aumentó en la década de 1980, ya que la huella ecológica per cápita de Estados Unidos siguió creciendo mientras que la de la URSS se estabilizó. Además, esto era así a pesar de que Estados Unidos era capaz de «descargar los daños medioambientales en muchos otros países». Estados Unidos era mucho más rico y avanzado tecnológicamente, pero también causaba mucho más daño al medio ambiente mundial.

Aunque la planificación soviética y la de otras sociedades posrevolucionarias se habían orientado al crecimiento económico, imitando hasta cierto punto al capitalismo en este aspecto, el impulso interno, basado en las clases, de acumulación de capital no es una característica estructural inherente a una sociedad socialista planificada. Por esta razón, Paul M. Sweezy argumentó en 1989 que las economías planificadas realmente existentes ofrecían la mejor oportunidad para la humanidad en cuanto a las rápidas transformaciones en la producción y el consumo necesarias para hacer frente a la crisis medioambiental mundial.

Cuba, a pesar de ser un país pobre sometido a un perpetuo bloqueo económico por parte de Estados Unidos, es reconocida desde hace tiempo como la nación más ecológica de la Tierra, según el Informe Planeta Vivo de la Federación Mundial de la Naturaleza. Cuba pudo demostrar que un país puede tener una alta calificación en desarrollo humano y al mismo tiempo una baja huella ecológica. Ello se debe a que sitúa el desarrollo humano de la población en su conjunto, incluidas las condiciones medioambientales, en el primer plano de su planificación.

La República Popular China, por su parte, ha dado pasos de gigante en la dirección de la «civilización ecológica», a pesar de su intento de elevar la renta per cápita de su población por encima del nivel actual, que actualmente es menos de una quinta parte de la de Estados Unidos (en términos de cambio de mercado), lo que requiere altas tasas de crecimiento económico. Aun así, China ha avanzado en tecnologías sostenibles, en las que es líder mundial; en la rápida reducción de la contaminación; y en los niveles mundiales de reforestación/forestación.

En el actual clima ecológico, China y Cuba –junto con otras economías mixtas, dirigidas por el Estado y semiplanificadas, como Venezuela, con sus intentos, a través de su Revolución Bolivariana, de construir un Estado comunal y sus extraordinarios logros en seguridad y soberanía alimentarias– ofrecen esperanzas de avances ecológicos en la actual emergencia planetaria, actualmente inexistentes en el opulento mundo capitalista.

Planificar el desarrollo humano sostenible

El decrecimiento o la desacumulación planificados y el cambio a un desarrollo humano sostenible son ahora inevitables en los países más ricos, cuyas huellas ecológicas per cápita son insostenibles a escala planetaria, si queremos que sobreviva la civilización organizada. La escala y el ritmo de la transformación ecológico-energética necesaria, tal y como se subraya en los informes científicos sobre el cambio climático y otros límites planetarios, indican que para evitar el desastre debe llevarse a cabo una transformación revolucionaria de todo el sistema de producción y consumo bajo el principio «Más pequeño, pero mejor». De ahí que los países capitalistas/imperialistas centrales, que constituyen la principal fuente del problema, deban buscar un «camino próspero hacia abajo», centrándose en el valor de uso más que en el valor de cambio. Esto requiere avanzar hacia niveles mucho más bajos de consumo energético y gravitar hacia cuotas per cápita globales iguales, al tiempo que se reducen a cero las emisiones de carbono.

Al mismo tiempo, hay que permitir que los países más pobres con baja huella ecológica se desarrollen en un proceso general que incluye la contracción de la producción de energía y materiales en los países ricos y la convergencia del consumo per cápita en términos físicos en el mundo en su conjunto. La reducción de las economías ricas requerirá un cambio masivo a tecnologías sostenibles, incluidas las energías solar y eólica. Pero ninguna de las tecnologías existentes puede por sí sola resolver el problema climático en el plazo requerido, por no hablar de abordar la emergencia planetaria en su totalidad, al tiempo que permite la acumulación exponencial ilimitada y la mala distribución requerida por el capitalismo.

Lo que es objetivamente necesario en este momento de la historia humana es, por tanto, una transformación revolucionaria de las relaciones sociales que rigen la producción, el consumo y la distribución. En su lugar, una humanidad revolucionaria basada en la población trabajadora –un proletariado medioambiental emergente– tendrá que exigir una nueva formación social que satisfaga las necesidades básicas de toda la población, seguidas de las necesidades de la comunidad, incluidas las necesidades de desarrollo de todos los individuos. Esto será posible mediante mejoras cualitativas en el trabajo, un énfasis en el trabajo útil y el trabajo asistencial, junto con el reparto de la abundante riqueza social, producto a su vez del trabajo humano. Una relación sostenible con la tierra es un requisito absoluto sin el cual no puede haber futuro humano. Todo ello exige ir contra la lógica de la acumulación capitalista en el presente. La planificación económica tendrá que ser reorientada, no para el crecimiento económico o la guerra contra otros países, sino para crear un nuevo conjunto de prioridades sociales dirigidas al florecimiento humano y a un metabolismo social sostenible con la tierra.

Una «visión socialista de Estados Unidos», escribió Harry Magdoff en 1995, exigiría disminuir el uso de la energía, la producción de automóviles civiles y las subvenciones gubernamentales a las empresas destructoras del medio ambiente. «Sería necesario un estilo de vida mucho más sencillo en los países ricos para preservar la Tierra como lugar de existencia humana». Para lograrlo, «habría que restringir o controlar el crecimiento». En un sistema así sería esencial centrarse en las necesidades básicas, como una vivienda adecuada y digna para todos. Habría que poner fin a los gastos de guerra orientados al imperialismo y eliminar las restricciones a la inmigración. Todo ello requiere una planificación social y económica. Nada de ello podría lograrse confiando principalmente en el sistema de precios de mercado, que invariablemente fomenta la desigualdad, la destrucción medioambiental, la guerra y la exclusión. Como escribió el sociólogo británico Anthony Giddens en The Politics of Climate Change, «la planificación de algún tipo es inevitable» ante la actual crisis planetaria.

En Estados Unidos y otros países ricos, ya existen actualmente los medios para esa transformación masiva y cualitativa de la sociedad en consonancia con las prioridades sociales y las necesidades de la clase trabajadora oprimida, alejándose al mismo tiempo del imperialismo y de la opresión global de «los desdichados de la tierra». Esto puede verse fácilmente señalando el actual presupuesto militar de un billón de dólares, que podría reorientarse para llevar a cabo esos cambios en la infraestructura energética necesarios para la supervivencia humana. Pero también puede verse en los crecientes niveles de expropiación del excedente a los productores directos. Un estudio de la Corporación RAND estimó que se expropiaron 47 billones de dólares (en dólares de 2018) al 90% más pobre de la población estadounidense entre 1980 y 2018, calculado sobre la base de lo que habrían recibido si los ingresos hubieran crecido equitativamente dentro de la economía durante el período. Esto supera todo el valor actual del parque inmobiliario estadounidense, que en enero de 2022 era de 43 billones de dólares. En la base de este enorme excedente social se encuentra el trabajo social, que debe asignarse sobre una base económica y ecológica, y ya no sobre la base de la acumulación privada.

Incluso el examen más superficial del despilfarro y la explotación más amplios del sistema plantea lo que Morris denominó el problema del «trabajo útil frente al trabajo inútil». El excedente económico masivo derivado del trabajo social –medido no sólo por los beneficios, los intereses y las rentas, sino también por el despilfarro, la mala distribución y la irracionalidad elemental del sistema– es ya muchas veces superior al necesario para llevar a cabo los enormes cambios necesarios para crear una sociedad de desarrollo humano sostenible. Es el propio capitalismo el que impone la escasez y la austeridad a la población para obligar a los trabajadores a sacrificar aún más sus vidas por un sistema explotador, que ahora amenaza con una crisis de habitabilidad planetaria para toda la humanidad junto con otras innumerables formas de vida.

La mayoría de las estrategias de decrecimiento, incluso las promulgadas por los ecosocialistas, se pliegan a la ideología imperante, prefiriendo no plantear la cuestión de la planificación, ni siquiera ante la emergencia planetaria. De hecho, se tiende a renunciar a medidas tan obvias como la nacionalización de las empresas energéticas y la reducción obligatoria de las emisiones de las empresas. En su lugar, los teóricos del decrecimiento suelen proponer un menú de «alternativas políticas», como un Nuevo Pacto Verde al estilo keynesiano, una renta básica universal, una reforma fiscal ecológica, una semana laboral más corta, una mayor automatización, etc., ninguna de las cuales entra en conflicto directo con el sistema, ni se acerca a abordar la enormidad del problema, en lo que se consideran reformas no reformistas.

Las propuestas de reducción drástica del empleo, y no sólo de la jornada laboral, respaldadas en muchos esquemas de decrecimiento por una renta básica garantizada, pretenden ajustar los parámetros del capitalismo, en lugar de trascenderlos, en un enfoque que generaría el tipo de condiciones distópicas descritas en la novela de Kurt Vonnegut, La pianola. Como escribieron Leo Huberman y Sweezy cuando se planteó por primera vez la noción de una renta básica garantizada en la década de 1960, «nuestra conclusión sólo puede ser que la idea de rentas garantizadas incondicionalmente no es el gran principio revolucionario que los autores de ‘La triple revolución’ evidentemente creen que es. Si se aplicara en nuestro sistema actual, sería, como la religión, un opio del pueblo que tendería a reforzar el statu quo. Y en un sistema socialista… sería totalmente innecesaria y podría hacer más mal que bien».

Algunos socialistas ajenos al decrecimiento, enfrentados al cambio climático, han sucumbido al fetichismo tecnológico, proponiendo peligrosas medidas de geoingeniería que inevitablemente agravarían la crisis ecológica planetaria en su conjunto. No hay duda de que muchos en la izquierda consideran que toda la solución actual consiste en un New Deal verde que ampliaría los empleos verdes y la tecnología verde, conduciendo al crecimiento verde en un círculo aparentemente virtuoso. Pero como esto suele estar orientado a una economía de crecimiento keynesiano y se defiende en esos términos, los supuestos que lo sustentan son cuestionables. Una propuesta más radical, más acorde con el decrecimiento, sería un Nuevo Pacto Verde de los Pueblos orientado hacia el socialismo y la planificación ecológica democrática.

Bajo el capital monopolista-financiero de hoy en día, sectores enteros de la profesión asistencial, la educación, las artes, etc. se ven afectados por lo que se conoce como la «enfermedad del coste Baumol», llamada así por William J. Baumol, que introdujo la idea en su libro de 1966, Performing Arts: The Economic Dilemma. Esto se aplica cuando los salarios aumentan y la productividad no. Así, como declara la revista Forbes, sin rastro de ironía: «La producción de un cuarteto [de cuerda] que interpreta a Beethoven no ha aumentado desde el siglo XIX», aunque sus ingresos sí lo han hecho. Se considera que la enfermedad de los costes de Baumol es aplicable principalmente a aquellos ámbitos laborales en los que las nociones de aumento cuantitativo de la productividad carecen generalmente de sentido. Ahora bien, ¿cómo se mide la productividad de una enfermera que atiende a pacientes? Desde luego, no por el número de pacientes por enfermera, independientemente de la cantidad de cuidados que reciba cada uno y de sus resultados. El resultado de los objetivos centrados en el beneficio en la economía altamente financiarizada de hoy en día es la infrainversión y la institucionalización de salarios bajos precisamente en aquellos sectores caracterizados como sujetos a la llamada enfermedad de los costes de Baumol, simplemente porque no son directamente propicios para la acumulación de capital.

Por el contrario, en una sociedad ecosocialista, en la que la acumulación de capital no es el objetivo primordial, a menudo serían las áreas de trabajo intensivo en las profesiones asistenciales, la educación, las artes y las relaciones orgánicas con la tierra las que se considerarían más importantes y se incorporarían a la planificación social. En una economía orientada a la sostenibilidad, el trabajo en sí podría sustituir a la energía de los combustibles fósiles, como en la agricultura pequeña, orgánica y sostenible, que es más eficiente en términos ecológicos.

Escribiendo en La economía política del crecimiento en 1957, Baran argumentó que el excedente económico planificado podría reducirse intencionadamente en la planificación socialista, en comparación con lo que era posible entonces, para garantizar la «conservación de los recursos humanos y naturales». En este caso, el énfasis no se pondría simplemente en el crecimiento económico, sino en satisfacer las necesidades sociales, incluida la disminución de los costes medioambientales; por ejemplo, optando por reducir la «minería del carbón». Todo esto significaba, en efecto, dar prioridad al desarrollo humano sostenible sobre las formas destructivas de crecimiento económico. Hoy en día, la eliminación de los combustibles fósiles, incluso si esto significa una reducción del excedente económico generado por la sociedad, se ha convertido en una necesidad absoluta para el mundo en general, que se enfrenta a lo que Noam Chomsky ha llamado «el fin de la humanidad organizada». En palabras de Engels y Marx, es necesario liberar la «válvula de seguridad atascada» de la locomotora capitalista «que corre hacia la ruina». La elección es socialismo o exterminismo, «ruina o revolución».

 [FIN]

Fuente: Monthly Review. Ver la parte 1, la parte 2 y la parte 3.

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