¿Qué es el
sufrimiento? ¿Cuál es la relación entre el sufrimiento individual y colectivo?
¿Hay sufrimiento justo e injusto? ¿Cuál es la fuente o causa del sufrimiento?
¿Cuál es su anatomía? ¿Cómo se puede superar o redimir el sufrimiento?
La división social del sufrimiento
El Viejo Topo
29 junio, 2023
El 14 de junio,
un barco de migrantes se hundió en el mar Egeo y murieron entre 400 y 700
personas de Afganistán, Pakistán, Siria y Egipto. Fue un sufrimiento inmenso
para los ahogados y sus familias que vieron en ese viaje ciertamente peligroso
la última oportunidad para escapar del sufrimiento del hambre, la guerra, el
desempleo, las inundaciones, la sequía y el odio religioso. ¿Alguien más ha
sufrido con esto? ¿Sufrió la sociedad griega? ¿Ha sufrido la sociedad europea?
¿Cómo se produce y contiene el sufrimiento en nuestras sociedades? ¿Cómo se
distribuye la propensión al sufrimiento y la inmunidad al mismo? ¿Por qué no
sufren tantas personas el sufrimiento por el que pasan tantas otras?
El sufrimiento
es una de las experiencias humanas más profundas y perturbadoras. Dependiendo
de su gravedad, se considera un mal real, físico o moral; peligroso para la
vida; amenaza a la integridad física o psíquica; pone en riesgo la autoestima y
el autocontrol; hace imposible la alegría. En resumen, es un sinsentido abismal
y alienante que disminuye la humanidad del humano sufriente. El neoliberalismo ha
hecho más visible el sufrimiento individual y colectivo y los ha dramatizado
como calamidades, como espectáculos e incluso como oportunidades de negocio. La
idea de sufrimiento se asocia con patología, daño, crisis, degradación personal
o colectiva, alienación del ser, dependencia. Pero la capacidad de sufrir es
también una condición para resistir la explotación y la crueldad. En An
Introduction to the Principles of Morals and Legislation ([1789] 2012)
Jeremy Bentham argumenta que la cuestión de los derechos humanos no es la
cuestión de quién tiene capacidad racional o quién tiene la posibilidad de
hablar, sino más bien sobre quién tiene la capacidad de sufrir.
El sufrimiento
es un tema tan profundo y complejo que ha sido tratado por todas las ramas del
conocimiento. Las preguntas básicas que dominan este tema varían según el campo
analítico. ¿Qué es el sufrimiento? ¿Cuál es la relación entre el sufrimiento
individual y colectivo? ¿Hay sufrimiento justo e injusto? ¿Cuál es la fuente o
causa del sufrimiento? ¿Cuál es su anatomía? ¿Cómo se puede superar o redimir
el sufrimiento? De una forma u otra, estas preguntas están presentes en las
diferentes áreas del conocimiento, especialmente en teología, filosofía y
ciencias sociales. Me limito a estas últimas.
Las ciencias
sociales son una de las conciencias teóricas de la modernidad occidental. Si
las corrientes positivistas o funcionalistas se centraron en la descripción y
el análisis del sufrimiento, las corrientes críticas buscaron identificar las
causas del sufrimiento, especialmente el sufrimiento colectivo. En una reseña
del libro Soziologie der Leiden (Sociología del sufrimiento)
de Muller Lyer (1924), Oskar Blum declaró que «Podemos decir justificadamente
que el problema fundamental de la sociología es el sufrimiento». Desde la
esclavitud y la violencia colonial hasta el holocausto y el Gulag, desde las
guerras mundiales hasta el genocidio en Ruanda y las atrocidades en las guerras
de Yugoslavia de la década de 1990, las ciencias sociales han encontrado un
vasto campo de análisis y crítica. No olvidemos que el énfasis está en el
sufrimiento social o colectivo y no en el sufrimiento individual. Los horrores
de la batalla de Solferino (1859) darían lugar a los Convenios de Ginebra y a
la Cruz Roja Internacional.
Desde un punto
de vista de la teoría crítica, la pregunta principal es qué tipos de sociedad
tienden a producir qué tipos de sufrimiento y qué impacto tiene esto en la
producción de conocimiento y la transformación progresiva de la sociedad. El
sufrimiento tiene que ser integrado en una teoría más amplia de la realidad.
Theodor Adorno decía que la separación entre las disciplinas es el gran
obstáculo para ver las relaciones entre el sufrimiento individual y el sufrimiento
colectivo. Este último se concibe como una patología social o como una
experiencia social negativa a menudo invisible, y corresponde a la teoría
crítica darle visibilidad e indicar formas de minimizarla. Pero se reconoce que
este esfuerzo analítico puede resultar en la reproducción del silenciamiento.
Tal vez por eso Bourdieu señaló, en un libro fundamental sobre el sufrimiento
del mundo, que su papel era el de ser un portavoz.
Desde el punto
de vista del ser sufriente, ninguna de las teorías sociológicas convencionales
nos permite responder a una pregunta fundamental: ¿por qué yo? (en el caso del
sufrimiento individual) o ¿por qué nosotros? (en el caso del sufrimiento
colectivo). Si el sufrimiento es negatividad, ¿qué niega? Si significa vida
dañada, ¿cuáles son los factores que dañan la vida? La respuesta que me
propongo dar tiene como punto de partida un intento de imaginar las respuestas
a estas preguntas que ahora están a muchos metros de profundidad en el Mar Egeo
dentro de los cuerpos de los ahogados, desaparecidas al igual que ellos.
Las sociedades
capitalistas, colonialistas y patriarcales en las que vivimos no permiten que
todos los seres humanos sean tratados como plenamente humanos. Hay humanos y
subhumanos y el sufrimiento de uno y otro es tratado de manera totalmente
diferente. Los plenamente humanos son aquellos que viven en sociedad de manera
similar a aquella en la que yo vivo y en la que viven los lectores de esta
crónica, personas que son capaces de leer esta crónica, tienen la libertad y el
tiempo para leerla e incluso reflexionar sobre ella. El mundo de la vida en el
que viven les permite distinguir claramente entre sufrimiento individual y
colectivo. De hecho, hay sufrimiento individual porque no hay sufrimiento
colectivo. La sociedad solo sufre colectivamente en momentos excepcionales:
desastres naturales, guerras, pandemias, fenómenos meteorológicos extremos,
colapsos de infraestructura (financieras, de transporte, etc.). El sufrimiento
individual, tanto cuando es invisible como cuando es espectacularizado, no está
relacionado con el sufrimiento colectivo porque la sociedad en tiempos normales
no vive o no es consciente de vivir en sufrimiento colectivo. El sufrimiento
individual, por lo tanto, tiende a ser experimentado, no como un sufrimiento-con,
sino como un sufrimiento-contra. La experiencia del sufrimiento injusto es
mucho más personal y menos compartible.
Debido a que
las identidades se viven en una clave neoliberal (es decir, autoritaria, de
suma cero, pura e inquisitorial), el ser sufriente individual que vive en la
sociabilidad de lo plenamente humano tiene muchas menos posibilidades de
compartir el sufrimiento. El compartir que le es accesible es un intercambio
que no se basa en una comunidad de relaciones complejas y los afectos densos
que tejen, sino en una comunidad de medios virtuales o profesionales hecha de
relaciones simples. En estas sociedades, el individuo que sufre, lo hace más en
forma de aislamiento, ya sea en forma de silenciamiento o en forma de
espectacularidad. Su silenciamiento es a menudo directamente proporcional a lo
que se dice sobre él o ella. Las ambulancias, los bomberos, la violencia y la
repetición de las escenas del accidente o del escándalo, la multiplicidad de
comentarios y «análisis» convergentes tienen el efecto acumulativo de silenciar
al ser sufriente al dar noticias sobre él e invisibilizarlo al mostrarlo. La
respuesta a la pregunta “¿por qué yo?” sólo se puede encontrar en el individuo,
nunca en la sociedad. Después de todo, hay personas en las mismas condiciones
que no sufren. Las posibles explicaciones son malos hábitos alimenticios,
conductas que violan convenciones sociales, mal humor, conflictos familiares o
laborales, etc.
El hecho de que
el sufrimiento individual no esté relacionado con el sufrimiento colectivo
permite afrontarlo de forma socialmente organizada, pero siempre con el
objetivo de resolver el sufrimiento individual y sólo éste. Así es como
funcionan los sistemas de salud y las políticas sociales en general. Hay
enfermos, pero la sociedad no está enferma; hay pobres, pero la sociedad no es
pobre; hay ignorantes, pero la sociedad no es ignorante; Hay criminales, pero
la sociedad no es criminal.
Los migrantes
que seguían en el barco hundido no vivían en la sociedad que acabo de
describir. Vivían en la sociedad de los subhumanos. Visto desde la sociedad de
los plenamente humanos, los subhumanos no tienen problemas. Son un problema.
Por lo tanto, la separación entre el sufrimiento individual y el sufrimiento
colectivo es muy tenue. El sufrimiento individual no es un acontecimiento
excepcional, es, por el contrario, una experiencia recurrente. Hay sufrimiento
individual porque hay sufrimiento colectivo. La pregunta “¿por qué yo?” nunca
se hace. El individuo que sufre nunca sufre individualmente. Sufre-con. En las
relaciones entre los subhumanos y los plenamente humanos que los escoltan con
alta tecnología y finalmente los dejan hundirse, el sufrimiento individual
padecido o infligido es siempre una ilustración o consecuencia del sufrimiento
colectivo. El sufrimiento individual no vale por sí mismo ni se explica por sí
mismo. Siempre es derivado. Hay sufrimiento individual porque hay sufrimiento
colectivo. Y si este último es justo, el primero también lo es necesariamente.
Por poner un ejemplo paradigmático, cuando el capataz o el esclavista castiga
al esclavo, su sufrimiento no es sino la emanación y la justificación del
sufrimiento colectivo que caracteriza a la esclavitud. El esclavo que sufre es
la esclavitud justificada. El sufrimiento individual es justo porque el
sufrimiento colectivo es justo.
El sufrimiento
de los migrantes hundidos fue un sufrimiento justo porque se atrevieron a
entrar ilegalmente donde no debían, en la sociedad de los plenamente humanos.
Su sufrimiento no es comparable al sufrimiento que existe en nuestras
sociedades. Dar importancia a su sufrimiento sería un incentivo para que
recayeran en la ilegalidad. Su justo sufrimiento es la condición para que nosotros,
los plenamente humanos, no estemos sujetos al sufrimiento injusto que su
invasión nos causaría.
Esta condición
estructural no ha variado mucho en los últimos siglos, pero la forma en que
entra en la experiencia social difiere según las épocas y los contextos
históricos. El neoliberalismo representa un cambio cualitativo en esta
experiencia. Es la versión (¿final?) del capitalismo caracterizada, entre otras
facetas, por la transferencia sistemática de riqueza de las grandes masas de
población empobrecida, incluidas las clases medias, a una minoría de
super-ricos. Esta transferencia se justifica por la idea de crisis permanente
que crea una situación de malestar y sufrimiento incluso entre la sociedad
plenamente humana. Este mecanismo opera de dos maneras en las relaciones entre
el sufrimiento de los subhumanos y el sufrimiento que el neoliberalismo está
causando a los plenamente humanos con las políticas de concentración de la
riqueza y las asociadas a ella (guerra permanente, colapso ecológico).
La primera vía
consiste en legitimar el malestar causado a los seres plenamente humanos
convirtiéndolo en el bienestar de no estar sometidos al sufrimiento mucho más
violento al que están sometidos los subhumanos. El bienestar social deja de
tener un contenido positivo para convertirse en la mera ausencia del malestar
específico al que están sometidos los subhumanos con el sufrimiento
particularmente violento que se les impone. Entre seres plenamente humanos, la
única manera de no ser consciente del sufrimiento es no sufrir como sufren los
subhumanos. Y los medios de comunicación transforman el sufrimiento de los
subhumanos en el único sufrimiento, un sufrimiento tan dramático como
excepcional, tan fugaz y trivializado como el espectáculo mediático que se hace
de él. La segunda forma, aún más perversa, consiste en legitimar el sufrimiento
infligido a los subhumanos como única condición para aliviar el malestar y el
sufrimiento impuestos a los seres plenamente humanos: «si no fuera porque los
inmigrantes nos absorben los recursos, viviríamos mejor». De estas dos maneras,
el bienestar se vacía de su contenido positivo. Este vaciamiento está en la
raíz de la política del odio que transforma fácilmente a las otras víctimas del
neoliberalismo en supuestos agresores y, por tanto, en objetos de odio. El
juego de suma cero ya no es entre opresores y oprimidos o entre agresores y
víctimas, sino entre oprimidos y entre víctimas. Con su política del odio, la
extrema derecha es la conciencia política del neoliberalismo.
Al final no
habrá bienestar más que en la contemplación y exacerbación del malestar ajeno.
¿Qué clase de sociedad es ésta en la que la única forma de estar bien es saber
que los demás están peor? ¿Qué clase de sociedad es ésta en la que esforzarse
por el bienestar propio significa contribuir activamente a aumentar el malestar
de todos los demás?
Traducción de
Bryan Vargas Reyes
Fuente: Other News.
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