Rebelión
CounterPunch
26.01.2016
Traducción para Rebelión de por S. Seguí
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El terrorismo se presenta bajo muchas formas y muchas
caras, pero la más terrible de todas es su fría crueldad.
Se nos pide que
creamos que los terroristas son unos sucios lunáticos que corren por ahí con
bombas, ametralladoras y cinturones explosivos. Es así como nos dicen que los
imaginemos.
Muchos de ellos
llevan barba, casi todos tienen “aspecto extranjero”, no son blancos, no son
occidentales. En resumen son tipos que pegan a sus esposas, violan niños y
destruyen estatuas griegas y romanas.
En realidad,
durante la Guerra Fría, hubo algunos “terroristas” de aspecto occidental: los
izquierdistas pertenecientes a células revolucionarias, en Italia y en otros
lugares de Europa. Pero sólo ahora nos enteramos de que los actos terroristas
que se les atribuyeron fueron cometidos realmente por el Imperio, por algunos
gobiernos derechistas europeos y sus servicios de inteligencia. ¿Recuerdan, los
países de la OTAN hacían saltar por los aires trenes dentro de túneles o
bombardeaban estaciones de tren enteras…?
“Había que
hacerlo”, con el fin de desacreditar a la izquierda y asegurarse de que la
gente no llegara a ser tan irresponsable como para votar por los comunistas o
los verdaderos socialistas.
También había
algunos grupos “terroristas” en América Latina, movimientos revolucionarios que
luchaban por la libertad y contra la opresión, principalmente contra el
colonialismo occidental. Era preciso contenerlos, liquidarlos y, si estaban en
el poder, derrocarlos.
Pero los
terroristas solamente se hicieron realmente populares en Occidente
después de que la Unión Soviética y el bloque comunista fueran destruidos a
través de miles de acciones económicas, militares y propagandísticas, y después
de que Occidente de repente se sintiera demasiado expuesto, solo sin nadie
contra quien luchar. De alguna manera Occidente sentía que necesitaba
justificar sus monstruosas acciones opresoras en África, Próximo Oriente,
América Latina y Asia.
Era necesario
un nuevo enemigo “poderoso”, realmente poderoso, que permitiera racionalizar
los astronómicos presupuestos militares y de servicios secretos. No era
suficientemente convincente hacer frente a unos pocos cientos de “bichos raros”
en algún lugar de la selva colombiana, o en Irlanda del Norte o Córcega. Tenía
que haber algo realmente enorme, algo que estuviese al nivel de la “maligna”
amenaza soviética.
¡Por cierto,
qué gran pérdida la de esa amenaza, de repente! Era sólo una amenaza, por
supuesto, no un peligro de ideales igualitarios e internacionalistas ...
Así fue como
Occidente vinculó el terrorismo con el Islam, que es una de las mayores
culturas del mundo, con 1.600 millones de seguidores. ¡El Islam era lo
suficientemente grande y poderoso como para asustar a muerte a las amas de casa
de clase media de las zonas residenciales occidentales! Y encima, tenía que ser
contenido de todos modos, ya que era esencialmente también demasiado socialista
y demasiado pacífico.
En ese momento
de la historia, todos los grandes líderes seculares y socialistas de los países
musulmanes, (como en Irán, Indonesia y Egipto), fueron derrocados por
Occidente, se maldijo su legado o simplemente estaban prohibidos.
¡Pero eso no
era suficiente para Occidente!
Con el fin de
hacer del Islam un enemigo de talla, el Imperio tenía primero que radicalizarlo
y pervertir los innumerables movimientos y organizaciones musulmanes, y a
continuación crear otros nuevos, entrenándolos, armándolos y financiándolos
adecuadamente, para que tuvieran realmente un aspecto suficientemente
aterrador.
Hay por
supuesto una razón más importante por la cual el “terrorismo”, y en particular
el musulmán, es tan esencial para la supervivencia de las doctrinas, el
excepcionalismo y la dictadura global de Occidente, y es que el “terrorismo”
justifica la idea de la superioridad cultural y moral absoluta de Occidente.
La cosa
funciona del siguiente modo:
Durante siglos,
Occidente se ha comportado como un monstruo loco sediento de sangre. A pesar de
la propaganda glorificadora que transmiten los medios de comunicación
occidentales en todo el mundo, se estaba haciendo evidente para todos que el
Imperio violaba, asesinaba y saqueaba en prácticamente todos los rincones del
globo. Unas décadas más y el mundo vería a Occidente exclusivamente como una
enfermedad siniestra y tóxica. Un escenario así tenía que evitarse por todos
los medios.
De modo que los
ideólogos y propagandistas del Imperio dieron con una nueva y brillante
fórmula: “¡vamos a crear algo que tenga un aspecto y se comporte aún peor que
nosotros, y entonces podremos proclamar que seguimos siendo en realidad la
cultura más razonable y tolerante de la tierra!”
“¡Y vamos a
hacer una auténtica pirueta: vamos combatir contra nuestra propia creación,
vamos combatirla en nombre de la libertad y la democracia!”
Así es como
nació una nueva generación, una nueva hornada de “terroristas”. Y sigue viva y
goza de buena salud. Vivita y coleando. Y se multiplica como las salamandras de
Capek [1].
* * *
El terrorismo
occidental no se discute en realidad, aunque sus formas más extremas y
violentas siguen maltratando el mundo sin descanso como lo ha hecho desde hace
mucho tiempo, con cientos de millones de víctimas acumuladas por doquier.
Pero ni
siquiera los legionarios y gladiadores del Imperio, como los muyahidín,
al-Qaida, o ISIS, pueden acercarse a la barbarie que han demostrado una y otra
vez sus maestros británicos, franceses, belgas, alemanes o estadounidenses. Por
supuesto que intentan sin descanso alcanzar el nivel de sus gurús y
proveedores, pero simplemente no son capaces de alcanzar su violencia y
brutalidad.
Es preciso
contar con toda una “cultura occidental” para masacrar a cerca de diez millones
de personas en una sola área geográfica, casi de una sola tacada.
* * *
Entonces, ¿qué
es el terrorismo real, y como podrían ISIS y otros grupos parecidos seguir su
liderazgo? Dicen que ISIS está decapitando a sus víctimas. Esto es algo muy
malo, pero, ¿quién ha sido su maestro?
Desde hace
siglos, los imperios de Europa han estado asesinando, torturando, violando y
mutilando a personas en todos los continentes del mundo. Los que no lo estaban
haciendo de manera tan directa “invertían” en expediciones colonialistas, o
enviaban a su gente a unirse a batallones genocidas.
El rey Leopoldo
II y sus cohortes lograron exterminar a unos diez millones de personas en
África Occidental y Central, en lo que hoy se conoce como el Congo. Leopoldo
cazaba a las personas como animales, obligándolos a trabajar en sus
plantaciones de caucho. Si pensaba que no estaban llenando sus arcas con
suficiente rapidez no dudaba en cortarles sus manos o quemar vivas poblaciones
enteras dentro de sus chozas.
Diez millones
de víctimas desaparecieron. ¡Diez millones! Y este hecho no tuvo lugar en un
pasado lejano, en una “edad oscura”, sino en pleno siglo XX, bajo el imperio de
una monarquía considerada constitucional y autoproclamada democrática. ¿Cómo
compararlo con el terrorismo dominante en los territorios ocupados por ISIS? ¡Comparemos
las cifras y el nivel de brutalidad!
Y desde 1995 la
República Democrática del Congo ha vuelto a perder cerca de diez millones de
personas más en una orgía de terror horrible, desatada por los delegados de
Occidente, Ruanda y Uganda (véase el tráiler de mi película “Rwanda Gambit”).
**
Los alemanes
perpetraron genocidios en África del Suroeste, en lo que hoy es Namibia. La
tribu Herero fue exterminada, o al menos cerca del 90% de ella. Primero,
la población fue expulsada de sus tierras y hogares, y conducida al desierto.
Si sobrevivían, los alemanes la acosaban con expediciones prenazis, usando
balas y otros medios de asesinato en masa. Se llevaron a cabo experimentos
médicos en seres humanos, para demostrar la superioridad de la nación germánica
y la raza blanca.
Eran sólo
civiles inocentes, personas cuyo único delito era no ser blancos y vivir en
tierras ocupadas y violadas por los europeos.
¡Los talibanes
no han llegado a tanto, ni tampoco ISIS!
A día de hoy,
el gobierno de Namibia sigue exigiendo el regreso de un gran número de cabezas
de su población, cabezas que pertenecieron a cuerpos decapitados y luego fueron
enviadas a la Universidad de Friburgo y a algunos hospitales en Berlín, para
llevar a cabo experimentos médicos.
Imagínense si
ISIS decapitase a miles de europeos para llevar a cabo experimentos médicos con
el objetivo de demostrar la superioridad de la raza árabe. ¡Absolutamente
impensable!
La población
local fue aterrorizada en prácticamente todas las colonias ocupadas por Europa,
algo que he descrito en detalle en mi último libro, de 840 páginas, “Exposing Lies
of the Empire” .
¿Y qué decir de
los británicos y sus hambrunas, que utilizaban como táctica de control e
intimidación de la población en la India! En Bengala no menos de cinco millones
de personas murieron sólo en 1943, cinco millones y medio en 1876-1878, cinco
millones en 1896-1897, por nombrar sólo unos pocos actos terroristas cometidos
por el Imperio Británico contra una población indefensa obligada a vivir bajo
su horrible y opresivo régimen terrorista.
Lo que acabo de
mencionar ocupa sólo tres cortos capítulos de la larga historia del terrorismo
occidental. Podríamos compilar toda una enciclopedia sobre este tema.
Pero todo esto
se encuentra lejos de la conciencia occidental. Las masas de europeos y
norteamericanos prefieren no saber nada sobre el pasado y el presente. En lo
que a ellas concierne, gobiernan el mundo porque son libres, brillantes y
grandes trabajadores. No porque durante siglos sus países hayan saqueado y
asesinado, y sobre todo aterrorizado al mundo, obligándolo a la sumisión.
Las élites
conocen todo esto, por supuesto. Y cuanto más saben, más ponen en práctica este
conocimiento.
El oficio del
terrorismo y su experiencia se transmiten de los maestros occidentales a los
nuevos reclutas musulmanes.
Si examinamos
de cerca sus tácticas de intimidación y terror, los muyahidín, al-Qaida o ISIS
no son originales en absoluto. Se basan en las prácticas imperialistas y
colonialistas de Occidente. Las noticias al respecto, o incluso sobre el terror
que ha infligido al planeta Occidente, son meticulosamente censuradas. Nunca
podrá usted verlas en los programas transmitidos por la BBC o leer sobre ellas
en los periódicos y revistas de los medios dominantes.
En cambio, la
violencia y crueldad de las organizaciones terroristas clientelares se destacan
constantemente. Nos las sirven en su más mínimo detalle, repetidas varias veces
y “analizadas”.
Todo el mundo
está furioso, horrorizado. La ONU está “profundamente preocupada”, los
gobiernos occidentales están “indignados”, y el público occidental “dice basta
y no quiere inmigrantes de esos terribles países cuna del terrorismo y la
violencia.”
Occidente
“simplemente tiene que hacer algo.” Y aquí entra en escena la Guerra contra el
Terror.
Se trata de una
guerra contra el propio Frankenstein de Occidente. Es una guerra que nunca se
espera ganar, porque si se gana, Dios no lo quiera, tendría que haber paz y la
paz significa reducir los presupuestos de defensa y también hacer frente a los
problemas reales de nuestro Planeta.
La paz
significaría que Occidente mira a su propio pasado. Significaría pensar en la
justicia y la reordenación de la totalidad de las estructuras de poder del
planeta. Y eso no se puede permitir.
De manera que
Occidente está “jugando” a juegos de guerra; está “combatiendo” a sus propios
reclutas (o simulando hacerlo), mientras personas inocentes siguen muriendo.
Ninguna parte
del mundo, a excepción de Occidente, sería capaz de inventar y dar rienda
suelta a algo tan vil y brutal como ISIS o al-Nusra.
Si miramos más
de cerca la estrategia de estos grupos-implantes veremos que no tienen raíces
en ninguna cultura musulmana pero en cambio están totalmente inspirados en la
filosofía occidental del terrorismo colonialista: “Si no acatáis plenamente
nuestros dogmas y nuestra religión entonces os vamos a cortar la cabeza, os
vamos a degollar, violar a vuestras familias enteras o arrasar por el fuego
vuestras poblaciones. Vamos a destruir vuestro grandioso patrimonio cultural
como lo hicimos en América del Sur, hace 500 años, y en tantos otros lugares “.
Y así
sucesivamente. Es necesaria realmente una gran disciplina para no percatarse de
las conexiones.
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