La revista Tricontinental ha publicado cuatro textos de
interés excepcional. Hoy presentamos el segundo texto, y sucesivamente
Topoexpress publicará los siguientes.
EEUU está librando una nueva guerra fría: una
perspectiva socialista (2)
El Viejo Topo
18 septiembre, 2022
¿Qué impulsa a Estados Unidos a aumentar su agresión militar internacional?
Introducción
Los
acontecimientos que condujeron a la guerra de Ucrania representan una
aceleración cualitativa de una tendencia de más de dos décadas en la que
Estados Unidos ha intensificado su agresión militar a nivel internacional.
Antes de la guerra de Ucrania, Estados Unidos solo llevaba a cabo
enfrentamientos militares contra países en desarrollo, que tenían fuerzas
armadas mucho más débiles y no poseían armas nucleares: el bombardeo de Serbia
en 1999, las invasiones a Afganistán en 2001, la de Irak en 2003 y el bombardeo
de Libia en 2011. Sin embargo, la amenaza estadounidense de extender la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a Ucrania, que es la
principal causa de la guerra, representa algo fundamentalmente diferente.
Estados Unidos era consciente de que la ampliación de la OTAN a Ucrania
confrontaría directamente los intereses nacionales de Rusia, un país con
grandes fuerzas armadas y un enorme arsenal nuclear. Aunque cruzaría las líneas
rojas establecidas por Rusia, EE. UU. estaba dispuesto a asumir el riesgo.
Estados Unidos
no ha comprometido (todavía) sus propios soldados en la guerra en Ucrania,
declarando que esto supondría una amenaza de guerra mundial y el riesgo de una
catástrofe nuclear. Pero está, de hecho, participando en una guerra por
delegación contra Rusia. No solo ha insistido en dejar abierta la posibilidad
de que Ucrania se una a la OTAN, sino que entrenó al ejército ucraniano en el
período previo a la guerra y ahora ha suministrado cantidades masivas de armas
y ha pasado información satelital y otros datos de inteligencia al país. A la
fecha, la ayuda de EE. UU. a Ucrania asciende a unos 50.000 millones de
dólares.
Cómo Estados Unidos empujó a Ucrania a la guerra
Estados Unidos
y sus aliados han estado preparando a Ucrania para la guerra al menos desde
2014, por ejemplo, enviado cientos de instructores para entrenar a los
militares ucranianos. Esto es similar a su enfoque durante la Guerra del Golfo
en Irak en 1990, lo que refleja un modelo que Washington parece estar
utilizando para lograr sus objetivos geopolíticos. Rusia fue atraída a
propósito a la situación en Ucrania desde el golpe de Estado de 2014, cuando
las fuerzas antirrusas tomaron el poder en Kiev, respaldadas por neonazis ucranianos
y por Estados Unidos. En ese momento, el ejército ucraniano no era una fuerza
militar poderosa, ya que había sufrido considerablemente luego de las
“reformas” iniciadas en 1991, después del colapso de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS). Décadas de abandono y desfinanciación provocaron
la decadencia de la infraestructura y los equipamientos militares, junto con el
agotamiento de la moral de soldados y oficiales. Como dice Vyacheslav Tetekin,
miembro del Comité Central del Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF),
“El ejército ucraniano no quería ni podía luchar”.
Tras el golpe
de Estado de 2014, el gasto estatal se desvió de mejorar el bienestar social a
fortalecer el ejército. Entre 2015 y 2019, el presupuesto militar de Ucrania
aumentó de 1.700 a 8.900 millones de dólares, llegando a alcanzar el 6% del PIB
nacional en 2019. Medido como porcentaje del PIB, Ucrania gastó tres veces más
en sus fuerzas armadas que la mayoría de los países desarrollados en Occidente.
Se destinaron amplios fondos a restaurar y modernizar el equipamiento militar
del país y, en última instancia, a restablecer la capacidad de combate del
ejército.
Durante la
guerra de 2014-2015 contra el Donbass (la región de habla rusa en el este de
Ucrania), Ucrania tuvo poco apoyo para el combate aéreo, ya que casi todos los
aviones de combate necesitaban reparaciones. Sin embargo, en febrero de 2022,
la Fuerza Aérea estaba equipada con aproximadamente 150 cazas, bombarderos y
aviones de ataque. El tamaño de las Fuerzas Armadas ucranianas también se
amplió de forma espectacular. Es importante señalar que, a finales de 2021, la
remuneración de los soldados se triplicó, según los datos de Tetekin. Este
fortalecimiento del poder militar, junto con las poderosas fortificaciones
construidas cerca de Donbass, indican la intención de Estados Unidos de iniciar
un conflicto en la región.
Sin embargo,
pese a estos preparativos para la guerra, el ejército ucraniano fue incapaz de
enfrentarse seriamente a Rusia. El equilibrio de fuerzas claramente no estaba a
favor de Kiev. Esto no le importó a Estados Unidos, que pretendía utilizar a
Ucrania como carne de cañón contra Rusia. Según Tetekin, “Estados Unidos planeó
dos opciones para la nueva y militarizada Ucrania (…) La primera era conquistar
el Donbas e invadir Crimea. La segunda opción era provocar la intervención
armada de Rusia”.
En diciembre de
2021, consciente del creciente peligro que suponía Ucrania bajo influencia
estadounidense, Rusia solicitó a la OTAN una serie de garantías de seguridad
para desactivar la crisis. En particular, Rusia exigió que la OTAN pusiera fin
a su expansión hacia el este, incluida la integración de Ucrania. “Occidente
(…) ignoró estas demandas, sabiendo que los preparativos para la invasión del
Donbass iban a todo vapor. La mayoría de las unidades del ejército ucraniano
listas para el combate, llegando hasta 150 mil personas, estaban concentradas
cerca del Donbass. Podrían romper la resistencia de las tropas locales en
cuestión de días, con la completa destrucción de Donetsk y Lugansk y la muerte
de miles de personas”, escribe Tetekin (2022).
Ucrania es una escalada cualitativa de la agresión militar de Estados
Unidos
Tanto los
hechos políticos fundamentales —la insistencia de Estados Unidos en el “derecho”
de Ucrania de ingresar a la OTAN— como las acciones militares —EE. UU.
reconstruyendo las fuerzas armadas de Ucrania— dejan claro que Estados Unidos
estaba preparando una confrontación en Ucrania, aunque esta inevitablemente
implicara un enfrentamiento directo con Rusia. En consecuencia, al evaluar la
crisis de Ucrania, es importante señalar que EE. UU. estaba preparado para
escalar sus amenazas militares pasando de las que simplemente se dirigían
contra países en desarrollo —siempre injustas, pero que no suponen un riesgo
directo de conflictos militares con grandes potencias o guerras mundiales— a
agresiones contra Estados muy fuertes como Rusia, que sí implican el riesgo de
un conflicto militar mundial. Por lo tanto, es crucial analizar qué es lo que
crea esta escalada de agresión militar estadounidense. ¿Es temporal y después
EE. UU. retomará un curso más conciliador, o la creciente escalada militar es
una tendencia a largo plazo en la política estadounidense?
Esto es, por
supuesto, de suma importancia para todos los países, pero especialmente para
China, en sí misma un Estado poderoso. Por poner solo un ejemplo clave, en
paralelo con la escalada de agresión estadounidense contra Rusia, Estados
Unidos no solo impuso aranceles contra la economía china y ha llevado a cabo
una campaña internacional sistemática para explotar la situación de Xinjiang
para su propia agenda de política exterior, sino que también ha intentado
socavar la política de “Una sola China” respecto a la provincia de Taiwán.
Entre las
acciones de Estados Unidos con respecto a la provincia de Taiwán tenemos:
- Por primera vez desde el comienzo de las relaciones diplomáticas entre
China y Estados Unidos, el presidente Biden invitó a un representante de
Taipéi a la toma de posesión de un presidente estadounidense.
- La presidenta del Congreso, Nancy Pelosi —la tercera funcionaria
estadounidense de mayor rango en el orden de sucesión presidencial— visitó
Taipéi el 2 de agosto de 2022.
- Estados Unidos ha pedido la participación de Taipéi en Naciones
Unidas.
- Estados Unidos ha intensificado la venta de armas y equipo militar a
la isla.
- Han aumentado las delegaciones estadounidenses que visitan Taipéi.
- Estados Unidos ha incrementado su despliegue militar en el Mar de
China Meridional y ha enviado regularmente buques de guerra estadounidense
a través del Estrecho de Taiwán.
- Las Fuerzas Especiales de EE. UU. han entrenado tropas terrestres y de
la marina de Taiwán.
Como sucede con
Ucrania y Rusia, Estados Unidos es totalmente consciente de que la política de
“Una sola China” afecta los intereses nacionales más fundamentales de China y
que ha sido la base de las relaciones entre ambos países durante los 50 años
transcurridos desde la visita de Nixon a Beijing en 1972. Abandonarla supone
cruzar las líneas rojas de China. Por lo tanto, está clarísimo que Estados
Unidos está tratando de socavar la política de “Una sola China” de forma
confrontacional, del mismo modo que decidió deliberadamente cruzar las líneas
rojas de Rusia en Ucrania.
Si estas
provocaciones de Estados Unidos contra China y Rusia son temporales, a largo
plazo o incluso permanentes, la conclusión de este autor es que la tendencia a
la escalada militar estadounidense continuará. Sin embargo, dado que este
asunto, que potencialmente incluye guerras, es de la mayor gravedad y tiene
consecuencias prácticas extremadamente importantes, la exageración y la mera
propaganda son inaceptables. El objetivo aquí es, por tanto, presentar de forma
factual, objetiva y serena las razones por las que Estados Unidos intentará
seguir intensificando su agresión militar en el próximo período. Además,
señalaré qué tendencias pueden servir para contrarrestar esta peligrosa
política estadounidense y cuáles pueden exacerbarla.
La posición económica y militar de Estados Unidos durante la “Vieja Guerra
Fría” y la “Nueva Guerra Fría”
Reducidas a los
hechos más esenciales, las fuerzas clave que han impulsado esta política de
creciente agresión militar estadounidense, que dura ya más de dos décadas, son
claras. Son, en primer lugar, la pérdida permanente del peso abrumador de la
economía estadounidense en la producción mundial y, en segundo lugar, la
preponderancia del poder y el gasto militar estadounidenses. Esta asimetría
crea un período muy peligroso para la humanidad, uno en el que Estados Unidos
puede intentar compensar su relativo declive económico mediante el uso de
fuerza militar. Esto ayuda a explicar los ataques militares estadounidenses a
países en desarrollo, así como su creciente enfrentamiento con Rusia en
Ucrania. Una pregunta importante es si esta agresión militar estadounidense
aumentará más para llegar a una confrontación con China, incluso al punto de
estar dispuesto a considerar una guerra mundial. Para responder a esta
pregunta, se necesita hacer un análisis preciso de la situación económica y
militar de Estados Unidos.
Para comenzar
con la economía, en 1950, cerca del comienzo de la primera Guerra Fría, Estados
Unidos representaba el 27,3% del PIB mundial. En comparación, la URSS, la mayor
economía socialista de ese período, representaba el 9,6% del PIB mundial. En
otras palabras, la economía estadounidense era casi tres veces mayor que la
soviética.[1] Durante
todo el período posterior a la Segunda Guerra Mundial (la primera Guerra Fría),
la URSS nunca estuvo cerca del PIB de Estados Unidos, ya que solo representaba
el 44,4% del mismo en 1975. Esto es, incluso en el pico de los logros
económicos relativos de la URSS, la economía estadounidense seguía siendo más
del doble de la soviética. A lo largo de la “Vieja Guerra Fría”, EE. UU.
disfrutó de una importante ventaja económica sobre la URSS, por lo menos en
términos de medidas convencionales de producción.
Volviendo a la
situación actual, Estados Unidos representa una parte considerablemente menor
del PIB mundial que en 1950, en un rango que va entre 15 y 25% dependiendo de
cómo se mida. China, el principal rival económico de EE. UU. hoy, está mucho
más cerca de la paridad con la economía estadounidense. Incluso con los tipos
de cambio del mercado, que oscilan por las fluctuaciones de divisas con cierta
independencia de la producción real, el PIB de China es ya el 74% del PIB
estadounidense, bastante más alto de lo que la URSS jamás alcanzó. Además, el
crecimiento económico de China ha sido por algún tiempo mucho más rápido que el
de Estados Unidos, lo que quiere decir que continuará acercándose.
Calculado en
paridad de poder adquisitivo (PPA, que da cuenta de los diferentes niveles de
precios de los países), la medida usada por Angus Maddison y el Fondo Monetario
Internacional (FMI), en 2021 Estados Unidos solo representaba el 16% de la
economía mundial, esto es, el 84% de la economía mundial está fuera de Estados
Unidos. Medida de la misma manera, la economía de China es ya 18% mayor que la
de Estados Unidos. Para 2026, de acuerdo con las proyecciones PPA del FMI, la
economía china será al menos un 35% mayor que la estadounidense. La brecha
económica entre ambos países es mucho más estrecha que la que jamás alcanzó la
URSS.
Teniendo en
cuenta otros factores, sin importar cómo se midan, China se ha convertido de
lejos en la mayor potencia manufacturera del mundo. En 2019, el último dato
disponible, China representó el 28,7% de la producción mundial de manufacturas,
comparada con 16,8% de Estados Unidos. En otras palabras, la participación de
China en la producción manufacturera mundial era más de un 70% mayor que la de
Estados Unidos. La URSS, por otro lado, nunca estuvo cerca de superar a Estados
Unidos en producción manufacturera.
Volviendo al
comercio de bienes, la derrota de Estados Unidos frente a China en la guerra
comercial iniciada por Trump es de alguna forma humillante para él y para el
país. En 2018, China ya comerciaba más bienes que cualquier otro país, aunque
su comercio de bienes era solamente alrededor de un 10% mayor que el de Estados
Unidos en ese momento. En 2021, sobrepasó a EE. UU. en 31%. La situación era
aún peor para Estados Unidos en términos de la exportación de bienes: en 2018,
las exportaciones de China eran un 58% mayores que las de Estados Unidos y en
2021, ya eran 91% mayores. En resumen, no solo China se ha convertido con
creces en el mayor país comercializador de bienes del mundo, sino que Estados
Unidos ha sufrido una clara derrota en la guerra comercial lanzada por los
gobiernos de Trump y Biden.
Todavía más
fundamental desde un punto de vista macroeconómico es el liderazgo de China en
ahorros (hogares, empresas y Estado), la fuente de inversión de capital real y
el motor que impulsa el crecimiento económico. Según los últimos datos
disponibles en 2019, el ahorro bruto de capital de China era, en términos
absolutos, un 56% mayor que el de Estados Unidos: el equivalente a 6,3 billones
de dólares, frente a 4,03 billones. Sin embargo, esta cifra subestima mucho el
liderazgo de China: tomando en cuenta la depreciación, la creación neta de
capital anual de China fue un 635% mayor que la de Estados Unidos, el
equivalente a 3,9 billones de dólares, frente a 0,6 billones. En resumen, China
está aumentando mucho su capital anualmente, mientras Estados Unidos, en
términos comparativos, lo aumenta poco.
El resultado
neto de estas tendencias es que China ha superado de forma abrumadora a Estados
Unidos en términos de crecimiento económico, no solamente en el período de
cuatro décadas desde 1978, como se sabe bien, sino continuando en el período
reciente. En precios ajustados por la inflación, desde 2007 (al año anterior a
la crisis financiera internacional) la economía de Estados Unidos ha crecido un
24%, mientras que la economía china ha crecido 177%, esto es, ha crecido más de
siete veces más rápido que la estadounidense. En el terreno de la competencia
relativamente pacífica, China está ganando.[2]
El liderazgo de
Estados Unidos en productividad, tecnología y tamaño de las empresas significa
que, en general, su economía sigue siendo más fuerte que la de China, pero la
brecha entre ambos países es mucho menor que la que existía entre EE. UU. y la
URSS. Más aún, sean cuales sean las fortalezas económicas relativas que uno
considere de los dos gigantes mundiales, es claro que Estados Unidos ha perdido
su predominio económico mundial. Desde un punto de vista puramente económico,
ya estamos en una era global de multipolaridad.
Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en un momento de declive económico
Estos reveses
económicos para Estados Unidos han llevado a algunos, especialmente en unos
pocos círculos de Occidente, a creer que la derrota de Estados Unidos es
inevitable o que ya se ha producido. Una opinión similar ha sido expresada por
un pequeño número de personas en China que consideran que la fuerza global de
China ya ha superado a la de Estados Unidos. Estas opiniones son incorrectas.
Olvidan, en las famosas palabras de V. I. Lenin, que “la política debe tener
prioridad sobre la economía, y ese es el abc del marxismo”, y respecto a la
política, que “el poder económico sale del cañón de un arma”, en la famosa
sentencia del Presidente Mao. El hecho de que Estados Unidos esté perdiendo su
superioridad económica no significa que vaya a permitir que esta tendencia
económica continúe pacíficamente; asumir que esto es así sería cometer el error
de anteponer la economía a la política. Por el contrario, el hecho de que EE.
UU. pierda terreno económicamente frente a China y a otros países lo empuja
hacia medios militares y medios políticos relacionados con el Ejército para
superar las consecuencias de sus derrotas económicas.
Más
concretamente, el peligro para todos los países es que Estados Unidos no ha
perdido la supremacía militar. De hecho, el gasto militar estadounidense es
mayor que el de los siguientes nueve países juntos. Solo en un ámbito, el de
las armas nucleares, la fuerza de Estados Unidos es más o menos equiparada por
otro país, Rusia, lo que se debe a las armas nucleares que heredó de la Unión
Soviética. El número exacto de armas nucleares que cada país posee es en
general un secreto de Estado, pero la estimación occidental más aceptada para
2022 (de la Federación de Científicos Estadounidenses) calcula que Rusia tiene
5.977 armas nucleares, mientras que Estados Unidos tiene 5.428. Cada uno de estos
países tiene unas 1.600 ojivas nucleares estratégicas activas desplegadas
(Estados Unidos tiene muchas más armas nucleares que China)[3].
Mientras tanto, en el campo de las armas convencionales, el gasto de Estados
Unidos es mucho mayor que el de cualquier otro país.
Esta
divergencia en la posición de Estados Unidos en las esferas económica y militar
subyace a su política agresiva y constituye la diferencia de sus posiciones
económica y militar en la actual “Nueva Guerra Fría” comparada con la “Vieja
Guerra Fría” librada contra la URSS. En la Vieja Guerra Fría, las fuerzas
militares de Estados Unidos y de la URSS eran similares, pero como se señaló
antes, la economía estadounidense era mucho mayor. Así, en la Vieja Guerra
Fría, la estrategia estadounidense era intentar trasladar los problemas al
terreno económico. Incluso el fortalecimiento militar de Reagan en la década de
1980 no pretendía ser utilizado para librar una guerra contra la URSS, sino
para involucrarla en una carrera armamentística que dañara la economía
soviética. En consecuencia, a pesar de la tensión, la Guerra Fría nunca se
convirtió en una guerra. La situación actual de Estados Unidos es inversa: su
posición económica relativa se ha debilitado tremendamente, pero su poder
militar es grande. Por lo tanto, intenta trasladar los problemas al terreno
militar, lo que explica su escalada de agresiones militares y por qué esta es
una tendencia permanente.
Esto significa
que la humanidad ha entrado en un período muy peligroso. Estados Unidos podría
estar perdiendo la competencia económica pacífica, pero aún conserva ventaja
militar sobre China. La tentación es entonces que Estados Unidos utilice medios
militares “directos” e “indirectos” para intentar frenar el desarrollo de
China.
El uso directo e indirecto de la fuerza militar estadounidense
Estados Unidos
utiliza tanto medios “directos” como “indirectos” para desplegar su fuerza
militar, que son mucho más amplios que la posibilidad “directa” más extrema de
una guerra frontal contra China. Algunos de estos enfoques ya están en uso,
mientras otros se discuten. Los primeros incluyen, por ejemplo:
- Subordinar a otros países al ejército estadounidense e intentar
presionarlos para adoptar políticas económicas más hostiles hacia China,
como es el caso de Alemania y la Unión Europea.
- Tratar de superar el carácter económico multipolar del mundo, ya
establecido, creando en su lugar alianzas dominadas de forma unilateral
por Estados Unidos. Este es claramente el caso de la OTAN, del Quad
(Estados Unidos, Japón, Australia, India) y en relación con algunas otras
naciones.
- Intentar obligar a los países que tienen buenas relaciones económicas
con China a debilitar esas relaciones. Esto es particularmente evidente
con Australia y actualmente se está intentando en otros lugares.
Mientras tanto,
los planteamientos que se discuten incluyen la posibilidad de librar guerras
contra los aliados de China y Rusia y de intentar arrastrar a China a una
guerra “limitada” con Estados Unidos respecto a la provincia de Taiwán.
Un ejemplo del
uso integrado de la presión militar directa e indirecta por parte de Estados
Unidos lo dio el comentarista político principal estadounidense del Financial
Times, Janan Ganesh, luego del estallido de la guerra en Ucrania, cuando
explicó cómo “Estados Unidos será el ‘ganador’ definitivo de la crisis
ucraniana”. A tres días de la intervención rusa en Ucrania, escribe Ganesh, Alemania aceleró la
construcción de las dos primeras terminales de gas natural licuado (GNL) del
país. Para 2026, es probable que Estados Unidos sea el principal proveedor de
GNL de Alemania, dado que está más cerca tanto política como geográficamente,
eliminando así la dependencia de Alemania de importaciones de energía rusa.
Ganesh también sostiene que la promesa de Alemania de aumentar su presupuesto
de defensa también beneficiará a EE. UU. porque Alemania, a su vez,
«compartiría más la carga financiera y logística de la OTAN» que actualmente
tiene Estados Unidos:
Una Europa que
está más vinculada a Estados Unidos y, al mismo tiempo, menos dependiente de
ella: ningún Kissinger podría haber planeado lo que el Kremlin está empeñado en
alcanzar por accidente. Lejos de poner un fin al giro de Estados Unidos hacia
Asia, la guerra podría ser el acontecimiento que lo permita.
En cuanto a esa
parte del mundo, si el objetivo de China es exorcizar al menos la cuenca del
Pacífico de la influencia estadounidense, las últimas seis semanas han sido
educativas sobre la magnitud de la tarea. Japón difícilmente podría hacer más
para ponerse del lado de Kiev, y por tanto de Washington (Ganesh, 2022).
En resumen,
Estados Unidos utilizó su presión militar para aumentar la subordinación
económica de Alemania y Japón. Aunque se pueden vislumbrar muchas otras
variantes, su rasgo común es que Estados Unidos utiliza su fuerza militar para
intentar compensar su debilitada posición económica. Entendido de esta manera,
está claro que Estados Unidos ya se ha embarcado en esta política fundamental
de utilizar su fuerza militar directa e indirectamente.
Dado que China
está experimentando un desarrollo económico más rápido que Estados Unidos, es
probable que su fuerza militar eventualmente se iguale. Sin embargo, incluso si
China decidiera embarcarse en una política de construir un arsenal nuclear
equivalente al de Estados Unidos, le tomaría años. Probablemente tardaría aún
más en crear armamento convencional equivalente al de EE. UU., dado el enorme
desarrollo tecnológico y entrenamiento de personal que requieren unas fuerzas
aéreas y navales tan avanzadas y muchas otras cosas. Entonces, Estados Unidos
tendrá unas fuerzas armadas más fuertes que las de China por un número de años
muy significativo, creando la tentación permanente de que Estados Unidos
intente utilizar medios militares para compensar por su posición económica en
declive.
El significado de la guerra en Ucrania
Se pueden
extraer dos lecciones fundamentales de los eventos que condujeron a la guerra
en Ucrania.
En primer
lugar, confirma que no tiene sentido pedir compasión a Estados Unidos. Después
de la disolución de la URSS en 1991, Rusia siguió durante 17 años una política
de intentar mantener relaciones amistosas con Estados Unidos. En el mandato de
Boris Yeltsin, Rusia estuvo humillantemente subordinada a Estados Unidos.
Durante el primer período de la presidencia de Putin, Rusia ayudó directamente
a Estados Unidos en la llamada guerra contra el terrorismo y en la invasión de
Afganistán. La respuesta de Estados Unidos fue violar todas y cada una de las
promesas que había hecho de que la OTAN no avanzaría “ni un centímetro” hacia
Rusia, todo ello mientras aumentaba agresivamente la presión militar sobre
Rusia.
En segundo
lugar, esta dinámica deja en claro que el resultado de la guerra en Ucrania es
crucial no solo para Rusia, sino también para China y el mundo entero. Rusia es
el único país que se equipara a Estados Unidos en términos de armas nucleares y
las buenas relaciones entre China y Rusia son un importante elemento de
disuasión para que Estados Unidos no adopte ninguna política de ataque directo
a China. El objetivo de Estados Unidos en Ucrania es precisamente intentar
provocar un cambio fundamental en la política de Rusia e instalar un gobierno
en Moscú que ya no defienda los intereses nacionales rusos, que sea hostil a
China y subordinado a Estados Unidos. Si eso se consiguiera, China no solo se
enfrentaría a una amenaza militar mayor de Estados Unidos, sino que su larga
frontera norte con Rusia se convertiría en una amenaza estratégica, China
estaría rodeada por el norte. En otras palabras, tanto los intereses nacionales
de Rusia como de China se verían socavados. En palabras de Serguei Glazyev, el
comisionado ruso en el órgano ejecutivo de la Unión Económica Eurasiática:
“Tras fracasar en su intento de debilitar a China con una guerra comercial de
frente, los estadounidenses trasladaron el golpe principal a Rusia, a la que
ven como un eslabón débil en la economía y la geopolítica mundiales. Los
anglosajones intentan implementar sus eternas ideas rusófobas para destruir
nuestro país y al mismo tiempo debilitar a China, porque la alianza estratégica
entre la Federación Rusa y el Partido Comunista Russo es demasiado dura para
Estados Unidos” (Glazyev, 2022).
Las acciones militares estadounidenses y las limitaciones que enfrentan
Como Estados
Unidos se ve empujado tanto por su posición económica en declive como por su
fuerza militar, no hay límite a nivel interno para el alcance de la agresión
que puede llegar a desplegar. La historia muestra claramente que Estados Unidos
ha estado preparado para llevar a cabo las agresiones más extremadamente
violentas al punto de estar dispuesto a destruir países enteros. En uno de
muchos ejemplos, la Guerra de Corea, Estados Unidos destruyó casi todos los
pueblos y ciudades de Corea del Norte, incluido un estimado del 85% de sus
edificios.
Los bombardeos
estadounidenses a Indochina durante la Guerra de Vietnam fueron aún de mayor
envergadura, utilizando tanto artefactos explosivos como armas químicas, como
el tristemente célebre agente naranja, que produce horribles deformidades.
Desde 1964 hasta el 15 de agosto de 1973, la Fuerza Aérea de Estados Unidos
arrojó más de seis millones de toneladas de bombas y otros artefactos en
Indochina, mientras que los aviones de la Marina y del Cuerpo de Marines
gastaron otros 1,5 millones de toneladas en el sudeste asiático. Como señala
Micheal Clodfelter en The Limits of Air Power [Los límites del
poder aéreo]:
Este tonelaje
supera con creces lo que se gastó en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra
de Corea. La Fuerza Aérea de EE. UU. consumió 2.150.000 de toneladas de
municiones en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra de Corea: 1.613.000
toneladas en el teatro de operaciones europeo y 454.000 toneladas en Corea
(Clodfelter citado en Miguel y Roland, 2011: 1-15).
Edward Miguel y
Gerard Roland profundizan este punto en su estudio sobre el impacto a largo
plazo de los bombardeos en Vietnam, señalando que:
Los bombardeos
de la Guerra de Vietnam representaron, por tanto, al menos tres veces más (en
peso) que los bombardeos en los teatros europeo y del Pacifico de la Segunda
Guerra Mundial juntos y unas 15 veces el tonelaje total de la Guerra de Corea.
Teniendo en cuenta que la población de Vietnam antes de la guerra era de
aproximadamente 32 millones de habitantes, los bombardeos estadounidenses se
traducen en cientos de kilos de explosivos per cápita durante el conflicto.
Para otra comparación, las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki
tenían la potencia de alrededor de 15.000 y 20.000 toneladas de TNT (…) Los
bombardeos estadounidenses en Indochina representan 100 veces el impacto
combinado de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki (Miguel y Roland,
2011: 1-15).
En la invasión
de Irak, Estados Unidos estaba preparado para devastar el país (y lo hizo),
utilizando armas horrendas como uranio empobrecido, que sigue produciendo
terribles defectos de nacimiento muchos años después del ataque estadounidense.
En su bombardeo de Libia en 2011, Estados Unidos redujo el que había sido uno
de los países con mayor ingreso per cápita de África, con un Estado de
bienestar desarrollado, a una sociedad con conflictos tribales y en la cual se venden
esclavos abiertamente. La lista continúa.
Brevemente, la
evidencia demuestra que no hay nivel de crimen o atrocidad al que Estados
Unidos no esté dispuesto a descender. Si Estados Unidos planteara que puede
eliminar el desafío económico que China representa lanzando una guerra atómica,
no hay pruebas de que no lo haría. Además, aunque ciertamente hay movimientos
antibélicos en Estados Unidos, no son para nada lo suficientemente fuertes como
para impedir que el país utilice armas nucleares si se decidiera a hacerlo. No
hay restricciones internas adecuadas en Estados Unidos que puedan impedirle
lanzar una guerra contra China.
Pero si no hay
restricciones internas fundamentales para una agresión estadounidense,
ciertamente hay grandes limitaciones externas. La primera es que otros países
poseen armas nucleares. Es por esto que la explosión de la primera bomba
atómica china en 1964 es correctamente considerada como un gran logro nacional.
El hecho de que China posea armas nucleares es un elemento disuasorio
fundamental ante un ataque nuclear de Estados Unidos. Sin embargo, a diferencia
de su adversario, China tiene una política de “no primer uso” de armas
nucleares, lo que demuestra su moderación y su postura militar defensiva y de
contención.
Una guerra nuclear
a gran escala, con la participación de Estados Unidos, China y Rusia sería una
catástrofe militar sin precedentes en la historia de la humanidad. En una
guerra así, morirían como mínimo cientos de millones de personas. Sería
infinitamente preferible evitar la escalada de las agresiones militares
estadounidenses antes de que alcancen ese punto, pero ¿cuáles son las
posibilidades de hacerlo?
La tendencia
general de la política de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial
muestra un patrón lógico y claro. Cuando EE. UU. se siente en una posición
fuerte, su política es agresiva; cuando se siente debilitado, se vuelve más
conciliadora. Esto se demostró dramáticamente antes, durante y después de la
Guerra de Vietnam, pero también en otros períodos.
Inmediatamente
después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se consideraba —y de hecho
estaba— en una posición fuerte y por tanto preparado para librar una guerra
contra Corea. Incluso luego de fracasar en ganar la Guerra de Corea, aún se
sentía lo suficientemente seguro como para intentar aislar diplomáticamente a
China durante las décadas de 1950 y 1960, privando al país de un lugar en la
ONU, bloqueando las relaciones diplomáticas directas, etc. Sin embargo, EE. UU.
sufrió graves derrotas debido al fracaso de su guerra en Vietnam, en la que
pretendía derrotar la lucha de liberación nacional del pueblo vietnamita y el
apoyo militar a gran escala que recibía de China y la URSS. El debilitamiento
de la posición global de Estados Unidos como resultado de su derrota en Vietnam
(que comenzó incluso antes del final oficial de la guerra en 1975) le llevó a
adoptar una política más conciliadora, simbolizada por la visita de Nixon a
Beijing en 1972, seguida por el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas
con China. Poco después de 1972, Estados Unidos inició una política de
distensión con la URSS. Sin embargo, para los años 80, tras reagruparse y
recuperarse de la derrota en Vietnam, Estados Unidos regresó a una política más
agresiva hacia la URSS bajo el mandato del presidente Ronald Reagan.
Este mismo
patrón de agresividad internacional estadounidense en momentos de fortaleza o
una actitud más conciliadora en los momentos de debilidad se puede observar
también alrededor de la crisis financiera internacional que comenzó en 2007/8.
Esta crisis supuso un duro golpe para la economía estadounidense y como
resultado, el país comenzó a enfatizar la cooperación internacional. Aunque el
G20, que incluye las mayores economías del mundo y dos tercios de su población,
se estableció en 1999, solo comenzó a celebrar reuniones anuales después de la
crisis económica de 2007/8. En 2009, el G20 se comprometió a ser la principal
fuerza de cooperación económica y financiera internacional, con Estados Unidos
como protagonista. En particular, al sentirse debilitado, Estados Unidos mostró
una actitud más cooperativa hacia China en esas áreas.
A medida que
Estados Unidos se recuperaba de la crisis financiera internacional, su postura
con respecto a China se volvió cada vez más agresiva, culminando con el
lanzamiento de la guerra comercial de Trump. Es decir, tan pronto como Estados
Unidos se sintió más fuerte, se volvió más agresivo.
Una comparación entre la realidad actual y el período previo a la Segunda
Guerra Mundial
Volviendo a una
comparación histórica, podemos yuxtaponer la situación actual con el período
previo a la Segunda Guerra Mundial. El camino inmediato a esa guerra comenzó
con el fortalecimiento del militarismo japonés y la consecuente invasión del
noreste de China en 1931, seguida por el ascenso de Hitler al poder en Alemania
en 1933. Pero, a pesar de estos eventos ominosos, la guerra no era inevitable.
Las primeras victorias del militarismo japonés y del fascismo alemán
desembocaron en una guerra mundial como resultado de una serie de derrotas y
capitulaciones de los aliados entre 1931 y 1939, así como de su incapacidad
para enfrentarse a los militaristas japoneses y a los nazis alemanes.
El partido
político gobernante en China, el Kuomintang, concentró sus esfuerzos durante la
mayor parte de la década de 1930 no en repeler a Japón, sino en luchar contra
los comunistas. Mientras tanto, Estados Unidos no intervino para detener a
Japón hasta que sufrió el ataque de Pearl Harbor en 1941. En Europa, Gran
Bretaña y Francia fallaron en detener la remilitarización de Alemania nazi,
incluso cuando tenían el derecho a hacerlo en virtud del Tratado de Versalles.
Más aún, no apoyaron al gobierno legítimo de España en 1936 contra el golpe
fascista y la guerra civil iniciada por Francisco Franco, que contaba con el
apoyo de Hitler. Luego, capitularon directamente ante el desmembramiento de
Checoslovaquia por parte de Hitler en el famoso Pacto de Múnich de 1938.
Hoy en día,
vemos un patrón similar al de 1931, que marcó el inicio de los preparativos de
la Segunda Guerra Mundial. Aunque no hay apoyo mayoritario en Estados Unidos
para una guerra mundial agresiva, dicho apoyo sí existe en una parte pequeña y
por el momento marginal de su política exterior y su establishment militar.
Si Estados Unidos sufre derrotas políticas, no pasará directamente a una guerra
frontal con China o Rusia. No obstante, existe el peligro a mediano plazo de
que —como sucedió tras la invasión de China por parte de Japón en 1931 y la
llegada al poder de Hitler en 1933— si Estados Unidos consigue victorias en
luchas más limitadas, se sentirá animado a comenzar un gran conflicto militar
global. La lucha decisiva debe ser evitar ese conflicto global. Esto significa
que es de suma importancia que Estados Unidos no gane luchas inmediatas, como
la guerra que provocó en Ucrania, su intento de socavar la política de “Una
sola China” respecto a Taiwán, y sus guerras económicas contra muchos otros
países.
Las principales fuerzas que se oponen a la agresión militar estadounidense
Hay dos fuerzas
poderosas que se oponen a la agresión militar estadounidense. La primera y la
más poderosa es China, cuyo desarrollo económico es no solo crucial para
mejorar los estándares de vida de su población, sino también para eventualmente
permitirle al país poner sus fuerzas militares más a la altura de las de
Estados Unidos. Es muy probable que esto sea el último elemento disuasorio de
la agresión militar estadounidense. La segunda fuerza poderosa es la oposición
de un gran número de países a la agresión de EE. UU. —incluidos muchos del Sur
Global, que comprenden la mayoría de la población mundial— no solo desde un
punto de vista moral, sino por interés directo. El intento de Estados Unidos de
superar las consecuencias de sus fracasos económicos por medios militares y
políticos le lleva inevitablemente a emprender acciones contra los intereses de
muchos otros países.
Uno de los
muchos ejemplos del impacto de estas acciones es que la provocación
estadounidense de la guerra en Ucrania ha ayudado a crear un masivo aumento de
los precios mundiales de los alimentos, ya que Rusia y Ucrania son los mayores
proveedores internacionales de trigo y fertilizantes. Al mismo tiempo, prohibir
que la empresa de telecomunicaciones china Huawei participe en el desarrollo de
las telecomunicaciones 5G implica que las y los habitantes de todos los países
que aceptan la prohibición estadounidense tienen que pagar más por sus
telecomunicaciones. La presión de Estados Unidos para obligar a Alemania a
comprar gas licuado estadounidense en lugar del gas natural ruso eleva los
precios de la energía en Alemania. En América Latina, Estados Unidos intenta
impedir que los países apliquen políticas de independencia nacional. Los
aranceles de Estados Unidos a las exportaciones de China elevan el costo de
vida de los hogares estadounidenses. El hecho de que, en la práctica, las
poblaciones de otros países se vean obligadas a financiar el agresivo
militarismo estadounidense está destinado a generar oposición a esas políticas
y sus resultados.
Estas dos
fuerzas que se refuerzan mutuamente —el propio desarrollo de China y el hecho
de que la política de Estados Unidos es contraria a los intereses de la inmensa
mayoría de la población mundial— constituyen los principales obstáculos a la agresión
de Estados Unidos. Articular el desarrollo de China con las fuerzas
internacionales que se oponen a los ataques de Estados Unidos es, por tanto, la
tarea más crucial para la mayoría de la población mundial. Aunque quienes
estamos fuera del país no podemos comprender del todo las complejidades a las
que se enfrenta la dirigencia china, podemos decir que tienen una gran
responsabilidad no solo para impulsar al mundo hacia la paz y un planeta
sostenible, sino también para cumplir las promesas de su revolución y
justificar los grandes sacrificios del campesinado y la clase trabajadora, los
mismos sacrificios que hicieron posible la posición actual de China en el
mundo.
Las opciones que enfrenta Estados Unidos
El giro de
Estados Unidos hacia una escalada de agresión militar junto con su pérdida de
supremacía económica ya ha comenzado. En Ucrania, Estados Unidos está
desafiando directa y enérgicamente a Rusia, un Estado con poderosas armas
nucleares, aumentando así el riesgo potencial de una guerra nuclear.
Simultáneamente, está aplicando la máxima presión a sus aliados, como Alemania,
para que perjudiquen sus propios intereses subordinándolos a la política
estadounidense.
Sin embargo,
Estados Unidos todavía duda en utilizar toda su fuerza militar, evidentemente
sopesando lo que puede ganar y los riesgos de intensificar su agresión militar.
Aunque Estados Unidos provocó la guerra en Ucrania por amenazar con extender la
OTAN hacia ese país, lo que le daría acceso a armamento e inteligencia cada vez
más mortíferos, todavía no se ha atrevido a comprometer directamente sus
fuerzas militares en esta guerra, lo que demuestra que todavía hay una
considerable incertidumbre operando en los niveles más altos de la maquinaria
estatal estadounidense.
Todo esto
afecta directamente a las relaciones entre Rusia y China y hace que el
resultado de la guerra en Ucrania sea crucial para todo el mundo. Dado que las
relaciones amistosas sino-rusas son un obstáculo económico y militar formidable
para las amenazas de guerra de Estados Unidos, el objetivo estratégico central
de la política estadounidense es separar a Rusia y China. Si consigue esto,
Estados Unidos tendrá mayor capacidad para atacarlos individualmente incluso
mediante el uso de su fuerza militar.
Conclusiones
Estados Unidos
aumentará sus acciones agresivas contra China, así como hacia otros países, no
solo en el ámbito económico, sino especialmente a través del uso directo e
indirecto de su poder militar, dudando solo cuando sufra derrotas.
Naturalmente, hay que aprovechar cualquier apertura para desarrollar un enfoque
conciliador por parte de Estados Unidos, pero es esencial tener claro que la
política estadounidense durante los períodos en que sufre derrotas consiste en
intentar reagrupar sus fuerzas para lanzar una nueva política agresiva.
La derrota de
la agresión estadounidense depende en gran medida del desarrollo interno de
China en lo económico, militar y todos los demás campos, lo que también es del
interés de otros países que sufren la misma agresión. Después del desarrollo
interno de China, la fuerza más importante que bloquea la agresión de Estados
Unidos es la oposición de la mayoría de la población mundial y de los países
cuya posición se ve agravada por la política estadounidense. El grado en que se
intensificará la agresión estadounidense basada en lo militar, tanto directa
como indirecta, depende del grado de derrota de Estados Unidos en las luchas
individuales. Cuanto más éxito tenga, más agresivo se volverá; cuanto más se
debilite, más conciliador se volverá.
A corto plazo,
el resultado de la guerra en Ucrania será crucial para la realidad geopolítica
más amplia. Mientras los detalles de la agresiva política exterior
estadounidense no pueden verse con una bola de cristal, la escalada general de
la agresión estadounidense se desprende claramente de su combinación de
debilitamiento económico y fuerza militar, a menos que sufra derrotas
significativas.
Referencias bibliográficas
Ganesh, Janan.
“The US will be the ultimate winner of Ukraine’s crisis”, Financial
Times, 5 de abril de 2022. https://www.ft.com/content/cd7270a6-f72b-4b40-8195-1a796f748c23
Glazyev,
Sergey. “Events like This Happen Once a Century: Sergey Glazyev on the
breakdown of epochs and changing ways of life”, The Saker, 28 de
marzo de 2022, https://thesaker.is/events-like-this-happen-once-a-century-sergey-glazyev-on-the-breakdown-of-epochs-and-changing-ways-of-life/
Maddison,
Angus. The World Economy: A Global Perspective. Paris: Organisation
for Economic Cooperation and Development, 2001.
Miguel, Edward
y Gerard Roland. “The Long-run Impact of Bombing Vietnam”, Journal of
Development Economics 96 (1), 2011. https://eml.berkeley.edu/~groland/pubs/vietnam-bombs_19oct05.pdf
Notas
[1] Ver Angus Maddison, The World Economy: A Global Perspective.
Paris: Organisation for Economic Cooperation and Development, 2001. Obsérvese
que otras fuentes atribuyen a la economía estadounidense una parte mucho mayor
del PIB mundial en 1950, con estimaciones superiores al 40%.
[2] Los datos que comparan los resultados económicos de Estados Unidos y
China proceden de la base de datos del FMI publicada junto al World Economic Outlook de abril de
2022. También de la Oficina de Análisis Económico de EE.UU., International Data; de Trading Economics,
y de los World Development indicators del
Banco Mundial.
[3] Federation of American Scientists, “Status of World Nuclear Forces”, 2022.