sábado, 4 de septiembre de 2021

Pelar la cebolla americana (Afganistán)

 

En palabras del conocido activista político, periodista y cineasta estadounidense Michael Moore, en Afganistán, afortunadamente, Estados Unidos ha perdido otra guerra. Una guerra estúpida e insensata. Hagamos que esta sea la última…

Pelar la cebolla americana

Michael Moore

El Viejo Topo

4 septiembre, 2021 

© Victoria en Afganistán! Un tráiler de Burger King llega a la base aérea de Bagram en 2004 Foto: Vincent James a través de Getty Images

La mayoría no lo dirá, así que lo haré:

Afortunadamente, Estados Unidos ha perdido otra guerra. Hagamos de esta la última.

No hay nada aquí para celebrar. Este solo debería ser un momento monumental de reflexión seria y un deseo de buscar la redención para nosotros mismos. No necesitamos dedicar un solo minuto en este momento a analizar cómo Biden se equivocó o no mientras manejaba valientemente el final de este lío que se le entregó, incluidas sus increíbles negociaciones privadas durante toda esta semana con los líderes talibanes para asegurar que ni un solo combatiente enemigo de la fuerza de ocupación (que seríamos nosotros; por ejemplo, soldados y espías estadounidenses y personal de la embajada) resultara dañado. Y Biden hasta ahora ha sacado con vida a todos los periodistas estadounidenses y extranjeros, además de la promesa de los talibanes de que los que se queden para cubrirlo no sufrirán daños. ¡Y ni uno solo lo ha hecho! Por lo general, una fuerza como los talibanes se apresura a matar a todos los enemigos a la vista. ¡Eso no ha sucedido! Y aprenderemos que fue debido a las habilidades de negociación y la inteligencia del equipo de Biden que no hubo una matanza masiva. Esto no es Dunkerque.

Docenas de aviones han despegado con seguridad durante toda la semana, y ninguno de ellos ha sido derribado. Ninguna de nuestras tropas en esta caótica situación ha muerto. A pesar de los gritos de pánico de los periodistas masculinos que creen que están cubriendo a los talibanes de la década de 1990 (Jake Tapper en CNN sigue haciendo referencias a las «decapitaciones» y cómo las niñas pueden ser «secuestradas» y «violadas» y obligadas a convertirse en «niños novias ”), nada de esto parece estar sucediendo. No quiero escuchar cómo «tenemos que estudiar» qué salió mal con esta victoria de los talibanes y nuestra evacuación porque (cambiando a mayúsculas porque no puedo gritar lo suficientemente fuerte): NUNCA VAMOS A ENCONTRARNOS EN UNA SITUACIÓN ASÍ DE NUEVO PORQUE NUESTROS DÍAS DE INVADIR Y TOMAR PAÍSES DEBEN TERMINAR. ¿CORRECTO? ¡¡ CORRECTO!!

Solo mira esto:

Corea.
Vietnam.
Camboya.
Irak (1991).
Irak (2003).
Afganistán.

Hay dos temas que recorren esta lista de países que hemos invadido desde la Segunda Guerra Mundial.

Uno, ninguno de ellos jamás nos invadió ni planteó ningún tipo de amenaza para nuestras vidas, la única justificación verdadera para usar la fuerza armada.

Y número dos, no son blancos. Desde el 8 de mayo de 1945, por alguna razón, solo matamos personas de color. Probablemente solo un co-tinta-dinky.

Al igual que con el Viet Cong en Vietnam, fuimos derrotados en Afganistán por un ejército desordenado que no tenía ni un solo helicóptero, ni un solo caza a reacción, ni bombarderos furtivos, ni misiles, ni napalm, ni Burger King en el PX, ni una carpa con aire acondicionado, ni una! No hay un maldito tanque a la vista, solo un grupo de tipos con barba en camionetas que disparan balas al aire. Ah, y otra similitud con Vietnam: ¡era su país! No el nuestro. Nosotros fuimos los invasores. En Vietnam matamos a 2 millones de personas. En Afganistán, las estimaciones de muertos llegan a 250.000. En Irak matamos a casi un millón (volviendo a la campaña de bombardeos civiles de Bill Clinton).

Gastamos más de 2,4 billones de dólares en Afganistán durante 20 años mientras los pobres de Estados Unidos se quedaban sin comida, atención médica y escuelas decentes. El agua de la ciudad de Flint, de mayoría negra, fue envenenada por el gobernador. Mil personas baleadas por la policía en Estados Unidos cada año.

Sacrificamos más de 2.400 vidas estadounidenses para invadir un país donde Bin Laden no estaba por ningún lado. Bush dijo desde el principio que ya no tenía ningún interés en capturarlo. En 2011, el equipo de SEALS de Obama lo encontró en una casa justo al final de la carretera de «West Point» de Pakistán. ¡Quién hubiera pensado!

Qué desastre tan trágico. Retirar fondos al complejo militar-industrial, retirar fondos a la NSA, retirar fondos a Seguridad Nacional. Enviaron a nuestras jóvenes tropas a la muerte. ¡Para vergüenza! Ningún afgano atacó el World Trade Center. ¡15 de los 19 secuestradores del 11 de septiembre eran de Arabia Saudita! No de Afganistán, ni de Irak, ni de Irán. ¿Cómo es que “Bandar Bush” – el tierno apodo de la Familia Real Saudita para su viejo amigo, George W. Bush – por qué Bush no atacó a Arabia Saudita? Oh. Cierto. Tienen algo que necesitamos. ¡Llénala!

Entonces, sí, perdimos esta guerra estúpida e insensata y estoy feliz de que finalmente haya terminado. Nuestro falso ejército afgano no podía esperar a que nos fuéramos y, tan pronto como lo hicimos, los soldados afganos se quitaron los trajes falsos del ejército que les dimos, los arrojaron al suelo y los escupieron. Se unieron a los talibanes en las calles para celebrar. Los talibanes no dispararon a ninguno de ellos. Los intérpretes afganos y otros que se confabularon con el enemigo, los EE. UU., durante 20 años, sí, podrían estar en problemas (como si Rusia invadiera Alaska y un grupo de habitantes de Alaska colaborara con ellos y después de que los rusos se fueran, algunos estadounidenses podrían querer represalias de los colaboradores). Entiendes eso, ¿verdad?

Los expertos de la televisión se lamentan: “¡Hemos abandonado a nuestros ayudantes afganos! ¡Nadie volverá a confiar en nosotros! ¡Nadie nos creerá jamás! ¡¡Nuestra palabra no es buena !! »

¡EXACTAMENTE! ¡Correcto! ¡Sísss! ¡Nunca nos deberían creer! Nota para el resto del mundo: ¿Nos ves venir? ¡CORRER! No te espera nada más que la tragedia. NO nos ayudes. Si firmamos un acuerdo climático, ¡no lo seguiremos! Si firmamos un acuerdo nuclear con sus mulás, no lo crea. Solo significa que nos estamos preparando para bombardearlos. Y debes saber que cuando se trata de nosotros, el público estadounidense, no hay una sola mañana en la que nos despertemos pensando en ti o importando un carajo si el 80% de tu gente vive en un estado de pobreza abyecta y opresiva. Siempre se trata solo de nosotros, bebé, ¡ y de lo que USTED puede hacer por NOSOTROS, por nuestro AMERICAN WAY OF LIFE!

Y, por cierto, ¡asegúrate de que siempre haya un techo donde podamos aterrizar ese maldito helicóptero de escape cuando necesitemos sacar el F de Dodge!

Siempre es la hora de Saigón en Estados Unidos.

PD: Que nuestras tropas y los civiles afganos nos perdonen algún día. Muchas condolencias y amor a todas las familias que perdieron a sus seres queridos en esta guerra asquerosamente triste. Solo puedo imaginar cómo se han sentido todos esta semana. Diecinueve de nuestros veteranos estadounidenses se suicidan todos los días. Por favor, no nos dejes. Yo / nosotros no te abandonaremos. (Si necesita hablar con alguien, llame al 800-273-8255).

 

Publicado originalmente en el blog de Michael MooreTraducción de Cubadebate.

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Tubacex, el mayor investigado por fraude fiscal en España, PNV y 200 días de huelga. [Bueno, pues eso, Tía Paca. Que le decía yo, no sé si me entiende, que quien trabaja es el trabajador, tal cual, como se lo estoy diciendo, pero que quien se lleva la tuti fruti de la mandanga del chupi bombi de los beneficios que crea el trabajo no es el trabajador, ¿qué cosas, verdad? Y aquí ya es donde entra en juego la pajarraca de la marcha La Lirón: que si esto pasa porque son unos sinvergüenzas (los empresarios); que si esto pasa porque los políticos son unos sinvergüenzas; que si esto pasa porque los partidos políticos son una cuadrilla de baldaos; que si esto pasa por esto o por lo otro y porque patatín patatán, cuando en realidad pasa porque el sistema capitalista funciona así y no puede dejar de funcionar así. ¿Es o no es? Pues eso.]

 

Tubacex, el mayor investigado por fraude fiscal en España, PNV y 200 días de huelga

 

Por Gessamí Forner 

Rebelion /España

04/09/2021 

 

Fuentes: El Salto [Foto: Visita de Íñigo Urkullu a Tubacex en 2021 (Gobierno vasco)]

El primer accionista de Tubacex es José María Aristrain. La fiscalía le solicitó 64 años de prisión por un presunto fraude de 210 millones a Hacienda entre 2005 y 2009. El sexto accionista es Itzarri, el ente vasco participado públicamente que gestiona los complementos de las pensiones del funcionariado.

Gema Navarro e Isabel López representan a José María Aristrain en el consejo de administración de Tubacex, formado por diez personas. Son su esposa y su abogada, gente de confianza. José María Aristrain (Olabarrieta, Gipuzkoa, 1963) ha sido un hombre muy rico. En 2006 la revista Forbes le calculó un patrimonio de mil millones de dólares, un billonario. Aristrain está pendiente de juicio por el mayor fraude fiscal investigado en España: la última calificación de la fiscalía —en 2019— le solicita 64 años de cárcel por defraudar presuntamente 210 millones a Hacienda entre 2005 y 2009. En 2015, la Fiscalía de Delitos Económicos de Madrid determinó una fianza histórica de 750 millones. 

El juicio está pendiente de señalar. El juzgado de instrucción nº4 de Pozuelo de Alarcón inició en 2011 la investigación, el caso pasó a la Audiencia de Madrid y derivó en la Audiencia Nacional, dada la elevada cuantía en juego. El Tribunal Supremo dictaminó el pasado febrero que el órgano competente para celebrar el juicio es la sala segunda de la Audiencia de Madrid. “Aún no hay señalamiento, tenemos un retraso importante a raíz de la pandemia”, aseguran desde el gabinete de prensa del TSJM. 

Según la información facilitada en la web de Tubacex, Aristrain posee el 11% de la empresa, con 14.672.666 acciones indirectas. Es el primer accionista de Tubacex. Según el informe anual sobre remuneraciones de los consejeros de sociedades anónimas cotizadas de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Gemma Navarro e Isabel López recibieron respectivamente en 2020 una remuneración fija de 37.000 euros, 27.000 en concepto de dietas —Navarro, 25.000— y 9.000 por pertenencia a comisiones del consejo. 

Fuentes de los trabajadores de la plantilla de Tubacex explican que cuando el consejo de administración se reunía en la planta de Llodio, lo hacía una vez al mes, excepto los meses de agosto y noviembre. 

Gobierno vasco y Tubacex

El sexto accionista de Tubacex es Itzarri, con el 3,21% del accionariado y 4,2 millones de acciones. Itzarri es la Entidad de Previsión Social Voluntaria que gestiona el plan de pensiones de los trabajadores de las administraciones de la Comunidad Autónoma Vasca. Un consejero del Gobierno vasco preside la entidad. Actualmente, la consejera de Gobernanza Pública y Autogobierno, Olatz Garamendi (PNV), preside las asambleas de este ente participado públicamente que gestiona los complementos de las pensiones públicas de jubilación del funcionariado vasco. 

El Gobierno vasco se ha posicionado contra la huelga de los trabajadores de Tubacex desde el inicio del conflicto y, también, tras la resolución judicial. El 6 de julio, dos tribunales emitieron sendas sentencias para las plantas de Amurrio y Llodio en la que seis jueces, con un voto particular, dictaminaron nulo el despido colectivo practicado por la empresa. Tras las sentencias, el portavoz del Gobierno vasco, Bingen Zupiria, consideró “una mala noticia que una empresa tan importante como Tubacex se encuentre en una situación tan delicada como consecuencia de una situación económica mundial”, avalando con sus palabras la tesis que defiende la empresa para justificar el ERE. 

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, alabó las resoluciones judiciales, apremió a la empresa a readmitir a los trabajadores despedidos y a poner fin a una huelga indefinida que secunda toda la plantilla y que mañana cumple 200 días.

Sin embargo, la empresa decidió recurrir las sentencias al Tribunal Supremo y, aunque paga el sueldo de los 129 trabajadores despedidos desde el 7 de julio, no les ha dejado volver a sus puestos de trabajo. Es por ello que el comité de huelga decidió proseguir con el paro indefinido. O vuelven todos, o no vuelve nadie.

Se da la capciosa circunstancia de que los trabajadores despedidos tras la readmisión sí cobran su salario, mientras que los compañeros que han secundado la huelga para apoyarles no lo cobran. Los readmitidos reparten el sueldo con sus compañeroa. El 9 de agosto, solo dos días después de que Tubacex reactivara sus nóminas, la Diputación Foral de Araba envió una notificación a la asociación que figura como titular en el número de cuenta de la Kutxa Solidaria —la caja de resistencia que han organizado los huelguistas— en la que advierte de que “no ha presentado declaración alguna a día de la fecha por ningún concepto impositivo”, por lo que Hacienda alerta de una “correspondiente acción inspectora”. 

Nuria López de Guereñu también forma parte del consejo de administración. Cobra 37.000 euros de remuneración fija, 27.000 en dietas y 9.000 por comisiones. Un total de 73.000 euros anuales en 2020, con su correspondiente reducción voluntaria del 30% en el segundo trimestre por covid, tal y como pactó el consejo de administración —en 2019 cobró 77.000 euros—.  López de Guereñu (Eibar, 1969) fue la consejera más joven del Gobierno vasco en la legislatura 2005-2009. Se ocupaba de la cartera de Transportes por el PNV  y se mostró una firme defensora del tren de alta velocidad. Tras su paso por la política, se incorporó en la patronal vasca Confebask como secretaria general. En 2015 dio el salto empresarial a Tubacex, con la actual gerencia, que entró en 2013.

Actual gerencia

Jesús Esmorís es quien percibe el mayor sueldo de Tubacex: entre remuneración, dieta, comisión, otros conceptos y sueldo, cobró 472.000 euros en 2020 —664.000 en 2019—. Hay que añadir un millón en acciones. Es la cara visible de Tubacex, quien aviva el conflicto con sus declaraciones en la prensa. Viene del sector de la automoción, no de la siderurgia, algo que los trabajadores consultados le echan en cara, por lo que piden la dimisión de la actual gerencia. Ponen en duda hasta la capacidad de la gerencia para ofrecer seguridad laboral. “No cuidan de las máquinas, ni respetan los periodos de aprendizaje de los operarios”, aseguran a El Salto trabajadores que prefieren no dar su nombre.

“Son muy hábiles buscando fondos, fueron de los primeros en contratar a la consultora PWC para optar a los fondos de recuperación europea, pero fallan a nivel industrial. Cuando pactaron un pedido con Irán, se comprometieron a enseñar cómo hacemos estos tubos, un aprendizaje que en la fábrica nos ha llevado años”, indican. Dependiendo del año de referencia, Tubacex es la primera o la segunda empresa del mundo de fabricación de tubos sin soldadura, necesarios en procesos de extracción de petróleo y gas. 

Los trabajadores consultados describen la estrategia de la empresa en esta huelga como “ir al desgaste”. Insisten en que la empresa tiene liquidez suficiente para aguantar el pulso —el holding Tubacex dispone de 190 millones de euros de cash, según las cuentas consolidas presentadas en junio de 2021 a la CNMV—, aseguran que la empresa está rechazando pedidos y recuerdan que ha solicitado un nuevo ERTE a partir del 11 de septiembre, del que empiezan el periodo de negociación el 31 de agosto. “Están forzando que no haya pedidos para justificar el próximo ERTE”, agregan.

“La solución es fácil: acordar salidas voluntarias, quitar el recurso ante el Tribunal Supremo y aportar un plan mínimo industrial”, resumen los trabajadores. Critican la ausencia de Inspección de Trabajo en este conflicto, “con una empresa tan grande, se lavan las manos”.

El peritaje sindical fue clave en las sentencias. Desmoronó la tesis de Tubacex, un holding compuesto por más de 20 empresas. Por el alquiler de la marca, la planta madre, TTI, pagó el pasado año 6,1 millones a Tubacex en concepto de royalties y dos millones y medio por el alquiler de las instalaciones. 

El peritaje del sindicato ELA permitió a los jueces determinar que “los datos contables que aporta la empresa no reflejan con veracidad su estado económico”. De una parte, no se acogieron a las medidas de gracia dispuestas por el Estado para asumir el coste de la Seguridad Social en los ERTE, inflaron las pérdidas de 2020 incluyendo las indemnizaciones por el despido colectivo —cuando iba a ser un gasto computable en 2021— y se aportó que los ERTE no se aplicaron completamente, sino alrededor de un 20-25% menos. 

En lenguaje coloquial, la empresa aprovechó el covid para despedir al 20% de la plantilla, personas acogidas a reducciones de jornada, sindicalistas y personas con problemas de salud. En lenguaje judicial, “el hecho de que no exista necesidad de acogerse a medidas de gracia [la exención del pago de la Seguridad Social en los ERTE] resulta difícilmente compatible con la decisión extintiva que Tubacex defiende en este procedimiento, lo que refuerza nuestra convicción acerca del carácter injustificado del despido colectivo”. 

El resto de consejeros de Tubacex son Antonio González Adalid García Zozaya, Antonio María Pradera Jauregui, Manuel Moreu Munaiz (a propuesta de la Coorporación Aristrain; y consejero de Iberdrola entre 2015 y 2019), Ivan Marten Uliarte, Jorge Sendagorta, Rosa María García y Francisco Javier García. Tras 40 años en la compañía, 22 de ellos como presidente ejecutivo, Álvaro Videgian Muro fue sustituido el 24 de junio por Francisco García Sanz, un alto directivo del Grupo Volkswagen. 

Según la prensa económica, José María Aristrain es una persona discreta, amante de la caza y de los automóviles de coleccionista. No se ha prodigado en actos públicos y se le conoce como el hombre de acero. También posee el 2% de ArcelorMittal. Heredó la fortuna de su padre, quien fundó la Corporación Aristrain, creó sociedades en paraísos fiscales desde los años 70 y fue ayudado por un ministro franquista, como publicó la periodista Ter García en el diario Diagonal en 2016 en una investigación conjunta con eldiario.es y La Marea.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pais-vasco/tubacex-la-mayor-investigacion-fraude-fiscal-espana-pnv-200-dias-huelga

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Ultimas Noticias de EE.UU y Afganistán de Hoy Viernes 3 de Septiembre 2021.

Una izquierda jacobina para España. Entrevista a Guillermo del Valle

 

Guillermo del Valle es licenciado en Derecho (UAM) y diplomado en la Escuela de Práctica Jurídica (UCM). Se dedica al libre ejercicio de la abogacía desde el año 2012, y es abogado del Turno de Oficio Penal. Además de colaborar como analista político en diversos medios de comunicación, Guillermo es director de El Jacobino. Hablamos sobre los fundamentos filosóficos, así como las propuestas programáticas, de este proyecto político.

Una izquierda jacobina para España. Entrevista a Guillermo del Valle

Genís Plana

El Viejo Topo

1 septiembre, 2021 

 


Guillermo del Valle es licenciado en Derecho (UAM) y diplomado en la Escuela de Práctica Jurídica (UCM). Se dedica al libre ejercicio de la abogacía desde el año 2012, y es abogado del Turno de Oficio Penal. Además de colaborar como analista político en diversos medios de comunicación, Guillermo es director de El Jacobino. Hablamos sobre los fundamentos filosóficos, así como las propuestas programáticas, de este proyecto político.


El Jacobino nace en julio de 2020 como un canal de YouTube. Su propósito inicial es significar la coyuntura sociopolítica española desde unos planteamientos que se reclaman continuadores de ese republicanismo jacobino que, ubicándose en las posiciones más avanzadas de la Revolución francesa, alumbró la triada “libertad, igualdad, fraternidad”. Empecemos por ahí: ¿qué entendemos por republicanismo? Para mucha gente, la República se entiende como mera oposición a la monarquía: la República sería, por consiguiente, ese sistema de gobierno en el cual resulta abolido el poder dinástico. Y la existencia de un poder hereditario supone algo que no debe pasar desapercibido: que el poder se halla privatizado, al servicio de una familia o linaje. Frente a lo cual se advierte el potencial conceptual de “res publica”: ¿es el republicanismo un pensamiento político que aspira a organizar el cuerpo social conforme al “bien común”?

—Me gustaría, en primer lugar, agradeceros encarecidamente esta entrevista. No cuento ningún secreto si digo que, para nosotros, para el equipo de El Jacobino, El Viejo Topo es una referencia indiscutible del mejor pensamiento de la izquierda española.

En cuanto a la pregunta que me formulas, no se puede sostener republicanismo alguno sin una idea clara de bien común. El republicanismo no puede limitarse a ser una forma de gobierno, esgrimido contra la monarquía parlamentaria. Hay algo más, bastante más. Lógicamente, la triada republicana que apuntas, y el cuarto principio republicano que reza en la tumba de Marat: unidad e indivisibilidad de la República. Por eso, es absolutamente inaceptable cualquier fragmentación territorial. La idea de República aparece contra los privilegios del trono y el altar, que son lo que caracterizan al Antiguo Régimen. Si algo rompe con esos privilegios de origen, es precisamente la nación política, que es constitutivamente republicana. En el territorio político todo es de todos, todo nos pertenece a todos. La propiedad colectiva sobre el territorio: la decisión conjunta y la redistribución imperativa. La soberanía reside en el conjunto de la nación, desde el primero al último de los españoles. Ninguna voz puede valer más que otra. Ese es el republicanismo por el que abogamos, un republicanismo integral: sin privilegios formales o representativos, sin privilegios territoriales y sin privilegios de clase. No se puede sostener de una manera medianamente seria una idea de República basada en los derechos históricos de los territorios forales. Es un verdadero insulto a la inteligencia de todos tamaña vindicación monárquica y feudal.

También nos reconocemos en la tradición del republicanismo cívico: creo que es importante cierta pedagogía sobre la ley y las instituciones en estos tiempos de arbitrariedad constante en el ejercicio del poder, y defender una concepción republicana de libertad frente al sálvese quien pueda imperante en nuestros días.

 

Intentaremos trasladar esos principios, que fundamentan el pensamiento republicano, al contexto contemporáneo. Uno de ellos, sin lugar a duda esencial, es el de libertad. Pero esta libertad dista mucho del cacareo de Ayuso en campaña electoral. A diferencia de la libertad vaporosa que los liberales conciben como ausencia de interferencia (¡que nadie me prohíba!), los republicanos apuestan por una libertad robusta y consecuente, asentada sobre condiciones sociales de posibilidad. Si la libertad, entendida en el sentido republicano, requiere de recursos materiales, ¿de qué manera garantizar y ensanchar la libertad de los ciudadanos? Si la ley no restringe la libertad, sino que la posibilita, ¿qué políticas públicas plantea El Jacobino a este respecto?

—Uno de los grandes hitos de la hegemonía cultural del liberalismo es precisamente esa entronización de la idea de libertad negativa: la ausencia de interferencias entre individuos. Es una idea, en la formulación ayusista, bastante endeble, pero no se responde con claridad por parte de una falsa izquierda entretenida con disparatadas alertas antifascistas. Ni siquiera los derechos liberales, por así decirlo, como el propio derecho de propiedad, flotan en el vacío ni son ajenos al Estado. Es más, sin un fuerte entramado institucional, sin un marco legislativo que garantice esos derechos –y por supuesto limite, y pueda subordinarlos al interés público–, sin unos tribunales de justicia que diriman su legitimidad y sus límites, no hay propiedad. Ni mercado. Volvemos a lo mismo: la economía es política, y la garantía de todas esas instituciones liberales es el Estado. A través de una fuerte intromisión pública esos derechos tienen una concreción práctica. Obviamente no hay libertad si existe dominación, si no hay autogobierno colectivo. Si las condiciones materiales no están cubiertas ni garantizadas, la libertad es una quimera, puro idealismo, incluso una cláusula meramente nominal para legitimar la opresión, la servidumbre de la mayoría por parte de los privilegiados. Aquella libertad consistente en blindar y legitimar como justas las tinieblas de las que parten muchos en tanto que naturales –la tiranía de los orígenes, en definitiva–, es más bien una opresión inaceptable.

Las políticas públicas que propone El Jacobino van dirigidas de forma frontal a la protección del mundo del trabajo frente al desregulacionismo neoliberal que tanto ha precarizado las relaciones laborales, uberizándolas hasta el extremo, y justificando como “empoderador”, con palabras como “emprendimiento” o “voluntariado”, lo que no es sino la destrucción del marco clásico de ajenidad y dependencia del mundo del trabajo. Y generalizando condiciones vitales de pura miseria. Hay que reindustrializar el país porque nuestro actual modelo productivo es insostenible. Debemos invertir al menos el 3% del PIB en I+D, redistribuir fuertemente la riqueza a través de una reforma fiscal progresiva seria, y poner los ejes materiales en el centro del debate. El margen de maniobra puede parecer limitado, pero hay un espacio importante para el rigor y para la seriedad, evitando, desde luego, sepultar la mejor tradición materialista y socialista en el alud identitario o cediendo ante la servidumbre del nacionalismo fragmentario.

 

Antes de abordar esas cuestiones –el “alud identitario” y el “nacionalismo fragmentario”, ambos característicos de nuestro presente–, quisiera remarcar que, según la filosofía política a la que apelamos, se hace necesaria la intervención estatal para reducir la dependencia de unos ciudadanos sobre otros. Según la concepción generalizada, el jacobinismo se reduce a la centralización del poder político, pero esta consideración resulta rebasada: la economía, sostenía Robespierre, no puede independizarse de la política, y debe subordinarse al bien del pueblo. Los jacobinos combatían a esos ricos explotadores, negociantes y propietarios que, constituyéndose como una facción aparte de la sociedad, minaban la soberanía del pueblo. ¿Ocurre hoy algo similar con aquella clase empresarial que presiona para deteriorar la legislación social? ¿La soberanía que reside en el pueblo español se encuentra amenazada por unas élites económicas que, vinculadas a actividades transnacionales, son cada vez más apátridas? Y, de ser el caso, ¿cómo se relaciona con el despegue de los planteamientos liberal-libertarios?

—Sin duda, la soberanía española se encuentra completamente amenazada. Lo está en diferentes planos. En el monetario, lógicamente: desde la incorporación a la unión monetaria que, como sabemos, carece de su dimensión fiscal y presupuestaria, lo cual causa enormes desequilibrios en perjuicio de naciones subalternas como la nuestra. La cuestión productiva es igualmente esencial: España se encuentra, en la división internacional del trabajo, ubicada en una posición endeble, con un modelo productivo terciarizado, basado en el turismo, en la hostelería y en el sector servicios. Eso comporta una endeblez estructural indudable: el peso de la industria en el PIB nacional cada vez es menor. Fue el precio que hubo de pagarse por la inserción dentro de la UE, la reconversión industrial, esa fórmula en virtud de la cual se desmanteló de forma sistemática nuestro tejido industrial.

La liberalización de las relaciones laborales no es sino la otra cara de la misma moneda. Se ha ido abriendo el paso a una suerte de sustitución de las relaciones laborales clásicas –con su ajenidad y dependencia, su negociación colectiva, los derechos de los trabajadores que tantas huelgas costaron– por una suerte de relaciones pretendidamente mercantiles, en la que los trabajadores dejan de ser tales para convertirse en emprendedores. Se fomenta una especie de figura flotante, sin derechos, en la que la precariedad y la provisionalidad se presentan como oportunidades de mercado y retos vitales, formas de experimentar vidas diferentes, formas de escapar a la monotonía y a la rigidez. Esa rigidez estigmatizada tal vez no sea otra cosa que la existencia de un sueldo digno, un contrato estable o un convenio colectivo en el que los derechos laborales no sean mero papel mojado.

Lógicamente esa destrucción de un modelo laboral estable, del propio concepto de trabajador y trabajo, la desaparición de las grandes centros de trabajo y su presencia sindical, la proliferación de falsos emprendedores que soportan sobre sus espaldas el peso de la precariedad y la explotación, la destrucción de puestos de trabajo con la entronización del voluntariado… son todas ellas manifestaciones de una forma ideológica predominante: la de un liberalismo económico profundamente individualista, propio de la globalización financiera, dirigido por unos grandes capitales transnacionales que, con frecuencia, someten a determinados Estados. El nuestro es un caso paradigmático: el precio de la modernidad –se nos dijo– pasaba por la desregulación de las relaciones laborales y los mercados financieros. Eran dos imperativos liberales cuyo precio oneroso sufrimos hoy.

 

En la extensión de los derechos y los deberes al ámbito privado encontraríamos uno de los vínculos entre el republicanismo y el socialismo. En ambos existe la ambición de organizar la sociedad conforme a un buen orden público. No obstante, el proceso actual es inverso: la degradación de las condiciones de trabajo sería el resultado de concebir el derecho laboral como simples relaciones contractuales entre particulares. 

—La situación de degradación social es especialmente ilustrativa en el ámbito laboral. Hemos experimentado un proceso de desplazamiento del derecho laboral al ámbito de las relaciones mercantiles o privadas. Esto es extraordinariamente grave. Significa subvertir un ámbito legislativo que nace con el objetivo de proteger al trabajador –una dimensión que solemos llamar tuitiva– a un ámbito de libre pacto entre las partes. Es una gran estafa intelectual y práctica. Toda la retórica engolada de emprendedores, de personas que trabajan para sí mismas (aunque desempeñen funciones donde normalmente deberían regir los principios clásicos de ajenidad y dependencia, de protección laboral en definitiva), responde a esos parámetros: la erosión de las relaciones laborales y su dilución justificada en términos de emprendimiento y mercado. Tras este ejercicio ideológico hay un reguero de fraudes, falsos autónomos, destrucción del propio concepto de centro de trabajo, de la propia idea de negociación colectiva, huelga o acción coordinada en defensa de los derechos laborales. El modelo Uber, Glovo… avanza imparable. Y con él un modelo de vida de precariedad extrema, de condiciones materiales sin cubrir, de falta de libertad clamorosa. Y es que, en la necesidad extrema, en el hambre y la inestabilidad más absoluta, no hay más que opresión y violencia.

 

Tal vez la rasante de las políticas liberales va en contra de un principio republicano procedente del derecho romano: “Quod omnes tangit”, lo que significa “lo que atañe a todos debe ser decidido por todos”. Y ese todos corresponde al conjunto de ciudadanos, al cuerpo soberano, quienes deciden sobre lo que les compete en conformidad con unos procedimientos legales. La negación de este axioma por parte del neoliberalismo no remite únicamente a la estructura económica, pues –según ha señalado El Jacobino– se relacionaría con la organización territorial del Estado. Aclaremos esto: ¿Qué relación se observa entre el neoliberalismo y la fragmentación del territorio político? ¿Qué papel juega la descentralización política en la agenda neoliberal?

—Percibimos una relación clara entre el neoliberalismo y el debilitamiento del poder político. Cuanto más erosionada esté la soberanía, mayores son las facilidades dentro de los mercados financieros para la deslocalización, para la desregulación. Son los tiempos que corren en el capitalismo: un modo de producción en un estadio concreto, con un fuerte componente de financiarización y desregulación. Si bien economía y política son inescindibles –la economía no flota en el vacío, sino que está determinada por los Estados–, es cierto que un poder político endeble y fragmentario permite que las deslocalizaciones fiscales y productivas estén a la orden del día y sean factibles. En esos términos, un poder político endeble es algo idóneo para el neoliberalismo. En la Unión Europea se observa con claridad: ¿por qué no interesa una unión fiscal y presupuestaria? Porque implicaría grandes transferencias entre el norte y el sur, y esas transferencias no les interesan a determinados Estados que hegemonizan la Unión. La competencia fiscal entre Estados, incluso la existencia de paraísos fiscales de facto dentro de la UE, no solo interesa al neoliberalismo, sino que constituye la piedra angular de las políticas comunitarias. Dentro de España, ocurre algo similar con las Comunidades Autónomas. La descentralización fiscal interesa a las regiones más ricas, es la dinámica del dumping fiscal y las deslocalizaciones internas. Un poder político robusto no interesa al gran capital transnacional porque supondría límites a esas inercias especulativas.

No es casualidad que el modelo de Estado de teóricos de la Escuela Austriaca como Rothbard o Hoppe sea el de los Estados pequeños. Luxemburgo como modelo. El modelo tendencial es la isla-Estado, la permanente posibilidad de deslocalización frente a un poder político centralizado, fuerte y robusto. Siempre más cerca de San Marino que de Francia. La descentralización multiplica los centros de poder, por minúsculos que sean, y dentro de un modo de producción capitalista, potencia la competencia y rivalidad entre los mismos, y facilita las dinámicas especulativas del propio capital. La descentralización es un paso intermedio para la centrifugación completa del poder político, es plenamente funcional al capitalismo neoliberal.

 

Sin embargo, no son pocos los catalanes que, a lo largo de los últimos años, se han aproximado al independentismo a partir de lógicas cimentadas en una supuesta racionalidad económica: “Si Cataluña tuviera un Estado propio gestionaría mejor los recursos”. Estos planteamientos suelen ser persuasivos para personas de izquierdas que, rechazando el nacionalismo, niegan que sus aspiraciones se encuentren articuladas a partir de una identidad excluyente.

—Sí, pero ello no puede deslindarse de un sostenido proceso de manipulación, que tiene como pivotes la escuela y la televisión. Negar lo anterior es obviar el principio de realidad. Por supuesto que hay mucha gente adoctrinada en las bondades de una Cataluña independiente, a la hora de la gestión. Pero el alud de pruebas para desmentir lo anterior es abrumador. Ya se ha visto con el rico margen competencial de los gobiernos autonómicos: corrupción, recortes sociales, una gestión pésima, etc. No existe evidencia empírica alguna que nos permita sostener, con un mínimo de seriedad, tales bondades en la gestión de un Estado independiente. Y de nuevo volvemos al principio, ¿existe fundamento para esa secesión o no? Eso es lo que hay que preguntarse. Y francamente no hay fundamento alguno para la privatización del territorio político, para la decisión de unos pocos sobre lo que nos corresponde a todos.

Tampoco los argumentos identitarios o etnolingüísticos son válidos, porque identidades colectivas hay muchas, y no por participar de una te conviertes en un demos aparte, con capacidad de decisión propia y exclusiva. Además, no se puede obviar lo ilógico que resulta, en un contexto de capitalismo global transnacional, el debilitamiento de los centros de poder político, que es a lo que conducen tanto la descentralización competitiva como la secesión.

 

Teniendo claro el diagnóstico, veamos la prescripción o disposición normativa. Según los principios que se encuentran en la web de El Jacobino, “España debe ser un Estado unitario, centralizado políticamente, formado por provincias o departamentos, unidades administrativas racionales que no respondan a otro interés que al bien común”. No obstante, una proposición como la anterior fácilmente podría ser vista desde una óptica culturalista: no pocos ciudadanos, sensibles con la idea de que la diversidad tiene valor por sí misma, podrían considerar que El Jacobino apuesta por un proyecto culturalmente uniformador. Ahora bien, ¿el abandono del Estado de las autonomías compromete la pluralidad de España?

—Para nada, la pluralidad de España no puede estar comprometida, es inherente a la existencia de cualquier Estado, máxime un Estado democrático. Ir contra la pluralidad es como arremeter contra la ley de la gravedad. Además, en El Jacobino somos perfectamente defensores de la pluralidad cultural y lingüística de España. Ésta existe en todos los Estados, no es privativa de España, que, por cierto, no es un país especialmente heterogéneo desde un punto de vista cultural.

Sin embargo, esa diversidad cultural no puede convertirse en una autopista para los privilegios y la desigualdad de derechos. Esa es la clave: no se trata de violentar ninguna lengua, ni cancelar fiestas populares, eso suena hasta ridículo. Curiosamente quien nos critica que buscamos el monolitismo identitario o cultural, son los mismos que defienden la idea de un “sol poble”, que camina como un solo hombre y editorializa en conjunto, al unísono. Como si España fuera un enjambre de pluralidades, pero Cataluña una nación uniforme. Eso es insostenible, en tanto que ridículo. Cualquier Estado es plural, lógicamente, como plurales son las unidades administrativas que lo conforman. De lo que se trata es de garantizar que todos decidamos en pie de igualdad dentro del territorio político, sin mejores derechos para unos en detrimento de otros. Y que se respete el abc del comunismo dentro del territorio político: todo es de todos, la redistribución es imperativa, y dentro de la comunidad política los derechos de cada uno rigen en plenitud sea cual fuere el punto de la misma donde se encuentre.

Lejos de estar comprometida la pluralidad cultural de España, si seguimos con los desequilibrios en educación, sanidad, fiscalidad o con parte del territorio político vedado al acceso de millones de compatriotas al utilizarse una lengua cooficial como barrera de entrada a parte del mercado laboral, lo que estará en peligro será la igualdad de derechos y la propia idea de ciudadanía.

 

Entonces, ¿consideras infundada la creencia de que la riqueza cultural y lingüística existente en el territorio nacional estaría amenazada de no reflejarse en unidades administrativas autónomas?

—Absolutamente infundada, como te apuntaba en la respuesta anterior. La diversidad cultural o lingüística está más amenaza de continuarse con la centrifugadora nacionalista. Me explico: lo que pone en tela de juicio la diversidad cultural de un país es aceptar que en determinadas partes del mismo rige la ley de la uniformidad etno-nacionalista. Por ejemplo, considerar que hay una lengua propia y otra impropia, o estar constantemente manoseando conceptos tan insolidarios como los de las balanzas fiscales para poner en cuestión las más elementales nociones redistributivas. Cuando se predica de una región una uniformidad por otro lado inexistente, se están invisibilizando además las brechas y los conflictos de clase. Es obvio señalar que un barrio obrero de Barcelona está más cerca de uno de Madrid o de Sevilla que de cualquier urbanización de lujo, por mucho que también ésta se encuentre radicada en Cataluña. No es una novedad sostener que las artificiales construcciones identitarias pasan por alto el conflicto capital-trabajo, están diseñadas para emborronar la propia idea de clase social.

La pluralidad cultural de un Estado no se cuestiona de ninguna manera porque tengamos un mismo Impuesto de Patrimonio o un mismo Impuesto de Sucesiones y Donaciones. ¿A quién puede molestar esto? Pues a un insolidario, sea su máscara neoliberal o nacionalista. Otro tanto podría decirse con la existencia de un historial clínico centralizado, un mismo calendario vacunal en todo el territorio nacional, una educación pública, laica y republicana que no admita singularidades ni clerecías que quiebren precisamente ese carácter republicano que debiera vertebrarla. La riqueza cultural y lingüística no están en peligro en España, más allá de las agresiones que también sufren cuando se atenta contra la lengua común, que por cierto es una riqueza política inmensa: un instrumento de comunicación y de igualdad, que nos une con millones de personas dentro y fuera de España. Levantar barreras que privaticen parte del territorio, que lo segreguen, es lo más reaccionario que uno se puede echar a la cara y, sin duda, es una política que tiene como víctimas principales a los trabajadores, a los más débiles, a los que más dificultades socioeconómicas tienen para la integración.

 

Las “construcciones identitarias que pasan por alto el conflicto capital-trabajo”, por decirlo con tus palabras, se encuentran en plena efervescencia. Y no solo las etnolingüísticas. Cualquier característica, pese a ser escasamente compartida (o, precisamente, a causa de ello), es susceptible de convertirse en el eje axial de un nuevo colectivo identitario al cual ofrecerle un grado mayor de lealtad que al perímetro de la comunidad política. Ante lo cual, ¿crees que resulta cada vez más difícil discutir al respecto de políticas que regulen la convivencia pública?

Desde luego que resulta cada vez más complicado. Y se debe a las causas que apuntas en la pregunta. Tiene que ver con esa deriva identitaria generalizada en la que se ha sumido el debate público. Se ha ido agrietando de forma peligrosa el concepto de ciudadanía, que por cierto es una de las grandes herencias transformadoras de la izquierda. No debía ser la identidad la que filtrara el acceso a los derechos de ciudadanía. Dentro de esos rangos identitarios, de esa sociedad cada vez más tribal, se esconde por cierto un atroz individualismo. Todo se ha convertido en una experiencia personal, sentida. De manera que los lazos colectivos se van disolviendo progresivamente y, con ellos, la perspectiva de transformación colectiva. La idea de ciudadanía tenía ese poso universalista que está en la génesis de la izquierda. No es el sentimiento, la identidad o la religión lo que te confiere el acceso a la misma, sino las leyes que ahorman la pertenencia a la comunidad política. La otra gran herencia, igualmente ilustrada, igualmente racionalista de la izquierda, era la idea de clase social. La clase obrera ocupaba un papel central en el marxismo, pues de la clase dependía la transformación colectiva. No había atisbo de parcialización. La deriva identitaria ha quebrado los grandes horizontes de transformación colectiva, de emancipación humana, porque ha sido absorbida, neutralizada y controlada por el modo de producción capitalista. Y en paralelo, la sentimentalización de la política y la sociedad ha contaminada el debate público: espacios seguros, culturas de la cancelación, censuras preventivas, juicios paralelos, etc.

 

Como resultado de lo anterior, los ciudadanos se inhiben del compromiso cívico para con la comunidad política y se vuelven consumidores de atributos que dan respuesta a su estilo de vida particular… Por ejemplo, en cierto debate televisivo te exhortaron a no opinar sobre la Ley Trans por no ser transexual.

—Sí, fue bastante ilustrativo de lo que te comentaba antes. En una televisión pública, además, lo cual dota de mayor gravedad al asunto. Es irrelevante individualmente, en cuanto a lo que yo sintiera. No es una cuestión personal. Es una cuestión colectiva y de época. Según estos nuevos censores del pensamiento, debes participar de una determinada identidad para poder hablar en el debate. Hubo una apelación directa a abandonar la razón, a entronizar la superchería. Una suerte de pensamiento mágico completamente disparatado. Y la vivencia victimizadora por encima de todo. Es curioso porque buena parte de estos censores viven insertos dentro de una nueva ortodoxia, dentro de un mainstream indiscutible. Facturan importantes sumas de dinero, están insertos en el modo de producción capitalista y, de forma indudable, en sus cadenas de negocio. Sería legítimo si no fuera una estafa, cuando se pretende hacer pasar por desheredado lo que es un privilegio en el eje de clase social, que olvidan a conveniencia.

Pero lo relevante es que se quiera acallar el debate o apartarlo de los ejes racionales. Citar a Hobsbawm te convierte en un fascista, hombre blanco en una situación de privilegio. Ya digo, es la entronización de la superstición, la superstición en marcha. Una enmienda a la totalidad a la mejor tradición del pensamiento de izquierdas. ¿Cómo no vamos a poder criticar la “autodeterminación del sexo” sin otro filtro que la voluntad individual? Es una idea profundamente neoliberal que podrá ser discutida, a no ser que pretendamos volver al dogma religioso y a la sacristía, con nuevos ropajes retóricos.

 

Aquellas discusiones sobre el sexo de los ángeles… ¿se actualizan en la escolástica posmoderna?

—El posmodernismo ha causado estragos, desde luego. Se rechaza la biología de los seres humanos. ¿Para qué? Para adentrarse en la espesura de especulaciones en las que se confunden conceptos a conveniencia.

 

Se supone que la izquierda debía representar a las mayorías sociales, para lo cual su labor política radicaba en la concertación de amplios agregados sociales. Por el contrario, la contemporánea “izquierda mainstream” enfatiza lo que tenemos de particular y de diferente en detrimento de aquello que tenemos en común. Da la impresión de que su cometido sea caleidoscópico. ¿Consideras que estas formaciones políticas, supuestamente de izquierdas, se apartan del proyecto histórico de la izquierda?

—Totalmente. Ahí está el posmodernismo, con un indudable componente relativista. La actitud hacia la religión, pensemos en ello. La consideración del hiyab como un símbolo de empoderamiento de la mujer, de emancipación. La persecución de la crítica al fundamentalismo islámico, motejada como ejercicio de etnocentrismo occidentalista. Es un disparate. ¿Se aparta o no del desarrollo histórico de la izquierda? Es la deriva reaccionaria, que diría Ovejero. Y es verdad: una suerte de inquietante comprensión hacia la sinrazón religiosa.

Otro tanto podríamos decir acerca de cierta actitud de desprecio hacia el progreso científico, el abrazo a determinadas metafísicas profundamente irracionales, la quiebra con la idea de ciudadanía en el altar de las identidades. Y especialmente grave me parece la pérdida de un norte universalista, igualitario, de emancipación colectiva que era el que caracterizaba al socialismo. La complicidad con el nacionalismo identitario y fragmentario es un hecho diferencial español que, siendo igualmente disruptivo y anómalo con los fundamentos más esenciales de la izquierda, empeora su estado de salud y convierte a la izquierda española en rehén voluntario de una manifestación genuina del pensamiento reaccionario. Privilegios económicos y políticos en nombre de la identidad, pocas cosas hay más de derechas en estos tiempos que corren.

 

Para ir acabando, quisiera preguntarte al respecto de los objetivos que, a corto o medio plazo, le deparan a El Jacobino. Aunque sea un proyecto muy joven, ha sumado apoyos de distintas personalidades procedentes del ámbito académico e intelectual, y también del activismo social. Hace poco habéis iniciado El Club Jacobino, que se presenta como un laboratorio de ideas de la izquierda racionalista. ¿Qué balance puedes hacer de esta andadura? ¿Son sensatas las expectativas de quienes desean que El Jacobino se constituya como un partido político con que lanzarse al combate electoral?

—Somos prudentemente optimistas. Creemos que antes de concurrir a una contienda electoral, es imprescindible una labor cultural, de difusión de ideas, de crecimiento de esa masa crítica que pueda estar ubicada en las coordenadas ideológicas del proyecto. Estamos convencidos de que cada vez hay más personas que se cuestionan el identitarismo o la descentralización competitiva en España. Somos la izquierda claramente del lado del mundo del trabajo, nítidamente partidaria de la reindustrialización de España y de la redistribución de la riqueza (de forma progresiva, que contribuyan más los que más tienen, y no con tasas y peajes, como pretenden algunos), pero al mismo tiempo defendemos sin ninguna clase de complejo el final de la centrifugación del Estado central, la recuperación de competencias esenciales para el mismo, el punto final a los privilegios fiscales y a los derechos históricos dentro de la comunidad política.

¿Por qué no habría de haber un espacio político para esta posición, tan de izquierdas como crítica con el nacionalismo fragmentario y sus acólitos confederales o centrífugos? Creo que la pandemia ha puesto encima de la mesa la ineficiencia y la insolidaridad del Estado de las autonomías, plasmación territorial del sálvese quien pueda. El Jacobino avanza con paso firme, sin prisa pero sin pausa, y con un afán de trabajo muy nítido. Me tomo la licencia de animar a todos los lectores a que se dejen caer por nuestra web, valoren inscribirse en el club o revisen cualquiera de nuestras entrevistas o tertulias. Son bienvenidos.

 

Aunque serían muchas otras las cuestiones sobre las que conversar, creo que ya es el momento de ponerle el punto final a la entrevista. Muchas gracias por tu amabilidad.

—Muchas gracias, ha sido un verdadero placer y un honor.

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