martes, 29 de enero de 2019

APLICARLE A LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE VENEZUELA EL ARTÍCULO 155 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA?

Ocho días para convocar elecciones en Venezuela y toda una vida para arrepentirse en España


Por Agustín Velloso
Kaosenlared
29.01.2019

¿Es posible que siendo Estados Unidos el país más imperialista y agresor de la historia, no capten la contradictio in terminis: democracia e imperialismo? ¿Será que se la pasan por ahí y así poder acceder a las palmaditas en la espalda con las que les obsequia  “mister Danger, cobarde, asesino, genocida, alcohólico, borracho, inmoral, lo peor”, como con razón decía Chávez?






No han aprendido nada los gobiernos de España desde que ésta tuvo que soltar su imperio en 1898; menos aún el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desde que Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales cien años después, concretamente en 1998.
Lo mismo le sucedió al anterior Jefe del Estado español en 2007 quien, en la décimo séptima Cumbre Iberoamericana en Chile, tras espetar a Hugo Chávez el archiparodiado “¿Por qué no te callas?”, tuvo que escuchar estas certeras palabras de respuesta:
“Tenemos 500 años aquí y nunca nos callaremos, mucho menos ante un monarca”. “El Rey es tan jefe de Estado como soy yo. Sólo que yo he sido electo tres veces con el 63%. Somos iguales, jefes de Estado igual. Somos tan jefes de Estado el indio Evo Morales como el rey Juan Carlos de Borbón y yo”.
¿Qué puede llevar al presidente del gobierno (del PSOE) casi 12 años después a meter una vez más la misma pata con un afán tan desmedido?
Hay que recordar que en el intento de sacar a Chávez del Palacio de Miraflores en el año 2002 ya metió la pata Aznar.
Parece que a todos los politicastros castizos les resulta imposible vencer la tentación de ponerse en ridículo delante del mundo entero y no importarles el perjuicio que su necedad ocasiona a la imagen de España, cada vez más descangallada gracias a ellos. Precisamente ellos que tanto pían con la marca España.
Hasta el antichavista más furibundo reconoce que no pudieron bajar a Chávez antes, ni ahora pueden bajar a Maduro, por medio de la oposición violenta y saboteadora, los guarimberos, Colombia y el resto de países conspiradores, la Organización de Estados Americanos (OEA), la CIA… ni con Estados Unidos.
¿Por qué no se callan de una vez? No se respetan a sí mismos y encima el líder del PP llama “cobarde” al Presidente de Gobierno. Casi da pena Sánchez, primero la caga y luego el PP se mofa de él, eso sin contar con que las risas en Caracas se escuchan desde aquí y las críticas de los latinoamericanos están por todas partes aunque no en los medios de comunicación libres y democráticos patrios que siguen azuzando a los golpistas por radio, tele, twiter, trendings… Acabarán por regalar pegatinas a las puertas de los colegios a ver si consiguen convencer a alguien.
¿Qué quiere el triunvirato (PP, Ciudadanos y Vox) que haga Sánchez, que se ponga un pañuelo que le tape el rostro y agarre un cóctel molotov en la mano y se dedique a quemar seres humanos en Caracas como hizo la oposición en 2017 que así mató al menos a 23 personas?
¿Es posible que siendo Estados Unidos el país más imperialista y agresor de la historia, no capten la contradictio in terminis: democracia e imperialismo? ¿Será que se la pasan por ahí y así poder acceder a las palmaditas en la espalda con las que les obsequia  “mister Danger, cobarde, asesino, genocida, alcohólico, borracho, inmoral, lo peor”, como con razón decía Chávez?
Tiene que haber otras razones, no necesariamente excluyentes entre sí y nada difíciles de imaginar.
De todos modos, ya lo dijo Chávez:
“Váyanse al carajo yanquis de mierda, que aquí hay un pueblo digno”.
Se le olvidó añadir “y socialistas también”.
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SOBRE VENEZUELA



EXPERIMENTO VENEZOLANO

ANTONIO RODRIGUEZ/REBELIÓN

29.01.2019

I.-
Escribo estas primeras líneas cerca de la medianoche del miércoles 23 de enero. La velocidad con la que se suceden los hechos obliga a ordenarlos. En la ruleta de la historia, hay truhanes apostándole fuerte al caos y a la desmemoria.
Afuera, la violencia es un rumor lejano. Ese rumor ha vuelto a instalarse entre nosotros desde el día lunes: al llamado de un pequeño grupo de efectivos de la Guardia Nacional a desconocer al Presidente Nicolás Maduro, ocurrido durante la madrugada, le han seguido varios focos de violencia en el oeste de la ciudad, en horas de la noche. Catia, El Valle, La Vega, La Pastora: todas parroquias populares.
El martes por la mañana, Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional, escribía en Twitter que las protestas en el oeste de Caracas demostraban “que no hay talanqueras que saltar. Aquí todos quedamos en el mismo corral: sin luz, sin agua, sin medicinas, sin gas y con un futuro incierto” (1). Pronto quedaba muy claro que se trataba de una estrategia: a diferencia de 2014 y 2017, cuando la violencia se expresó fundamentalmente en los territorios controlados por el antichavismo, casi siempre zonas acomodadas, en esta oportunidad se concentrarían en las zonas populares, al menos en una fase inicial. En efecto, durante la noche no se presentó un solo incidente en el este de la ciudad, y recrudeció la violencia en el oeste, más o menos en los mismos lugares de la jornada previa.
El mismo martes, Mike Pence, Vicepresidente estadounidense, se refería al Presidente Maduro como “un dictador sin derecho legítimo de poder” que “nunca ha ganado la presidencia en una elección libre y justa”, y expresaba su apoyo a las intenciones de Guaidó de “declarar a Maduro como usurpador y pedir el establecimiento de un gobierno de transición” (2).
Este miércoles, minutos después de la autojuramentación de Guaidó como “Presidente Encargado”, vino el reconocimiento de la Administración Trump, y de inmediato la previsible seguidilla de presidentes alineados con Estados Unidos: Mauricio Macri, Iván Duque, Jair Bolsonaro, Lenín Moreno… Más temprano, habían llegado los primeros reportes de violencia en el estado Amazonas. Alrededor de las 7 de la noche, se hablaba de víctimas mortales en Barinas, Táchira, Portuguesa, Yaracuy… El golpe de Estado en marcha dejaba su estela de violencia.
II.-
Si de algo no es posible acusar al gobierno estadounidense es de inconsecuente: no solo se apresuró a reconocer la dictadura de Pedro Carmona Estanga, quien se autojuramentó como Presidente de la República el 12 de abril de 2002, sino que se negó a reconocer la victoria de Nicolás Maduro el 14 de abril de 2013, hecho que, pese a ser más reciente, es mucho menos recordado (3). Para Estados Unidos no es nuevo esto de desconocer Presidentes legítimos y apoyar dictadores, y poco o nada le importa si el diputado Guaidó, ahora “Presidente Encargado”, resultó electo en comicios organizados por el mismo Poder Electoral que organizó las presidenciales del 20 de mayo pasado, en las que resultó reelecto Maduro.
No es nueva tampoco la violencia: al desconocimiento de los resultados de las elecciones presidenciales de 2013 le sucedió una oleada de violencia política antichavista que dejó un saldo de once muertos. Además, fueron asediados o violentados treinta y cinco centros de salud públicos (Misión Barrio Adentro), dos hospitales, treinta y nueve instalaciones de la red pública de distribución de alimentos, dieciocho medios alternativos y comunitarios, siete sedes regionales del Consejo Nacional Electoral, entre otras instalaciones públicas y establecimientos privados (4).
De acuerdo al relato dominante sobre Venezuela, ha habido dos grandes “ciclos de protestas antigubernamentales” desde que Nicolás Maduro asumió la Presidencia: la primera entre febrero y junio de 2014, y la segunda entre abril y julio de 2017. Uno más violento que el otro. Estaríamos, en consecuencia, en presencia del tercer “ciclo”, iniciado el 21 de enero pasado. Pero esto es completamente falso. Esta versión de los hechos omite de manera deliberada la oleada de violencia del 15 al 19 de abril de 2013.
A tal punto han ganado terreno el ocultamiento y la desmemoria, que cualquiera que lea el siguiente relato concluirá sin dudarlo un instante que se trata de algún episodio ocurrido durante las violentas jornadas de 2017: “De esos lesionados hay una persona que la quemaron viva, o sea, pretendían matarla quemándola. La incendiaron viva. Fíjense los niveles de agresividad y de violencia que en este momento tiene un grupo de personas. ¿Tú sabes lo que es un hermano venezolano tratar de quemarlo vivo? Eso es terrible” (5). Sin embargo, se trata de un extracto de las declaraciones que ofreció la ex Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, el 16 de abril de 2013.
Estos hechos no caben en el relato dominante porque la mayoría de las víctimas mortales eran chavistas, y ninguna antichavista. Pero ¿qué ha ocurrido en la sociedad venezolana desde entonces? ¿Qué traumas ha sufrido? ¿Qué mutaciones ha experimentado? ¿Qué explica que aquellas terribles circunstancias resulten ajenas al propio chavismo?
Desde entonces la sociedad venezolana está en shock, y esa es una historia de la que muy poco se ha contado. La importancia de contarla tiene que ver en buena medida con el hecho de que hay fuerzas muy poderosas interesadas en que nos quedemos sin memoria. Y contarla pasa también por recuperar nuestro lenguaje o, como escribía recién un amigo, “volver a hablar sobre Venezuela en nuestro propio idioma”.
Esto último vale no solo para quienes luchamos en Venezuela, sino para quienes, en cualquier parte del mundo, luchan por la igualdad y la justicia, y por evitar la catástrofe capitalista. La pérdida de capacidad heurística de nuestros marcos interpretativos es algo que nos afecta a todos por igual, en mayor o menor medida. Y para ser capaces de transformar primero es preciso comprender.
Hoy Venezuela nos interpela. Nos plantea un serio desafío. Evadir el tema por tratarse de un asunto “tóxico” no puede seguir siendo una opción. Tenemos que ser capaces de sobreponernos a la intoxicación discursiva de los poderes fácticos globales. Ya solo poner en duda el relato de la “crisis humanitaria” es un paso importante. Lo que no significa, de ninguna manera, negar los graves problemas. Pero solucionarlos pasa por develar el entramado de relaciones de poder y saber tras aquel discurso. Nuestro punto de partida no puede ser precisamente aquello que es necesario explicar.
Sin duda alguna, en nuestro país está en marcha un experimento. Sin habérselo propuesto, ni mucho menos, el “Presidente Encargado” ha empleado una metáfora que sirve para ilustrarlo: estamos en un “corral”, sometidos a situaciones-límite. Y pretenden llevarnos al matadero mientras nos hablan de democracia y libertad (6).
Por lo pronto, llama la atención el cuasi-silencio respecto de las víctimas mortales en días recientes. Algunos medios antichavistas han hecho las consiguientes reseñas, con el sesgo correspondiente. Provea, alguna vez, hace mucho, una organización de derechos humanos respetable, ha vuelto a sumarizar de la manera más irresponsable: “La muerte de estos 27 venezolanos eleva a 242 el total de fallecidos en protestas desde que Maduro asumió el poder en 2013” (7).
Pero lo cierto es que las víctimas no han tenido, ni de cerca, la centralidad en el discurso antichavista que tuvieron en 2014 y 2017. ¿La razón? Muy similar a la de 2013: eran pobres en su gran mayoría. Como comentaba una amiga: sus nombres no fueron tendencia en Twitter, ni serán estampados en las franelas que se usarán en las marchas, ningún influencer hablará de ellos.
No todos estamos en el mismo “corral”. Solo la mayoría. Para ellos no aplican las palabras del Vicepresidente estadounidense, Mike Pence: “Estamos con ustedes” (8).
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(1) Juan Guaidó [@jguaido]. (22 de enero de 2019, 9:52). Las protestas en el Oeste #Caracas demostraron que no hay talanqueras que saltar. Aquí todos quedamos en el mismo corral: sin luz, sin agua, sin medicinas, sin gas y con un futuro incierto. Todos estamos sumergidos en esta crisis, menos el usurpador. #MañanaNosReencontramos
(2) Mike Pence [@VP]. (22 de enero de 2019, 11:32). As the good people of Venezuela make your voices heard tomorrow, on behalf of the American people, we say: estamos con ustedes. We are with you. We stand with you, and we will stay with you until Democracy is restored and you reclaim your birthright of Libertad.
(3) Eva Saiz. Estados Unidos se niega a reconocer a Maduro como Presidente de Venezuela. El País, España. 16 de abril de 2013.
(4) Foro Itinerante de Participación Popular. Las víctimas de la arrechera. Caracas, Venezuela. Junio de 2013.
(5) Últimas Noticias [Últimas Noticias]. (16 de abril de 2013). Fiscal Luisa Ortega Diaz ofrece balance de fallecidos y lesionados [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=_CvHciI2P7o
(6) RT en Español [@ActualidadRT]. (23 de enero de 2019, 18:32). Los paralelos en el trato de EE.UU. a Venezuela en 2019 y a Libia en 2011. Recuperado de https://twitter.com/ActualidadRT/status/1088202749597175810
(7) Provea. Asesinato de 27 personas en protestas 2019, eleva a 242 el total de fallecidos en manifestaciones durante la era Maduro. 25 de enero de 2019.
(8) Mike Pence [@VP]. (22 de enero de 2019, 11:32). As the good people of Venezuela make your voices heard tomorrow, on behalf of the American people, we say: estamos con ustedes. We are with you. We stand with you, and we will stay with you until Democracy is restored and you reclaim your birthright of Libertad.

* Reinaldo Iturriza López fue Ministro del Poder Popular para la Cultura y Ministro del Poder Popular para las Comunas y Protección Social de la República Bolivariana de Venezuela

VENEZUELA Y COLOMBIA. Y SI NO ES MUCHO PREGUNTAR, AQUI UN HUMILDE SÚBDITO ESPAÑOL, QUERRÍA SABER A QUE VA EL REY DE ESPAÑA A COLOMBIA, CUANDO VA

26-01-2019

Colombia y Venezuela: la encrucijada


Rebelión
Vocesenlucha
26.01.2019


Hay acontecimientos en la historia aparentemente inconexos que están enlazados por una especie de hilo invisible que los une, si no en el origen de los hechos, sí al menos en la inercia de su desarrollo.

En 2016 llegamos a Colombia por tierra desde el vecino Ecuador. En esa hermosa tierra de grandes corazones pudimos sumergirnos en la realidad de las luchas campesinas; buceamos en la construcción del pueblo indígena Nasa, que logró una impresionante autonomía en sus territorios, con experiencias como su guardia indígena; nos acercamos al proceso de paz con las FARC; conocimos la realidad de las barriadas del extrarradio de Popayán a través de los vecinos que luchan por vivir con dignidad en medio del olor a coca cocinada en “lavadoras” caseras por el último eslabón de la cadena del narcotráfico; compartimos mingas campesinas y asambleas en comunidades afroamericanas. Pudimos al menos intuir el aliento de un pueblo de pueblos como el colombiano, que, tras décadas de guerra y de violencia, sigue ejerciendo el derecho a la resistencia en hechos aparentemente insignificantes como negarse a perder la sonrisa.

También nos dieron esos meses en Colombia para conocer otra experiencia única y extraordinaria. En el espacio denominado zona técnica de la cárcel de Bellavista, en Medellín, convivieron durante años un grupo de prisioneros políticos del Movimiento de Presos Políticos Camilo Torres Restrepo, miembros de la guerrilla del ELN. Hasta el pasado sábado. Ese espacio bautizado como `territorio de siembra de sueños, saberes y esperanzas´, nace cuando el prisionero Juan Carlos "Cuéllar" es contactado por miembros del gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe para hacer de enlace en diálogos de paz con el ELN. Juan Carlos, dirigente con una larga trayectoria en las luchas campesinas del Cauca y posteriormente en el ELN, acepta con sus condiciones. Así nace un espacio de articulación política que tiene como objetivo incluir en la construcción de paz la participación de la sociedad colombiana. Van llegando otros presos. Armando, Jaime, Eduardo o Jairo, reciente colaborador de Vocesenlucha con sus escritos para el espacio Dignidad desde la prisión. Ese `territorio de siembra´ se convierte en un oasis político en medio del desierto yermo de la podredumbre política colombiana y en un oasis carcelario en medio de una prisión donde, pudimos verlo con nuestros propios ojos, las nuevas remesas de presos, carne de cañón de la pobreza y la exclusión, eran recibidos desde las ventanas enrejadas por los veteranos al grito de “gonorreas, bienvenidos al infierno”. Allí les espera el hacinamiento y la miseria. Los presos duermen desde debajo de las camas, amontonados unos junto a otros, hasta en hamacas improvisadas cerca del techo. En medio de ese lodazal donde el sistema envía los desechos de una sociedad en guerra hecha añicos, se va creando un espacio que rebosa dignidad por los cuatro costados. A ese espacio se incorpora un preso diferente, miembro de las autodefensas de Colombia, el famoso paramilitarismo creado por el gobierno de Uribe para defender los intereses de grandes corporaciones en contra del movimiento popular, del pueblo. Superadas las tensiones iniciales, ese nuevo preso se convierte en un compañero más del grupo. Para estar ahí hay que cumplir algunos requisitos. El estudio es uno de ellos. Los seis presos se reparten las tareas. Rotan la preparación de la comida o la limpieza de los espacios comunes. Allí llegan cientos de personas de movimientos sociales y de derechos humanos en un esfuerzo por construir herramientas y caminos hacia la tan deseada paz con justicia social. Durante el gobierno de Santos se instala la mesa de diálogo para la paz con el ELN, primero en Quito y posteriormente en La Habana. Juan Carlos Cuéllar y Eduardo Martínez en 2017 salen de prisión al ser nombrados gestores de paz. Su propósito es emprender la construcción de la participación de la sociedad desde los territorios. El proceso, con sus más y sus menos, avanza. Todo cambia con la llegada del gobierno uribista de Iván Duque. La cuerda se tensa. La mesa de diálogo se suspende. El proceso se congela. La guerra se intensifica en los territorios.

El pasado 17 de enero un carro bomba estalla en la Escuela de Cadetes de la Policía en Bogotá. 21 muertos, incluido el atacante, y más de 60 heridos. El gobierno culpa al ELN y pide a Cuba que entregue y extradite al equipo negociador de la guerrilla en La Habana. El sábado 19 de enero, el espacio de paz construido durante más de 10 años en la cárcel de Bellavista, es desmantelado. Un operativo del Cuerpo de Reacción del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) acompañado de la Policía Nacional irrumpe en las instalaciones por sorpresa y se lleva a todos los reclusos. No se conoce el paradero de ninguno de ellos. Pasan horas hasta que se hacen públicos los destinos de los prisioneros, desplazados a diferentes cárceles del territorio nacional. Jairo Fuentes, nuestro colaborador, es trasladado a la cárcel de alta seguridad de Cómbita, en el departamento de Boyacá.

Una primera lectura de los hechos desde el atentado hace pensar que se trata de un nuevo falso positivo, un autoatentado del gobierno para justificar una arremetida militar e intensificar una guerra que podría salpicar la frontera con la vecina Venezuela en un momento de gran agresión internacional contra el gobierno bolivariano. En esa línea nos pronunciamos muchos medios y militantes. Sin embargo, el pasado lunes 21 el ELN reconoce la autoría. El proceso de paz salta por los aires. El dolor es inmenso. El desconcierto nos invade.

También en 2016, desde Colombia, atravesamos a pie la frontera por el puente de Cúcuta y llegamos a Venezuela, no sin algún desagradable altercado. Allí buceamos en algunos mares del océano de experiencias de construcción popular nacidas al calor del proceso que inaugura Chávez hace ahora dos décadas. Las juventudes, los niños, niñas y adolescentes trabajadores, fábricas recuperadas, experiencias campesinas de soberanía alimentaria, consejos comunales, mujeres organizadas, pobladores y pobladoras que construyen sus propias casas, cantores populares, consejos socialistas de trabajadores,… Venezuela es un laboratorio de poder popular. No damos abasto. Imposible aglutinar tantas experiencias. En esos días vemos, además, al pueblo movilizado permanentemente en la calle en defensa del proceso, de su proceso. Un proceso que por primera vez en la historia ha dado voz y nombre a los históricamente excluidos, esos que no contaban ni con cédula de identidad. Desde ese momento, quedamos más comprometidos que nunca con la revolución bolivariana. Nuestra tarea de comunicación queda ligada a la defensa de un proceso dirigido por el gobierno encabezado por Nicolás Maduro, pero que es mucho más que eso. Es la posibilidad de, luchando contra la propia institución desde la propia institución, levantar otra realidad donde las manos trabajadoras del pueblo sean partícipes de la construcción de su futuro. Es el proyecto de la comuna. Es el grito de “Comuna o nada” de Chávez.

Defender el chavismo en tierras españolas no es fácil. La incomprensión aquí respecto a esta realidad va más allá del hábitat de la derecha. Sentimos un frío semejante al de un chimpancé en el círculo polar ártico. Para colmo, en los últimos tiempos, y por múltiples y complejos motivos, el proceso bolivariano ha venido debilitándose. Cada vez son más las voces de izquierda que se desmarcan. Cada vez son más las contradicciones. El gobierno venezolano tiene graves problemas a la interna. La corrupción y la burocracia son males estructurales en Venezuela pero resurgen con vigor en estos tiempos de crisis. Voces compañeras a las que respetamos hablan de pérdida de rumbo del proceso. El dolor es inmenso. El desconcierto nos invade.

¿Qué demonios tienen que ver las dos realidades que estamos describiendo? ¿Qué demonios tienen que ver los presos del ELN o un lamentable atentado en Colombia con la crisis en Venezuela?

Regresemos de nuevo a Colombia para intentar explicar, que no justificar, algunas cosas. Colombia viene padeciendo una guerra de casi seis décadas con más de 260.000 muertos y 5,3 millones de desplazados. Colombia, según el Informe anual de Front Line Defenders (FLD) es el campeón mundial de asesinatos a defensores de derechos humanos, con 126 muertos en 2018, muy por delante del segundo puesto, México, con 48 y del tercero, Filipinas, con 39. Desde 2014, según ese informe, se han registrado 1000 asesinatos selectivos de defensores de derechos humanos. La creación del paramilitarismo, una amplia organización de extrema derecha con tentáculos engarzados en el Estado, las grandes corporaciones y multinacionales con inversiones en el país y los carteles del narcotráfico, llegó para quebrar el tejido social y comunitario en Colombia, en una lucha contrainsurgente que ha complejizado y brutalizado la guerra. El proceso de paz con las FARC ha sido un desastre. El gobierno ha ido incumpliendo uno tras otro los acuerdos de mínimos alcanzados. Desde la firma de la paz han sido asesinados 85 miembros desmovilizados de las FARC. La ONU tuvo que pedir al derechista gobierno de Duque que reforzara “los esquemas y estrategias de seguridad para los excombatientes”. Algunos de los desmovilizados, ante el miedo, regresan a los montes en ocasiones ingresando a grupos criminales o narcotraficantes. Con las FARC retirada del escenario de conflicto, el movimiento social es criminalizado bajo la acusación del pertenecer al ELN. Los territorios que antes ocupaban las FARC quedan hoy bajo el control de los paramilitares, de bandas criminales, del narcotráfico y de las grandes inversiones capitalistas, verdadero objetivo de la paz para el poder hegemónico. No es baladí que muchas comunidades campesinas pidan al ELN que les protejan, que protejan sus territorios con su presencia. El Ejército de Liberación Nacional, guerrilla nacida en 1964 bajo el clima de violencia que asolaba a Colombia en los años 60 e impulsada por el triunfo de la Revolución cubana, se ha caracterizado por guiar su accionar por una firme ética revolucionaria. Salvo lamentables excepciones en un conflicto prolongado, el ELN ha respetado los protocolos de buena conducta en la guerra acordados en tratados internacionales como el Convenio de Ginebra. Camilo Torres, el llamado cura guerrillero, iniciador de la Teología de la Liberación en Colombia, ingresó a esa guerrilla después de afirmar aquello de “hay que preguntarle a la oligarquía como va a entregar el poder. Si lo va a hacer de manera pacífica lo tomaremos de manera pacífica. Pero si lo va a entregar de manera violenta entonces lo tomaremos de forma violenta”. Camilo murió en combate apenas empuñó las armas, en 1966. Otros sacerdotes, como los aragoneses Manuel Pérez, Domingo Laín y José Antonio Jiménez llegaron a Colombia y siguieron los pasos de Camilo. El cura Pérez, llegó a ser comandante del ELN y su impronta de casi 30 años en la organización es recordada como una importante semilla de ética revolucionaria en el accionar de esta insurgencia.

El carro bomba en Bogotá reivindicado por esta organización pone sobre la mesa demasiadas preguntas e inquietudes. ¿Cómo y por qué el ELN decide realizar una acción semejante? ¿Acaso se han vuelto locos? En el comunicado de esa guerrilla en su página web ELN Voces del 21 de enero, afirman que ante el pasado cese unilateral de la violencia por Navidad, entre el 23 de diciembre y el 3 de enero, el gobierno aprovechó “este cese para avanzar las posiciones de sus tropas de operaciones, ganando ubicaciones favorables difíciles de conseguir sin el cese. También bombardeó un campamento nuestro el 25 de diciembre, lanzando más de 12 bombas de centenares de libras de explosivos cada una, afectando a una familia de campesinos que estaba cerca de dicho campamento. La Escuela de Cadetes de la Policía Nacional, es una instalación militar; allá reciben instrucción y entrenamiento los oficiales que luego realizan inteligencia de combate, conducen operaciones militares, participan activamente en la guerra contrainsurgente y dan trato de guerra a la protesta social. Por tanto la operación realizada contra dichas instalaciones y tropas, es lícita dentro del derecho de la guerra, no hubo ninguna víctima no combatiente. Valoramos necesario que instituciones internacionales autorizadas den su opinión sobre el carácter de dichas instalaciones y el tipo de acción realizada. En nuestros campamentos, que ante cualquier descuido son bombardeados, también se capacitan combatientes y oficiales; por lo anterior, nosotros no hemos interrumpido, ni aminorado los esfuerzos por la paz, pues tenemos claro que estamos en una guerra, debido a que la clase en el poder ha reiterado que los diálogos deben ser desarrollados en medio del conflicto. El ELN ha insistido en pactar un cese bilateral para generar un clima favorable a los esfuerzos por la paz, esta propuesta ha tenido importante respaldo nacional e internacional, pero la respuesta gubernamental ha sido negativa”.

Regresemos de nuevo a Venezuela para tratar de explicar, que no justificar, algunas cosas. Venezuela, desde hace 100 años, con el descubrimiento del `oro negro´, se sustenta económicamente del petróleo. El campo queda abandonado. Todo se importa. El gobierno de Chávez comienza un proceso de transformaciones que pronto se pone enfrente a los grandes intereses internacionales, con EEUU a la cabeza. En 2002 el imperio da un golpe de Estado que se frustra por el apoyo del ejército y del pueblo en la calle en defensa del presidente legítimo secuestrado. Un gobierno de los trabajadores tiene el poder institucional. Pero ¿quién maneja el control de la red de importación y distribución de alimentos? Grandes corporaciones como La Polar del empresario Lorenzo Mendoza, al servicio de la derecha local e internacional. Es ahí donde la guerra contra Venezuela encuentra su fortaleza. La estrategia es ahogarla, someterla al hambre y la humillación. Con la bajada de los precios del petróleo a nivel internacional la situación se complica. Chávez desaparece dejando un vacío inmenso en el pueblo venezolano. Maduro toma el relevo teniendo que enfrentar la etapa más dura del proceso. Guerra económica, guerra financiera, sicariato, asesinato selectivo, penetración del paramilitarismo colombiano, disturbios en las calles, terrorismo, guarimbas impulsadas y financiadas por la derecha,… Una guerra psicológica. Una guerra “de espectro completo”, como así lo define la concepción de la estrategia de dominación de EEUU para el siglo XXI, con todos los aspectos de la vida penetrados por su doctrina militar. El poder ha intentado tumbar el gobierno de Venezuela por múltiples vías. Son muchos los intentos de quebrar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Al no conseguirlo, la apuesta es ahogar de hambre al pueblo. Privarle de lo más básico. Humillarlo. Sin embargo el gobierno, a pesar de los pesares, de los errores y las contradicciones, sigue contando con el respaldo del pueblo en la calle. Así lo demostró hace unas semanas saliendo en contra de la estrategia injerencista y en apoyo a la toma de posesión de Maduro para el nuevo mandato presidencial, después de su victoria en las elecciones en 2018, la número 21 que gana el chavismo, de 23 procesos electorales, en 20 años. Un sistema electoral ratificado por organismos internacionales como uno de los más seguros del mundo, según el monitoreo de la Fundación del expresidente norteamericano Jimmy Carter. Países internacionales pertenecientes al grupo de Lima, creado expresamente para combatir al legítimo gobierno de Venezuela, entre los que se encuentran los gobiernos derechistas de Piñera, Macri, Duque o Bolsonaro, el lacayo de EEUU y secretario general de la OEA Luis Almagro o el propio vicepresidente de la administración Trump han desconocido el gobierno de Nicolás Maduro, tildándolo de ilegítimo. Para ello, pretenden instalar un gobierno paralelo con el jefe de la golpista Asamblea Nacional, Juan Guairó como “presidente interino”. Este soldadito de la estrategia Trump ofreció “garantías” a los militares que se pongan “del lado del pueblo venezolano”. Es decir, que traicionen a su pueblo.

El pasado lunes, un grupo de la Guardia Nacional Bolivariana se subleva en Caracas contra el gobierno. Miembros de las propias fuerzas armadas logran contenerlos y capturarlos. En un vídeo de esos momentos, un comandante leal intenta convencerlos de que depongan su actitud. “Nosotros también estamos padeciendo lo mismo que está padeciendo todo el pueblo de Venezuela”, afirma un militar sublevado. “A lo mejor tienes razón, pero tienes que saber quién está detrás de todo esto”, responde el comandante. “¿Has escuchado los pronunciamientos de Estados Unidos? ¿Y eso no te dice nada?”. El apoyo de las fuerzas armadas al proceso bolivariano es fundamental. No olvidemos que el golpe de Estado contra el Presidente Allende en 1973, viene precedido por la decisión del general Prats de dimitir y, ante la pregunta de Allende de designar a alguien de confianza para sucederle, señalar a Pinochet. Ese error, como sabemos, le costó la vida primero al presidente y luego al propio Prats, como le costó la vida a miles de chilenos y como le costó la vida al proceso revolucionario más importante que ha vivido Chile en su historia republicana. Para que la historia no se repita, hoy lo que toca, a pesar de las contradicciones, es defender el proceso revolucionario en Venezuela.

El gobierno colombiano en la estrategia golpista juega un papel fundamental. Duque, desde el día de la toma de posesión de Maduro, lo desconoce oficialmente como presidente de Venezuela, promueve el grupo de Lima y respalda al autodenominado “Tribunal Supremo de Justicia en el exilio” que opera desde Bogotá.

En un reciente comunicado llamado “Llegó la hora de la limpieza social”, el “bloque capitalista y fronterizo colombo-ecuatoriano” de las denominadas Águilas Negras, grupo paramilitar colombiano, a raíz de un supuesto asesinato de un ciudadano venezolano a una mujer ecuatoriana, declara “objetivo militar a cualquier persona de nacionalidad venezolana que se encuentre en territorio colombo-ecuatoriano”, así como a las “organizaciones de derechos humanos”. Tal y como nos escribe nuestro compañero Ángel desde Venezuela, “esto es parte del plan no solo contra Venezuela sino contra América Latina. Los laboratorios de la guerra de cuarta generación están explotando la xenofobia como una manera de quebrar la identidad y memoria histórica de los latinoamericanos. Fue el plan que aplicaron en los Balcanes, en la antigua Yugoslavia o en el Congo africano con los conflictos tribales. De concretarse las amenazas de los paracos significaría que la reacción de los venezolanos aquí sería la venganza contra ecuatorianos, peruanos y colombianos que viven en Venezuela y que son millones. Ya en estos días han circulado vídeos y mensajes de malandros en Caracas que hablan de perseguir a los ecuatorianos y quemar sus negocios. Esto no es casual. La intención es quebrar lo que ha significado nuestra mayor herencia bolivariana, libertaria, anticolonial y antiimperialista”.

Este 23 de enero de 2019, el señalado día D de la derecha en Venezuela, Donald Trump ha reconocido por las redes sociales al jefe de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como “presidente interino” de Venezuela. Éste, minutos antes, frente a sus seguidores en Chacao, barrio del Este de Caracas, con brazo en alto, invocando la Constitución bolivariana de Venezuela, esa que construyó el proceso chavista mediante una asamblea constituyente, jura “asumir formalmente las competencias del ejecutivo nacional como el presidente encargado de Venezuela, para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres”. ¿Adivinan en qué embajada se refugia Guaidó después de tan solemne juramento? La embajada colombiana le ofrece sus servicios. Está en marcha un golpe de Estado mediante una nueva fase violenta de un plan insurreccional tramado desde hace meses. Así lo evidencia un alto funcionario de la Casa Blanca, que recomienda al “régimen de Maduro” irse por las buenas. “Si eligen la ruta de la violencia, tendrá los días contados”, afirma. Esto anuncia brotes de violencia en los próximos días. El pueblo chavista y revolucionario hace circular mensajes llamando a la calma, a contrastar las informaciones, a no caer en provocaciones, a no dar excusas para desatar la violencia a una derecha cuyos métodos fascistas han ido desde instalar cables y degollar motoristas hasta quemar vivos a chavistas o gente que lo parezca.

No corren buenos tiempos para las fuerzas de transformación popular. No corren buenos tiempos para la construcción de vida digna. Son estos tiempos de contradicciones. Son estos tiempos de guerra. Y todo indica que se avecinan tiempos de intensificación de esa guerra.

Hay algunos visos de esperanza. El gobierno de México de Manuel López Obrador reconoce a Nicolás Maduro como presidente legítimo, al igual que Bolivia o Cuba. No son los únicos. El apoyo de Rusia da dimensión geopolítica al conflicto. La Unión Europea, aunque reclama elecciones anticipadas a Maduro, evita reconocer al autoproclamado Guaidó. El “insigne” expresidente Felipe González, buen amigo del fascismo venezolano, pide a los gobiernos de la UE y de América que reconozcan al nuevo títere. Lo mismo los respectivos líderes del tridente de la derecha españolista. Nuestro ministro de asuntos exteriores, Josep Borrell, a quien le faltó tiempo para hablar de “golpe de Estado de un régimen neodictatorial” en Catalunya, en este caso guarda silencio. La esperanza, como siempre, la pone el pueblo chavista, que vuelve el 23 de enero a la calle en contra del golpe y en defensa de la unidad y del proceso. En un discurso frente a una multitud en Miraflores, Maduro rompe relaciones diplomáticas con EEUU y da 72 horas al cuerpo diplomático para abandonar Venezuela. “En este palacio presidencial hemos estado y estaremos con los votos del pueblo, que es el único que elige presidente constitucional de Venezuela”. El presidente pidió “a las Fuerzas Armadas máxima lealtad, máxima unión, máxima disciplina. (…) Comienza la movilización permanente del pueblo”. Vladimir Padrino, Ministro de Defensa de Venezuela, afirma en su cuenta de twitter: “Los soldados de la Patria no aceptamos a un presidente impuesto a la sombra de oscuros intereses ni autoproclamado al margen de la Ley. La FANB defiende nuestra Constitución y es garante de la soberanía nacional”. La cúpula militar también confirma el apoyo a Maduro. El escritor venezolano y colaborador de Vocesenlucha José Roberto Duque, comenta en las redes que “el monigote de los gringos ha anunciado un recibimiento “oficial” al ejército invasor disfrazado de delegación con ayuda humanitaria. Es una de las graves comiquitas que vienen. Se acabó el tiempo de las consignas. Somos objetivo militar”.

Después de la explosión del carro bomba en Bogotá, como dijimos, muchos pensamos que se trataba de un autogolpe, de un montaje, de un nuevo falso positivo. ¿Por qué pensar algo así? La hipótesis era que ese atentado, asignado al ELN, daba la excusa al gobierno colombiano para abrir un ciclo de militarización y de profundización del conflicto para el verdadero objetivo del poder económico: el control de los recursos naturales de suelo venezolano: petróleo, oro, gas y coltán. ¿Cómo? Una de las zonas más activas del ELN es la frontera de Colombia con Venezuela. Según ha instalado el poder mediático en la opinión colombiana, el gobierno de Venezuela estaría dando protección a esta guerrilla. Hace tiempo se viene especulando con la posibilidad de que el ejército colombiano, entrenado desde hace décadas por el Comando Norte de Estados Unidos, que experimenta su programa de contrainsurgencia en Colombia, ingrese en Venezuela creando un escenario de caos y conflicto. Esta acción del ELN podría servir de pretexto para ese plan. Es ese uno de los motivos que hace incomprensible lo sucedido.

Esa acción militar por un lado pone en bandeja al gobierno la decisión buscada de dinamitar un proceso de paz que estaba en la cuerda floja y por otro alienta los intereses geoestratégicos del imperialismo. Hoy vivimos una crisis de conciencia. El pueblo colombiano, cada vez más urbanizado, es presa de la manipulación mediática corporativa controlada por los dueños de la infamia. Lo vimos en el plebiscito de 2016. Es difícil pensar que acciones de este tipo vayan a contar con mucho apoyo popular. A pesar de todo esto, ¿por qué el ELN toma semejante decisión? No podemos compartirla. Aunque existan razones, es injustificable desde el punto de vista ético y desde el punto de vista estratégico.

Quienes defendemos comunicativamente el proceso bolivariano o la lucha en Colombia por justicia y dignidad desde un estado como el español, tenemos un difícil papel para lograr transmitir algo de sensatez en medio del ruido de la posmodernidad que ya no solo afecta a nuestras realidades. En estas tierras donde las conciencias han sido colonizadas y dominadas, donde el sentido común imperante ha sido tallado con aguja digital de precisión por el modelo neoliberal, es difícil trasladar ese otro sentido común de la lucha de realidades golpeadas por la guerra y la usurpación. Algunas decisiones de gobierno o de organizaciones insurgentes lo ponen aún más difícil. Pero seguimos. Seguimos no solo porque sepamos quiénes son los verdaderos enemigos de la vida digna, sino porque sabemos de qué lado estamos.

Defender el poder ensucia. Defender la lucha por la dignidad desde amplios movimientos insertos en una guerra de décadas ensucia. Porque las contradicciones y los errores nos salpican a todos. Rotas las comunicaciones, desconocemos cómo podrán sentirse los compañeros prisioneros políticos recluidos hasta el pasado sábado en la zona técnica del pabellón 16 de la cárcel de Bellavista, donde pudimos conocerlos y compartir horas de charlas, aprendizajes, almuerzos, cafés y risas, y que vieron derrumbarse en minutos, años de siembra de sueños, saberes y esperanzas.

Una vez más, expresamos todo nuestro apoyo al pueblo venezolano y al proceso bolivariano de Venezuela liderado por el gobierno legítimo de Nicolás Maduro. Ese pueblo chavista nos caló para siembre. De la misma forma, todo nuestro apoyo al pueblo colombiano y a su movimiento social. Ese pueblo luchador nos enamoró para siempre, esa guerra nos duele para siempre. Todo nuestro apoyo a la construcción de una verdadera paz con dignidad, justicia, soberanía y participación social en Colombia, Venezuela, América Latina y el mundo.

Vocesenlucha. Comunicación popular sobre los pueblos de América Latina, el Caribe y el Estado español
vocesenlucha.com

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SOCIALISMO SIN ADJETIVOS O SOCIALISMO SIN ADJETIVO, EL DEBATE PENDIENTE PARA CUANDO LA IZQUIERDA BAJE DEL GUINDO


El debate sobre Venezuela y el orden capitalista


Por Julio C. Gambina
Kaosenlared
29.01.2019

El debate sobre Venezuela convoca a discutir la posibilidad de ir más allá del orden capitalista, algo que sobrepasa cualquiera de las consideraciones sobre las especificidades nacionales. La discusión apunta a la transición del capitalismo hacia una sociedad no capitalista, parte de un debate más amplio que inauguró la revolución rusa en 1917 y que […]





El debate sobre Venezuela convoca a discutir la posibilidad de ir más allá del orden capitalista, algo que sobrepasa cualquiera de las consideraciones sobre las especificidades nacionales.
La discusión apunta a la transición del capitalismo hacia una sociedad no capitalista, parte de un debate más amplio que inauguró la revolución rusa en 1917 y que no cerró el colapso de la URSS en 1991.
Esa transición se re significó en cada una de las experiencias de procesos que autodefinieron su rumbo contra el orden del capital, en China de 1949 y más aún con la modernización desde 1978; en Cuba hace 60 años y recientemente con el cambio de la economía desde 2011; o en Vietnam desde 1973/5 con la unificación territorial y su actualización asociando mercado y socialismo, sin renegar del objetivo anticapitalista.
Son temas que se actualizaron en Nuestramérica en la primera década del siglo XXI, con la reaparición del objetivo socialista, ratificado bajo la actual renovación cubana, con cambios en la generación que conduce la experiencia; las concepciones por el socialismo del Siglo XXI en Venezuela desde fines del 2004; o el socialismo comunitario formulado desde Bolivia en enero del 2010; incluso con las manifestaciones constitucionales del 2009 por el Vivir Bien boliviano o el Buen Vivir ecuatoriano.
Obvio resulta concluir que al orden capitalista no le resulta ajeno el boicot a cualquier intento transformador, que acote el ámbito de accionar del régimen de la ganancia y por eso, más allá del petróleo o cualquier consideración, la cuestión estratégica del rumbo de la transición define el accionar actual en la coyuntura contra Venezuela y el gobierno de Nicolás Maduro.
Crítica de la realidad
Los debates son varios y entre otros remiten a discutir el socialismo y claro, su opuesto, el capitalismo. Recordemos que hacia 1990 bajo el influjo del fin de la historia y de las ideologías, lo que aparecía era el fin de la utopía anticapitalista y el triunfo, por fin, del orden capitalista.
Es 1990 un momento de consolidación de una fuerte ofensiva capitalista por modificar reaccionariamente las relaciones sociales imperantes, abandonando todo vestigio de concesión de derechos individuales y colectivos por parte del Estado capitalista.
Por eso, el dato de la realidad es la hegemonía capitalista del sistema mundial, que como conjunto de las relaciones sociales de producción, es lo que se expande en el ámbito mundial.
Las consecuencias directas impactan sobre la población mundial y el planeta tierra, bajo las formas crecientes de explotación de la fuerza de trabajo y la depredación de la naturaleza.
Son sus formas de acción la militarización de la vida cotidiana y aceleración de formas especulativas en el ámbito de la economía y las finanzas, asociando ambos aspectos en un aliento a una cotidianeidad del crimen; sea la trata de personas, la venta de armas o drogas, junto a la evasión o elusión fiscal en paraísos que ocultan cuantiosas ganancias en un mundo de mayor desigualdad y concentración de la riqueza.
En efecto, lo que crece en el sistema de relaciones sociales de producción es la salarización de la población mundial, bajo las nuevas condiciones que explicita la OIT cuando habla de 190 millones de desempleados o 2.000 millones de personas bajo condiciones de trabajo informal, dando cuenta de la creciente flexibilización laboral y la pérdida de derechos sociales, laborales, individuales y colectivos.
Pero también se modifican las relaciones en el Estado, con cambios reaccionarios en sus funciones, más favorables a la promoción de la mercantilización, las privatizaciones y la libre circulación de mercancías, servicios y capitales, subordinada a la lógica del capital más que a satisfacer demandas sociales conquistadas por la lucha popular.
Esos cambios en el Estado imponen la apertura liberalizadora de las economías para vincular más estrechamente un sistema de relaciones internacionales que ratifica la existencia de un único mercado mundial y en consecuencia determinadas organizaciones supranacionales y una juridicidad acorde.
Son cambios relacionales que entran en contradicciones variadas y no solo económicas, entre los afectados y vulnerables de menores ingresos o excluidos de la lógica hegemónica, sino también políticas, entre quienes gestionan los principales países del mundo, con las novedades que supone la emergencia de los nuevos nacionalismos al estilo Trump o Bolsonaro, por solo mencionar dos fenómenos cercanos al debate regional.
Pero, más allá de cualquier contradicción entre globalizadores a ultranza y nacionalismos variados, la dominación social y territorial se impone, especialmente si se trata del petróleo, insumo estratégico del modelo productivo capitalista.
La cuestión petrolera está en el centro de las agresiones estadounidenses en Irak, Libia o Venezuela y la crítica al orden capitalista debe asentarse en problemas esenciales. La energía es asunto esencial en el proceso de dominación mundial contemporáneo y Venezuela es la principal reserva mundial de petróleo, ubicada geográficamente a pocos días de transporte de crudo al principal consumidor mundial.
A EEUU no le alcanza con comprar el petróleo venezolano, necesita asegurar estratégicamente su provisión regular, evitando cualquier potencialidad de manejo soberano de la producción de hidrocarburos, hoy dependiente de la tecnología en manos de las petroleras transnacionales.
Cuenta EEUU para ello con la complicidad del orden político hegemónico, aun con las contradicciones derivadas de la especificidad e impronta personal e ideológica de Trump.
No hay duda por eso, entre las principales potencias capitalistas y sus aliados, en apoyar la injerencia de EEUU sobre Venezuela aun cuando Trump les genere molestia en el campo de la dominación capitalista. Sea en el Consejo de Seguridad de la ONU o en la OEA, los que se alinean con EEUU son los defensores de la explotación y el saqueo.
Consideraciones sobre los intentos de transición
Claro que la ecuación de la crítica debe alcanzar a los intentos de transformación social y verificar las dificultades de la transición.
Queda aún pendiente el debate sobre la debacle en el este de Europa, que no solo incluye la agresión del orden capitalista hegemónico en el ámbito mundial, sino también las propias limitaciones de las experiencias a nombre del anticapitalismo.
Entre ellas aparece el burocratismo y la corrupción, que se arrastran esencialmente de las formas de gestión previas.
Fueron argumentos esgrimidos por Lenin antes de su muerte en 1924 e incluso forma parte del argumental crítico de Trotsky y el trotskismo a la realidad de la evolución de la URSS. Son argumentos que se encuentran en el Che y sus aportaciones teóricas para pensar una construcción del socialismo diferenciada con los métodos de gestión de la URSS.
Sin perjuicio de ello, un dato de la realidad deviene de la complejidad resultante del intento de desarmar una lógica civilizatoria construida por siglos  y al mismo tiempo construir la nueva sociedad, bajo nuevos valores culturales relativos al consumo y la producción. No es solo una cuestión de planificación, sino cultural social que remite al imaginario de nueva sociedad de una amplia mayoría que otorgue hegemonía a la construcción de la transición.
Una gran duda remite a la construcción de esa hegemonía. Fidel Castro manifestó en noviembre del 2005 que “…entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo”.
Vale recordar que a fines del 2004 se suscribirían los acuerdos originarios entre Cuba y Venezuela que darían base a la construcción del ALBA-TCP y que motivaría la definición de Hugo Chávez por el socialismo, cuando hasta entonces, la formulación del gobernante bolivariano adscribía a una concepción de “tercera vía”, formulada en su momento por el británico Anthony Giddens, como un rumbo entre la concepción reaccionaria de la restauración conservadora de Thatcher y Reagan, neoliberal, y la antigua concepción socialdemócrata, lo que incluye la tradición comunista y socialista europea.
Aludo a la relativa simultaneidad temporal de la formulación por el socialismo de Chávez con la confesión de Fidel relativa al error sobre la los contenidos de la construcción socialista, lo que me permite enfatizar que lo que importa es el análisis y construcción de experiencias por el socialismo, por la transición del capitalismo al socialismo, lo que incluye la crítica de las experiencias concretas, no solo de las políticas de Estado, sino de los niveles de conciencia y subjetividad colectiva en la construcción de la nueva sociedad.
Hacer la crítica de los procesos auto asumidos por la transformación conlleva la dificultad de avanzar en simultáneo en el desmonte de lo anterior y la construcción de lo nuevo. Se transforma sobre la realidad del orden capitalista, lo que supone un límite considerable para las expectativas de cambio hacia otra sociedad, sin explotación y con otros valores humanistas y de cuidado del medio ambiente y la naturaleza.
No se trata de eludir cualquiera de las críticas que se enuncien, sino de contextuarlas en los que significa avanzar en un camino alternativo al “sentido común” capitalista. No olvidemos que ese sentido común es el parecer que impone la cultura dominante sobre el conjunto de la población.
La transición se construye por ende sobre la base de la cultura que se pretende desmontar.
Agresión a la experiencia venezolana
Este es el marco del fenómeno actual de agresión de EEUU y sus socios en la región y el mundo hacia Venezuela.
No puede pensarse la situación actual sin las consideraciones históricas de época, de la ofensiva del capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad.
Tampoco puede analizarse sin considerar los límites intrínsecos y las limitaciones que se presentan a cualquier intento de transición anticapitalista.
Como tampoco puede obviarse lo difícil que resulta para la derecha venezolana romper el núcleo duro de adhesión popular al proyecto chavista.
Existen factores externos e internos que se potencian en la realidad venezolana, los que deben ser evaluados en adecuada dimensión para no exacerbar unos sobre otros.
Venezuela cuenta hoy con una experiencia de por lo menos dos décadas de construcción de una práctica que atravesó distintos momentos, con un origen de pueblada de hace tres décadas, el caracazo.
Resulta válido interrogarse sobre la voluntad mayoritaria de los sujetos que en diversidad construyeron estos 30 años de experiencia para poder interpretar el porqué del sostenimiento de una voluntad social por mantener el rumbo del cambio.
Vale incluso para explicar los límites de la derecha para constituirse en sujeto organizado y con proyecto para detener el proceso en curso y por ende, como la derecha local venezolana no puede articular un proyecto propio, se apoya en la injerencia externa.
No es solo petróleo lo que está en juego, sino la posibilidad de pensar en un mundo más allá y en contra del orden capitalista. Eso explica la solidaridad internacional con Venezuela, con matices incluso en hacerlo extensivo al pueblo venezolano, o a este y al gobierno de Nicolás Maduro.
La coyuntura de la agresión a Venezuela tiene impacto en toda la región y en el mundo, ya que en Nuestramérica la impugnación alcanzará inmediatamente a Cuba y a todo proceso de cambio persistente, más allá de límites y matices en Bolivia, El Salvador, Nicaragua o Uruguay, incluso condenando a la profundización de procesos regresivos del estilo argentino o brasileño, los que alimentan el Grupo de Lima.
En el ámbito mundial consolida la tendencia a salidas autoritarias alimentadas desde variadas fracciones políticas alineadas con la derecha y en contra de cualquier demanda de ampliación de derechos sociales. Por eso, vale enfatizar que no existe impericia de política internacional en los Macri o los Bolsonaro, sino deliberada acción para confrontar con cualquier proceso de transformación social.
Con la agresión imperialista se pretende enterrar toda posibilidad de cambio contra el orden capitalista, obturando la posibilidad de un imaginario popular que abone la transición del capitalismo al socialismo.
Buenos Aires, 28 de enero de 2019
juliogambina.blogspot.com/2019/01/el-debate-sobre-venezuela-y-el-orden.html

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VENEZUELA, SÍ O SÍ O VUELTA A LA MISERIA

Ante la amenaza imperialista, Maduro no tiene otra opcion que dar el salto al socialismo verdadero

Por Tomas Andino Mencia
Kaosenlared
28.01.2019

La intentona golpista que ocurre en Venezuela no solo se explica por variables geopolíticas y geoeconómicas, muy comunes en la literatura de izquierda, y que aquí compartimos, sino también por una tarea histórica pendiente de parte del Chavismo… La construcción del Socialismo verdadero.





Las fuerzas más oscurantistas del continente americano se han unido en una Cruzada por desestabilizar y derrocar al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Estas fuerzas de la reacción internacional se han puesto de acuerdo para lanzar una ofensiva política, que se origina en los círculos controlados por el gobierno norteamericano. Se buscaron a un diputado poco conocido de la Asamblea Nacional, un tal Juan Guaido, para que hiciera una auto proclama incendiaria, destinada a agitar las aguas y, en medio del alboroto, justificar una acción intervencionista. Este es el primer paso.
Todo indica que se están gestando condiciones para ir más allá del conflicto domestico a que estamos acostumbrados, pasando a un escenario de lucha económico y militar. El menú de opciones es amplio: a) un bloqueo o boicot económico internacional a Venezuela, sobre todo de sus exportaciones de petróleo, que golpearía el corazón de su economía, aderezado con más sanciones económicas, confiscación de bienes venezolanos en Estados Unidos y el mundo, entre otras; b) la promoción de un golpe de Estado desde un sector de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; c) la organización de un ejército mercenario al que podría apoyar militarmente desde países vecinos, en especial desde Colombia, donde están asentadas siete bases militares gringas; d) un evento de falsa bandera, con el que trate de “justificar” un conflicto bélico con un país vecino aliado de EEUU (recordemos que el Presidente colombiano responsabilizo, sin prueba alguna, al gobierno venezolano del coche bomba que mató a decenas de personas en Bogotá); e) la intervención de una fuerza multinacional de varios países latinoamericanos donde gobierna la ultra derecha, avalada por la OEA; y, f) en último caso, una intervención armada directa de EEUU a ese país, escenario que veo poco probable en lo inmediato, pero no descartable al mediano plazo según se desarrollen los acontecimientos.
Con este paso, la alianza burguesa-imperial trata de dar un salto hacia adelante en el intento de destruir el actual Estado venezolano. ¿Con que objetivo? Con el objetivo de: a) acabar con las reformas sociales que han beneficiado a millones de venezolanos pobres, b) privatizar las empresas que fueron semi nacionalizadas durante el gobierno de Chávez; c) entregar los vastos recursos de petróleo, gas, coltán y otros minerales pasen en un 100% a las trasnacionales gringas; d) volver a colocar la renta petrolera totalmente en manos de la vieja oligarquía que está detrás de esta intentona; y, tal vez lo más importante, e) aniquilar el ímpetu revolucionario de un pueblo heroico, al que buscaran aniquilar en medio de un baño de sangre.
El terreno es propicio porque existe una muy fuerte crisis económica en Venezuela, que se expresa en una elevada hiper inflación, escases, y un gran descontento popular, lo cual nutre a las fuerzas políticas de la oposición de derecha partidarias de la intervención. Los responsables directos de esta crisis son los capitalistas que acaparan alimentos, suben precios, hacen contrabando de mercancías, y pagan malos salarios a sus trabajadores; también es responsable el gobierno norteamericano, porque con sus sanciones económicas y el cerco comercial que le ha impuesto, agrava la perdida de recursos. El gobierno, por su parte, toma algunas decisiones para controlar el boicot, pero no ataca el problema de raíz, porque el problema es el capitalismo rentista que aún existe en Venezuela. Por eso se da la contradicción de que mientras la población sufre penalidades económicas, la mayoría de los millonarios conservan sus fortunas.
Estados Unidos necesita sacar al gobierno de Maduro porque el modelo económico capitalista que existe en este país está diseñado para compartir las ganancias de la explotación petrolera entre las transnacionales y el Estado venezolano, con las cuales este último sustenta sus programas sociales. Pero los gringos lo quieren todo. Y les urge tomarlo a la fuerza, porque han perdido su hegemonía en Oriente medio, la región del mundo donde se encuentran los más importantes yacimientos de petróleo que mueven a sus transnacionales. Como es sabido, su lugar lo han ocupado Rusia e Irán, como los actores principales en esa región. De hecho, el ejército de ocupación gringo ha tenido que salir con la cola entre las patas, primero de Irak en 2011 y recientemente de Siria en 2018, ante la derrota militar del Estado Islámico, la fuerza mercenaria que ayudo a crear para apoderarse del petróleo de esos países.
Por tanto, los gringos necesitan volver a su patio trasero en Latinoamérica a intentar arrebatar los recursos naturales a nuestros países hermanos, comenzando con Venezuela y siguiendo después con otros países, aunque eso cueste derramar sangre. En ese sentido, países ricos como Argentina, Brasil, Bolivia y México verán aplicarles tremenda presión para que cedan sus recursos al imperio. Es cuestión de supervivencia para su capitalismo, que amenaza con entrar en recesión en los próximos años.
Con todo lo dicho, es necesario reconocer que parte de la responsabilidad histórica de por qué la burguesía venezolana y el imperio han llegado tan lejos, recae en los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, porque con sus posiciones blandas ante la gran burguesía venezolana, permitieron que esta conservara su poder económico inalterado. Aun cuando esta protagonizo un golpe de Estado en 2002 y un Paro patronal subversivo en 2005, que habrían sido suficientes para confiscar sus propiedades, Chávez no procedió a expropiarla para quitarle su sustento material y enrumbar al país hacia un socialismo verdadero, sino que cultivo el respeto a la propiedad burguesa, que al largo plazo le está pasando factura con nuevas intentonas golpistas. Incluso, la política de estímulo a la propiedad capitalista produjo también el surgimiento de una nueva burguesía ligada al poder chavista. Todas las reformas sociales que distinguen al chavismo se hicieron con recursos provenientes de la renta petrolera, no de recursos recuperados a la gran burguesía, a la que no le fue expropiado un tan solo bien durante 20 años de reformismo. Por eso lo que existe en ese país es capitalismo reformista con apariencia “socialista” y no un Socialismo verdadero.
La sobrevivencia de las conquistas sociales que todavía existen en Venezuela dependerá de que el Estado bolivariano deje los paños tibios que ha tenido durante tanto tiempo con el gran empresariado golpista y rompa con ese modelo de coexistencia con la gran burguesía, procediendo a confiscar, mediante un Decreto de la Constituyente, las empresas de todos los burgueses y políticos que se comprometen con el gobierno usurpador de Guaido, disponiendo de esos recursos para sacar al país de la difícil situación económica en que se encuentra. Además, si la agresión de Estados Unidos se hace realidad, Venezuela tendría derecho a recuperar por Decreto constituyente el 100% de las acciones de las empresas petroleras e industrias extractivas, bancos y negocios de importación que hoy día comparte en sociedades mixtas con las transnacionales norteamericanas, lo que significaría en pocas palabras la nacionalización absoluta de estas industrias y negocios, proporcionándole una inyección adicional de ingresos que beneficiarían el bienestar de la población y la defensa del país.
Venezuela debe seguir el camino de Cuba, que nacionalizo en 1960 la gran industria y los grandes negocios de los oligarcas, santo remedio para que estos ni siquiera intentaran hacer una intentona golpista. Eso consolido de tal manera el proceso revolucionario que hasta el intento de invasión de Estados Unidos en Bahía de Cochinos fue aplastado y no intento otro similar. Por ende, si quiere sobrevivir manteniendo las conquistas reformistas de las últimas dos décadas, y no claudicar al chantaje imperial, el gobierno venezolano no tiene más opción que radicalizar el proceso iniciado con Chávez, superando las reformas para avanzar hacia la Revolución popular, con la clase obrera a la cabeza. La historia no admite medias tintas: o se avanza hacia el Socialismo, o se retrocede a la barbarie de un país esclavizado por el capital nacional y transnacional.

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RUSIA, AL IGUAL QUE CUALQUIERA EN SU SANO JUICIO, NO RECONOCE EN VENEZUELA MÁS QUE AL SISTEMA LEGALMENTE CONSTITUIDO DEL PRESIDENTE MADURO


KREMLIN: MOSCÚ NO HA 
CONTACTADO  Y NO
 PLANEA CONTACTAR CON GUAIDÓ
Esta declaración la ha hecho el vocero presidencial, Dimitri Preskov
El Kremlin no ha contactado y no planea contactar con el diputado opositor venezolano Juan Guaidó, quien se autoproclamó “presidente encargado” de Venezuela, ha declarado este lunes el portavoz presidencial Dmitri Peskov.
“No, no los hubo”, ha afirmado Peskov al responder a la pregunta de periodistas sobre si Moscú había mantenido contactos con el mencionado líder opositor. Luego, el representante del Kremlin ha añadido que por lo que sabe “no hay planes de hacerlo”.
“Ahora lo principal es que los venezolanos resuelvan por su cuenta, y dentro del marco constitucional, todas las diferencias que puedan existir entre ellos, y la única manera en la que podemos ayudarles es no interferir en esta situación, como lo hacen directamente algunos países”, ha señalado Peskov.
El vocero también ha hecho hincapié en que la intervención de diversos Estados en los asuntos internos de Venezuela “solo agrava esta situación“.
Durante la misma rueda de prensa, el portavoz del presidente ruso también ha llamado “bulo” la publicación de que Rusia proporcionó seguridad al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
  • El 23 de enero Juan Guaidó, líder opositor y presidente de la Asamblea Nacional, que se encuentra en desacato desde 2016 y cuyos actos son nulos según varias sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, se autoproclamó “presidente encargado” de Venezuela en medio de una manifestación en Caracas.
  • Su legitimidad para encabezar Venezuela ha sido reconocida por EE.UU. y una serie de países latinoamericanos.
  • Nicolás Maduro anunció que Venezuela rompe relaciones diplomáticas y políticas con EE.UU.
  • El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, anunció durante una sesión de la Organización de Estados Americanos (OEA) el jueves que Washington está listo para proporcionar a Venezuela ayuda humanitaria por valor de más de 20 millones de dólares.
  • Al cierre de la sesión, 16 de los 34 miembros de la OEA reconocieron oficialmente a Guaidó como mandatario interino de Venezuela mediante una resolución firmada por Argentina, Bahamas, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana.
  • Desde la Unión Europea han evitado reconocer explícitamente a Guaidó como el presidente interino de Venezuela. La Alta representante del bloque para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, se ha pronunciado a favor de elecciones libres en el país suramericano.
  • Por otro lado, desde los gobiernos de México, Bolivia, Cuba, Irán, China y Rusia han adelantado que no reconocerán a Guaidó como presidente. Además, Maduro reveló que recibió una llamada del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, manifestándole su apoyo.
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