La rapidez de Podemos en recorrer la distancia de la Puerta
del Sol a La Moncloa es un reflejo de la indignación con la que buena parte
del pueblo español ha vivido los acontecimientos políticos y las condiciones
sociales de la última década.
La Odisea de Podemos
El Viejo Topo
17 abril, 2021
Cuando me
disponía a iniciar este libro, un mes antes de los primeros rumores sobre el
coronavirus chino, las noticias que nos llegaban de casi todas las partes del Mundo
no podían ser más alarmantes. Guerras locales, tensiones sociales en áreas de
largos conflictos, enfrentamientos diplomáticos que no auguran relaciones
pacíficas, incertidumbres sobre el futuro político de múltiples países, crisis
económicas, hambrunas, tráfico de armas, drogas y personas, emigraciones
masivas con abundantes víctimas, millones de niños sometidos a las más duras
pruebas y traumas inolvidables. Al existir una coherencia, ya comprobada desde
la Antigüedad, entre los fenómenos físicos y los avatares humanos, se
multiplican, de forma espaciada pero intermitente, los terremotos, las
inundaciones, los tornados y tifones, que asolan regiones enteras, destruyen
miles de hogares y acaban con multitud de vidas humanas. El llamado “cambio climático”, tan evidente, parece avisarnos, a
través de las catástrofes naturales, de lo que nos aguarda si no reaccionamos
con la mayor urgencia. ¿Estamos ante el fin del Mundo? ¿Veremos acabar en poco
tiempo este nuevo siglo y milenio recién estrenado? Ese terror ya se dio en
épocas pasadas y hoy nos parece ridículo por infundado, pero el de ahora no
admite desdén alguno, pues las estadísticas cantan el peligro mientras los
especialistas en ciencias humanas y sociales se preguntan con incertidumbre
cómo resolver tantos problemas vitales de la Humanidad actual. Para mayor inri,
sabemos ya que están terriblemente involucrados entre si y parece que ninguno
tenga solución si antes no se solucionan todos los demás.
¿Por dónde
empezar? ¿Cómo podremos evitar un daño mundial y personal inevitable? Este
libro parte de un dato enormemente positivo. Los seres humanos llevan siglos
sufriendo de los mismos males que hoy padecemos. Con mayor o menor acierto,
tras continuos fracasos cuando parecía que triunfaban, han combatido por un
mundo mejor que el que sufrían, pues tenían fe en que “otro mundo es posible” y
que “sí se puede” lograr, o al menos, intentar.
El motivo
profundo de escribir este libro es situar en el contexto mundial que he
descrito más arriba el esfuerzo de ámbito español que, a partir de la protesta
indignada de 15 de mayo de 2011 en la Puerta del Sol madrileña, culminó en la
creación de un partido político (“por imperativo legal”) que se denominaba,
significativamente, Podemos. Esta palabra habla directamente
de un poder del que cada uno puede empoderarse, que
no es apoderarse de él porque no es una cosa que pertenezca, indisoluble y
perpetuamente, a nadie, sino una posibilidad de toda persona
indignada, es decir, que no quiera perder la dignidad que le corresponde como
persona que es, igual a las demás, y, en consecuencia, pretende e intenta
combatir las indignidades que cometen los que monopolizan el Poder: los
causantes directos o indirectos de que el Mundo de hoy sea el dramático
escenario de un genocidio continuado, cínicamente oculto por un sistema
informativo mendaz y falaz.
Para escribir
con objetividad sobre algo indignante hay que estar personalmente indignado.
Mi indignación
ante las injusticias, las opresiones, las desigualdades del mundo actual es el
arma intelectual más eficaz de mostrar la verdadera verdad de
un sistema de hechos que producen en mí tal estado de ánimo y me anima a
estudiar con el mayor rigor esa facticidad para refutar uno por uno todos los
embustes, falacias y manipulaciones que el sistema utiliza como técnica más
útil y efectiva de su cruel y cínica dominación mundial.
Hay que
desenmascarar unos conceptos falsos, interpretados arteramente desde un largo
pretérito, que se expresan a través del lenguaje. Un proverbio chino afirma que
“se empieza por confundir las palabras y se acaba confundiendo a los pueblos”.
Se ha puesto de moda hablar de las fake news, de las noticias
falsas, transmitidas por cualquier medio de comunicación, y de la posverdad, eufemismo
que oculta la mentira pura y simple o algo peor: la media verdad, que no solo
miente, sino que confunde a quien la recibe.
Se entiende
bien el descrédito de la verdad, el relativismo general que impera en nuestras
sociedades y el escepticismo sobre tantas promesas publicadas por
irresponsables responsables de que las situaciones del Estado de
Malestar no sigan maltratando a los ciudadanos hasta la exasperación.
En ese sentido
es encomiable el esfuerzo de algunos periodistas, independientes de los amos de
la información, por su investigación rigurosa y su denuncia de ciertas noticias
confusas y comportamientos corruptos de los poderosos habituales. Por lo que
afecta a la política española es harto significativo que el movimiento de Podemos haya
puesto de relieve, como base de su estrategia denunciadora de lo que él
llama la casta, la necesidad de oponer el verdadero
conocimiento de la verdad llamando a las cosas por su nombre. No por el nombre
que los poderosos les dan para confundirnos, sino por el que tienen en
realidad. Esa realidad que la casta sigue empeñada en negar,
pues la obligaría a rectificar y a un cambio social contrario a sus intereses.
He de confesar
que no es la indignación lo único que me anima a describir la injusta realidad
que nos circunda. También lo es mi identificación con el proyecto político
de Podemos, si exceptuamos algunas diferencias de
criterio que, como es lógico, pueden variar según las vicisitudes del mismo.
Con todo, mi libro no será partidista ni, menos, sectario. Admiro tanto su
acción sobre la sociedad española que no me expondré a perjudicarla por un
exceso de entusiasmo. Lo que no puedo ocultar, a mis ochenta y tres años de
vida y sesenta de preocupación política, son las semejanzas que encuentro entre
el movimiento de Podemos y el que ayudé a fundar en 1958
contra el franquismo imperante: el Frente de Liberación Popular (F.L.P.), más conocido
popularmente como el Felipe.
Un grupo de
estudiantes universitarios constituimos un proyecto revolucionario socialista
algo original, pues nos distanciábamos de las fuerzas de izquierdas del exilio:
tanto los comunistas del PCE como los socialdemócratas del PSOE. Pensábamos en
marxista (incluidos los que éramos cristianos). Creíamos en la pluralidad
nacional de una España organizada en forma de un Estado federal. En Catalunya
creamos el Front Obrer Catalá (F.O.C.) y en el País Vasco, el ESBA (Euzkadiko
Socialisten Batasuna). Y, en fin, mostramos antes que nadie nuestra solidaridad
anticapitalista con los países del entonces llamado Tercer Mundo.
Duró nuestra
acción clandestina unos nueve años. Tuvimos dos o tres caídas y juicios penales
en consejos de guerra, múltiples detenciones y torturas policiales, pero
conseguimos movilizar a un sector estudiantil numeroso en las principales
ciudades; influimos en la toma de conciencia proletaria en industrias
importantes; fundamos con futuros dirigentes sindicales comunistas los Comités
de Lucha Obrera en Asturias, a los que Santiago Carrillo cambió tácticamente el
nombre y se llamaron para siempre Comisiones Obreras. En resumen, fue la
primera organización política de nuevo cuño que se enfrentó con la dictadura
del general Franco.
Nos
auto-disolvimos ante nuestra incapacidad de impedir el fraccionalismo
ideológico y estratégico producido en nuestras filas por la influencia del mayo
francés de 1968, origen de diversos grupos revolucionarios de extrema
izquierda. Con el advenimiento de la democracia, éstos fueron desapareciendo,
pero el F.L.P. aportó un plantel de dirigentes políticos, sindicales y
culturales de la más diversa gama, cuyas diferencias personales nunca rompieron
la fraternidad juvenil de su resistencia clandestina. No en vano nuestro frente
de liberación popular fue definido por el dirigente vasco José Ramón Recalde
como una fratria.
No cabe duda
que nuestro Felipe no puede equipararse a Podemos en cuanto a su circunstancia histórica,
estrategia y avatares, pero coincide en sus fines más auténticos: enfrentarse
al capitalismo como explotación humana, combatir la injusticia de la
desigualdad social, luchar en pro de los derechos humanos en su totalidad,
implantar una sociedad sin clases hasta ser democráticamente verdadera. Y todo
ello mediante el empoderamiento de todos los ciudadanos, con la conquista del
poder económico, social, cultural y político que las elites han monopolizado
hasta ahora. Se trata de toda una revolución pacífica, llevada a cabo por gente
políticamente consciente y activa.
Son estos fines
los que comparto con Podemos, así como confío en
que, pronto o tarde, los alcancen.
Este libro
hablará únicamente de su intento, que ya es mucho e importante. Yo no veré su
triunfo porque este será mundial o no será. Con todo, si su existencia, tras
cuarenta años de una dictadura y otros cuarenta de falsa democracia, me ha
permitido evocar la lucha revolucionaria de mi juventud, les digo a mis amigos
de Podemos lo que yo mismo me dije cuando me inicié en el
combate: “Lo que se debe hacer debe hacerse porque hay que hacerlo y no
pensando en su triunfo o en su fracaso”.
A tí, juventud
más joven, te digo ahora que, si cae en tus manos este libro y lo lees con
detenimiento y progresivo interés, estarás en condición de sumarte con tu
juventud a un combate por un mundo más justo y más humano. Combate de hace
siglos y que tal vez se prolongue alguno más. Pero lo que hoy parece utópico
acabará no siéndolo. Al igual que el horizonte del mar, siempre inalcanzable,
la utopía nos incita a surcar el océano más embravecido. Y surcarlo ¡sí se
puede!
Introducción
del libro de J. A. González Casanova La Odisea de Podemos.
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