miércoles, 21 de abril de 2021

A lo mejor empezar a tratar el asunto de mujeres sin detenernos en la semantización de la denominación, y olvidándonos de cuestiones electoralistas y de “partidotes”, sino sobre bases intelectuales serias y objetivas, le puede interesar a cualquier trabajador al margen de su sexo o de la estatura que tenga. Pero la mujer, ¿Es persona o no es persona? ¿Pero la mujer tiene más derechos a ser presidenta laureada del consejo de administración de un gran banco mundial para ser mujer? Porque como la mujer sea una persona sin más, sin la a o la e, tiene los mismos derechos y las mismas obligaciones que cualquier persona, por ejemplo: tiene derecho como persona a decidir sobre su propia vida y a decidir en qué tipo de sociedad quiere vivir, y para ello tiene que empezar por tener sus necesidades mínimas vitales cubiertas (no de su ingreso en el mercados laboral para que pueda pasar las mismas calamidades que cualquiera que no tenga suficiente para vivir) , o sea, como cualquier persona.


LA MUJER COMO CLASE SOCIAL: CUANDO EL CAPITALISMO SE DISFRAZA DE MARXISMO

Cristóbal  García Vera

Sociología Crítica

16.04.2021

La ex alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, festejando el 8M institucionalizado e interclasista con un grupo de importantes empresarias

¿Constituyen las mujeres una única “clase social, económica y culturalmente diferente de las otras clases masculinas”, explotada por los hombres de todas las clases sociales y relacionada con ellos en “régimen de servidumbre”, tal y como sostiene en una de sus tesis principales el Partido Feminista de España? ¿Podrían, en ese caso, las asalariadas esperar algún tipo de “solidaridad” por parte de una banquera, la multimillonaria heredera de Inditex Sandra Ortega o la ejecutiva de una multinacional? La resolución de este debate tiene mucho que ver – sostiene en este artículo nuestro colaborador Cristóbal García Vera – con el combate entre las corrientes feministas asumibles por el sistema capitalista y un feminismo socialista que siempre ha aspirado a conjugar la lucha por la liberación de la mujer con el proyecto de construir una sociedad libre de todo tipo de explotación y opresión (…).

“Económica y socialmente, las mujeres de las clases explotadoras no son un sector independiente de la población. Su única función social es la de ser instrumentos para la reproducción natural de las clases dominantes… Las mujeres de la burguesía… son los parásitos de los parásitos del cuerpo social”.

Rosa Luxemburgo. “El voto femenino y la lucha de clases” (1912) (1)

“La cuestión de la mujer sólo puede ser resuelta a través de la línea de las mujeres trabajadoras contra los hombres y mujeres en el poder. Las mujeres de la clase dirigente tienen exactamente los mismos intereses que sus hombres en sostener y perpetuar la sociedad capitalista”.

Evelyn Reed. “Sexo contra sexo o clase contra clase” (1977) (2)

Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.- Abril de 2021

    Si encabezamos esta crítica a la tesis que pretende categorizar a todas las mujeres como una única “clase social” con las citas de Rosa Luxemburgo Evelyn Reed -pionera feminista-marxista estadounidense- no es con la pretensión de apelar, falazmente, al “argumento de autoridad” que un espíritu crítico debe rechazar por principio, y sea quien sea la pretendida “autoridad”. Nuestra intención es, simplemente, poner de manifiesto hasta dónde se pueden rastrear los antecedentes históricos de un debate que, en cualquier caso, continúa vigente y cuya traducción práctica es absolutamente fundamental para  determinar la dirección que pueda tomar en nuestros días el movimiento feminista.   

     El propósito que nos mueve a escribir este artículo es el de llamar la atención sobre las catastróficas consecuencias políticas derivadas de hacer creer a las mujeres trabajadoras que podría existir entre ellas y las mujeres de las clases dominantes alguna suerte de “solidaridad”.  O, por ejemplificarlo con la claridad que requiere un tema de tanta importancia, alertar sobre la enorme ayuda que se ofrece a la reproducción del sistema capitalista, que explota a las trabajadoras de manera especialmente sangrante, convenciéndolas de que una camarera de pisola obrera de una fábrica o una peluquera pueden tener como aliadas potenciales a una banquera, la multimillonaria heredera de Inditex Sandra Ortega, una alta ejecutiva de Coca Cola o las mujeres que hacen carrera en la política institucional; solo porque todas tienen en común su capacidad para gestar y parir.

      Ello no niega, obviamente, el hecho de que el sexismo existe aún en nuestras sociedades y que cualquier mujer puede ser objeto de varias formas de violencia machista; pero tanto la posibilidad de que esto se dé como la capacidad de la mujer para enfrentarse a esa violencia varían enormemente dependiendo de la clase social a la que pertenezca.

UNA TESIS DEL FEMINISMO BURGUÉS APENAS BARNIZADA DE “MARXISTA” POR EL PARTIDO FEMINISTA DE ESPAÑA

   La tesis de la mujer como “clase” – o “casta”- social, antagónica a las clases de los hombres, fue formulada en los años 70 del pasado siglo XX por autoras del llamado “feminismo radical”, como Shulamith Firestone o Christiane Dupont, que para justificarla conceptualizaron también el trabajo doméstico como un supuesto “modo de producción” (3).

  La crítica de esa tesis corrió a cargo de autoras marxistas, como la citada Evelyn Reed, o la feminista vasca Fini Rubio quien, en la presentación de una obra colectiva dedicada fundamentalmente a recusar a las “radicales”, advertía en 1977 que:

    “La tendencia radical feminista, al definir a la mujer como clase y a la familia como modo de producción, desvirtúa y tergiversa la acepción marxista de los términos clase y modo de producción e introduce un factor de antagonismo entre los sexos difícil si no imposible de convertir en una práctica política cuanto menos progresiva” (4).

    Más de cuarenta años después nos encontramos, en el Estado español, ante una “originalidad” política que refleja muy bien la confusión teórica e ideológica que caracteriza a nuestro tiempo: la asunción de la tesis de la mujer como “clase social” por parte de una organización que se autoproclama marxista, el Partido Feminista de España presidido por Lidia Falcón, y su promesa de  “fundamentarla” de una manera rigurosamente “científica”. La reformulación de esta tesis, publicada en la web oficial del PFE con fecha de 2016, carece por completo de cualquier análisis basado en la tradición marxista que -aunque muy amplia y diversa- parte de algunos supuestos fundamentales, incluye un determinado enfoque metodológico y no es un cajón de sastre compatible con cualquier tipo de especulación sin fundamento empírico (5).

SEXO CONTRA SEXO HASTA EN EL SOCIALISMO: UN “ANTAGONISMO” QUE SE PRESENTA COMO FUNDAMENTAL

  Asumiendo la teorización de las “feministas radicales”, el PFE sostiene, en efecto, que “Las mujeres constituyen una clase social, económica y culturalmente diferente de las otras clases masculinas”, con respecto a las cuales establece una relación de “antagonismo” como clase explotada.

   Y para explicar la separación entre estas supuestas “clases incurre en un determinismo biologicista:

     “Las causas materiales de la explotación femenina se hallan en su propia constitución fisiológica, en su especialización reproductora, en la servidumbre de la gestación, de la parición (sic)  y del amamantamiento” (6).

  Un planteamiento contrario al  marxista que, sin negar un fundamento biológico en la originaria división sexual del trabajo, destaca el carácter social  e histórico del proceso de subordinación de la mujer.

  Finalmente, el PFE también coincide con las feministas radicales en elevar el trabajo doméstico a la categoría de “modo de producción” que determinaría este antagonismo “natural” entre las mujeres y los hombres.

    En su tesis, el Partido Feminista realiza un tratamiento totalmente ahistórico del trabajo doméstico que le lleva a sostener que  los hombres en “toda sociedad” – lo mismo en una comunidad primitiva, que en un país capitalista del S. XXI u otro país con un Estado socialista como  la antigua Unión Soviética -, “someten y explotan a las mujeres en régimen de servidumbre”.

   El hilo de este razonamiento lleva a la redactora de la tesis a proponer una “solución” políticamente no  igualitaria para acabar con el  dominio “feudal” ejercido por los hombres:

  “Para que no existiera explotación en la apropiación de ese trabajo excedente de la mujer sería preciso que se le retribuyera por él equitativamente al esfuerzo realizado. Es decir, que las mujeres tendrían que recibir una parte mucho mayor de la riqueza social que los hombres, lo que las constituiría en el grupo más poderoso de la sociedad” (7).

    Aunque la tesis no desarrolla esta sugerencia de sociedad “amazónica”, sí deja meridianamente claro que el antagonismo entre hombres y mujeres no se resolvería ni con una revolución socialista, ni con la continuada praxis de construcción de hombres y mujeres nuevos que, especialmente después de la misma, sería precisa para ir superando todas las concepciones que reproducen la subordinación femenina.

   “Mientras el proletariado es una clase en ascenso… todavía puede movilizar a las mujeres en su propio beneficio, y convencerlas de que la lucha por el socialismo es su propia lucha. Alcanzada la victoria de aquellos países donde se ha producido una revolución proletaria, las mujeres quedan en un lugar secundario en la sociedad, y siguen siendo explotadas por los hombres en la reproducción, la sexualidad y el trabajo doméstico” (8).

  Una revolución socialista, por tanto, solamente podría servir a las mujeres para “iniciar el camino de su lucha”, a condición de que entiendan que su nueva situación en relación con los varones será en realidad:

“Un fiel remedo, en la dialéctica de la lucha de clases, de la de los siervos y los campesinos medievales que se transformaron en proletarios, con igualdad de derechos civiles y políticos que sus antiguos señores, solo para cambiar la explotación servil por la entrega de plusvalía al capital” (9).

    Los avances sin precedentes alcanzados por las mujeres en los países que intentaron, o intentan, construir el socialismo se despachan con el tratamiento expeditivo de “una aparente” concesión de “derechos civiles y políticos”; mientras que  los obstáculos que siguieron frenando en ellos la conquista de una plena igualdad no son estudiados, de forma concreta, como pervivencias de una vieja mentalidad patriarcal. Por el contrario, la tesis del Partido Feminista de España defiende la existencia de un  conflicto de “clase” entre hombres y mujeres en el socialismo que sitúa, exactamente, al mismo nivel fundamental que el que enfrenta a los obreros con los burgueses.

UNA PROPUESTA DE COLABORACIÓN INTERCLASISTA CAMUFLADA EN EL SINSENTIDO DE LA “CLASE MUJER”

   La explicación marxista sobre el funcionamiento de las sociedades de clase se realiza a partir de un modelo en el que se identifican dos grupos fundamentales enfrentados por un conflicto objetivodeterminado por la propiedad de los medios de producción.  Por un lado, los propietarios de estos  medios de producciónpor el otro, los productores directos que, por carecer de los mismos, son explotados por los primeros, que se apropian de su esfuerzo y del fruto de su trabajo (10).

    En ningún caso, la teorización marxista sostiene que estas clases fundamentales son las únicas presentes en una formación social determinada. En el marco de una sociedad concreta encontramos siempre, junto a las clases fundamentalesotras clases y fracciones de clase  -divisiones internas– que complejizan su estructura, diversifican las mentalidades de estos grupos y hacen también más complejo el trabajo político de las organizaciones revolucionarias (11).

     Tampoco sugiere la explicación marxista que el conflicto esencial – asalariados/as contra burgueses/as en el capitalismo – sea el único existente o agote todas las formas de opresión, desigualdad o discriminación presentes en una sociedad.

     Los marxistas sí insisten en señalar, en cambio, que este antagonismo fundamental – irresoluble en el marco del propio capitalismo– determina y modula el resto de contradicciones y opresiones y actúa como motor fundamental en la lucha de clases.  Y lo hace en combate constante con las diferentes formas de la ideología dominante: desde las que intentan decretar el “fin del trabajo”, hasta las corrientes postmodernas que ocultan la esencia de esta explotación bajo el “velo de la diversidad”, en beneficio de la reproducción del sistema.

   Este mismo “favor” a la perpetuación del capitalismo podría llegar a hacerlo la idea sostenida por el Partido Feminista de España de que la constatable pertenencia de las mujeres a diversas clases sociales ¡no existe en la realidad!, sino que sería fruto de una obnubilación de la conciencia provocada por la “ideología patriarcal-capitalista”; por lo que las mujeres de las clases dominantes que actúan conforme a sus intereses materiales lo harían – según esta extravagante tesis –  porque aún no se ha desarrollado la “conciencia de clase para sí” en la Mujer (12).

      Una estrategia política coherente con esta concepción debería conducir a las organizaciones de trabajadoras a intentar “concienciar” a sus “hermanas” de  la patronal de que solo uniéndose a ellas para luchar contra la “explotación del varón” podrán alcanzar su liberación como “clase”. Tampoco sería incompatible con la decisión de confiar los intereses de una agrupación de asalariadas precarias a una alta ejecutiva de la empresa que las explota, si ésta dijera“comprender” que lo fundamental es siempre defender los derechos de  “la mujer”.   Y, obviamente, debería establecer como enemigo principal a combatir al hombre “opresor” que las somete a todas por igual en “régimen de servidumbre”.

LA MUJER BURGUESA: “UN CONCEPTO TOTALMENTE ACIENTÍFICO” SEGÚN EL PFE

Contra toda evidencia el Partido Feminista de España sostiene que:

El criterio con el que un gran sector de «marxistas» clasifican a algunas mujeres como «burguesas» resulta totalmente acientífico, porque… en la gran mayoría de los casos dichas mujeres no son las propietarias de los medios de producción ni detentan ningún poder económico ni político” (13).

      Aunque la segunda parte de esta afirmación podría ser cierta si se refiriera a sociedades pasadas (14), resulta totalmente anacrónica cuando pretende describir la realidad actual. Pero, comoquiera que ni siquiera un texto tan especulativo como el del PFE puede ignorar el hecho de que sí existen mujeres propietarias de medios de producción, grandes accionistas de empresas multinacionales, banqueras o directoras de organismos financieros internacionales, su tesis las despacha afirmando que “son estadísticamente insignificantes”para luego apostillar que:

 “Incluso la mujer burguesa, que tiene la propiedad de los medios de producción, puede estar explotada por el marido dentro del modo de producción doméstico” (15).

¿“SORORIDAD” ENTRE MUJERES DE CLASES ANTAGÓNICAS?: LA CONCEPCIÓN QUE OCULTA UN 8 DE MARZO COOPTADO POR EL PODER

    Desde este diario digital se ha venido denunciando la forma en que, coincidiendo con la ofensiva neoliberal iniciada en los años 70 y la imposición de las concepciones ideológicas posmodernas, se fue abriendo paso en todo el mundo occidental un feminismo cooptado por el poder (16), que ha arrinconado las posiciones más avanzadas del feminismo socialista:

     Aquel que ha aspirado siempre a conjugar la lucha por la liberación de la mujer con el proyecto de construir una sociedad libre de todo tipo de explotación y  opresión, por razón de clase, sexo, raza o cualquier otra condición humana, y donde se establezca una relación sostenible con el medioambiente del que depende nuestra especie para su reproducción.

    Una clara expresión de la hegemonía de este “feminismo institucionalizado” fue la sustitución del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora por el interesadamente ambiguo e interclasista “Día Internacional de la Mujer” (17).

     La misma tendencia se ha expresado, en los últimos años, con la promoción por parte de los medios de comunicación corporativos, y los partidos “social liberales” de viejo o nuevo cuño – como el PSOE o Unidas-Podemos –  de la idea de que sería posible alcanzar una alianza entretodas las mujeres, para construir una sociedad más justa e igualitaria. Así como en la fantasía de que “feminizando” la política,  o  situando a mujeres al frente de Gobiernos imperialistas (18) y ministerios de la Guerra (19) se podría atenuar de alguna forma la esencia depredadora y criminal del capitalismo.

    Sin organizaciones políticas revolucionarias con incidencia suficiente para transmitir una recusación de esta expresión de la ideología dominante, la mayor parte de las jóvenes que se interesan actualmente por el feminismo acaban asumiendo esa trampa aparentemente “progresista”, y  adscribiéndose a diversas corrientes del feminismo abiertamente burgués– como el liberal, o “reformista” como las llamadas “rad- fems” o el “Feminismo del 99%”, una de las últimas manifestaciones de la socialdemocracia vergonzante que se presenta a sí misma como “anticapitalista”. (20).

    Aunque con una escasa influencia entre las nuevas generaciones, el PFE induce a creer también, con su tesis de “la mujer como clase social y económica”, en la posibilidad de establecer una alianza política entre explotadoras y explotadas. Y favorece el engaño mucho más sutil – y por tanto más peligroso – que a menudo conduce a las trabajadoras y trabajadores más humildes a ceder la dirección político-ideológica de sus luchas sectores sociales que viven demasiado bien en este sistema como para adscribirse consecuentemente a un proyecto de cambio real que, inevitablemente, implica confrontar con el Poder a un nivel que nada tiene que ver con la esgrima mediática o los juegos florales parlamentarios. (21).  Y todo ello, con la particularidad de que el Partido Feminista intenta camuflar el origen burgués de dicha teorización tras algunos términos marxistas y citas descontextualizadas de Marx, Engels o Nicos Poulantzas.

    Una deriva ideológica congruente con esta manera de interpretar el conflicto social podría ser similar a la de la conocida líder sufragista británica Emmeline Pankhurst – citada por la redactora de la tesis del PFE para intentar reforzar su posición-, que comenzó su militancia orientada hacia el ala izquierda del Partido Laborista, pero acabó sus días preocupada por la “amenaza del bolchevismo” y como miembro del muy clasista y exclusivo Partido Conservador.

    Regresión política relativamente fácil de sufrir si se pierde de vista que las trabajadoras deben dirigir su lucha contra los hombres y mujeres que las explotan y el sistema que hace posible tanto esa explotación como su opresión específica por ser mujeres; y no contra todos “los hombres”  como propusiera Mrs. Pankhurst (22)– por su mera determinación biológica-sexual.  

Notas y referencias bibliográficas:

(1)  “El voto femenino y la lucha de clases”. Rosa Luxemburgo.

(2)  “Sexo contra sexo o clase contra clase”. Evelyn Reed. Editorial Fontamara, S.A.

(3)  La unidad doméstica se puede considerar  la “base orgánica” de todos los modos de producción, pero no, en sí misma, uno de estos modos de produción. Las características de dichas unidades domésticas han ido variando a lo largo del tiempo y continúan haciéndolo en la actualidad en las sociedades capitalistas más desarrolladas, que van incorporando al mercado actividades antes realizadas en el ámbito de la familia.  

(4) “Marxismo y liberación de la mujer”. Dédalo ediciones. 1977.

(5) No conviene confundir, sin embargo, la precisión filológica acerca del origen de la tesis del Partido Feminista de España, que realizamos solo por la pretensión infundada de su redactora de calificarla como “marxista”, con la recusación de su validez para interpretar la naturaleza de la opresión particular a la que han sido sometidas las mujeres.  La tesis del PFE no es insostenible y falsa porque sea “antimarxista” – ya que el marxismo no es ninguna suerte de Biblia laica en la que pueda leerse  “La Verdad” revelada -,  sino por su flagrante falta de correspondencia con la realidad social que pretende describir.

(6) Tesis del PFE. La mujer como clase social y económica.

(7) Ibídem.

(8) Ibídem.

(9) Ibídem.

(10) Como es conocido, esta oposición entre ambas clases antagónicas ha adoptado diferentes formas a lo largo de la historia. Desde las sociedades esclavistas, en las que los productores eran, al mismo tiempo, una propiedad de sus amos; hasta las modernas sociedades capitalistas, donde los asalariados son formalmente libres, pero están obligados a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir.

(11) Por necesidades didácticas de nuestra exposición nos referimos en este texto, exclusivamente, al antagonismo fundamental que existe entre las mujeres trabajadoras y las mujeres de la burguesía o las clases dominantes. Sin embargo, la evidencia histórica, que brilla por su ausencia en la tesis especulativa del PFE, muestra que las mujeres de la pequeña burguesía y de determinados sectores de las llamadas “clases medias” -al igual que los varones de estas clases sociales- tienen un comportamiento fluctuante en momentos de cambio y confrontación social y, en no pocas ocasiones, han jugado un papel destacado como base de la reacción. A título de ejemplo, basta recordar que las mujeres de estas clases se convirtieron en Chile en un bastión del golpismo contra el gobierno  de Salvador Allende, aportando al mismo, a nivel mediático, su patético “activismo del cacerolazo”. 

(12) Tesis del PFE. La mujer como clase social y económica.

(13) Ibídem.

(14) Pese a ello, Rosa Luxemburgo ya advertía en 1912 a las trabajadoras que “las mujeres de las clases propietarias defenderán siempre fanáticamente la explotación y la esclavitud del pueblo trabajador gracias al cual reciben indirectamente los medios para su existencia socialmente inútil”. Calificaba a las mujeres de los burgueses como “los parásitos de los parásitos del cuerpo social”. Y, señalando que “los consumidores son a menudo mucho más crueles que los agentes directos de la dominación y la explotación de clase a la hora de defender su «derecho» a una vida parasitaria”, denunciaba que “cuando la heroica Comuna obrera de París  fue aplastada por los cañones, las radiantes mujeres de la burguesía fueron incluso más lejos que sus hombres en su sangrienta venganza contra el proletariado derrotado”.

(15) Tesis del PFE. La mujer como clase social y económica.

(16) “Del “New York Times” a “Público”: Las cocinas mediáticas del feminismo low-cost, Tita Barahona.

(17) El 8 de marzo. Un día que no puede ser de todas las mujeres, Tita Barahona.

(18) Recientemente, la ministra de Igualdad del Gobierno de España, Irene Montero, expresaba en Twitter su “emoción” por el nombramiento como vicepresidenta de EE.UU. de “la primera mujer afroasiática, Kamala Harris y su esperanza de que la nueva administración demócrata  “abra una etapa de tolerancia, justicia social e igualdad”.  Más información al respecto en: Las “rompetechos de cristal” de lujo y sus palmeros “progresistas”, Tita Barahona; “Kamala Harris: Una colorida presidenta para Joe Biden “Se consuma la decepción con las nuevas democratas socialistas en EE.UU.”, Tita Barahona.

(19) Las “feministras” lamebotas del imperio, Tita Barahona.

(20)  El bautizado como “Feminismo del 99% puede considerarse una de las últimas manifestaciones del reformismo socialdemócrata “vergonzante” que se presenta a sí mismo como “anticapitalista”. Con un manifiesto escrito por Nancy Fraser, Cinzia Arruza  y Tithi Bhattachar que ya que ha sido traducido a múltiples idiomas,  fue presentado en el Estado español por la dirigente de Podemos Clara Serra en las pasadas Jornadas Feministas organizadas por la revista CTXT, en la que ella misma aportó un capítulo. Cuenta  con la adhesión de la dirección de la Comisión 8-M, hegemonizada también por el partido morado de Pablo Iglesias. Más información en: “Feminismo del 99%: ¿La última estrategia para despistar a las trabajadoras?, Tita Barahona.

(21) Evidentamente, con esta afirmación no pretendemos negar el hecho de que algunos individuos llegan a desclasarse, a renunciar a cualquier privilegio y hasta a entregar sus vidas por las causa de los explotados y oprimidos. Una respetable lista de líderes revolucionarios lo atestigua. Ese fenómeno, sin embargo, no refuta las conclusiones generales que se pueden extraer del estudio del comportamiento colectivo de las clases sociales y sus diversas fracciones a lo largo de la historia, cuya omisión en la estrategia de las organizaciones populares solo puede conducirles a nuevas y trágicas derrotas.

(22) La autora de la tesis del PFE escribe: “En el momento en que Mrs. Pankhurts toma conciencia de que es necesario luchar contra los hombres -tanto los de la derecha como los de la izquierda-, ésta afirma: “A los hombres tenemos que agradecerles habernos enseñado la alegría de la lucha”.

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Menos armas, menos corrupción política y económica, más dignidad en los dirigentes y más vacunas

 

Urge producir vacunas y suspender las patentes


Por Julio C. Gambina 

Fuentes: Rebelión

21/04/2021 

Todos los análisis coinciden en la gravedad sanitaria y económica del momento, con 150 millones de contagiados y 3 millones de muertos por Covid19. El problema lleva más de un año desde la declaración de la pandemia en marzo 2020.

Se considere por donde sea el impacto económico es regresivo y se mide en crecimiento de la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la desigualdad y una brutal concentración del ingreso y la riqueza, sumado al colapso sanitario. Entre otros aspectos, discrimina a los sectores más empobrecidos, las trabajadoras y los trabajadores,  principalmente a mujeres y jóvenes, tal como indica el estudio del FMI en la zona latinoamericana y caribeña[1]. Esta regresiva situación convoca al debate de problemas de coyuntura y de estructura.

En la coyuntura se trata de resolver una demanda que viene de lejos en la “solución” de la pandemia y remite a la aplicación universal de las vacunas que hoy están en circulación. Resulta interesante verificar la cantidad de vacunas en acción, con eficacia para minimizar la gravedad y desenlace de los contagios, aun cuando la diversidad supone la fragmentación de la capacidad de investigación y producción, incluso, evidencia la ausencia de cooperación internacional. En definitiva, es resultado de la mercantilización del proceso de producción y circulación, asociado al fenómeno más general de asumir a la salud como una mercancía, en desmedro de una tradición de derecho a la salud.

Por esto es fundamental instalar un debate en la sociedad por la “suspensión” de las patentes, en contra de los acuerdos de propiedad intelectual sustentados como agenda estratégica en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Esta iniciativa por la liberación de las patentes está sustentada por más de un centenar de países y una creciente demanda de organizaciones sociales globales entre las que destaca la campaña de “médicos sin fronteras”[2].

El dato relevante es que, iniciada la vacunación, se verifica la concentración de dosis entre los países con mayor capacidad de compra, discriminando a las poblaciones del mundo en función de los diferentes niveles de desarrollo y capacidad de compra de los estados nacionales. Aun así, el ritmo de ejecución de la vacuna es pobre y apenas menos del 7% de la población mundial ha recibido por lo menos una dosis, y menos del 3% las dosis que completan el proceso recomendado. Ello pone de manifiesto el límite de la situación actual y la demanda de actuar con rapidez para frenar los efectos desastrosos de la pandemia y en la economía, que se descarga sobre buena parte de la humanidad.

La realidad es que las patentes son detentadas y defendidas por el capital transnacional, lo que se expresa en la valorización de los capitales invertidos en los laboratorios farmacéuticos. Es una dinámica que actúa a contramano de las condiciones de emergencia de sectores vulnerables en la economía mundial, según coinciden todos los análisis de los organismos internacionales, la academia o la prensa. No debiera resultar una sorpresa la contradicción entre la miseria y desesperación extendida del presente, junto a la acumulación y enriquecimiento de pocos. Es algo a modificar en tiempos de amenazas civilizatorias.

Esto nos lleva a la cuestión estructural, que supera el debate y resolución de la emergencia sanitaria y económica asociada a la pandemia. En ese marco, lograr la suspensión de las patentes, aun temporaria, es un punto de apoyo en una estrategia de modificaciones estructurales que amplíe derechos sociales, en particular relativos a la salud. Ello supone un debate de ideas, político y cultural, que afecta a la propiedad de los medios de producción, eje sustantivo en la lógica capitalista.

La cooperación internacional para la investigación, la producción y circulación de vacunas debiera estar en el centro de la preocupación intelectual de la sociedad contemporánea.

Es una cuestión coyuntural y estructural, en un tiempo donde debiera prevalecer el factor humano en la consideración de políticas públicas, aun a contramano de la lógica hegemónica de la ganancia y la acumulación. Si se piensa en América Latina y el Caribe, todas las consideraciones se agravan, ya que con una población del 8% en el ámbito mundial, reúne un tercio de contagios y muertes, con el problema de países que parecían alejados del flagelo, ahora se agregan a la vulnerabilidad. Ya no solo preocupan Brasil, México, Colombia, Perú, Chile, Ecuador o Argentina, sino que se suman Uruguay y Paraguay que hasta hace poco parecían a salvo y más allá de la pandemia.

Mirando a la región, el optimismo proviene de Cuba y la consolidación de años de trabajo en materia de salud, especialmente con los resultados de la vacuna Soberana. La cooperación en materia de salud históricamente ofrecida por Cuba en sus misiones de solidaridad podría inspirar la cooperación regional en la producción y distribución de la vacuna en toda Latinoamérica y el Caribe, incluso en el ámbito mundial. Pese al bloqueo, Cuba marca el camino de un rumbo soberano para resolver en condiciones desiguales sus problemas. En otro plano de potencialidad regional, Argentina acordó cooperación en la producción de la vacuna “AstraZeneca”, que debió fraccionarse en México, aun cuando se completó el proceso en EEUU. Ahora trascendió el acuerdo para producir la “Sputnik V” en la Provincia de Buenos Aires, con pretensión de abastecimiento local y regional.

Ambos casos, Cuba y Argentina, ponen de manifiesto la capacidad de investigación y de producción en momentos en que hacen falta esfuerzos conjuntos para resolver problemas en el corto y mediano plazo, ya que las vacunas serán necesarias ante la continuidad de la pandemia. La ausencia de cooperación mundial evidencia la vulnerabilidad de la sociedad contemporánea, por lo que debe estimularse un proceso de integración y colaboración entre los estados de América Latina y el Caribe. Es una cuestión de supervivencia de la humanidad, que se juega en una población que soporta gravemente el flagelo pandémico. Nuevamente el desafío podrá resolverse desde la integración no subordinada y en perspectiva de emancipación.

Notas:

[1] FMI, en: https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=15489

[2] MSF, en: https://www.msf.org.ar/firmar/no-patentes-en-pandemia

Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.

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Cuando los trabajadores, la inmensa mayoría de la población, que somos los que creamos la riqueza (de la que no disfrutamos porque alguien se la queda) con nuestro trabajo, aprendamos y comprendamos que es el trabajo y como se crea la plusvalía (la parte de valor creada por el trabajo que no se le paga al trabajador por su trabajo) y que es la que acrecienta los capitales, no empezarán a cambiar las cosas para bien y a favor de los trabajadores (porque las cosas cambian, las reformas se multiplican, la trompetería democrática suena, y no me siga hablando de estas cosas porque me entra la risa, que ahora no tengo ganas de llorar). Mientras tanto el reino de los pirulos y pirulas de la política trompetera está asegurado, y que seguirán empeorando las condiciones de vida de los trabajadores también. Y ahora ya nos podemos a liar a discutir si Juana o su prima hermana o de las hijas de Elena que no sé si son tres o docena y media, que ésa es mi duda.

 

El auge del capitalismo y la productividad del trabajo 



Michael Roberts

El Viejo Topo

21 abril, 2021 

En mi opinión, Marx y Engels hicieron dos grandes descubrimientos científicos: la concepción materialista de la historia y la ley del valor bajo el capitalismo; en particular, el papel de la plusvalía en la acumulación capitalista. La concepción materialista de la historia afirma que las condiciones materiales del modo de producción de una sociedad y las clases sociales que emergen en ese modo de producción determinan en última instancia las relaciones y la ideología de esa sociedad. Como escribió Marx en el prefacio de su libro de 1859 Contribución a la crítica de la economía política : “El modo de producción de la vida material condiciona el proceso general de la vida social, política e intelectual. No es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, sino su existencia social la que determina su conciencia».

Esa visión general ha sido reivindicada muchas veces en estudios sobre la historia económica y política de la organización humana. En particular a la hora de explicar el surgimiento del capitalismo hasta convertirse en el modo de producción dominante. Se acaba de publicar un nuevo estudio que ratifica la fortaleza de la concepción materialista de la historia. Tres académicos de las universidades de Berkeley y Columbia han publicado un artículo titulado “¿Cuándo comenzó el crecimiento? Nuevas estimaciones del crecimiento de la productividad en Inglaterra desde 1250 hasta 1870”.

Intentan medir cuándo despegó realmente el crecimiento de la productividad (producción por trabajador u horas de trabajador) en Inglaterra, uno de los primeros países donde el modo de producción capitalista fue dominante. Encuentran que apenas hubo crecimiento de la productividad antes de 1600. Pero la productividad comenzó a despegar mucho antes de la llamada ‘Revolución Gloriosa’ de 1688, cuando Inglaterra se convirtió en una ‘monarquía constitucional’ y el gobierno político de los comerciantes y terratenientes capitalistas se hizo realidad. Según estos académicos desde aproximadamente 1600 hasta 1810, hubo un modesto aumento de la productividad de la fuerza de trabajo en Inglaterra de aproximadamente un 4% cada década (es decir, 0,4% anual), pero después de 1810 con la industrialización de Gran Bretaña, hubo fue una rápida aceleración del crecimiento de la productividad hasta aproximadamente un 18% cada década (o el 1,8% anual). El paso del capitalismo agrícola del siglo XVII al capitalismo industrial transformó la productividad del trabajo.

Los autores comentan: “nuestra evidencia ayuda a distinguir las teorías de por qué comenzó el crecimiento. En particular, nuestros hallazgos apoyan la idea de que un amplio cambio económico precedió a las reformas institucionales burguesas de la Inglaterra del siglo XVII y puede haber contribuido a provocarlas».  En otras palabras, primero fue el cambio en el modo de producción y las clases sociales; los cambios políticos llegaron después.

Como continúan diciendo los autores, “un debate importante sobre el inicio del crecimiento es si el cambio económico impulsó el cambio político e institucional como argumentó Marx o si el cambio político e institucional impulsó el crecimiento económico”. Los autores no quieren aceptar sin más la concepción de Marx y buscan argumentar que «la realidad es probablemente más compleja que cualquier punto de vista unívoco».  Pero no pueden escapar a sus propios resultados: que el crecimiento de la productividad comenzó casi un siglo antes de la Revolución Gloriosa y mucho antes de la Guerra Civil Inglesa. Y «esto apoya la visión marxista de que el cambio económico contribuyó de manera importante al cambio institucional del siglo XVII en Inglaterra».

El otro aspecto interesante del artículo es que los autores intentan medir el impacto del crecimiento de la población en la productividad y los salarios. A principios del siglo XIX, Thomas Malthus argumentó que era imposible que el crecimiento de la productividad creciera lo suficiente como para permitir a los trabajadores aumentar sus ingresos reales, porque los ingresos más altos conducirían a un aumento de nacimientos y, finalmente, a la superpoblación, la escasez de alimentos y hambrunas, etc.., que reducirían la población y los ingresos nuevamente.

Los autores señalan que, antes de 1600, hay evidencia para apoyar el argumento de Malthus. El período de 1300 a 1450 fue un período de plagas frecuentes, la más famosa fue la Peste Negra de 1348. Durante este período, la población de Inglaterra se redujo en un factor de dos, lo que provocó una fuerte caída en la oferta de mano de obra. Durante este mismo período, los salarios reales aumentaron sustancialmente. Más tarde, de 1450 a 1600, la población (y la oferta de trabajo) se recuperó y los salarios reales cayeron. En 1630, la economía inglesa había vuelto casi exactamente al mismo punto en el que estaba en 1300.

La razón por la que el argumento de Malthus tiene validez antes de 1600 es que hubo poco o ningún crecimiento de la productividad; de modo que los medios de subsistencia estaban determinados únicamente por la oferta de trabajo y los salarios. La Inglaterra precapitalista era una economía estancada y estacionaria en términos de productividad del trabajo. Pero también lo fue el impacto de la teoría de la sobrepoblación maltusiana. Los autores encontraron que la dinámica de la población maltusiana era muy lenta: una duplicación de los ingresos reales condujo a un aumento de 6 puntos porcentuales por década (0,6% anual) en el crecimiento de la población. Eso implicaba que se necesitaron 150 años para que un aumento en los ingresos reales impulsara la población lo suficiente como para provocar una reversión en el crecimiento de los ingresos.

Pero una vez que el capitalismo aparece en escena, el afán de lucro de los terratenientes capitalistas y los comerciantes fomenta el uso de nuevas técnicas y tecnologías agrícolas y la expansión del comercio. Más tarde, el crecimiento de la productividad despega a un ritmo lo suficientemente rápido como para superar el lento impacto de la «superpoblación» maltusiana. De hecho, con el capitalismo industrial después de 1800, el crecimiento de la productividad es 28 veces mayor que el impacto negativo muy lento del aumento de la población en los ingresos reales.

Esto confirma la opinión de Engels cuando escribió: “Para nosotros el asunto es fácil de explicar. El poder productivo de que dispone la humanidad es inconmensurable. La productividad del suelo se puede incrementar ad infinitum mediante la aplicación de capital, trabajo y ciencia”.  Umrisse 1842

Antes del capitalismo, las sociedades feudales malvivian con sus economías devastadas por las plagas y el clima. Por ejemplo, la Peste Negra de 1348 devastó a la sociedad inglesa durante más de un año, acabando con alrededor del 25% de la población. Durante tres siglos después de la Peste Negra, la plaga reapareció intermitentemente por décadas y acababa cada vez con una parte significativa de la población. Por lo tanto, los salarios reales en Inglaterra se vieron afectados principalmente por estos cambios de población y el consiguiente tamaño de la fuerza de trabajo (aunque, como se argumentó antes, a un ritmo muy lento).

Pero bajo el capitalismo, la productividad aumentó bruscamente y el nivel de los salarios reales ya no estaba determinado por el clima o las pandemias, sino por la lucha de clases sobre la producción y distribución del valor y la plusvalía creados en la producción capitalista en la agricultura y la industria. Una de las características del ascenso del capitalismo a partir de 1600 que señalan los autores es el aumento de la jornada laboral y del año laboral, otra confirmación del análisis de Marx sobre la explotación bajo el capitalismo.

Los autores señalan que a medida que el capitalismo comenzó a pasar de la producción agrícola a la industria, en la segunda mitad del siglo XVIII, los salarios reales en Inglaterra se redujeron ligeramente a pesar del crecimiento sustancial de la productividad. Citan una explicación potencial, a saber, «la pausa de Engels», es decir, la idea de que la mayor parte de las ganancias de la industrialización temprana fue para los capitalistas en lugar de los trabajadores.

Los autores son reacios a aceptar que Engels tenía razón, prefiriendo una explicación de Malthus de finales del siglo XVIII (que acababan de rechazar). Además, piensan que los salarios reales comenzaron a crecer ya en 1810, antes del período de 1820-1840 que Engels cita como una «pausa». Pero de todos modos, podemos ver que la brecha entre la productividad y los salarios reales se amplió drásticamente desde el comienzo del capitalismo industrial hasta ahora. La plusvalía (el valor del trabajo no remunerado) se disparó a comienzos del siglo XIX.

Más importante aún, el estudio refuta la ‘interpretación Whig (liberal) de la historia’, es decir, que la historia de la ‘civilización’ humana es resultado de un progreso gradual con cambios que son resultado de ideas más sabias y de formas políticas construidas por personas inteligentes. En cambio, la evidencia del crecimiento de la productividad en Inglaterra muestra «cambios bruscos y considerables en el crecimiento promedio» que respaldan la noción de que «algo cambió», es decir, que la transición del estancamiento al crecimiento fue algo más que un proceso constante de crecimiento muy gradual”. Sobre la interpretación del gradualismo Whig, los autores concluyen que «los resultados no apoyan esta visión de la historia».

Además, el estudio muestra que, dado que el crecimiento sostenido de la productividad comenzó en Inglaterra sustancialmente antes de la Revolución Gloriosa de 1688, no fue el cambio en las instituciones políticas lo que condujo al crecimiento económico. Por el contrario, fue el cambio en las relaciones económicas lo que condujo al crecimiento de la productividad y luego al cambio político. «Si bien los cambios institucionales asociados con la Revolución Gloriosa pueden haber sido importantes para el crecimiento, nuestros resultados contradicen la opinión de que estos eventos precedieron al inicio del crecimiento en Inglaterra».

Como lo expresó sucintamente Engels: “La concepción materialista de la historia parte de la proposición de que la producción de los medios para sustentar la vida humana y, junto a la producción, el intercambio de cosas producidas, es la base de toda estructura social; que en toda sociedad que ha aparecido en la historia, la manera en que se distribuye la riqueza y la sociedad dividida en clases u órdenes depende de lo que se produce, cómo se produce y cómo se intercambian los productos. Desde este punto de vista, las causas finales de todos los cambios sociales y revoluciones políticas deben buscarse, no en el cerebro de los hombres, no en las mejores percepciones de los hombres sobre la verdad y la justicia eternas, sino en los cambios en los modos de producción e intercambio».

Los autores no pueden evitar llegar a una conclusión similar. Como dicen: “Marx hizo hincapié en la transición del feudalismo al capitalismo. Sostuvo que después de la desaparición de la servidumbre en el siglo XIV, los campesinos ingleses fueron expulsados ​​de sus tierras a través del movimiento de cercamiento. Ese expolio inauguró un nuevo modo de producción: uno en el que los trabajadores no poseían los medios de producción y solo podían subsistir con el trabajo asalariado. Este proletariado estaba maduro para ser explotado por una nueva clase de agricultores e industriales capitalistas. En ese proceso, las revoluciones políticas fueron un paso decisivo para asegurar el ascenso de la burguesía. Para triunfar, el capitalismo necesitaba romper los grilletes restantes del feudalismo…. Nuestros hallazgos apoyan la visión marxista en el sentido de que estimamos que el inicio del crecimiento precedió tanto a la Revolución Gloriosa como a la Guerra Civil Inglesa (1642-1651). Esta estimación del momento del inicio del crecimiento respalda la opinión de que el cambio económico impulsó la historia hacia adelante e impulsó el cambio político e ideológico».

El desarrollo del capitalismo en la agricultura y el comercio sentó las bases para la introducción de tecnología industrial que condujo a la llamada revolución industrial y al capitalismo industrial. La Revolución Industrial se produjo en Gran Bretaña alrededor de 1800 porque «la innovación era excepcionalmente rentable en ese momento».  A medida que aumentaron los salarios reales, hubo un incentivo para explotar las materias primas necesarias para las tecnologías que ahorran mano de obra en textiles como la hiladora jenny, el molino de agua y la mula, así como tecnologías de combustión de carbón como la máquina de vapor y el horno de fundición de coque. La productividad laboral se disparó al alza. Hubo un aumento asombroso de la inversión en medios de producción en relación con la mano de obra. Según los autores, de 1600 a 1860, el capital social en Inglaterra creció en un factor de cinco, o un 8% por década.

El capitalismo industrial había llegado y, junto con el aumento de la productividad, una mayor explotación del trabajo, así como la ideología de la «economía política» y las instituciones burguesas de gobierno.

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