Cognición sensorial –sensación, percepción, representación–
DIARIO OCTUBRE / agosto 21, 2023
«El primer paso en una cognición humana compleja e históricamente
desarrollada es una contemplación viva y directa de la realidad circundante. La
cognición sensorial, que incluye sensaciones, percepciones e ideas; al ser una
forma de reflejo directo de los objetos y los fenómenos específicos del mundo
material, sirve como fuente directa e indirecta de todo nuestro conocimiento.
«Nada podemos
saber ni de las formas de la sustancia ni de las formas del movimiento, si no
es por nuestras sensaciones». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y
empiriocriticismo, 1909)
Cualquier
conocimiento comienza con sensaciones y percepciones, con una revisión,
comparación, distinción y procesamiento del material percibido por los
sentidos. Todo el proceso subsiguiente de la cognición humana se basa, en
última instancia, en la cognición sensorial. La cognición sensorial constituye,
histórica y lógicamente, la etapa inicial del proceso de cognición. Esto es
cierto tanto en relación con el reflejo del mundo material en la mente de un
individuo, como en relación con el desarrollo histórico del conocimiento
humano.
El conocimiento
sensorial de la realidad material por parte del hombre se produce en el proceso
de su actividad práctica, en el proceso de producción. Los clásicos del
marxismo-leninismo señalaron que las personas no comienzan con la teoría, sino
con la actividad práctica, con la producción de medios para su existencia. En
el proceso del trabajo, de la actividad de producción práctica, las personas
influyen en los objetos y fenómenos del mundo material que les rodea y reciben
ciertas sensaciones y percepciones de este.
«La sensación
es el resultado de la acción que ejerce sobre nuestros órganos de los sentidos
la cosa en sí, existente objetivamente, fuera de nosotros». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
A través de las
sensaciones, las personas reciben cierta información sobre las propiedades y
cualidades de los objetos y los fenómenos individuales. Por eso, cuando se
perturba la actividad de los órganos de los sentidos, la conexión de la
conciencia con el mundo externo se interrumpe inevitablemente.
«La sensación
es, en realidad, el vínculo directo de la conciencia con el mundo exterior, es
la transformación de la energía de la excitación exterior en un hecho de la
conciencia». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo,
1909)
El mecanismo de
esta transformación –la transformación de un estímulo físico en un
correspondiente proceso fisiológico y luego también mental– está ampliamente
revelado por la ciencia soviética y sus diversas ramas: física, biología,
fisiología y psicología. La fisiología soviética moderna, basada en las
enseñanzas de Iván Petróvich Pávlov sobre la actividad nerviosa superior,
establece los fundamentos materiales y fisiológicos de los procesos de la
sensación, de las acciones de los órganos de los sentidos. La sensación, se
considera como el resultado del trabajo conjunto de los órganos de los sentidos
y la corteza cerebral. El aparato anatómico y fisiológico de la sensación,
llamado por Pávlov el «aparato analizador», consta de tres partes: 1) un
conjunto de receptores periféricos –ojos, oídos, nariz, etcétera–; 2) vías de
propagación de la excitación nerviosa –fibras nerviosas– y 3) las zonas
correspondientes –visual, auditiva, olfativa, etcétera– de la corteza cerebral.
La corteza cerebral es un órgano de análisis y síntesis superior de estímulos
externos; también dirige el trabajo de los analizadores de los nervios.
La ciencia
soviética estableció que la transformación de un estímulo externo en un proceso
nervioso –en un estímulo fisiológico y un acto psíquico–, que tiene lugar en el
proceso de la sensación, ocurre abruptamente, como la transición de la energía
fisicoquímica a una forma orgánica cualitativamente diferente de movimiento de
la materia.
«Cada aparato
periférico es un transformador especial de una energía externa dada en un
proceso nervioso». (I. P. Pávlov; Las ciencias naturales y el cerebro, 1909)
Por ejemplo, el
impacto de la energía luminosa en nuestro ojo provoca ciertos fenómenos
fotoquímicos y eléctricos en su retina, que a su vez provocan un cambio en la
concentración de iones en las terminaciones periféricas de los nervios ópticos.
Este proceso de excitación, que comenzó en los nervios sensibles a la luz
−bastones y conos−, se transmite a través de las fibras visuales a los centros
−visuales− correspondientes de la corteza cerebral, donde se convierte en un
determinado proceso mental. Pávlov reveló la dialéctica del proceso de
transformación de la irritación fisiológica en un acto mental. Mostró que la
formación de un reflejo condicionado es, al mismo tiempo, el proceso de
aparición de un acto mental elemental: la sensación.
El sistema
fisiológico de conexiones reflejas, condicionadas y nerviosas, formadas en el
cerebro, fijadas por la estructura material correspondiente −estímulos y sus
huellas en los hemisferios cerebrales−, que es un sistema de reflejo directo de
la realidad en forma de sensaciones, percepciones e ideas, fue llamado por
Pávlov el «primer sistema de señales».
«Para un
animal, la realidad está señalada casi exclusivamente por estímulos y sus
huellas en los hemisferios cerebrales, que llegan directamente a células
especiales de los receptores visuales, auditivos y de otros tipos en el cuerpo.
Esto es lo que también tenemos en nosotros mismos como impresiones, sensaciones
e ideas del medio externo, tanto del natural en general como del nuestro
social, excluyendo la palabra, audible y visible. Este es el primer sistema de
señalización de la realidad que tenemos en común con los animales». (I. P.
Pávlov; Los reflejos condicionados, 1934)
Sin embargo, en
los humanos, el primer sistema de señalización adquirió características
cualitativamente nuevas, ya que se desarrolló bajo la influencia del segundo
sistema de señalización, ya formado con la influencia del trabajo, la producción
material y la práctica sociohistórica en general. Los patrones biológicos, que
determinaron el desarrollo de los animales, han sido reemplazados, en el
hombre, por patrones sociales, en la medida en que sus órganos de los sentidos
han perdido su anterior agudeza animal y sus limitaciones biológicas,
adquiriendo una nueva cualidad: se han convertido en órganos humanos. Bajo la
influencia del trabajo y su impacto práctico en el mundo circundante, los
sentidos humanos y su actividad funcional mejoraron y se desarrollaron,
aumentando su capacidad para percibir una gran variedad de cualidades y
propiedades del mundo objetivo.
La capacidad de
los órganos de los sentidos para percibir adecuadamente varias propiedades y
cualidades del mundo objetivo ha mejorado, en el curso de la evolución
biológica de los organismos, como resultado de la complejidad creciente de las
formas de su interacción con el medio ambiente. La fisiología soviética
estableció, por ejemplo, que la sensibilidad cromática del ojo es producto de
un desarrollo relativamente tardío del mundo orgánico. En las primeras etapas
de la filogénesis, la visión de los organismos animales era incolora. En muchos
animales muy desarrollados, la sensibilidad al color está ausente o muy poco
desarrollada –por ejemplo, en los perros–. Incluso los grandes simios solo
pueden distinguir unos pocos colores. Solo el hombre, mediado por el proceso
del trabajo y una interacción más profunda con el mundo exterior, ha formado un
aparato fisiológico que tiene una gran capacidad para percibir, adecuadamente,
varios colores. Véase la obra de S. V. Kravkov «Color visión» (1951).
Al someter los
objetos de la naturaleza a un procesamiento práctico, especialmente al crear
otros nuevos, las personas cambiaron el mundo sensorial de los objetos
circundantes y, a la vez, cambiaron la naturaleza de su contemplación
sensorial; puesto que sus percepciones reflejaban los objetos y fenómenos de la
realidad ya en gran parte cambiados y transformados por el proceso de la
actividad material y productiva del trabajo.
«El mundo
sensible que le rodea no es algo directamente dado desde toda una eternidad y
constantemente igual a sí mismo, sino el producto de la industria y del estado
social, en el sentido de que es un producto histórico, el resultado de la
actividad de toda una serie de generaciones, cada una de las cuales se encarama
sobre los hombros de la anterior, sigue desarrollando su industria y su
intercambio y modifica su organización social con arreglo a las nuevas
necesidades». (Karl Marx y Friedrich Engels; Ideología alemana, 1846)
Por lo tanto,
los órganos de los sentidos del hombre y su actividad funcional son producto,
no sólo de toda la evolución anterior de sus ancestros animales, sino también
del desarrollo sociohistórico del propio hombre.
«La formación
de los cinco sentidos es un trabajo de toda la historia universal hasta
nuestros días». (Karl Marx; Manuscritos económicos y filosóficos, 1844)
El ojo humano,
capaz de percibir la riqueza de formas y colores, fue vivificado por las necesidades
prácticas del hombre, por la práctica sociohistórica. Con el desarrollo de su
actividad laboral o con la creación de nuevas formas de producir pinturas, las
personas aprendieron a distinguir cada vez más sutilmente varios tonos de
colores. El oído musical, sólo podía formarse como resultado de la creación de
la música. Las percepciones del gusto culinario del hombre dependen aún más de
la actividad productiva, que se volvieron humanas solo en el proceso de
desarrollo de la producción de alimentos y el arte de preparar alimentos:
«De la misma
manera que el lenguaje, en su gradual desarrollo, va necesariamente acompañado
por el correspondiente perfeccionamiento del órgano del oído, así también el
desarrollo del cerebro en general lleva aparejado el de todos los sentidos. El
águila ve mucho más lejos que el hombre, pero el ojo humano descubre mucho más
en las cosas que el ojo del águila. El perro tiene un olfato más fino que el
hombre, pero no distingue ni la centésima parte de los olores que acusan para
éste determinadas características de diferentes cosas. Y el sentido del tacto,
que en el mono apenas se da en sus inicios más toscos, sólo se desarrolla al
desarrollarse la misma mano del hombre, por medio del trabajo». (Friedrich
Engels; Dialéctica de la naturaleza, 1883)
La sensación de
una persona es un proceso complejo, que tiene lugar en su aparato sensorial
bajo la influencia de estímulos externos. La peculiaridad de las sensaciones es
que una persona siente, percibe, muestra sensualmente en la conciencia no los
procesos nerviosos más físicos, químicos y fisiológicos, sino los objetos y
fenómenos que causan estos procesos.
Surge la
pregunta: ¿los objetos del mundo material se reflejan correctamente en las
sensaciones y percepciones de una persona? Los representantes del agnosticismo,
el idealismo filosófico y fisiológico han insistido y continúan insistiendo en
que supuestamente existe una incapacidad innata de los órganos de los sentidos
para reflejar correctamente el mundo externo. «No hay semejanza», escribió el
fisiólogo alemán del siglo XIX Helmholtz, «entre la calidad de las sensaciones
sensoriales y la calidad de los agentes externos que excitan nuestras
sensaciones sensoriales y se transmiten a través de ellas».
Los agnósticos,
los idealistas filosóficos y fisiológicos declararon que las sensaciones y las
percepciones son signos, símbolos y jeroglíficos convencionales, supuestamente
sin semejanza con los objetos externos que representan.
En su obra
«Materialismo y empiriocriticismo» (1909), Lenin sometió la teoría de los
símbolos, o jeroglíficos, a una crítica devastadora. Demostró que esta teoría
es una teoría falsa y anticientífica, echando agua en el molino del
agnosticismo y el idealismo. Criticando a Helmholtz, escribió:
«Si las
sensaciones no son imágenes de las cosas, sino sólo signos o símbolos que no
tienen «ninguna semejanza» con ellas, se quebranta la premisa materialista de
la que parte Helmholtz, se pone de cierta forma en duda la existencia de los
objetos exteriores, puesto que los signos o símbolos son plenamente posibles
respecto a unos objetos ficticios, y todos conocemos ejemplos de signos o
símbolos de esta clase». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y
empiriocriticismo, 1909)
Lenin también
criticó severamente a Plejánov, quien, haciendo concesiones al kantismo,
escribió que:
«Nuestras
sensaciones son una suerte de jeroglíficos, que llevan a nuestro conocimiento
lo que sucede en la realidad. Estos jeroglíficos no se asemejan a los hechos de
los cuales nos informan. Pero nos informan con una perfecta fidelidad tanto de
los hechos como —y esto es lo principal— de las relaciones que existen entre
ellos». (Georgui Plejánov; Notas y advertencias a la traducción rusa del libro
de Engels «Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana» (1886),
1905)
En una lucha
resuelta contra varias escuelas idealistas, Lenin desarrolló con excepcional
profundidad y consistencia la doctrina materialista dialéctica de la sensación
como imagen de la realidad objetiva.
«Nuestras sensaciones,
nuestra conciencia son sólo la imagen del mundo exterior, y de ello se
comprende que el reflejo no puede existir sin lo reflejado, mientras que lo
reflejado existe independientemente de lo que lo refleja». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
La exposición
de Lenin del empiriocriticismo, el idealismo fisiológico y la teoría de los
jeroglíficos en esta obra es de gran importancia, ya que nos arma en la lucha
contra la moderna filosofía reaccionaria estadounidense-británica. Esta
filosofía revive una y otra vez las viejas ideas idealistas sobre la
imposibilidad de un reflejo adecuado del mundo exterior en las sensaciones
humanas. Negando la correspondencia del reflejo del mundo objetivo en las
sensaciones humanas, reducen toda la riqueza de este «reflejo» al mundo
subjetivo, a la «totalidad de las sensaciones», a la «energía específica» de
los órganos de los sentidos, etc.
La teoría de la
subjetividad de las cualidades secundarias –color, sonido, olor, sabor,
etcétera–, muy difundida en la filosofía burguesa, ha sido utilizada en el
pasado y está siendo utilizada en la actualidad por diversos idealistas en la
lucha contra el materialismo en general y la teoría marxista-leninista del
reflejo en particular. Los idealistas estadounidenses y británicos –Bradley,
McTaggart, Royce, Drake, Santayana, Broad, Pratt, Strong, etcétera– «prueban»
la subjetividad de las cualidades secundarias de varias maneras. «Una cosa»,
argumentan, «tiene una cualidad secundaria sólo en relación con un órgano… ya
que podemos tener sensaciones sin un objeto. Por lo tanto, las cualidades
secundarias son apariencias».
Para todos los
idealistas, la negación de la objetividad de las cualidades secundarias era
sólo una preparación lógica para la negación de la objetividad de las
cualidades primarias y la objetividad del mundo en general. Russell, Moore,
Wittgenstein y otros proceden de la negación de la objetividad de las
cualidades secundarias al fundamentar el «positivismo lógico» y afirman que
todo el mundo existente consiste «simplemente en ciertas filas y combinaciones
de datos de los sentidos». El pragmático estadounidense D. Dewey sostiene que
nuestras percepciones sensoriales son solo una «corriente de la conciencia»,
herramientas de nuestra actividad práctica, de nuestras necesidades, pero que
no tienen nada que ver con los objetos externos.
El materialismo
dialéctico, en pleno acuerdo con la experiencia, la práctica y la ciencia,
prueba que la sensación es un reflejo en la conciencia humana de varias
propiedades y cualidades de los objetos y fenómenos del mundo material
−longitud, movimiento, forma, color, sonido, olor, etcétera−. La teoría
leninista del reflejo rechaza resueltamente la negación hecha por los
subjetivistas y mecanicistas de la existencia objetiva del color, el olor, el
sonido, etc. No son nuestros órganos de los sentidos los que generan colores,
sonidos, olores y demás en nuestra mente, sino la existencia objetiva del color
de los objetos y fenómenos del mundo material, su sonido y olor son percibidos
por nuestros sentidos, dan lugar en nosotros a una sensación de color, sonido,
olor, etc.
La ciencia
soviética avanzada, corrobora la doctrina de la sensación de Lenin como una
imagen del mundo objetivo con los datos de la ciencia natural y refuta por
completo varias teorías idealistas. Nuestros órganos de los sentidos tienen la
capacidad de reflejar adecuadamente las propiedades y cualidades inherentes a
los mismos objetos del mundo material. Por ejemplo, con la ayuda del ojo
reflejamos las propiedades de color del mundo objetivo. Las superficies de los
objetos del mundo material tienen un cierto color, es decir, tienen la
propiedad de emitir o reflejar vibraciones electromagnéticas de una determinada
longitud de onda. El color de un objeto es el resultado de su interacción con
ciertos rayos de luz que inciden sobre su superficie. El color depende tanto de
la longitud de las ondas de luz –electromagnéticas– que inciden en el objeto,
como de la composición de la sustancia, de las propiedades de los átomos y las
moléculas ubicadas en su superficie. «Tanto el sol como todos los objetos que
iluminan», escribió el famoso científico soviético Kravkov, «envían muchos
rayos de varias longitudes de onda. La suma de las radiaciones de varias longitudes
de onda emitidas o reflejadas por cada cuerpo da los espectros de emisión, o
reflexión, que caracterizan las propiedades de color de ese cuerpo». Véase la
obra de S. V. Kravkov «Color visión» (1951).
En
consecuencia, los colores −rojo, azul, verde, etcétera− son ciertas propiedades
objetivas, cualidades de los objetos materiales que existen independientemente
del sujeto que las percibe y que son reflejadas en él. Pero si el color es una
propiedad objetiva de un objeto que existe fuera del sujeto, entonces su
sensación depende del sujeto que la percibe. La sensación es un reflejo
subjetivo en la cabeza humana de la realidad objetiva del mundo exterior.
«La sensación
es una imagen subjetiva del mundo objetivo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
La sensación es
una imagen subjetiva en tanto que se da en el sistema nervioso de una
personalidad histórica concreta, y no existe fuera del sujeto actuante. Por
tanto, la sensación depende en cierta medida del estado del sujeto y del
desarrollo tanto del organismo en su conjunto como de sus órganos de los
sentidos, de su sistema nervioso y de su cerebro. Se sabe que un cambio en el
estado del cuerpo, de los órganos sensoriales y del sistema nervioso, afecta al
proceso de la sensación, provoca un aumento o disminución de la capacidad del
sistema nervioso para responder a estímulos externos. La sensación es una
imagen subjetiva, pero no en el sentido de una distorsión de la realidad en la
mente humana, sino en el sentido de que es un proceso mental, un procesamiento
de la materia en la cabeza humana. La imagen que ha surgido en la cabeza de una
persona es solo una imagen aproximadamente correcta, una copia de un objeto
real; pero esta imagen no es idéntica al sujeto, no es un reflejo absolutamente
exacto y completo del mismo. Si nuestras sensaciones reflejaran inmediata y
completamente toda la complejidad de los procesos materiales, entonces la
ciencia no sería necesaria.
«El hombre no
puede captar = reflejar = reflectar la naturaleza como un todo, en su
integridad, su «totalidad inmediata»; sólo puede acercarse eternamente a ello,
creando abstracciones, conceptos, leyes, una imagen científica del mundo,
etcétera». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Resumen del libro de Hegel «Ciencia de
la lógica», 1914)
El sentimiento
es subjetivo en su forma, porque es una función del cerebro, del sistema
nervioso, de la materia organizada de cierta manera. Pero el contenido de la
sensación no está determinado por el proceso nervioso que tiene lugar en el
sujeto, sino por la naturaleza de la realidad objetiva que lo provocó. La
sensación, siendo subjetiva en su forma, es objetiva en su contenido, en su
fuente. La sensación de una persona contiene en sí misma, en forma de ideas, lo
que está realmente fuera de la sensación, que es su objeto, la fuente de su
existencia.
«Si miro a un
árbol y lo veo sólo significa que incluso antes de que naciera en mi cabeza la
idea de un árbol, el árbol mismo existía, lo que me provocó una idea
correspondiente». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; ¿Anarquismo o
socialismo?, 1905)
La sensación,
al ser una imagen de la realidad objetiva, básicamente da un reflejo correcto,
verdadero y adecuado de la realidad objetiva, lo cual es confirmado por la
experiencia de la vida diaria y las actividades prácticas de las personas.
Todos los grandes éxitos logrados por la práctica humana se han vuelto posibles
como resultado de la correcta reflexión del hombre sobre el mundo material que
lo rodea. Si las percepciones sensoriales dieran una visualización incorrecta y
distorsionada de los objetos, entonces la relación correcta de una persona con
el mundo exterior sería imposible, su orientación en este mundo sería
imposible, aún más, la actividad práctica del sujeto de una persona sería
imposible.
«El dominio de
la naturaleza, que se manifiesta en la práctica de la humanidad, es el
resultado del reflejo objetivo y veraz, en la cabeza del hombre, de los
fenómenos y de los procesos de la naturaleza y constituye la prueba de que
dicho reflejo –dentro de los límites de lo que nos muestra la práctica– es una
verdad objetiva, absoluta, eterna». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
A través de las
sensaciones, una persona refleja las diversas propiedades y cualidades de los
objetos en el mundo externo −dureza, rugosidad, suavidad, forma, color, sonido,
olor, etcétera−. Pero, en realidad, no existen cualidades y propiedades «puras»
aisladas de los objetos, sino que existen objetos integrales que poseen ciertas
cualidades y propiedades. Estamos convencidos de la integridad de los objetos
en el proceso de toda actividad práctica, influyéndolos y cambiándolos. Como
resultado, nuestra cognición sensorial se ha desarrollado históricamente como
la capacidad de reflejar objetivamente el mundo material. Las sensaciones
separadas, proporcionadas por varios órganos de los sentidos y que reflejan
varias propiedades y cualidades de los objetos, se sintetizan en la corteza
cerebral y se conectan con los datos de la experiencia pasada, se convierten en
percepciones que dan imágenes integrales de los objetos.
Sensación y
percepción son dos momentos, dos fases de una misma cognición sensorial. Sin
embargo, siendo un acto mental más complejo que la sensación, la percepción es imposible
sin sensaciones. Surge y se desarrolla únicamente sobre la base de las
sensaciones, como la capacidad de sintetizarlas y generalizarlas. Este proceso
de transformación de las sensaciones individuales en percepciones está
determinado por la unidad de la naturaleza del propio objeto percibido
−integridad objetiva de los objetos− y la actividad práctica y subjetiva del
sujeto que percibe.
La percepción
sensorial es una contemplación viva, una forma de reflejo directo en la mente
humana de los objetos y fenómenos de la realidad circundante. Pero la
inmediatez de las percepciones en una etapa u otra del desarrollo histórico del
hombre crece siempre sobre la base de su mediación por toda la práctica
sociohistórica anterior, el desarrollo de la producción material, el
conocimiento y el pensamiento científico. El desarrollo de la producción
material y de la ciencia revela las limitaciones relativas de las percepciones
sensoriales del hombre y lo alienta a utilizar todo tipo de métodos de
percepción mediada; es decir, a inventar diversas herramientas y dispositivos
que expanden infinitamente los límites de su sensibilidad y el campo de los
fenómenos percibidos.
Armar los
sentidos humanos con el equipo apropiado −una lupa, un telescopio, un
microscopio, un espectroscopio, etcétera− permitió expandir infinitamente los
límites del conocimiento sensorial y penetrar no solo en los límites del lejano
mundo estelar, sino también al mundo microscópico, al mundo de las bacterias
más pequeñas, al mundo de las moléculas, al mundo de los átomos y de los
electrones. Gracias a medios técnicamente mejorados de investigación física, el
hombre pudo penetrar en el mundo de los procesos intraatómicos, aprender sus
leyes y descubrir en ellos nuevas fuentes inagotables de energía −como la
energía intraatómica− que pueden ponerse al servicio de la humanidad. Lo
que es inaccesible a la cognición sensorial en una etapa del desarrollo
histórico de la humanidad está disponible en otra etapa gracias al desarrollo
de la producción social y la tecnología.
Sobre la base
de sensaciones y percepciones, una persona genera ideas como una forma más
compleja de reflejo de la realidad. Las representaciones surgen sobre la base
del impacto práctico de una persona sobre los objetos del mundo material y son
una forma más generalizada del reflejo visual y sensible de estos objetos. Al
reproducir un objeto previamente percibido, la representación no refleja todos
sus detalles concretos y sensoriales −como la percepción−, sino solo los
rasgos, aspectos y signos más característicos. La representación es, pues, una
forma generalizada de reflexión de la realidad. Pero la representación es sólo
la etapa inicial de la generalización, todavía conserva algunos rasgos de
singularidad y visibilidad concreta. La influencia recíproca de lo visual y lo
generalizado en las representaciones constituye su peculiaridad como eslabón en
el tránsito dialéctico de las percepciones sensoriales a los conceptos». (Y. G. Gaydukov; El conocimiento del
mundo y sus regularidades, 1953)
FUENTE: bitacoramarxistaleninista.blogspot.com