jueves, 29 de junio de 2023

El Partido Comunista Obrero Español ante el momento actual y la necesidad de la revolución proletaria mundial

 

El Partido Comunista Obrero Español ante el momento actual y la necesidad de la revolución proletaria mundial

 

DIARIO OCTUBRE / junio 29, 2023

 


1. A modo de introducción

A través de sus textos, los padres del marxismo-leninismo han demostrado claramente la esencia del Partido, que es el arma más poderosa que posee el proletariado. Un Partido de la clase obrera, la parte más avanzada y resuelta en términos ideológicos, que antepone los intereses comunes y generales de todo -y hay que subrayar el todo- el proletariado independientemente de la nacionalidad, dejando bien claro que la idea de Partido y de clase que tienen es unitaria e internacionalista; un partido único de los comunistas para una única clase social, el proletariado, que es universal, siendo la mayor expresión de internacionalismo la consigna de “¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!”; un partido cuyo objetivo es aniquilar el capitalismo mediante la revolución para que la clase obrera conquiste el poder político aboliendo la propiedad burguesa. Y ello es consecuente en tanto que “El dominio del capital es internacional. Por eso, también la lucha de los obreros de todos los países por su emancipación tiene éxito únicamente cuando es una lucha conjunta contra el capital internacional. Por eso, el obrero alemán, el obrero polaco y el obrero francés son compañeros del obrero ruso en la lucha contra la clase capitalista, del mismo modo que son enemigos suyos los capitalistas rusos, polacos y franceses.” [1]

2. Internacionalismo proletario versus nacionalismo y oportunismo

(…) los intereses del trabajo exigen la más completa confianza y la unión más estrecha entre los trabajadores de los diferentes países, de las diferentes naciones. Los partidarios de los terratenientes y capitalistas, los partidarios de la burguesía tratan de dividir a los obreros, de exacerbar las querellas y los odios nacionales con objeto de debilitar a los obreros y fortalecer el poder del capital.

El capital es una fuerza internacional. Para triunfar sobre ella hace falta la unión internacional de los obreros, su fraternidad internacional. 

Nosotros somos enemigos de los odios nacionales, de las querellas nacionales y del aislamiento nacional. Somos internacionalistas. Aspiramos a una unión estrecha y a la completa fusión de los obreros y campesinos de todas las naciones del mundo en una República Soviética mundial única.” [2]

Nacionalismo burgués e internacionalismo proletario: estas son las dos consignas antagónicas e inconciliables que corresponden a los dos grandes bandos que dividen a las clases del mundo capitalista y expresan dos políticas (es más, dos concepciones) en el problema nacional.” [3]

El marxismo no transige con el nacionalismo, aunque se trate del más “justo”, “depuradito”, sutil y civilizado. En lugar de todo nacionalismo, el marxismo propugna el internacionalismo, la fusión de todas las naciones en esa unidad superior que se va desarrollando en nuestra presencia con cada kilómetro de vía férrea, con cada trust internacional y con cada unión obrera (internacional, por su actividad económica y también por sus ideas y aspiraciones) (…) El proletariado no puede apoyar ningún afianzamiento del nacionalismo; por el contrario, apoya todo lo que contribuye a borrar las diferencias nacionales y a derribar las barreras nacionales, todo lo que sirve para estrechar más y más los vínculos entre las nacionalidades, todo lo que conduce a la fusión de las naciones. Obrar de otro modo equivaldría a pasarse al lado del elemento pequeñoburgués reaccionario y nacionalista.” [4]

El marxismo-leninismo es la ciencia emancipadora del proletariado, es la ciencia del proletariado para abolir revolucionariamente el capitalismo y para la construcción de una sociedad comunista donde el Estado y las clases sociales queden totalmente abolidos, es la negación absoluta de la ideología burguesa y por ello se confronta con ésta en cada concepto, en cada visión, en cada palmo de terreno. Uno niega al otro y viceversa. Para la burguesía y su subsistencia es esencial la fragmentación del proletariado, es esencial que éste no perciba la lucha de clases y conciba el consenso social o la colaboración entre clases, o lo que es lo mismo, la unidad de los explotados con sus explotadores. Y para ello, para hacer efectiva esta subordinación, para soterrarle al proletariado la realidad social imperante bajo el régimen de explotación capitalista, una realidad donde el motor es la lucha de clases, para garantizarse la burguesía su pervivencia y el de su formación socioeconómica, debe desplegar su arsenal ideológico, fundamentalmente el nacionalismo y el oportunismo. Por ello, la lucha de los marxistas-leninistas contra el nacionalismo y el oportunismo –que siempre hace pinza con el nacionalismo pues tienen la misma esencia– debe ser frontal y a muerte porque debilitarlos es fortalecer las posiciones emancipadoras del proletariado, porque acabar con ellos significa acabar con el dominio ideológico de la burguesía que es la única vía que hoy, junto con la violencia, sostiene a la burguesía y su moribundo régimen explotador en el poder. Y la violencia, una vez el proletariado se zafa completamente de la influencia ideológica del capital, ya no es obstáculo para que aquel acceda al poder y cumpla su misión histórica, que no es otra que la gradual construcción del comunismo. Y para ello es cardinal la construcción del partido comunista que haga fundir la ciencia del marxismoleninismo con el movimiento de la clase obrera, que la eleve ideológicamente y que construya su unidad como clase.

El principio fundamental del internacionalismo proletario fue enunciado por Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848 contenido en la consigna “¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!”. El internacionalismo proletario es la teoría y la práctica de la unión de los proletarios de todos los países y todas las naciones.

El internacionalismo proletario se fundamenta en una serie de principios que a continuación, grosso modo, enumeramos:

·         El principio fundamental es la solidaridad proletaria revolucionaria y la cohesión de los obreros de todo el mundo.

·         La supeditación de los intereses nacionales a los intereses internacionales de la clase obrera de todo el planeta. “Para ser socialdemócrata internacionalista hay que pensar no sólo en la propia nación, sino colocar por encima de ella los intereses de todas las naciones, la libertad y la igualdad de derechos de todas. “Teóricamente”, todos están de acuerdo con estos principios; pero en la práctica, revelan precisamente una indiferencia anexionista. Ahí está la raíz del mal. (…) Y, a la inversa, el socialdemócrata de una nación pequeña debe tomar como centro de gravedad de sus campañas de agitación la primera palabra de nuestra fórmula general: “unión voluntaria” de las naciones. Sin faltar a sus deberes de internacionalista, puede pronunciarse tanto a favor de la independencia política de su nación como a favor de su incorporación al Estado vecino X, Y, Z, etc. Pero deberá luchar en todos los casos contra la estrechez de criterio, el aislamiento, el particularismo de pequeña nación, porque se tenga en cuenta lo total y lo general, por la supeditación de los intereses de lo particular a los intereses de lo general” [5].

·         Principio de la igualdad y la soberanía de las naciones y los Estados. Cuando hablamos de soberanía nacional, es necesario fijarnos en este principio a ojos del marxismoleninismo, pasándole el tamiz de la ciencia, de la lucha de clases y aniquilando todo atisbo de nacionalismo. La burguesía y sus aliados vacían de todo tipo de contenido clasista el principio de la soberanía, desligándolo completamente de los intereses de clase y de la lucha de clases, para usarlo al modo que atienda a los intereses de los monopolios y del fraccionamiento de la clase obrera. Por el contrario, la clase obrera debe ligar el ejercicio de la soberanía nacional a sus intereses como clase social, de lucha contra el capitalismo y de unidad y cohesión de las fuerzas revolucionarias por la consecución del socialismo.

·         Defensa del derecho a la autodeterminación y la unión voluntaria de los pueblos.

·         Colaboración fraternal de los pueblos en la construcción del socialismo sobre la base de la ayuda mutua.

·         La unidad ideológica de los partidos comunistas y obreros del mundo. Sin unidad ideológica, los partidos comunistas no pueden actuar como una fuerza política internacional cohesionada y la consistencia y unidad ideológica únicamente se puede conquistar confrontando la ideología burguesa, combatiendo sin cuartel tanto al oportunismo como al nacionalismo.

·         La unidad de los Estados socialistas, el proletariado mundial y las fuerzas de liberación nacional en la conjugación de los principios del internacionalismo proletario, en la lucha por la paz, la independencia nacional, el progreso social, la construcción del socialismo y la abolición de la explotación capitalista. “En el Congreso de la III Internacional, de la Internacional Comunista, he dicho que el mundo se divide en naciones oprimidas y naciones dominantes. Las naciones oprimidas forman no menos del 70 por ciento de la población mundial. La Paz de Versalles añade a ese porcentaje un centenar o centenar y medio de millones más de personas. (…) Nosotros, efectivamente, procedemos ahora no sólo como representantes de los proletarios de todos los países, sino también como representantes de los pueblos oprimidos. (…) La Internacional Comunista ha hecho público para los pueblos de Oriente el siguiente lema: “¡Proletarios de todos los países y pueblos oprimidos, uníos!”. Y siempre hay que tener claro que la única fuerza antiimperialista real son las fuerzas del socialismo y del comunismo, y que la única clase revolucionaria, la que objetivamente necesita para emanciparse construir un mundo diametralmente opuesto donde el capitalismo sea pasto del pasado liquidando por completo las relaciones de producción capitalistas es la clase obrera.

Una práctica habitual del oportunismo es parcelar los principios del internacionalismo proletario y contraponerlos con respecto del principio fundamental, esto es, la cohesión del proletariado mundial y la anteposición de los intereses generales de la clase –que son los intereses de la Revolución proletaria– a los intereses particulares o concretos. Y en ello los oportunistas no vacilan en incursionar y abrazarse al nacionalismo al objeto de satisfacer sus intereses particulares en detrimento de los intereses generales de la clase obrera, de los intereses internacionalistas supremos, o lo que es lo mismo, de la Revolución Socialista y de la abolición del orden mundial imperialista.

La burguesía contrapone al internacionalismo proletario su ideología, el nacionalismo y el oportunismo, con independencia de cuál sea su variante. La primera experiencia de Estado socialista y de construcción del socialismo, la Unión Soviética, fue la de un Estado socialista multinacional donde eran reconocidas las 109 lenguas existentes en dicho Estado y un derecho su empleo, donde se garantizaba la igualdad de las naciones que componían la Unión Soviética. Esa experiencia histórica nos demostró cómo con el desarrollo del socialismo en la base, con la planificación socialista de la economía y la centralización de la misma, un país atrasado no sólo se ponía a la altura de la máxima potencia capitalista en menos de tres décadas, a pesar de haber transitado por años de guerra civil, todo tipo de sabotajes y una guerra mundial donde derrotó a la criatura más criminal producida por los monopolios, el fascismo. Los capitalistas jamás han ganado a los comunistas una guerra abierta. Sin embargo, la experiencia soviética que nos muestra la viabilidad del socialismo como fase previa para alcanzar el comunismo, también nos muestra cómo únicamente los capitalistas pueden debilitar la superioridad del socialismo: golpeando y desnaturalizando al Partido Leninista. ¿Cómo lo consiguió? Revertiendo la base económica socialista al estimular la descentralización de la producción y liquidar la planificación económica, rompiendo con la política económica socialista. De esta forma, se abonaba el terreno a las ideas inoculadas por el imperialismo –y contempladas en el Plan Dulles– consistentes en “4. Encender la llama del nacionalismo y hacer explotar al país desde dentro, sobre la base de un extremismo nacional y religioso” [7], labor desarrollada por el oportunismo y rematada, finalmente, por la propia reacción de manera criminal y violenta, acreditando que el socialismo únicamente se puede desarrollar en guerra abierta contra la burguesía en todos los terrenos por el que transita la lucha de clases –económico, político e ideológico– demostrándose que los marxistas debemos ser implacables en combatir al nacionalismo y al oportunismo debiéndolo contraponer con el internacionalismo proletario y con todo el arsenal ideológico de la ciencia marxista-leninista, siendo el Partido de la Clase obrera, el partido leninista, la fuerza del socialismo, de la Revolución y de los intereses de la clase obrera, la cual es universal, el instrumento sublime del proletariado para nuestra emancipación de la explotación y el oprobio capitalista.

3. El Partido leninista

Marx y Engels dotaron al proletariado mundial de un arma todopoderosa, el marxismo. Y de la mano del marxismo viene el instrumento sublime de nuestra clase social, el arma esencial que llevará al proletariado al cumplimiento de su misión histórica, que no es otra que derrocar el capitalismo y construir el comunismo – la sociedad sin clases ni estado. Esa arma es el Partido Comunista. 

Tanto Marx, como Engels, formaron parte del primer embrión de organización comunista, el Comité Comunista de Correspondencia de Bruselas que, posteriormente, dio lugar a la primera organización comunista de la historia, La Liga de los Comunistas, organización comunista internacionalista. (…) Y entre la razón de ser, el Manifiesto del Partido Comunista otorga al Partido también la función de luchar contra las desviaciones del socialismo científico, siendo instrumento de combate de dicho desviacionismo, y de divulgación del socialismo científico entre las masas.” [8]

En un artículo publicado en 1911 titulado “En memoria de la Comuna”, conmemorando el 40 aniversario de la Comuna, Lenin también reflexiona qué cuestiones hicieron que la Comuna no pudiera triunfar, entre las que señalaba “Para que una revolución social pueda triunfar, necesita por lo menos dos condiciones: un alto desarrollo de las fuerzas productivas y un proletariado preparado para ella. Pero en 1871 se carecía de ambas condiciones. El capitalismo francés se hallaba aún poco desarrollado, y Francia era entonces, en lo fundamental, un país de pequeña burguesía (artesanos, campesinos, tenderos, etc.). Por otra parte, no existía un partido obrero, y la clase obrera no estaba preparada ni había tenido un largo adiestramiento, y en su mayoría ni siquiera comprendía con claridad cuáles eran sus fines ni cómo podía alcanzarlos. No había una organización política seria del proletariado, ni fuertes sindicatos, ni sociedades cooperativas.”

Lenin pone sobre el tapete el papel determinante del Partido para que una revolución social, en nuestro caso la revolución socialista, triunfe. Y es que el Partido debe ser la fusión del socialismo científico con el movimiento obrero de masas, puesto que éste, como vanguardia organizada del proletariado, es el portador de la ciencia marxista-leninista puesto que es, como decía Marx, la parte más avanzada y decidida de la clase obrera.  El Partido es el arma fundamental, no sólo para elevar política e ideológicamente al Proletariado y dirigirlo hacia la revolución y llevarlo a la conquista del Poder sino para, una vez éste lo conquista, dirigir a la clase obrera en la construcción del socialismo, transformándose en ese momento el Partido en la piedra angular que conforma la unidad política, social e ideológica de la nueva sociedad socialista.” [9]

Marx y Engels concibieron una ciencia partidista, siendo el partido el instrumento con el que llevar las ideas del socialismo científico al movimiento obrero, a las masas trabajadoras. Marx y Engels, con referencia al Partido, siempre han tenido claro que, por un lado, tenía que ser un partido internacional, e internacionalista, y por otro lado, que su función tenía que ser la de llevar el socialismo científico al movimiento obrero pues el proletariado es el sujeto revolucionario. La emancipación de la clase obrera será obra de ella misma.” [10]

El Partido de Lenin, el Partido de los bolcheviques, reflejaba el internacionalismo proletario y combatía al nacionalismo. “Los obreros conscientes se esfuerzan por combatir todo tipo de nacionalismo (…) los obreros conscientes aplican las resoluciones de la última reunión de marxistas (del verano de 1913) y defienden no sólo la igualdad más completa, consecuente y plenamente llevada a la práctica de naciones e idiomas, sino también la fusión de los obreros de las distintas nacionalidades en todo tipo de organizaciones proletarias únicas” [11]. Esto es, el Partido era el partido de todos los obreros conscientes con independencia de la nacionalidad o idioma, que todos ellos formaban parte del partido en términos de igualdad, pertenecían a una organización única de tal manera que se implementaba organizativamente el principio del internacionalismo de la subordinación de lo particular a lo general, de lo nacional a lo general del conjunto de la clase obrera y de la revolución mundial.

Y si ahora, en Rusia, nos vemos forzados con frecuencia a hacer concesiones y a dar tiempo al tiempo, pues somos más débiles que los imperialistas internacionales, sabemos, en cambio, que mil doscientos cincuenta millones de habitantes del globo constituyen la masa cuyos intereses defendemos. De momento tropezamos con los obstáculos, los prejuicios y la ignorancia que hora tras hora van siendo relegados al pasado. Pero cuanto más tiempo transcurre, más nos vamos convirtiendo en los representantes y defensores efectivos de ese 70% de la población de la Tierra, de esa masa de trabajadores y explotados. Ahora tenemos en todas partes un proletariado de vanguardia. En todas partes hay un ejército proletario, aunque a veces esté mal organizado y exija una reorganización, y si nuestros camaradas internacionales nos ayudan ahora a organizar un ejército único, no habrá fallas que nos impidan realizar nuestra obra. Esa obra es la revolución proletaria mundial, es la creación de la República Mundial de los Soviets.” [12]. Así señalaba Lenin en el II Congreso de la Internacional Comunista con nitidez meridiana el objetivo: la revolución proletaria mundial y la creación de la República Mundial de los Soviets y la forma de organización de los comunistas, que no era otra cosa que un partido mundial – “ejército único”– que era la Internacional Comunista donde en cada nación o Estado hubiere una organización de comunistas – “ejército proletario”. El Partido Comunista Obrero Español defiende y aboga por este modo de organización de los comunistas, que es la organización defendida por los padres del marxismo, tal y como defendemos en la Tesis sobre el imperialismo y el Movimiento Comunista Internacional aprobada por nuestro Comité Central el pasado 29 de enero de 2022.

Ese partido único mundial estableció una táctica y estrategia tremendamente sencillas y sobre todo justas que atendían a los intereses generales del proletariado – que es la Revolución Proletaria Mundial, el socialismo y la dictadura del proletariado– desterrando todo tipo de sectarismo y teniendo muy claro que ese proletariado de vanguardia, los comunistas, ese ejército único –la III Internacional o Internacional Comunista– no solo era la unidad del proletariado sino el representante político del proletariado mundial, de los países y pueblos oprimidos. Pero además muestra cómo debe actuar un auténtico partido leninista fiel a los principios de la ciencia emancipadora, fiel al internacionalismo proletario. Entre esas concesiones que expresa Lenin se halla la Paz de Brest-Litovsk, que en 1918 explicaba de manera sencilla mostrando cómo el Partido Bolchevique no vaciló en anteponer los intereses generales del proletariado y de la Revolución mundial a los intereses nacionales: “(…) la pequeña burguesía es la más patriótica, ella es la más patriótica en comparación con el proletariado y con la gran burguesía (…) En la época de la paz de Brest tuvimos que ir contra el patriotismo. Nosotros decíamos: si eres socialista, debes sacrificar todos tus sentimientos patrióticos en aras de la revolución mundial, que llegará, que todavía no ha llegado, pero en la que debes creer si eres internacionalista (…) Y es comprensible que, al hablar así, sólo podíamos atraernos a los destacamentos de vanguardia de la clase obrera. Es comprensible que la mayoría de la pequeña burguesía no compartiera nuestro punto de vista. No podíamos esperar eso. Además, ¿por qué iba a adoptar la pequeña burguesía nuestro punto de vista? Hemos tenido que ejercer la dictadura del proletariado en su forma más severa. (…) Nos vimos obligados a desvanecer la ilusión pequeñoburguesa de que el pueblo es un todo único y de que la voluntad popular puede ser expresada en algo que no sea la lucha de clases. Tuvimos absoluta razón al no aceptar ningún compromiso en este punto. Si hubiéramos sido indulgentes con las ilusiones pequeñoburguesas, con las ilusiones en la Asamblea Constituyente, habríamos malogrado toda la obra de la revolución proletaria en Rusia. En aras de los estrechos intereses nacionales habríamos sacrificado los de la revolución mundial, que seguía la senda bolchevique, porque no era nacional, sino puramente proletaria. Y fue en estas condiciones cuando se apartaron de nosotros las masas mencheviques y eseristas pequeñoburguesas. Se colocaron al otro lado de la barricada, fueron a parar al campo de nuestros enemigos. (…) A nuestro lado estuvieron el proletariado y los campesinos pobres.” [13]

La historia nos muestra la exactitud de la ciencia del marxismo-leninismo y su carácter partidista, nos muestra cómo debe actuar y conformarse el partido y, mientras éste es fiel a los principios del marxismo-leninismo y actúa de manera consecuente con ellos, las posiciones del proletariado avanzan al igual que la revolución proletaria. La historia nos demuestra que Marx, Engels, Lenin y Stalin tenían razón señalando que el partido se fortalece combatiendo sin cuartel al oportunismo y a toda ideología burguesa. Y también ha quedado acreditado por la historia la exactitud del marxismo-leninismo cuando señala que la única manera que tiene la burguesía de vencer al proletariado es corrompiendo a su partido, al partido marxista-leninista y que esta corrupción la realiza empleando la lucha ideológica, inoculando el oportunismo y el nacionalismo, como hicieron con el PCUS donde además oportunistas e imperialistas emplearon el magnicidio contra Stalin.

Solo hay dos formas de aniquilar al Partido leninista, una es al estilo de la burguesía, enfrentándose abiertamente contra él con todas las armas a su alcance y otra es desde el lado del oportunismo desvirtuando gradualmente su contenido hasta transformarlo en otra cosa, como sucediera con el PCE. En ambos supuestos se trata sin más de la burda estrategia de privar a las masas laboriosas de su capacidad de organizarse autónomamente al objeto de impedir que se conviertan en la gerente de la revolución socialista, lo que para cualquier marxista-leninista equivale a renunciar al socialismo. (…) La burguesía apunta a la esencia, al corazón y cerebro de la clase obrera, al Partido leninista. (…) Los parámetros que utiliza son tan simples como efectivos. Se sustentan en la historia: toda revolución acéfala es incapaz de aguantar largo tiempo en el poder sin crear antes el partido. También nos enseña que las revoluciones triunfantes involucionan axiomáticamente al desnaturalizarse el partido. Cualquiera que sea su estudio, cualquiera que sea la vía que elija se tropezará siempre con el partido, pero no con cualquier partido, ella sabe que solo uno ha sido capaz de tumbarla y colocarla sobre la cuerda floja: el Partido Leninista. Los demás juegan a su favor rezagando la velocidad de la rueda de la historia, por lo que son aceptados y estimulados. (…) El partido leninista es la respuesta coherente a la lucha de clases, pues está ideado para contrarrestar las estructuras institucionales burguesas y tiene en cuenta el proceso natural que rige para la toma de conciencia en el proletariado, cerrando las puertas al capricho, a la espontaneidad y a la anarquía. (…) Para Lenin el combate contra la burguesía era un problema de clase y no de fricción personal. De este modo contravenía las tesis terroristas (anarquismo) y revisionistas, porque para aniquilar a la burguesía hay que derrumbar las instituciones que las sostiene como clase, de lo contrario el capitalismo se regenera espontáneamente día a día.” [14].

4. La lucha de clases y el Movimiento Comunista Internacional

La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. (…) La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. (…) Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.” [15]

“(…) el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia de lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.” [16]

El sepulturero de la burguesía, el proletariado, nace de las entrañas de la explotación capitalista, de una sociedad clasista. Bajo el capitalismo rige la lucha de clases, como consecuencia de que en la base económica hay un antagonismo entre aquéllos que poseen los medios de producción, los burgueses, y aquéllos que están despojados y están obligados a vender su fuerza de trabajo a la burguesía, los obreros. Esta contradicción producida en la base económica como consecuencia de la relación de propiedad sobre los medios de producción se propaga a todos los rincones de la superestructura que es alzada por dicha base económica.

El Partido Comunista nace en el capitalismo, es el instrumento sublime de la clase obrera para emanciparse socialmente, para derrocar a la burguesía, tomar el poder político imponiendo la dictadura del proletariado y poder profundizar en el socialismo para alcanzar el comunismo, o lo que es lo mismo, para abolir plenamente las clases sociales y, consecuentemente, el Estado.

Mientras no se alcanza el comunismo existe la lucha de clases y, consecuentemente, en el seno de los partidos comunistas se da la lucha de clases, la confrontación entre la burguesía –a través del oportunismo en todas sus vertientes– y el proletariado revolucionario fiel al marxismo-leninismo.

El proletariado necesita del Partido para conquistar y mantener la dictadura. El Partido es un instrumento para la dictadura del proletariado. (…) Pero de esto se deduce que, con la desaparición de las clases, con la extinción de la dictadura del proletariado, deberá desaparecer también el Partido” [17].

Por ello, porque el Partido es el corazón y el alma del proletariado, porque es cardinal para la dictadura del proletariado, para derrocar a la burguesía, para liquidar las clases sociales y el Estado, para conquistar el comunismo, es por lo que en el seno del Movimiento Comunista, de los partidos comunistas, la lucha de clases es colosal y, como no puede ser de otra manera, la historia del Movimiento Comunista Internacional es pura lucha de clases contra el oportunismo, contra la ideología burguesa en el seno del movimiento obrero revolucionario que es el movimiento comunista.

Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de clases. Así se dice y se escribe con mucha frecuencia. Pero no es exacto. De esta inexactitud dimana a cada paso una adulteración oportunista del marxismo, su falseamiento en un sentido aceptable para la burguesía. Porque la teoría de la lucha de clases no fue creada por Marx, sino por la burguesía antes de Marx, y es, en términos generales, aceptable para la burguesía. Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede resultar que no ha rebasado todavía el marco del pensamiento burgués y de la política burguesa.

Circunscribir el marxismo a la teoría de la lucha de clases significa limitarlo, tergiversarlo, reducirlo a algo aceptable para la burguesía. Únicamente es marxista quien hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que debe contrastarse la comprensión y el reconocimiento verdaderos del marxismo.” [18]

En el apartado Literatura socialista y comunista del Manifiesto del Partido Comunista, Marx enumera al socialismo reaccionario –donde incluía al socialismo feudal, al socialismo pequeñoburgués y al socialismo alemán o socialismo “verdadero”-, al socialismo conservador o burgués –mediante el que los reformistas aspiraban a perpetuar la formación socioeconómica burguesa– y el socialismo y el comunismo critico-utópicos, que negaban al proletariado su condición de sujeto revolucionario y eran todos ellos firmes partidarios de la conciliación con la burguesía, a los que contraponía con los comunistas definidos como internacionalistas, como constructores de la unidad del proletariado como sujeto político revolucionario  que “proclaman que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente.” [19]

En diciembre de 1848 escribía Marx, con respecto al ascenso de la burguesía al poder en Alemania: “La burguesía prusiana fue lanzada a las cumbres del poder, pero no como ella quería, mediante un arreglo pacífico con la corona, sino gracias a una revolución. Y por cuanto había sido un movimiento popular el que le había abierto el camino, no eran sus propios intereses, sino los intereses del pueblo lo que la burguesía prusiana tenía que defender ahora frente a la corona (…) La burguesía no movió un dedo. Lo único que hizo fue permitir que el pueblo luchase por ella. Por eso, el poder que le había sido entregado no era el poder de un capitán que derrotaba a su enemigo, sino el de un comité de seguridad al que el pueblo vencedor confiaba la salvaguardia de sus propios intereses. (…) Conviene no confundir la revolución de Marzo en Prusia con la revolución inglesa de 1648 ni con la francesa de 1789. (…) En ambas revoluciones, la burguesía era la clase que encabezaba realmente el movimiento. El proletariado y las capas de la población urbana que no pertenecían a la burguesía no tenían aún intereses separados de la burguesía o no constituían aún clases o sectores de clase con un desarrollo independiente. Por eso, donde se enfrentaban con la burguesía, como en Francia en 1793 y 1794, luchaban sólo por la realización de los intereses de la burguesía, aunque no a la manera burguesa. (…) Las revoluciones de 1648 y 1789 no fueron revoluciones ni inglesa, ni francesa; fueron revoluciones de estilo europeo. No representaban el triunfo de una determinada clase de la sociedad sobre el viejo régimen político; eran la proclamación de un régimen político para la nueva sociedad europea. En ellas había triunfado la burguesía; pero la victoria de la burguesía significaba entonces el triunfo de un nuevo régimen social, el triunfo de la propiedad burguesa sobre la propiedad feudal, de la nación sobre el provincialismo, de la concurrencia sobre los gremios, de la partición sobre el mayorazgo, (…) Nada de eso ocurrió en la revolución de Marzo en Prusia (…) Lejos de ser una revolución europea, no fue más que una apagada resonancia de la revolución europea en un país atrasado (…) La burguesía alemana no representaba los intereses de una nueva sociedad contra una sociedad vieja, sino unos intereses renovados dentro de una sociedad caduca; colocada en el timón de la revolución, no porque la siguiese el pueblo, sino porque el pueblo la empujaba ante sí; situada a la cabeza, no porque representase la iniciativa de una nueva época social, sino porque expresaba el rencor de una vieja época social; era un estrato del viejo Estado que no había podido aflorar por sus propias fuerzas, que no que había sido arrojado a la superficie del nuevo Estado por la fuerza”[20]. Una burguesía “egoísta (…) y consciente de su egoísmo, revolucionaria frente a los conservadores y conservadora frente a los revolucionarios (…) sin iniciativa, sin fe en sí misma y sin fe en el pueblo, sin una vocación histórica mundial” [21].

Un año y medio después, Marx y Engels se dirigían al Comité Central de la Liga de los Comunistas, dibujando la lucha de clases contra el partido de los comunistas y cómo la burguesía, en este caso la alemana diseccionada magistralmente por Marx,  se apoya en el oportunismo de derecha, lo promociona, inocula ideología pequeñoburguesa y se apoya en ella al objeto de debilitar al Partido revolucionario de la clase obrera y perpetuar a la clase obrera en su condición de explotada y oprimida, promocionando el legalismo y el reformismo como praxis del citado oportunismo: “(…) la primitiva y sólida organización de la Liga se ha debilitado considerablemente: Gran parte de sus miembros –los que participaron directamente en el movimiento revolucionario-  creían que ya había pasado la época de las sociedades secretas y que bastaba con la sola actividad pública. Algunos círculos y comunidades han ido debilitando sus conexiones con el Comité Central y terminaron por romperlas poco a poco. Así, pues, mientras el partido democrático, el partido de la pequeña burguesía, fortalecía más y más su organización en Alemania, el partido obrero perdía su única base firme, a lo sumo conservaba su organización en algunas localidades, para fines puramente locales, y por eso, en el movimiento general, cayó por entero bajo la influencia y la dirección de los demócratas pequeñoburgueses.” [22] La burguesía emplea el soborno así como su esencia ideológica –el nacionalismo, el chovinismo, la negación de la lucha de clases– para construir una aristocracia obrera con la finalidad de romper la unidad de clase fraccionándola, desnaturalizándola para así subordinar los intereses generales de la clase obrera a los de la burguesía, esto es, lo que los hipócritas oportunistas a salario del Capital llaman “paz social”. “La historia de Jones es desagradable. Aquí celebró un mitin y habló completamente en la línea de la nueva alianza. Tras esta historia, a uno le entran tentaciones de creer que el movimiento proletario inglés debe desaparecer completamente en su antigua forma, bajo la forma cartista tradicional, para poder renacer con una nueva forma viable. Sin embargo, no se puede prever qué aspecto tendrá esa forma. Por lo demás me parece que el nuevo golpe de Jones, en relación con sus antiguos intentos más o menos afortunados de llegar a tal alianza, está efectivamente en correlación con el hecho que el proletariado inglés se aburguesa realmente cada vez más, aunque esta nación, la más burguesa de todas, parece querer llegar a poseer finalmente una aristocracia burguesa y un proletariado burgués junto a la burguesía. En cierta medida esto está justificado en una nación que explota al mundo entero.” [23]

Es recurrente en la lucha de clases mantenida entre la burguesía y el proletariado el fraccionamiento de la clase. Y el nacionalismo es determinante para ello pues garantiza dos factores decisivos: la división y la confrontación de la propia clase obrera y la subordinación del proletariado a la burguesía nacional.

El nacimiento de la I Internacional, la Asociación Internacional de Trabajadores en 1864, fue la consecuencia de las enseñanzas de la lucha de la clase obrera contra la burguesía, las enseñanzas del movimiento revolucionario de las décadas centrales del siglo XIX, de la necesidad que el proletariado tiene de estar organizado en un partido y de que la clase obrera es, ante todo, internacionalista y que su verdadero objetivo es la conquista del poder político, o lo que es lo mismo, la progresiva asimilación mediante la lucha de los postulados ideológicos del marxismo. “La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera (…) La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia nos enseña cómo en el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados.” [24]

Como no puede ser de otro modo, en el seno de dicha organización internacional proletaria la lucha de clases era feroz, y no solo contra la aristocracia obrera, no sólo contra el nacionalismo y su lucha por enfrentar a naciones dividiendo así al proletariado; había que añadirle la lucha contra la ideología burguesa del anarquismo del sectarismo, individualismo, aventurerismo y de la negación del centralismo, o lo que es lo mismo, la expresión de la negación del fundamento esencial de la organización proletaria, de la subordinación de los intereses particulares a los intereses generales de la clase obrera, provocando un fraccionamiento de esta. “(…) los llamados miembros radicales de la Cámara de los Comunes y de la Cámara de los Lores (…) nos acusan abiertamente de que hemos emponzoñado y casi erradicado el espíritu inglés de la clase obrera y la hemos impulsado al socialismo revolucionario. (…) En todos los grandes centros industriales de Inglaterra existe un profundo antagonismo entre el proletario inglés y el irlandés. El obrero medio inglés odia al irlandés, al que considera como un rival que hace que bajen los salarios y el nivel de vida. Siente una antipatía nacional y religiosa hacia él. Lo mira casi como los blancos pobres de los Estados meridionales de Norteamérica miraban a los esclavos negros. La burguesía fomenta y conserva artificialmente este antagonismo dentro de Inglaterra misma. Sabe que la escisión del proletariado reside en el auténtico secreto del mantenimiento de su poderío” [25].

La clase obrera se sentía tan ‘terriblemente oprimida’ que el Consejo General recibió – de Europa, de América, de Australia y hasta las Indias Orientales – adhesiones y partes de constitución de secciones nuevas. (…) Las denuncias de la prensa burguesa, así como las lamentaciones de la policía internacional, encontraban un eco de simpatía, incluso dentro de nuestra Asociación. En su seno se fraguaron intrigas, dirigidas en apariencia contra el Consejo General y, en realidad, contra la Asociación misma. Buscando la raíz de estas intrigas se descubre inevitablemente a la Alianza internacional de la democracia socialista, dada a la luz por el ruso Miguel Bakunin. A su vuelta de Siberia, predicó en el Kólokol de Herzen, como fruto de su larga experiencia, el paneslavismo y la guerra de razas (…) Bakunin encontró los elementos necesarios para la formación de esta sociedad en una serie de personas que había conocido durante su estancia en Italia y un núcleo de emigrados rusos. Los empleó como emisarios y como agentes de reclutamiento entre los miembros de la Internacional en Suiza, en Francia y en España.” [26]

Tras la experiencia de la Comuna de París, y en plena represión de la burguesía contra la clase obrera y su organización, los anarquistas –como han hecho en innumerables ocasiones– se dedican a fraccionar a la clase obrera y a su organización y debilitarla, tratando de levantar una organización diferente desde el interior de la propia organización obrera.

¿Y bajo qué postulado ideológico? La asociación de Bakunin “quiere, ante todo, conseguir la igualación política, económica y social de las clases”.[27] O lo que es lo mismo, la conciliación y armonización de las clases, el idealismo en contraposición al materialismo. Y a pesar de ello, el Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores permitió a la Alianza Internacional de la democracia socialista de Bakunin integrarse dentro de la I Internacional. Este hecho provocó que los anarquistas prosiguiesen su labor de fragmentación, de zapa, dentro de la Asociación Internacional de los Trabajadores, al objeto de disgregar la I Internacional y llevar a los trabajadores al redil de la ideología burguesa. “Así, por confesión propia, la minoría de una sociedad burguesa se ha infiltrado en la Internacional, poco antes del Congreso de Basilea, sólo para servirse de él como medio de situarse respecto a las masas obreras, en la categoría de hierofantes de una ciencia oculta, una ciencia de cuatro frases, cuyo punto culminante es la igualdad económica y social de las clases.” [28]

Finalmente, las posiciones marxistas terminaron por imponerse en el Congreso de La Haya de 1872 de manera mayoritaria, “(…) debemos reconocer también que en la mayoría de los países del continente será la fuerza la que deberá servir de palanca de nuestras revoluciones; es a la fuerza a la que habrá que recurrir por algún tiempo a fin de establecer el reino del trabajo (…) en el momento que se organizan las persecuciones, el Congreso de La Haya ha estimado razonable y necesario reforzar los poderes de su Consejo General y centralizar, para la lucha que se va a iniciar, la actividad”[29].

Y, ciertamente, “La I Internacional (1864-1872) echó los cimientos de la organización internacional de los obreros para la preparación de su ofensiva revolucionaria contra el capital” [30]. La I Internacional aporta que el objetivo del proletariado es la toma del poder de manera revolucionaria para acabar con las clases sociales, que el proletariado no tiene más patria que el mundo, que es internacionalista y que la revolución sólo puede ser hija del internacionalismo proletario. El proletariado necesita un Partido centralizado que aglutine a los obreros, un Partido que solo se puede abrir camino combatiendo al oportunismo, a todo tipo de ideología burguesa.

El periodo “(1872-1904) se distingue (…) por su carácter ‘pacífico’, por la ausencia de revoluciones. El Occidente ha terminado con las revoluciones burguesas. El Oriente aún no está maduro para ellas. (…) El Occidente entra en la etapa de preparación ‘pacífica’ para la época de las transformaciones venideras. Se constituyen por doquier partidos socialistas de base proletaria que aprenden a utilizar el parlamentarismo burgués, a montar prensa diaria, sus instituciones culturales, sus sindicatos y sus cooperativas. La doctrina de Marx obtiene un triunfo completo y se va extendiendo. Lento, pero constante, prosigue el proceso de reclutamiento y concentración de fuerzas del proletariado, que se prepara para las batallas venideras. (…) La dialéctica de la historia es tal que el triunfo teórico del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas. El liberalismo, podrido por dentro, intenta reavivarse bajo la forma de oportunismo socialista. Los enemigos del marxismo interpretan el periodo de preparación de las fuerzas para las grandes batallas en el sentido de renuncia a estas batallas. Se explican la mejora de la situación de los esclavos para la lucha contra la esclavitud asalariada en el sentido de que los esclavos pueden vender por unos céntimos su derecho a la libertad. Predican pusilánimes la ‘paz social’ (esto es, la paz con el esclavismo), la renuncia a la lucha de clases, etc. Tienen muchos adeptos entre los parlamentarios socialistas, entre los diversos funcionarios del movimiento obrero y los intelectuales ‘simpatizantes’.” [31]

Además, en dicho periodo el capitalismo avanzó hacia su forma imperialista, de tal modo que arrastró a capas de la pequeña burguesía a engrosar las filas del proletariado. Así, este proceso progresivo, y cada vez más acentuado, de proletarización creciente de más capas burguesas de la sociedad provoca entre el proletariado la filtración de ideología pequeñoburguesa que portaban esas capas burguesas arruinadas.

Todo ello conlleva al desarrollo del oportunismo, cuya práctica es el reformismo y el legalismo y cuya elaboración teórica se fundamenta en la revisión del marxismo. “La II Internacional (1889-1914) ha sido una organización internacional del movimiento proletario, cuyo crecimiento se realizaba en amplitud, cosa que no pudo menos de originar un descenso temporal del nivel revolucionario y un robustecimiento temporal del oportunismo que, en fin de cuentas, llevó a dicha Internacional a una bancarrota ignominiosa.” [32]

Durante todo el período de existencia de la II Internacional no cesó la lucha en el seno de ninguno de los partidos socialdemócratas entre sus dos alas, la oportunista y la revolucionaria. En varios países (Inglaterra, Italia, Holanda, Bulgaria), esta lucha llevó a la escisión. Ningún marxista dudaba de que el oportunismo era la expresión de la política burguesa en el movimiento obrero, la expresión de los intereses de la pequeña burguesía y de la alianza de una ínfima parte de obreros aburguesados con “su” burguesía contra los intereses de las masas proletarias, de las masas oprimidas. 

Las condiciones objetivas de fines del siglo XIX reforzaron de un modo particular el oportunismo, transformando la utilización de la legalidad burguesa en una servil sumisión a esa legalidad, formando un pequeño sector de burocracia y de aristocracia de la clase obrera y atrayendo a las filas de los partidos socialdemócratas a muchos “compañeros de viaje” pequeñoburgueses.

La guerra ha precipitado el desarrollo, transformando el oportunismo en socialchovinismo, y en una alianza abierta, la alianza secreta de los oportunistas con la burguesía. (…) El oportunismo y el socialchovinismo tienen una misma base económica: los intereses de un sector ínfimo de obreros privilegiados y de la pequeña burguesía, que defienden su situación de privilegio y su “derecho” a unas migajas de beneficios que “su” burguesía nacional obtiene del pillaje de otras naciones, de las ventajas propias de una gran potencia, etc. (…) El contenido ideológico y político del oportunismo y del socialchovinismo es el mismo: la colaboración de las clases en lugar de la lucha entre ellas, la renuncia a los medios revolucionarios de lucha y la ayuda a “sus” gobiernos en su difícil situación, en lugar de sacar partido de esas dificultades en provecho de la revolución. (…) Hoy, la unidad con los oportunistas significa de hecho la subordinación de la clase obrera a “su” burguesía nacional y la alianza con esta burguesía para la opresión de otras naciones y para la lucha por los privilegios propios de una gran potencia, constituyendo, al mismo tiempo, la escisión del proletariado revolucionario de todos los países. (…) Sean las que fueren en cada caso las dificultades de la lucha contra los oportunistas, que dominan en muchas organizaciones, sean las que fueren en los distintos países las particularidades del proceso en el que los partidos obreros se van depurando de oportunistas, dicho proceso es inevitable y fecundo. El socialismo reformista muere; el socialismo que renace, como ha dicho muy bien el socialista Paul Golay, “será revolucionario, intransigente, insurreccional.”” [33]

La clase obrera no puede desempeñar su papel revolucionario en el mundo de no llevar una guerra implacable contra esa apostasía, contra esa falta de principios, contra esa actitud servil ante el oportunismo, contra ese envilecimiento teórico sin igual del marxismo. El kautskismo no es fortuito, sino un producto social de las contradicciones de la II Internacional, de la combinación de la fidelidad verbal al marxismo con la subordinación, de hecho, al oportunismo. 

En diferentes países, esta falsedad esencial del “kautskismo” se manifiesta de formas distintas. (…) En Rusia, Trotski, que rechaza también esa idea, se pronuncia igualmente en pro de la unión con el grupo oportunista y chovinista de Nasha Zariá” [34]

En el seno del movimiento comunista, de los partidos comunistas, la lucha entre la burguesía y el proletariado, entre el pensamiento burgués y el del proletariado revolucionario, es la lucha entre el oportunismo y el marxismo-leninismo.

La ciencia y la filosofía burguesas, enseñadas de un modo oficial por catedráticos oficiales para embrutecer a las nuevas generaciones de las clases pudientes y “azuzarlas” contra los enemigos de fuera y de dentro. Esta ciencia no quiere ni oír mencionar el marxismo, al que declara refutado y destruido; contra Marx arremeten con igual celo tanto los hombres de ciencia jóvenes, que hacen carrera rebatiendo el socialismo, como los ancianos seniles, que guardan el legado de toda clase de “sistemas” caducos. Los avances del marxismo, la difusión y el arraigo de sus ideas entre la clase obrera provocan inevitablemente la reiteración y el enconamiento de esos ataques burgueses contra el marxismo, el cual sale más fortalecido, más templado y con más vida de cada una de sus “destrucciones” a manos de la ciencia oficial.” [35]

La guerra de la burguesía contra el marxismo-leninismo, esto es, contra la organización de los obreros revolucionarios avanzados, el Partido, es a muerte. Lo hace de manera directa a través de sus órganos de represión y de manera soterrada a través de sus agentes infiltrados en el movimiento comunista, del oportunismo, cuya vertiente teórica es el revisionismo. El revisionismo impugna la ciencia del marxismo-leninismo en todas sus vertientes. Algo lógico por otro lado pues el carácter científico del marxismo-leninismo implica una ligazón completa entre todas sus partes integrantes de tal modo que atacar, incluso a una sola de dichas partes, implica un ataque y, consecuentemente, una negación del conjunto de la ciencia. Consiguientemente, el internacionalismo proletario, y la teoría del Estado, son dos de los blancos más ferozmente atacados por la burguesía y sus agentes revisionistas.

En el campo de la política, el revisionismo intentó revisar lo que constituye realmente la base del marxismo, o sea, la teoría de la lucha de clases. La libertad política, la democracia y el sufragio universal destruyen la base de la lucha de clases -nos decían los revisionistas – y desmienten la vieja tesis del Manifiesto Comunista de que los obreros no tienen patria. Puesto que en la democracia impera “la voluntad de la mayoría”, no debemos ver en el Estado, según ellos, el órgano de dominación de una clase ni negarnos a hacer alianzas con la burguesía progresista, socialreformista, contra los reaccionarios.” [36]

La inevitabilidad del revisionismo se debe a su raigambre clasista en la sociedad contemporánea. El revisionismo es un fenómeno internacional.” [37]

La lucha a muerte contra la burguesía en todos los terrenos por donde circula la lucha de clases –económico, político e ideológico– es la única fórmula existente para fortalecer las filas de la revolución proletaria, o lo que es lo mismo, las filas del movimiento comunista internacional y los partidos o secciones nacionales que lo conforman. “La lucha contra los revisionistas en torno a estas cuestiones reavivó el pensamiento teórico del socialismo internacional con la misma fecundidad que veinte años antes lo había hecho la polémica de Engels con Dühring.” [38]. Siendo la lucha en el terreno ideológico la que en la fase del imperialismo es la más preponderante para el avance de las posiciones revolucionarias del proletariado, “La lucha ideológica que el marxismo revolucionario sostuvo contra el revisionismo a fines del siglo XIX no es más que el preludio de las grandes batallas revolucionarias del proletariado, que, peses a todas las vacilaciones y debilidades de la pequeña burguesía, avanza hacia el triunfo completo de la causa.” [39]

El desarrollo de la lucha de clases y, en consecuencia, el desarrollo histórico del movimiento comunista internacional es la historia de la lucha de clases más cruenta y encarnizada. Y esta nos enseña que es la lucha contra el oportunismo, contra todo tipo de manifestación de la ideología burguesa, la lucha de clases sin cuartel contra la burguesía, siendo con toda seguridad la pequeña y mediana burguesía la más peligrosa en términos ideológicos para la clase obrera, la que fue forjando el Partido leninista para la lucha revolucionaria, para convertir la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria y lanzar la revolución mundial desgajando al capitalismo, rompiendo su eslabón más débil y liberándolo para la revolución mundial.

La III Internacional se fundó en 1918, cuando el largo proceso de la lucha contra el oportunismo y el socialchovinismo, sobre todo durante la guerra, condujo a la formación de partidos comunistas en una serie de naciones. (…) El rasgo más característico de esta Internacional, su misión, es cumplir poner en práctica los preceptos del marxismo y hacer realidad los ideales seculares del socialismo y del movimiento obrero. (…) La III Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista, burguesa y pequeñoburguesa y ha comenzado a implantar la dictadura del proletariado.” [40]

La guerra imperialista, unida por la potencia ideológica de dirigentes del marxismo como Lenin, pusieron al descubierto la esencia traidora de los oportunistas, de los agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero, y que todos ellos se lanzasen a las faldas de sus burguesías nacionales, abrazando el nacionalismo y el socialchovinismo, y por tanto defendiendo sus Estados burgueses y confrontándose al marxismo, es decir, al internacionalismo proletario y a la Revolución.

La guerra imperialista no deja de serlo cuando los charlatanes o los pequeños burgueses filisteos lanzan una “consigna” dulzona, sino únicamente cuando la clase que dirige la guerra imperialista y está ligada a ella con millones de hilos (incluso maromas) de carácter económico, es en realidad derribada y sustituida en el poder por la clase verdaderamente revolucionaria, el proletariado. De otro modo es imposible librarse de una guerra imperialista, así como de una paz imperialista, depredadora. (…) Al aprobar la política exterior de los mencheviques, al calificarla de internacionalista y zimmerwaldiana, Kautsky pone al descubierto, primero, toda la podredumbre de la mayoría oportunista de Zimmerwald (…) y, segundo –y esto es lo principal-, pasa del punto de vista proletario al pequeñoburgués, de la posición revolucionaria a la reformista. (…) El proletariado lucha para derribar a la burguesía imperialista mediante la revolución; la pequeña burguesía propugna el “perfeccionamiento” reformista del imperialismo, la adaptación a él, sometiéndose a él. (…) La táctica de los mencheviques se reducía en la práctica a dejar intactas todas las bases de la guerra imperialista, todas las bases de la dictadura burguesa, arreglando detalles de poca monta y componiendo pequeños defectos (“reformas”).” [41]  

El triunfo del marxismo-leninismo dentro del movimiento comunista sobre el oportunismo, sobre la burguesía y sus agentes, significó el triunfo de la Revolución proletaria, la Revolución de Octubre de 1917, y el fortalecimiento de las filas de la Revolución Proletaria Mundial, y de su organización, la III Internacional y, consecuentemente la rotunda derrota de la burguesía y “la fundación de la República Soviética internacional.” [42]

La lucha de clases encarnizada entre proletariado y burguesía incrementó todavía más su intensidad en la fase que se abrió tras la Revolución de Octubre, mutando cualitativamente, pasando a ser la contradicción fundamental la lucha entre imperialismo y socialismo en la nueva fase que se abría, y que aún perdura, la fase de la crisis general del capitalismo.

Respecto al período de la construcción del socialismo en la URSS y el golpe perpetrado por el imperialismo británico y norteamericano en alianza con el oportunismo, asesinando a Stalin, que abrió un periodo de cambio en la correlación de fuerzas en la dirección del PCUS que conllevó a la postre a la reversión y a la liquidación del socialismo en la URSS y la restauración del capitalismo, nuestro Partido publicó en octubre de 2019 el documento “¿Ha fracasado el socialismo?¿Estamos ante el fin de la historia?” (https://analisis.pcoe.net/hafracasadoelsocialismoestamosanteelfindelahistoria/) donde una de las conclusiones era que ”la propia burguesía reconoce que el socialismo es inexpugnable si el Partido leninista es capaz de depurar el oportunismo y mantenerse fiel a los principios marxistasleninistas (…) Según los propios enemigos de clase, según el imperialismo, la URSS no podía ser vencida por el imperialismo en una guerra convencional y debía ser derrotada por otros medios –guerra ideológica, propagandística, económica y psicológica-. Pero, fundamentalmente, la victoria del imperialismo requería acabar con el Partido. Sin la desvirtualización del PCUS, no hubiera sido posible acabar con la URSS.” [43]

A principios de los 60s el presidente norteamericano Kennedy confirmó el Plan Dulles – desarrollado por Allen Dulles, director de la CIA, en colaboración con espías de la Alemania nazi a la que EEUU dio cobijo– señalando “No podemos vencer a la URSS con una guerra clásica. Podemos vencerla con otros métodos: ideológicos, psicológicos, con propaganda antisoviética, con medidas económicas.” [44]

La URSS demostró la superioridad del socialismo. También demostró la necesidad del Partido, que éste se fortalece en guerra abierta contra el oportunismo, contra la burguesía que es consciente que para derrotar al socialismo requiere no solo de la violencia y del crimen, sino fundamentalmente de alimentar al oportunismo que es su punta de lanza para desnaturalizar al Partido leninista, condición imprescindible para revertir el socialismo como también nos muestra la experiencia soviética. Y cómo no, la experiencia del país de los soviets también nos enseñó que el oportunismo desemboca en el anticomunismo, que es una cualidad propia del fascismo. Y es que hay que recordar las palabras de Gorbachov en un discurso en la Universidad Norteamericana de Turquía en 2018 donde este títere de la CIA pronunció que “El objetivo de mi vida fue la aniquilación del comunismo.” [45]

Como bien demostró nuestro Partido en octubre de 2019 con el documento “¿Ha fracasado el socialismo? ¿Estamos ante el fin de la historia?”, el socialismo no fracasó sino que fue el oportunismo, el abandono progresivo del socialismo, lo que socavó la experiencia de la Unión Soviética.

Bajo la manta de la desestalinización, los imperialistas y sus oportunistas colocaban las bases para liquidar el socialismo. “En el plano económico, Khruschev introdujo reformas para socavar la centralización económica y, con ella, la economía planificada. Las medidas realizadas en este sentido incrementaron el grado de desigualdad en dos niveles. Por un lado, entre burócratas y el pueblo soviético, y por otro, entre las diferentes naciones que conformaban el Estado soviético. Entre otros efectos perniciosos, esta decisión conllevó no solo el desarrollo y fortalecimiento de una clase privilegiada de burócratas, sino que abonaba el terreno para el desarrollo del nacionalismo, estrategia contenida en los planes imperialistas para hacer implosionar el Estado soviético.” [46]

Socavando la base económica socialista se avanza inexorablemente hacia el capitalismo y se va progresivamente alterando toda la superestructura en la dirección capitalista. Por consiguiente, liquidar la centralización de la economía y la economía planificada abre la puerta a un incremento de la desigualdad, a la competencia, a la corrupción, al nacionalismo, en definitiva, al oportunismo porque lo que se abre realmente camino es el capitalismo y, con él, toda la basura ideológica burguesa.

Es a partir de Krhuschev, del XX Congreso del PCUS, del triunfo del golpe de Estado perpetrado por el imperialismo en la URSS, cuando se sientan las bases para desactivar y liquidar al socialismo.

La Unión Soviética ha conocido dos grandes puntos de ruptura con el socialismo: el informe de Khruschev de 1956, que marcó el repudio de ciertos principios esenciales del leninismo, y en 1990, la Perestroika de Gorbachov, que dio paso a la economía de mercado. (…) El revisionismo de Khruschev abrió un periodo de transición del socialismo al capitalismo. (…) Los elementos burgueses nuevos y antiguos necesitaron 30 años para pasar de la infancia a la edad adulta, para afirmar y consolidar sus posiciones en el terreno político, ideológico y económico. El proceso de degradación, comenzado en 1956, requirió de tres decenios para terminar con el socialismo.” [47]

En términos ideológicos estas modificaciones de la base significaron el desarrollo de todo tipo de oportunismo. Todos decían de boquilla defender las ideas de Marx, Engels o Lenin, sin embargo, atacaban ferozmente al mejor de sus discípulos, Stalin, dirigente que fue capaz de desarrollar progresivamente el socialismo en la Unión Soviética, en llevar a la práctica las ideas de los padres del marxismo-leninismo.

Es a partir de 1956 cuando se empiezan a multiplicar las fracciones en el seno del Movimiento Comunista Internacional. Desde la centralidad del Movimiento Comunista, el Partido leninista, y concretamente desde quien ejercía de facto la misma, el PCUS, se va abriendo progresivamente un proceso donde la lucha de clases frontal contra el imperialismo se va tornando una cohabitación o coexistencia de dos bloques, donde se habla de profundizar la democracia burguesa como vía para alcanzar al socialismo en lugar de la conquista del poder por la vía de la Revolución. Consignas propias del marxismo-leninismo son totalmente desvirtuadas por los oportunistas para degradar al socialismo y para arrodillarlo ante el imperialismo, el cual se iba fortaleciendo no por la debilidad del socialismo, sino por la labor de desnaturalización y envilecimiento de éste por parte del oportunismo, entroncado esta vez en la dirección del PCUS y, consecuentemente, del Movimiento Comunista Internacional.

La ideología burguesa socavaba el internacionalismo proletario, el nacionalismo se iba fortaleciendo con la misma fortaleza que se degradaba la base económica socialista en la URSS y el capitalismo de Estado se desarrollaba y desarrollaba una nomenklatura, en la práctica una burguesía burocrática. “En la concepción del capitalismo de Estado, el partido revisionista constituía el crisol de la nueva burguesía: partido brezhneviano, nomenklatura y nueva burguesía eran sinónimos.” [48]

En ese proceso que duró tres décadas, los oportunistas en nombre de Marx y de Lenin, profanaron por completo la ciencia del marxismo-leninismo, la cual desnaturalizaron y envilecieron, de tal modo que toda acción y toda consigna era deformada para liquidar el internacionalismo proletario, para liquidar el materialismo dialéctico, para confrontar a los obreros del mundo y conciliar con los imperialistas, para dejar de hablar de la revolución proletaria mundial y hablar de profundizar en la democracia burguesa para conquistar el socialismo democrático, repudiando y negando la dictadura del proletariado.

Auténticos miserables como Carrillo, Sève, Marchais, Berlinger o Althusser, por poner un ejemplo, utilizaban a los partidos comunistas para arremeter contra el comunismo siendo consecuentes con la política impuesta tras el XX Congreso del PCUS. Althusser nos contaba cómo combatía al marxismo-leninismo en el seno del Partido Comunista Francés (PCF): “Decidí entonces intervenir políticamente en Francia. Y decidí hacerlo desde el interior del Partido Comunista. Además, quise intervenir ahí para luchar contra la influencia del estalinismo que aún persistía. Pero no tuve posibilidad de elegir: si hubiese intervenido públicamente en la política del partido –que se rehusaba a publicar mis textos filosóficos sobre Marx por considerarlos herejes y peligrosos– me hubiera yo encontrado marginado y sin ninguna influencia. Por lo tanto, me quedaba una sola vía de intervención: la teórica, a través de la filosofía (…) Me interesaba desde que ingresé al partido que se abandonara esta tesis –el materialismo dialéctico– por impensable.” [49]. Fruto de este trabajo de zapa desde el interior de los partidos comunistas, los diferentes ismos que revisaban el marxismoleninismo lo que realmente significaban no era otra cosa que la negación del marxismoleninismo.

El producto de 3 décadas de correlación de fuerzas favorable al oportunismo en el PCUS – entre las décadas de los 60s y los 80s del siglo pasado– fue la liquidación del socialismo en la URSS, la división de la unión fraternal de los trabajadores de las diferentes naciones que conformaban la Unión Soviética, el restablecimiento del capitalismo en la antigua URSS y en la Europa del Este, la destrucción del Movimiento Comunista, en definitiva, una derrota de la clase obrera mundial de la que todavía hoy el proletariado del mundo sufre las consecuencias y las está pagando con creces con una miserable vida.

Ya desaparecida la URSS, el imperialismo ha saqueado inmisericordemente el mundo, sin escatimar en desarrollar todo tipo de guerra imperialista, todo tipo de golpe de estado al objeto de robar impunemente los recursos y la vida de los pueblos.

Durante estos 32 años sin la Unión Soviética, sin el campo del socialismo, el imperialismo ha demostrado su esencia reaccionaria y violenta, cuya dialéctica conduce a la humanidad a la guerra imperialista, encontrándonos en los albores de la III Guerra Mundial. Estos 32 años demuestran que la única alternativa que hay al imperialismo es el socialismo, la revolución proletaria mundial, y que únicamente el marxismo-leninismo puede armar a la clase revolucionaria –que es la clase explotada que tiene una necesidad objetiva de emanciparse socialmente y arrancar las cadenas de la explotación capitalista– organizativa e ideológicamente para romper revolucionariamente con el capitalismo y para construir un mundo nuevo, el socialismo como fase preliminar del comunismo. No solo la historia nos demuestra esta realidad. También la dialéctica, la lucha de contrarios, nos enseña que el despliegue anticomunista que la burguesía sigue realizando persigue que el proletariado piense que el socialismo se halla desfasado y caduco, algo que el propio enemigo de clase es plenamente consciente de su falsedad, siendo por ello que gasta una ingente cantidad de recursos en combatir a los comunistas.

Desgraciadamente, en el movimiento comunista internacional hoy se siguen reiterando consignas pasadas y que la historia ha demostrado como fracasadas como, por ejemplo, la de seguir incidiendo en el legalismo, en el reformismo, renunciando a la vía revolucionaria y a la dictadura del proletariado, apostando por alianzas interclasistas donde no existe un sujeto revolucionario ni un proyecto político de superación del imperialismo,  al igual que anteponiendo la particularidad a los intereses generales de la revolución proletaria mundial que son los intereses generales del proletariado.

Para nuestro partido es esencial recuperar los principios del marxismo-leninismo y el único proyecto histórico viable que sucederá al capitalismo putrefacto y monopolista es el socialismo como paso previo al comunismo. Por ello, es necesario la unidad de la clase proletaria, que es el sujeto revolucionario. Y esta unidad se teje desde dentro de la clase, siendo equivalente a la unidad de su vanguardia, del movimiento comunista. Hoy más que nunca es necesario volver a Marx, Engels, Lenin y Stalin pues las condiciones objetivas hoy, con el capitalismo monopolista ya agotado y que ya ha cumplido con todo su desarrollo productivo, coronado con la automatización, están dadas verdaderamente por primera vez en la historia. Nuestro Comité Central planteó al movimiento comunista internacional una Tesis Sobre el Imperialismo y el Movimiento Comunista Internacional, aprobada en enero de 2022, donde nuestro Partido manifiesta cual es nuestra posición ante la coyuntura en la que hoy la humanidad se encuentra. Y la humanidad únicamente tiene una salida: derrocar al imperialismo y construir el socialismo, tarea que no es posible mientras los comunistas no estemos unidos y en nuestro lugar –la vanguardia de nuestra clase social, la clase obrera– llevándola al combate sin cuartel contra la burguesía en todos los terrenos.

5. Acerca del Movimiento Comunista Español

Como hemos visto a lo largo del presente documento, la clase obrera no tiene patria. Consecuentemente, la situación de la clase obrera en el Estado español se manifiesta de una manera análoga a la clase obrera de otros Estados cuyo desarrollo económico es similar.

En España, en la época del rompimiento de la I Internacional, “todo lo que no era anarquista en el movimiento obrero, era decididamente proudhoniano” [50]. Sin embargo, la I República española sirvió para que la clase obrera conociera bien a la anarquía y sus dirigentes y empezaran a fortalecer las fuerzas del socialismo. “En cuanto se enfrentaron con una situación revolucionaria seria, los bakuninistas se vieron obligados a echar por la borda todo el programa que hasta entonces habían mantenido. En primer lugar, sacrificaron su dogma del abstencionismo político y, sobre todo, del abstencionismo electoral. Luego, le llegó el turno a la anarquía, a la abolición del Estado; en vez de abolir el Estado, lo que hicieron fue intentar erigir una serie de pequeños Estados nuevos. A continuación, abandonaron su principio de que los obreros no debían participar en ninguna revolución que no persiguiese la inmediata y completa emancipación del proletariado y participaron en un movimiento cuyo carácter puramente burgués era evidente. Finalmente, pisotearon el principio que acababan de proclamar ellos mismos, principio según el cual la instauración de un gobierno revolucionario no es más que un nuevo engaño y una nueva traición a la clase obrera, instalándose cómodamente en las juntas gubernamentales de las distintas ciudades, y además casi siempre como una minoría impotente, neutralizada y políticamente explotada por los burgueses (…) ¿Cuál fue la consecuencia de esto? Que los bakuninistas entorpeciesen todo movimiento como en Barcelona, o se viesen arrastrados a levantamientos aislados, irreflexivos y estúpidos, como en Alcoy y Sanlúcar de Barrameda, o bien que la dirección de la insurrección cayera en manos de los burgueses intransigentes, como ocurrió en la mayoría de los casos. (…) Lo único que ha quedado en pie de los llamados principios de la anarquía, de la federación libre de grupos independientes, etc., ha sido la dispersión sin tasa y sin sentido de los medios revolucionarios de lucha que permitió al Gobierno dominar una ciudad tras otra con un puñado de tropas sin encontrar apenas resistencia. (…) En una palabra, los bakuninistas españoles nos han dado un ejemplo insuperable de cómo no debe hacerse una revolución.” [51]

Los marxistas, expulsados por los bakuninistas de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores –I Internacional– conformaron la Nueva Federación Madrileña, y años más tarde, en 1879, crearon el Partido Socialista Obrero Español, partido perteneciente a la II Internacional.

A pesar de que el Estado español se mantuviera neutral en la primera guerra mundial, la lucha de clases trasciende las fronteras. Y de la guerra imperialista devinieron luchas revolucionarias en diferentes países de Europa, demostrándose que la clase obrera y su lucha revolucionaria por su emancipación social, por el socialismo, es mundial. La parte marxista del PSOE apoyó a los internacionalistas liderados por Lenin. También aquí se produjo la ruptura de los marxistas con la socialdemocracia de la II Internacional, la ruptura de los revolucionarios con los reformistas. En el V Congreso de la Federación de las Juventudes Socialistas celebrado en diciembre de 1919 resolvió adherirse a la III Internacional. Meses después, una Asamblea Nacional de dicha organización acordó transformar la Juventud Socialista en Partido Comunista.

La creación del Partido Comunista significó el comienzo de un nuevo periodo en el desarrollo del movimiento obrero español. (…) A partir de entonces, éste contaría con un Partido marxista de nuevo tipo, que desde el primer día se revelaba como una fuerza política dotada de un claro contenido proletario; como un partido inspirado en los métodos y principios leninistas de organización; como un combatiente de vanguardia por la transformación de la España semifeudal y monárquica en una España democrática y abierta al progreso social; como un defensor insobornable d ellos obreros, de los campesinos y de las masas laboriosas en general; como un partidario ardiente del internacionalismo proletario y amigo fiel del primer Estado de los obreros y de los campesinos, del primer Estado Socialista. (…) La constitución del Partido Comunista Español aceleró el deslindamiento de las diferentes tendencias que luchaban en el seno del Partido Socialista Obrero Español (…) En el segundo Congreso extraordinario del PSOE, reunido en julio de 1920, la mayoría aplastante de los delegados se pronunció por el ingreso en la III Internacional y por el envío a Moscú de dos delegados, al objeto de entrevistarse con el Comité Ejecutivo de la I.C. Pero los líderes reformistas supieron desvirtuar la resolución del Congreso, condicionándola con tres cláusulas que, de hecho, anulaban su valor (…) Los dirigentes de la Internacional Comunista, y Lenin personalmente, dedicaron muchas horas a los delegados socialistas españoles, Daniel Anguiano y Fernando de los Ríos, esforzándose en esclarecerles todos los problemas que éstos suscitaron. El Comité Ejecutivo de la I.C. rechazó las 3 condiciones del PSOE, proponiéndole en cambio la aceptación de las 21 condiciones aprobadas en el II Congreso de la III Internacional. Estas condiciones eran necesarias en aquellas circunstancias para ayudar a la formación y el desarrollo de los partidos comunistas y también para impedir la penetración en la I.C.  de elementos derechistas y centristas que pugnaban por transformarla en otra edición de la II Internacional. 

De vuelta a España, y al informar ante el III Congreso extraordinario del Partido Socialista, Fernando de los Ríos puso de manifiesto su mentalidad liberal burguesa, que le impedía comprender el significado y la grandeza de la revolución socialista y (…) se pronunció contra las 21 condiciones y propuso la adhesión del Partido Socialista a la llamada Internacional Segunda y Media, que aparecía como la heredera de la Internacional Socialista enterrada vergonzosamente, por la traición al socialismo de sus dirigentes, en los campos de batalla de la primera guerra imperialista.

El camarada Anguiano, en cambio, abogó por el ingreso en la Internacional Comunista, por la aceptación de las 21 condiciones. En el mismo sentido se manifestaron muchas agrupaciones socialistas, sobre todo las de los centros industriales más importantes del país, tales como Asturias, el País Vasco, Río Tinto y otros. Y si la moción reformista obtuvo mayoría – 8.858 contra 6.094 -, ello se debió a los amaños y habilidades en que eran duchos los líderes derechistas. 

Al conocerse los resultados de la votación, Antonio García Quejido, miembro de la Comisión Ejecutiva, fundador del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores, y uno de los líderes más prestigiosos del movimiento obrero, declaró que los vocales de la Ejecutiva partidarios de la III Internacional se separaban del Partido Comunista Obrero.” [52]

De la irresistible atracción que las ideas comunistas ejercían sobre las masas socialistas españolas es testimonio el hecho de que la nueva Federación Nacional de Juventudes Socialistas, creada después de que la anterior se transformara en Partido Comunista Español, decidiese en abril de 1921 convertirse en Federación de Juventudes Comunistas adherida a la III Internacional. ¡Por segunda vez la juventud socialista se incorporaba al movimiento comunista!

La existencia de dos partidos comunistas creaba una situación confusa y peligrosa para el propio desarrollo del movimiento comunista y mantenía a la clase obrera en actitud expectante; de ambas cosas sólo podían beneficiarse el reformismo, que con la creación del Partido Comunista había sufrido un rudo golpe, y la burguesía, que desde la aparición del Partido volcó sobre él la furia de la represión. 

Los consejos de la Internacional Comunista contribuyeron a vencer esta situación anómala y a unificar los dos partidos. 

Del 7 al 14 de noviembre de 1921 se celebró en Madrid la Conferencia de fusión de los dos Partidos Comunistas.” [53]

Como puede comprobarse, la III Internacional nacida de la fidelidad a la ciencia del marxismo-leninismo y de la consecuente lucha a muerte contra la burguesía y su obra más nociva dentro del movimiento obrero, el oportunismo, era la organización del proletariado y la unificadora de todas las fuerzas de la clase obrera, que es la fuerza de su vanguardia marxista-leninista.

El Partido Comunista de España, constituido ya como la sección española de la Internacional

Comunista, como no podía ser de otro modo, aplicaba la política emanada de la III Internacional, ya fuera la lucha contra el oportunismo y el socialchovinismo o ya fuera la tesis política del Frente Único aprobado por el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista en diciembre de 1921, al objeto de vincular a las masas con el partido y ganar a los elementos revolucionarios para el partido. “Desde el momento de su nacimiento, el Partido Comunista de España llevaba en su bandera inscrita la idea de la unidad de la clase obrera y de las masas trabajadoras. La división constituía una tragedia para la clase obrera de nuestro país, de la que se derivaron muchas de las derrotas que fueron jalonando el historial heroico y combativo de los trabajadores españoles (…) El Partido Comunista venía a superar esa división, comprendiendo que la unidad era un problema crucial para los destinos de la revolución española. Para el Partido, la unidad obrera no era un concepto sentimental, sino una necesidad de la acción revolucionaria. (…) García Quejido y sus camaradas, al integrarse en el movimiento comunista, declararon que su anhelo era hermanar a la clase obrera en la acción, unificar sus esfuerzos para la lucha, formar el bloque revolucionario único. Esta idea presidió las actividades del Partido Comunista desde sus comienzos y ocupó un puesto central en las preocupaciones de su primer Congreso, reunido en Madrid, el 15 de marzo de 1922. (…) el Congreso aprobó la política del Frente Único con los trabajadores ugetistas y anarquistas. Se adoptaron algunas decisiones importantes sobre el reforzamiento del trabajo sindical y la lucha por la fusión de las dos grandes centrales sindicales UGT y CNT. Se hizo un llamamiento a los obreros agrícolas y a los campesinos, invitándoles a estrechar las relaciones con los obreros de la ciudad y a luchar junto a éstos. (…) En el verano de 1922 la dirección de nuestro Partido se dirigió en carta abierta al Partido Socialista Obrero Español, a la UGT, a la CNT y a la Federación de grupos anarquistas proponiendo la formación del Frente Único sobre la base de un programa que propugnaba la lucha contra la rebaja de salarios y contra la prolongación de la jornada de trabajo, la destitución de Martínez Anido y Arlegui en Barcelona y de Regueral en Bilbao, la amnistía a todos los presos políticos, la supresión de la pena de muerte y el fin de la guerra en Marruecos. (…) Las direcciones nacionales del PSOE y UGT se opusieron a toda idea de conjugar los esfuerzos de los trabajadores y cursaron a sus secciones la orden de no participar en mítines con los comunistas (…) En noviembre de 1922, en el XV Congreso de la UGT fueron expulsados veintinueve sindicatos dirigidos por comunistas.” [54]

La UGT y el PSOE, sin embargo, no tenían reparos en apoyar la dictadura de Primo de Rivera. “Económicamente, las consecuencias de la dictadura fueron el empobrecimiento de las masas trabajadoras y el enriquecimiento de los grandes terratenientes, de la gran industria y de la Banca. (…) Desde el primer momento, el Partido Comunista tuvo una visión certera y una actitud clara ante la instauración de la dictadura primorriverista. (…) El día 13 de septiembre, al conocerse el golpe de Estado, el Partido reiteró sus llamamientos a formar el Frente Único para la lucha contra la dictadura militar. Aquella misma tarde se reunían en Madrid delegados del Partido Comunista con representantes de la Federación Madrileña de la CNT y de los grupos anarquistas, quedando constituido un Comité de Acción contra la Guerra y la Dictadura (…) Las direcciones del PSOE y de la UGT, no sólo respondieron a este llamamiento con una negativa rotunda a la unidad de acción de la clase obrera, sino que se lanzaron por la vía de la colaboración con la dictadura. (…) Los dirigentes reformistas de la UGT colaboraron en la persecución de los sindicatos revolucionarios dirigidos por comunistas. (…) Primo de Rivera gustaba de elogiar “la lealtad” de los dirigentes socialistas y la premiaba con ventajosos enchufes y sinecuras. (…) Entre tanto, la violencia represiva del Directorio contra los trabajadores revolucionarios se acentuaba día a día, sobre todo a partir de octubre de 1923. Los líderes anarquistas no resistieron la presión y, bajo su influjo, la CNT suspendió su actividad, clausuró sus locales y suprimió su prensa. Este acto de “autodisolución” constituyó una deserción ante el enemigo, pues privaba a los trabajadores confederales de sus organizaciones de defensa cuando mayor era su menester. (…) Tres de los sindicatos cenetistas más importantes de Barcelona – metalúrgico, transporte y textil – protestaron contra esta decisión de renunciar a la lucha, que dejaba las manos libres al dictador. En Sevilla, importantes sindicatos de la CNT se negaron a disolverse; continuaron luchando de forma autónoma. Sus principales dirigentes – entre ellos José Díaz -, ardientes defensores de la Revolución Socialista Rusa se fueron acercando cada vez más al Partido Comunista, en cuyas filas ingresaron años más tarde.” [55]

La política de la III Internacional se abría paso en el Estado español a través del PCE. En la dictadura de Primo de Rivera fue el único partido que estuvo junto con la clase, algo lógico porque el Partido leninista es el auténtico partido de la clase obrera y, por esa razón, sufrió fuertemente la represión, al igual que la clase obrera.

La Monarquía no se había derrumbado al simple influjo del sufragio. La piqueta demoledora fue la acción huelguística de los obreros y de los campesinos, las revueltas estudiantiles, la protesta de los intelectuales, la insubordinación de los militares demócratas, la oposición de la burguesía de las ciudades y, en no poca medida, la crisis general del capitalismo que repercutía de nuevo en España.” [56]

La proclamación de la República fue un acto progresivo que abría la posibilidad de destruir los obstáculos que entorpecían el avance social y político y retrasaban el florecer económico de España. Pero bien pronto se dejaron sentir las consecuencias del oportunismo del Partido Socialista; de la colaboración con la dictadura de Primo de Rivera pasó a desempeñar en los gobiernos el papel de auxiliar de los partidos burgueses dejando la dirección del Estado en manos de la burguesía, de una burguesía que demostró en seguida su falta de voluntad para llevar a cabo las transformaciones democráticas que el pueblo exigía y España precisaba (…) con la proclamación de la República, el bloque de la aristocracia latifundista y de la alta burguesía, que bajo la hegemonía política de la primera había gobernado el país desde la restauración monárquica de 1874, fue desplazado del Poder y sustituido por un bloque de fuerzas que representaba al conjunto de la burguesía, a excepción de algunos sectores del capital monopolista.” [57]

No era la primera vez que la pequeña burguesía gobernaba el país. El precedente estaba en la República del 73. Y tanto la Primera como la Segunda República confirmaron la incapacidad de la pequeña burguesía para llevar a cabo la revolución democrática hasta el fin. (…) Intercalada social y políticamente entre un proletariado y unas masas de campesinos pobres fuertemente radicalizados, de un lado, y una aristocracia y una burguesía contrarrevolucionarias, de otro, la pequeña burguesía realizaría forzosamente una política contradictoria y vacilante. Y lo que es más grave, dentro de ese curso oscilatorio prevalecería en la obra de los gobiernos Azaña la inclinación claudicante a granjearse la benevolencia de los de arriba y a reprimir, en cambio, brutalmente los impulsos de justicia social de los de abajo, olvidando que eran los obreros y campesinos, las masas trabajadoras en general, quienes constituían el primer sostén de una auténtica democracia republicana, frente a las fuerzas tradicionales de la reacción española.” [58]

La política de los partidos republicanos pequeño-burgueses y del Partido Socialista Obrero Español no sirvió para consolidar la República, sino para defraudar las esperanzas de las masas y dar a la reacción la posibilidad de rehacer sus posiciones.” [59]

Nuevamente la pequeña burguesía ni tan siquiera se mostró capaz de acometer las reformas democráticas que en aquel momento requería el país. Al igual que en la Primera República, la pequeña-burguesía –e incluimos aquí a los anarquistas cuyo pensamiento es totalmente burgués– demostró una incapacidad absoluta para desarrollar el federalismo y realizar transformaciones económicas y sociales que hicieran que España rompiera las cadenas que le ataban al feudalismo y que devolvieron al poder a la monarquía borbónica. En definitiva, en la Segunda República la pequeña burguesía no pasó de ser un buen siervo de la oligarquía terrateniente, de la gran burguesía, de los grandes represores de la clase obrera y de los campesinos.

Nuevamente, la ciencia del marxismo-leninismo y su organización –la Internacional Comunista y su sección española, el PCE– evidenciaron que únicamente el proletariado armado de su ideología emancipadora, el marxismo-leninismo y su organización leninista, son el único sujeto revolucionario existente pues eran los únicos que actuaban en base a la dialéctica de la lucha de clases que es quien determina la dialéctica de la historia.

Bajo la presión de las masas y con la valiosa ayuda ideológica de la Internacional Comunista, el Partido inició la revisión de su política, adaptándola a la situación real y a lo que eran principios normativos comunistas en la revolución democrático-burguesa.” [60]. La resolución del problema de la tierra, la reforma agraria antimonopolista y antilatifundista, el pleno disfrute de los derechos políticos y sociales y la elevación del nivel de vida de la clase fundamental de la sociedad, el proletariado, la resolución del problema de las nacionalidades y la defensa del derecho a la autodeterminación e incluso a la separación de Cataluña, Euskadi y Galicia, independencia nacional de Marruecos, separación Iglesia-Estado, democratización del Ejército depurando a los fascistas del cuadro de mandos de las fuerzas armadas, eran los ejes fundamentales de la acción política del PCE junto con la organización del pueblo para unificar a la clase obrera y para combatir al fascismo, las tácticas del Frente Único, Frente Antifascista y del Frente Popular también emanadas de la Internacional Comunista.

La acertada política de la Internacional Comunista y su lectura exacta del momento histórico, tanto a nivel internacional como concretamente a nivel español, hizo que el PCE pasara de la clandestinidad, de una debilidad notable, a ser el partido que no sólo logró virar la República sino que se erigió en el mayor baluarte de las masas proletarias en la lucha por el progreso social y contra el fascismo.

El análisis científico de la situación española en el marco de la crisis general del capitalismo formulado por la Internacional Comunista no solo orientaba al PCE en la dirección correcta que hacía que el Partido cada vez tuviera una mayor influencia sobre las masas proletarias y campesinas sino que servía para fortalecer internamente el Partido mediante la depuración de elementos oportunistas. Y, cómo no, el internacionalismo proletario era una piedra de toque fundamental para el fortalecimiento ideológico y organizativo del Partido.

En el IV Congreso del PCE de marzo de 1932 en Sevilla “[…] El Congreso no desplazó del Buró Político a Bullejos, Adame y Trilla, confiando en que éstos rectificarían sus errores. Sin embargo, los pacientes esfuerzos del Partido para ayudarles fracasaron y el 21 de octubre tuvieron que ser excluidos de las filas del Partido Comunista de España. Su expulsión en aquel período fue una necesidad vital para el fortalecimiento ideológico, político y orgánico del Partido (…) El grupo no había comprendido el carácter de la revolución democrático-burguesa antes del 14 de abril. Su error partía de una falsa apreciación del carácter del Poder bajo la Monarquía; cerraba los ojos a los vestigios feudales existentes en el país y al peso político que conservaba la aristocracia latifundista, considerando que, dentro del bloque gobernante, llevaba la dirección la burguesía y no la aristocracia terrateniente (…) Este desenfoque impidió al grupo comprender la importancia de la revolución agraria, nervio central de la revolución democrática española (…) El grupo mantenía también en la cuestión nacional una posición errónea. La justa consigna del Partido “Derecho de autodeterminación e incluso separación para Cataluña, Euzkadi y Galicia”, era interpretada como una consigna de separación inmediata y obligatoria de dichas nacionalidades, lo que constituía una burda deformación del pensamiento del Partido, ferviente partidario de la unión voluntaria y no de la separación de los pueblos hispanos. (…) Los pacientes esfuerzos de la Internacional Comunista para ayudarles a vencer sus incomprensiones fueron rechazados, lo que era tanto como no aceptar la ayuda del movimiento comunista mundial, su experiencia revolucionaria. El grupo abandonaba el internacionalismo proletario y caía en un chovinismo provinciano y pequeñoburgués.” [61]

El IV Congreso “corrigió la orientación estrecha y dogmática que frenaba el desarrollo del Partido y, en cierta medida, le apartaba de las masas. A partir de entonces se produjo el proceso de consolidación y reafirmación del Partido Comunista de España como vanguardia dirigente de la clase obrera.  El Partido penetró ampliamente en las filas de la clase obrera y entre las masas campesinas. Su consecuente posición leninista sobre los problemas fundamentales de la revolución democrática le granjearon la simpatía y la adhesión de hombres de diferentes sectores sociales que comenzaron a ver en el Partido Comunista una fuerza política seria, con la cual había que contar.” [62]

La subordinación del gobierno de las fuerzas republicanas pequeñoburguesas y del PSOE a los intereses de los terratenientes y de la burguesía financiera e industrial, a  la par que se ignoraban las demandas de las clases populares, unido al desarrollo de la crisis general del capitalismo, que abundaba en el empeoramiento, ya de por sí malo, de las condiciones de vida del proletariado de la ciudad y del campo, cimentaron una separación de las masas de éstas fuerzas en el gobierno, de tal modo que en 1933 los reaccionarios vencieron las elecciones y tomaron el gobierno. Nuevamente el oportunismo aupó al poder a la reacción, a los fascistas.

El gobierno de las derechas, fortalecidas por el ascenso al poder de Hitler en 1933 y con el apoyo del fascismo italiano, impusieron medidas nocivas contra la clase trabajadora y el campesinado pobre que incrementaban el grado de miseria de las masas laboriosas, liquidaron las mínimas conquistas democráticas arrancadas por el anterior gobierno e institucionalizaron el fascismo apoyándose en los órganos y leyes del Estado burgués republicano.

Ello llevo a la respuesta popular, a evidenciarse que “las elecciones de noviembre [de 1933] no eran el síntoma precursor de un repliegue de la lucha de las masas; antes bien, el movimiento revolucionario se desplegó después de aquéllas en toda su grandeza, confundiéndose en el torrente general de la lucha contra la reacción fascista del movimiento político y reivindicativo de la clase obrera, el movimiento campesino y el movimiento nacional-democrático. (…) El año de 1934 ocupa un lugar destacado en la historia de la lucha de nuestro pueblo contra el fascismo y no sólo por su heroico levantamiento armado, sino porque en él se inició el camino de la clase obrera hacia la unidad de acción. (…) En este auge combativo y unitario desempeñó un papel importante el Partido Comunista de España, animador de poderosas acciones en las que fue templándose el espíritu combativo de las masas, afianzándose la fe en sus propias fuerzas y solidificándose su unidad de acción.” [63]

La política del Frente Único se fue abriendo paso a través de la formulación de la Alianzas Obreras y Campesinas dotando de organización a la clase obrera para actuar activamente como sujeto político activo que dio respuesta al ascenso al gobierno del fascismo – CEDA – lanzándose en octubre de 1934 a la huelga, que en Asturias supuso una insurrección armada donde la clase obrera alcanzó temporalmente el Poder. Pero, nuevamente, el oportunismo fue determinante para desguarnecer a la clase obrera y salvarle los daños a la burguesía y su Estado. “La unidad sellada en las Alianzas Obreras, que en el transcurso de la lucha se habían convertido en algunos lugares en Alianzas Obreras y Campesinas, como preconizaba el Partido Comunista, fue clave en la gloriosa lucha de los obreros asturianos, que durante quince días tuvieron en sus manos el Poder. (…) Entre las causas de la derrota del movimiento de Octubre, además de la actitud ya señalada de los líderes anarquistas y de la capitulación de la Esquerra (ERC), hay que subrayar las deficiencias de la dirección del Partido Socialista. Los líderes del PSOE lanzaron a las masas al combate armado sin la debida preparación en el plano político y en el técnico. En realidad, en su cálculo, lo esencial no era preparar la acción revolucionaria de los trabajadores, sino agitar la amenaza de una insurrección popular para obligar al Presidente de la República a llamar a los socialistas a formar Gobierno. (…) Por otra parte, en el movimiento se reflejaron las consecuencias de la derrota de la huelga campesina de junio. A pesar de las propuestas del Partido Comunista, los líderes socialistas se habían negado entonces a respaldar la lucha de los jornaleros agrícolas con huelgas del proletariado industrial (…) A pesar de sus fallos, la insurrección de Octubre de 1934 fue la primera respuesta nacional de las fuerzas democráticas a los intentos de la reacción fascista de establecer en España su dominación (…) Y aunque en esta primera batalla seria contra el fascismo que se daba a escala nacional, pero con profundas repercusiones internacionales, el proletariado sufrió un revés, la reacción no pudo realizar plenamente sus designios (…) El pueblo derrotado era más fuerte que los vencedores.” [64]

En el verano de 1935 se reunió el VII Congreso de la Internacional Comunista, que tuvo una gran repercusión internacional y ejerció gran influencia en el fortalecimiento de nuestro Partido, así como en la lucha de las masas obreras y populares de España contra el fascismo.

En el momento de celebrarse el VII Congreso de la Internacional Comunista había en el mundo una situación en muchos aspectos nueva. El fascismo, sobre todo desde su instauración en Alemania, era un peligro directo para todos los pueblos de Europa. Y no solo Europa. 

¿Cómo hacer frente al fascismo? Tal era la gran cuestión colocada por la realidad misma ante el VII Congreso de la Internacional Comunista.

El movimiento comunista contaba a la sazón con ricas experiencias. En Francia, el Partido

Comunista había conseguido establecer un pacto de unidad de acción con el Partido Socialista y un acuerdo de Frente Popular entre las fuerzas obreras y democráticas para la lucha común contra el fascismo.

El Partido Comunista de España, en condiciones muy diferentes a las de Francia, a través de la lucha armada de Octubre y de los progresos de su política unitaria, mostraba también de una forma práctica cómo se podía combatir y hacer retroceder al fascismo. 

El VII Congreso de la Internacional Comunista generalizó las experiencias unitarias de Frente Único y de Frente Popular, que estaban ya en curso en Francia, España y otros países, y les dio una firme base de principio asentada sobre la teoría del marxismoleninismo. (…) Frente al fascismo (…) era imprescindible que los comunistas, aplicando principios claramente establecidos por Lenin, estableciesen un sistema flexible de alianzas, coincidencias y neutralizaciones que aislase al fascismo y diese a la lucha antifascista la mayor amplitud y eficacia posibles. 

El VII Congreso de la Internacional Comunista tuvo una actitud audazmente crítica y autocrítica respecto a ciertos errores sectarios cometidos en períodos anteriores. Ayudó de un modo decisivo a los comunistas a desechar posiciones y consignas falsas y sectarias (…). Después del VII Congreso de la Internacional Comunista, los partidos comunistas colocaron como eje de toda su actividad la lucha por el Frente Único Proletario y por el Frente Popular Antifascista; (…) En España, las repercusiones del VII Congreso fueron considerables e inmediatas. El VII Congreso daba una respuesta tan concreta, tan directa, tan acertada a los problemas que entonces preocupaban a los obreros y a los antifascistas todos de nuestro país, que suscitó en España una profunda conmoción política. La mayor parte de los periódicos de izquierda, socialistas y republicanos, comentaron favorablemente los debates del histórico Congreso.

Los acuerdos del VII Congreso de la Internacional Comunista influyeron favorablemente en las relaciones entre el PCE y el PSOE. (…) La Juventud Socialista, después del VI Congreso de la Internacional Juvenil Comunista, puso rumbo a la fusión con la Juventud Comunista para crear la organización única de la juventud trabajadora, sobre la base de los principios del marxismo-leninismo (…) La presión unitaria se hacía cada vez más fuerte en el seno del PSOE y se reflejaba en la actitud de Largo Caballero que, habiendo salido de la cárcel, estaba al frente del PSOE y de la UGT (…) La primera realización unitaria concreta fue la unidad sindical, con el ingreso de los sindicatos de influencia comunista – Confederación General del Trabajo Unitaria-  en los sindicatos de influencia socialista – UGT-, en diciembre de 1935.” [65] Y así, progresivamente aplicando la política marcada por el Movimiento Comunista Internacional, concretada por su partido en el Estado español, es como se fue arribando la unidad de las masas, concretándose políticamente en la conformación del Frente Popular para combatir al fascismo.

Como puede comprobarse, el papel de la Internacional Comunista  fue determinante para unir a los comunistas del Estado español en un único partido que actuaba como sección de la Internacional Comunista en España; fue determinante para conformar la unidad de las masas laboriosas en el combate contra el fascismo, para construir el Frente Popular que dio la victoria a la clase obrera y que cambió la dirección de la República, donde la clase obrera ocupaba el espacio central en la vida política del país erigiéndose en sujeto político fundamental para la democratización del país y para cerrarle las filas al fascismo.  Consecuentemente, la Internacional Comunista fue responsable de que la clase obrera a través del Frente Popular ganase las elecciones de febrero de 1936: “La participación conjunta de los obreros socialistas, comunistas y anarquistas en la batalla electoral de 1936, aunque no se firmó ningún acuerdo entre las organizaciones, fue un gran paso unitario (…) Las elecciones dieron la victoria al Frente Popular, que obtuvo 268 diputados (158 republicanos, 88 socialistas, 17 comunistas), contra 205 de la derecha y del centro. (…) Las elecciones no eran sólo la victoria de una coalición. Eran la victoria de una política, de la política de Frente Popular.” [66]

Lejos de disolverse, el Frente Popular se fortaleció después de las elecciones, y fueron constituidos Comités de Frente Popular hasta en los pueblos más pequeños. (…) Se llevaron a cabo grandiosas manifestaciones de masas, como la que tuvo lugar en Madrid el 1 de marzo, en la que participaron 600.000 personas y el impresionante desfile del 1º de Mayo. Ningún Gobierno había contado en España con un apoyo de masas comparable al que tuvieron los dirigentes republicanos en ese periodo. Disponían de todos los elementos para haber podido desarraigar del suelo de España, si hubiesen actuado al estilo jacobino, las plantas venenosas del fascismo, asegurando así el desarrollo pacífico de la democracia. Pero no lo hicieron (…) los dirigentes republicanos aplicaban una política de blanduras y vacilaciones con respecto a la reacción; con pretextos legalistas demoraban, o realizaban solo con cuentagotas, el Programa del Frente Popular (…) Si el Gobierno hubiese aplicado las medidas que el Partido Comunista reclamaba día tras día contra los generales y otros elementos fascistas que conspiraban contra la República, la sublevación militar del 18 de julio hubiese sido ahogada antes de estallar (…) con su actitud de vacilaciones y de ceguera ante los preparativos de la sublevación fascista, el Gobierno republicano dejaba de hecho las manos libres a quienes se disponían a lanzar a España al abismo de la guerra (…) Esas vacilaciones, esa ceguera, ese “empacho de legalismo” con el que se pretendía justificar el retraso en la aplicación del Programa del Bloque Popular no eran hechos casuales. Tenían una raíz de clase. Demostraban que la pequeña y mediana burguesía, por miedo a la clase obrera, no estaban dispuestas a liquidar la base material de la reacción, no estaban dispuestas a llevar adelante la revolución democrática en España.” [67] La pequeña y la mediana burguesía, a la hora de la verdad, entre la democratización de la sociedad y de la economía y entre la reacción, que mantiene su régimen de explotación, siempre optará por la reacción, por activa o por pasiva. Y en los sucesivos trances de la historia así ha quedado demostrado.

Así, ante la pasividad de la pequeña burguesía republicana, el oportunismo otorgó toda la cancha del mundo para el alzamiento militar fascista, para el estallido de la guerra civil. La clase obrera del campo y de la ciudad estaba muy por encima de un gobierno que demostró no estar a la altura de su pueblo. La Guerra Civil española trascendía las fronteras del Estado, siendo importante la victoria de los fascistas para los planes de Hitler y Mussolini, que no vacilaron en apoyar activamente el alzamiento y al bando sublevado con todo tipo de armas y de apoyo, al igual que el reaccionario portugués Salazar. Las “democracias” burguesas no vacilaron tampoco en apoyar a los fascistas sublevados dejando absolutamente tirado al pueblo trabajador español, el cual únicamente fue apoyado por su propia unidad y organización, resultado de la política de Frente Único, la Unión Soviética, y la clase obrera con la expresión de su internacionalismo proletario – las Brigadas Internacionales – donde nuevamente el Movimiento Comunista Internacional escribió una página con letras de oro en el libro de la historia, al igual que los comunistas españoles, determinantes en la creación del Quinto Regimiento, organizando al pueblo en la guerra revolucionaria contra el fascismo.

La política de No-Intervención y neutralismo era la aplicación al caso de España de la política de contemporización con el fascismo alemán y con el italiano, la política que venían practicando los círculos más rapaces del capital monopolista internacional y los gobiernos burgueses o socialistas que servían a los intereses de tales círculos (…) Las clases dominantes de Inglaterra y Francia, acostumbradas a tratar a España como a un país de segunda categoría, temían que el pueblo español saliera vencedor en aquella lucha armada, y se fortaleciera así el Frente Popular; para evitarlo, ayudaban con una política antidemocrática a la victoria del fascismo. (…) El imperialismo anglo-francés veía en el fascismo alemán el “puño de hierro” llamado a descargar, en su día, un golpe demoledor sobre el baluarte de la paz y del progreso, la Unión Soviética. Por esa razón abrieron a Hitler las puertas de Austria; por la misma razón tramaron la vileza de Múnich, en septiembre de 1938, donde se pusieron de acuerdo plenamente con Alemania e Italia para entregar Checoslovaquia al fascismo alemán, y por ello también actuaron como cómplices del fascismo italo-alemán en su agresión contra la España democrática.” [68]

La Guerra en España dejó bien patente que el Partido de la clase obrera, del campesinado y de todo aquél que propugnase francamente la democracia y el progreso social era el PCE, era la parte española de la Internacional Comunista. También retrató las vacilaciones de la pequeña burguesía y el papel miserable del oportunismo, fundamentalmente de los trotskistas. Al igual que el del ala derechista del PSOE, donde descollaba Besteiro, el cual prefería a Franco antes que triunfara en la Guerra el Frente Popular; prefería una España fascista a una comunista y como tal actuó, apuntillando a la República apoyando el golpe de Estado Casadista.

A los 5 meses de ser derrotada la República española, comenzó la segunda guerra mundial. (…) La resistencia del pueblo español, según afirmaba en el Manifiesto del Primero de Mayo de 1939 la Internacional Comunista, había frenado por espacio de casi tres años la agresión fascista.” [69]

El Partido llamaba a crear la Unión Nacional de todos los españoles, aunando los esfuerzos en torno a la cuestión decisiva del momento: impedir la entrada de España en la guerra y oponerse a la ayuda que la dictadura otorgaba a las potencias fascistas. (…) El Partido llamaba a los trabajadores y al pueblo a sabotear la producción destinada a Alemania, a protestar contra los envíos de víveres y productos a Hitler; realizó una campaña contra el reclutamiento de la División Azul, organizada por Franco e integrada por el Ejército alemán para la guerra contra la URSS. El Partido lanzó la consigna: “Ni un hombre, ni un arma, ni un grano de trigo para Hitler”. Fue el único partido español que, en la tierra misma de la patria, orientó y movilizó al pueblo en la lucha contra la entrada de España en la guerra (…) En el transcurso de la guerra contra el hitlerismo, el movimiento guerrillero desempeñó un papel muy importante como impulsor de la resistencia popular a la dictadura franquista (…) El Partido apoyó con todas sus fuerzas al movimiento guerrillero, que mantenía encendido, en el suelo de España, el fuego sagrado de la libertad y conservaba viva la esperanza de las masas en un futuro democrático. El trabajo de los comunistas daba un contenido político a la lucha de los guerrilleros (…) la actividad guerrillera contribuyó a frenar los deseos de participar en la guerra de Franco y su camarilla (…) Serrano Suñer reconoció, en el curso de una entrevista con Hitler a finales de 1940, las dificultades que para la entrada de España en la guerra representaba la existencia de grupos guerrilleros en el Norte del país y de “muchos elementos comunistas entre la población”. (…) El movimiento guerrillero fue uno de los aspectos en la contribución de las fuerzas revolucionarias españolas a la guerra mundial contra el fascismo. (…) Si España no participó totalmente en la guerra al lado de Hitler no fue gracias a Franco, sino a pesar suyo.” [70]

El Partido se esforzó por lograr que la situación favorable creada por el hundimiento de Hitler y la derrota del fascismo en el mundo fuera aprovechada por la democracia española para realizar una acción decidida contra la dictadura franquista, tanto en el interior como en el exterior. (…) El principal factor que permitió a Franco mantenerse en el Poder fue la conducta de los Gobiernos de Inglaterra y EEUU. En el curso de la guerra mundial esos Gobiernos realizaron una política de ayuda económica y política al franquismo; y cuando se acercó la “última hora” del hitlerismo, cuando en Francia, en Italia y en otros países surgieron poderosos movimientos populares y recibieron un fuerte impulso los  Partidos Comunistas, que luchaban por una democratización radical de sus países respectivos, los imperialistas de Inglaterra y EEUU acentuaron la orientación a impedir que en España triunfase la democracia y a conservar la dictadura de Franco como un reducto de la reacción en el occidente de Europa. Por su parte, Franco empezó a traspasar a los imperialistas norteamericanos, en el curso mismo de la guerra, la hipoteca hitleriana sobre España. (…) Esta actitud de Inglaterra y los EEUU y el temor de que en España se produjera un cambio democrático determinaron que la gran burguesía española y otros sectores burgueses mantuviesen su apoyo a la dictadura franquista en un periodo gravísimo para ella. (…) Factor muy importante de la pervivencia del franquismo fue también la política de los principales dirigentes del Partido Socialista, de la CNT y de los partidos republicanos y nacionalistas vascos y catalanes en el exilio (…) Mientras el PCE decía al pueblo que sólo con la acción y la lucha podría liberarse del yugo fascista y demostraba con su ejemplo que la lucha era posible, los dirigentes republicanos , socialistas y anarquistas repetían: “No hace falta hacer nada… no hay por qué arriesgarse ni gastar fuerzas… Franco caerá solo””. [71]

La guerra fría y el anticomunismo fueron para el franquismo una tabla de salvación. El imperialismo yanqui no sólo intensificó su ayuda a la dictadura, sino que acentuó su presión sobre diversas fuerzas del campo antifranquista para que rompiesen la unidad democrática plasmada en el Gobierno republicano en el exilio (…) Contra la unidad dirigieron sus golpes con especial celo los elementos más derechistas del PSOE y una fracción de la CNT” [72]. Sin duda, el único partido que combatió sin descanso y frontalmente al franquismo durante dicho periodo fue el Partido Comunista de España, tanto desde el interior como desde el exterior del país, con el apoyo inquebrantable del Movimiento Comunista Internacional del que formaba parte.

El 26 de septiembre de 1953, el Gobierno del General Franco suscribió con el de los EEUU un pacto militar que hipotecaba la soberanía nacional e incorporaba España a los planes bélicos el imperialismo norteamericano. Este pacto fue precedido por el Concordato concertado un mes antes entre el Vaticano y el franquismo.” [73]

Del 1 al 5 de noviembre de 1954 se reunió el V Congreso del Partido Comunista de España (…) El rasgo característico del Congreso fue la unidad política de los comunistas del interior y del exterior, la unidad monolítica de todo el Partido (…) El V Congreso discutió y aprobó el nuevo Programa y los Estatutos del Partido (…) Al exponer las soluciones del Partido en orden a la lucha por la democracia, la independencia nacional y la paz, en el Programa se diferenciaban dos etapas. En la primera etapa propugnaba la creación de un amplio Frente Nacional Antifranquista, cuyos objetivos serían el derrocamiento de la dictadura y la formación de un Gobierno provisional revolucionario. Los puntos fundamentales de la plataforma política de ese Frente y de su Gobierno podían ser, a juicio del Partido, los siguientes: restablecimiento de las libertades democráticas; liberación de los presos antifranquistas y ayuda a la repatriación de los emigrados políticos; derogación del pacto militar yanqui-franquista; adopción de medidas urgentes para mejorar las condiciones de vida de las masas populares y convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes para que el pueblo decidiese democráticamente sobre la forma del régimen.” [74]

Sin duda, el Movimiento Comunista Español, fiel reflejo del Movimiento Comunista Internacional, tiene en la historia del PCE el ejemplo claro de cómo el Movimiento Comunista se fortalece cuando se es fiel a los principios del marxismo-leninismo, cuando el Movimiento Comunista Internacional está unido y organizado, anteponiendo los intereses generales de la clase obrera y de la revolución proletaria a los intereses particulares, y cuando el combate contra el oportunismo y la ideología burguesa es a muerte puesto que la correlación de fuerzas en su seno es favorable a los marxistas-leninistas. Como hemos podido comprobar, gracias al Movimiento Comunista Internacional, gracias a la III Internacional, en el Estado español, los elementos marxistas rompieron con el socialchovinismo del PSOE, con la corrompida II Internacional y cómo se constituyeron en Partido Comunista. Gracias a la III Internacional los comunistas españoles fueron capaces de unirse en un único partido constituyendo el PCE. Gracias a la III Internacional y a la disciplina y destreza con la que los militantes comunistas españoles aplicaron la política de la III Internacional, de Frente Único, de Frente Popular, el Partido Comunista se erigió en el Partido de la clase obrera y del campesinado, combatió bravamente al fascismo, cumplió con sus deberes internacionalistas, erosionó al fascismo y contribuyó a la derrota de éste en la segunda guerra mundial. El PCE era el partido más prestigiado por la clase obrera del Estado español y es el Partido que los marxistas-leninistas reivindicamos, hasta ese momento.

Pero al igual que el Movimiento Comunista Internacional, cuando la correlación de fuerzas es favorable para los marxistas-leninistas, hace que las fuerzas revolucionarias de la clase obrera avancen, que progresivamente se vaya abriendo la Revolución Proletaria Mundial, que los partidos comunistas se desarrollen; cuando la burguesía monopolista a través de su obra más corrompida, el oportunismo, consigue vencer en la correlación de fuerzas en el seno del Movimiento Comunista Internacional, éste se desnaturaliza, actúa en contra de los principios del marxismo-leninismo llevando a la bancarrota a las filas del comunismo, llevando al matadero a la clase obrera, haciendo involucionar todo lo avanzado por las fuerzas revolucionarias, infringiéndole a la clase obrera mundial la derrota a la par que fortalecen las posiciones de sus amos, de los monopolios, del imperialismo. Sigamos analizando la historia del Movimiento Comunista español para comprobar qué efectos perniciosos tiene para los comunistas que el oportunismo desplace a los marxistas-leninistas de la dirección del Movimiento Comunista. Veamos cómo un Partido hasta 1953 ejemplar, gracias a la guía del marxismo-leninismo, se pervierte y se corrompe hasta la extenuación cuando el oportunismo alcanza la dirección del Movimiento Comunista y se convierte en una caricatura burguesa, que conduce a los trabajadores al redil de la burguesía, o lo que es lo mismo, a la derrota y al oprobio.

En 1960, el PCE se refería con referencia al XX Congreso del PCUS de la siguiente manera:

En febrero de 1956 se reunió el XX Congreso del PCUS que ha sido uno de los acontecimientos sobresalientes de la historia del movimiento comunista internacional. Sus conclusiones representaron una aportación creadora al acervo teórico del marxismo. (…) El XX Congreso del PCUS subrayó la importancia que en la nueva situación internacional tenía la coexistencia pacífica. El socialismo no necesita “exportar la revolución” ni recurrir a la guerra para triunfar. En la competencia pacífica entre el mundo socialista y el capitalista saldrá triunfante el primero. (…) El XX Congreso desarrolló también las ideas de Lenin sobre la variedad de formas de paso al socialismo según las particularidades de cada país. El Congreso centró la atención en el problema del paso pacífico al socialismo. Antes, cuando el capitalismo constituía un sistema mundial único, la posibilidad de tránsito pacífico al socialismo era remotísima. En cambio, en la actualidad existe y se fortalece el campo mundial del socialismo, el movimiento obrero y comunista se ha robustecido en todo el mundo, la perspectiva de agrupar a la gran mayoría de la población contra el poder de los monopolios es perfectamente viable; como consecuencia de estos factores, en una serie de países se puede crear tal superioridad de las fuerzas del progreso sobre la reacción, que impida a estas últimas recurrir a la violencia para mantener su poder y abra una vía pacífica y parlamentaria al socialismo sin insurrección armada ni guerra civil.” [75]

Como puede verse, ese XX Congreso del PCUS no vacilaba en pisotear el abecé del marxismo-leninismo, no vacilaba en asesinar a Marx cuando decía que “Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente” [76] y a Lenin cuando señalaba que “(…) la esencia de la teoría de Marx acerca del Estado sólo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria no sólo en general, para toda sociedad dividida en clase, no sólo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que separa el capitalismo de la “sociedad sin clases”, del comunismo. Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, de una manera o de otra, pero, en última instancia, necesariamente, una dictadura de la burguesía. Como es natural, la transición del capitalismo al comunismo no puede por menos que proporcionar una ingente abundancia y diversidad de formas políticas; más la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado.” [77]. La historia nos enseña que toda Revolución Social únicamente se ha podido llevar a término derrocando por la violencia el orden social existente, como aconteció, por ejemplo, en la Revolución de Octubre, por no hablar de otras experiencias como Vietnam, Cuba, China o Corea. Y la historia nos enseña que sólo se puede edificar el socialismo y avanzar hacia el comunismo mediante la imposición de la dictadura del proletariado.

La traslación de lo acordado en el XX Congreso al PCE lo explica el Comité Central de dicho partido de la siguiente forma: “(…) el Partido llegó a la conclusión de que maduraba la posibilidad de un entendimiento para la lucha contra la dictadura entre fuerzas que veinte años antes habían combatido en campos opuestos. La posibilidad de suprimir la dictadura sin pasar por una nueva guerra civil se convertía en algo hacedero. (…) Estas conclusiones llevaron al Partido a formular la política de la Reconciliación Nacional, expuesta en la declaración del Comité Central de junio de 1956, en vísperas del XX aniversario del comienzo de la guerra civil. (…) La política de Reconciliación Nacional representaba una propuesta de compromiso entre la clase obrera y otras clases y sectores sociales, a fin de sustituir la dictadura franquista por un régimen de libertades cívicas sin abrir un nuevo período de luchas sangrientas y guerras intestinas. (…) Así pues, lo que daba sentido a la política de la Reconciliación Nacional era, en primer lugar, el hecho de que la lucha de clases en nuestro país había entrado en una etapa en la que pasaba a primer plano la contradicción que enfrenta a diversas clases de la sociedad – desde el proletariado hasta la burguesía nacional – con la oligarquía monopolista, que tenía en la dictadura del general Franco su instrumento de opresión (…)” [78]. Ese XX Congreso del PCUS lleva por el barranco del oportunismo a la clase obrera, al movimiento comunista, pasando a negar la vía revolucionaria para profundizar la vía del parlamentarismo burgués, pasando por negar el derrocamiento del Estado burgués y la instauración de la dictadura del proletariado, por aceptar la vía democrático burguesa negando la lucha de clases para abrazar el interclasismo donde la burguesía nacional es una aliada, negando el papel de clase revolucionaria al proletariado y desfigurando la concepción de la coexistencia pacífica, no cómo un periodo de tregua temporal entre los dos sistemas al objeto de fortalecer al socialismo para arremeter contra el imperialismo y llevar a término la Revolución Proletaria Mundial, sino para garantizar que la clase obrera acatará el Estado burgués y sólo a través de éste tratará de avanzar hacia el socialismo, o lo que es lo mismo, negar a la clase obrera su papel revolucionario y el camino de la revolución proletaria. Todo lo expuesto para el XX Congreso del PCUS hay que reiterarlo para la política de la Reconciliación Nacional planteada por el PCE, el cual con dicha política hacía un viraje de 180 grados respecto de lo que había sido su política hasta 1954, a lo que había sido su gloriosa historia, para iniciar su putrefacto camino que culminó con la conversión del PCE en un partido eminente socialdemócrata y anticomunista, como lo es hoy, y como lo lleva siendo desde hace más de 50 años.

La historia nos muestra que el XX Congreso del PCUS lo que hizo fue legalizar el golpe de Estado perpetrado por el MI6 y la camarilla revisionista de Kruschev y compañía, asesinos de uno de los más grandes dirigentes comunistas y el mayor constructor del socialismo en la URSS, el camarada Stalin. Legalizó el golpe e impuso la senda política de la negación del marxismo-leninismo, del revisionismo, en la dirección anteriormente mencionada, abriendo el camino a todo tipo de oportunismo donde descuella el eurocomunismo.

En el plano económico, Khruschev introdujo reformas para socavar la centralización económica y, con ella, la economía planificada. Las medidas realizadas en este sentido incrementaron el grado de desigualdad en dos niveles. Por un lado, entre burócratas y el pueblo soviético, y por otro, entre las diferentes naciones que conformaban el Estado soviético. Entre otros efectos perniciosos, esta decisión conllevó no solo el desarrollo y fortalecimiento de una clase privilegiada de burócratas, sino que abonaba el terreno para el desarrollo del nacionalismo, estrategia contenida en los planes imperialistas para hacer implosionar el Estado soviético.

“En el transcurso de los periodos de Khruschev y Brezhnev, los nuevos elementos burgueses forjaron sus armas desde posiciones de fuerza y se lanzaron en el combate por la propiedad privada de los medios de producción. (…) Algunos afirman que Brezhnev presidía el país con un régimen capitalista de Estado y que, al término de su mandato, una burguesía liberal había acumulado bastantes fuerzas para afrontar la burguesía burocrática. Es bueno destacar que los ataques más feroces de los partidarios de la glasnost no tuvieron por blanco principal el sistema de Brezhnev, sino más bien a Stalin y las bases del socialismo aborrecido que él defendía. Y, como en Europa del este, nosotros vemos a los lacayos de Brezhnev deshacerse alegremente de las estructuras híbridas introducidas por su patrón para abarcar el mercado libre y la empresa privada. (…) En la concepción del capitalismo de Estado, el partido revisionista constituía el crisol de la nueva burguesía: partido brezhneviano, nomenklatura y nueva burguesía eran sinónimos [52].

Así se llega a Gorbachov, el hombre que en un discurso en la Universidad Norteamericana de Turquía en 2018 pronunció: “El objetivo de mi vida fue la aniquilación del comunismo” [53]. Esta declaración define bien lo que es: un anticomunista. Con estas palabras, Gorbachov demuestra que engañó sistemáticamente al pueblo soviético. Detrás de su palabrería de “apertura y transparencia” (glasnost), de “reestructuración económica” (Perestroika) y de falsa “democracia para fortalecer el socialismo”, se escondía la intención de liquidar el comunismo y de restaurar el capitalismo en la URSS y en Europa del Este. Gorbachov fue una marioneta, un lacayo de la CIA y de los monopolios norteamericanos.

La descentralización económica conllevaba la liquidación de la economía planificada y abrió puertas y ventanas a la corrupción. En los últimos 30 años de la URSS, se desarrolló una élite, una clase burguesa producida por la penetración plena de la ideología burguesa en el Partido, y se agudizó la desigualdad en el país. La descentralización fue desgajando la economía y fortaleció a empresas que, a su vez, como consecuencia de los privilegios de las élites creadas por el corrompido sistema establecido en 1956 tras el XX Congreso del PCUS, adquirieron unas características más próximas a las de una empresa de un país capitalista que a las que debería tener en un Estado socialista. Gorbachov significó la coronación de un proceso de restablecimiento del capitalismo: privatización de las empresas y de la tierra, imposición de una economía de mercado e introducción del Estado soviético en instituciones imperialistas.” [79]

El maoísmo, corpus teórico formulado por Mao Zedong, y las enseñanzas que se desprenden de su praxis revolucionaria en China, niega al leninismo en tanto que su base fundamental es el idealismo antidialéctico. Sin embargo, y a pesar de ser antileninista, Mao se posicionó contra el revisionismo implantado en la URSS desde 1956 en el XX Congreso del PCUS. Esa ruptura tuvo su reflejo en el resto del mundo y, también, en el Estado español, de tal modo que en el PCE se produce una escisión de los prochinos maoístas fundando a principios de los 60s del siglo pasado el PCE (m-l). Más adelante, en 1968, en Bruselas, un número de militantes del PCE de orientación también maoísta, se escinden del PCE conformando la Organización Marxista-Leninista de España (OMLE) que, en el año 1975 se transforma en el PCE(r).

En ese mismo año 1968, tras los hechos de agosto acontecidos en Checoslovaquia estalló en el seno del PCE el conflicto que estuvo larvado en su seno durante décadas.

La crisis que sufre nuestro Partido se manifestó abiertamente al producirse los acontecimientos de Checoslovaquia en agosto de 1968. Carrillo y su grupo impusieron al conjunto del Partido una posición que no compartían ni comparten la aplastante mayoría de nuestros camaradas.

Pero la raíz de esta crisis viene de lejos. Desde hacía años se iba acumulando un gran descontento dentro del Partido como consecuencia de las desviaciones oportunistas de derecha y de izquierda en las orientaciones y planteamientos de Santiago Carrillo y por la sistemática violación del centralismo democrático. (…)

Pero en agosto de 1968 algo empezó a ponerse en claro. Carrillo y su grupo descubrieron sus planes que consistían en despojar al Partido de su carácter clasista e internacionalista. La furiosa campaña antisoviética y antisocialista, las concesiones al adversario de clase, los múltiples atropellos dentro del Partido y la práctica carrillista del terror político eran hechos tan evidentes e indignantes que sensibilizaron al máximo a centenares y miles de nuestros afiliados.

!!Basta!!, fue el grito clamoroso de muchos militantes en España y en la emigración. Había llegado el momento de definirse, de poner freno al revisionismo, al nacionalismo y al antisovietismo de Carrillo y de sus incondicionales. La pasividad ante esos elementos extraños al Partido hubiera sido tanto como hacerse cómplices de una política y unos métodos antileninistas.

Lo que nos divide a la mayoría de los comunistas españoles del grupo revisionista no es única ni fundamentalmente la actitud de los acontecimientos de Checoslovaquia. Lo que nos separa de ese grupo sin principios es el antisovietismo, es la claudicación ante la burguesía y son los métodos terroristas que Carrillo y su equipo practican contra el Partido. Lo que está en juego es la existencia misma del Partido en tanto destacamento marxistaleninista de la clase obrera. Carrillo quiere liquidar ese tipo de Partido. Nosotros queremos conservarlo y reforzarlo. (…)

Pese a todas las restricciones, justificadas unas y no justificadas otras, la lucha de opiniones en el seno de la dirección no podía ser abolida. Esa lucha de opiniones ha existido siempre pues es inevitable en todo organismo vivo. Pero hay que decir que desde el año 1956 cuando Santiago Carrillo tácticamente con la máxima dirección del Partido, esa lucha de opiniones ha sido restringida e incluso ahogada en muchos casos.

Carrillo que antes de escalar al cargo de secretario general quiso presentarse como el defensor de la dirección colectiva frente a otros dirigentes, en cuanto se hizo con el poder en el Partido se fue transformando en un auténtico déspota. Cada momento conflictivo en la dirección, desde 1956 hasta hoy, ha concluido inexorablemente con la liquidación o el intento de liquidar a los que se oponían al secretario general.

Todos los camaradas que han ocupado cargos de responsabilidad en ese período tienen en ello su parte de responsabilidad.

El último ejemplo de este sistema carrillista, tan extraño al leninismo, es lo ocurrido con los camaradas Eduardo García y Agustín Gómez como consecuencia de sus posiciones divergentes con la mayoría de la dirección. En todos los partidos comunistas donde se manifestaron divergencias respecto a los acontecimientos de Checoslovaquia se procuró evitar rupturas. Carrillo hizo todo lo contrario.

Pero ahora tenemos lo sucedido con los camaradas Enrique Líster, José Bárzana, Celestino Uriarte, Luis Balaguer y Jesús Sáiz. Cuando esos camaradas intentan defender sus opiniones ante el Comité Central, Santiago Carrillo se opone brutalmente mediante procedimientos incalificables.

Es decir, el sistema de Carrillo cierra los cauces que permitirían resolver las diferencias de una manera positiva. Su línea es crear situaciones irreparables, de ruptura completa y, si es posible, de aniquilamiento del contrario, ‘quien no está conmigo está en contra del Partido’, ese es el lema del actual secretario general.

Muchos miembros del Comité Central son conscientes de lo que decimos anteriormente. ¿Tendrán esos camaradas la valentía de romper amarras y de poner por encima de todo los intereses del Partido? El tiempo se encargará de dar respuestas a estas preguntas. Lo que sí podemos decir es que los camaradas que no obren así terminarán hundiéndose en el cieno junto a Carrillo y sus incondicionales.

El carácter oportunista del Carrillismo tiene su expresión más evidente en la política de cuadros que practica su figura más destacada. De tal suerte, el Comité Central y el Comité Ejecutivo se han ido transformando en instrumentos puramente decorativos y al servicio de los intereses particulares del grupo de Carrillo. Esperemos que los camaradas que aún conservan su dignidad comunista sabrán liberarse de complejos y cumplir con su deber.

El papel desempeñado por Dolores Ibárruri en toda esta historia no puede ser más lamentable. Ella se ha convertido en la tapadera del revisionista Carrillo y en represora de sus camaradas de lucha. Dolores Ibárruri, con su conducta, ha destruido el respeto que disfrutaba en nuestro Partido, en España y en el Movimiento Comunista Internacional.

En esas condiciones, los miembros del Comité Ejecutivo y del Comité Central que, al igual que centenares y miles de otros militantes, han dicho ¡Basta! al grupo antipartido, son los verdaderos representantes del sentir del Partido, de los que no aceptan que el Partido Comunista de España se transforme en un partido ‘obrero burgués’.” [80]

Fruto de los hechos aquí descritos se constituye el PCE VIII-IX Congreso, escindiéndose del PCE. Dentro del PCE VIII-IX Congreso, y a pesar de que el nexo de unión era el prosovietismo, existían dos almas o dos tendencias: por un lado, una parte que consideraba que había que acumular fuerzas para, posteriormente, ingresar en el PCE y cambiar en dicho partido la correlación de fuerzas y, por otro lado, una parte que consideraba que el PCE era un partido podrido, carcomido por la burguesía y socialdemócrata e irrecuperable y, consecuentemente, en el Estado español había que construir el Partido marxista-leninista. Esta última posición era compartida por los camaradas Enrique Líster o Luis Balaguer.

Carrillo fue un miserable que no dudó en jugar con las voluntades de camaradas que habían entregado a la causa de la emancipación del proletariado y el socialismo lo máximo de lo que disponían, sus vidas, al objeto de sostener su poder dentro del Partido. “(…) Cómo es posible que Dolores Ibárruri le permitiera a Carrillo la destrucción del Partido (…) Dolores Ibárruri ha odiado siempre a Carrillo; ha dicho sobre él las cosas más despreciativas que yo haya podido escuchar. Pero Dolores Ibárruri le tiene miedo. Carrillo ha logrado irla comprometiendo en sus crímenes y cada vez que en los años sesenta y setenta yo la invité a que dijera la verdad al Partido, me respondía que prefería tirarse por una ventana. La última vez que intenté convencerla fue en febrero de 1970, en su casa de Moscú. Casi todo el secreto está en los hechos sangrientos en que Carrillo ha logrado comprometerla” [81].

El reflejo de la lucha dentro del Partido, donde el Secretario General y sus secuaces actuaban a lo burgués, como burgueses que eran de pensamiento, donde el chantaje y la amenaza se dibujaban como las formas para controlar el poder, la lucha ideológica se expresaba como forma primaria en la lucha en defensa de la Unión Soviética y el antisovietismo. Sin embargo esa dialéctica no garantizaba ni en unos ni en otros ubicar la lucha ideológica en los términos que debe centrarse en el seno del partido, la lucha entre la fidelidad a los principios del marxismo-leninismo y la lucha a muerte contra el oportunismo y todo pensamiento burgués. El XX Congreso legalizó la línea política de la destrucción del socialismo, consecuente con el golpe de estado perpetrado en 1953 por la alianza entre el imperialismo anglo-yanqui y la camarilla revisionista de Kruschev. La Unión Soviética en la década de los 60s y finales de los 70s, cuyo pueblo seguía sintiendo y queriendo desarrollar el socialismo al igual que muchos dirigentes honrados del PCUS que daban la batalla por el marxismo en el seno de dicho partido glorioso, daba pasos contrarios al socialismo. Sin duda, el escenario mostraba la decadencia que se vivía en el Movimiento Comunista.

En junio de 1973 se celebró el Congreso Extraordinario por el que el PCE VIII Congreso se constituía en nuestro Partido Comunista Obrero Español donde quedaban integrados todos aquellos camaradas que consideraban que el PCE estaba tan podrido y penetrado por el Capital que era del todo irrecuperable como partido marxista-leninista y veían esencial la construcción de un partido marxista-leninista para la clase obrera del Estado español. Es así como nació el PCOE hace 50 años y la resolución “EL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL” muestra la razón de nuestra existencia y nuestro engarce con la historia:

El Congreso Extraordinario ha acordado por unanimidad cambiar el nombre del Partido por el del “PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL”.

La modificación del nombre del Partido obedece a razones de orden interior y exterior.

Entre las primeras, el Congreso ha señalado que el nombre de Partido Comunista había sido desvirtuado por el carrillismo; éste lo había convertido en un partido reformista y nacionalista, en un tipo de ‘partido obrero burgués’ que, encubierto con una fraseología seudomarxista, ha renunciado a la revolución socialista y ha sustituido la lucha de clases por una política conciliadora para integrarse en los mecanismos de la sociedad del capitalismo monopolista de Estado (…)

El Partido Comunista Obrero Español no rompe con las tradiciones revolucionarias del movimiento obrero español y del Partido Comunista de España; es el puente que vuelve a enlazar con el Partido de los años de la revolución democrático-burguesa de 1931, y el Frente Popular de 1936, de la guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el fascismo, del periodo de la clandestinidad y de las guerrillas, del Partido por el que dieron su energía y su vida legiones de revolucionarios.” [82]

Ya en 1983, camaradas del Partido Comunista de Bulgaria hablaron con el camarada de nuestro Partido, Manuel Góngora, y le trasladaron que en una reunión celebrada en Bulgaria entre los partidos comunistas en el poder éstos habían acordado iniciar una operación que contaría con la participación de distintos grupos y pequeños partidos comunistas que anidaban dentro y fuera del PCE, que fortalecerían al Partido que seguiría siendo el PCOE. En esa reunión celebrada en Bulgaria por los partidos comunistas del campo socialista habían acordado que el camarada Manuel Góngora sería el nuevo secretario general del PCOE y Enrique Líster sería el presidente del Partido. Nuestro Partido rechazó prestarse a ser usado en dicha operación orquestada por los partidos comunistas del campo socialista. Para el PCOE la construcción del partido del proletariado, de la vanguardia revolucionaria del proletariado, no puede materializarse juntando un conglomerado de individuos aislados o una suma de organizaciones que no son homogéneas política e ideológicamente para, de la noche a la mañana, conformar el Partido mediante ese mecanismo. El Partido que debe dirigir al proletariado debe ser una organización centralizada que requiere homogeneidad política e ideológica de sus miembros con el fin de estar estrechamente unidos, y cuando nos referimos a unidos nos referimos en términos de cohesión absoluta del Partido en base a la triada compuesta por tener plenamente definidos sus objetivos inmediatos y finales del movimiento, tener claros sus métodos de lucha así como sus principios organizativos. Y es que una cosa es el partido leninista, el estado mayor del proletariado en lucha, y otra cosa es una suma de individuos aislados heterogéneos en lo ideológico, en lo organizativo y en lo táctico y, en muchos casos, hasta en lo estratégico.

Nuestro Partido rechazó esta forma de actuar y unos meses después, a finales de 1983 Ignacio Gallego –quien durante décadas no dudó en ser el brazo ejecutor de Carrillo en múltiples atropellos contra destacados miembros del Comité Ejecutivo y del Comité Central del PCE– dimitió como miembro del Comité Ejecutivo y del Comité Central del PCE. Poco después, en enero de 1984, se hizo la operación que el PCOE rechazó meses antes bajo la formulación de un “Congreso de Unidad Comunista” celebrada en Madrid donde se produjo una confluencia de diversas organizaciones y partidos heterogéneos en lo político y en lo ideológico –Células Leninistas, PCEU, PCC, Movimiento por la Recuperación y Unificación Comunista y Movimiento por la recuperación del PCE– dando lugar, casi de la noche a la mañana, a lo que denominaron PC. (PC punto), que finalmente se denominó Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE). Sin duda alguna, si el PCOE meses antes hubiera aceptado ser el aglutinador de las escisiones del PCE y otros grupúsculos, jamás se hubiera dado ese falso “Congreso de Unidad Comunista” y, consecuentemente, tampoco se hubiera producido el nacimiento del PCPE, que nació como una respuesta del Movimiento Comunista Internacional para ajustar cuentas al antisovietismo de Carrillo. Lo lamentable es que a Carrillo se le ajustasen las cuentas por antisoviético y no por anticomunista pero para entonces poco le importaba ya el anticomunismo a un número importante de dirigentes del PCUS.

Cayó la Unión Soviética y con ella cayeron los países europeos del campo socialista que fueron devorados por el imperialismo. La política impuesta en el XX Congreso del PCUS dio sus frutos: la liquidación del socialismo, la creación de una oligarquía que envenenaba con el nacionalismo a una clase obrera de las naciones soviéticas –que en la mayor parte se seguían sintiendo hermanos– a la que trataban de dividir y a la que empobrecieron sobremanera para que el imperialismo norteamericano y sus adláteres europeos sacaran tajada del golpe asestado a la clase obrera mundial.

La implosión de la Unión Soviética significó un duro golpe para la clase obrera y, consecuentemente, también para su vanguardia. Su reflejo se ha vivido en las diferentes naciones y Estados, también en el Estado español.

Quien mire el registro de partidos políticos del Estado español comprueba que hay en torno a 50 partidos registrados que se denominan “Comunistas”, de los que un gran número de ellos, casi con toda seguridad, no tendrán ni tan siquiera vida. Y hablamos de los registrados pues hay otras organizaciones comunistas que no están registradas.

Pero aún en la situación descrita, aún quedaba dar testimonio de una nueva escisión en el movimiento comunista español ya en el siglo XXI, concretamente en el año 2017. Esta vez el PCPE se partió, o fue partido, creándose otro partido comunista más, el PCTE siendo el KKE su valedor; ergo también es el valedor del nuevo episodio de división. División poco comprensible, por otro lado. Basta mirar al XXII ENCUENTRO INTERNACIONAL DEL PARTIDOS COMUNISTAS Y OBREROS (EIPCO) para constatar lo incomprensible de esa fractura. Resulta que el PCE, el PCTE y el PCPE, e incluso el KKE, todos ellos integrantes del EIPCO, son capaces de suscribir conjuntamente un análisis y unos acuerdos. Si eso es real ¿Qué hacen que no se unen? ¿Qué hacen engañando a la clase obrera manteniendo en el Estado español tres siglas cuando convergen y suscriben los mismos acuerdos?

En abril del año 2020, en plena pandemia y en un momento de recortes de libertades y de agresiones contra la clase obrera en el Estado español, nuestro Partido lanzó una llamada al PCPE, al PCE(r) y al PCTE para iniciar un proceso para la unidad de acción. Unidad de acción para fortalecer a la clase obrera y progresivamente se alcanzar la unidad ideológica. Nuestro llamamiento sólo fue respondido por el PCPE, con el que iniciamos un proceso unitario tanto en el terreno de la unidad de acción como para avanzar hacia la unidad orgánica de ambos partidos. Pero dicho proceso de unidad fue finiquitado por nuestro partido por el incumplimiento por parte del PCPE de los acuerdos firmados por ambos partidos, tal y como explicamos en el “Informe del Comité Central sobre el proceso de unidad de acción de los comunistas lanzado en 2020” de 6 de marzo de 2022.

Hoy en el movimiento comunista internacional y español prevalece el oportunismo. En el Estado español, el movimiento comunista está atravesado por el oportunismo de derechas y en una pequeña parte por el chovinismo. Estos últimos son auténticos fascistas que quieren hacerse pasar por marxistas y que no son más que unos miserables reaccionarios españolistas. Sin duda, en el Estado español, y dentro del movimiento comunista, el internacionalismo proletario es golpeado por todos sitios y, puesto que el marxismoleninismo es una ciencia que conforma un todo, si se violenta el internacionalismo proletario se violenta la totalidad del marxismo-leninismo.

6. A modo de conclusión

A tenor de lo expuesto hasta aquí, el Partido Comunista Obrero Español concluye:

·         La clase obrera no tiene patria, es internacionalista. El nacionalismo es veneno ideológico burgués empleado para dividir a la clase obrera. Por consiguiente, nuestro Partido debe combatir con firmeza el nacionalismo y toda la ideología burguesa, debiendo contrarrestarlo ideológicamente con la prédica y difusión del internacionalismo proletario.

·         La automatización de la producción ya ha desencadenado la Revolución Socialista Mundial, la cual ya está lanzada en la base económica donde se están confrontando ya el imperialismo y el socialismo.

·         Sin embargo, la Revolución Socialista no se materializará sin la acción del sujeto revolucionario, el proletariado, dirigido por su organización de vanguardia, el Partido marxista-leninista.

·         La pequeña burguesía no es una clase aliada del proletariado. De hecho la pequeña burguesía inocula en la clase obrera ideología burguesa y nunca, a lo largo de la historia, ha vacilado en traicionar al proletariado y en posicionarse siempre abiertamente con el capitalismo y en contra del socialismo.

·         El capital es una fuerza internacional. Para triunfar sobre ella hace falta la unión internacional de los obreros, su fraternidad internacional.

·         La conquista del socialismo exige la acción de la clase obrera, su unión y su fuerza organizada sin distinción de nacionalidad y de país. Ergo para que el proletariado pueda emanciparse es necesaria la organización de la clase obrera a nivel mundial, anteponiendo lo general –la Revolución Proletaria Mundial, el Socialismo– a las cuestiones particulares de los diferentes países.

·         Todo tipo de organización interclasista que no tenga como objetivo estratégico la Revolución Socialista y la imposición de la dictadura del proletariado debilita a la clase obrera, posterga el socialismo y fortalece al capitalismo y a la reacción, que es adónde tiende éste en su fase imperialista.

·         Nuestro Partido se reafirma en la necesidad de la construcción de la Internacional Comunista y exhorta a los comunistas del mundo a la construcción de la unidad y la organización de nuestra clase en base a los principios del marxismo-leninismo para conquistar el socialismo. Nuestro Partido remitirá nuevamente a los partidos comunistas nuestra Tesis sobre el imperialismo y el movimiento comunista internacional aprobada por nuestro Comité Central en enero de 2022, estando abierto a la discusión y, si cabe, al trabajo conjunto con todo aquel Partido que así lo determine.

·         Nuestro Partido defiende el derecho a la autodeterminación e incluso a la separación de todas las naciones y defiende la libertad y la igualdad de derechos de todas ellas. A la par, nuestro Partido defiende la unión de todos los obreros y la unión voluntaria de las naciones. Nuestro Partido se declara enemigo del nacionalismo, del aislamiento y defiende a ultranza la supeditación de los intereses de lo particular a los intereses de lo general, la Revolución Socialista Mundial.

·         En consecuencia, el Partido Comunista Obrero Español defiende el derecho a la autodeterminación, e incluso el derecho de separación, de las naciones catalana, vasca y gallega. Asimismo, hacemos un llamamiento a la clase obrera catalana, vasca y gallega a la unidad de la clase. En el Estado español hoy la clase obrera está siendo azotada por la burguesía periférica –vasca, catalana y gallega– con el nacionalismo al objeto de satisfacer sus intereses económicos y de dividir a la clase obrera. Y también está siendo azotada por la gran burguesía y su nacionalismo español al objeto de confrontar a los obreros de las diferentes naciones que conforman el Estado y así garantizar su dominio y la explotación inmisericorde de nuestra clase. Nuestro Partido hace un llamamiento a la clase obrera, a los comunistas, a unirnos y organizarnos todos en un único partido comunista. Y para ello, nuestro Partido, que ya tiene recogido en nuestro programa la defensa del derecho a la autodeterminación de las naciones vasca, gallega y catalana así como el principio organizativo del Partido es el centralismo democrático, en el próximo Congreso planteará para su aprobación lo siguiente:

·         Las lenguas oficiales del Partido serán el catalán, el euskera, el gallego y el castellano.

·         Nuestro Partido actúa en un Estado que es multinacional, esto es, compuesto por diferentes naciones. El objetivo de nuestro Partido es unir a todos los obreros revolucionarios, a todos los comunistas, en un único Partido cuyo objetivo estratégico es la Revolución Socialista, romper el Estado fascista español y sustituirlo por un Estado Socialista y proletario donde la libertad y la igualdad de las diferentes naciones sean plenas. Un Estado Socialista multinacional que se ponga a disposición del proletariado y su Revolución mundial. Las burguesías periféricas y la burguesía centralista coinciden en su defensa del imperialismo, empezando por la UE y terminando por la defensa del Estado, coinciden en explotar inmisericordemente a la clase obrera, sin importarles la nacionalidad del explotado. Por ello, por más que unos y otros se tiren los trastos a la cabeza, tienen claro que para la subsistencia de unos y de otros deben machacarnos a nuestra clase social, deben machacarnos a los trabajadores. Sin duda, el Estado español oprime a las naciones a las que les niega sus derechos democráticos pero nosotros como comunistas y como obreros no nos sentimos vinculados a ninguna nación sino a nuestra clase social, el proletariado, y nuestra emancipación por la vía del socialismo y del comunismo. Por ello, nuestro nombre hoy no define bien ni lo que somos ni lo que queremos. Nosotros somos comunistas, proletarios revolucionarios, y no tenemos más patria que el socialismo y el comunismo. Por tanto, la E de español no solo nos sobra sino que entendemos que puede apartar a nuestros hermanos de clase gallegos, vascos o catalanes que sienten como sus derechos nacionales son lesionados por el Estado español, por la burguesía monopolista que no por el proletariado, que en gran parte ni tan siquiera es español a pesar de residir en el Estado. Por ello, consideramos que debemos llevar al Congreso el cambio de nombre del Partido, de tal modo que pase a llamarse PCOR (Partido Comunista Obrero Revolucionario) en lugar de PCOE, siendo consecuentes con nuestro sentimiento internacionalista proletario. Nuestra Patria es la clase obrera, nuestra Patria es el comunismo, nuestra Patria es el género humano, la Internacional.

·         Nuestro Partido, a pesar de la desaparición de la Unión Soviética, reivindica la experiencia soviética y considera que para todos los comunistas debe ser una referencia en nuestra manera de actuar; reivindica las enseñanzas de la Unión Soviética respecto a cómo organizar la toma del poder, la construcción del Partido, tanto a nivel mundial, la III Internacional, como en cada Estado o país y su engarce con la Internacional Comunista; reivindica la organización de la clase obrera, la construcción del socialismo. Y también debemos tenerla muy presente para combatir sin piedad al imperialismo y reprimir sin compasión a la burguesía, al oportunismo, al objeto de que ésta no pueda golpear al Partido, como ocurrió en marzo de 1953 en la URSS.

·         El Partido leninista es el alma y el corazón de la clase obrera. Sin Partido leninista la clase obrera está indefensa y está a merced de la burguesía, la clase social más criminal que ha parido la historia. Los capitalistas son conscientes de que la clase obrera organizada y dirigida por el Partido leninista, son conscientes de que la clase obrera en el socialismo es invencible. Por ello atacan al partido leninista, pues saben que únicamente pueden vencer al proletariado desnaturalizándolo y liquidándolo. Es un deber, y no se repetirá lo suficiente, que el Partido combata a muerte al oportunismo y a todo tipo de ideología burguesa en el seno de la clase obrera.

·         En la lucha de clases hoy prepondera la lucha ideológica por encima de las demás.

·         A lo largo de la historia se ha comprobado la fortaleza del marxismo-leninismo y, consecuentemente, la fortaleza de todo su arsenal de principios. En este sentido el Internacionalismo Proletario es fundamental, y su organización es la Internacional Comunista. La Historia nos ha dejado meridianamente claro cómo los partidos comunistas de las diferentes naciones y/o estados han avanzado cuando han estado fusionados a la Internacional Comunista, donde la organización comunista era una – la Internacional Comunista– y cada partido estatal o nacional actuaba como una delegación de la Internacional Comunista, conjugándose el internacionalismo proletario con el centralismo democrático y dotando de homogeneidad ideológica y práctica a los comunistas a nivel mundial.

·         La Historia nos ha mostrado claramente que la Internacional Comunista rompía la influencia del pensamiento burgués, del oportunismo, en el seno de la clase obrera, del movimiento comunista, a la par que unía las filas comunistas rompiendo la división. Y también la historia nos ha enseñado que cuando se desnaturaliza el Partido, cuando se desnaturaliza la organización que dirige al Movimiento Comunista Internacional, éste se desintegra por completo. Por ello nuestro Partido incide en la construcción de una Internacional Comunista fiel a los principios del marxismoleninismo donde todos los comunistas tengan cabida.

·         Nuestro Partido reivindica al PCE histórico de Pepe Díaz y aspira a unir y organizar a todos los luchadores comunistas de las diferentes naciones para construir el socialismo y el comunismo, la única patria y el único mundo de la clase obrera.

¡PROLETARIOS DEL MUNDO, UNÍOS!
¡VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA MUNDIAL! ¡POR EL SOCIALISMO, POR EL COMUNISMO!

COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (PCOE)

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