sábado, 24 de junio de 2023

«En España sobran embalses pero falta agua»

 

Entrevista a Julia Martínez


«En España sobran embalses pero falta agua»

 

Por Óscar F. Civieta

Rebelion / España

 | 23/06/2023 | 



Fuentes: La Marea

Julia Martínez es la directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua. Asegura que el problema con el agua en España no es que falte legislación, sino que no se cumple.

La Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) está formada por personas de España y Portugal, que promueven un cambio en la política de gestión del agua para conseguir actuaciones más racionales y sostenibles. Julia Martínez Fernández, doctora en Biología, es su directora técnica. En conversación con lamarea.com, afirma que es necesario reducir la demanda de agua y mira directamente al sector agrario.

Foto: Julia Martínez Fernández, directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA).

Deja claro que hacer más embalses no es la solución: “Con eso solo tendríamos más dinero público enterrado en obra inútil”. Y hace hincapié en que han pesado más los intereses empresariales que los sociales: “No puede ser que España sea el macrocebadero de China para que unas empresas se queden con los beneficios, y el conjunto de la ciudadanía con los suelos y las aguas contaminadas”.

En enero de 2023 se aprobaron los planes hidrológicos de tercer ciclo de las distintas demarcaciones hidrográficas. En su informe Retos de la planificación y gestión del agua en España 2022 los critican porque no se adaptan a la emergencia climática. ¿Cuáles serían los aspectos más graves o lesivos?

Deberían ser el instrumento fundamental para la adaptación al cambio climático en el ámbito del agua. Se está ya observando una reducción de las precipitaciones (con sequías cada vez más intensas y extensas), pero lo más importante es el aumento de las temperaturas, hay más evaporación de embalses y evapotranspiración, los cultivos de secano y regadío bombean más agua a la atmósfera. Tenemos una reducción en el agua que va mucho más allá de la bajada en las precipitaciones.

Necesitamos reducir las demandas. Todos tenemos que hacer los deberes, pero el primero debe ser el sector agrario, al que se destina el 80% del agua usada en España. En el caso del abastecimiento urbano, los deberes ya se hacen, entre 2007 y 2018, con un millón más de personas en España, el uso total del agua se ha reducido.

Los planes hidrológicos fallan en eso, no plantean estrategias de reducción de regadío, sino que prevén la creación de nuevos regadíos. En el Ebro, en el Guadiana. También los mal denominados regadíos de interés social.

¿Cómo se compatibiliza el que los agricultores sigan pudiendo vivir del campo, sin que haya un gasto tan brutal en regadío?

La principal manera que tiene la agricultura de adaptarse es reducir la superficie. No se puede seguir incrementando la demanda cuando no hay agua. Para adaptarnos al agua disponible, hay medidas que, incluso habiendo agua, se deberían tomar, y no se está haciendo: por ejemplo, sancionar y clausurar los regadíos ilegales. Hay centenares de miles de hectáreas de regadíos ilegales, que suponen un robo de un bien público, y los principales afectados son los agricultores que usan el agua de forma legal.

No hablamos de eliminar la agricultura ni el regadío. Lo que decimos es que, si queremos tener una agricultura que tenga presente y futuro, hay que garantizar el agua, y solo se garantiza con una superficie agrícola más razonable.

Critican también la modernización de los sistemas de regadío, porque dicen que aumenta la demanda.

Existen evidencias abrumadoras, recogidas por informes de la Comisión Europea y del Tribunal de Cuentas Europeo. Lo que pasa es que estas recomendaciones no han sido recogidas por los planes hidrológicos, como es su obligación. En España, en los seis únicos sistemas de modernización de regadíos que han sido realmente evaluados, el agua disponible antes y después se ve que, en el mejor de los casos, no se ahorra agua, y en el resto se incrementa el consumo de ésta.

Aunque, en general, los planes hidrológicos las descartan, hay personas que siguen defendiendo que la solución está en las grandes infraestructuras. No están de acuerdo con esto, ¿por qué?

Es sencillo de explicar: si no hay agua, serán embalses vacíos, es como darle un monedero vacío a un pobre. Sobran embalses, pero falta agua. España es de los 4 países del mundo con mayor proporción de grandes presas por habitante y kilómetro cuadrado. Tenemos un exceso de capacidad que nunca va a ser llenada. No por tener más embalses vamos a tener más agua, tendremos más dinero público enterrado en obra inútil.

lamarea.com acaba de publicar un reportaje sobre la obligación que tienen, desde 2001, las administraciones responsables de sistemas de abastecimiento para más de 20.000 personas de elaborar planes de sequía: el 40% no los tienen hechos. ¿Con el tema de agua, se saltan la ley y no pasa nada?

En materia de agua, el grado de incumplimiento de la normativa es abrumador. Hay muchas cosas que mejorar en la normativa existente, pero el principal problema no es que falte legislación, sino que la que hay no se cumple. Estamos pagando multas europeas por no cumplir en tiempo y forma con la directiva de depuración de aguas residuales, y por no aplicar de forma adecuada la directiva referente a la contaminación por nitratos de origen agrícola.

Precisamente sobre esto último, en el informe comentan que España se ha convertido en la fábrica porcina de Europa. ¿De qué manera afecta la ganadería intensiva al agua?

Una gran proporción del porcino que se produce de forma intensiva está controlado o gestionado por unas pocas grandes empresas. La mayor parte de esos cerdos no son para cubrir las necesidades en España. Somos el gran cebadero de China. No puede ser que España sea el macrocebadero de China para que unas empresas se queden con los beneficios, y el conjunto de la ciudadanía con los suelos y las aguas contaminadas y con los malos olores.

Esa contaminación, una vez que llega a las aguas subterráneas, se puede quedar ahí 40, 50, 100 años. La contaminación de un acuífero es muy difícil de reducir (a diferencia de un río, que cuando eliminas la fuente de contaminación se recupera muy rápido). Requiere más tiempo, medidas más complicadas de poner en marcha, esfuerzos y recursos económicos poco viables. Eso está permitiendo que la contaminación afecte a más acuíferos. Un recurso que es público para generar beneficios privados.

En las sequías de este año se ven cada vez más noticias de pequeñas poblaciones que no tienen suficiente agua potable. Los manantiales se han agotado y, en muchos casos, es por la contaminación. Cada vez hay más situaciones donde el abastecimiento humano, por muy derecho humano que sea, está comprometido, y, en la mayoría de los casos, no es por sobreexplotación, sino por contaminación por nitratos, que provocan las actividades agrícolas y la ganadería intensiva.

¿Hay riesgo de que haya restricciones en el consumo de agua de boca?

No habrá cortes de agua en las grandes ciudades. Eso está descartado. Tienen sistemas más potentes y flexibles, con distintas fuentes de abastecimiento. Son sistemas que están basados, precisamente, en dar prioridad al abastecimiento humano. Se puede dar una situación de emergencia en la que haya que reducir las dotaciones, pero serían las de los usos menos prioritarios, como el agrícola o el industrial. El principal problema lo tienen los pequeños núcleos rurales, que, por supuesto, tienen el mismo derecho que la gente que vive en una ciudad grande a recibir la misma cantidad y calidad del agua.

¿Sirve para algo, por ejemplo, prohibir que se llenen las piscinas privadas?

Eso es anecdótico. Testimonial. Está bien, se debe hacer, pero los ciudadanos ya hemos hecho los deberes, somos un millón más de personas y gastamos menos agua. La verdadera reducción tiene que venir de los grandes consumidores, que son los agricultores y, específicamente, las grandes superficies de regadío intensivo.

Se comenta también en el estudio que hay desconfianza hacia las administraciones públicas “por una gestión insuficiente y por la alineación con intereses económicos”, ¿a qué se refieren?

Es una gestión del agua que se ha dedicado a suministrar a todos los sectores demandantes y a los que obtenían un beneficio económico, principalmente, el regadío y las centrales hidroeléctricas, que no consumen el agua, pero han generado graves daños. Es como si la política forestal hubiese sido ligada a los objetivos de las industrias madereras. Todos entendemos que un bosque es mucho más que una reserva de madera, pero en el caso del agua se han gestionado los ríos como si fueran meros acumuladores de un recurso.

Eso ha llevado a priorizar mucho las obras hidráulicas y surgen otros beneficiarios directos, que son los que se benefician de las licitaciones de obra pública.

¿Cuáles son los impactos ambientales que genera la energía hidroeléctrica?

Dos fundamentales: utiliza presas para acumular el agua y después soltarla, esas presas son una barrera absoluta para la continuidad longitudinal de los ríos. Aíslan a las especies y esto tiene un impacto catastrófico en las especies de peces migradores. Esa es una de las razones más importantes de que la biodiversidad de peces ibéricos esté cayendo en picado.

El otro impacto es la alteración de los flujos de agua. En lugar de que haya máximos y mínimos en función de condiciones naturales, los desembalses están condicionados a los precios del mercado de la energía. Muchas veces se sueltan unas cantidades tremendas de agua embalsada, porque en ese momento la energía tiene un precio muy alto y hay un pico de energía hidroeléctrica, y estos desembalses tan brutales arrastran de golpe a las comunidades biológicas.

Por esto, tramos de río que por estar en la cabecera de la cuenca deberían tener un estado ecológico muy bueno, no lo tienen. Pero no porque el agua esté contaminada, sino porque es un desierto biológico, porque hay un embalse hidroeléctrico que se gestiona sin tener en cuenta el régimen de caudales ecológicos.

Fuente: https://www.lamarea.com/2023/06/21/julia-martinez-en-espana-sobran-embalses-pero-falta-agua/

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¿En qué momento degenera en fascismo una democracia formal?

 

¿En qué momento degenera en fascismo una democracia formal?

 

Por Pete Dolack

Rebelion

 | 24/06/2023 | 

 

Fuentes: CounterPunch / Imagen: Jon Tyson


Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Puede ocurrir aquí. «Aquí» es cualquier país en el que gobierne el capitalismo. ¿En qué momento se convierte en fascismo una democracia formal burguesa? Esa es una pregunta que es preciso responder en muchos lugares, y desde luego en Estados Unidos, que ya ha experimentado un intento de autogolpe con inconfundibles tintes fascistas.

Nos referimos al intento de autogolpe de Donald Trump, por usar la expresión latinoamericana, en enero de 2021. Mucha gente, incluso en la izquierda, se ríe de los acontecimientos de ese día, señalando que el intento de golpe de Estado no tenía ninguna posibilidad de éxito. Claro que no tenía posibilidad de éxito. Pero eso no significa que haya que quitarle importancia, sino todo lo contrario: hay que tomárselo muy en serio. El intento de golpe de Estado de Hitler en la cervecería de Múnich en 1923 tampoco tuvo ninguna posibilidad de éxito, y su violento movimiento permaneció en el limbo durante varios años más. Pero ya sabemos cómo acabaría esa historia alemana.

No voy a hacer una comparación fácil de los Estados Unidos contemporáneos con la Alemania de Weimar. No vivimos en la época de Weimar. No hay camisas pardas organizadas campando a sus anchas, ni un ejército profundamente hostil a la democracia dispuesto a actuar de acuerdo con esa hostilidad, ni un número significativo de industriales financiando tropas de asalto. La historia no se repite de forma clara y precisa, ni como tragedia ni como farsa. No obstante, antes de hacer balance de las condiciones políticas contemporáneas podríamos aprender una lección de la historia.

Un mito que hay que desmentir es que Hitler fue elegido democráticamente. No lo fue. Le entregó el poder el presidente alemán, Paul von Hindenburg, quien le nombró canciller. Desgraciadamente, según la Constitución de Weimar eso era completamente legal, y suficiente para que el mayor partido de la oposición, los socialdemócratas, contuvieran la pólvora: se negaron a desplegar su milicia y se circunscribieron a un orden legal que iba a ser destruido de forma inminente. El otro gran partido de la oposición, los comunistas, declararon «Después de Hitler, nos toca a nosotros», un sentimiento público que contrastaba bastante con el de sus miembros, obligados a esconderse o exiliarse cuando los nazis, recién investidos de poder, empezaron a acorralar a los miembros del partido y a destruir sus oficinas.

Los líderes sindicales se plegaron dócilmente a Hitler cuando se hizo con el poder, aceptando participar en lo que ahora sería una celebración del Primero de Mayo dirigida por los nazis. A los dos días de ese Primero de Mayo, los nazis empezaron a detener a dirigentes sindicales y a prohibir los sindicatos existentes; los socialdemócratas correrían pronto la misma suerte. Hitler sólo tardó tres meses en barrer a toda la oposición y asumir el poder dictatorial. Con toda la oposición política suprimida, comenzaron las persecuciones de judíos, gitanos y comunidades LGTB, con resultados que el mundo no debería olvidar ni minimizar.

¿Por qué von Hindenburg nombró canciller a Hitler? En las últimas elecciones antes del nombramiento de enero de 1933, el voto nazi había disminuido con respecto a la votación anterior; el voto combinado comunista y socialdemócrata fue un millón y medios de votos superior al voto nazi, que totalizó el 33 por ciento, aunque el voto combinado de la izquierda se quedó a un millón del voto combinado de los nazis y el Partido Nacional, el vehículo restante de la derecha tradicional. La mayor parte del apoyo de la década de 1920 a los partidos de la derecha tradicional alemana se había transferido a los nazis, que dieron un salto gigantesco del 2,6 por ciento en mayo de 1928 al 18 por ciento (segundos entre 10 partidos) en septiembre de 1930. Los líderes de esos partidos tradicionales de derechas habían pensado que podrían controlar a Hitler haciéndole nombrar canciller (el equivalente a primer ministro) pero dando a los nazis sólo dos de los diez puestos del gabinete. Por desgracia, uno de esos puestos era el Ministerio del Interior, que controlaba la policía, lo que permitió a los nazis inundar dicha institución con sus matones de camisas pardas. El ministro del Interior, Wilhelm Frick, participó en el golpe de la cervecería, pero su sentencia no se hizo firme.

La violencia al servicio de los beneficios empresariales

Las historias de Italia y otros países que cayeron en manos del fascismo no son muy diferentes. A Mussolini también le dieron el poder. Mussolini era socialista hasta que empezó a recibir dinero de los fabricantes de armas y otros intereses empresariales. Aunque ahora estaba muy a la derecha, permitió cuidadosamente que se hiciera propaganda variada e incluso negó tener un programa, permitiendo que el fascismo pareciera lo que uno quisiera que fuese. Pero sus benefactores sabían lo que él y ellos querían. Los fascistas recibían regularmente subvenciones de las asociaciones de comerciantes y de la Confederación de Industria. Los socialistas quedaron primeros en las elecciones de noviembre de 1919, pero los conservadores empezaron a comprar el apoyo de las escuadras fascistas y la policía les permitió atacar sin impedimentos e incluso les prestó apoyo.

La Marcha sobre Roma de Mussolini no habría sido posible sin la financiación de los escuadrones fascistas por parte de los empresarios italianos. Pronto el rey Vittorio Manuel le nombró primer ministro. Las prohibiciones de sindicatos y huelgas no se hicieron esperar. En España, un ejército de mentalidad fascista derrocó al gobierno republicano; los golpes militares llevaron al poder a generales fascistas en Chile y Argentina en la década de 1970 con el apoyo de escuadrones fascistas que utilizaban tácticas violentas. En todos los casos se produjo una violenta represión de los trabajadores y sus organizaciones, así como una reducción de los salarios y las condiciones de trabajo.

En ninguno de estos casos históricos la toma del poder por los fascistas fue una irrupción repentina surgida de la nada. Hubo mucha violencia por parte de la derecha, ampliamente financiada por líderes empresariales y respaldada por el ejército y la policía. El punto de inflexión se produjo antes de las tomas del poder: no había, ni hay, un punto fácilmente definible en el que se cruza el Rubicón. Por lo tanto, la vigilancia y la lucha son siempre necesarias. Si parece fascismo y actúa como tal, debe tomarse en serio como movimiento fascista. La temporada de elecciones presidenciales de 2024 ya ha dado comienzo en Estados Unidos, donde todavía no hay industriales y banqueros financiando a matones callejeros y maniobrando para derrocar la democracia formal. Si bien es cierto que esos titanes corporativos apreciaron todo lo que la administración Trump -dotada de algunos de los ideólogos más virulentos de la burguesía y los empresarios- hizo por ellos y volvería a hacer por ellos si tuvieran la oportunidad, eso no equivale a respaldar un movimiento fascista declarado. Dado el gran control que los industriales y banqueros tienen sobre el proceso político estadounidense, apenas es necesario que derroquen un sistema que les funciona tan bien.

No obstante, los tiempos y las condiciones pueden cambiar y el mero hecho de que exista un movimiento fascista –encabezado actualmente por Trump pero que el gobernador de Florida, Ron DeSantis, desea dirigir- debería tomarse con la máxima seriedad, especialmente si dicho movimiento no muestra señal alguna de dispersión.

En Estados Unidos no hay un sistema parlamentario sino más bien un sistema bipartidista que aparenta ser inexpugnable y posee un ejército que a todas luces, a pesar de su utilización como un ariete en el extranjero a beneficio del saqueo empresarial, es no obstante un ente estrictamente constitucional sin ningún atisbo de agitación interna. Eso es cierto, pero deberíamos dejar de anteponer la forma a la función. La imagen clásica del fascismo es la de tropas de asalto merodeando por las calles, reprimiendo violentamente cualquier oposición. Pero la Sudamérica de los años setenta era diferente de la Europa de los años veinte y treinta. En Chile y Argentina había bandas fascistas haciendo de las suyas, pero el fascismo se impuso mediante golpes militares no disimulados.

Si en Estados Unidos llegara a producirse el fascismo, adoptaría formas diferentes a todas las anteriores, y los fundamentalistas cristianos formarían una proporción importante de cualquier base. Pero lo crucial es que un porcentaje significativo de los industriales y financieros del país –la clase capitalista dirigente- respalde la imposición de una dictadura con dinero y otro tipo de apoyos. Ese es elemento común crucial que prevalece en las diferentes formas de toma del poder por los fascistas.

Retórica vacía frente a intereses de clase

¿Por qué es tan crucial? Porque el fascismo es una dictadura impuesta para beneficio de los grandes industriales y financieros. En su nivel más básico, el fascismo es una dictadura establecida y mantenida por medio del terror en nombre de las grandes empresas. Posee una base social, que proporciona el apoyo y los escuadrones de la muerte, pero a la que se engaña de mala manera, pues la dictadura fascista actúa decisivamente contra los intereses de su base social. El militarismo, el nacionalismo extremo, la creación de enemigos y chivos expiatorios y, tal vez el componente más decisivo, una propaganda furibunda que crea intencionadamente el pánico y el odio mientras oculta su verdadera naturaleza e intenciones bajo el disfraz de un populismo hipócrita, son algunos de los elementos necesarios.

A pesar de las diferencias nacionales que producen las principales formas de fascismo, la naturaleza de clase es consistente. La gran empresa es invariablemente la mayor partidaria del fascismo, con independencia de cuál sea la retórica empleada por el movimiento fascista, y es, invariablemente, su beneficiaria. La institución de una dictadura fascista no es una decisión fácil, ni siquiera para los grandes industriales y banqueros, a quienes se les puede hacer la boca agua pensando en sus potenciales beneficios. Porque aunque su intención sea la de beneficiarles, estos grandes hombres de negocios estarán cediendo parte de su propia libertad, pues no controlarán directamente la dictadura; es una dictadura para ellos, pero no de ellos.

Las élites empresariales solo recurren al fascismo bajo determinadas condiciones; algún tipo de gobierno democrático bajo el cual los ciudadanos “consientan” la estructura de gobierno, es su forma preferida y mucha más sencilla de mantener. Que los trabajadores empiecen a retirar su consentimiento -que empiecen a desafiar seriamente el statu quo económico- es una «crisis» que puede provocar el fascismo. La incapacidad para mantener o aumentar los beneficios, como puede ocurrir durante un declive pronunciado del «ciclo económico», o una crisis estructural, es otra de esas «crisis».

Ningún movimiento fascista puede triunfar sin una base considerable convencida de que hay que detener a la Izquierda a cualquier precio*, que la única manera de que se produzca el místico retorno de la extrema derecha al pasado es que se imponga por la fuerza y que los que se opongan sean reprimidos con violencia. Por desgracia, esta parte de la ecuación está presente en gran medida en Estados Unidos, como tristemente demuestra el inquebrantable culto a Trump. El deseo de Trump de ser un dictador fascista es obvio – esto debería resultar inequívoco para cualquier persona de izquierdas, pero lamentablemente no lo es, ya que todavía hay demasiadas que no toman en serio a Trump y a su base o, peor aún, se dejan seducir por sus cantos de sirena.

En una ocasión fui invitado a participar en un respetado programa de radio sobre medio ambiente en el que se debatían los planes de la administración Trump de revisar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). En determinado momento otro invitado, el destacado director de una organización no gubernamental de Washington, me interrumpió de malas maneras y se dirigió a mí del modo más condescendiente, pretendiendo “corregirme” al afirmar que los asesores comerciales de Trump querían acabar con los tribunales secretos que las corporaciones utilizan para revertir las leyes y regulaciones gubernamentales. En aquel entonces Trump llevaba más de un año en el poder y la guerra sin cuartel de su administración contra los trabajadores y sus denodados esfuerzos por permitir que las corporaciones saquearan y contaminaran sin cortapisas estaba en pleno apogeo. Por si fuera poco, su administración acababa de publicar el documento sobre política comercial (ese era el tema que yo estaba tratando) y no había ninguna ambigüedad sobre sus intenciones de desmantelar las normas laborales, de seguridad, sanitarias o de protección del medio ambiente promulgadas por otros países.

La retórica con vagas connotaciones izquierdistas de Trump no era sino una pantomima, una estratagema más que evidente para atraer a votantes que tenían muy buenas razones para deplorar los llamados tratados de “libre comercio” y todas las otras políticas que habían perjudicado a los trabajadores al permitir que miles de empleos se deslocalizaran en el extranjero. Los alemanes de la República de Weimar también tenían multitud de razones para estar hartos, pero esas obvias mentiras nazis se convirtieron en patrañas inequívocas cuando Hitler aniquiló a las tropas de asalto que se habían creído la retórica izquierdista en la «Noche de los cuchillos largos». Mussolini también utilizó ese tipo de tácticas.

El historial de Trump y de DeSantis debería ser inequívoco

Cuatro años de Trump en la Casa Blanca -cuatro años de ataques sin cuartel a los trabajadores y al medio ambiente, de torpezas y mentiras incompetentes sobre la pandemia del Covid-19 y de permitir que todos los misántropos lleven a cabo sus fantasías antisociales más detestables- no podrían ser más claros. Trump sigue siendo la encarnación de la amenaza del fascismo. Y ¿qué decir de su principal rival por la nominación presidencial del Partido Republicano? DeSantis -o DeSatán, como se le ha apodado- claramente también tiene aspiraciones de convertirse en un dictador fascista. El gobernador no posee un rabioso respaldo popular como Trump, pero parece probable que adquiera mayor respaldo de industriales y financieros que Trump, dado su éxito en reducir la Legislatura de Florida a su sello de aprobación. DeSantis bien podría gobernar por decreto teniendo en cuenta que los congresistas le dan todo lo que quiere.

Su historial no necesita presentación para quienes lo conocen. Pero «destaquemos» algunas de sus actuaciones. Está librando una guerra de tierra quemada contra las comunidades LGTBI, negando su humanidad y prohibiendo en la medida de lo posible incluso la discusión de los intereses de esas comunidades, imponiendo prohibiciones draconianas al aborto (las mujeres siempre son despojadas de derechos y reducidas a máquinas de hacer bebés bajo el fascismo), destituyendo unilateralmente a los cargos electos que se atreven a discrepar con él, prohibiendo libros, blanqueando la historia, utilizando a los inmigrantes como accesorios desechables al servicio del nacionalismo y ofreciendo bonificaciones a los agentes de policía para que se trasladen a Florida, muchos de los cuales han sido acusados de delitos como violencia doméstica, secuestro y asesinato. Tan despiadado es el estado policial que DeSantis se dispone a crear y tan hostil es el intento de borrar la esclavitud y el racismo de la historia que la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) ha emitido una advertencia para que los afroamericanos eviten viajar a ese Estado.

Aunque es indiscutiblemente que un partido fascista independiente no va a tomar el poder en Estados Unidos en un futuro previsible, no es necesario que surja uno. Los dos principales candidatos de uno de los dos partidos que se alternan en el poder, los republicanos, tienen la aspiración de ser dictadores fascistas y hay una base considerable de republicanos dispuestos a que así sea. El otro partido, los demócratas, apenas sirve de ayuda, ya que la oposición de «centro-izquierda» (en realidad la oposición de «centro-derecha» a la extrema derecha) es aplastada una y otra vez. Su incapacidad para enfrentarse a la derecha o para organizar una oposición eficaz no es sólo el resultado de estar en deuda con el dinero de las empresas y con la ideología del «excepcionalismo americano», sino también con el callejón sin salida intelectual del liberalismo. (Utilizo aquí terminología norteamericana; los lectores del resto del mundo pueden sustituir «liberal» por «socialdemócrata»).

El liberalismo norteamericano y la socialdemocracia europea están atrapados por un ferviente deseo de estabilizar un sistema capitalista inestable. Están atrapados por su adhesión al sistema capitalista, lo que hoy en día significa defender la austeridad para los trabajadores y las subvenciones para el saqueo empresarial y financiero, sin importar los bonitos discursos que puedan pronunciar. Cuando Bill Clinton, Barack Obama, Jean Chrétien, Justin Trudeau, Tony Blair, Gordon Brown, François Hollande, Gerhard Schröder, José Luis Rodríguez Zapatero y Romano Prodi hincan la rodilla ante los industriales y los financieros, cuando cada uno de ellos se apresura a aplicar políticas neoliberales de austeridad a pesar de encabezar la supuesta oposición de «centro-izquierda» a los partidos conservadores que defienden abiertamente la dominación corporativa, hay algo más que debilidad personal en juego. Y este lamentable historial -Bill Clinton fue el presidente republicano más eficaz que ha tenido Estados Unidos- ofrece una oportunidad a los demagogos de extrema derecha para ofrecer cantos de sirena que suenan a izquierda y que engañan a demasiadas personas.

No obstante, puedo entender perfectamente por qué tantos estadounidenses, no sólo liberales sino incluso de izquierdas, votan a los demócratas como un movimiento táctico, argumentando que un demócrata en el poder, especialmente en la Casa Blanca, proporciona más espacio para maniobrar. Aunque personalmente no tengo estómago para votar a los demócratas, desde luego comprendo este voto táctico como una cuestión de supervivencia, sobre todo porque cada administración republicana es peor que la anterior. Pero sería útil que los votantes demócratas presionaran a sus gobernantes para que intentaran poner en práctica algo de lo que quieren, en lugar de darles carta blanca. Y una estrategia diferente a la habitual del Partido Demócrata de encogerse y acobardarse no debería significar primero acobardarse y luego encogerse.

Dejando a un lado el voto -y votar debería ser lo mínimo que hagamos-, el fascismo solo puede ser detenido por un movimiento de masas, enfrentándonos a él directamente. Y eso significa tomarse en serio el peligro en lugar de reírse de la ignorancia de Trump y sus cegatos seguidores. El fascismo nunca es cosa de risa, como su número de muertos debería dejar claro.

*Ese parece ser el principal mensaje de elementos de la derecha española, como Isabel Díaz Ayuso, en las pasadas elecciones locales y autonómicas y en las próximas generales en España (N. del T.).

Peter Dolack lleva el blog Systemic Disorder y es activista de diversos grupos.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2023/06/11/when-does-a-formal-democracy-degenerate-into-fascism/

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Putin califica de amenaza mortal la rebelión del grupo Wagner

 

Putin califica de amenaza mortal la rebelión del grupo Wagner


Tercerainformacion / 24.06.2023

El presidente ruso ha reiterado que «toda la maquinaria militar, económica e informativa de Occidente está dirigida contra Rusia».


Vladimir Putin / EmbRus

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, calificó el sábado de amenaza mortal cualquier acto de rebelión armada en su país, en referencia al amotinamiento del líder del grupo militar privado Wagner, Yevgueni Prigozhin.

Vladimir Putin aseguró que las Fuerzas Armadas de Rusia recibieron la orden de neutralizar a quienes participen en la insurgencia armada liderada por Prigozhin.

En el mensaje al pueblo ruso, el mandatario afirmó que protegerán a sus ciudadanos y al Estado contra todas las amenazas externas o internas.

«Como presidente de Rusia y comandante en jefe, como ciudadano de Rusia, haré todo lo que esté en mi mano para defender el país, proteger el orden constitucional, la vida, la seguridad y la libertad de sus ciudadanos».

Putin agregó que las acciones para proteger a su país de amenazas similares serán «contundentes».

El presidente ruso sostiene que su país libra una batalla por su futuro y recordó que toda la maquinaria militar, económica e informativa de Occidente está dirigida contra Rusia.

«Luchamos por la vida y la seguridad de nuestro pueblo, por nuestra soberanía e independencia, por el derecho a ser y seguir siendo Rusia, una nación con una historia milenaria», expresó el jefe de Estado.

Horas antes las autoridades rusas reforzaron este sábado las medidas de seguridad antiterroristas en la capital y en la región de Moscú, a causa del amotinamiento del grupo militar privado Wagner.

El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, emitió un comunicado en el que anuncia que en la capital se están llevando a cabo actividades antiterroristas encaminadas a reforzar las medidas de seguridad.

El gobernador de la provincia de Moscú, Andréi Vorobiov, también informó del reforzamiento de las medidas de seguridad en la región, así como la activación de operativos antiterroristas, al tiempo que aseguró que las fuerzas del orden mantienen la situación bajo control.

La decisión de fortalecer las medidas de seguridad y antiterroristas se produce después de que Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) abriera un proceso penal contra el jefe del grupo militar privado Wagner, Yevgueni Prigozhin, por intentar organizar un amotinamiento armado contra el Gobierno.

De acuerdo con el comunicado de la Fiscalía General de Rusia, citado por medios locales, «el 23 de junio de 2023, el Departamento de Investigación del Servicio Federal de Seguridad de Rusia abrió legal y razonablemente una causa penal contra Prigozhin en virtud del artículo 279 del Código Penal ruso por la organización de un motín armado».

Además, la Fiscalía precisó que las acciones de Prigozhin serán objeto de una evaluación jurídica adecuada.

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Auge de la extrema derecha en Alemania

 

Las últimas encuestas pronostican un 20% de los votos en unas futuras elecciones generales para el partido Alternativa para Alemania (AfD), aproximándose al CDU y sobrepasando al SPD y Los Verdes. Y sigue creciendo. Quien avisa no es traidor.


Auge de la extrema derecha en Alemania


EuropaPolítica 

M. K. Bhadrakumar

24 junio, 2023 

 


La clase política alemana está atónita ante los resultados de una encuesta de YouGov publicada el viernes 16 de junio, según la cual el 20% de los votantes alemanes daría su voto a la ultraderechista AfD (Alternativa para Alemania), lo que la convierte en el segundo partido más votado, por detrás de la centroderechista CDU (28%) y por delante del SPD del canciller Olaf Scholz (19%). No cabe duda de que se trata de un terremoto político.


Dado el sistema representativo proporcional de Alemania –que no se parece al de Estados Unidos o el Reino Unido, donde también la política es conflictiva pero está protegida por el sistema de votación por mayoría–, es razonable estimar que la actual coalición «semáforo» entre el SPD de centro-izquierda, los Verdes (que obtuvieron un 15%) y los neoliberales Demócratas Libres o FDP (7%) ya carece de mandato para gobernar, tras sólo un año y medio en el poder.

En las elecciones generales de 2021, el SPD había obtenido el 25,7%, el FDP el 11,5% y el Partido Verde el 14,8% de los votos. Esta precipitada caída de la coalición en apenas 18 meses introduce incertidumbres políticas en una coyuntura en la que la economía se encuentra en una profunda recesión, la guerra de Ucrania está en un punto de inflexión y el ascenso de la ultraderechista AfD, que por cierto abarca todo el espectro de la extrema derecha, desde los nacionalistas democráticos hasta los neonazis, significa en sí mismo un cambio seminal en la política alemana desde la Segunda Guerra Mundial, con importantes consecuencias.

El 20% es ya un umbral importante en un sistema político fragmentado como el alemán, y hay observadores políticos que sitúan el potencial de la AfD en torno al 30%. Hasta ahora, una coalición con la AfD ha sido tabú para los dos partidos mayoritarios, la CDU y el SPD. En la situación actual, la CDU se enfrenta a una disyuntiva: volver a la «gran coalición» con el SPD (para la que no hay apetito, dado el sórdido historial del periodo 2005-2009 y 2013-2021 bajo la canciller Angela Merkel). La alternativa será una coalición con la ultraderechista AfD, que, concebiblemente, puede llegar a ser inevitable en algún momento.

En realidad, en la política europea en general, esa es la tendencia actual: la extrema derecha llegando desde el frío. Ha ocurrido recientemente en Suecia y está ocurriendo ahora en Finlandia. La cuestión es que la AfD está en racha y, una vez que supere la barrera del 20%, será cada vez más difícil para los partidos centristas excluirla de la política general como socio de coalición.

La recesión en Alemania se prevé larga, lo que prácticamente garantiza que, al menos a corto plazo, el ciclo económico favorezca a la AfD. La inmigración es otra cuestión que contribuye a la base de apoyo de la AfD. Según cifras oficiales, el número de solicitudes de asilo en Alemania aumentó un 80% entre enero y marzo de 2023 en comparación con el mismo periodo del año anterior.

Otras dos cuestiones que agitan a la opinión pública son la desaprobación del apoyo de Scholz a Ucrania y el enfado por su política energética. Scholz y el SPD se han posicionado del lado de Ucrania. Ahora bien, esto supone un cambio de política y la cuestión sigue dividiendo a la gente. La AfD, que es euroescéptica y aboga por mejorar las relaciones con Rusia, está capitalizando el hecho de que alrededor de un tercio de los alemanes no están de acuerdo con las políticas de Scholz sobre Ucrania / Rusia.


¿Importa esto? Pues sí. Con la economía en recesión –y Alemania arrastrando a toda la eurozona–, es probable que el auge de la AfD reduzca el entusiasmo por destinar más dinero y material a Ucrania. Por ejemplo, sólo el 28% de los encuestados en el último sondeo apoyan la entrega de aviones de combate alemanes a Ucrania. Según un informe de Deutsche Welle, «en general, el apoyo a las entregas de armas a Ucrania está disminuyendo, sólo una minoría cree que las entregas de armas deben intensificarse». El llamamiento a la diplomacia es cada vez mayor: El 55% dice ahora que deberían intensificarse los intentos del gobierno alemán de llegar a negociaciones para poner fin a los combates.


Del mismo modo, existe una creciente polarización de opiniones entre los alemanes sobre su identidad «europea». Como señalaba un comentarista, quizá sólo sea una coincidencia numérica que el 18% que está totalmente en desacuerdo con la noción de una identidad europea sea el mismo número que las cifras actuales de las encuestas dan para la AfD. Lo más probable es que se trate de una coincidencia. Paradójicamente, el número de eurófobos y euroescépticos está aumentando por igual, con una clara ventaja para estos últimos, que superan en un 56% al 41% de eurófobos. Esto puede acabar poniendo a la UE en una trampa, ya que los bajos índices de aprobación de la UE dificultan que los Estados miembros acepten una mayor integración y, sin embargo, ésta es necesaria para que la UE tenga más éxito. El panorama general es que el tipo de integración de la UE por la puerta de atrás que ha estado ocurriendo puede que ya no funcione.


El potencial futuro de la AfD es significativo, ya que en el sistema alemán basado en la representación proporcional no necesita ganar mayorías absolutas para gobernar. A corto plazo, sin embargo, se avecina un bloqueo político en Alemania, agravado también por el hecho de que la Izquierda se está reduciendo y podría incluso no obtener el mínimo del 5% de los votos necesarios para entrar en el próximo parlamento. En cuanto a los Verdes, también están atascados en el fango, con su reputación manchada por un escándalo de nepotismo, que irradiará durante mucho tiempo (ya que los Verdes son una comunidad muy unida y en adelante tendrán dificultades para utilizar el poder de los argumentos morales, que ha sido un elemento clave en su ascenso político).

Además, el año pasado los Verdes desconectaron la energía nuclear e impulsaron la transición de Alemania hacia las energías renovables a una velocidad vertiginosa, lo que está produciendo una reacción violenta entre los votantes. Una ley para obligar a los propietarios de viviendas a cambiar sus sistemas de calefacción de gasóleo y gas a bombas de calor, a partir del mes de enero el próximo año, ha sido un bombazo, ya que los costes para los hogares son potencialmente agobiantes: varían entre 15.000 y 40.000 euros, dependiendo del tamaño de la vivienda. Los propietarios de viviendas más pobres son en su mayoría de clase media baja, y también resultan ser la parte del electorado más abierta a la extrema derecha.
Basta decir que, en un futuro previsible, los Verdes no van a estar en condiciones de sustituir a los partidos tradicionales. Así pues, se está abriendo una enorme brecha en el panorama ideológico del centro político. Sin duda, las cosas se están moviendo en una dirección tal que la AfD podría llegar a ser indispensable en la formación de un gobierno federal en Berlín en algún momento.


Desgraciadamente, toda esa charla sobre Alemania como próxima superpotencia junto a China se ha disipado. Ahora parece un sueño lejano. La potencia europea se tambalea. La crisis de Ucrania ha aguado la fiesta. Pero en gran parte hay que culpar de ello a la élite gobernante alemana, que ha desempeñado un papel dudoso en Ucrania desde el cambio de régimen en 2014, especialmente en el complot para subvertir los acuerdos de Minsk que preveían la autonomía regional del Donbass dentro de una Ucrania federada.

Fundamentalmente, las élites alemanas han sido incapaces o no han querido darse cuenta de que la economía de su país y la prosperidad de la nación se han construido sobre el suministro de energía barata e ilimitada de Rusia y el potencial del creciente mercado ruso para la industria de alta tecnología de Alemania. De aquellos polvos, estos lodos.

Artículo seleccionado por Carlos Valmaseda para la página miscelánea de Salvador López Arnal

https://slopezarnal.com/miscelanea-19-vi-2023/#more-9590

Fuente: https://www.indianpunchline.com/the-rise-and-rise-of-far-right-in-germany/

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