jueves, 21 de julio de 2022

La privatización del agua, la hipoteca que están pagando los municipios. [¿Qué significado práctico tiene el concepto “privatizar” en cristiano-román paladino, castizo de pura raza y olé?: que un bien público, esto es, de todos, gracias a la intervención de la cilindrina-cilindrón que se dedica a la política de la representación representativa de la cosa esta de representar pase a los bolsillos de los capitales dominantes que son los mandantes y financieros de la dicha cilindrina-cilindrón. ¡Y yo con estos pelos!, y además, que no me da por intervenir de forma activa y directa en la política, oye. Que hijo putin es el Putin. El día que me lo encuentre solo me le voy a romper la boca que ya me está cargando el Putin este, porque a mí lo que haga o deje de hacer me da igual, allá penas, pero lo que no le consiento es que me ande trasteando con el grifo para joderme el agua, que lo que no se puede decir es de este agua no beberá ni este cura no es mi padre]

 

La privatización del agua, la hipoteca que están pagando los municipios

 

Por Dani Domínguez 

Rebelion / España

| 21/07/2022 


Fuentes: La Marea [Foto: MARIO A.P. / FLICKR]


Los vientos remunicipalizadores soplaron fuerte tras la llegada al poder de los autodenominados “ayuntamientos del cambio” a partir de 2015. Sin embargo, pocos consiguieron el objetivo final, como ocurrió en el caso de Barcelona, con Ada Colau al frente. En 2019, el Tribunal Supremo tumbó la única posibilidad de gestionar el abastecimiento de manera pública, lo que permitió que Aigües de Barcelona (participada en un 70% por Agbar) fuese quien se quedara con la concesión hasta 2047.

“Se trata de un proceso muy complejo porque normalmente la privatización está blindada. Si quieres romper el contrato por las malas, el ayuntamiento se quedaría en la ruina debido a las indemnizaciones que tendría que pagar. Por eso hay que judicializar el proceso y demostrar que la empresa privada está incumpliendo el contrato de la concesión. Es jurídicamente muy complejo”, explica Ricardo Gamaza, periodista y director del documental ¿Trileros del agua?

La privatización del suministro de agua se convirtió en la vía rápida de muchos ayuntamientos para obtener liquidez, hipotecando así el futuro de los vecinos y vecinas durante las décadas que dura la concesión. En la actualidad, según los datos recopilados por la Red Agua Pública (RAP) y la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS),

31 de las 51 capitales de provincia tienen una gestión privada del agua frente a 20 públicas. Una de ellas es Valladolid. Tras la llegada de Óscar Puente (PSOE) a la alcaldía de la capital vallisoletana en 2016 de la mano de la plataforma Valladolid toma la palabra (Izquierda Unida, Equo y otros), revertir la concesión privada del servicio, en esos momentos en manos de una empresa del grupo Agbar, se convirtió en una prioridad. Y, veinte años después de la privatización del servicio, la gestión del agua volvió a ser pública en 2017.

Las multinacionales del agua

De acuerdo con los cálculos del citado documental, el 55% del abastecimiento de agua en España se encuentra en manos privadas. Dentro de ello, el 87% está gestionada por dos únicas multinacionales: Agbar, filial de la francesa Suez, y Aqualia, propiedad de FCC y de un fondo de inversión australiano. Esta segunda se presenta como “la cuarta empresa de gestión del agua de Europa y la novena del mundo por población servida”. Según los últimos datos, presta servicio a cerca de 30 millones de personas de 17 países, si bien el 66% de su facturación procede de España. Agbar ha declinado responder a las preguntas de La Marea.

Luis Babiano, director-gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS), a la que pertenecen la mayoría de organismos que prestan un servicio público de suministro de agua, se queja de que, en España, existe una “invisibilización” de las diferentes problemáticas que existen con el agua: “Solo se habla cuando hay un fenómeno de sequía. Entonces sí pasa a las agendas económicas, políticas y públicas”, asegura.

Según el directivo de AEOPAS, el cambio climático “solo puede traer más sequías y de manera más recurrentes y, ahí, la planificación es fundamental”. El problema, defiende Babiano, “es que las empresas privadas solo piensan en el lucro, en la cantidad de clientes, el consumo y el beneficio. Si no da dinero, no van a acometer inversiones que permitan minimizar los efectos del cambio climático y de la sequía”.

Cambio climático

Gonzalo Marín, portavoz de la Red Agua Pública (RAP), mantiene una posición similar: “Para situaciones como la que están por venir necesitamos modelos democráticos, de participación de la ciudadanía en las tomas de decisiones. Unas decisiones que deben ser transparentes, que tengan en cuenta aspectos sociales y medioambientales en el uso del agua. Pero la privada solo tiene en cuenta la maximización de sus beneficios”.

Una de las últimas operaciones de remunicipalización del servicio de abastecimiento de aguas se llevó a cabo en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) el pasado 2021. Una sentencia del Tribunal Supremo confirmó que la venta de Aguas de Alcázar a Aqualia por parte del PP local en 2014 fue una operación “puramente ideológica y política”, marcada “por las prisas y por las malas formas”. Finalmente, en septiembre, la alcaldesa firmó la salida de la multinacional del capital social de la empresa pública.

La primera edil del consistorio, Rosa Melchor, califica de “bonito” el proceso de remunicipalización: “Partió de la ciudadanía y nunca estuvimos solos, y eso es muy importante”. La alcaldesa, sin embargo, subraya que la pugna se libró en los juzgados: “Lo que hicimos fue poner en manos de la justicia todos los errores de forma cometidos por la derecha cuando privatizaron el agua y eso fue lo que nos permitió ganar. En los resquicios legales está la clave”, explica.

Para Gonzalo Marín, portavoz de la Red Agua Pública, hay dos elementos esenciales a la hora de acometer un proceso de remunicipalización de la gestión del agua: “Es muy importante que el ayuntamiento tenga voluntad política de hacerlo, pero solo con eso no basta: hace falta un acompañamiento por parte de la ciudadanía, que apoye y que, si se logra, impulse un tipo de gestión democrática y participativa”.

Fuente: https://www.lamarea.com/2022/07/20/la-privatizacion-del-agua-la-hipoteca-que-estan-pagando-los-municipios/

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El futuro del trabajo (1): el teletrabajo

 

Pese a la resistencia de algunos empresarios, el teletrabajo puede haber llegado para quedarse. Pero la esclavitud diaria (y nocturna) con salarios apenas aceptables continuará para la mayoría de los trabajadores.


El futuro del trabajo (1): el teletrabajo

 

Michael Roberts

El Viejo Topo

21 julio, 2022 

 

Esta es la primera de una serie de publicaciones sobre el futuro del trabajo desde la crisis del Covid 19.

Hace unas semanas, el hombre más rico del mundo, Elon Musk, CEO de Tesla, les dijo a sus empleados que debían volver a la oficina o abandonar la empresa. Musk escribió en un correo electrónico que todos en Tesla deben pasar al menos 40 horas a la semana en la oficina. “Para ser súper claro: la oficina debe estar donde se encuentran de verdad tus colegas, no en una pseudo oficina remota. Si no se presenta, asumiremos que has renunciado”. A continuación elogió a los trabajadores de sus fábricas chinas por trabajar hasta las 3 de la mañana si es necesario.

En 2021, el director ejecutivo de Goldman Sachs, David Solomon, dijo que “el trabajo remoto no es ideal para nosotros, y no es una nueva normalidad”, y pronosticó que sería “una aberración que vamos a corregir lo más rápido posible ”. . Sin embargo, un año después, menos de la mitad de los empleados del banco acudían regularmente a su sede de Nueva York, lo que obligó a Solomon a suplicar nuevamente al personal que regresara. Nuevamente el año pasado, Jamie Dimon, director ejecutivo de JP Morgan Chase, dijo que trabajar desde casa “no funciona para la generación espontánea de ideas. No funciona para la cultura”. Dimon finalmente cedió y dijo que el 40% de los 270.000 empleados del banco podían trabajar solo dos días a la semana desde la oficina. En su carta anual a los accionistas, escribió:“Es evidente que trabajar desde casa será algo más común en las empresas estadounidenses”.

Musk y estos otros jefes son como el Rey Canute tratando de hacer retroceder la marea. Desde la pandemia, muchos trabajadores se niegan a volver a una semana de cinco días a tiempo completo. Más de un tercio de la fuerza laboral de oficina del Reino Unido todavía trabaja desde casa. En el Reino Unido, el 23 % de los trabajadores que ganan £40.000 o más siguen trabajando desde casa cinco días a la semana y otro 38 % sigue un patrón híbrido, dividiendo su tiempo entre la oficina y el hogar.

Desde la pandemia se da el fenómeno de la llamada Gran Dimisión. La gran dimisión es la idea de que una gran cantidad de personas están renunciando a sus trabajos y lo hacen porque la pandemia les dio una nueva perspectiva sobre sus carreras o se quemaron durante la pandemia. Una encuesta global de Microsoft de más de 30 000 trabajadores mostró que el 41 % estaba considerando dimitir o cambiar de profesión, y un estudio de la empresa de software de recursos humanos Personio sobre los trabajadores en el Reino Unido e Irlanda mostró que el 38% de los encuestados planeaba dimitir en los próximos seis meses o un año. Solo en los EEUU, más de cuatro millones de personas renunciaron a sus trabajos en abril, según un resumen ejecutivo del Departamento de Trabajo de los EEUU, el mayor aumento registrado nunca.


No es un fenómeno exclusivamente estadounidense. El movimiento chino “recostarse”, en el que los jóvenes dan la espalda a la rutina diaria, está ganando popularidad. En Japón, conocido por sus largos horarios de oficina, el gobierno ha propuesto una semana laboral de cuatro días.

Antes de la pandemia de COVID-19, la OIT estimó que el 7,9% de la fuerza laboral mundial (260 millones de trabajadores) trabajaba desde casa de forma permanente. Aunque algunos de estos trabajadores eran «teletrabajadores» a la antigua, la mayoría no lo era, ya que la cifra incluye una amplia gama de ocupaciones, incluidos trabajadores industriales a domicilio (por ejemplo, bordadores, enrolladores), artesanos, propietarios de negocios autónomos y autónomos, además de empleados

Los empleados representaban uno de cada cinco trabajadores a domicilio en todo el mundo, pero este número llega a uno de cada dos trabajadores en los países de altos ingresos. A nivel mundial, de los empleados, el 2,9 % trabajaba exclusiva o principalmente desde su hogar antes de la pandemia de COVID-19. Pero cerca del 18% de los trabajadores tienen ocupaciones y viven en países con la infraestructura que les permitiría realizar efectivamente su trabajo desde casa (OIT 2020).

Esta estimación coincide con otras en el Reino Unido, a saber, el 18 % de los puestos de trabajo en el Reino Unido (5,9 millones en total) son puestos de trabajo «en cualquier lugar». Mirando el desglose ocupacional, en cualquier lugar los trabajos son predominantemente ocupaciones profesionales (36%), técnicas (30%) y administrativas (24%). De todos los puestos de trabajo en cualquier lugar, 1,7 millones (28 %) se encuentran en los sectores de finanzas, investigación e inmobiliario, y 1,1 millones (18 %) en transporte y comunicaciones.

Pero la mayoría de los jefes todavía se resisten al cambio y al trabajo remoto o la semana de cuatro días. ¿Por qué? Por dos razones. La habitual que se ofrece es que cuando el personal está en la oficina, son ‘más productivos’. Es más difícil colaborar y ser creativo con colegas a través de videollamadas interminables. Sin embargo, esa no es la opinión de muchos trabajadores, quienes dicen que hacen mucho más en casa sin cotilleos y otras distracciones de la oficina. En 2015, un estudio de 16.000 miembros de personal de centros de llamadas encontró que aquellos que trabajaban desde casa (WFH, por sus siglas en inglés) eran un 13 % más eficientes que sus colegas en la oficina. El equipo de la FMH fue más productivo ya que tomó menos descansos, se enfermó con menos frecuencia y realizó más llamadas por hora ya que no se distrajo con los descansos para tomar té o beber agua.

La libertad física para trabajar fuera de la oficina, potenciada por la pandemia, ha aumentado la libertad temporal para trabajar en cualquier momento. “Trabajo asincrónico” es la nueva palabra de moda en los círculos de gestión y recursos humanos. Esto tiene sus ventajas: evita la desagradable sincronía de que todos se amontonen en los trenes todas las mañanas y tardes y permite que las personas ajusten el trabajo a otras prioridades o responsabilidades.

Pero también hay desventajas. Un estudio publicado en 2017 de trabajadores en 15 países encontró que el impacto del trabajo remoto en el equilibrio entre la vida laboral y personal era «altamente ambiguo» : los trabajadores señalaron que pasaban más tiempo con sus familias, pero también un aumento en las horas de trabajo y límites borrosos entre trabajo remunerado y vida personal.

También existen preocupaciones sobre los posibles impactos en la salud mental de trabajar desde casa. La investigación realizada por la firma de consultoría de gestión McKinsey descubrió que trabajar desde casa en realidad había aumentado las tasas de «quemados» entre todos los empleados mientras luchaban por hacer malabarismos con sus carreras y vidas familiares, y este era particularmente el caso de las mujeres. La encuesta de 65.000 empleados encontró que la brecha entre las tasas de «quemados» de hombres y mujeres casi se duplicó, con el 42% de las mujeres señalando agotamiento en comparación con un tercio de los hombres.

Pero la verdadera razón de la oposición de los empleadores no es solo una menor productividad, sino que la gerencia comienza a perder el control sobre sus empleados, tanto en términos de tiempo como de decisión sobre la actividad a ejecutar. La opresiva relación jefe-empleado comienza a debilitarse. Y por supuesto, está la cuestión del dinero. El bufete de abogados londinense Stephenson Harwood permite que su personal trabaje desde casa el 100 % del tiempo, pero solo si aceptan una reducción salarial del 20 %. “Al igual que muchas empresas, creemos valioso estar juntos en la oficina con regularidad, al mismo tiempo que podemos ofrecer flexibilidad a nuestra gente”, dijo un portavoz. En el popular sitio web de la industria legal RollOnFriday, un abogado de Stephenson Harwood dijo que la política de «100%en casa,80%paga» fue «un cambio total».“Puedo vivir en Bath y trabajar para una empresa de la ciudad”, ganando más que en su antigua empresa regional “incluso después del 20 % de recorte”.

Estas objeciones de los jefes al trabajo remoto y una semana laboral más corta ahora se pondrán a prueba con un nuevo plan piloto. Más de 3.000 trabajadores de 60 empresas de toda Gran Bretaña probarán una semana laboral de cuatro días, en lo que se cree que es el plan piloto más grande que se llevará a cabo en cualquier parte del mundo. Joe O’Connor, director ejecutivo de 4 Day Week Global, declaró que no había forma de «retroceder el reloj» al mundo anterior a la pandemia . “Cada vez más, los gerentes y ejecutivos están adoptando un nuevo modelo de trabajo que se enfoca en la calidad de los resultados, no en la cantidad de horas”(…)“Los trabajadores han salido de la pandemia con diferentes expectativas en torno a lo que constituye un equilibrio saludable entre vida y trabajo”.

Eso suena muy bien para las clases profesionales de las finanzas, el derecho y la tecnología. En general, el 48% (2,8 millones de personas) de los que tienen trabajos moviles tienen un título académico. De hecho, el 20% de las personas con estudios de grado o superior en el Reino Unido están trabajando en cualquier lugar. Pero la mayoría de los trabajadores no son necesarios en tales trabajos moviles. La mayoría trabaja en trabajos mal pagados y que requieren una actividad de tiempo completo fuera de casa. En el Reino Unido, solo el 6 % de las personas que ganan £15.000 o menos trabajan desde casa todos los días, y solo el 8 % tiene privilegios de trabajo híbrido.

El Congreso Británico de Sindicatos (TUC) advirtió que trabajar desde casa corre el riesgo de crear una «nueva división de clases», ya que los trabajadores de primera línea en supermercados y hospitales, mecánicos y otros trabajos centrados en el cliente no tienen la opción de trabajar desde casa. Frances O’Grady, secretaria general de TUC, señala: “Todo el mundo debería tener acceso a un trabajo flexible. Pero mientras el trabajo a domicilio ha crecido, las personas en trabajos que no se pueden hacer desde casa se han quedado atrás. Ellos también merecen acceso a un trabajo flexible. Y necesitan nuevos derechos a opciones como horarios flexibles, turnos predecibles y puestos de trabajo compartidos”.

La realidad es que para la mayoría de los trabajadores la reducción de la jornada de “9 a 5” ha estado en marcha durante décadas. En 2010-11, el 20 por ciento de los empleados en los EEUU trabajaron más de la mitad de sus horas fuera del horario estándar de 6 a. m. a 6 p. m. o los fines de semana. Una amplia encuesta de trabajadores en toda la UE en 2015 encontró que aproximadamente la mitad trabajaba al menos un sábado al mes, casi un tercio trabajaba al menos un domingo y aproximadamente una quinta parte trabajaba por la noche. Y esto ocurre principalmente en el lugar de trabajo, no en el hogar.

Un patrón de turnos común para los trabajadores de producción y almacén hoy en día es trabajar cuatro días de 12 horas, tener cuatro días libres, luego trabajar cuatro noches y luego tener otros cuatro días libres. Otra es trabajar turnos de ocho horas en rotación. Como explica un anuncio de trabajo real en el Reino Unido para un puesto de almacén: “El horario de trabajo es: 6 am a 2 pm, 2 pm a 10 pm, 10 pm a 6 am. Trabajará una semana en un turno y luego rotará, por lo que se requiere flexibilidad para cubrir todos los turnos”. No hay posibilidad de trabajo en el domicilio.

Las fábricas y los almacenes no son los únicos lugares de trabajo que funcionan las 24 horas. El trabajo en turnos es común para médicos, enfermeras, cuidadores, choferes y guardias de seguridad, entre otros. Parece estar en aumento. En 2015, el 21 % de los trabajadores de la UE informaron que trabajaban en turnos, frente al 17 % de la década anterior. Si bien el trabajo en turnos se adapta a algunas personas, la evidencia sugiere que daña su salud, especialmente si rotan entre el día y la noche. Los turnos de doce horas, los turnos rotativos y los horarios impredecibles están asociados con un mayor riesgo de enfermedades mentales, problemas cardiovasculares y problemas gastrointestinales.

El trabajo en turnos también puede perjudicar la vida familiar. “Los casos de divorcio son bastante abundantes. Vemos muchos divorcios, solo por el hecho de que las familias, especialmente las parejas jóvenes, están lejos de su familia [durante] 12 horas, y luego, cuando regresan a casa después de un turno de 12 horas, solo quieren dormir”, señaló un gerente de una planta de fabricación de EEUU a los académicos que estudian el impacto del trabajo en turnos. Un trabajador apuntó en el mismo estudio: “Cambia nuestro tiempo con nuestra familia. Cambia nuestro tiempo con nuestra vida social y la iglesia y los grupos comunitarios. Todas esas cosas en las que te gustaría estar involucrado”.

El teletrabajo puede haber llegado para quedarse; y muchos empleadores pueden estar de acuerdo con una semana de cuatro días (pero casi con certeza solo si la ‘productividad’ aumenta lo suficiente como para justificarlo y probablemente con un recorte salarial). Pero la esclavitud diaria (y nocturna) con salarios apenas aceptables continuará para la mayoría de los trabajadores.

El futuro del trabajo: la parte 2 cubrirá cómo las horas de trabajo se han hecho más largas, lo que ha provocado graves daños a la salud de millones de personas.

Publicado originalmente en el blog de Michael Roberts. Traducción de G. Buster en Sin Permiso.

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Rusia también ha ganado la guerra del gas

 

Rusia también ha ganado la guerra del gas

 

DIARIO OCTUBRE / julio 19, 2022

El 13 de julio Gazprom declaró que, tras una suspensión de diez días por trabajos de mantenimiento programados desde hace tiempo, el flujo de gas a través del Nord Stream podría no reanudarse. La decisión causó pánico entre los operadores, pero no fue una sorpresa. Es otro caso de profecía autocumplida en las relaciones ruso-europeas desde el inicio de la guerra en Ucrania.

 

La trama es siempre la misma: los Estados miembros de la Unión Europea se ponen duros con Rusia, la sancionan, entregan armas a Ucrania y pretenden golpear su economía. Sin embargo, a cada paso la cuestión del gas vuelve a salir a la palestra, ya que Europa se da cuenta de que es imposible sustituir por completo el gas de Moscú a corto plazo sin enfrentarse a un verdadero terremoto energético. Esto hace que las sanciones sean nulas y ofrece un arma de presión que Rusia puede utilizar sin coste alguno.

Los gestos simbólicos y demostrativos, las interrupciones o cortes de suministro y las declaraciones son calibrados cada vez por Moscú en un hábil juego de guerra psicológica contra Occidente. Sabiendo, como entiende Rusia, que los mercados, en los que se delega en gran medida la necesidad de fijar el precio de la energía en Europa, sufrirán tensiones e incertidumbres.

Los ganadores son los rusos. Europa trata de diversificar sus suministros con cautela, alejándose de la excesiva dependencia actual de Moscú. Pero no puede prescindir por el momento de algunas de las importaciones restantes del este. Gracias a la estrategia de presión de Moscú, los precios se disparan y Rusia puede armarse aumentando su caja energética incluso en un contexto de disminución de los suministros de Europa: al menos 530 millones de euros diarios han sido garantizados por la Unión Europea a Rusia para las compras de energía desde el 24 de febrero. En unos 140 días de guerra, eso supone 74.200 millones de euros.

Las importaciones europeas encabezan los ingresos rusos. Rusia obtuvo 93.000 millones de euros en ingresos por exportaciones de combustibles fósiles, incluido el carbón, en los primeros 100 días de la guerra (del 24 de febrero al 3 de junio). Estamos hablando de un superávit comercial sin precedentes. La Unión Europea importó el 61 por cien, por valor de unos 57.000 millones de euros.

La dependencia es declarada explícitamente por Europa, que no ha entendido la estrategia de guerra sicológica ensayada por Moscú desde el verano del año pasado. La crisis de precios del pasado invierno puso de manifiesto que Rusia suministraba al noroeste de Europa volúmenes de gas inferiores a los de los años anteriores a la pandemia. En concreto, entre septiembre y octubre del año pasado, cayeron alrededor de un 17 por cien. Mientras tanto, la curva de precios ha mostrado una impresionante subida. El 6 de octubre, las noticias sobre posibles problemas en la certificación del Nord Stream 2 hicieron subir los precios un 30 por cien en pocas horas, hasta los 116,83 euros por MWh.

El 21 de diciembre los envíos rusos a Alemania a través del oleoducto Yamal-Europa cayeron sin explicación alguna, provocando el pánico. El precio, que un mes antes era de 87 euros por MWh, se disparó a 179,18 euros. La guerra en Ucrania no hizo más que prolongar lo que ya estaba en marcha desde hace tiempo: en tiempos de tensión política, a Moscú le conviene tirar de la cuerda y desatar el caos.

El 3 de marzo Rusia cortó el suministro tras la decisión de Alemania de no certificar el Nord Stream 2, lo que hizo que el precio del gas europeo superara por primera vez los 200 euros. La misma dinámica se produjo el 26 de abril siguiente, cuando se cortó el suministro de gas a Polonia y Bulgaria: el precio subió más de un 25 por cien en cuestión de horas, después de haber bajado a los niveles anteriores a la guerra, lo que llevó a muchos países a hacer tratos con Rusia para pagar los contratos en rublos. Después de que en mayo se produjera un nuevo parón, bajando el gas a 80 euros por MWh tras las políticas iniciales de diversificación, a mediados de junio se produjo un nuevo repunte cuando, con motivo del viaje de Mario Draghi, Olaf Scholz y Emmanuel Macron a Kiev, Rusia cortó el suministro a Italia y Alemania.

Desde entonces, la victoria de Rusia ha sido definitiva, lo que ya se podía adivinar por las palabras sobre el “desempleo y la pobreza masivos” a los que se arriesgaba Alemania sin el gas ruso, según el ministro de Economía Robert Habeck, pronunciadas el 15 de marzo. ¿El resultado? Los precios subieron de 81 a 181 euros entre el 13 de junio y el 13 de julio.

Cada vez que el precio se estabiliza o baja, Rusia lanza tácticas de presión y una guerra económica híbrida a la que Europa reacciona desordenadamente, poniéndose entre la espada y la pared y haciendo explícita su dependencia de Rusia.

Con las sanciones, el arma energética se ha convertido en un instrumento legítimo (y previsible) de presión para Rusia, y Europa hará bien preparándose para evitar que Moscú lo explote cuando se acerque el invierno. Los países europeos han estado enviado arsenales de armas a Ucrania y no pueden esperar otra cosa que pasar frío, e incluso hambre.

FUENTE: mpr21.info

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