viernes, 12 de agosto de 2022

La pérdida de la membrana vocal facilitó que los humanos hablásemos

 


La pérdida de la membrana vocal facilitó que los humanos hablásemos


TERCERAINFORMACION / 12.08.2022

Una investigación asegura que perder las membranas vocales y los sacos aéreos en la laringe supuso un paso evolutivo crucial para nuestro lenguaje vocal. La simplificación evolutiva de esta parte de la anatomía humana permitió la mayor complejidad acústica que requiere el habla humana.

Un chimpancé vocalizando. / Kate Grounds

 

Si bien es cierto que todos los animales se comunican de alguna manera, el lenguaje hablado complejo es una de las características más humanas. Somos capaces de modular y crear oscilaciones con nuestras cuerdas vocales de forma mucho más estable que otros primates. Esto se debe a que la evolución hizo que perdiéramos las membranas en estas cuerdas y los sacos aéreos, que son comunes a todos los primates no humanos, según un estudio que publica la revista Science.

“En las especies no humanas, las vocalizaciones con los llamados ‘fenómenos vocales no lineales’ (PNL, por sus siglas en inglés) suenan duras, y se ha planteado la hipótesis de que reducen el tono de voz percibido, exagerando el tamaño del cuerpo del que lo emite ante el oyente. Estos PNL tienen un papel destacado en las interacciones competitivas”, dice a SINC Harold Gouzoules, autor de un artículo de perspectiva sobre este estudio y científico de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Emory (EE UU).

La vocalización humana se basa en los mismos principios acústicos y fisiológicos que la de otros vertebrados terrestres —el aire de los pulmones impulsa la oscilación de las cuerdas vocales en la laringe—, pero la forma de hablar de las personas tiene varias características distintivas. Las oscilaciones de nuestras cuerdas vocales son mucho más estables y carecen de las oscilaciones irregulares y de las transiciones de frecuencia bruscas que suelen darse en la mayoría de los demás mamíferos.

“Aunque los repertorios vocales de muchas especies de primates no humanos incluyen algunas llamadas claras y estructuradas armónicamente, sus vocalizaciones se bifurcan con frecuencia en subarmónicos a intensidades más altas”, señala Gouzoules.

Estos atributos, combinados con un mayor control neuronal, permiten a los humanos crear la amplia gama de sonidos que permiten el habla y el lenguaje hablado. Sin embargo, identificar las adaptaciones evolutivas que dieron lugar al habla humana ha sido un reto.

“Desgraciadamente, no podemos decir cuándo se perdió esta característica, ya que nunca se fosiliza, ni deja rastros en los huesos fosilizados. Esperamos que en el futuro se realicen análisis genéticos”, explica a SINC Takeshi Nishimura, biólogo de la Universidad de Kioto (Japón) y autor principal del estudio.

Respecto a por qué otros primates no han perdido esta membrana en las cuerdas vocales, Gouzoules apunta: “Quizá se deba a que la presión selectiva para hacerlo solo se produciría ante otros requisitos previos para el lenguaje (por ejemplo, un control neuronal cortical de las vocalizaciones), de los que las especies no humanas carecen en su mayor parte”.

Una gelada erguida y vocalizando . / Kate Grounds


Comparar laringes de primates

El equipo de Nishimura utilizó imágenes de resonancia magnética y tomografía computarizada (que emplea un dispositivo especial de rayos X y crea imágenes) para examinar las laringes de 29 géneros y 44 especies de primates. Descubrieron que todos los taxones no humanos poseían una membrana vocal que está totalmente ausente en nosotros.

Después de observar la actividad de esta membrana durante las vocalizaciones de los primates, desarrollaron modelos anatómicos y fónicos para comparar los efectos acústicos de su vibración.

“Nuestros análisis de simulación por ordenador confirmaron que la membrana vocal contribuye a que la fonación (las vibraciones de las membranas vocales y las cuerdas vocales) sea ‘económica’. Esto significa que empiezan a vibrar por una menor presión del flujo de aire del pulmón, en comparación con los humanos que carecen de la membrana vocal”, afirma el biólogo japonés.

Por tanto, la pérdida evolutiva de esta membrana dio lugar a una laringe más sencilla y a una fuente vocal estable que permite a los humanos la capacidad de producir los sonidos diversos y ricos en armónicos que caracterizan el habla.

“Los primates no humanos están obligados a hacer una llamada fuerte como comportamiento social en lugar de un pequeño parloteo como en los humanos”, concluye Nishimura.

Evolucionar no implica ser más complejos

Los libros de texto de biología evolutiva hacen hincapié en que la selección natural no produce inevitablemente una mayor complejidad. Por ejemplo, los peces cavernícolas mexicanos ya no tienen ojos, y existen pruebas genéticas, de desarrollo y fisiológicas de la regresión adaptativa de los ojos en esta especie y en otros animales cavernícolas.

“En esencia, los cavernícolas representan un escenario evolutivo de ‘úsalo o piérdelo’. Lo interesante de la pérdida de ojos en los peces cavernícolas es que sus ojos ya no tenían la función adaptativa que tenían antes”, apunta Gouzoules.

Con la pérdida de las membranas de las cuerdas vocales en los humanos, es de suponer que todavía había algún beneficio comunicativo en tener ese tejido, pero se volvió más adaptativo reducirlo, y eventualmente eliminarlo. La prueba es que esto contribuyó a la evolución del lenguaje, “que claramente tiene un enorme valor”, recalca el investigador.

Referencia:

Takeshi Nishimura et al. “Evolutionary loss of complexity in human vocal anatomy as an adaptation for speech”, Science, 2022.

Fuente: SINC

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Estados Unidos y su historia de crímenes de guerra

 

Estados Unidos y su historia de crímenes de guerra

 

Por Fernando M. García Bielsa 

Rebelion

12.08.2022

 

Fuentes: Rebelión - Imagen: Fotograma de la sátira antibélica «Dr. Strangelove», de Stanley Kubrick.


A la luz de los 77 años del bombardeo nuclear en Hiroshima y Nagasaki. ¿Fue una anomalía aquella acción del gobierno de Estados Unidos? ¿O ha sido más bien una regla la comisión de crímenes de guerra en el devenir histórico de esa potencia?

Autorizado por el “honorable presidente” Harry Truman, a las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945 un avión estadounidense lanzó sobre la población civil de la ciudad japonesa de Hiroshima una bomba de uranio con potencia explosiva de 16 kilotones, equivalente a 1600 toneladas de dinamita. Acabó instantáneamente con la vida de unas 66,000 personas y causó luego la muerte de otros 140.000 seres humanos.

En sus cálculos criminales y geopolíticos no les bastó ese hecho de inmensa brutalidad, y tres días después, otra bomba nuclear, esta vez cargada de plutonio, fue lanzada sobre la ciudad de Nagasaki, destruyéndola y causando otras 70 000 muertes instantáneas.

A ellos hay que sumar otros centenares de miles de decesos por problemas de salud, lesiones y secuelas relacionados con las bombas y la radioactividad, de acuerdo con datos de la ONU. Murieron en las semanas y meses subsiguientes como resultado de las quemaduras, las radiaciones. Muchos más quedaron afectados como portadores de un gen propenso al cáncer, lo cual ha afectado a sus descendientes. Además, agua, aire y tierra se contaminaron con las secuelas radioactivas, enfermando por décadas a quienes bebieran o se alimentaran con productos de la zona. Los efectos secundarios permanecieron por años, y aún están presentes.

Aquellas acciones criminales, la decisión de lanzar ambas bombas, tuvo lugar cuando ya se había producido la rendición incondicional de la Alemania nazi, y se sabía que la URSS estaba por iniciar una poderosa ofensiva en el lejano oriente que ponía en jaque a los japoneses, quienes buscaban desesperadamente un camino hacia la rendición inevitable.

En marzo de 1945 los japoneses ya habían perdido cerca de medio millón de vidas. Los estadounidenses habían destruido parte de Tokio con sus bombas de napalm M69, con un saldo de alrededor de 80 mil muertos y un número similar de heridos.
“Las usamos – dijo justificativamente entonces Truman refiriéndose a ambas bombas nucleares – para acortar la agonía de la guerra, para salvar la vida de miles y miles de jóvenes estadounidenses…”. Por otra parte, el general Dwight Eisenhower años después hizo un dictamen distinto: “Los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible”.

Según respetados expertos, el frío cálculo geopolítico y la principal razón de usar la bomba fueron para forzar a los líderes japoneses a que se rindieran antes de que los soviéticos entraran a la guerra en el oriente.

Ahora bien ¿fue una anomalía aquella acción del gobierno de Estados Unidos? ¿O ha sido más bien una regla la comisión de crímenes de guerra en el devenir histórico de esa potencia?

Muchos de esos crímenes son inducidos desde la distancia, generando la destrucción y el caos a miles de kilómetros de sus costas, a veces con zarpazos directos, pero crecientemente junto con sus supeditados “aliados” europeos o asiáticos o por mediación de estos. En buena medida Estados Unidos logra y se beneficia de cierta impunidad, y del tratamiento hasta cierto punto indulgente y a veces cómplice de muchos de los medios de prensa.

Con la llamada y manipulada “guerra contra el terrorismo”, desde 2001 Estados Unidos generó un nuevo ciclo de muerte y de ganancias de la industria militar, y ha sobrepasado el número de víctimas de aquellos terribles bombardeos contra dos ciudades japonesas en 1945.

Los crímenes contra la población originaria.
Todo empezó mucho antes. La violencia y la guerra son consustanciales al ser estadounidense. Las acciones violentas de los colonos, las guerras libradas por las tropas federales contra los indios nativos de Norteamérica, así como las repetidas fechorías y masacres contra los mismos durante la expulsión de sus tierras ancestrales hacia lejanos territorios del oeste incluye, pero en cierto sentido sobrepasa, el concepto de crímenes de guerra.

Las matanzas e intentos de aniquilar a los nativos norteamericanos concuerdan plenamente con la definición de genocidio de las leyes internacionales vigentes.
Según los registros históricos y los informes de los medios, desde su fundación, Estados Unidos ha privado sistemáticamente a los indígenas de sus derechos a la vida y los derechos políticos, económicos y culturales básicos a través de asesinatos, desplazamientos y asimilación forzada, en un intento de erradicar física y culturalmente ese pueblo, a esas etnias. Incluso hoy en día, los indios nativos aún enfrentan una grave crisis existencial.

Los sobrevivientes de las naciones indígenas derrotadas fueron internados en reservas, en terrenos áridos; les fueron arrebatados muchos de sus hijos y enviados a internados y casas de pensión, donde sus cabellos fueron cortados y sus lenguas y ceremonias fueron desterradas, en una especie de genocidio cultural. Durante décadas perduró la práctica de fragmentar muchas familias indias y entregar a sus hijos en adopción.

Ellos debieron vivir y presenciar una profunda transformación de su entorno: muchas de sus tierras fueron apropiadas por especuladores blancos; colonos y ganaderos que se asentaban a sangre y fuego despejaban sus cotos de caza, seguido por la ruda huella del progreso: terrenos cercados, carreteras, embalses, perforaciones mineras, ferrocarriles, tendidos eléctricos, nuevos poblados, campos petroleros, etc.

En las praderas del Medio Oeste, cientos de especies de pastos y bosques fueron reemplazadas por monocultivos de soya y maíz o dedicadas a construir embalses sin permiso de las tribus.

Las estadísticas revelan que, desde su independencia en 1776, el gobierno de los EE. UU. lanzó más de 1500 ataques contra las tribus autóctonas, masacrando a los indígenas, tomando sus tierras y cometiendo innumerables crímenes brutales. El 27 de marzo de 1814, unos 3000 soldados atacaron a los indios Creek en Horseshoe Bend, Territorio de Mississippi. Más de 800 guerreros y pobladores creek fueron masacrados.

Entre los crímenes más notorias también está la Masacre de Bear River en 1863, en Idaho, donde mataron a 350 integrantes de la “nación” Shoshone, o la del 29 de diciembre de 1890, cerca de WoundedKnee Creek, en Dakota del Sur.

Al inicio de la colonización en 1619 cerca de dos millones de nativos habitaban lo que hoy es el territorio estadounidense. En los tres siglos subsiguientes muchodead Indians are good Indians). s perecieron no solo por patógenos y enfermedades, sino principalmente por la violencia de los colonos y las tropas federales para arrebatarles sus tierras y en la expansión hacia el oeste. Se calcula que hacia 1900 solo uno de cada diez nativos sobrevivían, menos de 240 mil, luego de los brutales exterminios del siglo XIX. Por entonces primaba el lema de que solo los indios muertos son los indios buenos (only

Es bastante conocido que en la inmensa mayoría de las reservaciones la esperanza de vida está por debajo de muchos países del tercer mundo; los índices de pobreza y desempleo en las mismas suelen ser del 40% o más; prima el alcoholismo y la dependencia de la asistencia social; sufren altas tasas de mortalidad infantil y bajo peso al nacer, así como más bajos niveles de educación y menores lapsos de vida que los blancos.
La proyección imperial mediante la guerra.
Desde su fundación en 1776 solo durante 17 años ese país no ha estado inmerso en conflictos armados. En buena parte de ellos ha sido evidente la recurrencia a la comisión de crímenes de guerra en el contexto de la pretensión de dominio global y del uso de la fuerza, particularmente en los dos últimos siglos.

La política exterior arrogante y agresiva, y la generación de tensiones bélicas no es coyuntural ni depende en lo fundamental de quién habite la Casa Blanca. En la misma se relega la diplomacia y lo multilateral para enfocarse en la intimidación y la fuerza.

Esta es acompañada por campañas de generación de terror, basadas en una muy alta tecnología militar, operaciones encubiertas, aviones no tripulados, la externalización de las labores de combate con el empleo masivo de mercenarios y ejércitos subalternos, y el uso de alrededor de 800 bases e instalaciones militares en el exterior en más de 130 países, desde muchas de las cuales, unidades de Fuerzas Especiales de EE.UU. efectúan acciones ‘quirúrgicas’ letales y cacerías humanas.

Es imposible recoger aquí la totalidad, ni siquiera el grueso de las situaciones, en las cuales Estados Unidos se ha visto involucrado y ha cometido despiadados crímenes de guerra, pero se puede afirmar sin dudas que ese país es el mayor perpetrador de tales horrendos abusos y aberraciones.

[Continuará.]

Imagen de portada: Fotograma de la sátira «Dr. Strangelove, or How I Learn to Stop Worrying and Love the Bomb», una película de Stanley Kubrick. [Una de las traducciones al castellano fue titulada: «¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú».]

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Gestión del euro: ¡Misión imposible!

 

Hoy hace cuatro años nos dejó nuestro amigo, autor y colaborador Samir Amin. Fue una persona excepcional y uno de los intelectuales marxistas más brillantes de la izquierda contemporánea.


Gestión del euro: ¡Misión imposible!

 

Samir Amin

El Viejo Topo

12 agosto, 2022 

 

El economista Samir Amin demuestra en seis puntos por qué, según él, la zona euro está en un callejón sin salida. La única puerta de salida –el abandono del euro y la creación de una serpiente monetaria europea– que supondría una puesta en entredicho del poder de los oligopolios le parece ya algo imposible.


No hay moneda sin Estado. Juntos, Estado y moneda constituyen en el capitalismo el medio de gestión del interés general del capital, más allá de los intereses particulares de los segmentos del capital en competencia. La dogmática en curso que imagina un capitalismo gestionado por el “mercado”, incluso sin Estado (reducido éste a sus funciones mínimas de guardián del orden), no se basa ni en una lectura seria de la historia del capitalismo real, ni en una teoría con pretensiones “científicas” capaz de demostrar que la gestión por el mercado produce –incluso tendencialmente– una forma u otra de equilibrio (a fortiori, un equilibrio “óptimo”).

Ahora bien, el euro se creó en ausencia de un Estado europeo, sustituto de los Estados nacionales, cuyas funciones esenciales de gestores de los intereses generales del capital estaban en camino de ser abolidas. El dogma de una moneda “independiente” del Estado expresa esta absurdidad.

La “Europa” política no existe. A pesar del imaginario ingenuo que llama a superar el principio de soberanía, los Estados nacionales siguen siendo los únicos que tienen legitimidad. No existe la madurez política que haga aceptar por el pueblo de cualesquiera de las naciones históricas que constituyen Europa el resultado de un “voto europeo”. Es posible desearlo, pero aún habrá que esperar mucho tiempo antes de que emerja una legitimidad europea.

La Europa económica y social ya no existe. Una Europa de 25 o 30 Estados sigue siendo una región profundamente desigual en su desarrollo capitalista. Los grupos oligopólicos que controlan actualmente el conjunto de la economía (y más allá de ella, también la política cotidiana y la cultura política) de la región son grupos que tienen una “nacionalidad” determinada por la de sus principales dirigentes. Son grupos principalmente británicos, alemanes y franceses, y accesoriamente holandeses, suecos, españoles e italianos. La Europa del Este y en parte la del Sur mantienen con la Europa del noroeste y la central una relación análoga a la que, en las Américas, caracteriza la existente entre América Latina y Estados Unidos. En estas condiciones, Europa es apenas un mercado común, apenas un mercado único que forma parte del mercado global del capitalismo tardío de los oligopolios generalizados, mundializados y financiarizados. Europa es, desde este punto de vista y como he escrito en otro lugar, la “región más mundializada” del sistema global. De esta realidad, reforzada por la imposible Europa política, deriva una diversidad de niveles de salarios reales y de sistemas de solidaridad social como las fiscalidades que no puede ser abolida en el marco de las instituciones europeas tal como son.

La creación del euro, pues, fue una forma de empezar la casa por el tejado. Los propios políticos que tomaron la decisión así lo han confesado, convencidos de que la operación obligaría a “Europa” a inventar su Estado transnacional, con lo que el tejado tendría finalmente una casa que cubrir. Pero este milagro no se concretó y todo da a entender que no lo va a hacer. Ya a finales de los años 90 tuve ocasión de expresar mis dudas sobre esta maniobra. La expresión que yo había empleado (“empezar la casa por el tejado”) la ha repetido recientemente un alto responsable de la creación del euro que, en aquella ocasión, me había dicho estar convencido de que mi juicio era excesivamente pesimista y que carecía de fundamento. Un sistema absurdo de este tipo solamente podía producir la apariencia de funcionar sin contratiempos, había escrito yo, mientras la coyuntura general siguiera siendo fácil y favorable. Era de esperar, por tanto, que pasase lo que pasó: en cuanto una crisis (que en un primer mo­mento parecía meramente financiera) afectase al sistema, la gestión del euro se revelaría imposible, incapaz de permitir respuestas coherentes y eficaces. La crisis en curso está destinada a durar, incluso a profundizarse. Sus efectos son diferentes, y a menudo desiguales, de un país europeo a otro. La gestión de estos conflictos llamados a desarrollarse es imposible en ausencia de un Estado europeo, real y legítimo; y el instrumento monetario de esta gestión no existe. Las respuestas dadas por las instituciones europeas (incluido el Banco Central Europeo) a la crisis (griega, entre otras) son de hecho absurdas y están condenadas al fracaso. Estas respuestas se resumen en un solo término –austeridad en todas partes y para todos– y son análogas a las respuestas dadas por los gobiernos existentes en 1929-1930. Y del mismo mo­do que las respuestas de los años treinta agravaron la crisis real, las preconizadas ahora por Bruselas producirán el mis­mo resultado.

Lo que hubiera sido posible hacer durante la década de 1990 habría tenido que definirse en el marco del establecimiento de una “serpiente monetaria europea”. Cada nación europea, manteniendo su soberanía de hecho, habría gestionado entonces su economía y su moneda de acuerdo con sus posibilidades y sus necesidades, incluso limitadas por la apertura comercial (el mercado común). La interdependencia se habría institucionalizado por medio de la serpiente monetaria: las monedas nacionales se habrían intercambiado a unos tipos fijos (o relativamente fijos), revisados de vez en cuando por ajustes negociados (devaluaciones o reevaluaciones).

Se hubiese abierto entonces una perspectiva –larga– de “endurecimiento de la serpiente” (preparando tal vez la adopción de una moneda común). El progreso en esta dirección se habría medido por la convergencia –lenta, progresiva– de la eficacia de los sistemas de producción, de los salarios reales y de las ventajas sociales. Dicho de otro modo, la serpiente habría facilitado –y no dificultado– una progresión posible por convergencia hacia arriba. Esta habría exigido unas po­líticas nacionales diferenciadas con unos objetivos propios, y los medios para im­plementar estas políticas, entre otros el control de los flujos financieros, lo que implica el rechazo de la absurda integración financiera desregulada y sin fronteras.

La crisis actual del euro podría proporcionar la ocasión para el abandono del absurdo sistema de gestión de esta moneda ilusoria y para el establecimiento de una serpiente monetaria europea, en consonancia con las posibilidades reales de los países implicados.

Grecia y España podrían iniciar el movimiento decidiendo: 1) salir (“provisionalmente”) del euro; 2) devaluar; 3) instaurar el control de cambios, por lo menos en lo que respecta a los flujos financieros. Estos países estarían entonces en una posición de fuerza para negociar verdaderamente la reprogramación del pago de sus deudas, después de una auditoría, repudiando las deudas asociadas a operaciones de corrupción o de especulación (¡en las que los oligopolios extranjeros han participado y gracias a las cuales incluso han obtenido pingües beneficios!). El ejemplo, estoy convencido de ello, crearía es­cuela.

Desgraciadamente, la probabilidad de una salida de la crisis por estos medios es probablemente de casi cero. Pues la opción de la gestión del euro “independiente de los Estados” y el respeto sacrosanto a la “ley de los mercados financieros” no son el producto de un pensamiento teórico absurdo. Convienen perfectamente al mantenimiento de los oligopolios en los puestos de mando. Son piezas de la construcción eu­ropea global, concebida ella misma ex­clusiva e íntegramente para hacer im­posible la puesta en cuestión del poder económico y político ejercido por estos oligopolios, en beneficio exclusivo suyo.

En un artículo publicado en varios si­tios web y titulado Open letter by G.Papandréou to A.Merkel, los autores griegos de esta carta imaginaria comparan la arrogancia de la Alemania de antaño y la actual. Por dos veces a lo largo del siglo XX las clases dirigentes de este país han concebido el proyecto quimérico de configurar Europa por medios militares, cada vez sobreestimados. ¿Acaso su objetivo de liderazgo de una Europa pensada como “una zona del marco” no se basa a su vez en una sobreestimación de la superioridad de la economía alemana, de hecho relativa y frágil?

Una salida de la crisis solamente sería posible en la medida en que una izquierda radical se atreviese a tomar la iniciativa política de la constitución de bloques históricos alternativos “anti-oligárquicos”. Europa será de izquierdas o no será, he escrito en otro lugar. La adhesión de las izquierdas electorales europeas a la idea de que “vale más una Europa tal como es que la posibilidad de que no haya ninguna Europa” no permite salir de este callejón sin salida, lo que exige la deconstrución de las instalaciones y de los tratados europeos. En caso contrario, el sistema del euro, y tras él la “Europa tal como es” se sumirán en un caos cuya salida es imprevisible. Pueden concebirse entonces todos los “escenarios”, incluido aquel que supuestamente se quiere evitar, el del renacimiento de proyectos de ultraderecha. En estas condiciones, para Estados Unidos, la supervivencia de una Unión Europea perfectamente im­potente o el estallido de la misma no cambian gran cosa. La idea de que una Eu­ropa unida y poderosa obligaría a Was­hington a tener en cuenta sus puntos de vista y sus intereses es una pura ilusión.

He dado a esta reflexión un carácter conciso, para evitar repetirme, pues he tratado por extenso diferentes aspectos del callejón sin salida europeo en varios escritos anteriores: La he­gemonía de Estados Unidos y el eclipse del proyecto europeo (sección II, El Viejo Topo, 2000); Más allá del capitalismo senil (capítulo 6, El Viejo Topo, 2002); El virus liberal (capítulo 5, Ed. Hacer, 2003); Por un mundo multipolar (capítulo 1, El Viejo To­po, 2005), y La crisis: ¿salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis? (capítulo 1, El Viejo Topo, 2008).

Fuente: Texto publicado en el nº 272 de El Viejo Topo, septiembre de 2010.

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