Rusia también ha ganado la guerra del gas
DIARIO OCTUBRE / julio 19, 2022
El 13 de julio Gazprom declaró que, tras una suspensión de diez días por
trabajos de mantenimiento programados desde hace tiempo, el flujo de gas a
través del Nord Stream podría no reanudarse. La decisión causó pánico entre los
operadores, pero no fue una sorpresa. Es otro caso de profecía autocumplida en
las relaciones ruso-europeas desde el inicio de la guerra en Ucrania.
La trama es
siempre la misma: los Estados miembros de la Unión Europea se ponen duros con
Rusia, la sancionan, entregan armas a Ucrania y pretenden golpear su economía.
Sin embargo, a cada paso la cuestión del gas vuelve a salir a la palestra, ya
que Europa se da cuenta de que es imposible sustituir por completo el gas de
Moscú a corto plazo sin enfrentarse a un verdadero terremoto energético. Esto
hace que las sanciones sean nulas y ofrece un arma de presión que Rusia puede
utilizar sin coste alguno.
Los gestos
simbólicos y demostrativos, las interrupciones o cortes de suministro y las
declaraciones son calibrados cada vez por Moscú en un hábil juego de guerra
psicológica contra Occidente. Sabiendo, como entiende Rusia, que los mercados,
en los que se delega en gran medida la necesidad de fijar el precio de la
energía en Europa, sufrirán tensiones e incertidumbres.
Los ganadores
son los rusos. Europa trata de diversificar sus suministros con cautela,
alejándose de la excesiva dependencia actual de Moscú. Pero no puede prescindir
por el momento de algunas de las importaciones restantes del este. Gracias a la
estrategia de presión de Moscú, los precios se disparan y Rusia puede armarse
aumentando su caja energética incluso en un contexto de disminución de los suministros
de Europa: al menos 530 millones de euros diarios han sido garantizados por la
Unión Europea a Rusia para las compras de energía desde el 24 de febrero. En
unos 140 días de guerra, eso supone 74.200 millones de euros.
Las
importaciones europeas encabezan los ingresos rusos. Rusia obtuvo 93.000
millones de euros en ingresos por exportaciones de combustibles fósiles,
incluido el carbón, en los primeros 100 días de la guerra (del 24 de febrero al
3 de junio). Estamos hablando de un superávit comercial sin precedentes. La
Unión Europea importó el 61 por cien, por valor de unos 57.000 millones de
euros.
La dependencia
es declarada explícitamente por Europa, que no ha entendido la estrategia de
guerra sicológica ensayada por Moscú desde el verano del año pasado. La crisis
de precios del pasado invierno puso de manifiesto que Rusia suministraba al
noroeste de Europa volúmenes de gas inferiores a los de los años anteriores a
la pandemia. En concreto, entre septiembre y octubre del año pasado, cayeron
alrededor de un 17 por cien. Mientras tanto, la curva de precios ha mostrado
una impresionante subida. El 6 de octubre, las noticias sobre posibles
problemas en la certificación del Nord Stream 2 hicieron subir los precios un
30 por cien en pocas horas, hasta los 116,83 euros por MWh.
El 21 de
diciembre los envíos rusos a Alemania a través del oleoducto Yamal-Europa
cayeron sin explicación alguna, provocando el pánico. El precio, que un mes
antes era de 87 euros por MWh, se disparó a 179,18 euros. La guerra en Ucrania
no hizo más que prolongar lo que ya estaba en marcha desde hace tiempo: en
tiempos de tensión política, a Moscú le conviene tirar de la cuerda y desatar
el caos.
El 3 de marzo
Rusia cortó el suministro tras la decisión de Alemania de no certificar el Nord
Stream 2, lo que hizo que el precio del gas europeo superara por primera vez
los 200 euros. La misma dinámica se produjo el 26 de abril siguiente, cuando se
cortó el suministro de gas a Polonia y Bulgaria: el precio subió más de un 25
por cien en cuestión de horas, después de haber bajado a los niveles anteriores
a la guerra, lo que llevó a muchos países a hacer tratos con Rusia para pagar
los contratos en rublos. Después de que en mayo se produjera un nuevo parón,
bajando el gas a 80 euros por MWh tras las políticas iniciales de
diversificación, a mediados de junio se produjo un nuevo repunte cuando, con
motivo del viaje de Mario Draghi, Olaf Scholz y Emmanuel Macron a Kiev, Rusia
cortó el suministro a Italia y Alemania.
Desde entonces,
la victoria de Rusia ha sido definitiva, lo que ya se podía adivinar por las
palabras sobre el “desempleo y la pobreza masivos” a los que se arriesgaba
Alemania sin el gas ruso, según el ministro de Economía Robert Habeck,
pronunciadas el 15 de marzo. ¿El resultado? Los precios subieron de 81 a 181
euros entre el 13 de junio y el 13 de julio.
Cada vez que el
precio se estabiliza o baja, Rusia lanza tácticas de presión y una guerra
económica híbrida a la que Europa reacciona desordenadamente, poniéndose entre
la espada y la pared y haciendo explícita su dependencia de Rusia.
Con las
sanciones, el arma energética se ha convertido en un instrumento legítimo (y
previsible) de presión para Rusia, y Europa hará bien preparándose para evitar
que Moscú lo explote cuando se acerque el invierno. Los países europeos han
estado enviado arsenales de armas a Ucrania y no pueden esperar otra cosa que
pasar frío, e incluso hambre.
FUENTE: mpr21.info
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