De Casa Labra al Manual de Resistencia. El PSOE, 140 años
(Sede de Ferraz. / EFE)
Cuartopoder
El domingo, 10 de marzo de 2019
El Partido Socialista Obrero Español se fundó
clandestinamente en Madrid, el 2 de mayo de 1879, en torno a un núcleo de
intelectuales y obreros, fundamentalmente tipógrafos, encabezados por Pablo
Iglesias. Se van a cumplir 140 años del acontecimiento que ha marcado la vida
de mucha gente y dejado huellas en la historia de España desde entonces.
El primer programa del nuevo partido fue aprobado en
una asamblea de 40 personas, el 20 de julio de ese mismo año. El PSOE fue
así uno de los primeros partidos socialistas que se fundaron en Europa,como
expresión de los afanes e intereses de las nuevas clases trabajadoras nacidas
de la revolución industrial. Ha orientando su labor hacia el logro de los
grandes ideales de emancipación a través del socialismo, con los cambios
lógicos de estrategia, que los momentos históricos han impuesto en cada caso.
Hoy el PSOE está inmerso en la campaña
electoral, que nos llevará al 28 de abril. No
son buenos tiempos para hablar sobre ideologías, la verdad podría quedar oculta
traas promesas y compromisos. También por las disputas entre posibles
candidatos y el número que ocuparán en las listas, en caso de que sean elegidos
en primarias o por el dedo del dirigente de turno. He militado en la
organización socialista demasiados años como para tomar partido en la
contienda. Hace años que abandoné el partido, que no el socialismo. En el PSOE
hay bronca aunque no se diga y no es la primera vez ni será la última. En otros
momentos fue entre marxistas y socialdemócratas. En etapas más cercanas entre
guerristas, renovadores, cristianos, sindicalistas, los convergentes en Madrid
y la corriente Izquierda Socialista. Hoy parece que la disputa está entre
sanchistas y felipistas guerristas susanistas o lambaistas y fernandinos.
Los conflictos han surgiendo por los distintos
posicionamientos sobre políticas nacionales concretas, por los principios que
deberían regir a la organización o por el modelo del partido, la elección de
los líderes o la participación de la militancia. Lo cierto es que en el seno
del PSOE siempre han convivido distintas sensibilidades. Hubo ruptura, cuando
lo de “hay que ser socialista antes que marxista”; bronca por las políticas de
reconversión de Solchaga; o cuando Borrell ganó las primarias a Joaquín Almunia
y la dirección no le respaldó. La bronca contra Pedro Sánchez, que le obligó a
dimitir, para alzarse sobre sus cenizas, como cuenta en su Manual de
Resistencia.
Vemos como algunos “históricos
socialistas” se han ido con Ciudadanos, lo
que me da la razón por algún comentario que hice en su momento sobre cómo
algunos se estaban alejando del socialismo, si alguna vez estuvieron en él. El
partido tendría que clarificar cual es la línea ideológica que debe seguir.
Desde mi punto de vista, tendrían que partir del Programa Máximo, donde figuran
las aspiraciones del partido en 1880 y hacer un análisis comparativo sobre las
aspiraciones que tiene el PSOE en la actualidad.
Se conocía como Programa Máximo, el que fue aprobado
en 1880, que pese al tiempo transcurrido sigue estando vigente. Hay que adaptar
algunos términos aquí y allá, darle algún retoque conceptual; incorporar
algunas medidas sociales y medioambientales de actualidad y tenemos una
propuesta de programa para el siglo XXI. En lo fundamental, intrínsicamente, es
totalmente válido. ¿Piensan qué me he quedado encastillado en la concepción del
siglo XIX?; salvando las distancias históricas, muchas de las circunstancias de
entonces, políticas, sociales y económicas, siguen estando vigentes y vigente
es la necesidad de cambiarlo todo.
La historia del PSOE es larga y rica en
debates sobre ideas, estrategias y objetivos. Ya
me referí a ello en “El espíritu de Suresnes”. En Suresnes (1974) comenzó otro
cambio de orientación política e ideológica. Se acordó adaptar la idea y la
acción a la lucha por la democracia y las libertades desde el interior. En el
XXVIII Congreso (1979), con el lema “Construir en libertad”, con aquel “hay que
ser socialistas antes que marxistas” de Felipe González, continuó la revisión
ideológica. Nueva imagen y nuevas formas de acción y abandono de algunos objetivos
históricos, por presiones internacionales. Fue durante la Transición a la
democracia, cuando se volvieron a perder otros principios y señas de identidad.
Sin república y con monarquía, se pretendía ir hacia una “transición política y
económica”, en la España de las oportunidades.
Situémonos en Casa Labra. Han transcurrido casi dos siglos y algunas de las
reivindicaciones de entonces, se pueden seguir haciendo hoy. Ha cambiado el
modelo social. Ha surgido la llamada “clase media” y al proletariado se le
denomina productor o trabajador y trabajadora. Pero la clase dominante sigue
siendo la misma de entonces: los que tienen todo y todo lo pueden, por lo que
todo está por hacer. Los privilegios de la burguesía y del poder político
siguen estando tan vigentes, como vigente están la dominación de los “mercados
financieros” sobre la economía de la ciudadanía y de los propios Estados. La
justicia social, la desigualdad y la solidaridad siguen siendo proclamas y
reivindicaciones necesarias para el mayor bienestar y dignidad.
El PSOE de Suresnes aprobó una resolución que marcaba
su posición respecto al problema nacional y la configuración territorial del estado.
Claramente se defendía el pleno reconocimiento del derecho de
autodeterminación, que comportaba la facultad de que cada nacionalidad pueda
determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los
pueblos que integran el Estado español. El PSOE pretendía establecer una
República Federal de las nacionalidades que integran el Estado, que
salvaguardara la unidad de la clase trabajadora de los diversos pueblos. Hoy
parecen ensoñaciones.
Hace cuarenta años, el PSOE se definía “por un método
dialéctico de transición al socialismo”, en combinación con la lucha
parlamentaria, la movilización popular en todas las formas, creando “órganos
democráticos de poder de base”, como cooperativas y asociaciones de vecinos,
buscando la profundización del concepto de democracia “superando el carácter
formal que las libertades políticas tienen en el estado capitalista, accediendo
a las libertades reales”, señalando las reivindicaciones de cada momento, “con
la perspectiva de una revolución socialista”. No podía existir libertad sin
socialismo ni socialismo sin libertad.
Un fantasma ha recorrido la historia del PSOE, siempre
con el miedo a la división del partido en dos mitades. Los socialistas, en su
larga historia, han ido cambiando el modelo organizativo, sus principios, fines
y objetivos, para adaptarlos a los tiempos. Hoy, los bandos en conflicto no
declaran abiertamente cual es la razón de la guerra civil declarada, aunque
todo parece, como siempre que es cuestión de poder. De no perder el poder o de
hacerse con él, sin que digan claramente para que quieren ejercerlo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha
publicado su Manual de Resistencia. Según Moncloa, el libro fue escrito en su mayor parte antes de llegar a ser
presidente del Gobierno. Según la editorial, en el libro se
destacan los lugares comunes de la vida política, que han sido derribados por
Pedro Sánchez y menciona, algunas máximas que no se han cumplido en este caso
como: “Nunca una moción de censura ha triunfado en España”; “es imposible
ganarle unas primarias al aparato de un partido”; “aquí nadie dimite para ser
fiel a su palabra”. La editorial expone que la llegada de Sánchez a la
secretaría general del PSOE en 2014, “abrió una nueva época en la formación
política”. Transcurridos dos años, era expulsado del liderazgo de su
partido, al que regresó, aupado por la militancia, para ser investido
presidente del Gobierno un año después.
Para Gerardo Tecé, el libro de Pedro Sánchez es una
adaptación al papel de lo que Pedro Sánchez proyecta en carne y hueso. En
realidad, lo que Pedro Sánchez ha hecho no es otra cosa que escribir
–encargarle a Irene Lozano que escriba– el clásico libro de memorias de
presidente del Gobierno. Pedro Sánchez proyecta lo que proyectaría un
presidente, se comporta como se comportaría un presidente y escribe el libro
que escribiría un presidente. Lo ha escrito y publicado por el mismo motivo por
el que repite continuamente “soy el presidente del Gobierno”: porque aún no
siente que lo sea. Tardó dos primarias ganadas en ser un verdadero secretario
general del PSOE –en la primera llegó como marioneta de Susana Díaz–, no logró
serlo realmente hasta que se revolvió contra los hilos. Para ser presidente
también necesitará serlo por segunda vez.
Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, en la
presentación de las actividades previstas para la celebración del
acontecimiento, declara que el partido lleva “140 años sirviendo a España”,
indicando que “las ideas socialistas siguen siendo hoy en día lo más necesario
y lo más moderno en la política actual”.
El PSOE, junto con otros partidos
representantes de la izquierda ideológica y política, debería recuperar los
ideales de Casa Labra y marcarse el compromiso de ser garantía de igualdad,
justicia social y solidaridad, por el bienestar de la gente. En suma, como se
plasma en el Programa Máximo, conseguir la completa emancipación de la clase
trabajadora; la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una
sola de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados
e inteligentes.
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