domingo, 29 de septiembre de 2019

SEÑOR OLMO, LLEVO MÁS DE 40 AÑOS PIDIÉNDOLE PERAS, Y CON LO QUE A MI ME GUSTAN, USTED NO ME LAS DA, ASÍ ES QUE ME VOY A CANSAR UN RATITO, ¿LE PARECE?


Yo creo que hablando en cristiano, puede ser que en la ciudadanía haya decepción, cabreo hartazgo o resignación, pero esta decepción, hartazgo, cabreo o resignación, no se corresponde con lo que personalmente haya hecho esa ciudadanía para erradicar la corrupción y mejorar sus condiciones de vida y que después de los esfuerzos personalmente realizados no se vea cumplidos por los resultados que se esperaban, porque todo está si no peor, por lo menos igual que antes de la realización de los esfuerzos personales realizados para cambiar la situación. En todo caso, la ciudadanía podrá estar decepcionada, harta, cabreada,  o resignada, después de comprobar que por NO HABER HECHO NADA, las soluciones esperadas no caen del cielo como era su creencia. Porque decir que los político van a lo suyo (¡Y a qué otra cosa van a ir!, si las masas no tienen conciencia de sí mismas ni del poder que tienen. Sí las masas ni exigen ni plantean políticamente nada, a qué va a ir el político, a mojarse el culo por pescar para las masas?), políticamente es decir nada. Acudir a una manifestación, sin el planteamiento previo de que después de la manifestación cambia algo, excepto la terapia de la descarga emocional, es tanto como no hacer nada. Militar en un partido (que ya es el no va más de la actividad práctica de la política actual), me refiero a un partido político de izquierdas (que esta es otra, cuando ya no se sabe ni qué es la izquierda), sin tener una actuación personal práctica fuera del partido en el centro de trabajo, de estudios, asociación vecinal, cultural, económica, deportiva, etc., precisamente para aplicar la política del partido, es tanto como no participar en política.
Lógico parece que cuando no se hace efectivamente nada para cambiar el estado de cosas el resultado sea nada, pero eso sí, esta “nada” es peor que la de ayer y a buen seguro, de seguir por el camino que llevamos, sea peor que la nada de mañana porque siendo cierto que a nivel general, las masas no hemos hecho nada y que no llevamos camino de hacer algo en función de nuestros intereses, no es menos cierto que los grandes capitales y los payasos a su servicio no dejan de maquinar para satisfacer sus intereses, CONTRARIOS A LOS INTERESES DE LA INMENSA MAYORIA DE LA POBLACIÓN, ¿o no se está viendo de forma clarísima cual está siendo el desarrollo de los acontecimientos a nivel general, desde lo municipal, autonómico, nacional e internacional? ¿Alguien está esperando que el resultado final de los Pactos de Toledo no termine siendo la culminación del robo del dinero de nuestras pensiones? ¿Alguien cree  que con las monumentales manifestaciones que están haciendo los jubilados, sólo por hacerlas y de la forma que se están haciendo vayan a subir las pensiones más allá del centimito que tengan los grandes capitales previstos?

Yo no creo que las elecciones del 10-N (yo voy a votar, si puedo, a Unidas Podemos, pero como no creo en los Reyes Magos, tampoco creo que por ahí se vaya a solucionar nada) representen el fracaso de la política, sino el triunfo de la política que se corresponde con un sistema no democrático al que llaman democrático. La política, entendida como relación de  fuerza entre los capitalistas y los trabajadores no ha podido fracasar, porque los trabajadores no le hemos opuesto nuestra fuerza a la fuerza del capital. Por ejemplo, dicen que es Estado se gasta el 11% de toda la riqueza nacional de un años (que eso es el PIB) en pensiones, cuando en realidad el Estado, lo que hace es devolvernos a los pensionistas ese 11% del dinero que previamente nosotros le dimos. En todo caso, ¿Dónde está el  89% de la riqueza nacional creada durante un año? ¿Quiénes la manejan, quienes la disfrutan? ¿Quienes, aparte de los trabajadores, crean la riqueza? La santanderina, la señora del Banco de Santander, acumula riquezas, pero yo pregunto, quién la crea.

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Nueva convocatoria de Elecciones Generales en España

10-N, otro día de la marmota contable



Pedro Ibarra, Ramón Zallo
Vientosur
24.09.2019

La enésima convocatoria electoral, la del 10N, ha sido un mazazo para la mayor parte de la ciudadanía que ve con decepción, cabreo, hartazgo o resignación que sus votos no se gestionan para alcanzar un gobierno para afrontar los graves problemas que nos atenazan desde hace un lustro (presupuestos inadaptados, reforma laboral, déficit público, transición ecológica, digitalización, libertades, Catalunya, reindustrialización, pensiones, agenda vasca de transferencias) a los que hay que añadir el nuevo estancamiento económico, los retos del Brexit, nuevo estatuto vasco…. Ya los aplazaron Rajoy y el interino vocacional, Sánchez, por lo que no tocaba que se contabilizaran de nuevo las cuotas de representación y poder de los partidos.

Es un fracaso de la política, los políticos….y, sobre todo, de la izquierda. No pueden echarle la culpa a los nacionalismos, que han sido coherentes dejándose pelos en la gatera antes que incurrir en el riesgo de una nueva involución.

Responsabilidades 

Personalizar la responsabilidad en que los dirigentes de la izquierda estatal se caen mutuamente mal no es una buena explicación. Sin embargo la sicología tiene algo que ver -aunque no sea la principal explicación- en clave de narcisismo; mucho más acentuado y enfermizo en Sánchez que, como luchador nato, está más cómodo en campaña electoral permanente, compitiendo y midiéndose ante el espejo que buscando complicidades (reconociendo al Otro) y gobernando para las mayorías. Ha sacrificado un país a esa pulsión. Por su parte Iglesias ha tomado como cosa personal (humillación) que no se valore a Unidas-Podemos y se le vete a él personalmente ofuscándole el juicio respecto a la oferta ministerial que le hicieron al final y a regañadientes.

Otra interpretación parcial sería la del desconcierto cortoplacista. A falta de proyecto a largo plazo en un contexto de incertidumbres, el PSOE decide no aceptar por excesivas las exigencias de Podemos y ha jugado a ofertas y contraofertas a corto con el riesgo cierto de encabronarse mutuamente y quemarse, como ha ocurrido. Al fondo, es el PSOE quien como primera fuerza debía superar la dinámica de contrarios, de acción– reacción, y ha rechazado a Unidas- Podemos con un “ya no hablo más contigo” después de semanas sin mover pieza y tras descalificarle repetidamente. Ha sido su decisión política. Décadas de experiencia democrática desperdiciadas en una visión infantil de la política en políticos inmaduros.

Más de fondo es una tercera interpretación, de carácter estratégico. Cabe sospechar que el PSOE consideraba inevitable y deseable un nuevo proceso electoral. Porque no había interés en compartir liderazgo ni poder con Podemos a quien se le pedía ser únicamente muleta. Ha pretendido monopolizar la representación de la izquierda, ser toda y la única izquierda, deslegitimando a las otras izquierdas. Las idas y venidas en las negociaciones no eran de acercamiento sino de táctica para construir un discurso culpabilizador sobre el Otro.

Una cuarta interpretación, y más plausible, es que sin dirigirse directamente a forzar nuevas elecciones el PSOE de Sánchez las preferían a tener que cogobernar con un Unidas Podemos con peso en un gobierno de coalición. Y ello por doble motivo.

Por una parte, las clases dirigentes habían emitido señales inequívocas de que no lo querían. El presidente del Círculo de Empresarios –John de Zulueta- lo sentenció con un “Mejor elecciones que el efecto económico devastador de Podemos en el Gobierno” (ABC 18-9-19). Y no hay que olvidar que el PSOE, más allá de la marca formal, es más un partido-sistema que un partido de izquierda real. Al fondo, el PSOE ha optado por salvar el régimen del 78 del que es parte vertebral.

Por otra parte, el PSOE ha creído llegada la hora de volver al bipartidismo sin que, como siempre, tolere nada a su izquierda. Estima que unas nuevas elecciones le favorecerían siendo un nuevo desgaste para Unidas-Podemos que cargaría con el sambenito de intransigente según el relato socialista.

Errores de UP

Entiéndasenos bien, no repartimos culpas por igual. El PSOE tiene una culpa central, políticamente perversa por cálculo partidista ajeno a toda ética tanto de la convicción (fidelidad a los principios) como de la responsabilidad (tener en cuenta las consecuencias), como las diferenciaba Max Weber. Pero además ha roto también con los valores democráticos al dar la espalda a las necesidades sociales (quiebra ética del servicio a la ciudadanía) y al encargo electoral (abandono de la ética de representación). Cuatro quiebras morales.

Lo de UP puede calificarse, en cambio, de error grave. No se entiende nada de la estrategia de Iglesias si pensaban hace nada que el PSOE es parte sustancial del “régimen del 78”, con lo que compartir gobierno se hubiera saldado haciendo la política del PSOE incluso en los ministerios a cargo de UP. Lo razonable –como algunos advertimos hace meses- hubiera sido pactar un programa progresista sin pertenencia al Gobierno, como en Portugal, y fiscalizar críticamente su ejecución. Se hubieran combinado responsabilidad con garantía de cumplimiento y una función de contrapoder. Iglesias con sus cielos imaginarios se empeñó en lo contrario, con el resultado de nada, y una nueva boleta para seguir bajando en peso electoral y además con la espada de Damocles de un Errejón al acecho, dividiendo aún más a la izquierda y aspirando a absorber voto y la hipotética abstención de los desencantados con UP y PSOE allí donde se presente.

Perspectivas

Es mucho suponer que se repitan resultados con ascensos porcentuales de PSOE y PP y descenso de UP y C´s porque también puede ocurrir que la abstención cambie correlaciones o que las tres derechas sumen más, arruinándose la posibilidad de un cambio histórico progresista que el PSOE tuvo al alcance de la mano y dejó pasar por pánico y cobardía. Sánchez confía ahora (siempre juega alegremente con fuego) en girar hacia el centro-centro y hacia el centralismo (blandiendo el 155 contra los nacionalismos que le salvaron la cara), buscando el dudoso comodín oportunista de C’s comprándose así un freno de mano para los compromisos en la agenda social y política. Lo real es que el PSOE, dilapidando el fácil encargo que tenía, no asumió el reto del cambio y nos mete en la tesitura de riesgo de una involución aún más profunda de la que supuso Rajoy con un PP-C’s-Vox o en una involución con sordina: PSOE-C’s.

Tanto en la CA de Euskadi como en Catalunya las fuerzas nacionalistas y soberanistas pueden mejorar resultados porcentuales –a añadir los efectos de la sentencia del Procés en octubre con la menor probabilidad de que le afecte la abstención al catalanismo- mientras que difícilmente favorecerán al PSE y al PSC el plus Sánchez de las anteriores elecciones (abril 2019) ni a Elkarrekin Podemos la gestión reciente de Iglesias. Más equipado con líneas de futuro irá el PSN.

Pero más allá de la contabilidad electoral, entramos en fase de estancamiento económico y de riesgo de gobierno invernal en temas sociales y en las cuestiones catalana (diálogos sobre los enjuiciados y sobre un nuevo estatus) y vasca (transferencias y nuevo estatuto). Prepararse para ello exigirá acuerdos entre quienes se sitúen en el lado progresista y primaveral de la historia. ¡A ver si despierta de una vez la puñetera marmota!

24/09/2019
Pedro Ibarra y Ramón Zallo son profesores de la UPV- EHU

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TRAN, TREN, TRIN, TRON O TRUMP, NI CONTIGO NI SIN TI, TIENEN MIS MALES REMEDIOS



"Impeachment" contra Trump

El problema con el proceso de destitución

Rebelión
Truthdig
28.09.2019

Traducción de Silvia Arana

El proceso de destitución (impeachment) de Donald Trump no detendrá el profundo deterioro que aqueja a la república estadounidense. No le restituirá mágicamente la democracia a las instituciones. No nos devolverá el Estado de derecho. No limitará el apetito depredador de los grandes bancos, la industria de la guerra y las corporaciones. No eliminará el dinero corporativo de la política ni terminará con el sistema de sobornos legalizados. No detendrá el negocio de la vigilancia y el monitoreo de la ciudadanía realizado por empresas de seguridad privadas. No terminará con el dominio del terror ejercido por las fuerzas policiales paramilitares en los barrios empobrecidos ni terminará con el encarcelamiento masivo de 2,3 millones de ciudadanos. No impedirá que los agentes de inmigración persigan a los indocumentados y les arranquen a sus hijos de los brazos y los encierren en jaulas. No pondrá fin a la extracción de combustibles fósiles ni al inminente ecocidio. No nos dará una libertad de prensa que nos libere del mandato corporativo que convierte las noticias en una farsa para hacer dinero. No terminará con las guerras infinitas y fútiles. No mitigará el odio entre las tribus guerreras del país, sino todo lo contrario, lo exacerbará. 
El impeachment es cosmético. Se trata de reemplazar la cara pública del imperio con un mandarín político como Joe Biden, quien está sumergido hasta la cabeza en la corrupción y en el servicio obsequioso a los ricos y al poder corporativo. Biden llevará adelante las mismas políticas suicidas, pero con el apropiado decoro real. Las élites gobernantes ya están saturadas de la vulgaridad, estupidez y asombrosa ineptitud de Trump. Se volvieron en contra de Trump no porque este haya cometido una ofensa atroz merecedora de la destitución -hubo numerosas ofensas de este tipo incluyendo el uso de la presidencia para el enriquecimiento personal, la incitación a la violencia y al racismo, la divulgación de información clasificada a funcionarios extranjeros, la obstrucción de justicia y la incapacidad patológica de decir la verdad- sino porque cometió el error fatal de tratar de eliminar a un miembro de la élite gobernante. 

Sí, Trump presionó al presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky para que le diera datos de ilegalidades cometidas por Biden y su hijo Hunter Biden, que seguramente existen. Aparentemente el presidente Trump retuvo unos 400 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania para ejercer presión. Sí, intentó bloquear la difusión del reporte de un denunciante con detalles sobre su conducta. Sí, es una violación de las leyes, percibida por muchos demócratas en el Congreso como una ofensa que amerita el juicio de destitución. 

Sin embargo, este tipo de negociaciones sucias es común en las relaciones políticas internacionales. Christopher Steele, un exoficial de inteligencia británico, fue contratado para sacar a la luz los trapos sucios de Trump y Rusia por GPS Fusion, una agencia de inteligencia contratada para investigar a Trump por Perkins Coie, una firma de abogados que trabajaba para el equipo de campaña de Hillary Clinton y el Comité Nacional del Partido Demócrata. Hace cuatro décadas William Casey, el encargado de la campaña electoral de Ronald Reagan, les pidió a los iraníes que no liberaran a los rehenes estadounidenses secuestrados en Teherán antes de las elecciones presidenciales de noviembre para perjudicar al candidato y entonces presidente Jimmy Carter, según afirmaciones de Gary Sick, que era un funcionario de Carter en Irán. Los rehenes fueron liberados el día que Reagan asumió la presidencia, en enero de 1981. 

Hillary Clinton, por lo que sabemos, nunca habló por teléfono con Steele. Reagan, por lo que sabemos, nunca habló por teléfono con el presidente iraní. El error fatal de Trump fue que no ocultó su pedido y lo hizo él mismo. Este tipo de presión solapada para dañar a un oponente político requiere el uso de hábiles insinuaciones, reuniones secretas, presiones cuidadosamente calibradas y la condición de poder negarlo todo. Trump no tiene ni idea de cómo se juega este juego. Por ello, parece destinado a integrar el club exclusivo de los presidentes a los que se les inició el proceso de destitución: Andrew Johnson y Bill Clinton. 

Pero Trump no se irá callado cuando le den las buenas noches. Intentará llevarse consigo a todo el andamiaje podrido. Y podría tener éxito. 

“Los demócratas medran al silenciar e intimidar a los que como tú, mi amigo, lo apoyan”, dice un llamado para reunir fondos en beneficio de Trump, enviado esta semana poco después de que se anunciara el impeachment. ”Quieren quitarte tu voto. El presidente Trump quiere saber con quiénes puede contar en los momentos más importantes.” 

Pero la campaña de recaudación de fondos para el inminente proceso de destitución será suave en comparación con lo que yo creo que vendrá a continuación. La retórica de Trump, a medida que se incremente la presión, se hará más incendiaria. Como lo ha hecho en el pasado, incitará abiertamente a la violencia contra la dirigencia del Partido Demócrata y los medios de prensa a los que ha catalogado como “enemigos del pueblo”. 

No son pocos los miembros de la clase trabajadora de Estados Unidos que se sienten, y con mucha razón, gravemente traicionados y manipulados por la élite gobernante. Ha sido destruída su capacidad de recibir un salario sostenible. Están atrapados en comunidades deterioradas y sin tener una salida. No ven un futuro ni para ellos ni para sus hijos. Su opinión de las élites gobernantes que los traicionaron es profundamente hostil. 

A pesar de su incompetencia, Trump al menos expresa esa rabia. Y lo hace con una vulgaridad que le gusta a su base de apoyo. Pienso que ellos no son ciegos ante el narcisismo, la corrupción y la ineptitud. Pero él es el instrumento que ellos usan contra aquellos políticos como los Clinton que les mintieron con consecuencias mucho más graves. Trump es el arma que usaron contra esos políticos. Las encuestas sobre las elecciones presidenciales de 2016 mostraron que un 53% de los que votaron a Trump, lo hicieron porque no querían a Hillary Clinton y solo un 44% estaba motivado a respaldarlo.
“La gente ha dejado de votar por los candidatos que les gusta o los motiva”, señala Matt Taibbi en Insane Clown President: Dispatches From the 2016 Circus (Presidente payaso-loco: Reporte desde el circo de 2016). “Votaron contra los candidatos que odian. En las protestas y marchas priman los sentimientos de disgusto y rabia. Es impresionante la falta de idealismo y especialmente la falta de un sentido de hermandad y de un propósito en común con el otro lado (por ejemplo, liberales y conservadores no pueden imaginar un futuro productivo compartido, ni siquiera imaginarse como ciudadanos del mismo país). 
La destitución de Trump podría ser vista por sus simpatizantes como un esfuerzo para quitarles esta forma primitiva, e ineficiente quizás, de desafío, o rebeldía. Es aún otro mensaje a los marginados, en especial a los de la clase trabajadora blanca, de que sus vidas, sus preocupaciones, sus esperanzas y sus voces no importan. Este enorme segmento de la población, como bien lo sabe Trump, está armado hasta los dientes. Hay más de 300 millones de armas de fuego en manos de civiles estadounidenses. Entre ellas se incluyen 114 millones de revólveres, 110 millones de rifles y 86 millones de escopetas. La cantidad de armas de guerra en manos privadas -incluyendo los rifles semiautomáticos AR-15 usados en las masacres de las escuelas Marjory Stoneman Douglas High School, en Parkland, Florida y Sandy Hook Elementary School en Newtown, Connecticut- es de alrededor de 1,5 millones. Estados Unidos tiene la tasa más alta en el mundo de personas que poseen armas de fuego, un promedio de 90 armas de fuego por 100 personas. Hay un promedio de una o más matanzas por día en el país. 

El estancamiento económico, social y político junto con la creencia de que las expectativas para nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos han sido frustradas, engendra violencia. Trump, en la lucha por defender su existencia política, usará la retórica como gasolina para encender el fuego. Demonizará a sus oponentes como la encarnación de la maldad. Intentará profundizar las divisiones y antagonismos, especialmente en lo que respecta al tema racial. Catalogará a sus oponentes políticos como enemigos irreconciliables y traidores. Exigirá omnipotencia, poderes de dictador. Muchos de aquellos que lo ven como al líder de una secta, querrán darle esos poderes. Pues cuando el aura mágica del poder de Trump está bajo ataque, los miembros de la secta se sienten atacados. Él es una extensión de ellos. Trump representa el anhelo de millones de estadounidenses, especialmente de aquellos de la derecha cristiana, por un líder de la secta. 

Los esfuerzos del Partido Demócrata y de gran parte de la prensa, incluyendo CNN y el New York Times, para destituir a Trump de la presidencia, como si nuestros problemas estuvieran contenidos en su figura, tendrá resultados contraproducentes. Un demagogo como Trump fue generado por la crisis política, económica, cultural y social del país. Esas fuerzas crecerán con mayor virulencia si Trump es destituido. Cuanto más tiempo tardemos en confrontar e identificar las fuerzas corporativas responsables de la miseria de más de la mitad de la población y de nuestro sistema democrático quebrado, más se propagará la enfermedad de la secta en EE.UU. Trump existe gracias a la toma del poder por parte de las corporaciones. S olo podremos evitar la caída en el abismo, si nos liberamos del gobierno de las corporaciones y reconstruimos nuestras instituciones democráticas, incluyendo los cuerpos legislativos, las cortes y los medios de prensa. 

Si no logramos derribar el poder de las corporaciones, los explosivos enviados por correo a los críticos de Trump y líderes del Partido Demócrata -incluidos Barack Obama, Hillary Clinton y Joe Biden- junto a George Soros, James Clapper y CNN, supuestamente por Cesar Sayoc Jr. -ex stripper y fanático de Trump que vivía en su auto- devendrán una forma común de expresión política. Los intentos de asesinato con el tiempo serán exitosos si no se hace nada para combatir las causas. La ley de la selva y el asesinato político convertirán rápidamente a Estados Unidos en un Estado fallido y terrorífico. 

Fuente: http://www.truthdig.com/articles/the-problem-with-impeachment/

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